Capitulo 11

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El día que juré no beber nada que contuviera una sola gota de alcohol me desperté con una sonrisa en los labios y el cuerpo lánguido y satisfecho.

Un poco confusa al notar sobre mi cintura un brazo, abrí los ojos y me di cuenta de que no estaba en mi habitación, sino en una muy desordenada, con pósteres de chicas en bikini y banderas de equipos de fútbol que adornaban las paredes mientras el suelo era un caos de ropa revuelta.

Miré bajo las sábanas que envolvían mi cuerpo y comprobé que estaba desnuda.

Me entró el pánico cuando a mis espaldas oí unos suaves ronquidos.

Poco a poco tomé aire y me concentré en recordar lo que había sucedido la noche anterior, para saber con quién narices me había acostado antes de llevarme el susto de mi vida al verlo.

Bien, la noche había comenzado con Noah. Habíamos bailado abrazados y haciéndonos arrumacos hasta que tropezamos con la detestable de Sasha, que bailaba entre dos pechugonas lascivas. Entonces, sin saber por qué, me sentí furiosa y comencé a beber como un cosaco.

Si la noche había comenzado con Noah, lo más seguro es que fuera Noah con el que me había acostado, así que me daría la vuelta, le desearía buenos días, le explicaría que estaba demasiado borracha como para recordar nada y seguiríamos con la relación de amigos, tal vez como algo más si llegaba a recordar si la noche había sido satisfactoria o no.

«Pero... un momento», objetó mi mente confusa; recordaba a un Noah apaleado y arrojado a la piscina, y haber sido cargada al hombro por una cavernícola. También recordaba una conversación que mi hermano Polly mantuvo con la cavernícola y después...

¡Oh, no! ¡Oh, no! ¡Mierda, me había acostado con Sasha y había sido plenamente satisfactorio!7

Me volví cuando escuché la voz que confirmaba mis sospechas dispuesta a gritar, pero me quedé muda cuando vi su torso desnudo y su sonrisa de satisfacción en los labios mientras repetía alegremente:

—Buenos días, Savisa.

Sasha sonreía sin dar crédito a que Anne estuviera aún en su cama.

Pensó en repetir lo sucedido la noche anterior, pero por su bonita cara de espanto sospechaba que, si intentaba ponerle una mano encima, acabaría manca de un mordisco.

Anne la miró confusa, como en estado de shock.

Cuando la castaña le dio los buenos días, ella se levantó́ llevándose la sábana consigo enrollada en su cuerpo, y mientras recogía su ropa del suelo lamentaba una y otra vez en voz alta:

― ¿Qué he hecho?, ¿qué he hecho?

Sasha se apresuró a ponerse los pantalones e intentó hablar con ella antes de que se encerrara en el baño de su habitación, pero llegó tarde y definitivamente su conversación fue con la puerta.

―Anne, no nos acostamos ―dijo Sasha pensando que la calmaría.

―¿Y entonces por qué estoy desnuda?―quiso aclarar en tono acusador.

―Porque hicimos otras cosas...―intentó explicar Sasha.

―¡Qué! ¿qué cosas?―preguntó histérica desde el baño― No, no me lo cuentes, prefiero no saberlo. ¿Cómo pudiste seducirme, Sasha? ¡Estaba borracha!

―Anne, yo no comencé la seducción: fuiste tú, y yo traté de resistirme, pero no soy de piedra, ¿sabes?1

―Ya claro, a ver, ¿qué fue eso que hice que te tentó tanto como para que tú, no pudieras resistirte a mí?―quiso saber Anne mientras salía del baño totalmente vestida en busca de sus zapatos.

―Me pusiste tus pechos desnudos delante de la cara y comenzaste a sobártelos mientras tu otra mano iba...

Anne puso su mano en la boca de Sasha para acallarla y le dijo amenazadoramente:

— ¡Ni una palabra más!―después retiró la mano, no antes de que Sasha le diera un rápido beso en ella― ¿Qué hicimos? Y sin detalles, por favor―especificó Anne mientras se ponía sus zapatos antes de que Sasha comenzara con su relato.

―Bueno, excepto la penetración, porque me negué al darme cuenta de que eras virgen, de todo ―explicó Sasha sintiéndose culpable.

―¿Y se puede saber cómo supiste que era virgen?―pregunto Anne curiosa y espantada.

―¡Tú me lo dijiste!―exclamó Sasha― yo iba a darme una ducha de agua fría y a dejarte sola cuando tú...

―¿Cuando yo qué?―preguntó Anne histérica.

―Te la metiste en la boca y yo no pude pensar.

―¿Qué me metí en la boca?―preguntó confusa hasta que Sasha le señalo su entrepierna nuevamente excitada por la conversación― ¡Oh, no! ¡Oh, no! ¡Dime que no te hice lo que creo que te hice!

―Varias veces a lo largo de la noche―contestó Sasha con una sonrisa de satisfacción.

Anne, decidida, caminó hasta ponerse a su altura, y mirándola directamente a los ojos le aclaró la situación.

― Tú y yo nunca hemos pasado la noche juntas, tú y yo nunca hemos hecho todo lo que según tú hicimos, y tú y yo nunca volveremos hacer nada de eso―dijo mientras señalaba las sábanas revueltas.

Sasha la miró con determinación y agarrándola fuertemente contra su cuerpo la besó hasta dejarla lo bastante aturdida como para que la escuchara.

―Tú y yo hemos pasado juntas una noche maravillosa, tú y yo hemos hecho todo lo que recuerdas y más, y tú y yo volveremos a acostarnos cuando estés sobria y no tengas duda alguna de lo que estamos haciendo.

―¡Ni en tus sueños!―contestó Anne acercándose a su boca y tentándola con ella.2

―Ya lo veremos, Savisa, ya lo veremos―contestó Sasha dejándola marchar.

Anne bajó las escaleras de casa de los Waybright corriendo hacia la salida, rezando para que nadie la viera salir de ese lugar a esas horas y con ese aspecto.

Cuando abrió bruscamente la puerta encontró́ ante si a su hermano Polly, igual de descompuesto que ella, que se disponía a llamar al timbre.

― ¿Qué haces aquí?―preguntó Anne avergonzada.

―He venido a recogerte. Por lo que veo ya has dormido la mona.

―¡Anne!―gritó Sasha, que había bajado las escaleras tras ella; se detuvo bruscamente al ver a su amigo y con una sonrisa retadora le advirtió:

—La próxima vez te haré suplicar.

Anne respondió cerrando la puerta tras de sí con un tremendo portazo.

―Ya estáis otra vez peleándose, ¡ni que fuerais novias!―se quejó Polly tras ver el comportamiento de ambas.

―¡Oh, cállate, Polly!―gritó Anne volviéndose hacia su hermano.

«Si las miradas matasen, yo ya estaría fulminado en el suelo», pensó Polly mientras se dirigía a casa preguntándose qué habría pasado esta vez entre esas dos.

Esa misma tarde Sasha recibía un regalo de Brian Boonchuy.

Sprig aparcó ante su casa una destartalada furgoneta negra y, cuando él bajó a recibirla, le lanzó las llaves, que Sasha cogió al vuelo.

―Es tuya―indicó Sprig señalándole la furgoneta a su amiga.

―¿Y esto por qué?―preguntó Sasha confusa.

―No lo sé, mi padre dijo que antes de llevarla al desguace prefería dársela a alguien y me sugirió que te la diera, así que aquí la tienes. Lo raro es que la furgoneta tiene un aspecto horrible por fuera, pero por dentro está en perfecto estado, no sé por qué papá quería deshacerse de ella―comentó Sprig en voz alta, pensativo― En fin, es tuya, si la quieres, claro.

―Dale las gracias de mi parte a tu padre. Me viene muy bien para los viajes de ida y vuelta a la universidad―respondió Sasha agradecida y dispuesta a empezar los arreglos de su nuevo vehículo en ese mismo instante.

Sasha estuvo varios días reparando la furgoneta sin saber por qué el señor Boonchuy se la había regalado, hasta que haciendo limpieza encontró una nota en un sobre que decía:

Gracias por hacer que mi hija odie la bebida.

¡Qué narices le habría contado Anne a su padre! Seguro que la verdad no o Brian le hubiese regalado una bala de su rifle en vez de un coche.

Entre la listita de Doña Perfecta y las tarjetas de su padre la iban a volver loca, sobre todo después de que ella pasara varios días ignorándola y saliendo con el impresentable de Noah. «¿Cuántos huesos tendría que partirle a ese idiota para alejarlo de Anne?», pensó furiosa mientras arreglaba las abolladuras de su nueva furgoneta a golpe de martillo.

El día del desfile de los fundadores, que se celebraba poco antes de que finalizaran las vacaciones de verano, todo Amphibia se asombró ante la aportación que Sasha y Anne hicieron a una de las carrozas con un adorno un tanto peculiar.

Todo comenzó el día en el que Anne quiso ir a la colina con Noah.

La colina era un lugar desde donde se podían observar las mejores vistas del pueblo, pero que realmente servía para que los jóvenes aparcaran sus coches allí y se dedicaran a explorar su sexualidad.1

Sasha llegó a casa de los Boonchuy para devolverle unas herramientas a su amigo Sprig e intentar una vez más hablar con Anne. Mientras esperaba en el salón una limonada que la señora Boonchuy amablemente se había ofrecido a servirle, oyó una conversación que su amigo Polly, ajeno a su presencia, mantenía por teléfono.

―¿Cómo está Skara?―preguntó Brad preocupado a su interlocutor― Todavía no me puedo creer que algún estúpido metiera algo en su bebida... ¿Sabes lo que era?

¡Una droga excitante! ¿Y tú cómo lo sabes?―interrogó con curiosidad― Menos mal que la encontraste tú, amigo ―comentó Polly entre carcajadas nerviosas― que si llega a ser otro... ¿De quién sospecháis?―indagó Polly preocupado― ¡No me jodas! ¡Ese tío está saliendo con mi hermana...!―tras una pausa, exclamó― ¡Que has oído qué! ¡Mi hermana y ese idiota en la colina...!

Polly se volvió bruscamente al oír un fuerte portazo de la puerta principal dejando de prestar atención a su amigo, quien seguía hablando por el teléfono.

La señora Boonchuy entró en el salón extrañada ante la ausencia de su invitada y preguntó a su hijo por ésta.

—Polly ¿Y Sasha? Estaba aquí hace unos momentos.

Polly sonrió y contestó a su madre mientras se apropiaba de la limonada.

—Ha tenido que irse rápidamente a hacer un recado de última hora.

―¿Y cuál es ese recado tan importante, que ni siquiera le ha dado tiempo a despedirse?

―Matar a un cerdo, mamá―contestó Polly entre carcajadas.7

―¡Hijo, tú y tus bromas! Nunca las entenderé―refunfuñó la señora Boonchuy mientras se dirigía nuevamente a la cocina.

Tras ver que su madre había desaparecido del salón, Polly corrió nuevamente hacia el teléfono a través del que su amigo gritaba preocupado por lo que podía pasarle a Anne.

Tras unas breves palabras, Polly consiguió calmarlo y hacerlo sonreír:

―Tranquilo, Sasha acaba de salir a por mi hermana... Si tienes razón, no nos dejará nada para nosotros. Ese chico no sabe dónde se ha metido.

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