CAPITULO 9

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Los ojos de Alana comenzaron a abrirse lentamente. Parpadeó un par de veces hasta que su vista se acomodo a la oscuridad. Miro a su alrededor y reconoció la sala. Estaba en el castillo de los elfos.

La Narniana se levantó y observo que su brazo derecho estaba vendado. Alana suspiro frustrada, y se dirigió a la puerta, necesitaba encontrar su colgante, no podía perderlo, no aquellas piedras, que tanto su madre como su hermana la habían confiado.

El largo pasillo estaba completamente a oscuras, pero los años que allí ella paso, no la habían hecho olvidar cada lugar de aquel castillo. Sabia a donde debía de dirigirse. Alana llegó a la parte trasera, la cual daba al mar. Sonrió al ver aquello y se sentó en el suelo. Desde allí vio el mar y la luna.

La luna siempre había despertado la imaginación de la princesa, pero ahora no podía verla, sabia que cuando aquel brillo plateado se volviera rojo, podría ser el fin de todo y de todos. Pero, principalmente, el suyo.

-Siempre aquí sentada.- Dijo Shiary sentándose a su lado.
-Toda mi vida he creído que no hacia magia, que solamente tendría la capacidad de transformarme en un León. Pero ahora..., estar en Narnia hace que ponga en peligro a todos, no solo a mi pueblo, sino, al reino por el que mis padres y mis abuelos dieron su vida. Tal vez seria mejor irme.- Dijo ella bajando la mirada.
-¿Irte? ¿A donde? Siempre nos has ayudado, has sacrificado muchas cosas únicamente por ayudarnos. Tal vez, sea la hora de devolverte el favor.- Alego Shiary mirándola.
-¿Para que? Mi hermana esta atrapada en su propio cuerpo. Mis padres están muertos, mi pueblo me odiara cuando sepa que soy o lo que era mi madre y mi hermana. Y para finalizar todas y cada una de las Brujas que practican Magia Negra, van a ir tras de mi cuando sepan que soy una Gran Bruja Blanca, para ser exactos la Elemental. ¿Segura que quieres poner a todo tu pueblo en peligro por una Bruja?- Dijo Alana mirando el horizonte.
-Yo no les voy a obligar, cuentas con mi apoyo y mi ayuda. Y ellos harán lo mismo, en unos meses seras nuestra reina y quieras o no, contaras con nuestro apoyo. ¿Has pensado ya cual sera el nuevo consejo?- Dijo Shiary con una sonrisa.
-No en todos sus miembros, pero si en uno. Quiero que tu seas parte de él, se que eres reina de los Elfos, pero me encantaría que estuvieras ahí, ayudándome.- Pidió la Narniana a la elfa.
-¿Yo? Seguramente haya mejores para ese puesto.- Alego ella.
-Pero ninguno sabe lo que es tener a un reino bajo tus hombros y menos ser coronada contra tu voluntad.- Rió Alana.
-El castillo Elfico, esta casi terminado. Cuando finalice la reconstrucción este volverá a pertenecerte.- Alego Shiary.
-Supongo que me gustaría regresar aquí. Pero no seria igual. Aquí guardo buenos recuerdos, contigo y los demás elfos, al igual que con mis padres. Sabes, el otro día dude, en si debía de matar a una Bruja, cuando me atacaron también dude. Creo que, ahora, ya no soy capaz de matarlas, ni aunque fueran las responsables de la muerte de mis padres.- Contó Alana apoyando su cabeza en la pared.
-Sí eres capaz, solamente estas en una fase de transición. Hace poco que has descubierto lo que eres y lo que le pasa a Evangeline. Necesitas tranquilidad, y dejar de pensar que todo lo que sucede es por tu culpa. ¿Desde cuando te preocupa lo que piensen los demás?- Alego la elfa con una sonrisa. -Mira, cuando te conocí con siete años, no solo vi a una princesa que acababa de perder a sus padres. También vi a una guerrera. Siempre has dado lo mejor de ti, no le has temido a nada ni nadie, e incluso has luchado por quienes te han dado la espalda. Eres testadura, divertida y valiente. No por ser reina o princesa debes de cambiar. Si no les gusta como eres, no pueden obligarte a cambiar.- Añadió la reina haciendo que Alana comenzara a sonrojarse.
-Desearía que todos vieran eso. Por cierto, ¿has visto mi collar?- Dijo Alana mirándola.
-Sí, toma. He descubierto que piedras son. ¿De donde las has sacado?- Respondió Shiary.
-La roja me la dio mi madre, y la traslúcida mi hermana. Seguramente ambas estén relacionadas con las Brujas.- Explico Alana mientras el sol comenzaba a surgir.

Poco después ambas se pusieron a entrenar en una pequeña explanada, las dos cazadoras usaban palos de madera, para así no sufrir ninguna herida.

Lentamente los elfos comenzaron a levantarse. Algunos se dirigieron donde ambas cazadoras entrenaban.

Shiary, hizo un rápido movimiento, haciendo que Alana cayera al suelo. La Narniana rodó sobre ella misma, y se puso de pies rápidamente, esquivó los golpes que recibía de la elfa, se arrodillo y paso su pierna por las de ella para que Shiary se cayera soltando el arma. Alana se puso de pies y apunto, con el palo, el cuello de la elfa.

-Perdiste la practica.- Rió Alana tendiendo su mano a Shiary.
-Bueno, aquí nadie pelea enserio conmigo.- Comentó la elfa riéndose.

Ambas se adentraron en el castillo, Shiary condujo a Alana hasta la que había sido su habitación por bastantes años, al entrar miro a su alrededor, todo seguía igual que la última vez.

-Hay ropa en el baúl, si necesitas algo, dímelo.- Dijo la reina marchándose.

Alana cerro la puerta y suspiro, miro a su alrededor, nada había cambiado, solamente ella... La Narniana se acerco al baúl donde, todavía, quedaba algo de sus antigua ropa.

Tras ponerse un vestido largo y de manga corta de color lila, Alana, cogió la espada que había encontrado en las ruinas de Cair Paravel y la coloco en la funda, donde antes había estado la espada que los elfos la habían dado.

Alana salio fuera de su habitación, y camino hacia la parte del castillo que estaba prohibida para todos salvo para ella. En aquella parte, sus padres habían vivido, ella y Evangeline habían nacido y donde había dado sus primeros pasos.

A lo lejos escucho unas voces, Alana se asusto, ya que allí, podía haber objetos poderosos. La Narniana cogió su espada y cuando estaba cerca de las voces apunto a alguien. Edmund desenfundó su espada y la ataco.

-¿Que hacéis aquí?, esta parte del castillo esta prohibida para todos.- Alego Alana guardando su espada.
-Nosotros seguíamos a Lucy.- Señalo Susan a su hermana menor que se dirigía paso arriba.

Alana corrió hacia ella, tras ella el resto de reyes. Al llegar, Alana vio que estaba en un trance, alguien la guiaba hacia algo.

-¿A donde va?- Preguntó Caspian siguiéndola.

Alana miro a todas partes, no recordaba aquel pasillo y eso era extraño, ya que conocía a la perfección aquel castillo. Antes de que se cayera por un agujero Peter agarro a su hermana pequeña, haciendo que ella dejara de estar en ese trance.

Alana se acerco a agujero, era grande de anchura, pero no sabia como de largo era. Se acerco a una piedra y la tiro, mientras caía empezó a contar hasta que al llagar al final, sonó.

-Cinco metros de caída.- Dijo en voz alta.
-¿Acaso vas a bajar?- Preguntó Susan mirándola.
-Conozco este castillo a la perfección y antes esto no estaba aquí. Si Lucy a sido traída aquí, era para que la siguierais.- Alego Alana mientras se quitaba la cuerda.

Agarro una piedra y la encajo en unas lo suficientemente grandes, como para no moverlas. El otro extremo de la cuerda le tiro por el agujero y Alana empezó a descender, seguida del resto de reinas y reyes.

Al llegar al final, Alana sintió una extraña sensación. Por alguna razón, sentía, en grandes cantidades, Magia Negra como Blanca. Algo allí era peligroso, pero también poderoso.

-¿Que es este lugar?- Preguntó Peter mirando a la oscuridad.

Nadie supo responderle con exactitud, ya que nadie sabia que era aquel lugar. Lentamente el colgante de Alana comenzó a brillar con intensidad.

-¿Pero que le pasa?- Preguntó Alana malhumorada.
-Mirar, allí hay una puerta.- Señaló Lucy.

Todos se dirigieron a ella, pero al llegar, la puerta estaba cerrada. La única llave que podía haber debía de ser grande, ya que la cerradura lo era. Todos se pusieron a buscar la llave, hasta que Alana, miro su espada. Tal vez, aquella espada y aquella sensación de magia estaban conectadas.

La Narniana cogió la espada y la saco de la vaina, lentamente la introdujo en la cerradura y comenzó a girar hasta que la puerta se abrió por completo. Tras ella, había una habitación llena de libros, los cuales desprendían magia de ambos lados. Todos estaban perfectamente colocados, y ordenados, algo extraño, ya que aquel lugar parecía estar olvidado por todos.

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