࣪ ٬ 𝟬𝟬. prologue. ៹✓

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━ ✩・*。𝐁𝐋𝐀𝐂𝐊 & 𝐏𝐎𝐓𝐓𝐄𝐑 。˚⚡
000.┊PRÓLOGO.

ARA BLACK NACIÓ EL 21 DE JUNIO DE 1980.

Sirius Black estaba muy nervioso ese día, pasó muchas noches sin dormir con la cabeza llena de pensamientos; se preguntaba, ¿sería un buen padre? Su esposa, Ava Black, era un alma bondadosa, siempre daba más de lo que debía, tenía un aura pacífica que hacía que todos a su alrededor tuvieran un poco de curiosidad por saber qué contenía su mente, y su constante seguridad ayudaba. Pero Sirius aún no estaba seguro, no hasta que puso los ojos en su preciosa hija, y en ese momento, lo supo. El par de ojos grises —idénticos a los suyos— que le devolvieron la mirada aquella noche estaban llenos de asombro y un destello de picardía.

Y cuando Ava los miró con los ojos humedecidos, ambos supieron que protegerían a su hija con todo lo que tenían, que lucharían contra cualquier pesadilla que intentara apartarla de ellos. Ava y Sirius podían ser totalmente opuestos, pero tenían el mismo fuego y la misma capacidad de protección cuando se trataba de sus seres queridos.

Pero, lamentablemente, cualquier fuego puede ser extinguido.

Con el paso de los meses, Ara hizo un amigo. Harry Potter, era un bebé tímido, por no decir otra cosa, había sido muy vacilante en su acercamiento cuando los Black visitaban a los Potter, también parecía curioso, cada vez que la bebé de ojos plateados le hacía un saludo a trompicones.

—Adelante, cariño —le animaba su madre, Lily Potter, a acompañar a la pequeña cada vez que ella jugaba con algunos juguetes.

Pero la mayor parte del tiempo se limitaba a mirar, con la cabeza inclinada y el pelo revuelto.

Eso fue hasta que un día, Ara parecía estar demasiado aburrida para jugar sola, así que cogió todos los juguetes que pudo llevar y los dejó todos al lado de él, sentándose y mirándole expectante. Entonces Harry, sin saber qué hacer, miró a su padre en busca de ayuda, pero James Potter tenía una sonrisa de oreja a oreja mientras le indicaba a su hijo que jugara con ella.

A partir de ese día, Harry Potter no se cansó de Ara Black.

Sirius Black tenía que apartarlo de su pierna cada vez que intentaban irse, porque Harry no quería que su amiga se fuera; Ara siempre le dedicaba una sonrisa ladeada y un pequeño saludo cada vez que se iba con sus padres. Sirius estaba casi celoso por la cantidad de atenciones y cuidados que mostraba su hija al pequeño.

Sirius siempre se aseguraba de decirle a James que mantuviera a su "peligro de niño" alejado de su "angelito", aunque James sólo le sonreía burlonamente, haciendo que Sirius también se irritara con él, pero no podía negar que su hija era probablemente la más feliz cuando pasaba tiempo con Harry, por lo que su felicidad hacía que todo mereciera la pena.

Todo fue como la seda, con la Orden, James y Lily, Sirius y Ava, y sus hijos.

Era demasiado bueno para ser verdad.

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—¿REALMENTE SOMOS EL TIPO DE PADRES que ven a sus hijos dormir? —dijo Ava, ella y Sirius estaban tumbados en su cama, apoyados de lado mientras Ara yacía entre ellos, profundamente dormida, apretando su perro negro de peluche contra su pecho con sus pequeñas manos.

—Estoy seguro de que Cornamenta y Lily hacen lo mismo con Harry —Sirius se encogió de hombros.

—Hablando de Bambi junior, ¿por qué no te calmas un poco con él? Todavía es un bebé y mirar mal a un niño pequeño no está bien visto. Especialmente cuando él no ha hecho nada─

—¿Nada? —farfulló, ofendido— ¿Has visto cómo mira a nuestra hija? Como si ella fuera a caer en sus payasadas─

—Un poco demasiado dramático, ¿no crees? —Ava enarcó una ceja— Apenas pueden formar unas frases, dudo que esté lanzando miradas de amor─

—¡Tú no lo conoces! Es el hijo de James, sé que trama algo. Aunque nuestra chica es demasiado lista para caer en eso —Sirius sonrió satisfecho.

—¿Quieres apostar? —dijo Ava con una ceja alzada.

—¿El qué?

—Apuesto a que Ara eventualmente "caerá en sus payasadas" como tú lo llamas, tal vez cuando sean adolescentes─

—Por encima de mi cadáver —dijo Sirius sombríamente.

—¿Diez galeones, entonces?

Trato hecho —los amantes se dieron la mano, finiquitando su apuesta.

—No puedo creer que sea Halloween y estemos en la cama a las siete de la noche —refunfuñó Sirius dramáticamente tras unos instantes de silencio—. ¿Recuerdas las fiestas que montábamos en Hogwarts?

—Ya no tenemos diecisiete años y tenemos una hija.

—Podríamos llevarla con nosotros.

Ava le dirigió una mirada plana.

—¡Tiene un año!

—Al menos podríamos habernos arreglado, crecerá pensando que somos unos aburridos —Sirius suspiró, echando el pelo de Ara hacia atrás y lejos de su cara—. Ella no puede. . .no puede crecer encerrada en casa, Aves, eso no es vivir. Quién sabe cuándo podremos darle una infancia normal. . . Sólo quiero que sea normal.

—Nosotros la hicimos, Sirius, normal es lo último que será —susurró Ava en voz baja, mirando hacia abajo con adoración a su hija—. Si me preguntas. . .ella está destinada a ser alguien extraordinario. Algunos niños nacen así, destinados a algo más. . .

—¿Qué pasa si no estamos ahí cuando nos necesite? —Sirius expresó los temores que había estado ocultando— Estamos en guerra. . . ¿qué pasa si no podemos estar ahí─

—Estaremos —le cortó Ava y se acercó para posar una mano en su mejilla—. E incluso si no podemos estar, Sirius, es nuestra hija, será tan resistente y feroz como se pueda ser, estoy segura de ello. . .lo logrará incluso si no estamos ahí para ayudarla. . .

Ambos miraron a Ara, de un año de edad, que dormía profundamente, y una creciente pesadez se apoderó de sus corazones. Nada era seguro en la vida, y por mucho que quisieran creer que siempre estarían ahí para su pequeña Ara, no podían garantizarlo.

—Solo desearía─

Un repentino destello de algo azul claro interrumpió la frase de Sirius, los jóvenes padres se levantaron apresuradamente, alzando sus varitas y esperando un ataque, pero ambos se congelaron al darse cuenta de que se trataba de un patronus cierva, susurrando las temblorosas palabras de la voz de Lily Potter:

—Está a-aquí, p-por favor necesito que ven-vengáis a por Harry─

—No —fue la única palabra que pareció escapar de la boca de Ava—, él-él no puede estar allí, eso no es posible─

—Peter. . . —murmuró Sirius, con la cara increíblemente blanca y los labios temblorosos— Él me dijo─ ¡Tengo que irme! ¡Tú quédate aquí!

Con el conocimiento de la traición de una persona a la que una vez había considerado un hermano, empezó a caminar hacia la puerta de su dormitorio y se dirigió hacia la sala de estar. Ava tomó frenéticamente a Ara en brazos y le siguió rápidamente. Ella podía decir que él estaba agitado por cómo susurraba para sí mismo, pasándose las manos por el pelo estresadamente.

No querían creer que Peter Pettigrew, alguien en quien habían confiado literalmente con sus vidas, era un cobarde traidor, pero no había otra forma de que Voldemort descubriera dónde estaban escondidos James y Lily. Tuvo que haberlos delatado, seguramente para salvar su pellejo mientras abandonaba cualquier tipo de lealtad hacia sus mejores amigos. Fue una revelación que les dejó trastornados, pero no tuvieron más remedio que aceptarlo.

Ava conjuró un patronus, una lechuza parda apareció y ella no perdió tiempo en dar instrucciones.

—Encuentra a Albus Dumbledore─ dile que la ubicación de James y Lily ha sido revelada. ¡Deprisa!

—Tengo que irme. . . —dijo Sirius, su voz mortalmente fría.

—Sirius, no

—¡James y Lily ya podrían estar muertos! —casi gritó Sirius, y Ara se agitó ligeramente en los brazos de su madre. La voz de Sirius transmitía muchas emociones; rabia, dolor, traición. . .pero ambos sabían que no había tiempo para detenerse en sus sentimientos— Tengo que ir a buscar a Harry─

—¡Si vas ahora, podría perderte a ti también─!

—¡Es nuestro ahijado, Ava!

—No le sirves de nada si estás muerto —dijo Ava bruscamente, con los ojos encendidos por la ira y la tristeza. Envolvió a su hija con más fuerza, buscando consuelo—. Sirius. . .tú no─ no puedo perderte a ti también. Después de todos los que me han sido arrebatados, no podría soportar perderte a ti también. . .por favor. . .

—No me perderás, te lo prometo —juró Sirius, acunando sus mejillas y presionando su frente contra la suya—. Pero debo ir─

—Por favor, deja que Dumbledore o el Ministerio se encarguen─

—Tú no te fías de ellos, y yo tampoco, cariño.

—Entonces déjame ir contigo, podemos dejar a Ara en casa de Lunático y yo iré. Apuesto a que tus posibilidades de vivir son mejores conmigo─

—Tu vida es demasiado valiosa para jugarla —murmuró Sirius con cariño, depositando un beso en su frente y dando un paso atrás—. No arriesgaré la de ninguna de las dos.

—Tengo un mal presentimiento sobre esto, Sirius —Ava negó con la cabeza, bajando la mirada para ver a su hija aún dormida en sus brazos.

Sirius bajó la mirada hacia lo que más le importaba en el mundo, rozando su mejilla con el dorso del dedo, tragó saliva, no quería dejar a su hija y a su mujer solas ahora mismo, todo le decía que se quedara, que se quedara en su casa con su familia.

Pero no podía.

—Volveré —dijo Sirius con firmeza, mirando a Ava una vez más, con los ojos llenos de determinación y amor—. Te prometo que volveré, traeré a Harry, me encargaré de Pettigrew y luego nos iremos de aquí, ¿vale? Nos iremos, no me importa donde vayamos mientras estemos juntos, conseguiremos una nueva casa, lejos de aquí.

—Sabes que no llevo bien las promesas rotas, Sirius —los ojos de Ava brillaron con lágrimas no derramadas.

—Escúchame —le levantó la barbilla con el dedo índice con delicadeza—. Volveré contigo y con Ara, es una promesa, no se romperá, ¿vale?

Ava dudó un segundo, pero luego asintió temblorosamente.

—Vale.

Sirius la besó, lento y lleno de ternura, saboreando cada segundo, deseando que sus vidas no hubieran dado un giro, esperando que la primera vez que rompiera una promesa no fuera esta noche.

—Pero. . . —Ava prosiguió cuando se separaron—. Si no vuelves con nosotras, te mataré, Black, ya sabes que mis amenazas nunca están vacías.

Sirius logró torcer ligeramente los labios.

—Oh, lo sé.

Presionó un beso en la frente de Ara, mirándola fijamente todo el tiempo que pudo, sintiendo algo pesado en su corazón. Una clara vacilación se podía ver en su rostro mientras miraba a su hija, pero la apartó y puso su mirada en Ava por última vez.

—Te veré en un minuto —prometió Sirius, tomándola de la nuca para atraerla a él, dándole un último beso en la mejilla.

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HABÍAN PASADO CINCO MINUTOS DESDE QUE SIRIUS SE FUE y Ava ya se paseaba de un lado a otro en la sala de estar, abrazando a Ara contra su pecho y tarareando una melodía para mantenerla dormida. A pesar del tiempo de octubre, sudaba de preocupación, su respiración salía como bocanadas de aire y estaba a punto de sufrir un colapso. Pero no podía derrumbarse, no podía desmoronarse porque su hija la necesitaba, y ella siempre estaba por encima de cualquier otra cosa.

Las lágrimas caían silenciosamente de sus mejillas mientras intentaba mantener a raya sus sollozos. La pena por fin empezaba a abrirse paso en su corazón y a comerla viva; Lily se había ido. . . no era tan tonta como para pensar que su amiga había conseguido escapar y el darse cuenta de lo que le había pasado hizo que Ava quisiera morir. Lily era demasiado buena, era demasiado buena para el mundo, demasiado amable cuando no necesitaba serlo, siempre allí para echar una mano a quien la necesitara. Ava recordó la primera vez que se vieron en la biblioteca. . . las cosas habían sido mucho más fáciles en aquel entonces. Y James. . . Ava no quería ni imaginarse cómo se estaría sintiendo Sirius. James, a pesar de su problemática juventud, se había convertido en un hombre digno de admiración, con la valentía de mil soldados y el corazón de un león. Se había convertido en alguien a quien valía la pena conocer y había tenido un impacto significativo en todas sus vidas.

—Por favor. . . por favor. . . —suplicó Ava al universo, colocando su mejilla sobre la cabeza de Ara. Ella no sabía lo que estaba suplicando, todo lo que sabía era que quería que todo esto terminara.

Un ruido repentino en el exterior hizo que Ava dejara de pasearse. Levantó la cabeza, con los ojos rojos e hinchados fijos en la puerta, inmóvil. No era Sirius, eso estaba claro, era demasiado pronto para que volviera. Apartó la mirada y, rápida y cuidadosamente, colocó a Ara en el sofá y realizó el Encantamiento Desilusionador, haciéndola prácticamente invisible al mimetizarse con los colores y la textura del mismo.

La puerta se abrió de golpe justo cuando Ava volvió al centro del salón. Con la varita en la mano, miró la figura de Peter Pettigrew de pie en la puerta, que también la apuntaba con su varita.

—Pettigrew —espetó Ava, alzando aún más la mano—. ¿Dónde están mi marido y mi ahijado?

La varita de Peter temblaba en sus dedos; no respondió.

—¡Contéstame! —Ava casi gritó—. ¿O te reservas tus palabras exclusivamente para Voldemort?

—No digas su nombre —siseó él en voz baja, con su varita temblando más que antes.

—¿Así que ni siquiera os tuteáis? —Ava frunció el ceño burlonamente—. Habría pensado que después de tu acto de lealtad te habría dado al menos eso.

¡Desmaius!

¡Protego!

Ava realizó su encantamiento protector justo a tiempo.

—Siempre has sido patético en los duelos —se burló Ava—. Siempre tan. . .lento.

Pudo ver cómo la mandíbula de Peter se ponía rígida.

—Sólo estoy aquí por una cosa.

—Si has venido a buscar a mi hija, tendrás que pasar por mí primero —la voz de Ava era gélida. Podía superarle fácilmente, pero su magia era desordenada─caótica—. No me obligues a matarte, prefiero mucho más que te pudras en una celda de Azkaban, rodeada de Dementores que te chupen toda la felicidad, quizás hasta te den el beso.

¡Sectum!

Ava bloqueó el hechizo con facilidad.

—Veo que Snivellus te ha estado enseñando nuevos hechizos.

¡Diffind!

¡Expelliarmus!

La varita de Peter cayó en su mano, aunque no se había dado cuenta de que no era suya, y ese pequeño error le costaría todo.

Ella no había visto el movimiento, no lo vio sacar otra varita del bolsillo, no lo vio.

Y cuando levantó la vista, ya era demasiado tarde.

Esta vez, Peter no perdió el tiempo con simples hechizos, sólo dijo dos palabras.

Avada Kedavra.

Ava no fue lo suficientemente rápida, había sido sorprendida, demasiado sorprendida para pronunciar un hechizo, demasiado sorprendida para hacer un movimiento.

Cuando la maldición la golpeó, por un momento se sintió culpable, por no haber sido lo suficientemente rápida, Ara crecería sin siquiera recordar su voz, Ava nunca llegaría a verla crecer, no podría verla en su primer día en Hogwarts, Ara no recordaría su rostro a menos que mirara una foto, no tendría a su mamá para guiarla en los momentos difíciles.

Por no ser lo suficientemente rápida, Sirius estaría perdido, un padre soltero al cuidado de dos niños, tendría que criar a Ara y Harry sin ella, le habían robado a su hermano y a su mejor amigo, y ahora se la llevaban a ella también, no tendría a nadie allí para abrazarlo en medio de la noche cuando se despertara de pesadillas sobre sus padres, ella ya no podría consolarlo.

Por no ser lo suficientemente rápida, Remus tendría que sufrir aún más durante las lunas llenas, porque ella no estaría allí para prepararle una poción para su dolor. Tendría que asistir solo a sus sesiones de lectura, al no tener ya a nadie que le acompañara.

La última emoción de Ava Black fue culpa, y luego no hubo nada.

Peter Pettigrew permaneció de pie junto al cuerpo de la mujer que una vez consideró una amiga. Su varita seguía temblando en su mano, le habían aconsejado que llevara dos varitas, pues Ava sólo podría ser vencida si la sorprendían.

Respiró hondo y comenzó a registrar la casa, mirando en todas las habitaciones, y buscando en la cocina, el salón, el sótano y el ático, pero no encontró nada. Buscó y buscó pero nunca encontró a Ara. Suspiró frustrado, asumiendo que Ava y Sirius habían dejado a Ara en otro sitio en lugar de tenerla en su casa. Lo más probable es que la hayan llevado a una casa segura mucho antes de que él llegara, así que sin ningún éxito se fue.

Unas horas más tarde, Albus Dumbledore se encontraba fuera de la casa. Estaba aquí con un propósito, recoger a Ara Black que ahora era prácticamente huérfana, Sirius Black había sido enviado a Azkaban no hacía mucho después de que los Aurores concluyeran que no sólo había traicionado a los Potter sino que también había asesinado a Pettigrew. Dumbledore no era tonto, sabía que si Ava se hubiera enterado de lo de Sirius habría acudido en su ayuda, pero no se había presentado, lo que significaba que fue incapaz, y lo único que podría haberla detenido habría sido la muerte.

Entró en la ahora lúgubre casa, divisando a Ava en el suelo del salón, todavía agarrando con fuerza su varita, con los ojos castaños claros cerrados, que nunca volverían a ser abiertos. Dumbledore suspiró con tristeza y sus ojos se cerraron brevemente. Conjuró un patronus para informar a los aurores del asesinato, luego levantó su varita para poder colocar su cuerpo encima de la mesa del comedor, poniendo una manta que tenía cerca sobre ella.

Acto seguido, realizó el Encantamiento Revelio, revelando a una pequeña bebé profundamente dormida en el sofá, envuelta firmemente en una manta y con un perro negro de peluche en la mano, mientras el pelo le cubría desordenadamente la mitad de la cara.

Dumbledore la tomó en brazos, asegurándose de no despertarla, e invocó un segundo patronus, diciéndole que informara a Remus Lupin sobre Ava; estaba seguro de que Remus se aseguraría de que ella tuviera un entierro digno.

Dumbledore decidió entonces ir al lugar al que Ara iba a llamar su hogar en el futuro. Sabía que tenía que ser él quien decidiera dónde residiría ahora, de lo contrario, el Ministerio interferiría. Estaba más que seguro de que la familia de su elección la acogería y la querría como si fuera una de los suyos. Así pues, se acercó a la Madriguera y llamó a la puerta; unos instantes después, Molly Weasley estaba parada frente a él.

—¡Dumbledore! —la voz usualmente alegre de la señora Weasley estaba impregnada de tristeza— ¿Qué puedo hacer por usted?

—Buenas tardes, Molly, supongo que ya sabe la noticia de los Potter —Dumbledore fue directo al grano.

La señora Weasley asintió con una expresión de dolor, pareciendo que intentaba contener las lágrimas que querían caer, pero entonces divisó la pequeña figura en los brazos de Dumbledore.

—¿Qué más ha pasado? —preguntó ella, lamentando la respuesta.

—Como ya sabe, Sirius ha sido internado en Azkaban por traición, por traicionar a Lily y James y revelar su ubicación, y su esposa, Ava, fue asesinada, los Aurores, estoy seguro, ya suponen que él también es responsable de este crimen —explicó Dumbledore, viendo como la señora Weasley se ponía una mano sobre la boca, parecía enferma—. Su hija necesita un hogar, un lugar donde la puedan cuidar, Remus Lupin sería la primera persona a la que se lo habría preguntado, pero el Ministerio lo considera incapaz de cuidar a una niña pequeña, así que le pregunto a usted, ¿la acogería como una de los suyos?

—¡Por supuesto! —dijo la señora Weasley sin dudarlo, tomando a Ara de los brazos de Dumbledore, viendo a la pequeña acurrucarse contra ella, la señora Weasley estaba segura de que sus hijos y su hija de casi dos meses la tratarían como a una más.

—Ella es muy importante, Molly —dijo Dumbledore—, cuida bien de ella.

La señora Weasley asintió, las lágrimas caían de sus ojos mientras miraba a la niña en sus brazos, ya le importaba mucho esta niña, así que se despidió de Dumbledore y entró en el lugar que Ara ahora llamaría hogar una vez más.

Y así, comenzó la historia de Ara Black y Harry Potter.


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