Capitulo 22

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Anne se dedicó a limpiar y a reclutar gente.

Cada día llegaba algún conocido del pueblo que aportaba algo al nuevo hogar de Sasha, ya fuera un mueble, una mano más para limpiar, un brazo más para los arreglos... Todas las noches acababan los cuatro rendidos sobre los viejos colchones.

Cada uno de ellos se decidió por una habitación del caserón.

Anne se apresuró a reclamar la que tenía pestillo y baño propio, decisión acertada, ya que Sasha por las noches había intentado colarse en ella. Tras varias decenas de intentos fallidos, al fin pareció desistir. «¡Ya era hora!», pensaba Anne pasando recuento a los intentos malogrados; se cayó intentado escalar hacia la ventana; intentó forzar con tarjetas, con ganzúas y con alicates la cerradura del cuarto; la pillaron sus hermanos más de una vez en el pasillo, por lo que se hizo la sonámbula... «¿Es que nunca desistía?», rumiaba Anne mientras llevaba unas cervezas al porche donde esa calurosa noche veraniega estaban todos reunidos contemplando el lago.

―¡Brindemos!―propuso Sprig alegremente animando a todos a alzar su bebida.

―¿Por qué?―preguntó Sasha volviendo unos instantes a su amargura.

―Porque el año que viene terminaré mis estudios para veterinario y tendrás el privilegio de llamarme doctor.

―Para mí serás el «doctor vaca»―señaló Polly haciendo reír al resto―. Yo, que ya he terminado mi carrera de Medicina, voy a ejercer en la clínica del pueblo cuando termine el verano.

―¡Bah, eso no es nada!―comentó Anne poniéndose en pie y vacilando ante sus hermanos― Cuando el año que viene termine la carrera de Bellas Artes, porque yo no voy a repetir como hizo Sprig...―señaló burlonamente al susodicho, que acabó sacándole la lengua―, bueno, cuando termine, me contratarán durante un año en una galería de arte del más alto standing en Nueva York.

―¡Hala! ¿Se lo has dicho a papá? ¡Se va a volver loco de preocupación!―señaló Polly a su feliz hermana, que al fin se dio cuenta de que ninguno de los presentes estaba contento ante la noticia.

―¿Con quién vivirás en una ciudad tan grande? ¿Y si te atracan o algo así...?―preguntó Sprig preocupado.

―Viviré con unas compañeras a las que también se les ha ofrecido esta oportunidad. Una de ellas tiene una casa no muy lejos de la galería y nos la ha brindado a todas si compartimos gastos. Es una ocasión única que no pienso desaprovechar―dijo enfadándose con ellos y, tras dar un trago a su bebida, entró en la casa dando un portazo.

―Deberíamos haberla apoyado―se lamentó Sprig.

Sí, ella siempre nos anima y está ahí para nosotros ―confirmó Polly.

―Esta vez te toca disculparte a ti ―señaló Sprig.

―¡Ni de coña! La última vez fui yo el que suplicó. ¡Ahora te toca a ti!

Sasha dejó a los Boonchuy discutiendo sobre quién sería el elegido para arrastrarse. Seria y pensativa, buscó a Anne hasta hallarla sentada en uno de los taburetes nuevos de la cocina, deleitándose con su cerveza.

―¿Tú también vienes a decirme lo malo que es que me marche de aquí?―la acusó señalándola con la botella.

Sasha se sentó junto a ella y, después de dar varios sorbos a su bebida, comentó:

―Es una oportunidad única. No debes dejarla escapar. Yo sé muy bien lo que es perder un sueño y pensar a cada instante qué hubiera sido de tu vida si hubieras llegado a alcanzarlo. No le deseo a nadie ese suplicio y, a ti, menos.

Anne la miró sorprendida por su reacción tan seria y madura. La vida, con sus reveses, la había convertido en otra mientras que sus hermanos aún eran críos.

―Ya veo, te quieres deshacer de mí, ¿verdad, Waybrith?―preguntó Anne intentando bromear.

―No, te echaré de menos cada instante que pases fuera, y cada minuto del día estaré preocupada por ti.

―Pero Sasha, tú y yo sólo somos...

―Colegas, amigas, amantes... Quiero un año más, Anne, un año más para demostrarte que soy algo... que merezco la pena, aunque ya no pueda ser perfecta.

―¿Por qué dices eso?―preguntó Anne atónita ante sus palabras.

―Porque... ¿cómo voy a ser la más guapa si mi rodilla está llena de horribles cicatrices de la operación? Ese punto de tu lista nunca podré llegar a cumplirlo.

―¡Mira que eres estúpida! Pues claro que eres guapa, y ni a mí ni a ninguna mujer le importarán nunca tus cicatrices.

―Entonces, ¿cumplo ese punto de tu lista, Anne?―sonrió Sasha al saber la inevitable respuesta.

―Sí, eres la más guapa que he conocido. Pero no te olvides de que me voy a Nueva York y allí hay muchos hombres.

―¡Me darás un año más!―afirmó Sasha, molesta con su respuesta.

―¿Por qué debería hacerlo?

―Porque soy una estúpida que ha desperdiciado un año entero compadeciéndose de sí misma, y necesito ser perfecta para ti aunque ahora mismo no sepa qué hacer con mi vida.

―De acuerdo, tienes ese año más―concedió Anne― pero ten en cuenta que sólo has cumplido con cuatro puntos de la lista.

―¿Cuatro?―preguntó asombrada la ojiverde al recordar únicamente tres de ellos.

―Sabes dibujar―aclaró Anne―, vi los proyectos que hiciste de esos muebles de madera y son preciosos. ¿Por qué no te dedicas a eso, a diseñar y realizar muebles y arreglos con la madera? Mira lo que has hecho en pocos días en esta vieja casa. Son cosas simples pero que siempre gustan, y más en este pueblo―dijo mientras se levantaba dejándola pensativa sobre su posible futuro.

―Te concedo un año más de los que habíamos pactado; por lo tanto, cuando vuelva de Nueva York tienes que haberte convertido en perfecta. En total, tienes dos años desde ahora para conseguirlo. Buena suerte―concluyó con una sonrisa burlona―. ¡Ah, por cierto! En dibujo artístico sigues siendo pésima―comentó mientras se retiraba a su habitación.

...

«¡Vaya mierda de día!», pensaba mientras me daba la tercera ducha fría de la mañana. A las seis de la madrugada me había levantado con una erección de caballo tras recordar en sueños lo que había hecho con Anne en el viejo sofá a principios del verano. Ésa fue la primera ducha matutina.

La segunda llegó cuando envie a Sprig a limpiar los canalones y nos tiró toda la porquería encima a mí y a Polly, que nos encontrábamos trabajando en la fachada exterior. Y la tercera, y esperaba que última, era de nuevo por culpa de Anne, que ante mis quejas por comer espaguetis otra vez y la sutil sugerencia de que no sabía freír ni un huevo, me arrojó el bol de comida encima.

Estaba hasta las narices de tener que darme todas las mañanas un par de duchas frías, casi heladas, porque Anne no me dejara entrar en su cuarto por las noches.

Al comenzar el verano y tras conseguir que Anne accediera a quedarse en mi casa, había pensado que sería un verano lleno de sexo desenfrenado y que lograría por fin convencerla de tener una relación seria conmigo ahora que faltaba poco para que terminara la universidad. En vez de eso, ella se traía a sus hermanos, no me dejaba acercarme y se marchaba a Nueva York dejándome sola, preocupada y frustrada.

Está bien. Los métodos para lograr que se quedara conmigo habían sido sucios, pero Dios santo, cuánto había disfrutado, pensaba una vez más mientras me metía bajo el chorro de agua fría para calmarme.

De repente, unas suaves manos femeninas se deslizaron por mis pechos mientras unos pechos tentadores se pegaron a mi espalda. Las manos llegaron hasta mi entrepierna y cogieron mi miembro erecto con suavidad, acariciándolo hacia arriba y hacia abajo.

Yo gemí nombrando a la responsable y esperando que no fuera otro sueño calenturiento. Me di la vuelta y la vi desnuda ante mí con sus pezones erectos y su tentador triángulo de rizos húmedo reclamándome.

Ella se deslizó despacio hasta el suelo y se puso de rodillas frente a mi erecto miembro, que se endureció aún más ante la perspectiva de sus carnosos labios y su húmeda boca.

Cuando se metió lentamente mi pene en la boca... ¡Dios mío! Gemí de gusto; sin poder detenerme, embestía sin piedad su dulce boca, a la vez que cogía sus cabellos con fuerza, dirigiéndola.

Estaba a punto de desahogar mi frustración de semanas de duchas heladas cuando un idiota llamó a la puerta.

―¡Sasha, por favor, sal, que necesito el baño!―gritó Sprig mientras yo alejaba a Anne de mi erección.

―¡Hay otro baño en la planta de abajo!―exclamé entrecortadamente, ya que la muy pilla me sonrió ladinamente y se volvió a introducir mi miembro en la boca y, jugando con él sin piedad, me cogió con fuerza de las nalgas mientras me empujaba hacia ella y me hacía embestirla una y otra vez.

―¡Venga ya, sal rápido! ¡Polly está en el otro baño y tarda una eternidad!

―¡Pues te esperas!―grité frustrada porque no me dejara llegar al orgasmo, penetrando más rápidamente la boca de Anne.

―¡Jo tía, no tienes por qué ponerte así! Por si no lo sabes, por culpa de tu comentario Anne nos ha tirado la comida por encima a todos. Venga sal y déjame entrar―insistió Sprig aporreando la puerta justo en el momento en el que Anne me introducía más profundamente en su boca.

―¡Que te vayas!―chillé tirando el bote de champú contra la puerta con una mano mientras con la otra volvía a agarrar los cabellos de ella con fuerza sin poder evitar emitir algún que otro gemido.

―¡Vale, ya me voy, tampoco es para ponerse así! ―vociferó Sprig mientras se alejaba y yo por fin pude gritar a gusto mientras me derramada en su dulce boca.

Ella se tragó mi esencia y se levantó poco a poco.

Al ver su cuerpo desnudo me volví a excitar, pero cuando intenté cogerla entre mis brazos ella se apartó y me tendió la toalla.

―«Mis hermanos», susurró mientras me señalaba la puerta.

―¡Joder, Anne, no me vuelvas a dejar así!―supliqué indicándole mi erección. Entonces ella me hizo la mas feliz del mundo cuando me comentó que a partir de entonces no cerraría más el pestillo por las noches.

Salí del cuarto de baño con una sonrisa en los labios, cubierta sólo con una toalla, pensando que a partir de ese día arrancaría todos los pestillos de las puertas de las habitaciones. Cuando por el camino vi al pesado de mi amigo, cambié de opinión.

―¿El baño ya está libre?―me preguntó Sprig impaciente con los cabellos y el rostro llenos de tomate junto a unos pringosos espaguetis que se pegaban a su camiseta y sus brazos.

―No―dije alegremente mientras oía el agua de la ducha―. Está Anne.

―¡Jo tía, a ella la dejas entrar y a mí no!―comentó Sprig molesto.

―Es que ella es mucho más persuasiva que tú―respondí con una sonrisa pensando en lo que me esperaba esa noche. 

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