•°~°Capítulo 37°~°•

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La mañana fría volvió a presentarse, el rígido estupor del ambiente en la habitación hacía a dos cuerpos cálidos juntarse y arrimarse entre si. Sólo podían oírse las respiraciones tranquilas de ambos, como se removían a veces buscando calor y haciendo sonar la cama en el proceso. Se entregaban una temperatura mutua e inconcientemente las caricias no faltaban, cuando ambos pechos desnudos chocaban y sus piernas se entrelazan de vez en cuando.

Estaba tan calmo y fresco, se estaba a gusto y con comodidad que, ni uno de los dos dormidos estaba para pensar entre sueños en qué iba a pasar, qué harían o qué dirían al momento de despertar en éstas condiciones, con los obvios recuerdos nítidos que la poca sobriedad de la noche les había dejado frescos hasta la mañana.

Bennett tuvo un rápido despertar, observando el cuerpo y la mañana reluciendo en el sector. Aún cegado por la luz natural colándose en sus ojos, soltó un largo bostezo, estaba cansado y adormilado tras despertarse de golpe sin razón, frotando sus ojos.

Miró a los lados, sus sábanas estaban algo desordenadas y notó que se había dormido sobre la cama, casi nunca lo hacía por lo que luego de que su vista cobrara un mayor enfoque, pudo notar una mano morena rozando cerca de su cintura desnuda, apoyada sobre esta, abrazándolo. Oh, ahora estaba entendiendo.

Sudo frío y se sobresaltó de pronto, pasó a creer que la mañana normal ajena a cualquier situación indecorosa se distorcionaba, de un segundo a otro recordaba todo y su cara no evitaba ponerse roja de la vergüenza, adoptando cada centímetro de su cuerpo. Su temperatura subió y se le aceleró el corazón de sólo sentir el calor ajeno a un lado suyo.

Fue subiendo su mano por aquel brazo, girándose mientras observaba la piel desnuda de la parte inferior de Ben. Fue allí cuando al llegar a su rostro se perdió en esas facciones calmadas, en sus cejas fruncidas y en su boca torcida, en sus ojos verdes tan lindos, viéndose demasiado bien poniendo muecas amargadas mientras lo miraba tan...

Oh cielos, estaba... ¡se acaba de dar cuenta de que él estaba despierto!

¡Qué vergüenza! Estaba que se moría de la pena poniendo una distancia considerable entre ambos, terminando de caerse de la cama al otro lado, cielos, encima había caído sobre uno de los dolorosos zapatos del pelicalipso ¿en qué momento se habían quitado los zapatos siquiera? Cuando se miró a si mismo y vio que sólo usaba calcetas y su pantalón.

Bennett se sentó a un lado en el suelo observando a Ben sentado en la cama arreglándose el pelo y mirándolo como si fuera un bicho raro, mientras torcía la boca de una forma tan atractiva a su parecer.

—Buenos... buenos días. —dijo el menor entre pequeños balbuceos con la voz temblorosa, reincorporándose para levantarse y ponerse cerca de la pared, como soporte.

—¿Qué tienen de buenos? —contestó Ben de forma amarga, tirándose para atrás al reposar su espalda en la cabecera de la cama.

—¿Y ahora qué tienes?

Inquirió Bennett algo asustado de una reacción explosiva que, de algún modo, le extrañaba no haber visto al primer momento por parte del mayor. Andaba tembloroso y embriagado, oliendo el aroma a limpio de los aires de la mañana, sintiendo el calor apresar su estómago por las constantes preocupaciones y emociones revueltas intentando traer sus recuerdos de la noche hasta este momento.

—¿Cómo es que preguntas eso? —le dijo el peliturquesa esta vez relajándose, de a poco en poco, mientras suspiraba y dirigía su vista al techo, pasando su palma por su rostro cansado y rígido.

Bennett pareció pensarlo unos breves momentos, y al notar su cama un poco deshecha, la camisa de Ben en el suelo y sus zapatos al lado, supo que era estúpido siquiera haberlo preguntado. No evitaba que al mirar sus manos, su ropa superior tirada o la distintiva melena del moreno despeinada, los recuerdos de anoche llegaran a su cabeza, si bien había sido algo peor que cualquier cosa, tenía sentimientos encontrados de sólo pensar en ello.

Pero simplemente se limitó a asentir soltando una penosa carcajada mientras se acariciaba el brazo antes de agacharse para recoger la ropa tirada en el suelo.

Ninguno de los dos se proponía a hablar, pero estaban al tanto de que como muchas veces, tarde o temprano, preferiblemente temprano en esta ocasión, deberían romper el silencio y hablar de buena o de mala forma. Bennett se sentía derretir ante la mirada cortante del mayor, por el silencio infernal y sus impulsos temblando en lo que que trataba de arreglarse el pelo, sofocado ante el palpitar en su pecho y el calor de pronto acumulándose en sus pómulos. Podía oír su propia respiración, por más que se esforzaba en no hacer ruido, parecía que no aguantaría más guardando silencio ni aún cerrando la boca.

Pero así mismo el moreno, ya de pie buscando su camisa en el suelo, regresó a sentarse a un lateral de la cama. Con la cabeza pulsando dolorosa e incansablemente, dejando vivo aquel sentimiento aplastante de calor subiendo por su pecho hasta su rostro. Se tapaba la cara, agarrando esa camisa gris entre sus manos, evitando a Bennett, sintiendo y odiando que cada vez que cerraba los ojos, podía refrescar en su mente aquellos recuerdos de la noche, como pretendía buscar un culpable cuando, no hubo uno, sino dos.

Las cosas como tal no solían irse de sus manos, pero a pesar de que no llegó a pasar algo peor, se sorprendía de como el autocontrol fue capaz de traer de vuelta su raciocinio antes de terminar por... por ceder ante sus deseos e impulsos, antes de ponerse de acuerdo con la presión en su pecho.

Una vez se logró calmar, bufó arreglándose el pelo y encargándose de ponerse la camisa y sus zapatos. Estuvo dispuesto a decir algo, pero ¿para qué romper el asombroso silencio que de pronto Bennett había puesto en medio como barrera de la incomodidad? No era momento de eso.

Estaba desorientado con levedad, y enredarse consigo mismo era uno de tantos puntos en contra que lograba despejar de todo esto. Pero es que era estúpido callarse luego de que casi terminaba por cogérselo. Encima Bennett, de imbécil, como siempre, termina callándose también, maldita sea.

Lo peor de todo es que hubiera terminado por dejarse llevar al fin y al cabo de no ser porque el rostro de Bennett tanto así como lo ponía nervioso, también solía traerlo de vuelta a la realidad. Ese hombre parecía traerlo de un lado a otro a su gusto sin saberlo ¡y joder! Que estar empezando a aceptar que aquello era cierto, le hacía tener una ganas de mierda de ir a estamparse la cara contra una pared.

Salió de la habitación de una vez por todas, pero no con el fin de marcharse del departamento, sino que en un intento desesperado por tratar de recuperar la compostura y quejarse libremente en silencio por la maldita migraña de mierda que le punzaba en la cabeza desde hace rato. Aunque ni el dolor fastidioso a los costados de su cabeza se comparaba con la amarga y asfixiante sensación en su garganta; queriendo sacar el veneno de sus frases y desterrar de su ser sus pensamientos embriagantes.

Últimamente estaba al filo del límite de emociones y no daba más, no podía seguir reprimiéndose. Le importaba bien poco si algo malo ocurría después, pero andaba desde hace mucho que no aguantaba mucho.

Aunque si primero tenía que acorralar a Bennett para poder ponerlo en evidencia, lo iba a hacer, porque él no iba a ser el idiota que se rebaje a hablar de sus sentimientos, al menos no sin antes asegurarse de que el terreno que quería pisar era resistente a todo lo que se cargaba encima.

Siendo así, talvez... iba a pensárselo. Sólo talvez.

Los pasos descalzos de Bennett le habían sonado sordos hasta donde estaba, y a la entrada de ese iluminado pasillo, este se quedaba mirándolo con una cara tensa, pero vaya que se esforzaba por parecer que estaba en buena, mostrándose nervioso y confundido, asustado más bien.

Y Ben sabía que su silencio era una tortura para el menor, ah como le gustaba causar tanta incertidumbre, disfrutaba en cierto punto de esas expresiones nerviosas, de sus muecas infantiles, y otras veces sólo quería agarrarlo y atarle una sábana encima, porque no soportaba ni su cara siendo infernalmente atractiva, ni su voz rasposa habla que habla diciendo cosas estúpidas sin parar.

Bennett le hacía encontrar partes de si mismo que creía y no tenía.

Ben se encontró a si mismo volviendo a ese campo dudativo con respecto a qué quería hacer. Prontamente notaba como el pelimora estaba cada vez más cerca, mirándolo con nervios, con esa cara bonita que había empezado con todo esto. ¿Qué esperaba hacer ahora? Tampoco contaba con mucha paciencia por donde el dolor de cabeza y la racionalidad le entregaban, y si él no hacía algo, él no iba a...

—Mm... hey. —pero al final Ben si terminó hablando primero.

Porque el silencio del menor ya venía a frustrarlo otra vez. Inspiró hondo, dirigiéndole la vista, cuando en eso ya se lo encontraba en frente de él, por poco haciendo que diese un salto del susto.

—¿Qué pasa...? —sonrió Bennett trabándose en cada palabra.

El menor quiso alzar su mano para colocarla en el hombro ajeno, de no ser porque de pronto se halló en un rápido movimiento, presionado contra la pared, desconcertado hasta que los ojos fríos y certeros de Ben terminaron por hacerlo sudar frío. Seguramente este esperaba que le reclame por todo, por aprovecharse del alcohol, del momento. Cerró los ojos o el moreno iba a matarlo silenciosamente con la mirada, de una forma fría e indolora.

—Ni creas que voy a dejar pasar esto. —dijo Ben. Aquello hizo a Bennett volver a abrir los ojos, terminando por acto reflejo a pegarse más a la pared, cuando el pelician colocó su brazo moreno a un lado de su cabeza— Porque no me iré hasta hacerte hablar. Esto ya me tiene harto ¿sabes? No estoy dispuesto a que esto se vuelva a repetir así como así. —expresó de forma dura y directa, intentando no flaquear. Pues la mueca aniñada y los labios entreabiertos del pelivioleta lo estaban distrayendo, y mucho—... no de la misma forma. Por lo que tú y yo... —suspiró— vamos a hablar.

—Yo... bueno, es que... —Bennett pasó saliva con nervios, respirando inquieto.

—Y vamos a hablar ahora. —terminó de decir el mayor distanciándose antes de que sus sentidos le volvieran a jugar en contra. Caminó hasta un lado del ventanal, cerca del sofá— Así que siéntate.

—Pero... escucha... t-talvez no sea mejor momento, es que yo... —balbuceaba Bennett, aunque terminó por sentarse en el sillón más cercano al ventanal, uniendo sus dedos entre si, intentando no mirarlo a la cara, porque acababa poniéndose bobo y nervioso.

—¡Oh claro! No es buen momento. —le interrumpió Ben— Y según tú ¿cuándo lo es? ¿Esperas despertar peor la próxima vez que algo así suceda? Para que después ni se te ocurra mirarme a mi cuando quieras buscar un jodido culpable. —le dijo el peli-turquesa algo irritado, cayendo en un grado bajo de nervios. Con un orgulloso temor a hacer algo que termine por arruinarlo todo— A-Agradece que te estoy dando la oportunidad de hablar porque si fuera por mi, hasta aquí llegan tus intentos de mierda por seguir con esta amistad ¿entiendes? Deberíamos haber dejado de ser... amigos desde hace mucho.

—Mmn... ¿y por qué no hemos dejado de serlo? —habló Bennett en derrota mirando a sus pies y a sus manos apretadas sobre sus piernas ¿por qué de pronto se sentía tan atrapado? Queriendo debatir en si mantenerse callado, que por lo general era a veces de más ayuda, o en si debía de hablar. Ambas terminarían llevándole cuesta abajo si no sabía como llevarlas, pero ahora mismo andaba dudando como siempre, de todo.

Así mismo el pelicalipso apretaba los dientes desviando la vista a otro sitio, acorralado entre una simple pregunta a la cual estaba tardando mucho en responder; y es que era simple saber que ni él mismo tenía idea de ello. Le ponía a pensar en el porqué no se había dado la libertad de acabar con esto desde antes, cuando creía y le importaba esta barrera extraña en medio de los dos a la cual se esforzaban con disfrazar por una amistad normal o alguna cosa cercana a ello.

Ya que tener a Bennett de amigo en momentos así le importaba una mierda, no lo veía como tal y aún si fuera llamar así a lo que los seguía atando, algo de amigos, le resultaba innecesario.

Porque volvía al mismo punto, maldita sea. No llegaría a ningún lado si se limitaba a dejarse afectar por un nervioso Bennett.

—Eso no es importante ahora. —formuló Ben apartando la vista.

—P-pero al menos di algo. Yo siempre soy quien habla. —replicó Bennett.

—¡Oh por favor! No voy a ser yo quien vaya a hablar, al menos no sin que tú lo hayas hecho primero. —espetó el pelicalipso soltando un jadeo de frustración— Así que cambia esa cara estúpida y empieza a hablar, porque me quedaré aquí... el tiempo que sea necesario.

—¿Y qué esperas que yo te d-diga? —Bennett apretó los labios.

—Sabes que es lo que espero. Esto ya no es normal... no es... no es correcto. —mencionó el moreno.

—¿Y por qué mejor no hablas tú? No hace falta aclarar algo que seguramente tú también recuerdas bien... —bufó el menor, y en cuanto vio la expresión de Ben, quiso retractarse— Digo... que si ¿bien? Lamento si me aproveché del estado en el que estabamos... ahm estaba nervioso, no, estaba muy... —hizo una pausa— no es que h-haya querido, sólo pasó ¡Sí! Eso, pero... no creí que llegará a más... pensaba que sólo iba a...

—¿O sea que ya te lo tenías considerado? —. La voz firme del mayor hizo a Bennett casi atragantarse con su propia saliva, alzando la vista con la cara tintada de rojo.

—¿Ehh? ¡No! N-No... no... —aseguró el pelivioleta recordando como si hubiera pasado hace un momento, el como sintió su vista nublarse y su cuerpo ansioso, queriendo preguntar a su conciencia de si estaba bien o no antes de colgarsele al moreno de piel y empezar a besarlo desesperado. Su rostro se deformaba a una mueca de vergüenza, recordando también sus dedos en los botones de la camisa ajena, tratando de guardar en el silencio sus deseos reprimidos— no es eso... realmente no.

Los cabellos del pelician se mecieron una vez este avanzó y se puso casi en frente de él. Se cruzó de brazos y apretó los labios. Ben de sólo oírlo creía que no iba a aguantarse las palabras, pero si no se quedaba callado, iba a terminar por ser hiriente.

Pero ya no aguantaba, estaba refundido en una montaña de duda, le parecía curioso como es que los dos podían seguir mirándose de frente sin darse cuenta de que era estúpido negar lo que sea que ambos quisieran negar. Había que tener algo de sentido común, o al menos algo de lógica. No eran y no habían sido amigos nunca, al menos, no de una manera normal ¡es que estaba más claro que cualquier cosa! Y él como imbécil, había caído en ese juego.

Cuando estaba seguro, lo estaba, y podría afirmar sin duda que Bennett andaba ojeándolo desde antes. Pero por alguna razón había querido ignorarlo, ceder a esos abrazos raros, a ese sentido tan infantil del humor. A iniciar el primero beso, destruyendo la primera y sólida barrera que en ese entonces los mantenía lejos, muy lejos.

—Entonces ¿por qué? —dijo Ben haciendo una mueca con la boca— ¿qué es lo que pretendes?

—Nada... no pretendo nada, fue sólo un... accidente. —trataba de explicar Bennett agitando sus manos.

—¡Y sigues igual! —espetó Ben no muy convencido— Primero te me tiras encima, luego no importa y ahora ¡mira eso! Así que sólo es un accidente. Lo único que va a ser un accidente aquí es que yo...

—¡¿Pero por qué me interrogas tanto?! —le interrumpió Bennett apretando las manos— Qué sepas que tú también te aprovechaste, y bien feo. M-Mejor no hablemos de esto... fue una tontería, tú sabes que no aguanto mucho el... el alcohol, la presión y te pedí... disculpas. —admitió el menor luego de avergonzarse al alzar la voz y observar que no había ni un mínimo cambio en la expresión de Ben tras eso. Lo ponía muy nervioso, no sabía que hacer para cortar esta charla, o esta interrogación tan extraña y densa— Como sea. Ya no quiero hablar de eso, en serio.

—Si no hablamos de esto ahora, no lo haremos más. —suspiró el mayor con cierta derrota.

—¿No lo haremos? —cuestionó el contrario, ladeando la cabeza.

—Maldita sea, Bennett. Deja de jugar. Estoy hasta la puta con todo esto, me tienes harto tú y tus actitudes de mierda, ¿quieres confundirme? ¿Es eso? ¡Pues bien! Porque lo lograste, y es... una jodida tortura pasar por esto —. Cuando Ben se dio cuenta de que había abierto la boca, terminó por quedarse quieto donde estaba, desviando la vista a algún sitio y localizando a un lado un sillón.

Se sentó allí, apretando los labios con molestia, paseando con rabia su mano por el flequillo de su cabello, en lo que oía a Bennett empezar a titubear, le molestaba, le molestaba tanto esta situación. Quería aclararla, deshecharla y no volver a saber más de ella.

—¿A-Ahora de qué... de qué estás hablando? —expresó el pelimora alzando una ceja. Fue allí, en que se perdió otra vez en el perfil del moreno, en su derrotada expresión disfrazándose de fortaleza, en sus labios torciendose en una irritada muestra de frustración y en sus manos inquietas.

«¿Confundirlo? ¿Cómo? ¿Cómo es que voy a... confundirlo? ¿O se refiere a una confusión distinta?». Dudaba Bennett. Regresando entre sus pensamientos, recordaba esas muecas cariñosas, de esas muecas que para cualquiera eran tan bien actuadas que parecían naturales, pero que él lograba notar que ser amable lastimaba cierta parte del lado orgulloso que componía a Ben en todo su esplendor.

«¿Estaba hablando de que lo confundo en ese... en ese sentido?». Se preguntaba aun más nervioso. Talvez estaba pensando demasiado, quería ser negativo y no emocionarse, pero aún si quería ser frío y realista consigo mismo veía que con todo lo que ha pasado ya no podía evitar creer que estos acercamientos fuesen normales, y seguir negándolo frente a Ben sólo lo harían quedar como un idiota.

¡Y es que lo sabía! Estaba al tanto que dos amigos normales no se besaban, ni nada, que no era normal que una borrachera liviana por poco y los llevara a la cama, en un sentido más peligroso de lo que él pensaba.

Que siquiera era normal que el pelicían le esté pidiendo una explicación forzada bajo la cara de un «Hay que hablar». Pues lo que él creyo que Ben haría sería el cerrarle la boca, cortar cualquier viga que los atase o las relaciones de forma personal y ya era todo, un adiós a lo que tanto le costó ganarse. Pero esto le parecía curioso y lo asustaba en partes iguales.

—¡Eso ya da igual! —espetó el moreno ya no muy gustoso del ambiente que había forjado para esta charla entre los dos con el fin de... aclararse— La cuestión está en que... esto... esto no está llegando a ningún lado, de nuevo.

La derrota en las palabras del mayor terminaba haciendo dudar mucho al menor, ¿dónde estaba su semblante serio, su seguridad, su voz fría y decidida? Supo así mismo que esto era un tema que no sólo lo estaba afectando a él mismo, Ben también pasaba por la miseria de ordenar su mente y tratar de tranquilizar a sus pensamientos.

Sería tortuoso de no ser porque él llevaba mucho tiempo, demasiado que terminó por rendirse y al estar enamorado del pelicían había aprendido con ello a aceptar muchas cosas. Él estaba claro, pero contrario a esto, parecía como que Ben se estaba torturando por unos ¿unos cuantos besos? ¿Sólo por eso y unos cuantos roces o es que... había algo más que se negaba a ver por miedo al rechazo?

Esta charla no podía terminar así, pero poco a poco el silencio le helaba la garganta y cuando pensaba en susurrar antes de levantar la voz para hablar, sentía que había olvidado todo lo que diría, todo aquel gran párrafo que se escribía en la mente para leerlo con la voz y explicar sin ponerse a duda que, talvez no había sido accidental sino que llevaba tiempo ansiando algún roce así.

Oh no, eso no. No era eso. Iba a tener que inventarse algo mejor que aludiera la realidad sin pintarla como lo terrible que parecía ser.

—Es-Escucha... —Bennett decidió volver a hablar mirando a un lado— talvez sí, no me voy a echar toda la culpa, porque t-tú tampoco me dijiste que no cuando... —suspiró— No importa, pero... yo sé que estuvo mal de mi parte aprovecharme de que tú me trajiste hasta acá y me ayudaste a entrar, me aproveché y s-si, estuve... consciente, en cierto punto, pero lo estuve y en serio lo siento. No es normal que invites a un amigo a beber y que después prácticamente te salte encima hah —rió, nervioso. Tenía el corazón apretujandole en la garganta y oía sus pulsaciones en sus oídos, molestando y nublado su audición. Era una sensación muy extraña y le asustaba pensar que estaba así de agitado por una tonta explicación en la que para colmo seguramente le estaba yendo pésimo— Mucho menos si... los dos somos hombres... hah es... e-es tan asqueroso ¿no?

Se le aguaban los ojos y si que podía volver a sentir la mirada ajena clavada cual cuchilla en su persona, poniéndolo peor de lo que estaba. ¿Era muy obvio? Oh, claro que lo era, todo el tiempo y sabía que tarde o temprano Ben empezaría a destaparse los ojos y le trataría como el idiota que era, le diría las mismas cosas feas, lo que solía decir a broma a las primeras semanas de conocerse; que sería tan desagradable y asqueroso que fuera gay, no, encima y que para colmo se fije justamente en él.

Bien, lo peor era que sabía que si se le escaba algo no iba a poder tirarse por la ventana, pues tenía una imagen fuera de esto, una tonta imagen, dos jefes dolorosos encima y trabajos estables que mantener. Era triste saber que se torturaría cada día en el set si Ben estaba allí para hacerle la estadía un piso de clavos que debía de atravesar descalzo.

Ese era su peor y más negativo escenario por supuesto. Aún no sabía si debía de plantearse la idea de recién pensar en que podría salir todo bien. De algún modo.

—Hm... lo es. —se atrevió a decir Ben una vez regresó a tomar la compostura en aquel sillón, pero decidió mejor apartar su vista— Lo es. —repitió entre una sonrisa torcida y amarga. En esta situación, esa afirmación le caía como patada en el estómago.

Sabiendo que el ambiente les carcomía, los murmullos de Bennett resonaron y sus intentos por parar los balbuceos le llevaron a levantarse de su sitio para ir a mirar para afuera en el ventanal, acariciando la cortina a un lado mientras se mordía la boca y encogía las cejas. También llegando a observar a sus perros tan dormidos a un lado, casi detrás del sofá.

—Es por eso que sé... que siempre me mantienes a raya. Soy tan... tonto a veces ¿te das cuenta? —Bennett llevó su mano hasta el ventanal, pegando su frente a un lado. Luego se volteó y recargando su espalda allí, alzando su vista al techo— No digo que no sea extraño que te bese sin motivos, que te permita a ti incluso hacerlo. Pero... es simplemente q-que te.. te aprecio, si, de la misma forma en que tú lo haces. No me gustaría perder una amistad... me tomó tanto que seamos amigos y... no lo sé. Esto es sólo que... me confundí. Sí... eso todo.

—¿Te confundiste? —Ben apretó los labios luchando por mantenerse tranquilo, el menor lo ponía tenso con tanto parloteo innecesario y sus balbuceos raros— Ya veo. —murmuró rodando los ojos.

—Sí, eso. En serio. No es que...

—Pues qué mierda. —le interrumpió el mayor.

—¿Qué...?

—Excusas. —dijo Ben— Tus excusas dan más asco que tu voz chillona.

—No son excusas. Es en serio. —replicó Bennett— Simplemente... me confundí por tantas cosas y... es eso.

—Qué novedad. —el pelicían rodó los ojos— Empezaste bien, y siempre terminas hablando demás, puras tonterías.

—¡Hey! Al menos estoy esforzándome por hablar contigo. —le dijo Bennett suspirando mientras fijaba su vista en el moreno— Tú quieres explicaciones y siquiera me hablas, llegas y te enojas solo. Me críticas y no me aclaras porqué después me tratas como si no hubiera pasado nada. Me importa lo que pienses y trato de no sonar mal... p-pero... a mi también me molesta esto ¿lo sabes?

—¿Y qué? Yo no voy a decirte nada hasta que me hables con la verdad. Deja de pensar en lo que te pueda decir, maldita sea. ¿Por qué mierda te importa tanto? —bufó el moreno, apretando los labios.

—¿Y por qué no me importaría? S-Se supone que somos amigos, ¿o no? —farfulló el menor.

—Se supone... —murmuró Ben de la misma forma— bueno, lo somos... lo estaríamos siendo de no ser porque no puedo entender qué pasa en tu cabeza, joder. ¿O es que acaso a todos tus amigos los besas así como así con la excusa de una borrachera? Ah cielos.

—Ah no... no.. nunca. —Bennett negó casi con tanta seguridad como con nervios— Es que tú... eres otro tema.

—Oh genial, otro tema... soy especial ahora. —dijo Ben con cierto tono insinuante e indiferente.

—Mmm... bueno —el pelivioláceo se encogió de hombros, apretando la boca con molestia— siempre lo has sido. —murmuró para si mismo, y tras sacar eso de su sistema pudo sentir como se aliviaba levemente.

—Así que si lo soy... —la voz de Ben salió amarga ante lo que sus oídos pudieron oír. Quería sonar mejor, pero estaba atrapado entre dejarse fluir o ya de por medio protegerse tras una barrera antipática de nuevo al notar la sinceridad forzosa en el menor en edad— Eso tiene algo de sentido. Siempre te vi divagando en el otro camino, y resulta que...

—No, no... —trataba de negar Bennett moviendo sus manos de un lado a otro.

—¿Entonces te gusto?

—¡¿Qué?! ¿P-Por qué me preguntas eso? Es obvio que... hah es obvio que.. —exaltado Bennett respiró, exhaló, y se calmó. Porque esa risa confiada bañada en nervios parecía más bien un último suspiro antes de la muerte— Uhm... claro que no. Eso es.. tonto. Sería absurdo ¿no?

—Para mi lo es... pero ¿qué hay de ti? —Ben levantó una ceja. Sentía que se le inquietaban las manos y tenía unas fuertes ganas de pararse, agarrarlo de los hombros. Porque si este no le decía directamente, iba a terminar siendo él quien acabase por gritarle a la cara las ganas que le tenía.

¿Por qué no lo hacía? Porque no quería ser él quien admitiera algo así, antes iba a tragarse su propio veneno y la rasposa sensación de un sentimiento irritandole desde dentro en lugar de echar a perder todo.

—¿De mi? Ah... para mi... no lo es. —suspiró Bennett en medio de una debilucha sonrisa.

Tras las horas entre charlas sin tanta profundidad, ambos ignoraban ya el sol posarse con fuerza en el cielo, sin notar la hora. Sentados en el mismo sofá y sofocados por los silencios prolongados de cada uno. Bennett al borde de los nervios, sintiendo sus labios temblar y sus ojos aguarse, trataba de no hablar de más, pero tampoco hablar menos. También sabía que tanto postergar hablar de frente, con puntos fuertes, terminaría llevándolos a un escenario como este.

El silencio de Ben era sepulcral; y cuando su voz relucía retumbaba en los oídos de Bennett, quien se erizaba al ser que era el moreno quien hablaba, y a su diferencia era frío y certero, tocaba un punto exacto y se callaba de ser necesario. Primero atacándole directamente con palabras dolorosas y maldiciones de por medio. Después parecía que se abría un poco y dejaba ver sus emociones, hasta que se frustraba y le evitaba mirar a toda costa, suspirando con irritación, peinándose el pelo y apretando los dientes.

Los peor es que los dos no aprendían, Bennett tomando un jugo simple y Ben hundiendo sus malestares en una cerveza de menores grados. Mientras hablaban.

—Yo también lo siento... —terminó por decir el peliturquesa, suspirando tras mirar al techo— Olvídate de lo que sea que te he dicho ya. Siento como el estrés viene a rendirme cuentas, otra vez... —mencionó llevando una mano a su cabello— aunque de algún modo he aprendido a estar tranquilo cuando estoy... contigo.

—Yo creo... que me pasa algo parecido heh. —sonrió el pelimora cuando ya había empezado a florecer un silencio de esos que eran agradables, en donde podía cerrar los ojos y despejarse por unos segundos. Hasta que sintió, una mano en su hombro, y observó la vista del moreno lucir agotada, en derrota posando una torcida sonrisa en sus labios— ¿qué s-sucede?

—¿Sabes? Siempre creí y me he mantenido firme a que la vida está determinada. Que lo que te toca, te toca. He estado tan acostumbrado a vivir de ese modo. Mierda, acabas de desordenar, como siempre haces, mis malditos planes. —Ben apretó los dientes, sintiendo el pecho apretarle. Al final, iba a hacerlo, ya no aguantaba que el menor le diera tantas vueltas— Se supone que soy un jodido hombre hecho y derecho ¿si... si me entiendes? He tenido experiencias que me han hecho ser este tipo idiota que ves enfrente; tan frío, materialista y estúpido, que vivía de apariencias, tenía una vida plana y sinsentido, si-siempre creí que era así, sé lo que haré mañana, lo que pienso hacer. Siempre he actuado de ese modo y me esfuerzo en que eso no cambie. —mencionó, no sabiendo si le ardía la garganta por la cerveza o por el dolor emocional que le producía tener algo más de sinceridad frente al menor— Pero... de pronto tú sólo apareces demostrando que la vida no funciona así. Que puede tener altibajos, que es impredecible...

—¿Mmh? Ben, eso es...

—¿Me estoy dando muchas vueltas? —interrumpió el mayor, observando a Bennett negar con la cabeza, haciendo una mueca— Ah qué puta mierda. Deja de mirarme así... —habló, apartándose el flequillo de la frente.

—Lo siento... no te... n-no te interrumpo. —Bennett sonrió algo nervioso. Ahora con dos manos pasándose en sus hombros y la mirada rígida de Ben en frente, de esas miradas tan profundas que le dolían, le transmitían tanto, haciéndolo temblrar ¿qué estaba pasando ahora? La cabeza empezaba a darle vueltas.

—Te estás volviendo alguien muy importante en mi vida... —dijo Ben bajando la vista ¿era posible que escuchara su propio orgullo torcerse ante estas muestras de sinceridad tan dolorosas? No estaba seguro, pero no iba a marcharse de aquí hasta sacar todo eso que tenía dentro, esas sensaciones molestas que lo atormentaban tanto— hah Bennett, y yo que pensaba que eras sólo un tonto niñito metiche, un idiota que bien sabe como portarse para hacerme creer que quien está mal aquí soy yo hah y es que encima... —jadeó mirándole a los ojos. Consiguiendo una mueca de nervios y sumisión en él—... creo que me cuesta aceptar todavía, que a pesar de lo mierdoso que me resultas a veces, tú eres... eres... sencillamente precioso, por dentro y... por fuera.

El menor vio una sonrisa ¡su sonrisa! Bennett quería moverse, decir algo o darse un pellizco para asegurar que no se habia dormido en el sofá otra vez. Pero no, eran golpes de realidad tan extraños. Ni mirando a Ben de frente encontraba algún indicio de que fuera una broma, pero ¿no lo era? ¿Estaba ido? No hallaba mucho que preguntarse. Estaba temblando. El pecho le apretaba y la respiración caliente le raspaba la garganta.

De pronto no sabía como tras poder oír un suspiro escapar de sus porpios labios, sus mejillas ardiendo y sus manos temblando le hicieron notar que no era el único en un estado de alerta. Ben le miraba serio, pero sonreía, ocultando sus emociones tras el agarre rígido en sus hombros.

—¿Es... estás siendo sincero? Esto es... —Bennett desvió la vista inhalando y exhalando con levedad y dificultad— Ben... por favor no juegues conmigo así...

—No estoy jugando, no bromeo, ya no... —bufó el mayor acercándose más hasta notar como poco a poco iba perdiendo el control de la prudencia de sus acciones. La cercanía entre ellos o en su persona, acaparando el espacio ajeno— Maldición, Bennett... mira como me tienes, hah ¿qué me has hecho? —rió frustrado, bajando sus manos de los hombros ajenos para posarlas en los brazos del chico, reteniéndolo y manteniendo este agarre como su propio soporte— T-Tú con tus miraditas tontas, tu carita bonita y tu... tu forma extraña y curiosa de ser... haces que me olvide de todo.

—Oh yo... yo...

Bennett quería decir algo, pero no evitaba que su sonrisa creciera, aunque el pecho le saltaba y si respiración se agitaba de la emoción. No iba a alegrarse tanto, seguramente tan solo trataba de decirle lo mucho que le estimaba, una estimación tan... tan... distinta a las que estaba acostumbrado. Cuando lo miraba a los ojos el brillo en estos orbes verdes cansados, le hacía sentir ligero y nervioso, le hacía creer que podía ser sincero y no tener miedo de ello aprovechando la situación.

—Eres una caja de sorpresas, m-me fascina escucharte porque siempre dices algo que me hace creer que he sido tan ignorante. Incluso si el sesenta por ciento de lo que digas suele ser muy estúpido y me hace creer que en lugar de veinte tienes un par de años menos hah. —Ben se acercó transmitiendo sus emociones retenidas con sólo una mirada, apretando los labios— Yo he aprendido a soportarte... no, digo que he aprendido a acostumbrarme a ti y creo que... puedo acostumbrarme a ti... por mucho tiempo más.

—Eso... suena bien, viniendo de ti. —mencionó Bennett mirando a cualquier otro sitio, trarando de ignorar la cercanía, de no emocionarse, de no tensarse. Pero era inevitable, cuando regresó la vista se encontraban peligrosamente juntos otra vez. Subió sus brazos por la espalda de Ben, acomodándose lo suficiente en el sofá para mirarle de frente.

Otra vez se encontraba en una situación similar, tirando a decir o no decir, a hacer o no hacer. Pero la sobriedad estaba presente, los nervios a flote, el ambiente grueso y tranquilo rodeándolos. Se sintió libre de suspirar, de cerrar los ojos un par de segundos. Hasta que una respiración cerca le hizo sobresaltar, regresando.

—Uhm... verás, es que no soy bueno con las palabras. Al menos, no con buenas palabras. —admitió Ben subiendo su mano para acariciar la mejilla izquierda del chico. Reteniendo la frustración del momento y el palpitar agitado en su pecho— pero quiero que sepas que no estoy jugando. Y que no te soy indiferente en ningún sentido...

Sus ojos se cerraron, y Bennett se mantenía inerte ante las acciones ajenas. Relajándose tanto al comprobar por primera vez un positivismo en la situación, en sus acciones. Sus ojos se aguaron nuevamente y sus brazos se colgaron del cuello del mayor, girando se cabeza y riendo entre suspiros.

—Ah yo... yo tampoco. —habló el menor, casi tan ansioso como el contrario.

Finalmente después de tantas emociones mezcladas y dolores de cabeza palpitantes. Sus labios chocaban, quizá luego de marcar una indirecta confesión seca de sentimientos, pero rebosante de calma, de emociones retenidas que salían a flote.

Pronto Ben le atrapó con la boca, bajando sus manos hasta abrazarle por el torso, colándose sobre él, que trataba de seguir ese ritmo desesperado y tan contradictorio de sensaciones.

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TvT sigo amando estos capítulos, ah<3

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