❛ ᑕᑌᗩᖇᗴᑎ丅ᗩ Ƴ ᔕᎥᗴ丅ᗴ ❜

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❝ 𝐅𝐑𝐀𝐍𝐂𝐈𝐀 ⌇ ᗷᗩᑕᕼᗩ丅ᗩ
❛ XLVII ❜ ─ 💌 ; Sueños y soluciones...
Capítulo de 5206 palabras.

Francia no había dicho ni una sola palabra desde el día de ayer. Se la paso acostada en la cama y los niños preguntaban por ella, Toto les decía que estaba enferma y que necesitaba espacio.

Estaba en posición fetal mirando un punto fijo en la pared, en la ventana se colaban pequeños rayos de Sol dando a entender que ya estaba amaneciendo.

Sus ojos estaban rojos de tanto llorar, tenía ojeras y se notaba muy cansada. Toto había tratado de ayudarla, pero ella parecía que no lo escuchaba, era como si no estuviera ahí.

— ¿Mami bajará a desayunar? —preguntó Jack mientras miraba la fruta.

— Está enferma —le recordó Emily, triste— ¿Podemos llevarle el desayuno a la cama? —le pregunto a Toto.

El hombre los miró triste, los niños se preocuparon mucho por ella. Y querían estar junto a ella, pero Toto tenía miedo que la mujer los rechazara por lo abrumaba que estaba.

— Niños, ella necesita descansar un poco —dijo Toto, tratando de soñar comprensivo— Esta enferma.

— ¿Tiene un virus? —preguntó Emily— Papá una vez se enfermó por un virus —habló.

— Solo está resfriada —mintió Toto— Coman, deben alistarse —les recordó.

Hoy tenían un vuelo para Brasil, Francia debía seguir con sus entrenamientos. Y el sinceramente, tenía miedo como esto podía afectarla en la carrera.

Toto subió las escaleras y se dirigió a la habitación que compartía con la mujer, cuando entró la miró, no se movía para nada.

— Fran —se acercó a ella y se sentó a un lado de la cama— Debemos ir a Brasil —susurro.

Francia suspiró y cerró los ojos. Se levantó y se dirigió al baño directamente, sin mirar a Toto.

El hombre tragó saliva y pasó las palmas de sus manos por su pantalón. Sintió una punzada de dolor en su corazón. Unos pequeños pasos llamaron su atención, eran los niños.

— ¿Mami? —preguntaron— Tiene que comer —le enseñaron el plato de frutas con leche condensada por encima.

— Ella está en el baño, se está alistando para irnos —respondió Toto.

La puerta del baño se abrió, Francia salió para buscar su maleta. Ella vio a los niños y no dijo nada. Toto sintió su corazón latirle rápidamente.

— Te trajimos el desayuno —susurro Emily— Papi dos dice que estás enferma —jugó con sus manos.

— Son frutas con leche condensada —dijo Jack y dio dos pasos hacia adelante, levantando el plato.

— Niños, es mejor... —Toto fue interrumpido por la voz desgastada de Francia.

— Gracias, patitos —dijo y fingió una sonrisa, tranquilizándolos a ambos.

La mujer tomó el plato y plantó un beso en la frente de Emily y Jack. Ellos sonrieron y la abrazaron.

— Vayan a alistarse, ¿si? —murmuró Francia y ellos asintieron para irse.

Francia sintió una punzada en su corazón, jamás podría tener eso de verdad y por mucho que amará ellos jamás serían sus hijos de verdad, ellos tenían unos padres a los cual siempre volverían.

Emily tenía a Damián.

Jack tenía a Susie y a Toto.

¿Y ella? No tenía nada.

Francia se sentó sobre la cama y comenzó a comer la fruta, pero las ganas de vomitar no tardaron en aparecer. Ella corrió al baño y descargo todo, su cuerpo comenzaba a reaccionar con sus emociones.

Toto le sujetó el cabello. Ella respiro y se sintió vacía nuevamente. Se tocó el abdomen y cerró los ojos.

— Iré a bañarme —susurró la mujer y con ayuda de Toto se levantó.

— Francia, no te encierres —le pidió el hombre.

Ella lo miró sin decirle nada y solo salio para ir por su ropa. Toto suspiró y salió para ir a ver a los niños.

Ella se ducho con agua caliente, como siempre y unos minutos después salió. Pasó la mano por el espejo empañado y se miró su abdomen fijamente. Negó con la cabeza y secó el cabello con la secadora.

Tú y el lo sabían.

Mente traicionera.










(...)









Francia ya no mostraba esa sonrisa radiante que les regalaba a todos, ahora mantenía la cabeza baja y procuraba que no la vieran. Ella disimuló sus grandes ojeras con maquillaje al igual que sus labios resecos. Jack iba en los brazos de Toto, durmiendo. Emily iba en los brazos de la mujer mientras comía un helado.

Habían llegado a Brasil, el viaje no fue muy agotador, la mayoría de él los niños pasaron dormidos o viendo una película en silencio. Francia pasó tratando de dormir, pero no podía. Toto pasó hablando con su equipo para arreglar todo para la siguiente carrera.

Ya se acercaba el final de la temporada y todos estaban atareados. Desde que Francia arreglo las monoplazas de mercedes estos habían tenido un ascenso muy grande y significativo.

Lewis estaba en el tercer lugar en la tabla de puntos, al igual que mercedes en la tabla de constructores. La recuperación había levantando también al equipo, quienes se llevaban grandes emociones cada fin de semana de fórmula 1.

Nadie sabía más que los de Audi y Toto sabían que Francia volvería a correr. Y alguno que otro piloto, cómo Max.

Los paparazzis no tardaron en llegar y las redes explotaron, Francia protegió a Emily y le acomodó la sudadera encima de ella para que no le tomaran fotos y la rodeó mejor para que no la lastimaran.

— ¡Francia! —la llamaron.

— ¡Uma pergunta! (Una pregunta) —exclamaron.

— Vou com meus filhos, deixe-me em paz (voy con mis niños, déjenme en paz) —pidió y gruño cuando le golpearon la espalda.

— Hey —Toto se pegó a Francia y la rodeó con el brazo libre, Jack se había despertado debido al ruido y los flashes, se escondió en el cuello de su papá.

Francia paro su andar de pronto y los miró molesta. Ella acomodó mejor Emily y ella se abrazó más a Francia.

— Entiendo que es su trabajo —habló Francia, molesta— Pero no les da el derecho de invadir la privacidad de mi familia, tenemos niños con nosotros —señaló— Respeten el espacio personal de cada persona y no sean desagradables —los fulmino con la mirada y Toto colocó una mano en la parte baja de su cintura y ambos salieron.

Los camarógrafos tomaban fotos desde una distancia considerable y Francia bufo, ayudó a Emily a entrar al auto y le limpio la comisura de sus labios llenas de helado, su camisa blanca se había manchado cuando ella le colocó la sudadera encima para que no le tomaran fotos, pero no le importo.

— ¿Estás bien, bonita? —preguntó Francia y le abrochó el cinturón.

— Tenía miedo —susurro y Francia sintió su corazón hacerse pequeño en su pecho, haciéndola soltar un suspiro.

— Ya pasó —le acarició el cabello y le besó la frente— Perdón, no sabía que estarían ahí —dijo y ella asintió— ¿Quieres pasar por helado antes de irnos al circuito? —le pregunto y los ojos de la pequeña se iluminaron.

— ¡Si! —exclamó y alzó sus brazos.

Francia sonrió y cerró la puerta, rodeó el auto y vio a Toto batallar con el asiento de Jack.

— Déjame ayudarte —hablo Francia y Toto se hizo a un lado para que ella pudieran hacerlo.

Jack tenía sueño y por eso no ayudaba a que le colocaran el cinturón. Francia le levantó la cabeza con cuidado y luego pasó un brazo por el cinturón para abrocharlo. Jack miró a Francia y ella le besó la frente. De la maleta sacó una manta y se la colocó encima, Jack no tardó en cerrar los ojos.

— Listo —miró a Toto y ella entró al asiento del copiloto.

Toto entró al auto y condujo en silencio, Francia tenía su cabeza recargada en la ventana. Toto colocó una mano en la pierna de la mujer y ella entrelazó sus dedos con su mano.

Toto soltó un suspiro y acarició con su pulgar el torso de la mano de la canadiense.

— Te amo —dijo Toto y ella lo miró— Y yo siempre buscaré la forma de cumplir nuestros sueños —le aseguro y arranco el auto cuando el semáforo se puso en verde para avanzar.

— Siento que el mundo está en mi contra —murmuro Francia y miró por el retrovisor, ambos niños se habían quedado dormidos.

Emily tenía la sudadera de Francia así que no tenía frío.

Francia desde hace años se había planteado en no querer tener hijos, no quería casarse, su mente se enfocaba en algo más y era ser la primera mujer campeona del mundo y de la fórmula 1 y ayudar a otras mujeres a llegar a la fórmula 1.

Su madre muchas veces le hablo y le dijo que podía hacer ambas cosas, pero lo que no veía eran las heridas que estaban sobre la mujer. Aquellas heridas que su familia provocó.

Los traumas, no quería pasar por lo mismo, no quería traer al mundo a una criatura en una familia que se derrumbara y ellos quedaran con daños a futuro, como ella.

¿Podría brindarles el amor suficiente? Ella no lo creía. Pero desde este año todo aquello dio un giro.

El había llegado a su vida y curó esas heridas, no le importó ver sus cicatrices, porque las amo ya que eran parte de ella.

Jack había cambiado su perspectiva de la familia al igual que Susie y otros pilotos.

La ilusión de tener una familia la emocionaba, ya no la hacía sentirse mal e insuficiente. Ella quería embarazarse y formar una familia junto a Toto, y que ahora las cosas dieran otro giro para mal le dolía bastante.

— Yo te amaré siempre, Francia —le aseguro— Se que te duele —le besó la mano— Pero siempre hay soluciones, lo prometo.

— Yo quiero formar una familia, Toto —hablo con la voz aguda y sintió sus ojos llenarse de lágrimas.

— Ya tienes una familia —le dio una mirada rápida, llena de amor.

Francia sintió sus labios temblar y le dio una sonrisa.

— Si quieres agrandarla, Fran —hablo con sutileza— Lo haremos. Podemos buscar soluciones.

— Si, supongo que si —murmuró ella— Pero primero quiero mi campeonato.

El dolor seguía ahí, ¿qué tal si Toto decidía irse? Ella quería embarazarse en un determinado tiempo, después de años de no querer ni siquiera formar parte de una familia, ahora que lo quería, no podía. Ese era su miedo, que el pensara que no era suficiente por no poder darle hijos.

Pero ella aún no lograba quitar ese sentimiento, el trauma de abandono.

Ella aún le faltaba ver que el no era así, y que se quedaría con ella toda la vida y de ser necesario las siguientes.

Sentía unas inmensas ganas de llorar, pero no quería.

— Lo obtendrás —aseguró Toto con una sonrisa— En 3 años —Francia lo miró confundida.

— ¿De qué hablas? —preguntó Francia.

— George y Lewis tienen que ganar —habló Toto y ella rodó los ojos.

— Me preguntó si el auto funcionara en la siguiente temporada. Ya no me tendrás como tú ingeniera —hablo Francia y se tocó la barbilla de forma pensativa. Toto sonrió, la había logrado distraer.

— Pero estarás a mi lado, todo el tiempo —dijo Toto.

— No —el frunció el ceño— Tengo una escudería a la que le seré fiel —hablo Francia y se cruzó de brazos.

— Pero yo soy tu novio —le recordó Toto y ella se encogió de hombros.

— Pero no estoy en tu escudería, no puedo ayudarte —dijo Francia y se rascó el brazo.

Su cuerpo empezaba a alborotar sus alergias como reacción al peso que ella cargaba y no descargaba.

— ¿Quieres conducir para Mercedes? —cuestionó Toto y abrió la guantera del auto sacando una crema.

El hombre sabía que ella sufría mucho de alergias en la piel, entonces siempre andaba con él cremas para disminuirlas.

— Gracias —sonrió Francia cuando él le dio la crema y comenzó a untarse por el brazo— Y no, no quiero —respondió a su pregunta anterior.

— ¿Segura? —preguntó Toto.

— Si —asintió.

— George podría ser piloto de reserva.

— Se lo diré —dijo Francia y sacó su celular.

— ¡Era broma! —exclamó Toto y Francia río bajamente, endulzando los oídos del austriaco.











(...)











— No los anunciaremos —hablo Damián.

Toto había dejado a Francia y a los niños en el circuito y luego se fue a descansar al departamento de la mujer.

El austriaco tenía que volver a tomar otro vuelvo mañana, ya que esta semana había carrera.

Emily y Jack fueron con Karina mientras los otros miembros del equipo estaban en una reunión.

— ¿Por qué? —preguntó Sebastián, confundido.

Se suponía que anunciarían las escupieras con el equipo y los pilotos. Pero al parecer hubo un cambio de planes.

— Se anunciará a las escuderías nuevas, pero no a los pilotos, mucho menos a los equipos —respondió Susie— La FIA así lo quiere.

— Vi que aceptaron a Mick —dijo Francia.

Susie había notado que a ella algo le pasaba, igual que Sebastián y Damián. Y su falta de chistes y de habla. Toto no les había mencionado nada, a petición de la mujer.

— Si, ¿pero cómo lo sabes? —preguntó Damián.

— Yo le envíe la información —dijo Susie.

Damián asintió aliviado.

— ¿Hoy entraré a la monoplaza otra vez? —preguntó Francia y todos se miraron entre sí.

— Si te sientes cansada, podemos hacerlo mañana —dijo Susie.

Francia negó rápidamente y todos se sorprendieron. Usualmente la mujer prefería mantenerse alejada y con costo daba una vuelta por el circuito.

— Podemos hacer lo que teníamos planeado hoy —propuso Francia.

— ¿Estás segura? —preguntó Sebastián e intercambio una mirada con Susie.

— Es un paso muy grande, Fran —habló la mujer y Francia la miró a los ojos— Tenemos que ir poco a poco, como tú terapeuta dijo.

— Puedo hacerlo —murmuró ella— Iré a colocarme el traje, díganle a Ollie y a Arthur que los veo en la pista —salió de la sala sin decir más.

Sebastián miró a ambos preocupado y se levantó para ir detrás de ella.

— Fran —la sujeto del brazo y ella frunció el ceño.

— ¿Qué? —preguntó Francia y se soltó.

— ¿Qué pasa contigo? —preguntó Sebastián y la miró de arriba a bajo.

— Nada —murmuró ella.

— ¿Qué ocurrió contigo, Francia? —preguntó nuevamente, insistente.

— Siento que es hora de correr —respondió y comenzó a caminar nuevamente.

— Hace menos de dos semanas no podías ni andar el auto —le recordó Sebastián— Hay que ir poco a poco. Y se que te pasa algo, porque andas muy impulsiva —hablo— Y yo te conozco muy bien.

— Seb, voy a subir al auto, ya estoy cansada y tengo que superar todo de una vez porque me voy a atascar en un hueco en el que no podré salir más —hablo Francia y respiro profundamente— Necesito hacerlo, necesito probar que aún puedo seguir de pie, porque me voy a derrumbar, y yo soy fuerte, me criaron para serlo —lo miró.

Sus ojos cafés reflejaban y decían lo que ella no podía y solo personas que de verdad la conocían podían entenderlos.

— ¿Te pasó algo? —cuestionó Sebastián.

— ¿Cuándo no me pasa algo? —respondió Francia y Seb sintió una punzada en su corazón.

— No tienes que ser fuerte —dijo Sebastián.

— Debo serlo —asintió Francia— Porque no quiero deprimirme...

Francia se fue para entrar a su habitación y cambiarse. Sebastián tragó saliva. Karina llegó con los niños quienes no duraron en saludarlo con una sonrisa y ofrecerle un dulce. La latina miró al alemán y dio una sonrisa pequeña.

— ¿Cómo estás? —preguntó Sebastián a la mujer.

— Bien —asintió ella— Debes dejar de preocuparte —pidió con una sonrisa y la cabeza ladeada.

— Avísame cualquier cosa, Karina —pidió Sebastián y ella rodó los ojos.

— Si, idiota —asintió la mujer— ¿Ella esta bien? —preguntó por Francia.

Los niños la escucharon y la miraron.

— Tiene un virus, está enferma —dijeron ambos a la vez.

— ¿Por qué siempre hablas al mismo tiempo que yo? —preguntó Jack mirando a la niña.

— Eres tan egoísta —murmuró Emily y rodó los ojos.

— Eso no es cierto —dijo Jack y entrecerró los ojos— Roba papás.

— ¡Deja de llamarme así, Jack! —exclamó Emily y el Niño salió corriendo.

La brasileña no tardó en perseguirlo por el pasillo. Karina río contagiando a Sebastián.

— Algo ocurre —dijo Sebastián, divagando.

Karina lo miró, confundida. No sabía a qué se refería.

— ¿Qué? —preguntó.

— Con Francia —respondió y miró a la mujer morena— Ella me cuenta todo, no entiendo...

— Debes darle espacio —dijo Karina y le acarició el brazo— Seguro está abrumada porque se acerca la temporada.

— Si, seguro —mentira, el sabía que no era así.

Ollie y Arthur llegaron con sus trajes y miraron a los dos adultos.

— ¿Lo hará? —preguntó Arthur, preocupado por la mujer.

— Si, al parecer si —respondió Sebastián.

— ¿No es muy pronto? —Ollie estaba nerviosos— Planeamos eso a futuro, no tiene porque hacerlo hoy.

— Pero quiero hacerlo —hablo Francia y todos se voltearon— Así que andando —dijo con falsa emoción.

— ¿Qué ocurre con ella? —preguntaron ambos pilotos de reserva.

— Ya la escucharon, a los autos —dijo Damián y todos asintieron.

Francia fue la primera en salir y colocarse en la primera posición. Sebastián en la segunda, Arthur y Ollie en la tercera y cuarta posición.

— Francia, ¿me escuchas? —preguntó la ingeniera por la radio.

— Si —respondió la mujer.

Las luces se empezaron a encender y de pronto, se apagaron, Francia reaccionó rápido y condujo alejándose de Sebastián. La adrenalina le recorrió por todo el cuerpo y sintió un vacío en su corazón, comenzó a respirar profundamente para calmarse.

Los nervios la hacían temblar y eso provocaba que ella apretara el volante con fuerza. Ella iba a estallar en cualquier momento.

— ¿Todo en orden? —preguntó Susie y miró a la ingeniera de Francia.

Esta levantó el pulgar. Susie suspiró, movía su pierna para evitar sentir el hormigueo que le producía la ansiedad. Miró las pantallas con atención, teniendo en la mira la monoplaza de la mujer.

Ollie igualó a Vettel y el presiono más, tratando de que este no lo pasara, Francia iba tan concentrada que ni siquiera miró los retrovisores, solo el frente.

La lucha entre el piloto de Prema Racing y el ex campeón del mundo los hizo concentrarse solo en ellos, olvidando a Arthur.

El monegasco aprovechó eso y los rebasó a ambos de un solo tiro. El celebro y captó a Francia no muy lejos.

— ¿Quieres qué te informe cómo en una carrera de verdad? —preguntó la ingeniera.

La respiración de Francia no era la mejor, tenía miedo de hacer un mal movimiento y chocar, el corazón latía con fuerza contra su pecho y el cosquilleo en la punta de sus dedos.

— Te lo agradecería —respondió Francia segundos después y tragó saliva.

— Arthur se está acercando, Francia —informó.

La mujer miró los retrovisores y, efectivamente, el monegasco se acercaba. Ella se lamió los labios y bajo la velocidad.

— ¿Qué haces? —preguntó la ingeniera.

— ¿Qué hace? —preguntó Arthur— ¿Esta bien?

— Vamos a mostrarle que en la pista no hay amigos —respondió Francia y pronto la monoplaza igualó a la de Arthur.

— ¿Ella quiere parar la carrera? —preguntó Arthur.

— ¡Acelera, Leclerc! —exclamó Lea.

— ¡¿Qué?!

El monegasco lo hizo antes que la monoplaza de la mujer lo hiciera, ¿trataba de distraerlo? No la entendía.

Francia lo miró frente de ella, quería saber que tan Bueno era el en las curvas, sus debilidades.  Francia aceleró igualmente.

Ollie había sido rebasado por Sebastián Vettel y el se quejó para presionar más, pero el alemán no se dejaría.

Arthur se cerró en la curva, para luego abrirse. Francia aprovechó eso para ir por fuera y luego rebasarlo por dentro. Arthur exclamó un "No" y ella rió.

Y en ese instante, ella se olvidó del miedo. Y volvió a disfrutar aquello que tanto amaba.

Cuando dieron 10 vueltas, dieron por terminaba la "carrera". Francia todavía poseía el primer lugar, Arthur se quedó con el segundo, Vettel con el tercero y Ollie con el cuarto.

Ella salió de la monoplaza y tragó saliva, se llevó una mano a su corazón y sonrió, se sentó sobre la pista con la espalda recargada en su monoplaza. Se quitó el casco y se paso una mano por la frente, el sudor bajaba por los lados de su cara. Susie llegó rápidamente y la abrazó.

— ¿Estás bien? —preguntó y ella asintió.

— Se sintió genial —susurró con la respiración irregular. Inhalaba por la boca y llevaba sus pulmones con aire.

Susie sonrió y asintió.

— ¡Eso fue genial! —llegó Arthur— ¿Cómo lo haces? —preguntó.

— Solo debes analizar —respondió Francia y con la ayuda del monegasco se levantó.

— Fue increíble —dijo Ollie.

— Ustedes también estuvieron genial —halagó Vettel y les palmeó el hombro.

El alemán se acercó a la mujer y la abrazó, ella sintió ese sentimiento horrible en su pecho y lo abrazó de vuelva con fuerza.

— ¿Podemos hablar? —preguntó Vettel.

— Si —asintió ella, dando un suspiro cansado.

Los pilotos se retiraron de la pista.










(...)








La noche adornó Brasil al igual que las luces de la ciudad. Francia había ordenado una pasta, algo ligero, Sebastián había ordenado una lasaña con puré, sabía que la mujer terminaría quitándole el puré de papa.

Sebastián había decidió traerla a un lugar tranquilo en un mirador. No había tantas personas en el restaurante y eso los hacía cenar tranquilos.

— ¿Me dirás algo? —preguntó Francia y Sebastián la miró.

— Creo que era al revés —dijo Sebastian.

— Yo tengo mensajes en mi celular que te dirán lo contrario —hablo Francia y alzó sus cejas.

Tomó la copa de vino y se bebió un poco. Sebastián suspiró y asintió.

— ¿Te acuerdas de la fiesta? —preguntó Sebastián.

— ¿Dónde Arthur nos llevó? —preguntó y el alemán asintió— Si, Ollie y Arthur se quedaron en mi departamento. A la mañana siguiente Toto los encontró y una hora después le tomaron confianza y lo llamaron papá pato y Toto les colocó una cinta en la boca —narró Francia y soltó una pequeña risa— Por cierto —frunció el ceño y lo miró— Tú desapareciste —lo señalo.

— Ese es el punto —dijo Sebastián.

— ¿De qué hablas? —cuestionó la mujer.

El camarero llegó y les entregó sus platos y ambos les agradecieron. El asintió y se marchó.

Francia captó el puré de papa y se mordió el labio.

— Si, Francia —contestó una pregunta que ella no hizo.

Francia sonrió y tomó un poco de puré.

— Prosigue —le pidió Francia y empezó a comer.

— Esa noche bebí y estaba con Karina —empezó a recordar la noche— Tu estabas hablando con Damián. Arthur y Ollie bebían y bailaban hasta que no hubiera mañana y bueno... —chasqueó la lengua.

— Te acostaste con Karina, ¿verdad? —preguntó Francia y el cerró los ojos, asintiendo— No me sorprende, la tensión sexual es muy fuerte —dijo.

— Ese no es el caso, Francia —suspiró Sebastián— Ella está embarazada —reveló.

Francia se paralizó y miró a Sebastián fijamente. Tragó salvia y trato de decirle algo.

— Wow...

— Francia —se quejó.

— Es que no sé cómo... Yo no sé que... —balbuceó— Felicidades.

— Ni somos novios, Francia —suspiró Sebastián y se tapó la cara.

— Tal vez las cosas se salieron de control, Seb. Pero si lo piensas... Siempre quisiste ser papá —dijo Francia y bajo la mirada a su comida.

— Si... Lo vamos a tener —reveló y Francia asintió— Pero tengo miedo, el otro día entre en una crisis.

— Es normal, serás papá y no de una forma que hubieras querido —dijo Francia y extendió la mano sobre la mesa y el la tomó— Pero serás un padre excelente, Seb.

— Gracias, Fran —susurro el— Por siempre estar para mi.

— Eres muy especial, Seb —dijo Francia— Siempre estaré aquí para ti.

Sebastián sonrió. Francia mentiría si no sintiera envidia, pero estaba feliz por el. Francia más que nadie sabía que Sebastián quería hijos y casarse, una familia. Cuando estaban juntos él planeaba aquello a futuro, uno muy cercano.

— Estarás bien —dijo Francia y sonrió.

— Supongo que estarás ahí —murmuro Sebastián, esperando que si.

— Obvio que si —sonrió ella.

La mirada de Francia era cansada. Sebastián ladeó la cabeza y notó la nube que la rodeaba.

— ¿Me dirás qué sucede? —preguntó Sebastián— Te veo y no te reconozco, Fran.

— Al final si era verdad, Seb —murmuró ella— Soy infértil —dijo.

Sebastian sintió su corazón doler. Se sintió culpable por contarle que iba a tener un hijo. Francia lo escuchó y le dijo lo buen padre que sería, tragándose el dolor.

— Francia, lo que dijo aquella doctora no era seguro —dijo Sebastián.

En el pasado, cuando ambos estaban juntos. Francia había accedido a ver a una especialista, ella y Sebastián buscaban tener un hijo. Francia estaba tan hundida en cumplir los sueños del alemán que olvidó los suyos, dejándolos de lado.

La especialidad hizo un chequeo completo y le envío un tratamiento para ayudarla a que fecundara. Pero después de varios intentos, no fue así.

La doctora dijo que tenían que continuar con los estudios y el tratamiento, ya que posiblemente ella se le dificultara quedar embarazada.

La doctora le pregunto si algún familiar padecía de eso, y ella le explicó que su madre tuvo que hacer el mismo tratamiento para poder quedar embarazada.

Todo fue una etapa muy abrumadora para la pareja y durante ese tiempo Francia se negó a cumplir un sueño que no era suyo, así que se negó a seguir yendo con la especialista.

— Hace unos días me sentí mal, en México de hecho —hablo— Tenía mareos y vómitos —miró a Sebastián— Susie lo noto de inmediato, yo ni siquiera lo pensé. Toto la llamo en la madrugada cuando me levante a vomitar, ella trajo pruebas de embarazo.

Sebastián la miraba atentamente.

— Las hice, a pesar de que les insistí de que no estaba embarazada —prosiguió— Era muy pronto para tener un bebé —jugó con el tenedor— La prueba a dio positivo, yo rápidamente me aliste y Toto me llevó al hospital para que me hicieran un examen de sangre para estar seguros.

Francia sentía un nudo en la garganta y las lágrimas comenzaban a resbalar por sus mejillas.

— La prueba dio negativo, pero la doctora me hizo exámenes —su voz se quebró— Yo le pedí que se los enviara a Karev en Italia. Días después, Karev me llamo diciendo que los resultados ya estaban en el hospital. Le pregunté si era grave y el dijo que no le habían informado sobre eso, ya que usualmente los doctores lo hacen, ella no, ella le envío los resultados y no marcaba como grave —sorbió su nariz.

Sebastián le acarició la mano y le limpió las mejillas.

— Llegué al día siguiente como acordamos y al principio me dijo que todo estaba en orden hasta que llegó al final, me dijo que yo era infértil —hablo Francia y sollozo— ¿Eso no es grave? —preguntó— Para mi lo es.

— ¿No trataron de hablar con ella? —cuestionó Seb.

— Dijeron que estaba ocupada en emergencias —respondió Francia— Ya me cansé, Seb.

— Tal vez se equivocaron, Fran. Y por eso no lo marcó como grave —dijo Sebastián y ella negó.

— No lo creo... —susurró Francia— Todo me hace volver a aquella doctora del pasado que me decía qué tal vez no podría tener hijos —hablo.

— Tal vez hubo un error, ma belle —trato de hacerla entrar en razón, pero ella negó nuevamente.

Ya estaba cansada, y si se hacía los estudios otra vez sería en vano, solo confirmaría, una vez más, que ella no podía tener hijos y prefería dejar de lastimarse así misma.

— No lo creo —murmuro Francia— El único error que yo veo ahí es que ella no marcó mis resultados como graves —remarcó— Yo lo veo como grave, no podré tener hijos...

Sebastián se acercó y le tocó la espalda y la abrazó. Sintió su corazón romperse al ver a la mujer tan rota, Francia experimentaba pequeños momentos de felicidad y grandes momentos de amargura y dolor. No sabía cómo ayudarla, pero esperaba que todo el dolor le pasara pronto.

— ¿Toto? —preguntó por el hombre.

— Dice que podemos buscar soluciones —respondió Francia y se relamió los labios— Pero lo hubieras visto, Seb. El quería tener un hijo y en el fondo esperaba que yo estuviera embarazada —hablo y se limpió las lágrimas— Si pudiera devolver el tiempo, juro que pediría que si estuviera embarazada... —susurro— Porque ahora lo deseo tanto, y no puedo.

— Fran, tendrás tu campeonato la próxima temporada y después tu y el formarán o agrandarán su familia —dijo Sebastián— Yo los veo en un futuro juntos.

— Yo también —asintió— Pero tengo miedo de que me abandone por ser menos mujer —dijo y se mordió la mejilla interna.

Las palabras expresaron todo el dolor que podía llegar a sentir, le quemaron su garganta y dejaron un sentimiento amargo en su pecho.

— No eres menos mujer, Francia —negó Sebastián y la miró directamente— Eres más mujer que muchas, eres fuerte, valiente, amorosa y amable —le recordó— Tu eres el claro ejemplo de una mujer ejemplar.

Francia sonrió con la boca cerrada y soltó otro par de lágrimas.

— Y ese austriaco lo sabe, porque sigue a tu lado e hizo hasta lo imposible para recuperarte, Fran —sus palabras calmaron ellos latidos de su corazón— Eres su mundo.

— Y él el mío —susurró Francia y sorbió su nariz.

— Se que duele, porque quieres todo con el. Pero debes mirar más allá de eso y buscar soluciones —dijo Seb— Como hoy, Fran. Te subiste al auto e ignoraste tu miedo porque en el fondo es lo que amas hacer —le acarició el cabello— Esa es la Francia que yo conozco, la que se levanta y lucha más fuerte.

— Yo...

— Lograrás vencer todo. Y ambos superarán esto. No lo alejes de ti, porque eso estás haciendo con no hablarle y no desahogarte —hablo Sebastián con claridad— El también sufre con esto, y ambos deben apoyarse.

— Tienes razón... —bajo la mirada.

— No te encierres, Francia —le pidió Sebastián— Y no lo apartes a ti.

Ella asintió, Sebastián la llevaría a su departamento con Toto. Se sentía mejor y tenía una perspectiva diferente.

Sebastian y Francia tenían esa magia de hacerse sentir bien uno al otro, pero era hora de que ella dejará que Toto tomara ese lugar.

Porque eran pareja y debían hacer que funcionara.

Francia llegó al departamento y entró a la habitación, el austriaco estaba dormido y ella se sentó sobre la cama, le acarició e cabello.

Toto abrió los ojos poco a poco y se incorporó al ver a Francia, el la miró fijamente y ella se acercó para besarlo. Toto pasó su mano por el cuello de la mujer para profundizar su beso.

— Te amo —dijo Francia en sus labios— Perdóname...

— Yo a ti —dijo Toto y le acarició la mejilla con su pulgar— No tengo nada que perdonarte, mon amour. Sentías un dolor y sé que a veces prefieres guardártelo. Pero Fran, yo estoy aquí contigo —colocó la mano de la mujer en su pecho— Y no te abandonaré —aquellas palabras la hicieron sentirse segura— Debes hablarme... Yo te ayudaré —le besó la frente.

— Encontraremos soluciones —dijo ella y Toto la abrazó— Gracias —susurró.

— Si, lo haremos —susurro y le besó el cabello— Susie me contó que lograste manejar como antes —dijo— Me siento tan orgulloso de ti, amor —le acarició el brazo.









(...)









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@franciastroll09

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Que lindo día... Qué les pareció el capítulo?

Le dedicó esto a mis patitos (que no me quisieron funar): Anto, Ami y Anna. Las amo 💕

No olviden dejar su voto y un comentario. Espero les guste.
Se despide Didi 💌

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