𝟎𝟐 | i miss you, i'm sorry

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chapter two, act one
i miss you, i'm sorry



Dean sabía, por el estado en que la habían encontrado, que Freya estaba gravemente herida. Así que esperar a que los médicos les pusieran al día sobre su estado se estaba volviendo frustrante.

Tampoco podía preguntar por ella, ya que no era su familia. Y si mostraba su verdadera preocupación, Henry y Peter empezarían a hacer preguntas. Sam intentaba distraerlo, hablándole de posibles casos, pero Dean apenas escuchaba. Ni siquiera había sido capaz de matar a quien o lo que fuera que le había hecho esto a su ex novia.

—¿Holloway?—La voz del doctor pronunciando el apellido de la chica le sacó de sus pensamientos.

Henry se puso en pie rápidamente, mientras Peter cerraba el cómic que tenía entre sus manos para prestar atención a la explicación del doctor. Sam y Dean permanecieron sentados, escuchando atentamente.

—Sí, hola. Yo soy su padre.—Responde Henry, acercándose al doctor.—¿Está bien?

—Sr. Holloway. Soy el doctor Ross.—El hombre se presenta, estrechándole la mano.—Soy quien la atendió.—Le explica. Henry asiente en silencio.—Freya tenía una contusión en la cabeza. Pero el TAC ha dado negativo. No hay signos de daño cerebral. También tiene un par de costillas rotas y ha perdido mucha sangre, así que hemos tenido que hacerle algunas transfusiones. Dicho todo esto, creemos que se va a poner bien.—Henry suspira aliviado, mientras Dean sentía cómo su respiración volvía a la normalidad. A su lado, Peter pudo notar su alivio, entrecerrando los ojos y mirándole con confusión.—Todavía está dormida. Estamos esperando a que se despierte. Esperemos que no tarde mucho. Todo parece normal. Ha tenido suerte.

—Gracias, doctor. Muchas gracias.—Responde Henry.—¿Cuándo podremos verla?

—Le diré a una enfermera que os lleve a su habitación. Aunque de momento sólo se permiten visitas de la familia.

Dean temía que dijera eso, pero una parte de él ya sabía que lo haría. Quería verla, pero también sabía que no tenía ningún derecho a hacerlo.

—Chicos, aún no he tenido ocasión de daros las gracias.—Dean y Sam se levantaron cuando Henry se acercó a ellos.—Estoy muy agradecido de que la encontrarais. Los dos lo estamos, ¿verdad, Peter?.

—Sí, por supuesto.—Asiente el chico. Sam le dedica una pequeña sonrisa.—Aunque en realidad fui yo quien la encontró.

—Peter.

—¿Qué? Es verdad.

—Nos alegramos de que esté bien.—Sam interrumpe su pequeña discusión. Sintiéndose secretamente celoso de la relación padre-hijo que los dos parecían tener.

Henry le sonríe en agradecimiento.

—¿Crees que podríamos verla?—Cuestiona Dean entonces, atrayendo la atención del hombre hacia él.—Para saber qué puede decirnos sobre la cosa que la atacó.—Se apresura a aclarar.

—Seguro que ella misma querrá cazarlo.—Contesta Henry.

—No. Sí. Claro que sí. Pero está herida, y esa cosa aún puede hacer daño a alguien.

—Sí, tienes razón.—Admite, pensativo.—Cuando se despierte se lo preguntaré. Seguro que ella también querrá daros las gracias.

—Gracias.

—Mientras tanto, deberíais volver a nuestra casa.—Declara Henry, sacando las llaves de su chaqueta y tendiéndoselas a Dean, quien las mira con confusión.—Si me dice algo, os lo haré saber. Es tarde, deberías descansar.

Su preocupación por ellos sorprendió a los hermanos Winchester. Aunque ciertamente lo apreciaban.

—Deberíais llevaros a Peter con vosotros. Si no es ningún problema.

—No. Está bien.—Responde Dean.

—Espera, espera, espera.—Exclama el niño, mirando a su padre.—No. Quiero ver a Freya.

—Peter, es tarde.—Responde él.—Y mañana tienes clase.

—¿En serio crees que voy a ir a clase después de lo de hoy?—Cuestiona, incrédulo.—Freya me necesita a su lado.

—Freya está en buenas manos.—Le asegura su padre, agachándose para estar a su altura.—Los médicos cuidarán de ella. Yo cuidaré de ella.

—¿Y si esa cosa viene a por mí?—Pregunta entonces.

—Lo dudo. Pero si es así, para eso están ellos aquí, ¿no? Para cazarlo.—Declara, señalando a los hermanos Winchester.

—Porque hasta ahora se les ha dado muy bien eso.—Bufa, poniendo los ojos en blanco.

—Oye, deja esa actitud.—Le pide su padre, frustrado.—Han venido a ayudar sin esperar nada a cambio. Sé amable con ellos, ¿vale?

—Como sea.

Henry se levanta de nuevo, dedicándoles a Dean y Sam una mirada de disculpa.

—Hey, Peter.—Dean lo llama.—¿Qué tal una pizza? Podemos parar a comprar una de camino a tu casa.

Peter entrecierra los ojos.

—No me vas a comprar con comida. No soy tan fácil.—Le asegura.

—A diferencia de ti, Dean.—Sam murmura divertido.

—Cállate.—Le responde, pero Sam mantiene una sonrisa divertida en los labios.

—De acuerdo. Iré con vosotros.—Peter finalmente acepta en un suspiro.—Pero mañana no iré a clase. Quiero estar con Freya.—Vuelve a mirar a su padre.

—Lo hablaremos más tarde.—Le responde.—Gracias chicos.

—Sí. No hay problema.

Peter no fue al colegio al día siguiente. Cuando se despertó, su padre aún no había vuelto a casa. Henry había pasado la noche en el hospital, en una silla incómoda junto a la cama de su hija, esperando a que se despertara.

Aquella mañana Dean había sido el primero en levantarse después de dormir unas pocas horas. Cuando el menor de los Holloway entro en la cocina de su casa, Sam leía en su ordenador buscando posibles casos para él y su hermano. Mientras tanto, Dean leía el diario de caza de Freya buscando alguna pista sobre el hombre que la había secuestrado a ella y a Kaila.

—Si fue un demonio ya se habrá ido.—Declara Sam, mirando a su hermano.

—A menos que siga empeñado en seguir a Freya.—Responde Dean.—Si lo encontramos, podríamos acabar con él.

—No se puede matar a un demonio.—La voz de Peter llama la atención de ambos hermanos. Sus miradas viajando hacia la puerta de la cocina.

Mirándole, Dean da un sorbo a su taza de café antes de responder a su afirmación.

—Sí, se puede. Si tienes el arma adecuada.

—¿Cómo qué? ¿El Colt?—Cuestiona Peter, frunciendo el ceño.

—¿Conoces el Colt?

—Mi padre escribió sobre él en uno de sus libros.—Se encoge de hombros mientras camina hacia la nevera para sacar un cartón de leche.—Cree que no le presto atención, pero lo hago.

Sam y Dean comparten una mirada.

Pasando junto a Dean, Peter agarra el diario de su hermana de la encimera y una caja de cereales del armario más cercano antes de sentarse junto a Sam.

—Lo estaba leyendo, ¿sabes?—Dean lo mira con incredulidad.

—Es privado.—Responde Peter, preparándose un tazón de cereales.—Lee un periódico. O un libro. Hay muchos de esos en las estanterías de esta casa.

—Es un diario de caza. No tiene nada de privado.

Peter entrecierra los ojos en silencio, observándolo atentamente durante unos segundos. Dean se vuelve hacia su hermano, confuso.

—Sabes, mi hermana conoció a un Dean una vez.—Habla Peter entonces, recuperando la atención de ambos hermanos.

—¿Si?—Cuestiona Dean.

—Sí.—Responde, asintiendo con la cabeza y bajando la mirada a su tazón de cereales.—Era un idiota. Bueno, nunca lo conocí, pero la abandonó en un motel cerca de Chicago. Nunca llamó ni dio ninguna explicación.

—Sí, eso suena como algo que haría un idiota.—Susurra Sam, volviendo a centrar su atención en el ordenador delante de él, ganándose una mirada molesta por parte de su hermano.

—Compartir nombre con él no ayuda a que me caigas bien.—Admite Peter, fingiendo no darse cuenta de esa pequeña interacción entre ambos.

—Tal vez tenía una razón para irse.—Comenta Dean, devolviéndole la mirada.

—Tal vez.—Repite, mirándole fijamente a los ojos.

Dean traga con dureza ante su mirada atenta, sintiendo como si el chico pudiera ver a través de él.

—Lo sabes.—Apunta al cabo de unos segundos, sin apartar los ojos de él.—Lo sabes desde que llegamos, ¿verdad?

Sam gira la cabeza para mirar al chico.

—Conozco a mi hermana como la palma de mi mano. Sé dónde lo guarda todo. Claro que lo sabía.—Responde Peter, colocando sobre la encimera una de las fotos que Freya había guardado de su tiempo junto a Dean.—Entonces, ¿qué estás haciendo aquí exactamente? ¿Tratando de compensar lo idiota que fuiste?

Dean suspira, tomando la foto entre sus dedos para mirarla detenidamente.

—Bobby nos envió aquí. No sabía que era a ella a quien teníamos que buscar hasta que llegamos aquí.—Le explica.—Intentaba protegerla, ¿sabes? Cuando me fui.

—A mi no tienes que darme explicaciones. Aunque irte en mitad de la noche parece algo que haría un gilipollas.

Dean no sabía qué contestar a eso, y dio gracias de no tener que hacerlo cuando el teléfono empezó a sonar. Sam fue quien contestó la llamada, levantándose y acercándose al teléfono colocado en una de las paredes de la cocina. Peter lo miró con interés, esperando que fueran noticias de su hermana.

—Era Henry.—Anuncia, colgando el teléfono.—Freya se ha despertado.

—Estupendo. Os espero en el coche. Daos prisa o me iré solo.—Exclama Peter, poniéndose en pie y saliendo de la cocina en cuestión de segundos.

—No... toques mi coche.—Le advierte Dean, dejando la taza de café sobre la encimera antes de seguirle.

Sam sonríe divertido, agarrando su chaqueta del respaldo de la silla.

─── ❖ ── ✦ ── ❖ ───

Dean podia sentir los ojos de Freya puestos él cuando se adentró en la habitación de hospital detrás de su hermano. Ella no parecía sorprendida o confundida de verle allí, lo que extrañamente le hizo sentir a él más sorprendido y confundido.

—Mi padre me dijo que me salvasteis.—Una sonrisa llena de amabilidad se forma en sus labios, cuando sus ojos se posan en Sam.

—Yo no diría tanto.—Responde él.—No pudimos acabar con él, se fue muy rápido. Ni siquiera le vimos.

—No pasa nada. Creo que lo asusté.

Su respuesta hizo sonreír a Sam. Mientras Dean no sabía cómo actuar ahora que se encontraba frente a ella.

—Me alegro de que estés mejor.—Habla Sam.—Soy...

—Sammy.—Completa ella, mirándole con un brillo de cariño en sus ojos.—He oído hablar mucho de ti.

—Claro.—Asiente.—Yo también, sobre ti.

La mirada de Freya se vuelve entonces hacia Dean, cuyos ojos no habían dejado de mirarla. Una sensación de familiaridad les invadió a ambos cuando sus ojos verdes se encontraron finalmente. Una parte de Freya seguía enfadada con él por haberse ido sin dar explicaciones, otra quería abrazarlo y decirle lo mucho que lo había echado de menos. Dean sintió un dolor en el pecho, como si aquel encuentro fuera sólo el principio de otra despedida.

—Debería... dejaros solos.—La voz de Sam les devolvió a la realidad, recordándoles que él aún se encontraba en la habitación con ellos.—Ha sido un placer conocerte, Freya.

—Igualmente.—Responde ella con una amable sonrisa en los labios.

Cuando Sam salió de la habitación un pesado silencio se instaló entre la ex pareja. Los ojos de Dean se habían desviado de ella, mirando a todas partes y a ninguna en particular. Pero ahora era Freya la que no podía dejar de mirarle, intentando leer su lenguaje corporal.

—Debería haberlo sabido.—Fue ella la encargada de romper el silencio. Los ojos de Dean se posaron en ella una vez más con una sensación de confusión.

—¿Qué?

—Que eras un cazador.—Aclara con una sonrisa nerviosa asomando entre sus labios.—Era bastante obvio ahora que lo pienso.

—Que tú lo eras no.—Admite él, sintiéndose algo menos nervioso en su presencia.—Realmente me creí todo ese rollo de 'estudiante de arte viajando por el país'.

—No era del todo mentira.—Le asegura.—Era estudiante de arte, pero no estaba allí por eso.

Dean asiente ligeramente, sus ojos bajando al suelo antes de volver a hablar.

—Escucha, Freya, lo siento... Por como me fui. Realmente pensé que era lo mejor.

—¿Para mi o para ti?

—Ya sabes cómo funciona este trabajo. Si te hubiera pasado algo... habría sido por mi culpa. No podía permitirlo.

—Sí, lo entiendo.—Asiente con un ligero tono de rencor en su voz.—Pero podrías haberte despedido, ¿no crees?—Dean abre la boca para contestar, pero Freya se apresura a interrumpirle.—Ya no importa, Dean. Lo he superado.

—Claro.—Su voz abandona su boca en un susurro.—Me alegro de que estés bien.—Freya aparta su mirada de él, sintiendo ese mismo dolor que había sentido al despertarse aquella mañana años atrás sin él a su lado y sin ninguna explicación.—Lo... lo siento.

Tan rápido como Dean abandonó la habitación, Sam se acercó a él, siguiendo sus pasos por el pasillo.

—¿Se lo has dicho?—Le pregunta.

—¿Decirle qué, Sammy?

—¿Estás de broma? Ya sabes qué.

—¿Por qué iba a hacerlo?—Cuestiona, sin molestarse en mirarle.

—No lo sé. Porque llevas meses queriendo llamarla.—Sam se encoge de hombros. Entonces Dean se detiene en seco, dándose la vuelta para mirarle.—Sí, yo también presto atención. ¿Crees que no te he visto mirar su número en el teléfono? Pues lo he hecho. Quieres decírselo.

—No, no quiero.—Asegura.—¿Por qué querría hacerlo? ¿Decirle que fui un idiota entonces, que no quiero volver a dejarla, pero luego hacer exactamente eso mismo dentro de unos meses? No, gracias. Ella no se merece eso.

—Ella se merece la verdad.

—Bueno, nunca fui bueno dándole lo que se merece. Vuelvo a ser el idiota que se va sin dar explicaciones. Puedo vivir con eso.—Declara, alejándose de su hermano.

—Dean, te estás muriendo. No es lo mis...—Sam insiste, pero Dean ya se había alejado lo suficiente como para no oírle.

—¿Se está muriendo?—La voz de Peter hace que Sam se gire rápidamente.

—¿Qué?—Frunce el ceño.—Es complicado.

—Escucha, él ni siquiera me cae bien.—Admite.—Pero conozco a mi hermana, y ella le quiere, creo. Al menos se merece una explicación.

—Lo sé. Pero no soy yo quien debe dársela.

—Ella siempre ha querido alejarse de aquí, ¿sabes? Viajar. Una vez hizo un trabajo cerca de Chicago. El único que ha hecho fuera de San Francisco. Allí conoció a Dean.—Explica mientras Sam escucha atentamente.—Vosotros hacéis eso, viajáis cazando monstruos. Creo que a ella le gustaría algo así.

No fue difícil para Sam entender lo que Peter le estaba pidiendo. Y la idea de que Freya viajara con ellos no le molestaba en absoluto. Una parte de él esperaba que ella quisiera ayudar a Dean tanto como él.

—Sabes que eso significaría que tal vez no la veas en mucho tiempo, ¿no?

—No me importa. Quiero que sea feliz.

Una cosa que ni Peter ni Dean ni Sam sabían era que Freya ya conocía el trato que Dean había hecho para salvar la vida de su hermano. Ella sabía que a Dean le quedaba poco tiempo antes de ser enviado al infierno. Ese demonio se lo había contado todo con el único propósito de hacerle daño. Porque eso era lo que ese demonio había estado haciendo desde que ella cumplió 10 años.

Su batalla contra ese demonio era sólo suya. Por eso había mentido a los hermanos Winchester cuando le preguntaron por su atacante. Y también era una de las razones por las que irse con ellos y abandonar San Francisco le parecía una buena idea. Para poder cazarlo.

Excepto por el hecho de que eso significaría pasar una cantidad considerable de tiempo junto a Dean.

─── ❖ ── ✦ ── ❖ ───

Freya salió del hospital al día siguiente. Tenia que guardar reposo y tomar algunos medicamentos, pero las heridas no eran demasiado graves y las costillas se le curarían solas. Además, ya estaba acostumbrada a los moratones.

Cuando ella y su padre llegaron a la casa, los hermanos Winchester aún estaban allí. Dean quería marcharse cuanto antes, pero Sam había insistido en esperar a que Freya regresara. Así que mientras Dean recogía sus cosas, Sam se encontraba con Peter. A petición del menor de los Winchester, el chico le estaba mostrando algunos de los libros sobre historia sobrenatural que su padre guardaba.

Su conversación se vio interrumpida cuando el rubio de pelo rizado se abalanzó a los brazos de su hermana, feliz de tenerla de vuelta en casa. Un gemido de dolor salió de los labios de la chica ante el impacto, pero eso no impidió que una sonrisa cariñosa apareciera en sus labios.

Dean los oyó desde el piso superior, pero no hizo ningún esfuerzo por unirse a ellos. Minutos después, estaba demasiado concentrado en sus propios pensamientos como para percatarse de la presencia de Freya en la puerta de la habitación donde él y su hermano habían pasado las dos últimas noches.

—Un trato con un demonio, Dean, ¿en serio?—Dean se gira rápidamente al oír su voz, encontrándose con su mirada.

—¿Cómo...? ¿Te lo ha dicho Sammy?

—No. Él no me ha dicho nada.—Le asegura rápidamente, lo que sólo provoca mas confusión en él.—Antes mentí. Cuando Sam me preguntó por el hombre que me había atacado y había secuestrado a Kaila.—Admite, sentándose en el borde de una de las camas. Dean la observa atentamente, escuchando sus palabras.—Mentí. Sí que le conocía. Aunque no con esa cara. Es un demonio al que intenté cazar hace unos meses. No lo conseguí y desde entonces me persigue. Él me lo contó. De alguna manera sabía sobre... nosotros. Y quería hacerme daño.

—Así que ya sabías que era un cazador.

—Bueno, no era de él de quien quería oírlo. Pero sí, me lo dijo.—Asiente, posando su mirada en él.—¿Por qué lo hiciste, Dean?

—Sammy estaba muerto. No tuve elección.—Su respuesta la toma por sorpresa. Aunque era la única razón lógica por la que alguien haría un trato así.—Tú habrías hecho lo mismo por Peter.

Él tenía razón y ella lo sabía. Pero eso no impedía que su corazón se estremeciera ante la idea de volver a perder a Dean. Tras unos pocos intercambios de palabras y miradas, Freya volvía a sentirse tan conectada a él que la idea de perderle le dolía tanto como la primera vez.

—¿De verdad sólo te dieron un año?—Inquiere, volteándose para mirarle una vez más mientras él se sienta a su lado en el borde de la cama. Dean suspira y asiente.—¿Cuánto tiempo te queda?

—Unos meses.—Contesta.—Y si intento encontrar una forma de evitarlo, matarán a Sam.

—¿Por eso has venido hasta aquí?—Cuestiona, frunciendo el ceño.—¿Querías disculparte antes de que fuera demasiado tarde?

Un suspiro abandona los labios de Dean mientras se gira para devolverle la mirada.

—He querido disculparme desde el momento en que puse un pie fuera de esa habitación de motel, Freya. Me importabas demasiado. No quería que te hicieran daño.

Freya no sabía si creerle. La última vez que Dean le había dicho algo así había acabado con ella despertándose en una habitación vacía. Pero en ese mismo momento, mirándole a los ojos, supo que estaba siendo completamente sincero con ella.

—Te perdono, Dean.

—Sólo dices eso por lástima.—Declara, desviando la mirada.

—No, no lo hago por eso.—Asegura, armándose de valor para agarra su mano. Ese gesto hace que Dean se sobresalte, pero la familiaridad de su tacto lo tranquiliza rápidamente.—Esa no es la razón. Tú también me importabas. Aún me importas.

—No quiero arrastrarte a esto, Freya.

—No lo haces. Quiero ayudar.—Responde con firmeza.—Tal vez no pueda romper el trato, pero vosotros podéis ayudarme a matar al demonio que me persigue. Peter me habló del Colt. Y si vas a morir, quiero pasar el tiempo que te quede contigo. Eso, por supuesto, si tú quieres...

—No sé...—Le interrumpe, poniéndose de pie.

—Vamos, Dean.—Insiste.—Podemos ayudarnos mutuamente. ¿O vas a dejar a Sam así sin más?—Dean se mantiene en silencio, paseándose por la habitación.—Tenías razón cuando dijiste que él me gustaría. Y si fuera Peter... No querría que estuviera solo. Además, yo tal vez podría encontrar una manera...

—No vas a buscar nada.—Vuelve a interrumpirla.—Ya te lo he dicho, si intento buscar una forma de evitarlo, Sam muere.

—De acuerdo.—Suspira.—No haré nada. Pero...

—No vas a aceptar un "no" por respuesta, ¿verdad?—Se queja. Freya niega.—Nos vamos en 20 minutos.—Declara entonces, ganándose una sonrisa victoriosa por su parte.

Pero, antes de que Freya pudiera ir a ninguna parte con los hermanos Winchester, tenía que convencer a su padre. A pesar de ser una mujer adulta de veinticuatro años, Freya no quería irse sin hablar antes con él. Prefería dejar las cosas en buenos términos y discutir la situación.

Sabía que a su padre no le entusiasmaría la idea, pero a ella siempre se le había dado bien conseguir lo que quería de él. Henry también sabía que podía cuidar de sí misma.

Lo que realmente preocupaba a Freya era dejar solos a su padre y hermano. Henry no era un cazador, apenas sabía disparar un arma. Y aunque ella misma había entrenado a Peter para defenderse y ambos sabían lo suficiente sobre criaturas sobrenaturales, le seguía preocupando dejarlos solos.

—No vas a ir con ellos.—Responde Henry, cerrando la puerta de su despacho.

—¿Por qué no? Encontraré...

—Es peligroso.—La interrumpe.

—Ya no cazaría sola. Y ayudaría a más gente que aquí.—Señala, observando cómo rodea el escritorio para colocarse frente a ella.

—Estás herida.—Le recuerda.

—Me mantendré al margen de la lucha durante un tiempo. Puedo investigar.

—No sé...

—Voy a encontrar a ese demonio, papá.—Declara firmemente.—Ellos tienen el Colt, podré matarlo.

—Si le quedan balas. Podrían haberlas usado todas.

—No lo han hecho.

—Espero que tengas razón.—Suspira, sentándose.—Pero, Freya, no quiero que vuelvas a ponerte en peligro por esta venganza.

—Es más que eso y lo sabes.—Asegura, sentándose frente a él.—Hago esto para protegernos. A todos nosotros.

—Lo sé.—Susurra, observándola atentamente.—No me escucharás, ¿verdad?

—Nunca se me ha dado bien.—Se encoge de hombros con una sonrisa divertida en los labios.

—No. Ni a ti ni tu hermano.—Suspira.—Los dos sois como vuestra madre.

—Llamaré todos los días.—Le promete.

—Más te vale.—Le advierte.—Te quiero.

—Yo también te quiero.—Sonríe, poniéndose de pie.—Voy a recoger mis cosas.

─── ❖ ── ✦ ── ❖ ───

Sam se alegró de saber que Freya se uniría a ellos a partir de ahora. Una parte de él esperaba que pudiera ayudarle a salvar a su hermano. Otra parte de él se sentía aliviado de que si Dean finalmente terminaba en el infierno, ya no estaría completamente solo.

Ella le gustaba. Sin apenas conocerla, ya podía ver lo que había hecho que su hermano se enamorara de ella. Además de guapa, Freya parecía una persona dulce, cariñosa, fuerte e inteligente. Sinceramente, se moría de ganas de conocerla más.

—Llámame cuando quieras, para cualquier cosa. En serio, Peter, cuando quieras.—Freya le dijo a su hermano mientras se agachaba frente a él.

—Lo haré. No te preocupes.—Responde él, sus ojos viajando detrás de ella, viendo a los hermanos Winchester apoyándose en el coche, esperándola.—He metido un par de cómics ahí, por si te aburres y para que no te olvides de mí.—Le dice, entregándole una mochila.

—Como si pudiera.—Sonríe.

—Papá también ha puesto un regalo. Creo que era algo de mamá.—Le informa, haciendo que Freya mire la mochila en su mano.

—¿Le darías las gracias de mi parte?—Pregunta, tratando de no mostrar la tristeza en su voz. Peter asiente.

—Claro.

Freya asiente ligeramente, mirando hacia Sam y Dean.

—Recuerda, sal, agua bendita y cuchillo de plata debajo de la cama.—Habla, volviendo a mirar a su hermano pequeño.—Tienes la llave de mis armas y sabes dónde esconderte.

—Tranquila. Lo recuerdo todo.—Le asegura, habiéndola oído decir aquellas palabras minutos antes.

—Vale.—Murmura.

—Estaremos bien.

—Sí, sí, lo sé.—Asiente.—Lo sé.

—Te echaré de menos.—Declara, rodeándola con sus brazos.

—Yo también te echaré de menos, colega.—Freya sonríe, devolviéndole el abrazo.—Te quiero.

—Yo también te quiero.

Freya nunca había pasado tanto tiempo separada de su hermano. Peter era como un hijo para ella. Claro que Henry era un padre cariñoso y atento, pero también era uno muy ocupado. Ella siempre se había sentido como una madre para él. Cada vez que tenía una pesadilla, Peter aparecía en su cama. Cada vez que le ocurría algo emocionante en el colegio, se lo contaba a ella. Sólo esperaba que la distancia no rompiera el vínculo entre ellos.

Dejando un beso en su mejilla, Freya se separó del abrazo, poniéndose de pie para unirse a Dean y Sam en el coche.

—¿Preparada?—Cuestiona Dean al verla acercarse a él.

—Sí.—Asiente..

—Muy bien. Los asientos de atrás son todos tuyos. No conducirás, así que ponte cómoda.—Le indica, abriendo la puerta del asiento del conductor.

Freya frunce el ceño, su mano agarrando la manija de la puerta.

—¿Por qué no?

Dean le devuelve la mirada.

—¿Recuerdas la última vez que te dejé las llaves de Baby? No cometeré el mismo error.

—He aprendido desde entonces, sabes.—Responde. Dean levanta las cejas, mirándola seriamente.—Está bien.—Suspira, subiéndose al coche.

Imitando su acción, Dean se pone al volante. Sus ojos echando un último vistazo a Peter, quien se despedía de Freya con la mano.

—Vamos, Dean, deja de fruncir el ceño.—Freya se inclina sobre el respaldo de los asientos delanteros, apoyando los brazos en él y colocando la cabeza entre ambos hermanos.—Tal vez hagamos un buen equipo.—Sonríe, golpeando ligeramente el hombro del más joven.—¿Verdad, Sammy?

Normalmente Sam no dejaría que nadie aparte de su hermano usara ese apodo, pero le gustaba cómo sonaba cuando ella lo decía. Así que con una sonrisa divertida se volvió hacia Dean.

—Sí.—Contesta, recibiendo una mirada no tan divertida de su parte.

—¿La regla sigue siendo la misma?—Cuestiona Freya, recuperando la atención de Dean mientras él arrancaba el coche.

—¿Qué regla?

—Ya sabes 'el conductor elige la música y el copiloto cierra el pico'.

—Así es—Asiente.

—Bueno, yo no soy el copiloto y tengo algunas cintas de casete bastante buenas aquí.—Le informa, mirando dentro de la mochila que su hermano le había dado.

—Tampoco eres la conductora.—Señala en respuesta.

—Vamos, Dean.—Insiste. Sam sonríe divertido, mirando a su hermano.—Tengo buen gusto musical. Tú mismo lo dijiste.

—Debía de estar borracho.

—Muy gracioso.—Responde, rodando los ojos.—Pero, en serio, no podemos escuchar siempre los mismos cuatro álbumes.

—Llevo años diciéndole eso mismo.—Comenta Sam.

—Quizá en la próxima parada.

—¿En serio?—Ambos le miran con sorpresa. Freya con un brillo de esperanza en los ojos mientras Sam lo hace con incredulidad.

—He dicho tal vez.

—Me tomare eso como un sí.—Freya sonríe, apoyándose en el respaldo de su asiento.


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