Yoongi se fue… De nuevo.

Sintió un gran vacío en su interior luego de verlo salir por esa puerta que tanto odiaba. Miró el pétalo de lirio blanco que se encontró al despertar, la nostalgia manchando con rojo sus ojos, ¿el hueco en su pecho se está extendiendo?

Porque realmente se siente triste.

"Hoy es un día importante", mierda.

Cuando intentó abrir la puerta para salir por primera vez después de mucho tiempo, se encontró con que ésta se encontraba trabada. Un destello de ansía burbujeó en su garganta, su nariz picó y comenzó a golpear la puerta una y otra vez hasta que sus nudillos exponían la carne roja.

—Maldita sea… maldita sea… —Su voz era una soga rompiéndose fibra por fibra hasta quedar unidos por un único hilo.

Sus ojos se detuvieron en la ventana del departamento muerto, muchas ideas pasaban por su cabeza en ese momento, mas, ninguna se llevó a concretar gracias a que, aún conservaba aquella voz a lo lejos que le impedía tomar esas bruscas decisiones.

¿O no?

[•••]

El teléfono sonaba por toda la casa, sus párpados pesaban, fijos en el teléfono sobre el mueble pequeño, no atendió, estaba lo suficiente cansado para no levantarse. El sueño hacía que sus músculos se vuelvan más pesados, su delgado cuerpo sobre el sillón se movió inquieto cuando escuchó un ruido en seco en su habitación.

Se supone que se encontraba solo.

Cerró con fuerza sus ojos cuando un fuerte golpe estalló en el baño, sonó como si un vidrio se hubiera roto. No fue a darle un vistazo, sólo esperó a que todo el alboroto terminara.

Hasta que escuchó la melodía de unos pies desnudos corriendo por sus suelos.

Abrió de repente sus ojos en pánico y terror. Su pecho se agitó y su respiración se detuvo inconscientemente a la vez que la ansiedad corría por todas sus venas, sus orbes danzaban asustados en distintas direcciones.

—¡Ya vete! —Fue lo que gritó sin realmente detenerse a observar lo que sea que esté causando su miedo. Escuchó una tenue risa nacer de la profundidad del oscuro corredor.

Más pasos juguetones.

Quedó helado cuando a su vista se expuso una manta blanca que cubría un cuerpo que corría de un lado al otro, escondiéndose, huyendo de su vista y riendo por el juego.

Como si fuera un niño pequeño jugando a las escondidas.

Hasta que finalmente se detuvo.

Frente a él, en la esquina de la sala, yacía parado una figura cubierta por una tela, las risitas burlonas se encontraban presentes. La mueca de Jimin se deformó en terror, sus fosas nasales dilatándose cuando olvidó cómo respirar y sus manos picaban en sudor.

—Fue tu culpa…

La voz alterada por la textura que cubría el rostro, hacía eco dentro de las cuatro paredes.

—No…

—Fue tu culpa…

Avanzó un paso hacia el temeroso Jimin.

—¡No! —Su garganta se desgarró en agonía.

—¡Fue tu culpa! —El tono se degradó al grave y corrió hacia Jimin.

Gritó con las lágrimas en sus mejillas cuando el ente alzó sus brazos, tomándolo con fuerza de los hombros y finalmente descubriendo su rostro…

Su corazón dejó de latir.

Lo que vio…

Lo que no quería creer ver…

Era él mismo.

Era Park Jimin.

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Perdón por tardar tanto, jajaja... -se va antes que le tiren tomates-

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