Capitulo 33

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Ese día Anne deseaba más que nunca que todo el asunto de su boda finalizara pronto, pues llevaba toda la mañana probándose vestidos de novia, a cual más ridículo y tortuoso que el anterior.

Parecía que su cuñada se quería vengar del lamentable asunto del cubo de pintura obligándola a embutirse en vestidos en los que ni siquiera podía caminar. Por el contrario, su suegra le elegía vestidos de lo más pomposos que eran el doble de 179 grandes que ella y la hacían torpe y lenta, ya que al andar arrasaba con todo lo que hubiera a su alrededor.

―¿No te gusta éste, querida? ―preguntó Malee emocionada.

―Le queda fantástico, mamá ―comentó con una pérfida sonrisa su malévola cuñada.

Anne se miró una vez más al espejo y rogó porque la imagen que contemplaba ante ella no fuera cierta, pero al abrir nuevamente los ojos su reflejo no desapareció: el vestido de novia por la parte superior era perfecto, se ajustaba a su figura como un guante, era de corte palabra de honor y tenía unas pequeñas mangas con hermosos adornos a los lados.

Hasta ahí todo estupendo. Pero de cintura para abajo era tremendamente abultado e incómodo, como las faldas de las princesas de las películas del siglo XVII, o incluso más exagerada, toda llena de encajes y bordados.

«¡Tierra, trágame!», pidió Anne frente al espejo mientras sus futuras parientes políticas planeaban cómo meterla en la iglesia con ese vestido.

―No sé, aún no me he decidido ―dudaba Anne.

―¡Pero si has visto más de veinte vestidos!―protestó ruidosamente Boscha.

«Sí -pensó Anne, cada uno más feo e incómodo que el anterior.»

―Eres un poco indecisa, ¿verdad? ―señaló Malee como si fuera un gran defecto.

«Seguro que me hubiera decidido si me hubierais dejado elegir a mí, en lugar de traerme todas las monstruosidades que encontrabais por el camino. Podéis ser todo lo sofisticadas que queráis, pero tenéis el gusto en el culo», pensó Anne, aunque finalmente dijo:

―Creo que este estilo no va conmigo.

―Bueno, no te preocupes: mamá y yo elegiremos algunos vestidos más. Después de todo, nosotras entendemos más de moda que tú ―señaló altanera Boscha. ―Tal vez yo debería mirar alguno para ver si...

―¡Quita, quita! ¡Tú relájate mientras nosotras elegimos el vestido de tu gran día! ―profirió Malee alejándose decidida, seguida de cerca por la arpía de su hija.

En el momento en el que Anne se quedó al fin sola en el vestidor, se bajó torpemente del estrado y buscó en su bolso el teléfono móvil para llamar una vez más a su torturadora, que hacía semanas que no cogía el teléfono.

Mientras esperaba nuevamente que saltara su contestador, se entretuvo deleitándose con la copa de champán que la exclusiva tienda del pueblo les había ofrecido para amenizar la elección del vestido.

―Al habla Sasha, ¿qué puedo hacer por ti, Savisa? ―contestó una alegre voz.

Anne se tragó rápidamente el champán de una sola vez y se dispuso a gritar toda y cada una de sus quejas a la estúpida de Sasha.

―¡He estado semanas intentando contactar contigo! ¿Dónde demonios te habías metido y qué narices has hecho con mi anillo de compromiso?

Si no me localizabas en el móvil, siempre podrías haber venido a mi casa, ya sabes donde vivo.

―¡Ni loca pongo un pie en tu casa! Conociéndote hubiera acabado en tu cama.

―Pues ahora que lo dices...

―¡No me puedo creer que creyeras que acabaría yendo a tu casa! ¡Ni loca! ¿Me oyes? ¡Ni loca!

―Entonces, ¿cómo voy a devolverte el anillo si no puedo verte?¿Dónde estás ahora?

―Ahora mismo estoy eligiendo mi futuro vestido de novia ―comentó Anne orgullosa.

―¡Eso tengo que verlo! ―indicó 8Sasha, jocosa―. Conociendo el gusto de tu futura familia política, seguro que te han vestido como un buñuelo con lazos.

―¡Eso es mentira! ―contestó mientras fruncía el ceño ante su imagen, que no distaba mucho de la descripción de Sasha―. Mi familia política tiene un gusto impecable.

―Aja, ¿dónde estás?―rió Sasha, muy entretenida.

―¡Tú no puedes aparecer por aquí! No eres bienvenida...

―¿A que estás en la tienda de novias de Madame Mirage?

―No se te vaya a ocurrir...

―Aparecer ―terminó Sasha con sorna mientras cerraba su móvil delante de ella y la rodeaba admirando su horrendo vestido―. Tienes razón, no tienen un gusto malo, simplemente es pésimo. ¡Dios! ¿Puedes siquiera andar con eso?

―¡Fuera de aquí antes de que mi familia aparezca! ―gritó Anne señalándole la salida.

―¿Qué crees que pensarán ellas cuando les enseñe esto? ―dijo sacando la alianza de Marco de su bolsillo.

―¡Dámela! ―exigió Anne intentando arrebatársela moviéndose con dificultad por culpa del vestido.

―¡Ah, no tan rápido! ―comentó Sasha volviendo a guardar la alianza―. ¿Qué me darás a cambio de ella? ―preguntó lascivamente mientras recorría su cuerpo con los ojos.

―¿Cómo que qué te daré? Lo que haré será denunciarte como ese anillo no vuelva a estar mañana en mi dedo.

―Bien, ¿y le describirás a la policía con todo lujo de detalles cómo lo perdiste? ―pregunto irónica― Porque, si a mí me preguntan, tendré que decir toda la verdad. Ya sabes que no me gusta mentirle a la policía.

―Waybrith, ¿me estás chantajeando?

―No, digamos más bien que te estoy dando tiempo para que elijas correctamente.

―¡Eres una sucia sabandija! ―exclamó enfurecida mientras le arrojaba a la cabeza todo cuanto estaba cerca de ella.

―Anne, como no te calmes vas a tener que explicarles a tus queridas parientes el motivo de este alboroto ―sonrió divertida a la furiosa novia.

―¡Me da igual! Y quiero que te quede claro una cosa, Sasha: no voy a volver a acostarme contigo jamás. Por más que intentes manipularme para que caiga en tus redes, eso no pasará nunca más.

―Entonces, cielo, creo que guardaré este anillo tan valioso hasta que decidas venir a por él. Ya sabes dónde encontrarme ―repuso la oji escarlata dispuesta a marcharse del vestidor cuando de repente oyó las animadas voces de dos chillonas mujeres que se dirigían hacia el probador donde se hallaba Anne.

―¡No puedes marcharte por allí, te verán mi suegra y mi cuñada y se preguntarán qué narices haces aquí! ―señaló Anne presa del pánico ante el posible desastre.

―¿Por dónde demonios salgo? No hay otra salida que no sea ésa, y me parece ridículo esconderme de las dos arpías.

―¡Por favor, Sasha, escóndete! No quiero que hablen más de nosotras. Bastante comenta ya todo el pueblo gracias a tu maldita apuesta ―rogó Anne atormentada.

―Bien, pues tú me dirás dónde me meto, porque soy lo bastante grande como para no poder ocultarme en una habitación de por sí minúscula. No hay nada tan grande en este lugar como para que quepa dentro.

Anne recorrió con la vista rápidamente cada uno de los rincones del vestidor intentando hallar un espacio adecuado. En su desesperación por esconder su presencia no deseada de los ojos maliciosos de su futura familia, admiró una vez más su horrendo pero a la vez inmenso vestido y comentó mientras lo alzaba:

―¡Abajo!

―¡Debes de estar de broma! Ni loca me meto ahí ―indicó Sasha exasperada.

―Te prometo ir a tu casa para recuperar el anillo ―anunció Anne con un suspiro poniendo fin a sus protestas.

―¡Que conste que hago esto por ti, que si por mí fuera...!

―¡Sí! ¡Sí, vale! ¡Pero escóndete! ―apremió Anne con urgencia.

Anne volvió a ponerse en el estrado para las pruebas y Sasha se escondió bajo su inmenso vestido. Efectivamente el vestido era tan gigantesco que podían caber por lo menos dos como ella bajo ese espantoso atuendo.

Mientras Anne recibía con amabilidad a su cuñada y a su suegra en el vestidor de nuevo, Sasha, tremendamente aburrida ante las conversaciones de encajes, volantes, gasas y sedas, decidió divertirse un rato y comenzó a acariciar despacio las suaves piernas de la novia por encima de las ligas de seda.

―¿Tienes frío querida? ―preguntó atentamente Malee al verla temblar.

―¡No! ―gritó Anne aporreando su vestido ante los ojos atónitos de su suegra―. Son los nervios ―intentó aclarar.

Sasha, sonriente, aunque algo molesta por el golpe de Anne, decidió vengarse de ella, así que lentamente le bajó las braguitas y acarició su apetecible triángulo de rizos que tanto la tentaba.

Sus dedos acariciaron lánguidamente su interior cada vez más húmedo.

Anne, por su parte, ahogó un gemido y cerró con fuerza los ojos sin poder creerse lo que Sasha se atrevía a hacer debajo de su vestido.

―Parece ser que éste le gusta, mamá ―comentó Boscha ante la reacción de Anne. Y ésta, al abrir los ojos, vio ante sí un horrendo vestido lleno de plumas blancas.

No... no creo... que... sea... el adecuado ―gimoteó ella, acalorada.

Sasha, maliciosamente, agarró con decisión sus nalgas, acercó su boca a la dulce feminidad de Anne y se dispuso a devorarla sin piedad alguna, mientras ella simulaba que la oji escarlata no estaba allí. «Veamos cómo lo haces, morena», pensó Sasha mientras introducía uno de sus dedos en su húmedo interior sin dejar de jugar con su lengua alrededor de su clítoris.

―¡Dios, sí! ―gritó Anne extasiada apretando con fuerza los volantes de su vestido. 184

―¿Ves, hija, como éste era más de su agrado? ―señaló Malee ante un vestido lleno de moños y lazos.

Anne intentó protestar ante la aterradora idea de ser vista con eso puesto, pero sus piernas se doblaron ante los temblores próximos al orgasmo. Trató de resistirse, pensar en cosas desagradables, pero la lengua de Sasha le impedía pensar en nada y, cuando introdujo otro de sus dedos en ella y fue sacándolos despacio e introduciéndolos con firmeza, ya no pudo más.

―En mi opinión, el vestido que lleva es el más favorecedor de todos ―declaró Malee.

―Sí, a mí también me gusta―confirmó Boscha. ―¿Tú qué opinas querida? ―preguntaron Malee y Boscha a la espera de una respuesta. 

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