⩩ Chapter Twenty.

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Se detuvieron en la tranquila parada de camiones en medio de la nada, ya fuera en Utah o Colorado... Beomgyu no estaba seguro en ese momento. Cuando el auto se detuvo, saltó del asiento del pasajero, su vejiga llena hasta reventar. Rebel estaba unos segundos detrás de él en el baño, que se encontraba excepcionalmente limpio para una parada de camiones.

Terminaron y volvieron a la puerta para seguir su camino, cuando algo le llamó la atención al castaño mientras pasaba por un retrete con la puerta abierta.

—Hoooola —Agarró el brazo del azabache para detenerlo.

Yeonjun siguió su mirada, y al mismo tiempo, se miraron el uno al otro. El menor se imaginaba que su expresión reflejaba la del pelinegro; un poco tonta y muy sucia.

—Oh, definitivamente vamos hacer esto.

—Entra ahí, quiero chupártela —Beomgyu lo empujó hacia un cubículo y Choi fue sin protestar.

El azabache se bajó la cremallera y liberó su ya dura y adolorida erección. Su pulso se aceleró por lo jodidamente sucio que estaba lo que iban a hacer. Y tal vez porque nunca pensó que conocería a un chico tan espontáneo y divertido como el castaño.

Agarró la base de su polla y la inclinó hacia el agujero crudamente hecho, cinta adhesiva alrededor de los bordes. Sentía una extraña emoción al no poder ver lo que estaba pasando al otro lado del muro, mientras esperaba la boca de Beomgyu.

El chico no se hizo el tímido ni el provocador. Un abrasador par de labios se envolvieron alrededor de la punta de su miembro y se deslizaron a la base, envolviéndolo en una húmeda succión. Yeonjun cerró su puño y lo golpeó ligeramente contra la frágil pared de plástico, tratando de evitar correrse demasiado rápido.

La lengua del castaño le acarició firmemente alrededor de su extensión, sin perder ni un solo latido en el descenso y ascenso. Su aliento se disipó rápidamente, y sus dedos se flexionaron, queriendo ser enterrados en la espesa maraña del cabello de Beomgyu.

—Joder —jadeó mientras Choi presionaba su lengua contra la hendidura de su glande.

Su cuerpo tembló cuando sus terminaciones nerviosas cobraron vida. Sus caderas presionando fuerte contra la pared, queriendo estar más profundo dentro del calor de la garganta del menor. La lengua del castaño seguía revoloteando contra casi toda la parte inferior de su longitud.

—Sí, joder, bebé —gritó al borde del colapso.

El asalto de los labios y de la lengua de Beomgyu continuó mientras Yeonjun se vaciaba en su garganta. Cuando finalmente el castaño lo liberó, un escalofrío recorrió su cuerpo, y se recostó contra el cubículo para mantener el equilibrio.

—Eso fue muy caliente —dijo Beomgyu desde el otro lado de la pared.

—Eh, estuvo bien —fingió una voz aburrida.

—¡Oye! —protestó, y ambos comenzaron a reír.

Choi guardó su miembro en los bóxers y abrochó sus pantalones. Cuando salió del cubículo, Beomgyu estaba ahí esperando para besarle. El pelinegro gimió mientras el menor metía la lengua en su boca, su propio sabor persistente en los labios rojizos del castaño.

—Eres divertido —dijo Beomgyu cuando rompieron el contacto.

Rebel sonrió, sus dedos provocando al castaño a lo largo del milímetro de piel acanelada expuesta entre su camisa y jeans.

—Será mejor que nos vayamos. Le prometí a mi mamá que llegaríamos a tiempo para la cena, y aún nos quedan dos horas.

Choi asintió. Yeonjun se sacudió la neblina del orgasmo y se dirigió devuelta al auto seguido por el menor.

El último tramo del viaje pasó volando mientras apreciaban las impresionantes montañas en la distancia, y navegaban por los caminos abiertos. Beomgyu abrió su ventanilla y respiró el aire fresco y limpio que faltaba en Los Ángeles.

Pero a medida que cada kilómetro caía detrás de ellos y se acercaban a la casa de los padres de Rebel, se encontró con su estómago retorciéndose en nudos más apretados.

No es que pensara que los padres del azabache tendrían un problema con él. Era un hombre adulto. No necesitaba la aprobación de otros adultos que ni siquiera conocía.

Excepto que... ¿tal vez sería bueno que sus padres le aprobaran? Y ahí yacía la causa del sudor frío que corría por su espalda. No sabía para qué quería que le aprobaran, pero sí quería.

Lo más cerca que estuvo de la aprobación paterna fue con una señora mayor que le acogió durante un año cuando tenía doce.

Se llamaba Chae, y cuando le pusieron con ella pensó que era una broma. ¿Qué quería una viuda de sesenta y cinco años con demasiado perfume de un niño de doce años que ya había sido rechazado por dos futuros padres adoptivos y echado de otros dos hogares de acogida por pelear?

Todavía recordaba el primer día que llegó a la casa de la mujer. Entró en su sala de estar y decidió que no podía durar una semana con ella. Tenía demasiadas figuras de vidrio y chucherías, había una cesta de tejido al lado de un sillón reclinable, y toda la casa olía a col cocida. Esa no era una persona preparada para lidiar con un niño con su nivel de problemas, o eso creía.

Chae tardó exactamente dos días en ponerle en su lugar.

La segunda noche, le atrapó intentando escapar después de acostarse. Le sentó, le miró a los ojos y le dijo algo que nunca olvidaría. «Sé que la vida te ha dado una mano de mierda, pero eso no significa que puedas tratar a los demás como si estuvieran por debajo de ti. Mientras estés bajo mi techo, me respetarás y respetarás mis reglas. Si lo consigues, tendrás un futuro mucho más brillante por delante».

Nunca nadie había sido tan franco con él, pero las palabras no fueron lo que le sorprendió. Fue la forma en que le miró, como si realmente le importara lo que le pasara.

No fue fácil navegar desde allí, pero lo intentó, y Chae y él cayeron en una rutina cómoda juntos. Ella fue para Beomgyu más mamá de lo que había sido su madre de sangre, y hasta el día de hoy sabía que ella era la razón por la que no terminó en la cárcel o algo peor. Se dirigía por un mal camino, y ella le enderezó.

Cuando tenía trece años, Chae murió de un ataque al corazón mientras él estaba en la escuela, y le trasladaron a una nueva familia de acogida. Ésta tenía demasiados hijos adoptivos y sin suficientes mierdas para dar. Estuvo allí hasta que la esposa atrapó a su esposo tratando de escabullirse en la cama de Beomgyu una noche, y luego le echaron otra vez. Así era la vida de un niño adoptivo.

—Estás muy callado —dijo Rebel, sorprendiéndole fuera de sus recuerdos.

El castaño se aclaró la garganta y trató de ser sigiloso mientras limpiaba un poco la humedad de su mejilla. Era totalmente por el viento en su ojo. Por supuesto.

—Estoy bien —Su voz se quebró un poco al final, y aguantó la respiración para ver si el azabache lo iba a mencionar y presionar el tema. Lo loco era que, si le presionaba, posiblemente Beomgyu le contaría todo. Le contaría sobre Chae y todas las casas de acogida de mierda donde había manos errantes y palabras duras en el peor de los casos, y la indiferencia en el mejor. Le contaría de las peleas en las que se metió por toda la rabia que tenía dentro de él y porque a los niños pendejos les gustaba meterse con los de afuera. Incluso podría decirle lo cansado que estaba de mantener el mundo a distancia.

Pero, Yeonjun no presionó. Le dio una palmadita tranquilizadora en la rodilla y le dejó caer de nuevo en el silencio.

Cuando llegaron a la entrada de una casa grande y blanca de dos pisos con un césped bien cuidado, el castaño se había medio convencido una vez más de que no importaba lo que los padres de Choi pensaran de él.

Salieron del auto, y Beomgyu se tomó un segundo para apreciar las líneas cautivadoras del cuerpo de Rebel mientras él extendía los brazos sobre su cabeza, exponiendo un poco su definido abdomen que hizo que se le hiciera agua la boca.

«Cabeza en el juego». Se recordó.

Yeonjun le guiñó un ojo cuando le descubrió mirándolo fijamente, y le sacudió la cabeza con una sonrisa.

—¿Listo? —comprobó el pelinegro.

—Como nunca lo estaré.

—Gyu, es una cena con unos hippies viejos, no un pelotón de fusilamiento. Sobrevivirás, te lo prometo.

La puerta principal de la casa se abrió antes de que llegaran a ella, y una mujer de mediana edad con largo cabello rubio salió corriendo y atacó a Rebel en un abrazo.

—¡Oof! —Choi la atrapó con una sonrisa y le abrazó la espalda—. Sabes, mamá, podrías saludarme como una persona normal con un abrazo educado una vez que haya entrado en la casa.

—La gente normal es tan aburrida —replicó—. Y extraño demasiado a mi hijo como para esperar treinta segundos a que entre en la casa.

—Yo también te extrañé, mamá —Le dio un beso en la parte superior de su cabeza, y una extraña sensación de vacío floreció en el pecho de Beomgyu, haciéndole casi difícil el respirar.

Un hombre, seguramente el padre del azabache, también apareció en la puerta.

—¿No pudiste mantener a tu esposa bajo control? —le dijo Rebel.

—Lleva todo el día paseándose delante de la puerta. No había forma de controlarla.

—Dios mío, qué grosero de mi parte, trajiste a un joven contigo, y aquí estoy actuando como un caso perdido —La mujer se giró hacia el castaño con una sonrisa—. Soy Sohee, y tú debes ser Gyu.

—En realidad, soy Han. ¿Quién es Gyu? —preguntó, mirando por encima de su hombro a Rebel, la expresión de Beomgyu tan seria y confusa como podía manejar.

La cara de Sohee palideció, e inmediatamente el castaño se sintió mal por la broma.

—Está siendo un imbécil, mamá —Yeonjun le aseguró, Beomgyu le ofreció una sonrisa tímida en disculpa.

—Pensé que una broma podría romper el hielo.

—Vas a encajar muy bien aquí —declaró la mujer.

Sohee les llevó hacia la casa, y el padre de Rebel, Joe, saludó a Choi con un fuerte apretón de manos. Beomgyu pudo ver a qué se refería el pelinegro cuando dijo que eran hippies viejos. Se parecían más o menos a una pareja de mediana edad, pero había algo en ellos que insinuaba una juventud salvaje y despreocupada. Su madre especialmente, todavía parecía que tenía a un niño con flores tratando de abrirse paso.

Dentro de la casa le presentaron a la hermana de Rebel, Yeji, y a su esposo, Doug. Sohee les dijo que se sentaran porque la cena estaba lista y esperando.

—¿Cómo se conocieron Yeonjun y tú? —preguntó Yeji mientras se sentaba al lado del castaño en la mesa.

—Uh... —Beomgyu miró a Rebel por un poco de ayuda, pero el azabache se rió y se llevó un poco de comida a la boca.

—No te avergüences, no puede ser tan malo. Sé que no trabajas con Jun, así que ¿dónde se conocieron?

Choi ladeó su cabeza y atrapó la atención de Rebel con la pregunta silenciosa.

—Ella sabe que no trabajas en Ballsy Boys, porque es una espectadora ávida —explicó el pelinegro—. Pero no ve mis vídeos, por supuesto.

—Por supuesto —concordó el menor sarcásticamente—. Bueno, nos conocimos cuando un sujeto con quien Reb- Yeonjun estaba saliendo me contrató para hacer el trabajo sucio de dejarlo. Lo reconocí tan pronto como abrió la puerta, y estuve un poco abrumado, para ser honesto, y el resto es historia.

—Te faltó mencionar que llevabas un traje de plátano —Yeonjun alias El Traidor, soltó con una sonrisita malvada.

El castaño se sonrojó un poco y lo fulminó con la mirada—. Dije, el resto es historia —repitió indignado. Pero al contrario de lo que pensó, nadie se burlaba de él, solo sonreían suavemente observándolos a ambos con ojos brillantes de emoción.

—Es como una comedia romántica; me encanta —declaró Yeji con un suspiro.

—Pero no es romántico, no —alegó Beomgyu rápidamente—. Yeonjun y yo sólo somos amigos.

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