•°~°Capítulo 21°~°•

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Para Ben, Bennett no era demasiado especial para ocupar un lugar que no le correspondía. Aunque en tan corto tiempo había sentido que podrían llevarse muy bien a pesar de lo diferentes que eran.

―¿Qué te pasa? ―Bennett le tomó del hombro cuando ya se encontraban sentados en una de las bancas de la plaza, teniendo vista de un terreno amplio sin arbustos ni pastizales, donde ahora corrían los perros jugueteando entre ellos. Desviaba su vista, otra vez, a Ben que estaba viendo al frente, pero realmente no parecía que mirase―. Si no te sientes bien me lo hubieras dicho desde antes de venir... no importaba realmente que vinieras si no querías o no podías ―apretaba los labios, esperando alguna respuesta del mayor― ¿Tú estás... molesto o preocupado por algo? ¿conmigo...? ¿estás enojado conmigo?

Se preguntaba que era lo que le pasaba a Ben, él había estado molesto desde hace rato, aunque siempre cabía la posibilidad de que fuera por su culpa. Casi siempre era la razón de su malhumor o de su heladora indiferencia hacia todos después de una charla entre ellos.

Decidió quedarse con algo menos negativo. Quitó sutilmente su mano del hombro ajeno para acariciar con delicadeza esta misma con la otra descubierta; había olvidado los guantes y el estar anteriormente agarrando con firmeza ambas correas le dejaron una ligera sensación de ardor, el frío y la fricción no eran muy buenos juntos, sobre todo con lo delicadas que debían de ser sus manos, y lo mucho que las cuidaba al tocar guitarra.

Miró a Ben, talvez estaría algo resentido por la prolongada charla con su prima con respecto a sus asuntos familiares. Ben llegaba a ser un terco orgulloso que era capaz de enfrentarse a sus propios seres queridos con tal de demostrar que tenía razón, y estaba más que claro que no se disculparía nunca si se repetía que nada de lo que sea que en verdad pasó era su culpa. Y realmente entendía muy bien esa situación, él haría lo mismo, por alguien que en verdad valga la pena, por supuesto.

―¡Guaw Guhaw! ―. Llegaba uno de los perros corriendo a languetear a su dueño, quien tan solo acariciaba su cabeza y orejas calmado, aunque tratando de no ensuciarse mucho con las patas empapadas en polvo del suelo.

A los segundos el otro can de pelaje negro también llegó a recibir atención de su dueño, seguido de la cachorra, que solo saltaba de un lado a otro.

―¿Qué pasó? ¿tan rápido se cansaron de correr? ―acariciar a los perros le alegraba bastante. Contagiarse de esos ánimos tan divertidos era lo mejor que podía hacer por ahora en vez de prestar atención al ensimismado Ben que tenía a un lado― Hey ¿puedes decirme qué es lo que pasa? Me pones nervioso ¿sabes? Y... no me gusta estar muy nervioso, a veces me tiemblan las manos. ―hizo un puchero agudo cuando el otro ni al caso, estaba enojandose por nada y el silencio de Ben lo ponía muy, muy tenso― ¡Hey, hazme caso! ¿Qué tienes?

―¿Podrías dejar de molestarme? Intento pensar.

«¡Por fin!». Bennett empezaba a desesperarse de no escuchar respuesta.

―¡¿Y en qué tanto piensas?! ―Bennett se exasperó, jugando con sus dedos apretando los labios, sintiendo la sangre subir hasta su cara― quiero decir que... ¿por qué te pones así?

―No es nada, Bonnie ―Ben se esforzó por sonar calmado, porque realmente no lo estaba.

―¿Qué no es nada? Pero si andas con esa cara de... pensativo ―sacaba algo de comida para los perros mientras tanto. No planeaba molestar demasiado a Ben, porque realmente no le agradaba hacerlo enojar y menos si él salía perjudicando sus oportunidades de salir juntos― ¿Sabes? No tienes que decirme que pasa, porque sé que en el proceso vas a terminar por fastidiarte tu solo. Pero al menos...

―Tú solo encargate de los perros, yo me preocuparé por lo mío y es mejor que hagas lo mismo.

―¿O sea también preocuparme por lo tuyo?

―¿Qué? Por supuesto que no. ―Ben torció los labios levantando una ceja. Lo que hizo que Bennett se echara para atrás mordiendo sus labios― Dije que...

―Tú te preocupas por ti y yo... ¿yo también? ―ladeó la cabeza mirándole.

―¿Bennett pero qué demonios? ―Ben llevó una mano hasta su frente, esperando que sea una broma. El otro llegaba a ser tan... tonto a veces, y era abrumante explicar las cosas―. No creo que seas tan idiota como para no entender lo que te dije.

―Hah por supuesto... que no, digo que...

―Ya, da igual. No estoy tan de humor como para escuchar tus tonterías. ―inhaló pasando su brazo por el respaldo de la banca, mirando de reojo al frente y repasando el paisaje. Hacía tiempo que no visitaba estos sectores, por el solo hecho de que se plagaba de gente por las tardes, y a él, no le gustaba salir para encontrarse con más problemas. También porque no le gustaba caminar.

Miró al frente, de vez en cuando dirigiendo su verdosa mirada al cielo nublado e iluminado. Agachaba las cejas con recuerdos vagos que le trajo como consecuencia esa tonta charla con la de ojos violetas hace un buen rato. De lo poco que hablaron, tan solo menos del cincuenta por ciento le resultaron coherentes y le hacían llegar a pensar.

Durante unos tediosos quince minutos que no hubo charla ni nada, Bennett se mantuvo firme en su sitio, con las manos apoyadas en la superficie de la banca en medio sus piernas, pensativo. Aunque no se podía dar el lujo de meterse por completo en sus pensamientos, siendo que tenía que echarles un ojo a sus perros mientras tanto.

«No se en qué está pensando, tal ves estaba esperando demasiado de él, debo relajarme». Sentenció Bennett para si mismo, inspirando y exhalando con lentitud.

Ben era orgulloso y tan terco a más no poder, era borde y malhumorado la mayoría de tiempo. Obviamente, también se encargaba de repudiarlo cuantas veces fueran necesarias para marcar la distancia cuando a él no le agradaba, pero en su punto positivo le llegaba a hablar como a la persona más especial del mundo, sólo para recibir compañía superficial en situaciones de estrés. A veces se sentía como un objeto al que Ben pudiera utilizar cuando quisiera.

Pero esos tan solo eran sus pensamientos desviados de lo que en verdad podía ser Ben; era tan misterioso cuando no mostraba sus emociones libremente y le prohibía escarbar en ese terreno restringido donde guardaba sus más profundos pensamientos. Y aquel misterio, la emoción y la aventura que le inspiraba terminaba llamando lo suficiente su atención como para soportar esperar.

―Hey Bon ―llamó otra de tantas veces, esperando una respuesta. Pero seguía sin recibirla, provocando inquietud en él―. ¡Ah, venga ya! Contéstame, di algo ¡lo que sea!

Espetó levantando los brazos exaltado y algo molesto, era irritante hablar solo. Infló sus mofletes casi helados y tiesos por el frío, notando como Ben ahora le regresaba la mirada levantando una ceja, como queriendo quejarse por sus gritos o solo para decirle que se calle, pero no fue así.

―¿Ahora qué es lo quieres? ―Relajante y calmada. Ese tono degradante a cálido que usaba en su voz sobresalta a Bennett mucho más de lo que su tono cortante lo hacía― Llegas a aburrime a veces.

Su mirada, firme y pensativa, presionandose a si mismo por poner bien los pies sobre la tierra. Él no era un hombre que se pegaba a sus pensamientos mucho tiempo, tenía un orden para las cosas, y el embriagarse en lo más profundo de su mente se lo dejaba a las noches con la cabeza sobre la almohada. Por lo que también se extrañaba de si mismo darle tantas vueltas a un tema que hace mucho creyó ya estaba cerrado.

Miró al joven frente a él. Gruñó para si mismo. Como ansiaba quitarse su tonta imagen de la cabeza, al menos a Bennett de momento, cuando hacía enfoque en su rostro le dejaba mucho en que pensar. Todos se le juntaba haciéndolo hartarse.

―Nada, pero estabas tan callado, pensé que tenía que sacar algún tema de... conversación ―miró a otro lado, específicamente al sector donde estabas restregandose ambos perros. Ahora trataba de evitar esa mirada que por más cálida o contraria, siempre llegaba a alterarlo bastante― es todo.

―¿Hablar de nada te parece un tema de conversación? ―habló Ben mirando hacia arriba parpadeando constrantemente por el brillante blanco de un cielo nublado luminoso. Dejaba escapar su respiración lentamente a traves de su boca, volviendo a inhalar despacio, el aire frío entraba hasta su garganta llegando a ser molesto.

―Bueno... al menos he conseguido que hables aunque sea un poco. ―sonrió de lado Bennett, sintiendo menos tiesa su cara al momento de mirar a nueva cuanta el rostro más relajado de Ben.

Era lindo, en verdad que era atractivo, le fascinaba también la prudente imagen que mantenía, aun si se notaba cansado no dejaba de parecerle hermoso como un bello dibujo, que no importaba que tan mal pintado esté, seguía siendo precioso.

―¿Podrías dejar de mirarme de esa forma? Estás incomodandome.

―¿Qué, cómo sabes que te estoy mirando?

―Me siento malditamente acosado, por eso. ―Ben le regresó a mirar, aunque en realidad no estaba molesto. Verdaderamente era agradable sentirse admirado, pero precisamente la forma en la que Bennett le miraba llegaba a ponerle los pelos de punta.

―Discúlpame.

•[▪]•

―Hey ―llamó Bennett cuando ya iban de vuelta― ¿no te gustaría salir hoy en la noche... c-conmigo? ―no tuvo el coraje de mirar a la cara al moreno, le daba algo de vergüenza el solo hecho de formular esa pregunta― ya sabes, para distraernos y... y eso, lo normal heh.

―No lo sé... ―respondió Ben, dándole ese tono de ignorancia y la importancia en sus palabras parecía ser nuy poca. Bennett volteó la vista con una mirada que no pretendía entener mucho.

―¿Qué dices?

―Que sí, que sí, cambia esa cara.

―Qué bien ―le sonrió el menor, con sus labios juntos y las mejillas rojizas al igual que la punta de su nariz debido al frío que transitaba en el viento suave. El viento frío rozaba su pálida piel y lo helador de la brisa se le metía de entre los huequecitos de piel que dejaba la bufanda, haciéndole temblar.

Ben le observó, disimuladamente luego del para nada desagradable silencio que hubo casi en toda la caminata. La bufanda al rededor del cuello de Bennett, las manos de este sosteniendo las correas de unos quietos y cansados perros y su mirada deslumbrante que brillaba junto a los rayos de sol. Tener tiempo para detallar de esta forma la cara del pelivioleta le hacía sentir como que no importaba cuanto más gastara este día, era bueno centrarse en algo que no le hiciera mal.

•[▪]•

Ben al ver la alevosía en esas caras caninas le recordaba a esas veces en las que no importaba la cantidad excesiva de horas que trabajasen, Bennett siempre se guardaba una pizca de energías para correr a su departamento y molestarlo con sus sorpresivas actitudes, para al final convencerlo extrañamente de ir a quedarse a pasar la noche.

―¿Irás por el asecensor?

Ben obsevaba guardandose las sonrisas en el fondo. Los perros hacían contra-fuerza en dirección a las escaleras mientras que Bennett trataba de acercar su dedo al botón del ascensor. No le gustaba subir escaleras.

―Es lo que quería, pero no le veo caso. Aun tienen ganas de estirar un poco las patas, así que tendré que prepararme porque llegaré medio muerto al décimo piso... ―el martirio con el que Bennett había dicho eso era notorio― si es que no muero antes.

―No seas dramático, son sólo unas cuantas escaleras.

―Lo dices porque tienes buena condición física, y no te es nada subir diez pisos a pie.

―Lo digo porque eres un flojo y tienes que hacer algo cuanto menos...

El de orbes verdosos dio los primeros pasos subiendo cada peldaño, seguido de un ya algo cansado pelimorado que bajaba los brazos tratando de agarrar bien las correas de los tres perros. Bennett renegaba y se quejaba a cada rato en cuanto avanzaba unos diez escalores.

―Mmm me duelen los pies ya... ―suspiraba― Hey ¿y por qué mejor no me cargas? ―sonrió, con un tono algo burlón en su voz.

―No me haces gracia.

―Al menos podrías echarme una mano ―extendió una de las correas, sin fijarse en cual puesto que eran ambas de sus perros de color verde, y la que le había puesto a la cachorra también, aun así, reconocer a sus perritos era fácil, por lo que al ver los ojitos y oír ladrar al can azabache supo que sería un reto― Podrías llevar a Alan contigo. Solo tienes que sujetar bien su correa, él es algo gruñón cuando no le siguen el paso.

―No, gracias.

―No sé ni porqué te pido ayuda... ―Bennett se encogió de hombros, algo decepcionado. Estaba acostumbrado a lo borde que era Ben, pero no significaba que pudiera aguantar todas y cada una de sus cosas y actitudes frías, la mayoría en contra suya.

Pero en eso notó como este se detenía y soltaba un jadeo de acatamiento, extendiendo su mano, y sin necesidad de palabras el rostro del menor se iluminó trayendo una sonrisa que borró esa parte negativa que se apoderaba de su conciencia. Feliz le entregó la correa del perro al moreno, sintiéndose algo tonto por siempre precipitarse mucho a lo algo espontáneo que era el cantante últimamente.

―No creas que puedes acostumbrarte a mi ayuda. Sólo lo hago porque o sino, te desparramas en medio de las escaleras, y quien tendría que hacer algo sería yo. ―la sonrisa de Bennett crecía al notar que sus palabras no eran del todo ciertas, y realmente su ayuda le agradaba.

―Gracias de todas formas. ―risoteó Bennett.

•[▪]•

Bennett miró unos segundos a Ben, que estaba parado a un lado de su puerta de brazos cruzados, esperándolo ¿qué acaso no estaba cansado? Si habían subido diez pisos ¡y a pie! Él ya estaba medio muerto mientras agarraba de la correa a Matthiew y a la ya cansada cachorra. Mientras que el otro can tan solo se mantenía sentado a un lado del moreno, moviendo y golpeando su cola contra el suelo y la lengua de fuera.

―¿En cuántos años más piensas llegar? ―comentó Ben aburrido de esperar.

―No me molestes. ―se quejó apurando el paso para llegar hasta a un lado de el pelician― No todos somos como tú, yo con suerte he llegado al tercer piso... cuando los ascensores no sirven...

―Sí, sí, no me cuentes tu vida.

―Uy, qué amable... ―bufó el pelivioleta rodando los ojos, para enderezar su espalda y tomar la llave de su bolsillo― bueno... ¿quieres...?

―No me vengas a preguntar si voy a entrar ―Ben le interrumpió dirigiendole la vista― porque no estaría aquí como idiota sólo porque si.

―Mm... ya, ya veo... entra ―la sonrisa de Bennett pudo ser más grande, pero realmente se esperaba aquel comentario. No de esa forma, pero lo veía venir. Al momento en que Ben ingresó a la vivienda el pelimora cerró la puerta a sus espaldas suspirando.

Ahora que se ponía a pensar, iba tiempo que Ben pasaba horas con él, en su departamento, cuando comenzaban a charlar en los estudios del canal, inclusive cuando de casualidad se lo encontraba a la entrada del edificio. El apego que uno de sus cachorros -no tan cachorros- mostraba hacía el peli-turquesa de ojos verdes era suficiente para saber lo familiarizados que también estarían los dos como amigos, aunque sea, la confianza que también podían llegar a tenerse.

Le gustaba, era gratificante tener el conocimiento de que todo el esfuerzo que le estaba poniendo a su amistad con Ben daba buenos resultados. Aunque seguía sin entender porqué era tan frío con él cuando trataba de demostrar que estaría allí para hacerle compañía. Y le daba calidez en su mirar simplemente cuando no lo necesitaba.

Frívolo y sin interés, el mayor miró a la mesita que estaba a un lado del sofá, con detenimiento alcanzando a leer que era un guión renovado, lo sabía, porque exactamente él tenía uno parecido. Al levantar una ceja y alzar la vista, Bennett se encontraba a un lado suyo de pie, con una medio nerviosa sonrisa en la cara.

―¿Qué? ―formó un mohín, lanzando un montón de defensivas preguntas con solo decir eso. Su rasposa voz se encargó del resto, logrando que el menor mostrase flaqueza frente suyo.

―Nada... ¿q-quieres algo... para beber? ―ofreció sonriendo ladino.

―No, estoy bien así, gracias.

―¿No tienes... hambre?

―Te dije que estoy bien así. ―se quejaba Ben tratando de ponerse cómodo en aquel sofá, con bastante dificultad, ya que el mallorquín de ojos notoriamente celestinos se le subía al regazo incontables veces, molestando. Aunque ya no sabía que era peor; si el perro atacando contra su tranquilidad, o Bennett sentado al lado suyo con una cara que irradiaba nerviosismo.

De todas maneras, los animales del pelilila eran bien portados y sabían cuando parar, cualidad que el dueño no poseía del todo. Y que decir del pequeño pero revoltoso labrador que extrañamente dormía calmada ahora. Era una suerte que esa cachorra no le hiciera un escandalo al entrar.

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Nuevamente, ambos se encontraban caminando, a paso calmado y sin prisas. Bennett, estaba tan contento de pasar tiempo con Ben, a pesar de solo haber sido unas dos horas de estar los dos compartiando en su departamento, y donde ahora la cachorra despierta iba en brazos del más bajito que trataba de calmarla.

―Entiendo porqué siempre me reclamas tanto... aquí se siente tan bien ―Bennett aspiraba el fresco aroma a menta del departamento del mayor. Una iluminación precisa y el color blanco dominante en varios de los objetos que decoraban la sala― Es tan fresquito también.

Ben simplemente se limitó a asentir y cerrar la puerta, al momento los constantes ladridos de la perrita sacaron otra alegre carcajada en Bennett al momento de verla saltar correr entusiasmada por la sala del departamento, y luego por debajo de sus piernas hasta regresar a donde estaba el moreno, rascando con sus patitas la basta de su pantalón.

―No empieces... quítate, ya ―Ben movía su pie de un lado a otro, tratando de apartar al cachorro de pelaje amielado de su pierna, pero era verdaderamente difícil cuando esta se le adhería casi a la pierna― Bien, como quieras...

Lo que sorprendió un poco al de orbes rojizos, fue el ver como Ben se agachaba para atrapar los costados de la perra entre sus manos, elevándose junto con ella hasta ponerla sobre de su pecho mientras acaciaba cerca de sus orejitas y el pequeño animal lamía su mano, como si a pesar de haber estado juntos, no se hubieran visto hace bastante.

―Yo... pienso que hubiese sido mejor dejarla con mis perros en lugar de traerla, estará... aburrida. ―soltó de pronto Bennett, mirando a los ojos verdes del contrario― Bueno, si no quieres no tengo...

―Está cansada... no creo que sea una molestia, tengo que dejarle comida y ya. Cuando volvamos estará dormida y tranquila.

―Aww, tienes razón... esta cosita me recuerda a esos días cuando mis bebés eran unos cachorritos~ ―Bennett elevaba al can a la altura de su rostro, sonriendo mientras inclinaba la cabeza para ver al moreno de piel, e igualmente dedicarle una de esas gratificantes sonrisas― Bueno ¿puedo quedarme un rato aquí también?

―Llevamos casi un mes completo siendo amigos, teniendo confianza y todavía preguntas estupideces...

―Perdón, pero sabes que no entiendo tu sarcasmo... ―rodó los ojos, aplastando los labios en lo que el de orbes verdosos volvía a soltar un jolgorio tocando su frente.

―Quédate todo lo que quieras, pero sabes que como me jodas tanto, no volverás a entrar. ―avisó, antes de desaparecer del campo de visión del de cabellos violáceos para seguido, ser delatado por el sonido que produjo la nevera al ser abierta.

―Bueno ―sonrió― ¿no tienes soda o algo?

―Qué pena, no tengo.

―No hay nadie más amable que tú, gracias.

―Es parte de mi encanto, de nada.

•[▪]•

Tras salir, el pelimorado tocó su cuello, volteando su vista a la puerta recientemente cerrada del departamento, pero no fue necesario llevar su pálida mano hasta la manija, pues una ya se le adelantó tocando su hombro, y al ladear la cabeza cerca de su rostro, Ben le extendía la bufanda.

―Vas a ponértela ¿cierto? ―ofreció, quizá pareciendo demasiado amable a los ojos del menor.

―Sí, gracias. ―Y con sumo cuidado, Bennett la tomó, sonriendo de medio lado en lo que la dejaba enrollada, abrazando su cuello con un manto cálido, y endulzando sus fosas nasales con ese potente aroma impregnado en el trozo de tela.

Ya se encontraban en la parte baja, ambos colocándose el cinturón, pero solo uno de ellos se emocionaba demasiado por volver a estar de copiloto. Eran pocas y escasas las veces que podía subir a uno de los vehículos del de piel canela, porque generalmente le prohibía de todo con lo amargado que era, pero ahora, hasta parecía que andaba tan de buenas que le extrañaba que la persona con la que salió en la mañana era la misma con la que estaba. Era raro ver en los ojos verdes de Ben un cambio tan repentino.

Las luces en la noche gélida parecían gastadas, la iluminación tenue alumbraba con pereza el camino, adornado de guirnaldas y luces navideñas, que opacaban el amarillento de las farolas. Ensimismado el pelimorado miraba por un lado todo el camino, habían casa tan tristes y apagadas, y otras, que llegaban a exagerar poniendo luces hasta en las piedras de fuera. Eran pocas las decentes que al menos una o dos luces estaban bien.

―No me has dicho a donde vamos... ―Habló de pronto el oji-escarlata al regresar su vista al conductor, que suspiraba aburrido.

―Eso deberías hacerlo tú. ―Ben solo se achicó de hombros― Después de todo tú me invitaste. Ya era hora de que me contestaras, durante todo el camino te he estado hablando y tú ni caso me haces.

―Ah lo siento... ¡Espera! ¿Hemos estado dando vueltas todo este rato? ―levantó una ceja. Pero fue esa sincera mirada en Ben que le dio un vuelco a su pecho.

―Hace unos dos minutos que salimos, no es tanto. ―Ben sonrió, y esa sonrisa bastó para sacar de pista al oji-rojizo. Bajó la velocidad en lo que chasqueaba los dedos frente al rostro casi ido del contrario― ¡Hey!

―Ah, cielos... es que yo... ―agitó su cabeza, acomodando algunos de los mechones de su cabello que molestaban sobre su rostro, en lo que trataba de incorporarse. Y suspiró para hablar calmado ― podremos... yo sólo, podemos dar una vuelta. Quería salir un rato... no importa donde... si es contigo.

―No sé que debería pensar de eso, pero trataré de tomarlo como... un cumplido, creo.

―Es que... ―Bennett tragaba saliva, maldiciendo el silencio del lugar que hacía que sus murmuros se escucharan. Apenado desviana la vista hacia la ventana.

Pasaron un par de minutos en silencio, un cómodo y extraño silencio los llevó a parar en una esquina, una visiblemente acogedora esquina. Bennett fue el primero en salir, mirando el ambiente de fuera, y las farolas transmitian un amarillento rayo de luz suave. Al girar divisó al moreno, quien con una ceja enarcada le entragana una sonrisa, de lado, quizá por la forma infantil en que miraba la fachada de un eminente pub gastronómico.

―¿Te gustaría entrar? ―inquirió Ben notando el interés en que Bennett por ese reluciente y llamativo local.

―¿Tú quieres? ―le devolvió la mirado girando con suavidad el rostro, su sonrisa, era bastante calmada. Pero entonces solo se achicó de hombros sacando un sonidito de vergüenza de sus labios― Quice decir... ¿por qué no? Digo que... Sí, que sí quiero, me parece interesante.

―¿No has venido a uno?

―No suelo pasearme por sectores así, con suerte para pasar a comer chatarra en la esquina, o tomar un café suavecito cerca del estudio. ―Bennett se recargaba en el coche, con su espalda dando escalofríos por el viento colándose bajo sus prendas, y del frío que bañaba el automóvil.

Ben caminó hasta su lado, haciéndole una seña para que le siguiera luego de hacer sonar y encender las luces del carro, indicando que la alarma ya estaba encendida. Y notando el sobresalto que produjo en Bennett al pasar su brazo por encima de sus hombros, procedió a hablar antes de que al chico se pusiera más nervioso de lo que ya.

―Cálmate, yo te invito... déjame quedarme con el crédito, digo que.. lo tomes como un cambio de invitación. ―le sonrió Ben, quizá arrepintiéndose de ello al ver como se iluminaba con tanta ilusión el rostro de Bennett, y esa sonrisa ¡por Dios esa sonrisa! Le molestaba, por el solo hecho de que demostraba tanta satisfacción, y le hacían creer que, estaba esperando que dijera algo como eso.

―¿En... En verdad?

―Sí... ―torció los ojos soltando un bufido―. Me pone nervioso cuando balbuceas así...

Al empujar tras entrar, Bennett posó sus ojos en lo bonito del lugar, no era elegante ni muy rústico, sin duda era perfecto. Sonrió viendo a los lados hasta que fue guiado por el moreno a una mesa, para su suerte, cerca del rincón alejado de casi todo y permitiendo una vista del área.

―Me gusta este sitio. Se ve lindo y acogedor —Bennett miraba el lugar, con lo recurrentes que eran y lo mucho que los veía al caminar, se extrañaba el no tener la curiosidad de entrar alguna vez.

—Por supuesto...

Cuando ya habían pedido su orden, Bennett solo pudo tratar de no desconcentrarse, la comida era deliciosa, pero era más agradable ver a Ben pensandose de todo mientras sostenía en la mano una copa de vino, un vino que de nombre era muy raro, ni se molestaría en recordarlo. Él solo bebía un poco de jugo, o al menos por lo liviano que era parecía serlo.

Entre suspiros y el paso de una media hora más, ambos se hallaban dentro del vehículo, mirando para afuera y abrigandose con el calor del interior del carro. Si no fuera porque la sonrisa involuntaria escapaba de los labios del pelician, Bennett no estaría muriéndose con el recelo en el pecho, viendo a su colega con el móvil en mano.

—¿Ya nos vamos? —Bonnie miraba al frente, pensando en que, realmente encontraba tonto el encelarse de Margaret, siendo ella una mujer tan buena y linda, a diferencia de él, que era negativo y su atractivo no era el mejor— Ben...

—Ah sí, claro...

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