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JiMin, un chico rubio de 19 años, ayudaba a su abuela a preparar la chimenea en la cabaña. Mientras ella preparaba chocolate en la cocina, JiMin se encargaba de poner los leños en su lugar y encender el fuego. Una vez que la chimenea estuvo lista, los dos se sentaron en las sillas que estaban frente a ella, disfrutando del calor y la luz del fuego.

La abuela le pasó una taza de chocolate caliente a JiMin, quien la aceptó con una sonrisa. Mientras tomaba un sorbo del chocolate, JiMin se atrevió a preguntarle algo a su abuela que había estado pensando por mucho tiempo.

—Abuela, ¿puedo hablar contigo? —preguntó JiMin.

—Claro, pequeño. ¿Qué pasa? —respondió la abuela, mirándolo con preocupación.

—Quiero ir a la ciudad —dijo JiMin, con determinación—. Quiero estudiar y encontrar un buen trabajo. Quiero hacer algo con mi vida.

La abuela se sorprendió, sacudiendo la cabeza. —No, JiMin. No puedes ir a la ciudad. Es un lugar peligroso, lleno de gente desconocida y cosas que no entiendes.

—Pero, abuela, no quiero vivir en el bosque toda mi vida —protestó JiMin—. Quiero ver el mundo, conocer gente nueva, aprender cosas nuevas. Quiero vivir mi propia vida.

La abuela se puso seria, su voz firme. —No, JiMin. No puedes ir. Tu padre y tu madre... —se detuvo, como si le costara seguir hablando—. Ellos querían que te quedases aquí, en el bosque, donde estás seguro.

JiMin se frustró, sintiendo que su abuela no lo entendía. —Pero, abuela, yo no quiero estar seguro. Quiero vivir, quiero experimentar cosas nuevas. Quiero ser alguien.

La abuela se levantó, su rostro firme. —No, JiMin. No puedes ir a la ciudad. Y no puedes dejar que tu ambición te ciegue. Aquí es donde debes estar.

JiMin se sintió triste, sabiendo que su abuela no cambiaría de opinión. —Pero, abuela... —empezó a decir.

—No, JiMin —interrumpió la abuela—. No hay más que hablar. No puedes ir a la ciudad.

JiMin subió las escaleras hasta su habitación en el ático de la cabaña, sintiendo una mezcla de emociones. Se sentó en su cama, mirando por la ventana mientras la nieve caía suavemente afuera.

¿Qué habrá pasado con mis padres?, se preguntó JiMin, como había hecho muchas veces antes. ¿Por qué se fueron? ¿Por qué no regresaron?

Miró el pequeño peluche que conservaba desde que era un niño, uno de los pocos recuerdos que tenía de sus padres. Lo abrazó fuerte, sintiendo una sensación de nostalgia.

La abuela siempre se negaba a hablar sobre ellos, y JiMin no sabía por qué. ¿Era porque era demasiado doloroso? ¿O era porque había algo que no quería que supiera?

JiMin se levantó y se acercó a la ventana, mirando la nieve que caía. Se sentía atrapado en la cabaña, sin saber qué había afuera. Quería explorar, quería descubrir.

Pero la abuela se negaba a dejarlo ir. ¿Por qué? ¿Qué sabía que él no sabía?

JiMin se sentó en la cama de nuevo, sintiendo una sensación de frustración. Quería saber la verdad sobre sus padres, quería saber por qué se habían ido.

Y quería ir a la ciudad. Quería ver el mundo, quería vivir.

Pero la abuela se negaba a dejarlo ir. ¿Qué podía hacer?

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