•°~°Capítulo 48°~°•

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

─▪「Porque Bon había dejado de ir tras lo imposible en cuanto se dio cuenta de que el problema no era Bonnie -en su totalidad-, sino él, que su insistencia era sofocante y que no importaba lo que hiciera, no iba a lograr más que aumentar ese odio que poco a poco el pelimora le fue teniendo conforme pasaban los años. Y lo sabía, los pasillos se hacían helados al caminar solo y cansado, era una eternidad de molestia.

No tenía tiempo para la vida social cuando su rendimiento académico iba peligrando tras su desgaste por levantarse de todo el daño que le hizo y que recibió a cambio.

Al menos, esa era la conclusión a la que había llegado. Ya no valía la pena seguir haciéndose daño y hostigando a alguien para el cual no significaba absolutamente nada ahora. Bonnie tenía fama de ser obstinado, y hacía bastante tiempo que verlo enfadado se le hacía inquietante, cuando aún recordaba a ese amable adolescente tranquilo y amable.

Cuando venía llegando al área de Teoría y composición, supo que por más que trate iba a encontrarlo siempre. Él no había conseguido sacarlo del campus y sin embargo no sabía si estaba muy feliz con eso, porque Bonnie le negó la mirada y cuando pasó a su lado el frío de su ignorancia dolía más que nunca. Pero se acabó, su mejor amiga tenía razón y no podía dar un consejo sin seguirlo él primero. Bonnie había sido cruel y nunca pensó en como se sentiría al orillarlo a portarse como un idiota sólo por llamar su atención, si lo dejaba, estaba seguido de que podía soportar saber que estaba en boca de tantos y no sentir que le correspondiera.

— Ese... idiota. —murmuró Bonnie.

Bon hizo un gesto cuando le escuchó murmurar y se detuvo a observar, daba igual de que modo, le gustaba y escuchar su voz tan suave decir groserías era algo parecido a una dosis diaria.

— Uhm. —asintió, restando importancia a aquello, pasó al aula y allí se encontró con un pequeño vacío al ver los grupos de a dos separados por largos espacios de uno a dos bancos. Él siempre iba al centro, normalmente cerca de la ventana, pero por lo general en esta área, solía sentirse muy solo.

No era al único, tras un largo lapso de silencio por otra parte cierto pelimora iba mordiéndose el labio, empuñando las manos y tapando con sus algo empañados lentes su mirada inquieta y nerviosa, tan enrabiada por su comportamiento que podía pisotear a quien tuviera en frente con tal de no desquitarse consigo mismo -como era recurrente hacer-, porque solía ser él quien causaba sus malos momentos y quien no quería arrepentirse. Era huraño y orgulloso, y eso era una mierda de doble filo que lo hacía ser interesante a la vista pero no era más que un antisocial rodeado de problemas. Alguien que sentía perderse a si mismo, su escenia y originalidad, no era... tan real como antes y aquello lo fastidiaba tanto.

— ¿Extrañas a tu amiguito? —se burló su colega azabache de al lado, con un tono amargo y titubeante, rodando los ojos. Bonnie gruñó, apretando los puños, y le lanzó una mirada dolorosa indicando que se callara— Porque eso parece, lo ignoras y le tratas mal, pero pareciera que buscas que te responda para sentirte tranquilo. Eres demasiado difícil de leer, pero ese comportamiento es muy común cuando alguien quiere atención.

— Cierra la maldita boca. —bufó Bonnie— No me importa nada de lo que pase con él, estoy feliz de no ver a ese tonto.

— Pues no se nota, pareciera que te preocupa. Han pasado semanas, y te ves peor que de costumbre. —sonrió, cuando Bonnie apretó los labios— Debe ser taaan complicado guardarse esa preocupación detrás de esa máscara de indiferencia ¿no?

— Se acabó, no quiero escuchar esta mierda otra vez. —empezó a adelantar más la caminata, mirando a un lado.

— Soy tu único compañero, y el guitarrista ese tiene más atención desde que dejó de perder el tiempo con sus mariconadas, y sobre todo, de molestarte, pero tú no pareces contento, te ves... mal. —bufó— No sé que pensar al respecto... —comentó otra vez, siguiéndole el paso— Algo me dice que te importa, y que lo extrañas. Es tan molesto, empiezo a creer que eres igual de rarito que él.

— ¡Cállate! ¡ya cállate! —Bonnie se giró a mirarlo, con molestia, sus pupilas estaban algo dilatadas y sus manos empuñadas, indicando su molestia ante eso— Te dije que no, maldición. Déjame en paz, no me molesta para nada empezar a caminar sólo si me sigues jodiendo así.

— A veces me das más asco que tu enamorado. —murmuró— Eres orgulloso, hiriente, arrogante y estúpido, crees que eres mejor que nadie por ser talentoso, pretendiendo que estar solo y tragarte tu basura te hace aprender de eso. Pero eres simplemente una mierda de persona. Te divierte hacerle daño a ese idiota marica, pero en el fondo no soportas que deje de ponerte atención, pareciera que en serio necesitas de eso. Eso levanta tu inquietud. —habló, causando que su acompañante lo mirase con incredulidad— Claro, así tienes con quien desquitarte cuando te he conocido desde hace tres años y sé que realmente quien más rabia y asco te da eres tú mismo.

Ante eso, Bonnie se detuvo, frunciendo el ceño aun, pero abriendo los ojos con inquietud, apretando los dientes y empuñando las manos. Todo eso era verdad, y mierda, ya no soportaba esta situación, era demasiado complicado」▪─

Tras un ligero corte, otro par de escenas extrayendo el ambiente tenso y reubicando a su personaje en el amplio de la soledad tras de un árbol, volvió a sentir que sus impulsos cedían. Solía emocionarse sólo, mordiéndose la boca y esperando su posición.

A Bennett esas escenas solían darle gracia, aunque después todo el peso de la emoción se albergaba en su pecho, era bastante extraño sentir que la vida aburrida y dolosora de su personaje no era igual a la suya y sin embargo, sus perspectivas insuficientes y solitarias si lo eran. También, ver a Ben segundos después, expresando un aire juvenil y un dolor bien acomodado en su mirada, terminaba haciendo que sus sentidos funcionaran a cien por hora; teniendo que estabilizar a su personaje y a si mismo, tenerlo tan cerca y a la vez tan lejos, era algo que le dejaba un sabor agridulce invisible.

Sus diálogos anclados a un material simple y un objetivo claro, las ideas marcadas y el trasfondo encima, era algo que parecía no ir a ningún lado pero que a la vez transmitía, demasiado. Supo que podría poner de su parte sólo porque la improvisación rápida de la emoción le indicaba protagonismo al silencio, al ambiente y a las sensaciones abrazadoras, como si todo lo demás no existiera y como si en verdad pudiera olvidarse de que había alguien más fuera de su personaje. Los sentimientos confusos y el orgullo eran algo tan difícil de lograr manejar, eran algo que destruía y contribuía a una pelea entre si mismo.

Ben frente suyo le daba un objetivo más que claro, algo que había entendido desde hace un tiempo. Algo que estuvo tan bien planeado y algo que lo tenía queriendo reflejar positivismo interior. Era por eso que... podía esperar lo que haga falta por él, porque la lección la vivía cada vez que sus miradas chocaban, cada vez que eran alguien más y que la emoción acentuaba el revuelo en su estómago tras otro corte de escena, acabado por una felicitación y una palmada del azabache detrás de todo esto, indicándoles que habían logrado la perspectiva que él tenía en mente.

— Waah ya me di cuenta de que... lo hace a propósito. —murmuró el pelivioleta una vez estiró los brazos para luego suspirar, mirando a un lado al pelician, quien fruncía el ceño— ¿Pasa algo?

— Nada. —soltó, mirando a un lado. Cielos, él también lo sabía, también lo sentía. Toda la niebla que bloqueaba su claridad solía esclarecer una vez miraba a los ojos del pelimora, pero sin embargo, no lo veía a él; sino a un reflejo de si mismo, una lección tan clara, que le resultaba hasta molesta.

Bennett también era malditamente bueno en lo que hacía, sin duda, pero no se atrevía a decirlo, al menos no ahora.

─▪「El tiempo se hacía lento y aburrido. Se sentía tan solo, tan extraño. Llegaba a desconocer quien era la persona que veía frente al espejo y a la cual le gruñía como si fuera su peor enemigo. No lograba entender qué era lo que le estaba pasando, pero poco a poco, pasando los días y semanas, empezaba a estar cada vez más aislado de si mismo y a la vez, quienes eran sus amigos -bueno, algo cercano a serlo- también se alejaban, mirándolo como un bicho raro y tratando de decirle algo que no lograba entender.

Perdiendo ese único sustento, no hallaba nada más a parte de desquitarse consigo mismo, cosa que empezaba a inquietarlo.

— Esto es su culpa. —bajó la cabeza, tapando sus ojos con la mano, una vez se quitó las gafas y trató de peinarse el pelo con algo de agua— Claro, como ahora todos... me ven, ugh soy... soy yo el malo. —Bonnie gruñó, apretando los dientes antes de mirarse al espejo en frente.

Tenía unas algo notorias ojeras, el pelo despeinado y una expresión cruda y molesta a pesar de que trataba de ocultar bajo el agua la desesperación que se concentraba en él al no poder ordenar sus ideas. Y la mirada de ese chico regresaba a atormentarlo una y otra vez, era asfixiante.

Había logrado alejarlo, aunque de una forma en que tuvo que joderse a si mismo, pero lo consiguió al fin y al cabo. Vaya cobarde que era, se marchaba como un perro derrotado de la noche a la mañana, como una víctima de lo tan malo que él podía llegar a ser si estaba cegado por la rabia y el odio en su propia vida. Y sin embargo, estaba aquí aún peor que antes, sintiéndose inconforme y observado, asqueado e impotente. Maldición, estaba enojado y no controlaba nada a su alrededor, no podía seguir con esto si cada que se paseaba sólo por ahí algo en el molestaba y le inquietaba.

Había algo que le nublaba la razón, diciendo que era culpa de él, no suya. Bon tenía la culpa, por ponerlo tan tenso con sólo mirarlo con esa mal fingida cara de pena y nervios, por hacerlo entrar en un estado de alerta cuando con sus rarezas venía a sonreírle y a asfixiarlo. No lo soportaba.

Ni lejos lo dejaba en paz. Pero iba a encargarse de eso, no lo aguantaba más y necesitaba ¡cielos que si! Necesitaba salir de ese agujero emocional aún si debía tomar cualquier medida, porque tenía razón, siempre tenía razón. Su reputación era la misma mierda que él quería provocarle a alguien más, y la miseria en la que estaba era... una basura. Fue luego de eso, en que se cuestionó ¿desde cuándo era tan importante lo que los demás pensaran? ¿desde cuándo estar encerrado en si mismo era normal?

Corrió a la salida, y cuando lo encontró entre el tumulto de universitarios lo agarró con fuerza y lo arrastró con molestia hasta aquel sitio repleto de ramales al lateral del primer edificio de la facultad. Garantizando que nadie los viera, refunfuñó al mirar a los lados y tras un silencio, apretó la correa de su guitarra mordiendo su labio inferior. Tenerlo en frente otra vez, le provocaba tanto repudio. Su estómago se comprimía y la mano que empujaba contra la pared le estaba temblando ¿qué era... eso?

— Ah, yo... —Bon balbuceó, levantando una ceja y agachando la otra, con la boca curva y una expresión inquieta. Hasta que sus ojos se conectaron y ese verde miedoso pasó a ser uno de resigno. No tenía caso. Apretó el mango de la guitarra que traía en mano, desviando la vista— ¿qué estás haciendo?

— ¡¿Qué estás haciendo tú, tonto?! —le saltó de pronto, encarandolo con enojo, gruñó y terminó golpeando su otra mano en la pared, lo más cerca a la altura de la cabeza del otro. Ser impulsivo nunca fue una de sus cualidades, y le asustaba cuando no lograba entenderse— Ni siquiera lejos eres capaz de dejar de molestarme, maldita sea. Ya no soporto tu cara de pena de mierda, todos me miran mal por tu culpa, eres un... tú... es que es tu culpa.

— ¿Qué dices? ¿Por mi culpa? —frunció el ceño— Ya te dejé en paz, hace mucho tiempo ¿qué más quieres? Sólo buscas excusas para culparme.

— Maldición. —Bonnie bajó la cabeza, agachando el entrecejo y mirando a un lado. No podía con esa, esa sensación de vacío e inconformidad, esa rabia y esa confusión que lo tenían aquí otra vez. Detestaba que tuviera razón. Porque ahora lo buscaba, con mil palabras en mente, y de su boca no escapaban más que insultos injustificados. Claramente nunca fue alguien de muchas palabras, y ahora que hablaba lo suficiente, sólo se defendía mediante la ofensa.

— Creí que estarías feliz. Entiendo que hice mal al acosarte, te pedí disculpas y me alejé, al fin y al cabo, fuiste capaz de hacer lo que sea para sacarme de encima. Y lo lograste. —Bon lo tomó por los hombros, quiso aprovechar ese momento de debilidad y lo apartó, esquivando su mirada y apretando fuerte el estuche de su guitarra— Lo que sea que haya pasado contigo, no hay manera de vincularme con eso. Tú y yo no hemos tenido nada que ver en semanas. Permiso.

Bonnie se tensó, una parte de él tenía tanto enojo, pero la otro estaba tan ligada al raciocinio común que, no fue capaz de hacer más. Quería llegar a la conclusión de que era su culpa, de que por su culpa se sentía como una mierda, se sentía como un idiota, actuaba como un idiota. La preocupación excesiva terminaba ahogándolo y cuando menos se dio cuenta, lo sujetaba de la muñeca, frunciendo el ceño y no sabía si agradecer o lamentar su poca fuerza, porque la intención de romperle la muñeca estaba ahí.

— Sé... que es tu maldita culpa ¡lo sé! —refunfuñó, empuñando su otra mano— Siempre ha sido tu culpa, todo. Siempre... eres tú. —apretó los dientes, mirándolo fijamente, su inquietud podía traspasar el lente delgado y opacado de sus lentes, con tal de transmitir esa miseria interna y esa rabia propia que lo tenían tan mal. Convenciendose a si mismo que alguien más era la causa, justificandolo. Culpandolo por no saber como sentirse y aferrarse al enojo— J-Jodido marica.

— ¿Marica? ¿Mi culpa? —Bon se quedó quieto, regresando un par de pasos— Dices que es mi culpa ¿y por qué? Si bien talvez fui parte de la causa, yo no te convertí en lo que eres ahora. Y por más que intenté... ya me dejaste en claro que no vas cambiar, ni por ti mismo. Sé que no te gusta que te hagan ver las cosas, así que si quieres seguir en tu propio mundo, está bien. Tampoco es como si haya tratado de cambiarte.

— ¿quién te creer para venir a darme sermones? No eres tú el más indicado para hablar de esa mierda. —lo apuntó de forma amenazante, frunciendo el ceño.

— Ya no sabes que decir. —suspiró, tratando lentamente de acercarse, con nerviosismo. Si mantenía la serenidad y la seriedad, de algún modo, Bonnie parecía no reaccionar tan mal ahora— Escucha, dejemos esto hasta aquí. Tú mismo quisiste sacarme de tu vida, y lo hiciste. Creo que esto... fue innecesario y extraño viniendo de ti. Aunque siempre me espero algo inusual si eres tú. —miró a un lado, murmurando eso último como un vago pensamiento— Mejor hagamos que nada pasó ¿te parece así mejor? ¿Si quieres hasta fingiré no conocerte?

— ¡No me trates como a un niño, marica! —gruñó, empujándolo con enojo para luego tomarlo de la camisa— ¿Qué cómo es tu culpa? Tú me hiciste esto, todo el tiempo... ¡tú! ¡tú! Tsk —apretó con más fuerza, mordiendo su labio— Por tu culpa... me veían como bicho raro, me irritas, me jodes cada día y aún cuando estoy tan contento poe librarme de ti... sigues causándome más problemas ¿por qué siempre estás ahí?

— Q-Que yo sepa no he hecho nada desde entonces. Ni me he acercado, ni te he dado un motivo para seguirme odiando. Distinto a ti... —tragó saliva, si bien el otro no era amenazante en ese estado de desesperación infantil, no lograba mirarlo a la cara sin trastabillar en su propia seguridad—.. eres capaz de hacer cualquier cosa para salvarte a ti mismo, incluso exponerte con tal de que te dejara en paz... ya no eres ese espíritu libre e independiente que recuerdo. —bajó la vista, torciendo los labios— Me pedías alejarme, y ahora que lo hago ¿no me dejas? Vaya que está siendo complicado hehe. Es difícil comprenderte bien.

— No necesito... que me entiendan. —Bonnie sintió sus ojos calentarse, inquieto lo soltó y terminó mirando a un lado, jadeando ante el susto que le provocó ese revuelo de emoción. El cambio de voz del peliceleste y la forma en que trataba de idearse algo para contrarrestar que... tenía razón. La tenía, maldición— T-Te odio.

— ¿Me odias? —se sorprendió por esa repentina respuesta, pero que evitara mirarlo terminó haciendo de él un manojo de nervios. No sabía que pensar, era de las primeras veces en que decía algo así con un tono titubeante, sin mirarlo a los ojos, era... tan impropio de él, al menos de este nuevo él— Ah claro... —suspiró, rascando su nuca antes de mirar a un lado— no es necesario que lo digas. Eso ya lo sé.

— ¿Por qué... actúas como si no te importara?

— ¿Por qué tendría que importarme? Ya no tengo quince años, Bonnie. No creo... que escuchar esto una vez más haga la diferencia. —se peinó el pelo, con resigno, tomando una bocanada de aire en busca de relajo— Todo lo que querías era lastimarme y que te dejara en paz, y lo hice. Puedes ser muy cruel y despiadado cuando estás realmente enfadado ¿sabías? Es... agotador oír eso cada día. No tienes que buscar una excusa ahora. —sonrió— De todas formas, me basta con escuchar tu voz. Extrañaba tenerte tan cerca.

Para antes de que se fuera le sorprendió sentir un fuerte apretón en el brazo, un agarre repleto de presión temblorosa. Se detuvo, sólo para encontrarse con esa expresión hundida en confusión y enojo, mismo que a la vez lo hacía temblar y que conseguía hacer de Bonnie más inestable de lo que aparentaba estar respecto a sus emociones insólitas peleándose entre si. Su mirada brillaba y sus labios estaban presionados formando una línea curva.

Como si todo hubiera sido una tontería, Bonnie lo soltó al momento en que no hubo más por decir. Su expresión cambió de ascendente confusión bañada bajo un manto de abundante rabia, a una inquietud malesta que le caló cada nueva sensación que llegaba a él al instante en que sus miradas se conectaron y Bon por primera vez pudo ver algo distinto en el chico que era el mayor; sintió que, después de mucho tiempo, los ojos desconcertados y luminosos de Bonnie demostraban que había algo más que rabia e insultos. Después de todo, siempre parecía ansioso e intranquilo.

Pasó rápido quizá, pero Bon no fue capaz de hablar o bromear al respecto, sus sentimientos encontrados le impidieron darle una lección al verlo demostrando una brecha de vulnerabilidad, sólo podía sentir que lo mejor era el silencio y aparentar que el pelivioleta ganaba con esas acciones. Lo que sea que le quizo recriminar, cual sea su razón de actuar ahora, Bonnie parecía de lejos, estar desestabilizado entre sus emociones y sus acciones.

— No me toques. —espetó casi al instante en que volvió en si y la sensación de las manos gruesas y rasposas del otro en sus hombros le fue suficiente para volver a choquear su comodidad. Torciendo los labios, apartándolo.

— Ah si, perdona. —dudó Bon.

— Ya... Y-Ya lárgate. —siseó nervioso Bonnie.

Era tan infantil. Toda su determinación, las palabras que se grabó en mente, los insultos, las acciones, la presión. Todo se fue al carajo cuando esa misma emoción en desorden lo atacó otra vez, disfrazada de una turbada rabia buscando sustento para mantenerse fija y palpable.

— Era lo que pensaba hacer hasta que me agarraste del brazo. —Bon sonrió, bien, no era bueno ocultando las emociones que le gustaban. Y verlo tan indefenso tratando de desprender enojo por algo sin intención, era un buen segundo comienzo tras no haber intercambiado palabras desde hace tiempo. Pero a la vez instalaban en él una sensación amarga de incertidumbre— Creí que serías tú quien querría hablar. Por algo me retienes.

— ¡No te estoy reteniendo! —atacó dando un paso furioso al frente para encarar al centímetros más alto joven que tenía en frente. Los puños le temblaban y esa presión en el estómago lo tenía echando humos cuando veía que nada de lo que hacía lograba asustar al moreno, y que sus palabras sólo le estaban dando pena a si mismo— Te dejo en claro que ¡mierda! Sea que lo que sea que estés haciendo ¡para ya!

— Hey, hey. Tranquilo. No estoy haciendo absolutamente nada. —le calmó poniendo sus manos en frente en signo de defensa, demostrando poco como la cercanía lo ponía nervioso.

— ¡Estás jugando conmigo! Cada vez es peor... no te soporto. Maldita sea. Todo es tú y tu jodida basura, no es lástima, ni que me importara, pero... yo sólo soy... tan tonto.

— ¿Qué? ¿y ahora de qué hablas? —dudaba Bon.

— No puedo con está mierda. —Bonnie tembló.

— Pero en serio, no tengo idea de a qué tema te fuiste. —negó con la cabeza, buscando una manera de apaciguar la catarsis entre la desesperación ajena y su inquietud—. Bonnie, ya paré de tratar de llamar tu atención. Creo que todo este tiempo he tratado, entenderte ahora es más difícil de lo que imaginé. También tengo límites. Y al parecer... tú aún no tienes el tuyo. Te estás haciendo daño. Deberías dejarlo y pensar para mejor.

Murmuró eso último, con sólo ver el desarreglo emocional del mayor, sus ojos abrumados en irritación y sus labios temblando tras una mueca de ira descolocada. Iba tiempo, tanto tiempo. No recordaba que tantos puntos era capaz de sobrepasar, el chico tierno que conoció era sólo una fase sobre la amargura y altanería de un chico al que no le importaba nada ni nadie. Compartieron intereses similares, intercambiaron sensaciones y creyó que lograba conocer más allá del guitarrista huraño que formaba parte de una banda estudiantil, pero no.

— ¡¿Qué te crees que eres para darme lecciones?!

Farfulló. Siendo de la forma que sea, fuera lo que fuera. Al final terminó aceptando cada pequeña parte de él, incluso cuando descubrió ese odio por si mismo, cuando le trató de las peores formes y cuando se encargó de culparlo de las desgracias que sucedieron una vez cortaron lazos. Sin rendirse, todo había llegado hasta aquí. Ni forzando la brecha entre orgullo y genuina emoción, ni teniendo que ir más allá que un simple cortejo. Bonnie era un hueso duro de roer.

— Eres tan arrogante. —mencionó Bon.

Y ya estaba algo cansado de eso. Sólo necesitaba un descanso, y cielos, que Bonnie también. Este simple acto de impulsividad negativa y ansiedad abrumadora era una clara muestra de eso」▪─

— Uhh, eres tan arrogante. —repitió Bennett en broma, poniando sus manos en el pecho ajeno en cuanto el corte marcó un descanso a las facciones serias y le hizo sonreír al ver a Ben gruñir mirando a un lado— Me gustó, yo creo que si, pero me duele el entrecejo de tanto poner esa cara de amargura ¿cómo es que a ti no si andas así siempre?

— Como te gusta joderme. —torció los labios tras rodar los ojos y cruzarse de brazos una vez dejó el centro de la atención y se apresuró a peinarse decentemente el pelo— No siempre ando así.

— Sólo bromeaba. Aunque si va en serio mi pregunta, poner caras gruñonas me da dolor de cabeza. No es lo mío.

— Así es mi maldita cara así que acostúmbrate y cállate. —bramó con pesadez, mas en tanto sus pasos avanzaron, alivianó la mirada, de algún modo relajando la mueca infantil del contario.

Bennett aún tras el siempre cotidiano lapso de molestia en el moreno de piel que le reclamaba con sólo la mirada, se mantenía tranquilo y relajado después de acciones y gestos improvisados, su finalizado intérprete de difusas palabras en un ambiente hostil endulzado por imaginarios escenarios de calma terminaba relajando sus sensaciones incluso confusas hasta para si mismo, como una bruta y concisa distracción. Para él, el poder expresar negatividad injustificada era un método sencillo a aliviar el estrés y la inquietud, y qué mejor que empezar a comprender las intenciones de sus diálogos al aire y sus gestos tachados de un tema comprensiblemente difícil.

Volvió su vista al ahora distraído Ben, quien cada que acomodaba innecesariamente su cabello a los lados con los dedos iba haciéndole retorcer el estómago, con un calidez tan burbujeante que le impedía dejar de sonreír a pesar de que le dolía la cara. Definitivamente deseaba que con esa misma tranquilidad y el mismo revuelo tranquilizador y agradable, su día fuese a marchar tan cotidiano pero bueno como siempre.

— Como digas. —llevó sus manos tras su espalda, con una sonrisa plena en el rostro— Igual he estado acostumbrado a todo tú desde hace tiempo.

Esas palabras le sonaron tan torpes, pero de algún modo al pelicalipso le costó reprimir una mueca de ánimo. Venga a saber porqué de pronto regresaba a ser -desde que se lo encontró en la mañana- el mismo impetuoso resolutivo repleto de energía que de sólo mirarlo le jodía la vista y de paso la seguridad. Se quejaba, con todo, definitivamente, pero mierda que negar que le gustaba verlo sonreír de esa manera tan ingenuamente atractiva era como retroceder un paso y pisarse a si mismo.

Aunque ni lejos estaba de eso, Bennett era como su veneno y su antídoto al mismo tiempo. Era la razón del porqué no pudo dormir y del porqué estaba tan intranquilo e irritado, pero a la vez lo tenía con un calor impulsivo alimentando ese sentimiento de plenitud. Queriendo olvidar su postura y la gente a su alrededor para simplemente agarrarlo de esa ropa colorida y estamparle un demandante puto beso en la boca.

Y lo iba a hacer, a su tiempo, no iba a quedarse con las ganas.

Al mismo tiempo, cierto azabache apreciaba las tonterías que a lo lejos el par de actores iba haciendo, desde Bennett picándole el brazo para llamar incansablemente su atención, hasta el oji-verdoso gruñendo y palpándole el hombro para plantar una distancia entre los dos. Era tan abundante el ánimo que se le instaló al verlos mejorar su relación como compañeros de elenco a comparación del los años pasados, que se sentía orgulloso del cambio considerable que sus actores estrellas estaban teniendo estos meses, pero, olvidando eso, con toda su pena, Mike tuvo que interrumpir la reciente cercanía entre el guitarrista y el cantante para poder dar otras indicaciones una vez el equipó de escenografía entró en acción.

Sin duda la calma y concisión del trabajo era pleno y abundante una vez admiraba una apacible vibra en todo el set. Con un extrañamente feliz pelivioláceo sonriéndole a medio mundo en lugar de estar con una penosa y nerviosa aura alrededor y con el peliceleste ahorrándose la mala vibra y las palabras cortantes con al menos el cincuenta porciento de sus colegas.

Y ese fue sólo el principio, parecía ser un día ameno cargado de inspiración y buen trabajo. Cuando se fascinaba de la manera en que ambos compañeros parecían leer su mente para interpretar exactamente lo que tenía planeado, traspasando esa barrera ficticia y acabando con la lección aprendida grabada en sus miradas. Sabía que era difícil, que más que parecer dos chicos en un ambiente frío con emociones infantilmente profundas, debían parecer uno con sus problemas, con la idea de transmitir a través de esas acciones esos sentimientos y vivencias cargadas de información.

Le hicieron morderse el labio conmovido ante el cambio drástico y bien manejado de escena, plagado de esa escencia única en la que sentía que no sólo tenía la historia de sus personajes sino la propia de ambos al aprender de las acciones. Como siempre recibiendo ánimos implícitos del de orbes bermellón sintiéndose recompuesto al acabar la hostilidad y luego un par de réplicas y miradas inconformes demostrando indiferencia por parte del moreno que lo acompañaba.

Si, esos eran sus chicos favoritos. Verlos juntos contando una doble historia -una frente a las cámaras y otra fuera de ellas- era simplemente una emoción que iba más allá que el orgullo por una toma bien recibida.

— Mike nos felicitó tres veces, creo que iba a llorar. Y eso que ni siquiera llegamos a las escenas a las escenas tristes. —comentó el más bajito acomodando su ropa habitual para luego atar su un poco mejor peinado cabello en una coleta baja. Ben a su lado hizo una mueca, rodando los ojos.

— Ese hombre cree que aún estamos en la escuela.

— ¿Y no se siente así? Es como hacer una obra escolar, a mi me gustan. Yo recuerdo que empecé siendo un arbolito de papel maché. —con una sonrisa en el rostro luego de notar la gracia que provocó en Ben. El de tez clara se acomodó el chaleco gris sobre su camisa morada con rayas blancas horizontales, tratando de arreglar las mangas en sus muñecas y el cuello de la camisa de modo que no le moleste al ajustar el gorro del abrigo. La mirada fugaz que el oji-esmeralda le lanzó tras ese pequeño lapso, fue sin duda, algo que le regresó otro gramo de alegría el día de hoy— Oh, y luego te quejas de que yo te ando mirando con cara de tonto.

— Una mierda. Qué molesto eres. —murmuró, mordiendo su boca.

Irritado ante el comentario burlezco del menor, Ben rodó los ojos chasqueando la lengua. Fue en ese instante en que la bonita sonrida del pelimorado fue opacada al girar la mirada, topándose en su campo de visión una cabellera larga y anundante atada en un rodete, los mismos ojos ambarinos que recibieron su mirada a tope, le hicieron frustrar ese ceño fruncido por uno de inquitud. La misma amarga sensación de antes le caló en la tranquilidad y deshizo ese encanto en el que segundos antes estuvo considerándose atrapado.

— Bien, bien. Pero como estás aquí conmigo, asumo que me esperas para que nos vayamos juntos. —lo tomó del brazo, casi sin importarle que estaban aún en el set y como siempre no solían pasar desapercibidos como tal. Metió su mano al bolsillo de su pantalón, hasta que notó que no traía el móvil — ¡Ah! Mi celular, lo dejé en el camerino. Voy por él, tú no te muevas, espérame.

— Joder.

— L-Lo siento, ah si sólo voy y vuelvo. No me tardo. Espérame.

— No es por eso. Pero mejor apúrate o te dejaré.

— ¡Claro! —asintió, retrocediendo un par de pasos— Pero espérame, eh.

— Maldita sea. Como te gusta perder el tiempo, hombre. Sólo ve por el puto teléfono y cállate. —le dio un empujón cuando ya lo tenía otra vez al lado haciendo esas caras infantiles. Hizo una mueca, sin saber como responder a la curiosidad con la que el pelivioleta lo miraba a cada rato; lograba dificultarle el trabajo de mantenerse firme— Y deja de mirarme así.

— Ah... si, lo siento. Lo siento.

«Está raramente amable, pero con la cara de enojado de siempre». Se dijo a si mismo, en un pensamiento fugaz cuando llevó una de sus manos hasta su hombro, ni fuerte ni presionado. Ben sólo lo agarró de allí y le hizo adelantarse unos pasos tras ese empujón tan suavecito.

Él acabó asintiendo con obediencia disponiéndose a marcharse. Y no tardó ni cinco minutos cuando al final tras regresar al mismo punto terminó torciendo la boca en un afán por reprimir esa amargura en su garganta que bien sabía definir al ver la manera en que tras todo el escándalo de un director chillando y corrigiendo ante múltiples cortes de escena. Bufó, sólo al ver la manera en que intercambiaban palabras la ex pareja ahora localizandose con la pura mirada, como rivales.

No le molestaba en absoluto, pero era incómodo, y aún más cuando se encontraba a un par de metros de ellos y estos a la par ni se fijaban en su presencia cuano escuchó gruñir al pelicalipso y al final sus miradas se conectaron.

— Bennett. —nombró, y el sólo hecho de haberlo dicho de esa manera hicieron del más bajito un revoltijo de no muy gratas sensaciones. Normalmente no solían llamarse por sus nombres, y peor, cuando el mayor iniciaba un contacto suave palpando su hombro sin mirarlo demasiado— Espérame un momento, tengo algo que resolver... otra vez.

El de tez clara asintió casi sin pensarlo demasiado. No era como si pudiera refutar realmente, más que nada porque no tenía idea de qué decir para pedir al menos un gramito de información sin sonar bastante torpe a su parecer. Pero de sólo ver como Margaret alivianaba su mirada amarillenta al verlo, sin mostrarse de esa manera dócil y embobada al mirarlo, le hicieron darse cuenta de que esto era esa pizquita de inquietud que su buen día requería para estabilizarse.

•[▪]•

Esta mierda ya lo tenía irritado. Todo ese teatro de lindas expresiones y la buena chica que antes solía tomar su mano ya no estaban, y sin embargo, ella era tan buena actuando como lo era fingiendo, pero no sabía que él era igual de bueno leyendo esas expresiones finas y esos gestos minúsculos que hacía al tener una intranquilidad potente tras esa fachada pulcra y fortalecida gracias a ese pintalabios brillante color coral y la acentuación con el rimel en sus ojos grandes.

Las palabras de la mujer siempre le llegaban como jodidas verdades, reactivando su defensa al verla apretar la boca y pestañear con la vista inclinada a un lado suyo. Sosteniendo su celular con una mano y con la otra acomodando aquel mechoncito rosa que contrastaba con el tono cálido de su piel y el amielado pálido de su cabello. Era un maldito truco muy efectivo, porque a pesar de saber que la charla salida del recíproco sentimiento de celos los llevó a esto, endulzar el ambiente con docilidad y calma era algo que al final lo ponía aún más inquieto si se trataba de ella.

— No creo que esto tenga más sentido. Ya aclaraste tú punto, yo terminé el mío. —apretó con su indice y pulgar su entrecejo, buscando recrear su vista en algún otro punto que no fuera en el espejo en frente, cuyas luces iluminaban alrededor de la baja figura de la fémina. Se cruzó de brazos, torciendo los labios ante eso— Normalmente no eres tan vacilante sino es por algo que no logras manejar. Y no me siento con las putas ganas de lidiar con esto mismo una y otra vez.

— Lo sé. Escucha, no pretendo alargar más esta platica. Sé perfectamente lo redundante que es esto, y creo... que si ya no hay mucho que puedo hacer, al menos nececito saber que haré bien.

— Bien ¿y qué tiene que ver esto con Bennett al final? Por eso estamos aquí.

— Si, yo quiero que me digas, exactemente, ¿qué es lo que tienes con él? ¿Qué sientes... por él? —liberó esta junto a un largo suspiro a modo de relajar su voz, apartándose el pelo del rostro, mientras se esforzaba por cobrar esa misma postura fuerte y demandante que solía usar con él. Torció los labios, brillantes y rosados, Ben hizo una mueca rodando los ojos— Quiero saber qué es lo que hay entre los dos.

Precisamente porqué de todo lo que habían hablado, terminaban en el mismo punto y ella lo arrinconaba con la misma pregunta, la diferencia era que esta vez se la había hecho de forma directa, sin sus sonrisas, sin recelo y molestia. Sea lo que sea, la impulsiva respuesta que tenía a ella se estancó en su garganta, brindándole esa misma emoción cubierta por intranquilidad. Una duda efímera y fugaz lo atravesó, dándole escalofríos, pero al segundo, frunció el ceño, reforzando su postura.

Ahora no es como si no tuviera una respuesta, maldición. No es como si le costara volver a ser incierto y decirle básicamente que si, que ese «algo» en realidad era «mucho», pero...

— No tengo porqué responderte. Esto... ya no te incumbe. ¿Quisiste que fuera una competencia? Pues bien, perdiste.

— ¡Ben! Si, entendí. —bufó, dando un paso al frente— No hables así, para mi... él no es un premio. Y si, pudo ser una guerra, pero se acabó cuando me di cuenta de que tú aún no muestras quien eres, sigues fingiendo, sigues creyendo que actúas tu papel tal cual cuando lo tienes en frente. —demandó, frunciendo el ceño— En cambio yo... he sido, en lo que trado, de ser tan real como puedo, como lo estoy siendo ahora contigo, puedo ser amable, puede darme pena hablar, pero soy directa y firme en lo quiero y digo. Ya no estoy ocultando nada.

— No mezcles las cosas... —apretó los labios, reposando su mano sobre su pelo, agobiado— Si, bien, me conoces... claro ¿cómo no hacerlo? Pero no intentes creer que eres capaz de entenderme, tú sabes... cuanto tiempo me tomó demostrarte a ti que eres importante. No tengo porqué mantenerte informada de lo que hago ahora.

— A mi nunca me trataste con esa imprecisión, Ben. —mencionó, serena ante lo que sus palabras provocaron en el mayor, quien pretendió decir algo, pero se mantuvo en silencio— Entiendo, sabes que aunque ya no estemos juntos, ni cerca, puedo entenderte. Él es importante para mi, pero tú mejor que yo debes saber qué se siente reprimirse tanto tiempo. Porque si, me gusta. Me gusta mucho, tanto que he sido capaz de enfrentarte a ti e intentar torpemente. Y por eso, no voy a dejar que sea infeliz por alguien difícil como tú, Benjamín. —le picó el pecho con el dedo, mientras se acercaba, poniendo una mano en la pared y una expresión nerviosa, pero fija en los ojos del otro— Así que, o haces algo al respecto o lo hago yo... estamos en la misma línea, ambos queremos lo mismo. Y a diferencia de ti, no tengo miedo a perder nada.

— Nunca estuvimos en la misma línea. —desvío la vista, fastidiado completamente por su cercanía. Por el, aunque no quería admitirlo, impacto que sus palabras, después de muchas discusiones, provocaron en él— Pudimos llegar a estarlo, pero hubo tiempo en que dejamos de entendernos correctamente. No te metas en mis asuntos, no ahora.

— Ugh... —ella suspiró— Concuerdo con eso. Pero en todo caso, aún no me contestas, tú y Bennett están saliendo ¿no? Quiero tener la certeza de que, si lo dejo, podré verlo sonreírme como siempre otra vez, sé que él no me mirará mal cuando esto termine. Es todo, simplemente házmelo saber... ¿en verdad están saliendo? ¿Qué tan difícil es aceptarlo?

¿Qué demonios? No lo dejaba pensar. No sabía que pensar. Atinó a guardar silencio, esquivando su mirada ambarina atenta a la suya. Llegaba al punto en que lidiando consigo mismo ante algo tan simple de hacer, quería mandar todo a la mierda, como siempre. Escapando de si mismo y sus respuestas vagas.

— Nosotros... no, pero... estamos en algo. Supongo.

— ¿Algo? ¿Cómo que algo? —frunció el ceño con confusión instalada encima ¿Ben dudaba? ¿Él era impreciso, estaba apartando la mirada, lucía intranquilo? Esa misma duda la hizo morderse el labio. Había pasado tanto tiempo desde que lo vio así, ocultando un gramo de inseguridad en la rigidez de su postura— Ben, tú no eres de hacer «algo» tan a la ligera, no eres de tanto tiempo. Te conozco, sabes que lo hago ¿qué pretendes? ¿Por qué no-

— Maldita sea, cállate. —gruñó, marcando distancia dando un paso en frente y consiguiendo uno de retorceso por parte de la mujer frente suya, quien frunció el ceño ante su interrupción— Bien ¿qué demonios quieres ganar con eso? —espetó, apretando los dientes, empuñando las manos. Ya no se sentía cómodo cuando las sensaciones lo apuñalaban con verdades y dudas, poniéndolo en incertidumbre consigo mismo. Negó con la cabeza, tomando un respiro, y habló—: Si, él me gusta, me gusta tanto que me siento como la peor basura del mundo por sólo orillarlo a soportarme sin opción. Tú sabes quien soy, como soy, la manera en que manejo las cosas sólo pensando en mi mismo. Y precisamente sabes el porqué aún no hay nada más que "algo" entre nosotros. —confesó, mirando a un lado— Yo lo prefiero así.

— Cielos, te complicas tanto, no eres sincero...lo lastimarás. —ella habló, y la expresión del de cabellos color turquesa pasó a ser irritante, torció la boca y frunció el ceño, como queriendo refutar ante lo dicho— ¿Te... te has puesto a pensar en él, en lo que quiere? Sólo eres egoísta, siempre has sido egoísta. Bennett es un hombre... tan distinto a los demás, es sensible, es bueno y sencillo, pero aunque trate de fingir que nada le importa, míralo. Realmente lo hace. Y tú lo estás alejando... sabiendo lo obvio que él es, y lo que quiere.

— Mierda, no intentes darme lecciones y pretender que te interesa ahora. Eres tan egoísta como yo.

— Llevo un tiempo conociéndolo adecuadamente, me he dado cuenta de que él necesita sinceridad, y tú eres todo menos eso. Él se va a aburrir... a veces eres como un niño orgulloso, y no te das cuenta de que alejas a quienes se preocupan por ti cuando eres arrogante e impreciso, cuando disfrazas lo que sientes y eres tosco. Todos tienen un límite.

— ¿Eso... no te beneficia de algún modo? Te liberaste de la mierda que soy y de paso te fijaste en todo lo contrario a eso. Haces lo que yo no, de algún modo. —gruñó. Eso era un golpe certero, porque lo aceptaba. Había empezado a hacer presión en su cabeza, alterando sus sentidos, poniéndolo en alerta y confusión.

— No me gusta si siento que aunque lo desilusiones a él no va a dejar de verte a ti y sólo a ti. Lo nuestro era inevitable, nos precipitamos, nunca fuimos reales de cierto modo. Terminamos siendo sólo estética y cariño para impresionar a los demás, bueno... al menos así empezó a ser desde hace mucho.

— Tsk y yo debí darme cuenta antes.

— Ben... —se acercó, olvidando su postura intranquila, dejando el móvil sobre la superficie a un lado, acabando por presionar su palma en el pecho ajeno, buscando relajarlo y de paso, sentir que estaba intentando ir con calma— Me alejaste a mi, y míranos. Admito haber cometido muchos errores, me dejé llevar, te orillé a centrarte en nosotros dos y en nada más. —ese ambiente aplastante, su sinceridad, la tenía mareada e inquieta— Nada terminó bien entre los dos, nos confundimos tanto. Al final ambos terminamos mirando al mismo hombre. Haha sólo notalo, éramos una pareja estupenda veas por donde veas. Es gracioso, nunca nos peleamos, eso en si es algo preocupante, y ahora nos detestamos como niños, sólo por un hombre. Qué debilidad.

— Lo sé, esto es estúpido. —se tomó el pelo, soltando un largo suspiro— No sé que mierda estoy haciendo ahora. Esta charla es igual de patética que todas las anteriores.

— ¿Sabes algo? Creo que lo tenemos muy en claro. —se relajó, mirándolo de frente, apartando su mano— Bennett es increíble, es sinceramente único. Siempre ha estado ahí y es tan honesto siempre. Es una persona tan real que me hace sentir tranquila, es por eso que de pronto, llamó mi atención y se convirtió en el centro de mis pensamientos, él me gusta. Creí haber hecho bien. —desvió ligeramente la vista— pero... a la vez, cada que intento, tú sigues estando en medio, no puedo dejarte tampoco, porque estamos allí ¿te das cuenta? Tú estás ahí, siempre estás ahí. Creo que... me intranquilizas.

— Me irrita... tener que decir lo mismo de ti. —admitió.

Y todo ese martirio de pronto pareció mezclarse con la escasa sinceridad en sus palabras llenas de impulsividad bruta. En tanto tiempo, el girar en imprecisión y conversaciones vagas sin un objetivo, los minutos que pasó mirándola a la cara le parecieron menos tediosos que antes, y aún más, cuando su sola mirada expresaba docilidad, una calma y rendición parcial. Si escarbaba en ello, encontraba siempre un punto a la defensiva.

O quería simplemente acabar con esa barrera entre los dos, olvidando todo el conflicto de estos meses difusos. O ella quería verlo fallar, porque él siendo alguien honesto, espontáneo y verdadero, era bastante alejado a lo que trataba de ser hoy en día, a pesar de querer intentar.

Y mierda, una mezcla de ambas al final le traía problemas de la misma forma, porque era cierto. Era todo lo contrario al leal y natural pelivioleta que esperaba por él, ese mismo joven cándido que demostraba desinterés por lo que pensaran otros de él, como si fuera incapaz de ver ese lado penumbroso de lo que venía siendo la altura en que estaba, la gente que lo rodeaba, incluso de a quien tenía al lado. Tan contrario a si mismo, siempre viviendo por sobre lo demás, con libertidad y sin veracidad concreta; la caída desde la cima no era sólo a lo que temía, sin duda.

Con el terminó de las miradas entre los dos, cual sea el objetivo de la chica en frente, iba a estar alerta, e iba a aclarar ese objetivo suyo. Detestaba admitir, muy por dentro, que ella tenía la jodida razón, y que una bofetada y un par de miradas al final hubieran tenido el mismo resultado, un poco menos acertado, pero si.

Como le costó, pero iba acercándose a aquello que rozaba entre sus miedos y sus metas. De alguna manera, Bennett era como un canalizador a sus emociones, a través de él -al fin y al cabo- había conocido partes de si mismo que nunca conoció ni quiso conocer.

— Eso tardó demasiado. —débilmente un hilo suave de voz llegó a sus oídos una vez regresó a la compostura y su semblante de siempre volvió a si. Bennett estaba a un lado ahora, reprimiendo una de esas expresiones bobas mientras lo miraba con impaciencia— ¿ahora podemos irnos? Quiero ir a ver a Alan y Matthiew, Jeremy tuvo que irse y se quedaron solos.

— Si tenías algo que hacer no debiste esperarme. Sé que tus perros son importantes, tonto. —se frotó el pelo, mirando a un lado tras la manera ansiosa en que hablaba el más bajito, apretando los labios, jugando con sus dedos— Como sea, supongo que... gracias por esperar. —aquello aún era complicado de decir, mierda, esa dificultad en su mente sonaba tan vagamente infantil— Ve caminando. Ya nos vamos.

— ¿Ehh? Si... si. —asintió completando lo dicho. Mostrándose de esa manera tranquila y apacible que realmente indicaba una muy prestada atención, lo ansioso que estaba por dentro.

Si, porque quería preguntar, le inquietaba la idea de quedarse con esa duda estorbosa al percibir el largo rato que Ben pasó resolviendo aquellos asuntos en el camerino amplio y luminoso de la fémina oji-ambarina. Y no hallaba puntos concretos más allá del desagrado mezclado de simple curiosidad y... celos, no estaba seguro de si en realidad podría considerarse celoso, no ahora que conocía esos sentimientos expuestos, pero moderadamente reprimidos en medio. Pero de la misma manera, se mordía el labio preso de una emoción muy vaga que le entregaba formas de sentirse levemente distintas a ese sentimiento de envidia nerviosa. Una duda, una intranquila duda.

Durante todo el trayecto estuvo en silencio, parpadeando constantemente buscando apaciguar esa curiosidad preocupante. Cielos, es que ahora si no lo entendía bien ¿por qué le daba tantos nervios preguntar algo que en serio le interesaba en lugar de siempre estar ahogando al mayor en preguntas realmente estúpidas e innecesarias? Cuando ya en la recepción solían detenerse unos segundos, él saludó, pensó y recalcó, pero se guardó otro silencio y en el ascensor la cercanía muy rara del pelicalipso no le daba más que curiosidad y más interés. Si, era una curiosa duda; él estaba irritado, pero no se veía molesto luego de haber pasado un lapso considerable de tiempo platicando con aquella mujer, es más, lucía hasta... amable ¿por qué?

— Hey. —llamó, tomándole de la manga de esa camisa gris claro arremangada hasta el codo. Lo miró dominado por la curiosidad, buscando que le devuelva la mirada, casi como un infante ansioso por atención, tirando debilmente de su ropa para llamarlo. Cuando lo consiguió, sólo carraspeó la garganta— Hey, verás. Tengo una duda.

— ¿Ah si?

— Quiero preguntar algo.

— Al fin, me ponías malditamente nervioso de sólo verte murmurando todo el camino, joder. —en lugar de molestarse por ese torpe intento de lucir menos desesperado al llamarlo, sólo pudo soplar al aire en relajo por escuchcarlo decir algo, aunque no sabía si se arrepentiría luego. Bennett una vez comenzaba a parlorear, no se callaba hasta aburrirlo— Ya era hora de que dijeras algo. Ya te veías carcomido por preguntar lo que sea que te tenga así. —desvío la vista, torciendo los ojos— Qué sea rápido.

— V-Verás... es que, estaba... estuve, digo que... no, es que la verdad ¿me gus-

— Primero que nada, piensa lo que vas a decir. No puedo creer que para este punto sigas balbuceando tontería tras tontería, hombre. —sin pensarlo demasiado, deslizó el mismo brazo que el menor sujetaba, por encima de los hombros del más bajo, buscando calmar esos nervios que lo ponían ansioso— Ya relájate. Porque... —sopló débilmente, mirando a un lado— es algo que yo también debo hacer.

— ¿Ah?

Bennett lo observó absorto en esa misma cercanía, en el olor de su perfume fresco y en el calor que transmitía el más alto. Eso lo hacía todo más raro ¿estaba tranquilo? ¿Y lo abrazaba? Bueno, seguía teniendo una mirada de estar jodido hasta por la nada misma. Volvía a ser el tipo medio pesado de siempre y a pesar de estar internamente transmitiendo sentimientos recíprocos, las cosas entre los dos no parecían haber cambiado demasiado. Bien, podía disfrutar de eso.

— Ya, ya, ni te empieces a acomodar ¿no ibas a preguntar no sé qué cosa? Porque siento que vas a estar con esa cara de idiota todo lo que resta de día.

— Ah... ya... no importa, supongo.

— Bien, como quieras. —torció los ojos, mirando a los lados.

— ¿Puedes abrazarme más? —inquirió algo más contento, ya ni le interesaba esa molestia que su curiosidad le traía encima, si podía estar así otro rato, al menos hasta llegar a los últimos pisos. Frotó su mejilla en el hombro ajeno, cerca de su clavícula y pecho, mientras desplazaba sus brazos por el torso rudo del contrario, para ponerse cómodo.

— Ha, ya quisieras. Es suficiente. —se burló, apartándolo al par de segundos, para marcar una distancia considerable antes de ser él quien no pueda verse más patético cediendo ante cada gesto bobo y cara bonita que Bennett le ponía sólo para pedirle tonterías. Mierda, es que parecía ni saber como lo ponía cuando lo ve de esa manera— Si, suficiente. Ya casi nos bajamos.

— Ah no seas así. Si te cuesta ser cariñoso, déjame a mi hacerlo. Anda~ —volvió a pegarsele en el torso, frotando su mejilla contra el pecho ajeno. El de tez morena gruñó a sus acciones, casi batallando entre alejarlo o no. Este le brindó un par de insultos muy mal elaborados, casi con pena, y luego cuando el ascensor abrió sus puertas, lo agarró del brazo y le besó en la frente, sacándole un jadeó de sorpresa— ¿Q- qué? Oye, oye...

— Ya, nos vemos al rato. Ve a atender a tus perros. —le hizo un gesto, aparentemente "amigable", forzado y rígido, pero se le parecía. Justo luego de darle una palmada en el hombro y hacerlo bajar del ascensor.

El de melena morada quiso decir algo, su cara había adquirido un calor molesto y estaba seguro de que a la vez también un tono enrojecido. Las puertas se cerraron tras la contenida sonrisa del peliceleste, antes de hacerlo jadear abrumado en confusión.

No estaba entendiendo nada, y era de las primeras veces en que ser ignorante a lo que tenía en frente comenzaba a parecerle tedioso y agotador. Sobre todo porque Ben siendo amable y algo agresivo al tratar de demostrar una rara especie de afecto con él, le daba algo de cosa. No estaba acostumbrado a tratar con esa faceta. Era una orgullosa fase infantilmente orgullosa, como si expresase totalmente lo contrario a lo que pensaba aún a pesar de que lo notaba tan borde como cada día, con esos gestos rígidos, ese descuido en su tono de voz y en la forma en como específicamente lo trataba a él.

Deslizó la llave y se aseguró de no hacer ruido. Estaban las luces apagadas y el ligero manto tenue de luz de la reciente llegada de la tarde a penas atravesaba la tela de las cortinas del ventanal. En lo único que pudo pensar antes de echar un vistazo y dejarse relajar al cerrar la puerta tras sus espaldas, fue en que, volvía a sentirse de esa manera boba y torpe, encantado por unas simples acciones y fundido en sus propias emociones en su mayoría de veces, apagadas y poco apegadas a su forma de manifestarse.

El pensamiento de sentirse egoísta e inconforme volvía a invadirlo, cuando gritó fuerte y claro un apodo cariñoso a sus dos canes y los abrazar con todo el afecto reprimido que tenía, buscando liberar esa sensación calida que ocultaba por dentro, y era precisamente porque ansiaba tanto poder tener más de lo que ya, ser tan libre de expresar sus sentimientos a cierto hombre tosco de una forma parecida en que les entregaba un Te quiero y una dulce caricia a sus perros, sin sentir pena o restricción al hacerlo.

Dicha emoción se había despertado una vez más desde que pudo verlo sonreírle sin ocultar lo que sentía, y la propiedad en su sentir era igualmente guiada por la misma liana, sólo que liderada por el cálido manto de regocijo y el algo amargo directivo de los celos. Estos no llevaban a nada bueno, lo sabía bien, era por eso que siempre solía mirar -por escasas veces- a Ben como si sólo fuese su compañero, como si en verdad pudiera confiar. Su inseguridad naciente le había hecho permitir hasta no sentirse crédulo de una simple mirada, pero conforme su lenta relación avanzaba saltándose uno que otro paso, empezaba a sostener más fuerza en sus metas.

Lo sentía cerca, tan cerca. Y si tenía que sentir esa emoción amarga carcomerle por dentro para saber que estaba ansiando ser él y sólo él, podría aguantar. Aunque Ben no parezca demostrar que era sencillamente importante hasta ese punto en particular.

Por otro lado, el tener esa emoción cada vez más acentuada le hacía sentir, en parte, mucho mejor, de la misma forma en que los celos del oji-jade se alzaban por él; significaba de algún modo, que lo quería tanto como para no dejar que nada ni nadie más lo acapare. Admitía que le calaba de nervios totalmente verlo enojado por ese motivo, pero descartando lo brillantemente atractivo que era verlo molesto, el sólo hecho de provocar esa propiedad en el mayor, lo hacía sentir apreciado.

Muy en el fondo era alguien a quien le gustaba esa atención especial, mantenerse ocupado con el mayor, asustarse de que su sonrisa le hiciera saltar el corazón con nervios, podía acostumbrarse a sentirse así diariamente.

Experimentar una y otra vez cada fase teórica de las relaciones, la manera en que debía sentirse, como se sentía, sus secuencias, consecuencias y tramas como personaje, por muy bien que le salgan, para su "yo" natural, eran algo totalmente fuera de lo normal, no sabía ni cómo etiquetar cada emoción ligada a esas acciones y reacciones que tenía con el cantante. Admitía no ser un completo galán que se las sabía al revés y al derecho, pero tampoco era un ingenuo puro e ignorante, si bien no tuvo relaciones amorosas en la adolescencia ni en su entrada a la reciente joven adultez, de algún modo, sabía que una relación iba más allá que sólo un "si" a sus sentimientos correspondidos. Era mucho más que esos besos que le ponían a temblar las piernas, a sudar las manos o a acumular la sangre en el rostro mientras escupía tontería tras tontería como acto reflejo.

Lo que solía experimentar sin una fuente firme era algo mucho más distinto que un simple rotorcijón en el estómago cuando lo veía.

Era distraído e idealista de una muy negativa forma, pero sabía que no sólo podía exigir y entusiasmarse con esto con total libertad cuando, realmente, ese "algo" que ambos eran le quedaba perfectamente, por ahora.

Por mucho que anhelara otro nombre más pronunciado, indudablemente tenía en cuenta, que primero habían varios puntos a resolver entre los dos, tanto juntos como separados.

— Oigan, hoy no llegué cansado... es temprano. Yo les dije que hoy trataría de tardar poquito y ahora estoy libre. —moduló algo entendible cuando aclaró su garganta y tras largos períodos de balbuceos y pucheros internos— Veo que tienen mucha energía también, así que... bebés ¿no quieren salir un rato? Van a ser sólo las cuatro y media.

Habló, escuchando como respuesta uno de esos respingos agudos de ambos perros, quienes ladearon la cabeza luego de sacar la lengua y sentarse frente a él, creando un ruido rápido, repetitivo y sordo con sus colas en el suelo. Sonrió cuando el primero en saltar y ladrar con alegría fue su siempre animoso Matthiew, seguido de un Alan que sólo lo tumbaba sentado para recostarse en sus piernas, mordisqueando sus manos y parte de su ropa.

— ¡Guauu¡ ¡guaw! —las lamidas pasaron a sus manos, y ambos perros terminaron recibiendo mimos y palabras cariñosas por un par de minutos.

— ¡Bien! Voy a cambiarme. Ustedes no hagan tanto ruido ¿si? —apuntó con ánimos. Se puso de pie sacudiendo con cuidado su ropa, la cual tenía pequeños y escasos filamentos del pejale color azabache que un par de veces sus perros terminaban dejándole. Les dio una caricia a ambos por igual y acabó marchándose hasta su cuarto.

Terminó dándose una ducha lo más breve posible, secando con rapidez su cabello ligeramente más pesado por la humedad y al rato, casi a medio vestir se encontró sorprendido por el sonidito de la notificación del móvil, dejando su camisa a un lado lo recogió para mirar por sobre la barrita de notificaciones un mensaje de cierto moreno que le esbozó una sonrisa en el rostro.

❝¿Aún sigue vigente la propuesta de salir hoy? La idea de la multitud sigue sonándome tonta, pero nada pierdo con eso❞. a las 4:23 pm.

Inspiró sonoramente al leer, casi sintiendo que era dificultoso poder retener esa expresión de contentamiento ¿él, le preguntaba si saldrían? ¿Estaba interesado en serio? Asintió varias veces, como si él pudiera verlo a través del tecleo constante que apretaba como respuesta al mensaje.

Se vistió lo más rápido que pudo, cuidando de no acabar más desalineado que antes -y vaya que se le complicaba, solía agarrar cualquier cosa, si le quedaba, se la ponía- pero esta vez era distinto. Terminó con unos pantalones oscuros, una camisa gris claro de cuello italiano, sobre esta un jersey color mostaza de cuello redondo y para antes de luchar contra los zapatos oscuros con piso firme, se dedicó a tratar de atarse el cabello en la misma coleta habitual luego de asegurarse de haberlo secado bien. El cabello a veces era un problema, pero por más que trataba, siempre terminaba arrepintiéndose de haber cruzado por su mente la idea de cortarlo lo suficiente como para que ya no se pueda atar. Ignorando eso, sonrió en cuanto pudo mantener el fleco intacto y los mechones revoltosos en su lugar. Supo que no se veía bien, pero era cómodo, así que simplemente se tapó por encima con un gorro de lana oscuro, acomodando su pelo otra vez.

Una vez lo logró, y tras sentir que recuperaba toda esa energía impropia de positivismo. Mejor recompuesto buscó a sus perros quienes se encontraban recostados en la alfombra, se sentó con ellos cepillando su pelaje oscuro con sus dedos, recibiendo ladridos suaves y otros sonoros. Tenía listo como siempre un pequeño bolso con lo que necesitaba para salir con ellos. Con el celular en la mano, y viendo parte de su reflejo en la pantalla bloqueada, otros de esos pensmaientos molestos volvían a consumirlo, la inquietud del día se veía notoriamente opacada por la emoción que tenía encima, casi tanto como esa duda que le transmitía el haberlo visto actuar tan blando con él.

Ansioso volvió a mandarle un mensaje, pasando casi dos minutos balbuceando tonterías a sus perros luego de prepararlos como solía hacer siempre que los sacaba a pasear. Al rato ya se encontraba a unos cuantos pasos del departamento ajeno, para antes de tocar de manera rítmica y alborotada, la puerta ya se había abierto, dejando oír un par de reprimidaa groserías y luego otras líneas en un tono suave, si, allí estaba él con la mano en la manija y la otra con la correa, mirando a un lado y abajo a la cachorra que se enredada entre las piernas de su dueño, halando la correa y ladrando escandalosamente cuando este trataba de calmarla.

No evitó soltar una risita ante eso, y le sorprendía que sus dos perros a ambos lados se mantuvieran tan tranquilos en cuanto a ladridos. Y vaya, que el pelician también se esforzaba por la cachorra, mordiéndose la boca y refunfuñando de maneras que pocas veces eran notorias. Cuando este centró su vista en él al captar su presencia, suavizó un poco ese semblante desordenado para soltar un suspiro en respuesta. Sus perros inmediatamente le atrajeron a la puerta, respirando sonoramente al revolotear en saludo a su joven compañera.

— ¿Y ya estás aquí? Maldición, si no han pasado ni dos minutos. —se refirió a la rapidez con la que había llegado. Pero no se quejaba en lo absoluto, lo notaba irradiando emoción alrededor y viéndose tan bien, le quitaban la oportunidad de decir algo como para bajarlo de esa nube en la que vino. En parte, era bueno ahora que la llegada de los dos perros adultos calmara el comportamiento travieso de su can.

— Si, bueno... yo... —respiró hondo, desviando su mirada a sus dedos pulgar e índice mientras jugaba con ellos, buscando distraer su atención. Las correas las tenía enrrolladas en el brazo, reteniendo a los otros dos que medio brincaban y se saludaban con la cachorra— es que estaba ansioso porque no creí que en realidad fueses a querer salir a pasear con... los perros, y... y... —decía, pero poco a poco su tono de voz iba oscilando entre los nervios. Se quedó parado, no sólo anhelando agacharse a saludar a esa energética Labrador a quien sentía extrañar mucho, sino que, totalmente embobado ante la expresión del mayor, su tono de voz y atuendo, no se sentía capaz de decir algo más sino pensaba terminar hablando boberías poco entendibles.

Ben le siguió con la mirada de la misma manera, podía notarlo muy poco sorprendido la verdad. Pero aún así, Bennett en tanto no podía despegar la mirada de lo bien que lucía el mayor con una gabardina casual estilo guisante color ocre, debajo podía ver como el cuello blanco de la camisa hacía resaltar el tono acaramelado de su piel, seguido por un pantalón de jean oscuro y unos zapatos botines de tono claro. Quería mirarlo de arriba abajo, todas las veces, pero parecía aún más hipnotizado por el radiante tono de sus ojos verdosos, intensificados por el color blanco brillante y la tez morena de su piel. Estaba de más decir que, sus hebras celestinas arregladas de tal modo que parecía estar despeinado lo tenían totalmente embobado.

— ¿Te vas a quedar ahí como estatua o qué?

— Siempre te ves tan bien. —soltó con rapidez al salir de su ensimismamiento cuando Ben le picó con el dedo en la frente. Este ante lo dicho lo miró de reojo, casi reteniendo esa expresión de asombro boba, para luego apartarse y carcajear levemente— Eres tan lindo. No puedo~ —sus labios se curvaron temblorosos, mientras un rubor comenzaba a instalarse en su rostro, obligándole a taparse con su brazo libre.

— Ya... Ya deja de lloriquear. Te avergüenzas tú sólo. —renegó la mirada ajena, que luego de eso lo tomaba por sorpresa en cada gesto. Mierda ¿cómo un simple y repetido cumplido ahora lo ponía tan extrañamente... de buen humor? Suponía que nada podía hacer ante eso, Bennett era un idiota, pero básicamente había logrado tenerlo completamente colado. Bufó— Como sea, no necesito que lo digas para saberlo. Siempre luzco jodidamente bien. —formó una ladina sonrisa, alzando una ceja— Qué milagro. Tú tampoco... te ves tan mal esta vez.

Bennett se deshizo en ese instante, aunque también tenía ganas de reír ante el ego ajeno, que de una postura cambiaba a otra en cuestión de segundos. Le hizo sentir más tranquilo verlo con un -algo aterrador- buen humor al parecer. Debía aprovechar, por lo que sea, tenía que aprovechar ese estado de agrado en el hombre siempre cortante y gruñón que tenía en frente. Cielos, si un poco de nervios, obediencia y cumplidos bobos bastaban para distraerlo, talvez podía -y con gusto- desplazar el resto del día en ello, y de paso resolver todas sus dudas, por más lejano y dificultoso que algo serio entre los dos esté a darse.

•[▪]•

El frío del día y el picor del brillante sol no eran nada comparados con la emoción de un radiente pelivioláceo que iba con una gigantesca sonrisa en el rostro, agarrando con fuerza las correas de sus perros, sin parar de hablar a ratos mientras se veía totalmente lejano a ese chico con fachada deprimente y poco positivismo que normalmente poseía. Quizá era por esto que no estaba llamando demasiado la atención a excepción por sus grandes pastores de pelaje azabache y la mirada esmeralda fruncida del actor a su lado, quien iba mirando a donde sea menos a él.

— Es gracioso, se ha vuelto costumbre llamarnos por nuestros apodos cuando recuerdo que, todo empezó sólo porque tú nunca recordabas mi nombre. Tampoco era tan difícil, aunque más que nada, se notaba que era por desinterés. —mencionó, dando largos y a veces torpes pasos al frente, siendo guiado por los perros ya cerca de un área más libre de tránsito. Pasando por la acera amplía y observando el brilloso verde de los pastizales— Pero ya no me quejo, la forma en la que tú lo dices, lo hace sentir tan especial.

— ...Eso creo.

La malditamente linda sonrisa del guitarrista era lo que le impedía a su acompañante poder centrar su mirada parcialmente en él. Este parecía no estar conciente de eso, pero aún así no se quedaba callado y a cada gran emoción elevaba la voz, consiguiendo de paso que los tres perros se exasperasen y ladraran en respesta.

Por otro lado, teniendo en cuenta el a veces inquietante silencio en Ben, Bennett no mencionaba nada al respecto de sus dudas y se dedicaba a plantearle ideas, charlar básicamente consigo mismo y deleitarse con lo curiosamente simpático que se mostraba el peliceleste al dejar escapar una que otra sonrisita ante las tonterías que decía. Eso, por más pequeño que sea, era suficiente para volver a reiterar el pronóstico de su destacado y extraño día; sin duda iba a ser bueno, pero no pasaría de eso. Aun más si la caminata no sería tan larga ni tan corta, saber que Ben por más amable que llegue a estar no iba a dejar que tres perros se suban a su coche, realmente ni se molestó en dar esa idea, de todos modos no era como si tardaran más de diez minutos de caminata.

Pronto, para su sorpresa, el trayecto le fue más que bien, y apenas comenzaba su intento vago de salida adoptando de paso una entretención para los tres canes. A los pocos minutos el moreno de piel comenzó a mostrarse menos tenso, mediante el ambiente iba cambiando para pasar a ser menos gris a más brillante y colorido; llegaron a uno de aquellos sectores repletos de pastizales bien cuidados, siendo recibidos primero que nada por la sombra y luz que transmitían los arboles altos a los lados.  Protegiendo sus apareciencias se vieron en la entrada de un bonito, pequeño pero pintoresco parque que a la vista enseñaba irregulares caminos de tierra y otros más enmarcados. Bennett ensanchó su sonrisa al ver que no estaba tan transitado pero que sin duda había gente agradable a la vista, amiguitos de cuatro patas por doquier y algunos niños cerca del lejano estanquecito apreciando a los patos que se acercaban.

Sus dos perros casi le llevaron a rastras para seguir el irregular sendero algo tierroso, y él sólo atinó a coger del brazo al distraído Ben para caminar siguiendo el ritmo de los perros. A diferencia suya, Ben era capaz de controlar en su mayoría el rumbo de la Retriever que trataba de hacer fuerza para adelantarse a la par de los dos perros negros en frente. Sonrió, a pesar de que los perros le halaban fuerte y le costaba retenerlos, pero lo valía por verlos tan contentos y por la presencia mucho más relajada del peliceleste quien paseaba la vista por los alrededores.

— Alan y Matthiew no acostumbran a socializar mucho con otros perros, a veces soy yo el que tiene que poner su mejor cara e ir a charlar con dueños de perros, sacarme fotos y dar autógrafos, para que ellos empiecen a conocer algunos otros perros y se hagan amigos. Terminó más cansado porque no me gusta la atención directa de la gente. —Bennett se acomodó el pelo evitando que el viente le metiera mechones frente a los ojos, a pesar de traerlo atado, su cabello siempre había sido revoltoso y al final del día, terminaba perdiendo el coletero. Suspiró, inspirando el aroma fresco y oyendo de fondo los múltiples sonidos naturales o incluso a otros animales— Pero, también conociendo por como andas, seguro a ti te desagradaría mucho más acercarte a alguien para que la nena tenga más amigos perros.

— Llevas todo el camino hablando, hombre. Ya cállate ¿cómo es que no te da un calambre en la maldita lengua? —fue lo primero que atinó a decir para recién segundos después, empezar a considerar las palabras ajenas— Y da igual, la idea es que este bicho estire las patas y deje de joderme la cabeza en el departamento, lo demás, me da mismo. Ya con salir a ella parece resultarle suficiente y con eso estoy bien. —giró la vista, mirando a un lado— Además, como se le ocurra juntarse con bolas de pelo pulgosas y se me llene de esas mierdas de bichos, ya va a ver que no la voy a dejar ni mirarme.

Añadió con un tono de desinterés sumado a un ligero fasitido, y Bennett agachó una ceja ante eso, pero pareció alivianarse cuando observó efectivamente que la cachorra de pelaje cada vez más claro y brilloso saltaba emocionada con cada paso, sacando la lengua y ladrando efusivamente cada dos por tres, terminando por contagiar de esa alegría a los dos mallorquines que estaban casi a su lado, jaloneando de vez en cuando. Bien, en cierto punto, al menos el mayor dejaba de ser tan tosco y silencioso y se liberaba más, casi pareciendo que caminar un poco más aunque a paso relativamente lento.

— No te preocupes, si algo pasa, yo te ayudo con eso. —afirmó, sosteniendo lo dicho con una sonrisa tranquila en el rostro. Cuando por fin estaban cerca del centro del encantador parquecito. Logró divisar de paso unas cuantas bonitas bancas y algunos escenarios de descanso amplio junto con más área verde y tierrosos caminos— Igual puede jugar con mis bebés todo lo que quiera.

— Me da igual. —se encogió de hombros— Ya paremos aquí, me estoy aburriendo de retenerla. Si quiere irse a correr o a ladrar por aquí, que lo haga. —y se agachó sólo para desenganchar la correa del collar amarillo de la canina. Le dio una muy extraña caricia en la cabeza y para cuando esta posó sus dos patas delanteras en su pantalón, bufó, soltando un gruñido a un lado para después ponerse de pie y sacudirse— Ya vete, haz lo que quieras pero como te escapes te digo que no te dejaré volver. Así que ni se te ocurra irte lejos.

Bennett no supo como sentirse ante eso, la cachorra saltó y ladró en respuesta, se veía tan contenta ante eso, enseñando su lengua a ratos y dando brincos frente a Alan y Matthiew quienes soltaron un sincronizado ladrido grueso en respuesta. Terminó obligado a copiar la acción y los soltó si no quería que lo pasearan a él en lugar de al revés. Todo de pronto pareció tan distinto, con una visión suya de ver a Ben tan lindo hablándole a su mascota a lo lejos, gruñendo y luego mirando a los lados algo inquieto, luego con sus perros disfrutando de irse correteando a la de pelaje amielado, ladrando y saltando, y después, con él mismo sentado en una raramente cómoda banca de madera y piedra en donde ahora se encontraba sonriendo, ignorando todo alrededor.

— Ahh no sé cómo puedes ser tan despreocupado y responsable a la vez. Creo que es un progreso extraño, la quieres pero a la vez pareces no hacerlo. —el pelimora jugó con sus dedos, para seguido dirigir su vista al peliceleste, quien rodó los ojos sin decir nada más— Tienes... una forma muy particular de demostrar que algo te importa... supongo. —adjuntó a lo dicho, esta vez sintiendo que el peso de esas palabras le hacía parpadear algo inquieto.

— La atención que pongo no califica que tanto me importa algo. —contestó, encogiéndose de hombros. Había notado de pronto, como la mueca contenta del otro pasó a ser una que le jodía completamente; tan tiesa y nerviosa— Así que cambia esa expresión. Hay cosas que... aún necesito organizar adecuadamente. —como si le hubiera costado un montón, lentamente levantó su mano para posicionarla sobre el hombro ajeno, torciendo los labios y apartando la vista.

El menor ladeó la cabeza ante eso, pero para ser pequeño, el gesto le sirvió lo suficiente para poder reprimir una inseguridad pequeña y naciente del momento. Sonrió en respuesta, asintiendo aunque el mayor no lo mirase como tal. Y a partir de una larga media hora en la que habló y habló sin parar, los momentos que pesaron juntos fueron suficientes para coronar su día, que si bien se tenía pensado no sería la gran cosa, estaba siendo el mejor después de aquel en que fue correspondido.

Al final, luego de algunos contratiempos pequeños y de que la canina no dejara que Ben le pusiera la correa. Terminaron rodeados de un par de personas quienes no paraban de pedir fotos y demás cosas, él casi muerto de nervios ante las múltiples preguntas y miradas encima, acabó cubriendo al irritado Benjamín quien como siempre, a pesar de tener una postura rígida ante la atención, se mostró tan encantador y buen hombre que no pudo con ello al final. Tomó a sus perros, sonrió tanto como pudo y cuando la ilusión de hablarle por más de diez minutos acabó con todas esas personas, él respiró compensando esa rara situación con boberías y un par de bocadillos ligeros.

— En el café de por aquí no hay mucha variedad, pero si que hay cositas ricas. —Bennett, tan calmado como siempre aunque ahora con un semblante menos infantil y positivo, tomaba del brazo al mayor y sujetaba con fuerza las correas de sus dos pastores— Lamento, ahm... lo de hace un rato. Sé que te incomoda.

— Como sea. Ya ni me importa. Estuvo bien. —mencionó, con un buen humor que hizo temblar al más bajo, en quien reposaron un par de palmadas en la espalda— Y ya deja de poner esas caras tontas, me inquietan mucho.

— Si, lo... lo siento. —forzó una sonrisa, y juraba que ahora todos sus nervios se tranformaban en ese bochorno sobre su rostro, el cual trató de ocultar centrando su vista en sus dos perros, quienes calladitos iban siguiendo el camino.

— Ni me voy a molestar en decirte lo de siempre. Así que mejor deja de ser una tortuga y camina más rápido, a esos perros les cuesta seguirte el paso.

— Claro, claro hehe.

Él estaba de un buen humor que daba miedo, mucho miedo. Un miedo que se tranformaba en nervios, y que luego aplicaba a esa infernal curiosidad que lo tenía mordiéndose la boca ya ahora en el ascensor, agachando las cejas y calmando a sus algo agotados perros. Planeando resolver sus dudas más adelante y disfrutar de la compañía ajena, no retuvo sus sonrisas, ni sus gestos ni acciones, y Ben, después de un rato acompañándolo y ya frente a la puerta de su departamento, no se mostró disgustado ante un torpe intento de despedida de su parte, dándole un nervioso abrazo.

«Ahh ¿qué le sucede? Se porta tan raro. Ha estado... reprimido, pero responde bien a todo lo que hago». Consiguió una mirada inexpresiva, luego un gesto simple y finalmente, Ben le sonrió y paseó sin cuidado su mano moreno por encima de su cabeza, peinandole el pelo y luego, terminó por darle un poco de atención a la canina que le saltaba casi encima reclamando por el mismo cuidado.

— Guau ¡Waauh! —ladró de la misma forma el perro azabache más revoltoso, rodeando las piernas de su dueño mientras el otro sólo se encontraba sentado a un lado, esperando con paciencia que la puerta fuese abierta.

— Ya vamos a entrar, cálmate. —acarició la cabeza del perro, sonriendo un poco más tranquilo. Se dirigió al mayor, y luego de aclarar su garganta, suspiró— Bueno y ahm... ¿tú... vas a...?

— Si. Voy a pasar, obviamente. —contestó rápidamente, prediciendo con claridad la pregunta. Y para antes de que el otro moviera los labios dispuesto a decir algo aún más obvio y tonto, lo interrumpió— Si no quieres escuchar algo sarcástico, mejor no pienses en preguntar. Ya dije que si.

— Entonces... —abrió la puerta al momento, sin atreverse a mirarlo para no cambiar esa sonrisa ilusionada por una mueca de nervios y bochorno. No podía con esa sensación abrumadora de calor en su rostro y el cosquilleo en su estómago, y agradecía que los tres perros desviaban la atención de eso— p-pasa.

Para antes de que él lo hiciera, los tres perros casi le tumbaron al correr dentro del lugar, ladrando sonoramente para después, estirar las patas cerca de la alformbra. Bon hizo un gesto al verlo, pero no quiso refutar, al final, se había acostumbrado a lo desastrosos pero alegres que podían llegar a ser los perros, en especial si ahora habían tres en el mismo sector. Dio un paso dentro, sintiendo lo abandonado que estaba, pues existía una temperatura neutral parecida a la de afuera, seguido del olor a lavanda e iluminando la sala con el color semi anaranjado de afuera, con pequeñas franjas de luz viniendo de las cortinas de los ventanales.

— Hey, tú también deberías pasar ¿no? —lo llamó al ver a Bennett parado a la entrada, mirándolo fijamente con una expresión que le provocaba tantas cosas, demasiadas como para sofocarlo.

— Si, si...

— ¿Ahora que te pasa? Si quieres cierro y te quedas fuera, aunque no me haré responsable de nada, eh.

— Ah no, no. —negó con una sonrisa, dando un paso dentro, calmado y tranquilo— Es sólo que... estoy... contento.

El de tez morena alivianó su mirada, tratando de no mostrar demasiado la rara ternura que le provocaba verlo con la cara embarrada de rubor, el pelo medio despeinado bajo ese mal puesto gorro y el color brillante del jersey resaltar junto a sus ojos. Mierda, cada vez le costaba más reprimir esas sonrisas que le entumecian la cara. Negó con la cabeza, cerrando los ojos para luego cubrir disimuladamente su rostro con una mano.

— ...sí, me doy cuenta.

•~•~•~•~•~•~•~•
Holaaaaaa he vuelto :D/
Acá todavía es Lunes así que alcancé a subirlo igual ùvú9

Si había dicho que Wattpad me ha estado funcionando terriblemente mal, no me manda notis, a veces no me carga historias y sobre todo no me dejaba entrar a editar esta historia sino hasta hace poco.

Sinceramente, lo tenía medio editado hace mucho, pero no me he sentido con los ánimos como para entrar a escribir. Ya pasando rato, estoy mejor y pienso volver a escribir semanalmente, sisi uvu

Ya bien, aprovecho a decir que (sólo si es que son como yo) por si acaso se relean algunos caps de mis otras historias para ir al día cuando suba un nuevo cap y no se pierdan como me pasa mi (a veces tengo que releerme dos o tres caps para cachar bien a que iba xD)

Bueno, ahora si ¿qué tal les pareció? Si bien intenté empezar a avanzar más rápido y variar en escenas para no hacer todo tan plano y repetitivo. Yo digo siempre que los pequeños detalles son los que dan toda una nueva perspectiva a partes que parecen no importar demasiado, así que, espero se hayan leído bien.

Algo curioso, es que las escenas con los perros me resultan a veces mucho más interesantes que el resto de la historia empieza a cambiar si me distraígo mucho disfrutando escribir las interacciones perro-dueño que tienen Ben y Bennett jsjs (al igual que las escenas de tiempo infinito que pasan en el ascensor donde dos minutos parecen media hora xD son como las caídas larguísimas en un anime ex di)

Si lo notan bien, no tengo ni el más mínimo sentido de la moda así que escribir que Bennett se vista bonito es raro (a lo largo de la historia se muestra que el pobre agarra cualquier trapo que le quede bien y se lo pone, igual al final se ve bien con lo que sea jsjs) en cambio Ben es más todo lo contrario (y me cuesta un montón saber si las combinaciones que hago se verían bien en realidad :b)

En fin, no creo tener mucho que decir pero espero la espera(? Haya valido la pena y les haya gustado :'3
No olviden votar y comentar que tal les pareció, así que nos estamos leyendo pronto aquí y en otras actualizaciones de mis otras historias esta semana ;)

Bye♡

                「NiakuTan」

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro