࣪ ٬ 𝟭0 years later. ៹✓

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng


☾ ⋆*・゚:⋆*・゚:✧*⋆.*:・゚✧.: ⋆*・゚: .⋆ ☾

━ ✩・*。𝐁𝐋𝐀𝐂𝐊 & 𝐏𝐎𝐓𝐓𝐄𝐑 。˚⚡
 10 AÑOS MÁS TARDE.
canción: welcome home, son por radical face.

EL CORAZÓN DE ARA BLACK PALPITABA DE EMOCIÓN. Miró alrededor de la estación y observó a varios muggles bulliciosos, algunos caminaban con elegancia mientras que otros se abrían paso a trompicones, desesperados por llegar a tiempo a su tren. Arrugó la nariz al observarlos, sus ojos curiosos analizaban cada uno de sus movimientos como si fueran una fuente de entretenimiento. No era la primera vez que veía a un muggle, pero aún así le resultaban algo confusos y realmente interesantes.

Era divertido ver cómo los muggles pasaban a su lado sin darse cuenta de que se encontraban ante una bruja de verdad. No como la de los cuentos infantiles, de piel verde, nariz larga y actitud malvada, sino una relativamente normal. Una de grandes ojos grises, pelo largo y negro, pecas tenues y magia corriendo por sus venas.

—Vamos, querida —instó la señora Weasley a una aturdida Ara.

Ara finalmente salió de su ensoñación y siguió a su familia. No pudo evitar sonreír al verlos; Arthur y Molly Weasley eran probablemente las personas más amables que conocía, la habían acogido hacía tantos años cuando no tenían ninguna obligación de hacerlo, lo hicieron por bondad. A pesar de ser las figuras paternas de Ara, ella nunca los había llamado «papá y mamá», no necesitaban esos títulos para ser sus padres. Siempre se habían llamado a sí mismos "Molly y Arthur". A Ara le resultaba un poco confuso, hasta que una vez sorprendió a la señora Weasley llorando en silencio sobre el hombro del señor Weasley, murmurando algo parecido a: «No quiero sentir que la estoy sustituyendo. . . No quiero que Ara la olvide. . .»

No hacía falta ser un genio para saber que la señora Weasley estaba hablando de la madre biológica de Ara. Molly nunca le había dicho que la llamara mamá porque sentía como si estuviera ocupando el lugar de Ava, y si lo hacía, Ara la olvidaría. Ara lo había entendido entonces, incluso con su mente joven. Aunque no cambiaba nada, Ara no tenía ni un solo recuerdo de su madre.

Pero la falta de título nunca interfirió en la forma en que la trataban, era su hija pase lo que pase. Ara nunca se sintió como si no perteneciera, nunca le dieron una razón para ello. Sus hermanos tampoco la trataron nunca de forma diferente.

Ron siempre había sido el hermano más cercano a ella, con ellos siendo cercanos en edad, era bastante fácil formar el dúo. Donde Ron era tranquilo, Ara era ruidosa. Cuando Ara perdía los nervios, Ron estaba tranquilo. Cuando su hermano necesitaba que alguien le recordara que él importaba y que no era reemplazable, Ara siempre estaba ahí para hacerlo. Eran opuestos, pero se equilibraban el uno al otro como nadie, siempre cubriéndose las espaldas y siempre teniendo un nuevo «insulto» que lanzar.

Ginny —siendo la única otra chica además de la más joven— se esforzaba por estar pegada a la cadera de su hermana mayor. Siempre levantaba la vista hacia Ara, mirándola fijamente como si tuviera todas las respuestas a todas las posibles preguntas que se le ocurrieran. Cuando sus hermanos la excluían, Ara siempre estaba allí esperando con una sonrisa, ofreciéndose a jugar con ella y lejos de sus fastidiosos hermanos mayores.

Fred y George eran probablemente las dos personas que más hacían reír a Ara. A veces les acompañaba en sus travesuras, en las que nunca había un momento aburrido. Recordaba con especial cariño una vez que hicieron estallar una bomba casera en la habitación de Bill. Pero donde Fred y George eran alborotadores, Percy era un seguidor de las normas, aunque a Ara no le importaba demasiado. Él fue quien le enseñó a leer y el hermano que despertó su amor por la lectura. Era el único con quien podía hablar de libros, y él siempre esperaba pacientemente con un oído atento.

Sus hermanos mayores, Bill y Charlie, eran como la mayoría de los otros hermanos "sobreprotectores" del mundo. El lenguaje amoroso de Charlie era burlarse constantemente de ella, haciéndola tropezar o tirándole de la oreja, siempre disfrutando de la expresión de irritación en su cara cuando lo hacía, también fue él quien le enseñó a montar en escoba y a jugar al Quidditch, haciendo que se enamorara del deporte. Bill era un poco más maduro; le leía cuentos antes de dormir y cada vez que necesitaba hacer recados, siempre la llevaba con él. También solía ayudarla a arreglarse el pelo, ya que a él también le gustaba mucho el suyo y lo cuidaba mucho.

—...lleno de muggles, por supuesto. . . —la voz de la señora Weasley devolvió a Ara al presente una vez más, mientras todos se acercaban al andén.

Actualmente era 1 de septiembre y era la primera vez que Ara y Ron iban a Hogwarts. Ambos niños rezumaban emoción mientras caminaban por la estación de tren.

—Y ahora, ¿cuál es el número del andén?

—Uno pensaría que después de tantos años ella se acordaría —murmuró Ron, haciendo que Ara soltara una risita.

—¡Nueve y tres cuartos! —dijo la voz aguda de Ginny, que iba de la mano de la señora Weasley—. Mamá, ¿no puedo ir...?

—No tienes edad suficiente, Ginny. Ahora estáte quieta. Muy bien, Percy, tú primero —llamó la señora Weasley, y entonces Percy corrió hacia el muro y atravesó la barrera—. Fred, eres el siguiente.

—No soy Fred, soy George. ¿En serio, mujer, cómo puedes llamarte nuestra madre? ¿No te das cuenta de que yo soy George? —dijo él ofendido.

—Lo siento, George, cariño.

—Era una broma, yo soy Fred —sonrió traviesamente y su madre trató de darle un manotazo en el brazo, pero él se apartó y atravesó la barrera, con George siguiéndole detrás.

—Disculpe —una vocecita sonó de repente, haciendo que el resto de la familia se girara; era un chico delgado, de pelo negro azabache, ojos verdes brillantes, gafas redondas y cara delgada. Ara ladeó la cabeza y enarcó las cejas, mientras una extraña sensación la invadía. Tenía la impresión de haberlo visto antes.

—Hola, querido —dijo amablemente la señora Weasley—. Primer año en Hogwarts, ¿no? Ron y Ara también son nuevos─

Señaló con orgullo hacia ambos; Ron esbozó una sonrisa torpe y asintió con la cabeza mientras Ara hacía un pequeño saludo con la mano, recibiendo a cambio una tímida sonrisa.

—Sí —dijo el chico, visiblemente nervioso—. Lo que pasa es que─ es que no sé cómo. . .

—¿Cómo entrar en el andén? —preguntó la señora Weasley bondadosamente, y el muchacho asintió con la cabeza—. No te preocupes. Lo único que tienes que hacer es andar recto hacia la barrera que está entre los dos andenes. No te detengas y no tengas miedo de chocar, eso es muy importante. Lo mejor es ir deprisa, si estás nervioso. Ve ahora, ve antes que Ara y Ron.

—Hum. . . De acuerdo —dijo él, empujó su carrito y se dirigió hacia la barrera, pasando a través de ella.

—¿Listo? —le preguntó Ara a Ron.

Él se encogió débilmente de hombros.

Ara soltó una carcajada, le agarró del brazo y tiró de él para que se acercara.

—Entremos juntos.

Comenzaron a esprintar uno al lado del otro acercándose a la barrera, llegando al otro lado y sintiendo cómo se les caía la mandíbula al contemplar el tren que les llevaría hacia desconocidas aventuras futuras.

☾ ⋆*・゚:⋆*・゚:✧*⋆.*:・゚✧.: ⋆*・゚: .⋆ ☾

RON Y ARA SE PUSIERON A BUSCAR UN COMPARTIMENTO después de despedirse, y cuando Ara vio al chico que habían conocido antes, le hizo señas a Ron para que le preguntara si podían sentarse ahí.

—Hazlo tú —dijo Ron nervioso.

Ara le miró fijamente, pero puso los ojos en blanco sabiendo que no se pondría en evidencia, aun así le pisó el pie antes de abrir la puerta del compartimento y asomar la cabeza en el interior.

—¡Hola! Wonder Boy —lo llamó, viendo como giraba confusamente la cabeza para mirarla—, ¿hay alguien sentado ahí?

El niño negó con la cabeza.

—Entonces, ¿quieres algo de compañía? —Ara giró su cuerpo y extendió la mano para agarrar a Ron, ya que estaba escondido.

El chico murmuró un pequeño «claro», así que los dos tomaron los asientos frente a él.

—Gracias —dijo Ara mientras se acomodaban, recibiendo una pequeña sonrisa del azabache.

—Eh, Ara, Ron.

Ara miró hacia la puerta de su compartimento viendo a los gemelos allí de pie.

—Mira, nosotros nos vamos a la mitad del tren. . . Lee Jordan tiene una tarántula gigante y vamos a verla.

—De acuerdo —murmuró Ron.

—Nos vemos —Ara asintió.

—Harry —dijo Fred—, ¿te hemos dicho quiénes somos? Fred y George Weasley. Y estos son Ara y Ron, nuestra hermanita y nuestro hermanito. ¡Nos vemos después!

—Hasta luego —dijeron Harry, Ara y Ron. Los gemelos salieron y cerraron la puerta.

—¿Eres realmente Harry Potter? —dejó escapar Ron y Ara se llevó la mano a la frente mentalmente ante su brusquedad. El supuesto "niño que sobrevivió" asintió con la cabeza, y Ara habría esperado que pareciera orgulloso o algo así, sabiendo lo que hizo y todo eso, pero se sorprendió al ver que parecía un poco harto de la pregunta.

»Oh. . . bien, he pensado que podía ser una de las bromas de Fred y George. ¿Y realmente te hiciste eso. . . ya sabes. . .? —continuó Ron, señalando la frente de Harry.

Ara quería darle una bofetada por la vergüenza.

—¡Ron! —lo regañó Ara, no quería incomodar al chico. Por la expresión de su cara, ya le habían hecho esa pregunta mil veces, pero Ron no pareció darse cuenta ya que se limitó a encogerse de hombros.

Harry, a pesar de que parecía querer hacer cualquier cosa menos eso, se levantó el flequillo para enseñarles la luminosa cicatriz.

—¿Así que eso es lo que Quien-tú-sabes. . .?

—Sí —dijo Harry—, pero no puedo recordarlo.

—¿Nada? —dijo Ron en tono anhelante.

—Bueno. . . recuerdo una luz verde muy intensa, pero nada más.

—Vaya —dijo Ron.

—No nos hemos presentado como es debido —interrumpió Ara, al ver que ahora Ron contemplaba a Harry con bastante extrañeza—. Soy Ara Black.

Ella le tendió la mano y él pareció vacilar por un momento antes de extender la suya y estrechársela.

—Yo Harry Potter —dijo en voz baja, sin saber si debía volver a decir su nombre puesto que ella ya lo sabía. Pero ella no se mostró en absoluto extrañada, simplemente asintiendo con la cabeza.

—Yo me llamo Ron, Ron Weasley —dijo el pelirrojo cuando Ara y Harry dejaron de presentarse.

—¿Sois hermanos. . .? —dijo Harry, con cara de confusión, y entonces Ara se dio cuenta de que tenían apellidos diferentes.

—Adoptivos —aclaró Ara y Harry asintió.

—¿Sois una familia de magos? —preguntó Harry, mirándolos con curiosidad.

—Oh, sí, eso creo —respondió Ron—. Me parece que mamá tiene un primo segundo que es contable, pero nunca hablamos de él.

—Mi familia biológica también lo era —comentó Ara pensativa—. Al menos por lo que me han contado.

—Oí que te habías ido a vivir con muggles —dijo Ron con curiosidad—. ¿Cómo son?

—¡Ah, sí! ¿Tienen esa cosa que se llama teltvi. . .algo? No sé realmente cómo se llama, pero es teltvi─

—¿Televisión? —preguntó Harry, divertido por su afán.

Ara chasqueó los dedos hacia él.

—¡Sí, eso! ¿Tienen?

Harry asintió, sonriendo cuando ella le dio un codazo a Ron con entusiasmo.

—Y los muggles son horribles... Bueno, no todos ellos. Mi tía, mi tío y mi primo sí lo son. Me hubiera gustado tener tres hermanos magos.

—Cinco —corrigieron Ara y Ron.

Por alguna razón, Ron parecía deprimido.

—Ara y yo somos los sextos en nuestra familia que van a asistir a Hogwarts. Podrías decir que tenemos el listón muy alto. Bill y Charlie ya han terminado. Bill era delegado de clase y Charlie era capitán de quidditch. Ahora Percy es prefecto. Fred y George son muy revoltosos, pero a pesar de eso sacan muy buenas notas y todos los consideran muy divertidos. Todos esperan que nos vaya tan bien como a los otros, pero si yo lo hago tampoco será gran cosa, porque ellos ya lo hicieron primero. Además, nunca tienes nada nuevo, con cinco hermanos. Me dieron la túnica vieja de Bill, la varita vieja de Charles y la vieja rata de Percy.

—Oh, vamos Ron, no es tan malo —dijo Ara, quitándole un poco de polvo del hombro.

—¡A ti te han dado una túnica nueva!

—Pero sólo porque soy la única chica en nuestra familia que va a Hogwarts, si tuviéramos una hermana mayor tendría la suya —explicó Ara con tranquilidad.

Ron puso los ojos en blanco, buscando en su chaqueta, sacó una gorda rata gris, que estaba dormida. Ara arrugó la cara del asco al verla.

—Se llama Scabbers y no sirve para nada, casi nunca se despierta. A Percy, papá le regaló una lechuza, porque lo hicieron prefecto, pero no podían comp─ Quiero decir, por eso me dieron a Scabbers.

Las orejas de Ron enrojecieron. Parecía pensar que había hablado demasiado, porque otra vez miró por la ventanilla.

Ara realmente no creía que debieran avergonzarse de la falta de riqueza que tenían, ella estaba agradecida por todo lo que poseía, sabía que Ron también lo estaba, pero aun así se avergonzaba un poco cuando no conseguía cosas nuevas, como mascotas o uniformes. Ara supuestamente tenía fortuna guardada en Gringotts, pero la llave o se había perdido o había sido escondida por el Ministerio porque no la había visto en su vida, si ella tuviera la llave, Ron tendría cualquier mascota que quisiera, se aseguraría de eso.

Harry no parecía juzgar, de hecho empezó a contarles que nunca había tenido dinero en su vida hasta hace un mes, les contó que había tenido que llevar la ropa vieja de su primo, Dudley, y que nunca le hacían regalos de cumpleaños.

Ara pensó que era bueno por intentar animar a Ron y conseguirlo.

—... y hasta que Hagrid me lo contó, yo no tenía idea de que era mago, ni sabía nada de mis padres o Voldemort. . .

Ron bufó y Ara frunció los labios.

—¿Qué? —dijo Harry.

—¡Has pronunciado el nombre de Quien-tú-sabes! —dijo Ron, tan conmocionado como impresionado—. Yo creía que tú, entre todas las personas─

—Es sólo un nombre, Ron —dijo Ara, por lo que le pareció la enésima vez.

—No estoy tratando de hacerme el valiente, ni nada por el estilo, al decir el nombre —dijo Harry—. Es que no sabía que no debía decirlo. ¿Veis lo que os decía? Tengo muchísimas cosas que aprender... Seguro —añadió, diciendo por primera vez en voz alta algo que últimamente lo preocupaba mucho—, seguro que seré el peor de la clase.

—No te preocupes, hay mucha gente que es nueva en esto de la magia —intentó tranquilizarle Ara—. Hay algunos alumnos que vienen de familias muggles y aprenden muy deprisa, de hecho, algunos de ellos consiguen ser de los mejores alumnos según nuestros hermanos.

Mientras conversaban, el tren había salido de Londres. Ahora circulaban veloces por campos llenos de vacas y ovejas. Se quedaron un rato en silencio, viendo campos y caminos pasar fugazmente. A eso de las doce y media se produjo un traqueteo en el pasillo, y una mujer de cara sonriente, con hoyuelos, se asomó y les dijo:

—¿Algo del carrito, niños?

Ara vio cómo Harry se levantaba de un salto, y vio cómo las orejas de Ron se pusieron otra vez coloradas, lo que la hizo sentirse mal.

Cogió el único galeón que llevaba encima y se levantó para ir al carrito de los dulces.

—Una rana de chocolate, por favor —Ara sonrió a la señora. Pero antes de que pudiera pagar, Harry la interrumpió.

—Yo me encargo.

—No, de verdad, está bien. . . —Ara se quedó parada, viendo a Harry, que había comprado un poco de todo, demasiado para una sola persona—. Maldita sea, ¿qué eres? ¿Un multimillonario?

Harry fue a abrir la boca pero Ara le dio el galeón a la señora y volvió a entrar, dándole a Ron la rana de chocolate.

—Gracias, Ara —Ron le sonrió agradecido, entonces alcanzó a ver, asombrado, a Harry entrando y depositando sus compras sobre su asiento vacío—. Tenías hambre, ¿verdad?

—Muchísima —dijo Harry, dando un mordisco a una empanada de calabaza. Ron, queriendo guardar su chocolate para más tarde, había sacado un paquete abultado, con cuatro bocadillos, y lo desenvolvió mientras Ara ponía los pies en el asiento de enfrente.

—Vamos, servíos un pastel —les dijo Harry, que nunca había tenido nada que compartir o, en realidad, nadie con quien compartir nada. Era una sensación agradable estar sentado allí con Ara y Ron, comiendo pasteles y dulces (los bocadillos habían quedado olvidados)—. ¿Qué son éstos? —preguntó Harry, cogiendo un envase de ranas de chocolate—. No son ranas de verdad, ¿no? —Comenzaba a sentir que nada podía sorprenderlo.

—Nop —dijo Ara.

—Pero mira qué cromo tiene. A mí me falta Agripa —dijo Ron.

—¿Qué?

—Las ranas de chocolate llevan cromos, ya sabes, para coleccionar, de brujas y magos famosos.

—Ron tiene unas quinientas —dijo Ara, revolviendo las puntas de su largo cabello—. Es un adicto.

—Tiene razón, pero no consigo ni a Agripa ni a Ptolomeo.

Ara vio que Harry desenvolvió su rana de chocolate y sacó el cromo. Se inclinó hacia delante para ver y comprobó que en él estaba impreso el rostro de un hombre. Llevaba gafas de media luna, tenía una nariz larga y encorvada, cabello plateado suelto, barba y bigotes. Debajo de la foto estaba el nombre: Albus Dumbledore.

—¡Así que éste es Dumbledore! —exclamó Harry.

—¡No me digas que no conocías a Dumbledore! —dijo Ron.

Harry dio la vuelta a la tarjeta y leyó:

ALBUS DUMBLEDORE
ACTUALMENTE DIRECTOR DE HOGWARTS.

Considerado por casi todo el mundo el más grande mago del tiempo presente, Dumbledore es particularmente famoso por derrotar al mago tenebroso Grindelwald en 1945, por el descubrimiento de las doce aplicaciones de la sangre de dragón y por su trabajo en alquimia con su compañero Nicolás Flamel. El profesor Dumbledore es aficionado a la música de cámara y a los bolos.

Harry dio la vuelta otra vez al cromo y vio, para su asombro, que el rostro de Dumbledore había desaparecido.

—¡Ya no está!

—Es mágico, Harry, va y viene, las imágenes no se quedan ahí todo el tiempo —explicó Ara.

—Vaya —Ara vio que Ron había abierto su rana de chocolate—, me ha salido otra vez Morgana y ya la tengo repetida seis veces . . . ¿No la quieres? Puedes empezar a coleccionarlos.

Los ojos de Ron se perdieron en las ranas de chocolate, que esperaban ser desenvueltas.

—Sírvete —dijo Harry—. Pero oye, en el mundo de los muggles la gente se queda en las fotos.

—¿Eso hacen? Cómo, ¿no se mueven? —preguntó Ara, atónita, Harry casi se rió ante su expresión de asombro—. ¡Qué raro!

Muy pronto Harry tuvo no sólo a Dumbledore y Morgana, sino también a Hengist de Woodcroft, a Alberic Grunnion, Circe, Paracelso y Merlín. Hasta que finalmente apartó la vista de la druida Cliodna, que se rascaba la nariz, para abrir una bolsa de grageas de todos los sabores.

—Debes tener cuidado con ésas. No querrás comerte la que no es, créeme —lo previno Ara—. Algunas de ellas son bastante asquerosas.

—Cuando dice «todos los sabores», es eso lo que quiere decir. Ya sabes, tienes todos los comunes, como chocolate, menta y naranja, pero también puedes encontrar espinacas, hígado y callos. George dice que una vez encontró una con sabor a duende —Ron eligió una verde, la observó con cuidado y mordió un pedacito—. Puaj... ¿Ves? Coles.

Pasaron un buen rato comiendo las grageas de todos los sabores. Ara encontró menta, sal, arándanos, pimentón, espinacas, café y sardinas. La de café casi le provoca arcadas del asco.

En aquel momento, el paisaje que se veía por la ventanilla se hacía más agreste. Habían desaparecido los campos cultivados y aparecían bosques, ríos serpenteantes y colinas de color verde oscuro.

Se oyó un golpe en la puerta del compartimiento y entró el muchacho de cara redonda que Ara había visto en algún momento en el andén. Parecía muy afligido.

—Perdón —dijo—, ¿por casualidad no habréis visto un sapo? —Cuando los tres negaron con la cabeza, gimió—. ¡Lo he perdido! ¡Se me escapa todo el tiempo!

—Ya aparecerá —dijo Harry.

—Sí —dijo el muchacho, apesadumbrado—. Bueno, si lo veis. . . —Se fue.

—No sé por qué está tan triste —comentó Ron—. Si yo hubiera traído un sapo, lo habría perdido lo más rápidamente posible. Aunque en realidad he traído a Scabbers, así que no puedo hablar.

—Bueno, si Scabbers fuera mi mascota, me habría deshecho de él hace años —dijo Ara, defendiendo ligeramente al niño.

La rata seguía durmiendo en las rodillas de Ron.

—Bueno. . . sí, puede que tengas razón, podría estar muerta y no notarías la diferencia —dijo Ron con disgusto—. Ayer traté de volverla amarilla─

—Salió fatal, debo añadir —lo interrumpió Ara, Ron la miró mal.

—...para hacerla más interesante, pero el hechizo no funcionó. Te lo voy a enseñar, mira. . .

Ron revolvió en su baúl y sacó una varita muy gastada. En algunas partes estaba astillada, y en la punta, brillaba algo blanco.

—Los pelos de unicornio casi se salen. De todos modos. . .

Acababa de coger la varita cuando la puerta del compartimiento se abrió otra vez. Había regresado el chico del sapo, pero acompañado de una niña con él. La muchacha ya llevaba la túnica de Hogwarts.

—¿Alguien ha visto un sapo? Neville ha perdido uno —dijo ella. Tenía voz de mandona, mucho pelo color castaño y los dientes de delante bastante largos.

Ara pensó que era guapa.

—Ya le hemos dicho que no —dijo Ron, pero la niña no lo escuchaba. Estaba mirando la varita que tenía en la mano.

—Oh, ¿estás haciendo magia? Entonces vamos a verlo —Se sentó. Ron pareció desconcertado.

—Eh─ de acuerdo.

Se aclaró la garganta.

—Esto va a estar bueno —murmuró Ara por lo bajo.

—Rayo de sol, margaritas con mantequilla, volved amarilla a esta tonta ratilla.

Agitó la varita, pero no sucedió nada. Scabbers permaneció gris y profundamente dormida.

—¿Estás seguro de que es el hechizo apropiado? —preguntó la niña—. Bueno, no es muy efectivo, ¿no? Yo he probado unos pocos sencillos, sólo para practicar, y han funcionado. Nadie en mi familia es mago, fue toda una sorpresa cuando recibí la carta, pero también estaba muy contenta, por supuesto, ya que ésta es la mejor escuela de magia, por lo que sé. Ya me he aprendido todos los libros de memoria, desde luego, espero que eso sea suficiente. . . Por cierto, soy Hermione Granger. ¿Y vosotros quiénes sois? —Dijo todo aquello muy rápidamente.

—Ara Black —dijo Ara amablemente, esperando ya un ceño fruncido a cambio, pero se sorprendió gratamente cuando la chica le dedicó una gran sonrisa.

—Yo soy Ron Weasley —murmuró Ron.

—Harry Potter —dijo Harry.

—¿Eres tú realmente? —dijo Hermione—. Lo sé todo sobre ti, por supuesto, conseguí unos pocos libros extra para prepararme mejor y tú figuras en Historia de la magia moderna, Defensa contra las Artes Oscuras y Grandes eventos mágicos del siglo XX.

—¿Estoy yo? —dijo Harry, sintiéndose mareado.

—Dios mío, no lo sabes. Yo en tu lugar habría buscado todo lo que pudiera —dijo Hermione—. ¿Sabéis a qué casa vais a ir? He estado preguntando por ahí y espero estar en Gryffindor, parece la mejor de todas. He oído que Dumbledore estuvo allí, pero supongo que Ravenclaw tampoco está mal. . . De todos modos, es mejor que sigamos buscando el sapo de Neville. Y vosotros tres deberíais cambiaros ya, vamos a llegar pronto.

Y se marchó, llevándose al chico sin sapo.

—Cualquiera que sea la casa que me toque, espero que no esté ella —soltó Ron.

—No seas estúpido, Ron, ella parece muy agradable —dijo Ara.

Ron no le hizo caso y arrojó su varita al baúl.

—Qué hechizo más estúpido, me lo dijo George. Seguro que era falso.

—¿En qué casa están vuestros hermanos? —preguntó Harry.

—Gryffindor —contestó Ara.

—Mamá y papá también estuvieron allí. No sé qué van a decir si yo no estoy. No creo que Ravenclaw esté mal, pero imaginad si me ponen en Slytherin —dijo Ron. Otra vez parecía deprimido.

—¿Ésa es la casa en la que estaba Vol─ quiero decir Quien-vosotros-sabéis?

—Ajá —dijo Ron. Se echó hacia atrás en el asiento, con aspecto abrumado.

—Vosotros dos tenéis que recordar que no todos los Slytherins son malos —dijo Ara, queriendo acabar con su generalización—. Merlín era de Slytherin, ¿sabéis?

—¿De verdad? —preguntó Harry.

—Síp —Ara asintió—. Y no oyes historias de que sea un villano irredimible, ¿verdad?

—Pero los Malfoy son de Slytherin, ¿no lo recuerdas? —dijo Ron, y él y Ara empezaron a discutir sobre el tema como siempre.

—¿Sabéis? Me parece que las puntas de los bigotes de Scabbers están un poco más claras —dijo Harry, tratando de poner fin a su riña—. Y, a propósito, ¿qué hacen ahora vuestros hermanos mayores?

—Charlie está en Rumanía, estudiando dragones, y Bill está en África, ocupándose de asuntos para Gringotts —explicó Ron—. ¿Te enteraste de lo que pasó en Gringotts? Salió en El Profeta, pero no creo que las casas de los muggles lo reciban: trataron de robar en una cámara de alta seguridad.

Harry se sorprendió.

—¿De verdad? ¿Y qué les ha sucedido?

—Nada, por eso son noticias tan importantes —dijo Ara—. No los han atrapado. Debe de haber sido un poderoso mago tenebroso para entrar en Gringotts, pero lo que es raro es que parece que no se llevaron nada. Por supuesto, todos se asustan cuando sucede algo así, ante la posibilidad de que Voldemort esté detrás de ello.

Ron se estremeció al oír el nombre. Pero esto no hizo más que despertar aún más la curiosidad de Harry hacia ella.

—¿Cuál es tu equipo de Quidditch? —preguntó Ron.

—Eh─ no conozco ninguno —confesó Harry.

—¡¿Cómo?! —Ron parecía atónito—. Oh, ya verás, es el mejor juego del mundo. . . —Y se dedicó a explicarle todo sobre las cuatro pelotas y las posiciones de los siete jugadores, describiendo famosas jugadas que había visto con sus hermanos y la escoba que le gustaría comprar si tuviera el dinero.

Ara estaba explicando que le encantaría entrar en el equipo de Quidditch del colegio cuando otra vez se abrió la puerta del compartimento, pero esta vez no era Neville, el chico sin sapo, ni Hermione Granger.

Entraron tres muchachos, y Ara reconoció de inmediato al del medio: era Draco Malfoy, o "escoria del mundo" como le gustaba llamarlo Ara cuando tenían encuentros en el Callejón Diagon.

—¿Es verdad? —preguntó—. Por todo el tren están diciendo que Harry Potter está en este compartimento. Así que eres tú, ¿no?

—Sí —respondió Harry.

Ara observó a los otros muchachos. Ambos eran corpulentos y parecían muy vulgares. Situados a ambos lados del "desperdicio de espacio", parecían guardaespaldas.

—Oh, éste es Crabbe y éste Goyle —dijo el hurón con despreocupación—. Y mi nombre es Malfoy, Draco Malfoy.

Ron dejó escapar una débil tos, que podía estar ocultando una risita. Draco Malfoy lo miró.

—Te parece que mi nombre es divertido, ¿no? No necesito preguntarte quién eres. Mi padre me dijo que todos los Weasley son pelirrojos, con pecas, y más hijos que los que pueden mantener.

—Vigila tu boca, niñato —dijo Ara con rabia—. ¿A menos que quieras que repita lo de la última vez? Porque yo encantadísima.

Lo vio palidecer ligeramente antes de que se volviera hacia Harry.

—Muy pronto descubrirás que algunas familias de magos son mucho mejores que otras, Potter. No querrás hacerte amigo de los de la clase indebida. Yo puedo ayudarte en eso.

Extendió una mano para estrechar la de Harry, pero éste no la aceptó.

—Creo que puedo darme cuenta solo de cuáles son los indebidos, gracias —dijo con frialdad.

Draco Malfoy no se ruborizó, pero un tono rosado apareció en sus pálidas mejillas.

—Yo tendría cuidado, si fuera tú, Potter —dijo con calma—. A menos que seas un poco más amable, vas a ir por el mismo camino que tus padres. Ellos tampoco sabían lo que era bueno para ellos. Tú sigue con gentuza como los Weasley, ese Hagrid y la traidora a la sangre Black y terminarás como ellos.

Ara, Harry, y Ron se levantaron al mismo tiempo.

—¿Traidora a la sangre, yo? —Ara se burló, dejando escapar una carcajada—. Al menos yo no tengo que lavar mi pelo con lejía para que se vea remotamente bien.

—Cállate, Black.

—Repite eso de mi hermana —dijo Ron, su rostro estaba tan rojo como su pelo.

—Oh, vais a pelear con nosotros, ¿eh? —se burló Malfoy.

—Si no os vais ahora mismo. . . —dijo Harry, con más valor que el que sentía.

—Pero nosotros no tenemos ganas de irnos, ¿no es cierto, muchachos? Nos hemos comido todo lo que llevábamos y vosotros parece que todavía tenéis algo.

Goyle se inclinó para coger una rana de chocolate del lado de Ron. El pelirrojo saltó hacia él, pero, antes de que pudiera tocar a Goyle, el muchacho dejó escapar un aullido terrible.

Scabbers, la rata, colgaba del dedo de Goyle, con los agudos dientes clavados profundamente en sus nudillos. Crabbe y Malfoy retrocedieron mientras Goyle agitaba la mano para desprenderse de la rata, gritando de dolor, hasta que, finalmente, Scabbers salió volando, chocó contra la ventanilla y los tres muchachos desaparecieron. Tal vez pensaron que había más ratas entre las golosinas, o quizá oyeron los pasos, porque, un segundo más tarde, Hermione Granger volvió a entrar.

—¿Qué ha pasado? —preguntó, mirando las golosinas tiradas por el suelo y a Ron, que cogía a Scabbers por la cola.

—Creo que se ha desmayado —les dijo Ron a Ara y Harry. Miró más de cerca a la rata—. No, no puedo creerlo, ya se ha vuelto a dormir.

Y era así.

—¿Conocías ya a Malfoy? —le preguntó Ara a Harry.

Harry explicó el encuentro en el callejón Diagon.

—Yo también he tenido algunos encontronazos con él —contó Ara—. Somos parientes, lamentablemente, su madre era prima de Sirius Black o algo así, gracias a Merlín no tengo la cabeza metida en mi trasero como él.

—He oído hablar sobre su familia —dijo Ron en tono lúgubre—. Son algunos de los primeros que volvieron a nuestro lado después de que Quien-tú-sabes desapareciera. Dijeron que los habían hechizado. Mi padre no se lo cree. Dice que el padre de Malfoy no necesita una excusa para pasarse al lado tenebroso. —Se volvió hacia Hermione—. ¿Podemos ayudarte en algo?

—Será mejor que os apresuréis y os cambiéis de ropa. Acabo de ir a la locomotora, le he preguntado al conductor y me ha dicho que ya casi estamos llegando. No os estaríais peleando, ¿verdad? ¡Vais a meteros en líos antes de que lleguemos!

—Scabbers ha estado peleándose, no nosotros —dijo Ron, mirándola con rostro severo—. ¿Te importaría salir para que nos cambiemos?

—Muy bien. . . He venido porque fuera están haciendo chiquilladas y corriendo por los pasillos —dijo Hermione en tono despectivo—. Tienes sucia la nariz, por cierto. ¿Lo sabías? Justo aquí —le indicó el lugar con el dedo en su propia nariz.

Ron le lanzó una mirada de furia mientras ella salía. Ara miró por la ventanilla. Estaba oscureciendo. Podía ver montañas y bosques, bajo un cielo de un profundo color púrpura. El tren parecía aminorar la marcha.

Ara, Harry y Ron se dieron la vuelta para poder cambiarse y se pusieron las largas túnicas negras.

Una voz retumbó en el tren:

—Llegaremos a Hogwarts dentro de cinco minutos. Por favor, dejen su equipaje en el tren, se lo llevarán por separado al colegio.

Llenaron sus bolsillos con lo que quedaba de las golosinas y se reunieron con el resto del grupo que llenaba los pasillos.

El tren aminoró la marcha hasta que finalmente se detuvo. Todos se empujaban para salir al pequeño y oscuro andén. Ara se estremeció bajo el frío aire de la noche; odiaba tener frío. Entonces apareció una lámpara moviéndose sobre las cabezas de los alumnos, y Ara oyó una voz bastante brusca pero amable:

—¡Primer año! ¡Los de primer año por aquí! ¿Todo bien por ahí, Harry?

Un hombre, que Ara podría haber confundido con un gigante, miraba sonriente a Harry.

—Venid, seguidme─ ¿Hay más de primer año? Mirad bien dónde pisáis. ¡Los de primer año, seguidme!

Resbalando y a tientas, siguieron a Hagrid por lo que parecía un empinado y estrecho sendero. Estaba tan oscuro que Ara pensó que debía de haber árboles muy tupidos a ambos lados. Nadie hablaba mucho. Neville, el chico que había perdido su sapo, lloriqueaba de vez en cuando.

—En un segundo tendréis la primera visión de Hogwarts —anunció el enorme hombre por encima del hombro—, justo al doblar esta curva.

Se produjo un fuerte ¡ooooooh!

El sendero estrecho se abría súbitamente al borde de un gran lago negro. Encaramado en la cima de una alta montaña, al otro lado, con las ventanas brillando bajo el cielo estrellado, había un impresionante castillo con muchas torres y torreones.

—¡No más de cinco por bote! —gritó el hombre grande, señalando una flota de botecitos alineados en el agua, al lado de la orilla. Ara, Harry y Ron subieron a uno, seguidos por Neville y Hermione— ¿Habéis subido todos? —continuó el hombre, que tenía un bote para él solo—. ¡Venga! ¡ADELANTE!

Y la pequeña flota de botes se movió al mismo tiempo, deslizándose por el lago, que era tan liso como el cristal. Todos estaban en silencio, contemplando el gran castillo que se elevaba sobre sus cabezas mientras se acercaban cada vez más al risco donde se erigía.

—¡Bajad las cabezas! —exclamó el hombre, que según había explicado Harry su nombre era Hagrid, mientras los primeros botes alcanzaban el peñasco. Todos agacharon la cabeza y los botecitos los llevaron a través de una cortina de hiedra, que escondía una ancha abertura en la parte delantera del peñasco. Fueron por un túnel oscuro que parecía conducirlos justo por debajo del castillo, hasta que llegaron a una especie de muelle subterráneo, donde treparon entre las rocas y los guijarros.

—¡Eh, tú, el de allí! ¿Es éste tu sapo? —dijo Hagrid, que miraba en los botes a medida que la gente bajaba de ellos.

—¡Trevor! —gritó Neville, muy contento, extendiendo las manos.

Luego subieron por un pasadizo en la roca, detrás de la lámpara de Hagrid, saliendo finalmente a un césped suave y húmedo, a la sombra del castillo. Subieron por unos escalones de piedra y se reunieron ante la gran puerta de roble.

—¿Estáis todos aquí? Tú, ¿todavía tienes tu sapo? —Hagrid levantó un gigantesco puño y llamó tres veces a la puerta del castillo.

La puerta se abrió de inmediato. Una bruja alta, de cabello negro y túnica verde esmeralda, esperaba allí. Tenía un rostro muy severo, con los labios apretados mientras analizaba a los nuevos alumnos. Los labios de Ara se torcieron cuando vio que la mujer hacía una leve mueca al ver que los uniformes de algunos alumnos no estaban tan limpios como a ella le gustaría. Era algo divertido de ver.

—Los de primer año, profesora McGonagall —dijo Hagrid.

—Muchas gracias, Hagrid. Yo me ocupo de ellos —le dijo ella y abrió bien la puerta. El vestíbulo de entrada era enorme. Las paredes de piedra estaban iluminadas con resplandecientes antorchas, el techo era tan alto que apenas se percibía y una magnífica escalera de mármol, frente a ellos, conducía a los pisos superiores.

Siguieron a la profesora McGonagall a través de un camino señalado en el suelo de piedra. Ara podía oír el ruido de cientos de voces que salían de una puerta situada a la derecha (el resto del colegio debía de estar allí), pero la profesora McGonagall llevó a los de primer año a una pequeña sala vacía, fuera del vestíbulo. Se reunieron allí, más cerca unos de otros de lo que estaban acostumbrados, mirando con nerviosismo a su alrededor.

—Bienvenidos a Hogwarts —dijo la profesora McGonagall—. El banquete de comienzo de año se celebrará dentro de poco, pero antes de que ocupéis vuestros lugares en el Gran Comedor deberéis ser seleccionados para vuestras casas. La Selección es una ceremonia muy importante, porque, mientras estéis aquí, vuestras casas serán como vuestra familia en Hogwarts. Tendréis clases con el resto de la casa que os toque, dormiréis en el dormitorio de vuestra casa y pasaréis el tiempo libre en la sala común de la casa.

»Las cuatro casas se llaman Gryffindor, Hufflepuff, Ravenclaw y Slytherin. Cada casa tiene su propia noble historia y cada una ha producido notables brujas y magos. Mientras estéis en Hogwarts, vuestros triunfos conseguirán que vuestra casa gane puntos, mientras que cualquier infracción de las reglas hará que los pierda. Al finalizar el año, la casa que haya obtenido más puntos será premiada con la Copa de las Casas, un gran honor. Espero que todos vosotros seáis un orgullo para la casa que os toque.

»La Ceremonia de Selección tendrá lugar dentro de pocos minutos, frente al resto del colegio. Os sugiero que, mientras esperáis, os arregléis lo mejor posible.

Los ojos de la profesora se detuvieron un momento en la capa de Neville, que estaba atada bajo su oreja izquierda, y en la nariz manchada de Ron. Con nerviosismo, Harry trató de aplastar su cabello. Cuando sus ojos se posaron en Ara, se quedaron más tiempo del necesario, aunque Ara no trató de arreglar su postura apoyada en la pared, en su lugar le dedicó una sonrisa de suficiencia y un saludo con la mano, algo destelló en sus ojos, pero tan pronto como llegó, desapareció.

—Volveré cuando lo tengamos todo listo para la ceremonia —dijo la profesora McGonagall, apartando los ojos de Ara—. Por favor, esperad en silencio.

Salió de la sala apresuradamente.

—¿Cómo funciona exactamente la selección? —preguntó Harry a Ara y Ron.

—Creo que es una especie de prueba. Fred dice que duele mucho, pero creo que era una broma.

Cuando Ara vio que Harry se había puesto pálido de preocupación y nerviosismo, le puso una mano en el hombro.

—Es una mentira que le dijo a Ron para asustarlo, no te preocupes —susurró ella, sacándole una pequeña sonrisa.

Nadie hablaba mucho, salvo Hermione Granger, que susurraba muy deprisa todos los hechizos que había aprendido y se preguntaba cuál necesitaría.

Entonces sucedió algo que hizo que Ara y Harry dieran un bote de un palmo─ Muchos de los que estaban atrás gritaron.

—¿Qué es─?

Todos resoplaron. Unos veinte fantasmas acababan de pasar a través de la pared de atrás. De un color blanco perla y ligeramente transparentes, se deslizaban por la sala, hablando unos con otros, casi sin mirar a los de primer año. Por lo visto, estaban discutiendo. El que parecía un monje gordo y pequeño decía:

—Perdonar y olvidar. Yo digo que deberíamos darle una segunda oportunidad─

—Mi querido Fraile, ¿no le hemos dado a Peeves todas las oportunidades que merece? Nos ha dado mala fama a todos y, usted lo sabe, ni siquiera es un fantasma de verdad. . . ¿Y qué estáis haciendo todos vosotros aquí?

El fantasma, con gorguera y medias, se había dado cuenta de pronto de la presencia de los de primer año.

Nadie respondió.

—¡Alumnos nuevos! —dijo el Fraile Gordo, sonriendo a todos—. Estáis esperando la selección, ¿no?

Algunos asintieron.

—¡Espero veros en Hufflepuff! —continuó el Fraile—. Mi antigua casa, ya sabéis.

—En marcha —dijo una voz aguda—. La Ceremonia de Selección va a comenzar.

La profesora McGonagall había vuelto. Uno a uno, los fantasmas se marcharon flotando a través de la pared opuesta.

—Ahora poneos en fila —dijo la profesora a los de primer año— y seguidme.

Con la extraña sensación de que sus piernas se habían vuelto de plomo, Ara se puso detrás de un chico rubio arenoso, con Harry y Ron tras ella. Salieron de la sala, volvieron a cruzar el vestíbulo, pasaron por una puerta doble y entraron en el Gran Comedor.

Estaba iluminado por miles y miles de velas que flotaban en el aire por encima de cuatro grandes mesas, donde los demás estudiantes ya estaban sentados. En las mesas había brillantes platos, cubiertos y copas de oro. Al fondo del comedor había otra gran mesa, ante la que se sentaban los profesores. La profesora McGonagall condujo hasta allí a los alumnos de primer año y los hizo formar una fila delante del resto de los estudiantes, con los profesores a sus espaldas. Los cientos de rostros que los miraban parecían pálidas linternas bajo la luz brillante de las velas. Situados entre los estudiantes, los fantasmas tenían un neblinoso brillo plateado. Para evitar todas las miradas, Ara levantó la vista y vio un techo de terciopelo negro, salpicado de estrellas. Oyó susurrar a Hermione:

—Es un hechizo para que parezca el cielo de fuera, lo leí en Historia de Hogwarts.

—¿Has leído Historia de Hogwarts? —susurró Ara, mirando atrás a Hermione.

—Me he leído casi todos los libros asignados —dijo ella orgullosamente.

—Sabes, Hermione, creo que tú y yo seremos buenas amigas —Ara sonrió, recibiendo otra de vuelta.

Era difícil creer que allí hubiera techo y que el Gran Comedor no se abriera directamente a los cielos.

En silencio, la profesora McGonagall puso un taburete de cuatro patas frente a los de primer año. Encima del taburete colocó un sombrero puntiagudo de mago. El sombrero estaba remendado, raído y muy sucio. Durante unos pocos segundos, se hizo un silencio completo. Entonces el sombrero se movió. Una rasgadura cerca del borde se abrió, ancha como una boca, y el sombrero comenzó a cantar:

Oh, podrás pensar que no soy bonito,
pero no juzgues por lo que ves.
Me comeré a mí mismo si puedes encontrar
un sombrero más inteligente que yo.
Puedes tener bombines negros,
sombreros de copa altos y elegantes.
Pero yo soy el Sombrero Seleccionador de Hogwarts
y puedo superar a todos.
No hay nada escondido en tu cabeza
que el Sombrero Seleccionador no pueda ver.
Así que pruébame y te diré dónde debes estar.
Puedes pertenecer a Gryffindor,
donde habitan los valientes.
Su osadía, temple y caballerosidad
distinguen a los de Gryffindor.
Puedes pertenecer a Hufflepuff,
donde son justos y leales.
Esos perseverantes de Hufflepuff
de verdad no temen el trabajo pesado.
O tal vez a la antigua sabiduría de Ravenclaw,
si tienes una mente dispuesta,
porque los inteligentes y eruditos
siempre encontrarán allí a sus semejantes.
O tal vez en Slytherin
harás tus verdaderos amigos.
Esa gente astuta utiliza cualquier medio
para lograr sus fines.
¡Así que pruébame! ¡No tengas miedo!
¡Y no recibirás una bofetada!
Estás en buenas manos (aunque yo no las tenga).
Porque soy el Sombrero Pensante.

Todo el comedor estalló en aplausos cuando el sombrero terminó su canción. Éste se inclinó hacia las cuatro mesas y luego se quedó rígido otra vez.

—¡Entonces sólo hay que probarse el sombrero! —susurró Ron a Ara y Harry—. Voy a matar a Fred, no paraba de hablar de una lucha contra un trol.

Ara contuvo su risa.

La profesora McGonagall se adelantó con un gran rollo de pergamino.

—Cuando yo os llame, deberéis poneros el sombrero y sentaros en el taburete para que os seleccionen —dijo—. ¡Abbott, Hannah!

Una niña de rostro rosado y trenzas rubias salió de la fila, se puso el sombrero, que la tapó hasta los ojos, y se sentó. Un momento de pausa. . .

—¡HUFFLEPUFF! —gritó el sombrero.

La mesa de la derecha aplaudió mientras Hannah iba a sentarse con los de Hufflepuff. Ara vio al fantasma del Fraile Gordo saludando con alegría a la niña.

—¡Bones, Susan!

—¡HUFFLEPUFF! —gritó otra vez el sombrero, y Susan se apresuró a sentarse al lado de Hannah.

—¡Boot, Terry!

—¡RAVENCLAW!

Esta vez aplaudió la segunda mesa a la izquierda. Varios Ravenclaws se levantaron para estrechar la mano de Terry cuando se reunió con ellos.

Brocklehurst, Mandy, también fue a Ravenclaw, pero Brown, Lavender, resultó la primera nueva Gryffindor, y la mesa más alejada de la izquierda estalló en vivas; Ara pudo ver a sus hermanos gemelos silbando.

Bulstrode, Millicent, fue a Slytherin.

—¡Black, Ara!

Ara se pavoneó hacia delante, segura de sí misma, a pesar de las miradas que estaba recibiendo, un montón de murmullos irrumpieron en el Gran Comedor. Los gemelos se levantaron y gritaron:

—¡Callaos ya! —callando con éxito a todo el mundo, sonrieron y levantaron sus pulgares mientras miraban a Ara, que les sonrió en señal de agradecimiento.

Finalmente, el sombrero fue depositado en su cabeza.

—Ahhh... una Black —dijo una vocecita en su oreja—. Curioso, muy curioso. . . Qué alma tan complicada tienes. . . Temeraria. . . Astuta. Muy, muy valiente. . . Veo mucha lealtad. . . Pero ¿dónde te pondré? Podrías encajar en cualquier sitio. Mmm. . . que sea. . . ¡GRYFFINDOR!

Sus hermanos fueron los que más aplaudieron y gritaron mientras ella sonreía y se dirigía a su mesa.

—¡ESA ES NUESTRA HERMANA! —gritaron los gemelos cuando ella se acercó y se acomodó.

Ara los abrazó a ambos y recibió una palmadita en la espalda de Percy antes de que la ceremonia continuara.

—Granger, Hermione.

Hermione casi corrió hasta el taburete y se puso el sombrero, muy nerviosa.

—¡GRYFFINDOR! —gritó el sombrero.

Ara aplaudió con fuerza mientras Hermione se unía a la mesa, sentándose a unos cuantos asientos de ella, y aplaudió aún más fuerte cuando Ron se unió a ellos también.

Cuando Neville Longbottom, el chico que perdía su sapo, fue llamado, se tropezó con el taburete. El sombrero tardó un largo rato en decidirse. Cuando finalmente gritó: ¡GRYFFINDOR!, Neville salió corriendo, todavía con el sombrero puesto, y tuvo que devolverlo, entre las risas de todos, a MacDougal, Morag.

Malfoy se adelantó al oír su nombre y de inmediato obtuvo su deseo: el sombrero apenas tocó su cabeza y gritó: ¡SLYTHERIN!

Malfoy fue a reunirse con sus amigos Crabbe y Goyle, con aire de satisfacción.

Ya no quedaba mucha gente. Moon... Nott... Parkinson... Después, unas gemelas, Patil y Patil... Más tarde, Perks, Sally-Anne... y, finalmente:

—¡Potter, Harry!

Mientras Harry se adelantaba, los murmullos se extendieron súbitamente como fuegos artificiales.

—¿Ha dicho Potter?

—¿Ese Harry Potter?

Ara lanzó una fulminante mirada a todos los que susurraban. Pasó un rato antes de que Harry fuera seleccionado, pero el sombrero finalmente gritó:

—¡GRYFFINDOR!

Percy se puso de pie y le estrechó la mano vigorosamente, mientras los gemelos Weasley gritaban: «¡Tenemos a Potter! ¡Tenemos a Potter!»

Harry se sentó al lado de Ara, viendo que le sonreía con orgullo.

—Bienvenido a la familia, Wonder Boy —dijo ella, con sus ojos grises brillando bajo la luz de las velas.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro