결정

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

JungKook bebía, trago tras trago.

A su lado, SeokJin lo miraba con preocupación.

Como había prometido, se encontraban cenando en un bonito restaurante, pero el menor había decidido que era buen momento para emborracharse y Jin se arrepentía de haberlo permitido.

Había sido una velada interesante, hablando de sus vidas y lo que esperaban lograr, Jin se dio cuenta que Kook no era solo un rostro hermoso en un cuerpo de infarto, también era inteligente y dulce.

Sin embargo, cuando tocaron el tema de sus padres, JungKook de repente se puso serio y comenzó a pedir trago tras trago, Jin pensó que habían tocado una fibra sensible, pero tampoco era motivo para dejar la vida en la bebida.

Kook, ya es suficiente. –Reprendió el mayor que veía los ojos brillosos del menor mientras bebía su décimo trago.

Déjame, hyung. –Respondió con insolencia, aunque apenas pudo pronunciar palabra.

SeokJin suspiró, estaba cansado y no permitiría que el niño siguiera arruinando su sistema.

Con calma, pagó la cuenta, se levantó y bajo las protestas del castaño, lo levantó y se encaminó con él a cuestas hacia su auto.

Kook era pesado porque era puro músculo, pero Jin, a pesar de su complexión delgada, era muy fuerte y no tuvo problemas con cargarlo y sentarlo en el asiento del copiloto.

Admiró la carita sonrojada y los balbuceos incoherentes que el otro emitía, Jin se rió, pues era divertido verlo quejándose por sabía Dios qué cosa, lucía como un niño: adorable.

Con ese sentimiento en el corazón, puso en marcha el auto, pronto JungKook se había quedado plácidamente dormido.

Al llegar al piso del menor, de nueva cuenta lo levantó como si no pesara nada y subió con él en brazos hasta el 4º piso de aquel edificio. Agradecía por haber llegado a recogerlo a su lugar antes de la cena, dio rápidamente con el apartamento y como ya había sacado las llaves del bolsillo del castaño, abrió sin mayor problema.

Al entrar, lógicamente todo estaba a oscuras, por lo que decidió encender la luz de la sala y buscar sin miramientos la habitación del niño.

Habían dos en total, entonces él se decidió por la que tenía un cartel colgado en la puerta que decía: "Bienvenido a mi Baticueva", no sabía por qué, pero podía apostar su salario a que esa era la habitación de JungKook.

Cuando entró y por la penumbra, no se dedicó a husmear, simplemente ubicó la cama y con mucha suavidad depositó el cuerpo del chico. Luego quitó sus zapatos y lo acomodó lo mejor posible.

Comprobó que todo estuviera en orden en el apartamento sin llegar a mirar demás, así que con un último vistazo al menor que roncaba levemente mientras abrazaba su almohada de Iron Man, sonrió y salió del apartamento sin hacer ruido, aunque estaba seguro que incluso un terremoto no podría despertar al chiquillo.





A la mañana siguiente, que era un domingo bastante tranquilo, JungKook se despertó a las once con quince, totalmente desorientado y con ganas de morir por el dolor de cabeza.

Con pereza se puso de pie y se encaminó al baño, su cerebro no funcionaba para nada por lo que sin saber cómo, se lavó la cara y dientes, para después caminar a la cocina y tragarse dos litros de agua en un minuto.

Su estómago empezó a rugir pero él no tenía nada de ánimos de cocinar, pensó que moriría de hambre pero el timbre sonó un par de veces y JungKook, con su cabello castaño revuelto, los ojos aun medio cerrados por el sueño y su ropa desaliñada, fue a abrir la puerta sin siquiera mirar quién era.

Pero bueno... Pensé que tendría que esperar hasta que revivieras. –Fue el inusual saludo que recibió de un muy fresco y radiante SeokJin.

JungKook no lo captó, se le quedó mirando confundido por unos segundos hasta que su cerebro por fin funcionó y el reconocimiento lo atravesó.

Abrió sus ojos marrones hasta que casi se salen de sus cuencas, se miró la ropa y entrando en crisis, le cerró la puerta en la cara al mayor.

¿Cómo podía verlo así? ¡Su plan de conquista se arruinaría! Este no era el JungKook que traía a las perras haciendo fila, no, ¡tenía que transformarse!

Iba a salir corriendo en dirección a su habitación cuando escuchó esa agradable voz tras la puerta: —Ni lo intentes. Ayer te vi en peores condiciones.

JungKook se sonrojó y entonces lo recordó. Él se había emborrachado en su cita con el amor de su vida, y si apareció en su cama, quería decir que Jin fue tan amable y atento de llevarlo directo a su casa.

Oh Dios mío... –Gimió cuando su cabeza palpitó y el hambre lo hostigó.

Abrió nuevamente la puerta con la mirada gacha, no quería que Jin lo viera tan avergonzado, esta vez, SeokJin simplemente entró y caminó directo a la cocina, JungKook lo siguió apretando la orilla de su enorme hoddie púrpura.

Puedes ir a lavarte, traje el almuerzo. –Dijo el mayor con calma.

JungKook asintió y fue al baño mientras Jin, como si de su casa se tratara, empezó a sacar platos y ordenarlos en la pequeña mesa de centro que se ubicaba en la sala.

Cuando el castaño regresó con un cambio de ropa y más lindo que antes, vio el manjar que lo esperaba junto a un hermoso hombre que terminaba de servir las bebidas.

Sintió su boca babear al sentir el exquisito aroma de la comida casera recién hecha, tan humeante y seductora.

Siéntete libre de disfrutar del almuerzo que preparé pensando en tu resaca. –Jin dijo con diversión.

JungKook nunca diría que no a eso.

Rápidamente se ubicaron uno frente al otro y después de agradecer, degustaron de la comida.

Entonces JungKook gimió con sus ojos brillando. — ¡Esto está delicioso!

SeokJin sonrió orgulloso, le agradaba ver al menor disfrutando de su sazón.

­­—Por supuesto, soy el mejor cocinero del país. –Fanfarroneó mientras bebía del jugo de uva que había preparado.

JungKook comía encantado y totalmente maravillado, estaba de acuerdo con eso, y más aún si podrían hacer de SeokJin un chef totalmente reconocido.

¿Te imaginas si montamos un restaurante de lujo y te conviertes realmente en un chef no solo reconocido a nivel nacional, si no que mundial? –Dijo emocionado y casi rebotando en su lugar.

SeokJin sonrió con nostalgia, mentiría si dijera que no lo había pensado, creería que es el sueño de cualquier chef, que su sazón sea reconocida hasta en el último rincón del mundo.

Pero la realidad era, que aunque la idea le fascinara, muy poco podía hacer con el capital que ahora poseía.

Espero lograrlo algún día. –Contestó simplemente. No iba a decirle al niño sobre sus problemas financieros.

JungKook percibió cierto descontento en aquellas palabras, sentía que SeokJin realmente no las creía.

Hizo un puchero enojado y se sentó más cerca del mayor, le tomó de la mano y le hizo mirarle con fijeza. —Debes confiar y creer en ti, SeokJin. Tienes la capacidad, solo necesitas más apoyo y sé que podemos conseguirlo. Pero de nada servirá si no pones de tu parte. Concéntrate en crear platillos nunca antes vistos y lo demás lo lograremos contactando con la gente adecuada.

SeokJin se sorprendió por el repentino regaño, no esperaba que un chico que apenas conocía tuviera tan buenos deseos para él, sin embargo, sintió una dulce calidez en su pecho que le hizo creer por breves segundos en aquellas palabras.

¿Me ayudarás? –Le preguntó en un murmullo, sus dedos entrelazándose y SeokJin dedicándole su más anhelante mirada al menor.

JungKook tragó, no podía quitar su atención de aquellos hermosos ojos color avellana. —Si te lo digo, es porque lo haré.

SeokJin se acercó un poco más, sus respiraciones empezaban a mezclarse. — ¿Por qué?

«¡Porque cuando seas reconocido, tú y yo estaremos casados y disfrutando de nuestros millones en un crucero privado en las Islas Canarias, rodeados de sirvientes y joyas únicas sacadas del fondo del mar!» JungKook se puso tan rojo como un tomate al tener ese pensamiento, obviamente no podía decirle eso a SeokJin.

Porque quiero, además, eso me ayudará con mi año social en la universidad. Te ayudaré a crear estrategias de marketing e inversión, ya verás que lo conseguiremos.

Su corazón palpitaba con emoción, si al final no podían hacerlo realidad, SeokJin agradecía el entusiasmo de JungKook por querer ayudar a que su negocio creciera.

Entonces lo abrazó, lo apretó entre sus brazos y respiró del agradable aroma a moras que escapaban de su cabello. JungKook era demasiado... Simplemente más de lo que merecía.

Gracias, pequeño...

Kook le abrazó también, tan feliz que no cabía de la emoción; pero no podía demostrarlo aún. —Nada de gracias, ahora debes contratarme como tu asistente.

Jin entonces lo miró sonriendo burlonamente, sin soltarlo aún. —Para subir de rango debes empezar como mesero, tienes que conocer el negocio antes, Kookie.

Y Kookie no podía creer que su primer trabajo sería como mesero en su cafetería favorita.

La cafetería de su futuro esposo millonario.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro