𝟐𝟐 | on a night like tonight

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capítulo veintidós
EN UNA NOCHE COMO ESTA

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—¿Qué ha pasado? ¿Te han dejado plantado?

La voz familiar de Malia saco a Connor de sus pensamientos. Sus ojos se elevaron hacia ella mientras apagaba el teléfono para poder poner toda su atención en ella. La joven le dedicaba una mirada confusa pero cariñosa, su pelo recogido en una corona de trenzas mientras el resto de su melena caía sobre su espalda.

—Algo así, si.—Admite el cirujano.—Ava y yo...

—Ava. ¿Tú compañera de cirugía?—Malia le interrumpe, frunciendo el ceño con confusión.

—No es nada serio.—Asegura rápidamente.

Desde que sabía los sentimientos de la más joven de los Halstead, Connor había empezado a actuar de forma más cautelosa con ella. Él aún no sabía lo que sentía y ella había dejado claro que necesitaba tiempo sola para aclararse. Él aún era su amigo, pero le parecía extraño hablar de sus otras citas con ella.

—No tienes que darme explicaciones, Connor.—Malia sonríe levemente hacia él.—Aunque es un desperdicio de esmoquin, ¿no crees?—Inclina su cabeza, señalando su ropa.

—Y de reserva.—Admite, bajando la mirada para mirar su traje. Una leve sonrisa asomándose por sus labios al notar como la incomodidad se esfumaba en el aire con la sonrisa de la chica.

—Vaya. La gente como yo no tenemos esos problemas, ¿sabes?—Bromea ella entonces.—Hace la vida más fácil, aunque menos lujosa.

Los ojos azules del cirujano vuelven a conectar con los suyos, su sonrisa aumentando en sus labios ante el comentario divertido, aunque cierto, de ella.

—¿Has venido a ver a Will?—Inquiere, cambiado de tema y señalando el hospital.

—No. Le he traído hasta aquí.—Aclara rápidamente.—Necesito su coche.

—Oh, ¿algún plan?

—Si, el sofá de mi casa debe de estar apunto de pensar que le he dejado plantado.—Bromea ella.—No, es que mañana tengo que hacer un viaje rápido hasta la residencia de Blue Lakes para visitar a Camille. Es mi psiquiatra. La mejor del mundo. No se lo digas al doctor Charles.—Susurra esto último, con miedo de que el doctor pueda oírla. Connor sonríe.

—Te veo de buen humor.—Observa el hombre.

—Si, creo que estoy en uno de esos episodios maniacos.—Admite en un suspiro.—Los llaman así. El contraste es muy grande con los episodios depresivos. Es como estar en una montaña rusa que nunca acaba, ¿sabes? La medicación ayuda, pero aún los siento bastante.

—Bueno, si a tu sofá no le importa, a mi no me gustaría tener que desperdiciar esa reserva y este esmoquin. ¿Te apetecería...?

—Espera, espera. ¿Soy tú segunda opción? Me ofendes.—Malia sonríe con diversión ante su propuesta.

—No eso no es lo que...

—Connor, está bien. Te estaba tomando el pelo.—Asegura, interrumpiéndole.—De echo, acepto tu invitación. Aunque no creo que tenga ningún vestido al nivel de ese esmoquin o del restaurante.

El cirujano se encoge de hombros.

—Podemos hacer una parada en la tienda de mi hermana.—Propone, acercándose a ella.

Dudosa, Malia aparta la mirada de él durante un par de segundos. Camille le había aconsejado dejarse llevar un poco, estar más abierta a nuevas experiencias y no pensar tanto en lo que los demás pensarían. Si Will y Jay supieran que iba a tener una cita con Connor Rhodes seguramente se pondrían en plan sobreprotector, pero al final era su decisión. Solo de ella. Necesitaba aclararse, y aunque su corazón le decía que fuera corriendo a buscar a Nathan, el chico le había estado mandado señales muy contradictorias las últimas semanas. Connor también, pero él era el que estaba ahora delante de ella pidiéndole pasar tiempo con ella. Él no la ignoraba, ni le enviaba regalos sin explicación o dejaba sus mensajes en visto. Él estaba ahí. Estaba delante de ella, con una encantadora sonrisa y una hipnotizante mirada.

—No me gustaría abusar...

—No lo haces. Te he invitado yo.—Le recuerda Connor, interrumpiéndola.—Vamos.

En un rápido movimiento, apenas siendo consciente de lo que estaba haciendo, Connor entrelaza su mano con la de la chica Halstead para guiarla hasta su coche. Pero ese inconsciente gesto no fue pasado por alto para ella, quien no pudo evitar dirigir su mirada hacia la unión de sus manos. La piel de las manos del cirujano siendo mucho más suave que la de Nathan aunque ciertamente menos cálida.

Malia intentó olvidarse del jugador de baloncesto en el mismo momento en el que su mano se separó de la de Connor para poder subirse al vehículo.

El viaje hasta la tienda de la familia Rhodes fue corto, y para el alivio de él, ninguno de sus familiares parecía encontrarse allí esa tarde. Pero eso no quitaba que los empleados le reconocieran al instante. Mientras él saludaba a un par de ellos, Malia se separó de él, comenzando a mirar la ropa con asombro. Todo era preciso y elegante, aunque un poco fuera de su estilo y muy fuera de su habitual presupuesto.

—¿Te gusta algo?—La voz de Connor a su lado hizo que se sobresaltara. Sus dedos soltando rápidamente la etiqueta del vestido que había estado mirando. Connor nota eso enseguida, agarrando la percha para observarlo.—Es precioso.

—Si, y muy caro.—Señala ella, dándose la vuelta para mirar otros vestidos.

Connor frunce el ceño, siguiendo sus pasos con la percha aún en su mano.

—Al menos pruébatelo.—Propone, casi con una mirada suplicante. Malia sonríe levemente, inclinando su cabeza con ternura.—Vamos, Mia. Es la tienda de mi familia. Yo invitó.

—No. No puedo dejar que me pagues vestidos y zapatos así como si nada.—Niega de forma nerviosa, dando un paso atrás.—Trabajo muy duro, ¿sabes? Gano mi propio dinero.

—No digo que no lo hagas. Eres una paramédico excelente.—Asegura Connor con rapidez.—Es solo un regalo, Mia.

—El vestido es un regalo. Pero luego está la cena...

—Es una cena de bienvenida.—La interrumpe rápidamente, acercándose a ella.—Aunque puede ser otra cosa si es lo que quieres.

—Otra cosa, ¿cómo...?

—Una cita.—Completa, acariciando su mejilla al colocar un mechón de pelo tras su oreja. Malia se estremece levemente ante el tacto de su piel. Su respiración volviéndose pesada al encontrarse de nuevo con su mirada.—Pruébate el vestido.—Le suplica en un susurro. Malia duda durante un instante, incapaz de ignorar la poca distancia entre ellos. Pero finalmente asiente. Su mano estirándose para agarrar la percha.

—¿Puedo probarme este otro también?—Susurra ella entonces, señalando el vestido rojo expuesto a su lado. Connor sonríe levemente.

—Todos los que quieras.—Asegura, sintiendo como sus manos se rozan al entregarle el vestido.

Malia traga con dificultad antes de dar un paso atrás, agarrando ambos vestidos y dirigiéndose al probador bajo la atenta mirada del cirujano.

Como una de esas escenas clichés de las romcoms, Malia comenzó a probarse distintos vestidos, enseñándole a Connor como le quedaban en un improvisado desfile. La tienda estaba prácticamente vacía, solo estaban ellos y algunos empleados, así que la vergüenza desapareció rápidamente de ella, haciéndola sentir como una estrella de cine.

Connor negaba ante los vestidos que no le favorecían, reía ante los pasos de baile y accesorios ridículos que Malia añadía a sus outfits y sonreía al ver como los ojos de la chica se iluminaban al encontrar vestidos que le quedaban perfectos.

—Vale, a ver, no digo que me parezca mal, pero todo esto parece una escena sacada de Pretty Woman. Eres mi Richard Gere.—Comenta Malia al llegar a la caja registradora para depositar los vestidos que Connor había insistido en comprarle a pesar de sus quejas.—Quiero decir, nunca he visto la peli, pero sé que tiene que haber una escena así.

—¿No la has visto?—Connor frunce el ceño, sacando su cartera para pagar.

—Nope.—Niega, torciendo sus labios levemente.—Pero era una de las películas favoritas de mi madre. Ella siempre hablaba de que quería verla conmigo en algún momento. Pero ese momento nunca llegó. No he encontrado las fuerzas para verla yo sola, ¿sabes?

Connor conecta su mirada con la de ella. Su mirada triste recordándole rápidamente el dolor que él mismo había sentido ante la muerte de su propia madre.

—Lo siento.

Malia se encoge de hombros ante sus palabras, apartando sus ojos por unos segundos para retener las lágrimas acumuladas en ellos. Entonces algo llama su atención.

—¿Crees que estos pegan con el vestido negro?—Inquiere, agarrando unos zapatos colocados en un expositor junto a ellos.

Connor decide no insistir en el tema de su madre y asiente.

—Creo que son perfectos.—Sonríe levemente.—¿Qué tal si buscamos un bolso también?

—Creo que sería pasarse.—Admite Malia, sonriendo con nerviosismo.—No quiero aprovecharme de tu generosidad.

—Te comprare lo que quieras, Malia.—Asegura Connor entonces.—Yo me compre un coche después de que Robin se fuera porque estaba triste. Esta ropa al menos te hace sonreír a ti. Y me gusta verte sonreír.

El calor sube rápidamente por su cuerpo hasta enrojecer sus mejillas. Intentando ocultarlo, Malia baja la mirada de nuevo al par de tacones que había escogido.

—Llegaremos tarde el restaurante.—Comenta tras unos segundos, volviendo a colocarse junto a él.

Connor sonríe levemente, entregándole su tarjeta al empleado tras la caja registradora.

—Olvídalo.—Declara entonces.—Podemos ir otra noche, donde la reserva si sea para ti.

Conectando sus ojos de nuevo con los suyos, Malia se olvida por completo del rubor en sus mejillas, perdiéndose en su mirada.

—Eso me gustaría.—Admite con una leve sonrisa.

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Una cita rápidamente se convirtió en dos y en tres. Malia contaba ese día de comparas cómo la primera de todas y la más especial. Aunque la cena romántica que la siguió y el paseo nocturno de su última cita también habían resultado muy especiales. Pero en el fondo ninguno estaba seguro de poder llamarlas citas, aunque la intención parecía clara, ambos solo intentaban entender cuáles eran sus sentimientos por el otro.

Malia no se había atrevido a volver a besarle. No después de lo desastroso que había sido el primer beso. Y Connor tenía miedo de confundirla aún más, especialmente cuando Malia le había dicho que necesitaba tiempo para si misma.

No fue hasta su cuarta cita que por fin se dejaron llevar por esa tensión y deseo. Connor sentía fuegos artificiales cada vez que sus labios se unían, cada vez que sus pieles se tocaban e incluso cada vez que sus miradas se encontraran. Pero Malia no estaba segura de sentir lo mismo. Luchaba por hacerlo. Ella quería que funcionara, pero por muy a gusto que se encontrará con él, esos fuegos artificiales aún no habían llegado.

—¿Vendrás al Molly's esta noche?—La voz de Will saco a Connor de sus pensamientos. El cirujano tenía unos papeles delante de él, pero en lo único que podía pensar era en Malia.

—¿Qué?—Frunce el ceño, levantando la mirada hacia el pelirrojo.

—El Molly's. Hablamos de quedar todos con los de inteligencia y el parque 51 para ver el partido de los Bulls. Nathan vuelve a la cancha.—Le recuerda.

—Oh. Si. Claro.—Connor asiente rápidamente, provocando que Will entrecierre sus ojos con confusión.

—¿Estas bien, tío?

—Si. Es... estoy esperando un corazón para mi paciente.—Se excusa, cerrando la carpeta en sus manos para prestarle más atención. Will asiente con duda.—¿Malia ira?

—No lo sé.—Will se encoge de hombros. La pregunta le había tomado por sorpresa.—Jay iba a avisarla. ¿Por qué?

—Pura curiosidad.—Le quita importancia.—Tengo que subir a la UCI. Nos vemos luego, ¿vale?

—Claro.

Will le sigue con la mirada, entrecerrando sus ojos con confusión por la actitud de su compañero. Aunque ciertamente no era algo nuevo que él no pudiera entender a Connor. Ambos no eran muy amigos y él cirujano era difícil de leer.

El resto del día para ambos médicos resultó bastante largo y estresante. Connor había discutido con Ava para conseguir el único corazón disponible para su paciente, mientras que Will había discutido una vez más con Natalie. Al menos Will tenía un plan para despejarse. Ir al Molly's con su hermano a ver un partido de los Bulls era justo lo que necesitaba.

—Hey, ¿qué haces aquí?—Connor sonríe al ver a Malia entrar en la sala de médicos, donde él se encontraba recogiendo las cosas de su taquilla.

—Quería darte una sorpresa.—Explica ella, buscando a su hermano con su mirada para asegurarse de que no se encontraba cerca.—¿He hecho mal?

—No, no.—Niega rápidamente al ver la mirada de duda en sus ojos.—Me alegro de verte.

Malia sonríe ante su respuesta, soltando un suspiro al ver que Will no se encontraba por allí.

—Seguro. No tienes buena cara.—Señala, observándole detenidamente mientras se acerca a él.

—Ha sido un día duro.—Admite, colocándose su chaqueta y cerrando la taquilla a su lado.

—Bueno, ¿que tal si intentamos mejorarlo?—Sonríe Malia, agarrando los bordes de la chaqueta para colocársela. Connor sonríe, bajando la mirada hacia ella.—He pensado que podríamos ir a...

—Todos irán al Molly's a ver Nathan jugar su partido de vuelta.—La interrumpe, recordando las palabras de Will.

Esto toma a Malia por sorpresa, obligándola a dar un paso atrás para mirarle con atención.

—Si. Jay me comentó algo.—Admite, mordiéndose el labio inferior con incomodidad.

—¿No quieres ir?—Connor inclina su cabeza.—Se que tú y Nathan...

—Yo y Nathan nada.—Le interrumpe bruscamente. Esto no pasa desapercibido para Connor. Pero Malia también parece darse cuenta, bajando el tono de su voz al volver a hablar.—Dejó de hablarme, envío unos regalos el día que volví y no me ha dado ninguna explicación.

—Vale, pero tú y yo le atendimos en su lesión. Tú le llamaste cuando...

—Connor, aprecio lo que intentas hacer, de verdad. Pero quiero olvidarlo.—Declara, volviendo a conectar su mirada con la de él.—Creía que tú y yo... que estábamos saliendo.

—Lo estamos.—Asegura rápidamente.

—¿De verdad? Porque sé que Ava y tú habíais empezado algo y que nuestra primera cita fue un accidente. Y yo... yo dije que necesitaba tiempo para mi. Pero, estoy aquí. He venido a verte a ti. Quiero pasar mi tiempo contigo, y si tú...

—Yo también quiero.—Declara, interrumpiéndola al notar los nervios y la duda en su voz y mirada.—En serio, Mia, no intentaba... Quiero que esto funcione. Tú y yo. Quiero intentarlo. Si tú quiere...

—Quiero.—Asegura, dedicándole una leve sonrisa.

—Bien.—Suspira, devolviéndole el gesto.

—Bien.—Repite ella, sus ojos brillando con felicidad.

—Vale.—Asiente Connor, colocándole un mechón de pelo tras una oreja.

—Vale.—La sonrisa en los labios de Malia aumenta mientras se eleva sobre las puntas de sus pies para alcanzar los labios del hombre y unirlos a los suyos en un delicado beso.

Notando que iba a separarse a los pocos segundos, las manos de Connor no tarda en sujetar sus mejillas para mantenerla cerca de él y sus labios unidos. Notando como empezaba a perder un poco el equilibrio, Malia se sujeta a su cintura mientras una sonrisa se asoma en sus labios.

Al separarse, ambos abrieron sus ojos lentamente, encontrándose con la mirada azulada del otro. Las plantas de los pies de Malia volvieron a tocar el suelo por completo, devolviéndole la estabilidad.

—¿A dónde decías que querías ir?—Inquiere Connor, acariciando su mejilla.

—Pues veras, Sylvie me hablo de este sitio donde hacen la mejor comida mexicana de todo Chicago.—Declara ella, separándose de él para dirigirse a la puerta de la sala.—Sus palabras, no las mias. Nunca he probado esa comida, pero siempre he querido.

Connor sonríe con ternura, siguiendo sus pasos.

—Suena bien.—Admite.

—No es como tus elegantes restaurantes.

—Perfecto. Odio esos lugares.—Sonríe, buscando su mano para entrelazarla con la suya.

Malia sonríe de vuelta, aceptando su mano con una pequeña caricia de su pulgar.

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Cuando Nathan salió a la cancha aquella noche, no se encontraba en perfecto estado. Si, su lesión estaba curada, había hecho reposo, rehabilitación y muchos entrenamientos para volver a estar al 100% por su equipo y por el mismo. Sin embrago, ese día estaba saliendo a jugar por su padre. Nathan no se sentía listo para volver aún, su cabeza no estaba centrada, pero Dan había insistido. Y debido a eso, el partido no fue como todos esperaban.

—¿Qué demonios le pasa?—Se queja Herrmann, mirando la televisión mientras le servía otra copa a Capp.

—Nunca le había visto jugar tan mal.—Admite Cruz, apoyándose en la barra.

Saliendo del baño y dirigiéndose de nuevo a su mesa, Jay no puede evitar oírles hablar sobre Nathan. Un suspiro abandonado sus labios al elevar su mirada de nuevo a la pantalla donde se encontraban retransmitiendo el partido.

—¿Estas bien?—Will mira a su hermano con preocupación al ver la expresión en su rostro.

—¿Eh? Si.—Asegura, sentándose de nuevo a su lado y dándole un trago a su cerveza.

—El partido esta siendo un desastre. ¿Cómo va tu apuesta con Mia?—Le pregunta con interés.

—No va.—Suspira. Will frunce el ceño.—No ha respondido a mi mensaje.

—¿Y eso no te preocupa? Nunca se ha saltado una apuesta por un partido. Le encanta ganarte.

—Creo que le ha dejado de gustar el baloncesto.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Una larga historia.

—Bien, tengo tiempo.—Declara Will, apoyando su brazo izquierdo sobre la mesa y girándose para mirarle con atención. Jay suspira con frustración, bajando la mirada hacia su cerveza antes de darle otro trago.—¿Y?

—No creo que yo deba...

—¿Esta abandonado el partido?—La voz de Kelly frente a ellos interrumpe las palabras del mediano de los Halstead. Las miradas de ambos hermanos viajando hacia él antes de volver a posarse en la televisión, donde podían ver cómo Nathan soltaba la pelota y comenzaba a caminar abandonado la cancha y dirigiéndose a los vestuarios.

Otis agarra el mando y enciende el volumen rápidamente después de que Herrmann se lo pidiera.

—"Nathan Scott acaba de abandonar la cancha a falta de 20 minutos de partido. Nadie parece entender que esta ocurriendo."—Anuncia el comentarista del partido mientras mostraban las imágenes de los compañeros de Nathan con miradas completamente confusas.

Malia era completamente ajena a esto mientras compartía una muy agradable cena con Connor. Probaron toda la comida que pudieron, se rieron al ver lo mal que ella aguantaba el picante y después compraron unos helados y caminaron por las calles del centro de Chicago con sus manos entrelazadas.

Mientras tanto, Nathan se imaginaba compartiendo momentos así con ella. Sus brazos apoyados en sus rodillas, su cabeza entre sus manos, su cuerpo tenso y lleno de frustración y tristeza por haberla dejado ir.

—Hijo, tienes que volver al partido.—Dan Scott se adentra en el vestuario, la confusión y el enfado pintados en su rostro.

Tomando una bocanada de aire, Nathan levanta la mirada.

—No.

—¿No?

—No.—Repite, poniéndose en pie.—Te dije que no estaba listo y no me escuchaste. Y ahora quieres que haga esto... Si alguien lo descubre...

—Nadie lo descubrirá.—Asegura Dan, cerrando la puerta tras él mientras le pide que baje el volumen de su voz. Nathan bufa, caminando de forma nerviosa por la sala.—Nate, escúchame.

—No. Escúchame tú a mi. No pienso seguir con esto.—Declara con firmeza.

—Necesitamos el dinero.

—Tú lo necesitas.—Corrige, molesto.—Tú hiciste esas apuestas. Tú te arruinaste.

—Y tú estás dónde estás gracias a mi. Me lo debes.

—No tengo ese dinero, papá.

—Por eso hacemos esto.

—No. No pienso volver a esa cancha. Así que búscate otra solución.—Declara, agarrando su mochila y caminando hacia la puerta.

—Nate.—Dan le obliga a frenar, sujetándole del brazos.—Hijo, necesito tu ayuda.

—¿Si? Pues yo necesito arreglar una cosa. Una cosa que tú estropeaste.—Declara, empujándole lejos de él.

Al salir del vestuario, los ojos de Nathan se encuentran con la mirada confusa de su mejor amigo, representante y jefe de seguridad, Jake

—No estarás hablando de esa chica, ¿no?—Dan sigue sus pasos antes de que Jake pueda decir nada.—Es solo una sanitaria...

—Esa sanitaria me salvo la pierna. Esta preciosa pierna que cumple los sueños de baloncesto que tú nunca conseguiste por una lesión parecida.—Señala con molestia.—Esa sanitaria es la persona más dulce, sincera y que más feliz me hace ahora mismo. Así que no te atrevas a decir nada de ella.

—Bueno, creo que ella no siente lo mismo que tú.

—¿De qué demonios estas hablando?—Nathan frunce el ceño.

Dan suspira, buscando su teléfono en el bolsillo interior de su americana para mostrarle una foto.

—Me la acaban de enviar.—Le explica.

Nathan frunce el ceño, observando la pantalla del aparato donde pudo apreciar una foto de Malia y el Doctor Rhodes besándose en un parque cerca del Lago Michigan.

—Vete al infierno.—Declara Nathan, apretando su mandíbula antes de darse la vuelta para alejarse de él.

Dan suspira, guardando su teléfono. Una pequeña sonrisa victoriosa en sus labios, sabiendo que tras aquella revelación solo era cuestión de tiempo que Nathan volviera a entrar en razón.

—¿Sabe? Nathan me contrato para protegerle.—Jake se coloca frente al hombre.—Creía que estaba haciendo un buen trabajo, pero... ahora veo que me equivocaba. Aléjese de él. Y si me entero de que sus investigadores privados siguen a Malia una vez más, se lo notificare a la policía de Chicago. ¿Me ha entendido?

Dan se mantiene en silencio, mirándole con seriedad. Jake sabía que no iba a ceder, pero sus amenazas eran ciertas y si no le hacía caso las iba a cumplir. Jake le había cogido mucho cariño a Nathan durante el año y medio que llevaba trabajando para él. Y por muchas dudas que tuviera sobre Malia al principio, la joven le importaba más de lo que quería admitir.

Siguiendo los pasos de su jefe, Jake Davis abandona el United Center, reuniéndose con Nathan en el aparcamiento privado de jugadores.

—Oye, ¿estás bien?—Cuestiona con preocupación. Nathan se encoge de hombros.

—Solo quiero irme a casa.

Jake asiente, soltando un leve suspiro.

—Vamos.—Declara, dedicándole una leve sonrisa comprensiva.


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