Capitulo 16

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―¡Joder, Anne! No te estoy mintiendo, te lo juro.

―Eso es lo que te podía parecer a ti, seguro que te confundiste.

―¿Ah, sí? Cada vez que te agachabas hacia delante se te marcaba la tanga.

―¿No serías tú la que me estaba mirando el trasero y no Lucas?

―Anne, ¡pues claro que te estaba mirando el trasero! Lo tenía delante, joder, aún recuerdo lo firme y perfecto que es.

―Eso fue un error que no se volverá a repetir―señaló Anne , colorada.

―No me gusta tu supuesto amigo, es falso. Se comporta de una forma ante las mujeres y de otra ante los hombres. Se va a ganar el odio de todos los varones de este pueblo en pocos días.

―¡Lucas es simpatiquísimo, tierno y sensible!―defendió Anne con vehemencia.—y si se gana el odio de todos los hombres de aquí será porque son unos brutos retrógrados.

―Anne, Lucas me ha confesado que quería acostarse contigo―manifestó Sasha.—Conozco a muchos como él: son unos falsos que sólo quieren apuntarse tantos con las chicas.

―No digas tonterías, Sasha tuve que persistir para que me acompañara y fue él quien insistió en que solamente éramos amigos.

―Anne–reiteró Sasha—ese tío no es trigo limpio. Aléjate de él.

―Lo que pasa es que estás celosa, Sasha Waybright―afirmó Anne.

―Sí, mucho―confirmó la castaña.—Pero eso no quita que ese tío sea un falso.

―Te apuesto lo que tú quieras a que estás equivocada con él y todo esto únicamente son celos tuyos―propuso Anne con ese tonillo de superioridad que la castaña detestaba.

―Acepto la apuesta―consintió Sasha antes de que Anne cambiara de opinión, pues ya tenía el premio en mente.—Si yo gano, quiero un regalo tuyo estas Navidades, y yo elijo el regalo.

―Y si gano yo, dejarás de fastidiarme con la lista y con la estúpida idea de que estemos juntas. ¿Aceptas?―retó Anne consciente de que ella nunca aceptaría, por lo que se sorprendió al ver como Sasha le tendía la mano para sellar el trato. ¿Sería verdad lo que decía Sasha sobre Lucas? No, no podía ser cierto.

Cuando Anne estrechó la mano de Sasha, ésta la atrajo hacia sí y le susurró sugerentemente al oído:

—Lo que quiero que me regales por Navidad eres tú misma, desnuda, cubierta únicamente con un lazo rojo.

Anne soltó la mano de Sasha escandalizada y excitada ante la escena que le proponía ,en el momento que la vio alejarse con una sonrisa de satisfacción en el rostro hacia el porche supo que Sasha intentaría ganar esa apuesta por todos los medios que tuviera a su alcance. Eso tan sólo podía significar dos cosas: que Lucas recibiría una lección antes de marcharse del pueblo y que sin duda no era alguien de confianza aunque a primera vista lo pareciera.

―¿Y qué? ¿Te ha escuchado, la has convencido?―preguntó Sprig preocupado.

―En principio la he hecho dudar, pero tenemos mucho que hacer para desenmascarar a ese idiota. Usted, señor Boonchuy, tendrá que ser un poco más amable con Lucas, no mucho o se notará que está fingiendo.

―¡Mierda! Eso significa que no podré pegarle un tiro―protestó desilusionado Brian mientras escuchaba el resto del plan.

―Y tú, Polly, deberás hacerte amigo y compinche de ese idiota.

―¿Por qué yo?―se quejó Polly lastimosamente.

―Porque eres el único que tiene la suficiente paciencia y estómago para ello. Y tú y yo,amigo mío, tenemos mucho que hacer―señaló a Sprig mientras relataba a todos el resto de su plan.

«¡Qué imaginativa es esa joven!», pensaba Brian a medida que su plan se iba desarrollando.

¡Qué pena que ella y su hija no se llevaran bien! Sería una buena nuera, si es que alguien fuera lo suficiente bueno para su hija.

Una vez más, el señor Boonchuy sonreía estúpidamente a Lucas mientras trinchaba el cerdo asado imaginándose que se trataba de él.

«¡La que te espera, chaval!», pensaban todos los varones de la familia intercambiando miradas de complicidad ante las narices del incauto.

―¡Estoy tan agradecido de alojarme en su casa, señora Boonchuy, que no sé como demostrárselo! Tal vez debería venir las próximas vacaciones veraniegas y pintarle la casa...

«¡Ni de broma iba a dejar que ese niñato volviera a poner un pie en su casa!», pensaba en ese instante el padre de Anne mientras le pasaba el plato a su invitado; ese verano se iría de vacaciones al Congo si hacía falta, o a Timbuctú.

―O también podría hacer alguna que otra chapuza que haga falta en el hogar...―comentó Lucas amablemente.

«Eso es, idiota, recuérdale a mi mujer todas las cosas que tengo que hacer y de las que me he escaqueado para que no me deje ni un segundo de respiro en las vacaciones de Navidad. ¡Ah, cuánto echo de menos la escopeta de perdigones...! ¿La habrá escondido en el desván?»

Nota mental: «mirar el desván después de la cena», discurría el señor Boonchuy.

―Gracias, Lucas, pero no hará falta. Esas pequeñas chapuzas son tarea de mis hijos y de mi marido―contestó la señora Boonchuy dirigiéndole a su marido una de sus miradas de reproche que insinuaban «eso debería estar hecho ya».—No obstante, si quieres venir como invitado para el verano, serás bien recibido, ¿verdad, querido?

«¡Y una mierda!» Después de que se fuera ese parásito, iba a montar una barricada frente a su puerta y, si no encontraba la escopeta, se compraría un fusil de asalto si hacía falta, pero ése no volvería a pisar su casa como que se llamaba Brian Boonchuy. No obstante, para guardar las apariencias, contestó:

―Sí, querida―mientras sonreía como un idiota.

―La verdad, señora Boonchuy, usted es como la madre cariñosa que nunca tuve―comentó apenado Lucas.

«¡No me jodas! ¡Nadie iba a ser tan idiota como para tragarse ese cuento chino!»

―¡Oh, Lucas!―exclamó la señora Boonchuy entre lágrimas―siempre serás bienvenido a este hogar.

«¡Mierda, Mei! ¿Cómo puedes creerte ese montón de mierda?»

―Si me perdonáis...―se disculpó el señor Boonchuy levantándose de su asiento y dirigiéndose hacia el teléfono de su despacho.—Será mejor que tu plan funcione Sasha y que sea pronto. Hoy a Mei sólo le ha faltado regalarle el coche o a uno de mis hijos en sacrificio.

―¡Brian, querido!, ¿por qué no acompañáis los chicos y tú a Lucas al bar, mientras nosotras terminamos con los arreglos de Navidad?―gritó alegremente la voz de Mei desde el salón.

―¡Demasiado tarde!―se quejó el señor Boonchuy―me han ofrecido a mí y a mis hijos. ¿Cómo voy a aguantar esta mierda...?―Tras oír a Sasha durante unos segundos, respondió:

—No, la paciencia no es una de mis cualidades. Te juro, Sasha que si consigues echar a este tío del pueblo y alejarlo de mis mujeres, te regalo una casa.

―¡Brian, la cena se enfría!―gritó nuevamente Mei reprendiéndolo por su tardanza.

―¡Dime que será pronto!―rogó el señor Boonchuy a su interlocutora, y tras escuchar su respuesta estuvo de acuerdo con la propuesta.—¡Bien, ese día es el mejor sin duda alguna!

Tras su conversación con la chica de los Waybright, la sonrisa volvió a su rostro y pudo fingir una vez más que aguantaba a ese imbécil al que quería llenar de agujeros con su amada escopeta.9

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