ⅰ. 𝒔𝑤𝑒𝑒𝑡 𝒅𝑟𝑒𝑎𝑚𝑠

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❛ 𝒅𝒖𝒍𝒄𝒆𝒔 𝒔𝒖𝒆𝒏̃𝒐𝒔, 𝒃𝒆𝒍𝒍𝒂 𝒅𝒖𝒓𝒎𝒊𝒆𝒏𝒕𝒆,

𝒅𝒖𝒍𝒄𝒆𝒔 𝒔𝒖𝒆𝒏̃𝒐𝒔, 𝒐𝒉, 𝒆𝒕𝒆𝒓𝒏𝒂 𝒔𝒐𝒏̃𝒂𝒅𝒐𝒓𝒂 ❜




SI CAMINAS POR EL JARDÍN de Destino, necesitarías mucho tiempo entre manos. Tiempo que los mortales no poseen. En sus dominios hay cientos y cientos de senderos y bifurcaciones, capaces de llevar a todos a diferentes lugares, y no necesariamente donde uno desearía terminar, considerando la ambición humana por querer controlarlo todo...

Cada paso es incierto, como el destino mismo. Cada uno diferente al anterior y jamás similar al siguiente o al de alguien más. Pero todos poseen la misma finalidad, ya que cada elección determina el futuro.

Se dice que incluso Destino de los Eternos no conoce del todo los senderos de la vida.

Pero no es más que una burda especulación. Él es el único conocedor de tales caminos, pasado y futuro. Él lo sabe, él los examina con detenimiento, hasta el último tramo de ellos.

Coloca siempre especial atención a los mínimos detalles, aquellos que pasarían desapercibidos a los ojos de cualquier otro ser.

Aunque últimamente solo se tratara de esos... detalles casi imperceptibles. 

Respiró hondo, soltando el aire en claro signo de agobio. Cerró el libro cuidadosamente y lo dejó sobre el pedestal, saliendo hacia el atrio del templo donde la brisa le hizo saber de una nueva presencia en el lugar.

— ¿Enviaste a llamar por mí, hermano?

La melodiosa voz de Muerte endulzó sus oídos, luego de aquella amarga lectura previa.

— Algo me dice que ya sabes por qué estás aquí, hermana.

Ella se posó a su lado, meciéndose en sus pies rítmicamente. 

— Ya me lo imaginaba—respondió, asintiendo lentamente—. Si te refieres a lo que hablamos la última vez, significa que esta será una visita muy corta. Así que... ¿Con quién debo ir en esta ocasión?

— Caos—nombró llanamente—. El tiempo ya está por acabar... Para ambos.

— Sabía que dirías eso—expresó ella notoriamente preocupada, viendo como su hermano volteaba en su dirección—. Ella estará... estará muy molesta. Contener al caos será... complicado.

El caos siempre fue y sería hasta el fin de los días complicado de asimilar, incluso para los Eternos. Escasas eran sus descripciones plasmadas en la historia, más allá de sus rasgos físicos característicos, conocidos por sus andanzas en tiempos pasados entre los mortales. Sus incursiones siempre imprevistas, hacían extremar su vigilancia sobre ella. Era una soberana por excelencia fiel a su propia existencia y lo que significaba, todo era parte de ella y ella era parte de ese todo. Una tormenta sin precedentes y a la vez un equilibrio connatural.

— Así está escrito—declaró el mayor.

— ¿En alguna parte dice que si despierta no matará a nuestro hermano? ¿O a... ya sabes quién, por jugar con lo que no debería?

— Muerte...

— ¡Lo sé, lo sé! No es mi lugar para entrometerme... Lo tengo claro. Pero... hará preguntas...

— Sabes de antemano lo que debes responder. ¿No es así?

— Sí, pero... Sigue siendo mi amiga, se siente... Mal. ¿De qué lado se supone que estamos? 

— No estamos de parte de ninguno, no existen bandos aquí. Buenos o malos, culpables o inocentes. Hacemos lo que debemos hacer. Y así debe ser, hermana. Porque el destino...

— Porque el destino así lo dicta, ya lo entendí. Si esto escapa de mis manos, ya sé que dirección tomará luego—murmuró a la vez que lo señalaba con el dedo, desvaneciéndose en el aire.

Destino era un ser de pocas palabras, pero nadie cuestionaba su actuar, porque él lo sabía prácticamente todo, aunque deseaba, solo a veces, que no tuviese que ser así...

— Porque el destino así lo dicta—repitió él suavemente, elevando el mentón hacia el cielo—. Lo siento hermano. Lo siento Ilenna... pero así está escrito.







VESTA OBSERVÓ CON detenimiento entre el rostro impaciente de Muerte y luego a Ilenna, la cual yacía pacíficamente dormida con una expresión serena, a diferencia de algunas ocasiones donde el sufrimiento se plasmaba en el, y así había sido por casi cien largos años. Apretó sus manos nerviosamente, inquieta. Muerte se acercó a ella, colocando una mano en su espalda y la instó a salir. Pero luego de lo que había oído de la joven Eterna se sentía insegura al respecto.

— Es mejor para todos si yo me quedo aquí con ella, Vesta—pidió amablemente.

— La señorita... la señorita jamás me lastimaría...

— Soy consciente de eso, pero ella... no ha estado teniendo un muy buen sueño, así que es probable que esto no salga como lo tengo planeado.

— Ella culpará a Lord Morfeo por eso, ¿Cierto? —preguntó temblorosamente.

— Lo hará, es por eso que estoy aquí. Si quieres esperar te pido que retrocedas un par de pasos... tal vez en la puerta estarías mejor.

— ¿Qué te hace pensar que no saldrá de aquí, al igual que una Furia e irá directo a destruir el reino de Morfeo?

La voz de Percival llegó a oídos de ambas, volteándose a mirarlo. Había estado todos esos años acompañando a su ama, sin alejarse de ella ni por un segundo.

Muerte frunció el entrecejo, sabiendo de lo que su amiga era capaz. Pero estaba ahí para evitarlo... aunque ya ni siquiera hubiese un reino de Ensoñación que destruir.

— Yo que tú rezaría a cualquier Dios que esté disponible porque el circulo de protección funcione.

— ¿Protección o confinamiento?

— ¡Percival! —regañó Vesta.

— Ella estará muy molesta cuando despierte, ¡Y con razón! Ha estado así por casi más de un siglo. Tú también estarías furiosa de ser en tu caso. 

— Esto no fue culpa de Lord Morfeo—recordó suavemente la peliblanca—. Ya oíste a la señorita Muerte...

— Semántica—escupió con desagrado—. Directa o indirectamente estuvo relacionado. 

— A ti jamás te ha agradado Morfeo, Percival—recordó Muerte—. Ninguno de nosotros para variar.

— Los tolero, más bien...

Semántica, mi escamoso amigo.

Percival pareció soltar algo similar a un resoplido y dirigió su mirada nuevamente a su querida ama.

— Las circunstancias así lo quisieron, Percival—añadió nuevamente con paciencia—. Y una vez que esté calmada entenderá. Puede que Ilenna sea volátil, pero es razonable... cuando quiere serlo.

— ¿Cuándo sabremos que está a punto de despertar? —cuestionó Vesta, observando desde la distancia prudente en que fue posicionada.

Un crujido proveniente desde lo más recóndito del palacio hizo que se exaltara y llevara las manos a su pecho, recibiendo una clara respuesta ante su duda. Todas las miradas fueron directo a las paredes, observando los marcos de las pinturas tambalearse ligeramente. Las persianas se azotaron, trayendo consigo una fuerte ventisca al interior del cuarto. Muerte cerró inmediatamente los ojos, ladeando la cabeza, esquivando la ceniza que se había colado por el ventanal.

Ilenna estaba despertando.

Al igual que su reino.

A los pies de la cama, tomó su lugar sujetando el barandal del catre donde yacía dormida. A la espera de que la reina decidiera abrir sus ojos. 

— Vuelve Ilenna—pidió en voz baja, sin quitar la vista de su rostro.

Una fuerte sacudida hizo que se sujetara firmemente, casi perdiendo el equilibrio, al igual que Vesta, quién se encogió en el marco de la puerta.

Todo parecía estarse reacomodando más allá de las murallas del castillo y la torre donde se encontraban. Ilenna podía sentir la inestabilidad de su hogar, así como de su interior mismo. Obligando a su energía a hacer su trabajo. 

Las marcas de su cuerpo, que por lo general solían permanecer ocultas, irradiaron con intensidad sobre su piel. La tinta pareció cobrar vida, moviéndose y palpitando como si fueran al ritmo de su propio corazón.

— ¡¿Está despertando?! —gritó Vesta, de rodillas en el suelo.

El piso se estremecía con violencia, haciendo que las cosas comenzaran a caer. A lo lejos se podía oír por sobre el caos del interior, el bullicio de las aves huyendo despavoridas del acto.

— ¿No se suponía que el circulo de protección debía contenerla? —preguntó nuevamente Percival.

— El reino es ella y ella es el reino, no podemos cambiar eso, y el circulo de protección contendrá su cuerpo físico en caso de que... —se descontrole, quiso decir—. No esperaba que pudiese hacer eso, no se supone que tenga tanta energía... debe estar...

— Muy molesta—finalizó él.

Muerte tenía razón al quitar a Vesta del camino. Los dorados ojos de Ilenna se abrieron al fin, acompañados de una fuerte exhalación, seguida de una onda expansiva que lanzó a la serpiente y a la morena al otro extremo de la habitación. Por unos segundos el movimiento cesó y los sonidos parecieron enmudecerse. Todo el reino quedó en total silencio.

Vesta quitó el cabello de sus ojos y observó el cuerpo erguido sobre la cama de su ama, se levantó lentamente, con intención de auxiliarla, pero Muerte fue más rápida y la detuvo.

La mirada de Ilenna se encontraba fija en el trozo de cristal roto que antes fue un bello espejo frente a ella. Sus orbes brillaban con intensidad, al igual que sus marcas y de pronto, solo dejaron de hacerlo. Su cuerpo soltó el aire contenido y sus hombros tensos se relajaron, al igual que su semblante, luciendo agotada. Muerte dio un par de pasos adelante, entrando en su campo visual.

— Buenos días, Bella Durmiente—saludó con calidez—. ¿Cómo te sientes?

— ¡Mi señora! —se arrastró Percival cerca de ella—. Nos alegra que al fin despertara...

— ¿Qué... sucedió?—moduló con voz trémula, aún observando cautelosamente a su alrededor.

Ella se acercó, hasta sentarse a su lado en la cama y tomó su mano.

— Has estado dormida, amiga... por un... largo tiempo.

Sus miradas se encontraron y algo brilló en lo profundo de sus ojos, Muerte se tensó.

— Muerte... ¿Dónde está Morfeo? —preguntó lentamente entre dientes.

— No te precipites—pidió—. Estoy aquí para explicarte todo. Y evitar que cometas una locura.

Ella soltó su mano e hizo amago de querer levantarse, Muerte la dejó, pero siguiéndola de cerca, quitando la sábana sobre sus piernas. Sus pies tocaron el frío mármol bajo su peso y suspiró, sin saber que más hacer ahora que estaba finalmente despierta.

Elevó sus manos, observando sus palmas y flexionando los dedos. Caminó, abriéndose paso entre Muerte y Vesta, quienes se miraron entre sí desconcertadas. Avanzó de vuelta a los restos de su espejo que aún colgaba apenas de la pared y examinó su reflejo. Las oscuras manchas bajo sus ojos, piel pálida y hundidas mejillas denotaban el desgaste de energía a través de los años, además del previo utilizado cuando despertó para colocar el lugar en orden.

— ¿Qué demonios sucedió? —volvió a preguntar en voz alta y clara.

Muerte se levantó, quedando a su altura. La vio apretar sus puños, sintiendo la ira brotar de su cuerpo, olvidando por un segundo su única e inevitable misión. Había oído las palabras de parte de Destino un millón de veces, su trabajo solo era repetirlas. Tragó y sin quitar la mirada de Caos, lo hizo.

— Una equivocación... eso fue lo que sucedió...






ILENNA REPITIÓ LAS PALABRAS de Muerte una y otra vez en su cabeza. 

Una equivocación...

La palabra salía de entre sus labios con profunda ira, haciendo que sus uñas dejaran marcas en el reposabrazos del trono. 

En su despertar, el reino se sacudió preparándose para su llegada. Llamando al caos y al equilibrio por igual. A diferencia del desdichado de Morfeo, donde las criaturas solían regocijarse de un extremo de la Ensoñación al otro, dependientes de él mismo. En el suyo, no dependían de su presencia. Más las acciones humanas quedaban a merced del libre albedrío, ladeando la balanza por oscuros caminos sin retorno.

Todo por una equivocación.

Tal equivocación que les costó a Caos y al Rey de los Sueños casi cien años de encierro. 

Se vio envuelta en una ensoñación de la que, por más que quisiese escapar, seguía apareciendo frente a ella. Tomándola, sin querer soltarla como si tuviese derecho a hacerlo, e inevitablemente volviendo al lugar, aún con los ojos abiertos y de pie en la realidad.

Según Muerte, Morfeo había escapado de sus captores con las manos vacías, e Ilenna sabía que iría a buscarla. La necesitaba. Siendo poseedora de los territorios más inhóspitos, donde rara vez los seres antropomórficos y omnipresentes se atrevían a ir. En sus manos estaba probablemente la moneda de cambio que urgía a Sueño ir hasta su reino, además de ser la razón por la que ella acabó en su Ensoñación.

Habría escupido sobre el cadáver de Roderick Burgess de ser posible. Sabía, que más allá de una simple equivocación se escondía algo diferente de lo que se veía a simple vista. 

No era estúpida. No era ingenua. Y la magia era tan vieja como su existencia misma, sabía cómo funcionaba.

Estaba famélica por respuestas, y las obtendría.

Necesitando muy a su pesar a Morfeo por igual.

—Ha llegado, mi señora—murmuró Percival desde su muñeca—. Está aquí...

Ella ondeó su mano derecha, invocando a su impaciente compañero. La serpiente se desenroscó, cayendo a sus pies. Su tamaño aumentó considerablemente al verse liberado, luciendo imponente, majestuoso y se deslizó con gracia por el pasillo.

La alta y airosa figura del Eterno se hizo presente en el salón. Sus pasos haciendo eco conforme avanzaba, atrayendo la atención de ambos.

Percival sin perder un segundo y con sus intenciones claras, se lanzó hacia él, tomando lugar alrededor de Sueño, subiendo y aprisionando su cuerpo. La criatura siseó en el oído de Morfeo, con una sonrisa retorcida adornando sus poderosas fauces y constriñendo sus miembros, pero la expresión de la presa no cambió en ningún segundo, tampoco opuso resistencia alguna.

— ¿Qué tenemos aquí?—bisbiseó Percival entonando cada sílaba, dando una corta mirada detrás de él, donde se encontraba de pie Lucienne, sin mover un músculo. Advirtiendo de ante mano como sería la bienvenida de su señor dentro de los dominios de Caos—. Lord Morfeo... Bienvenido una vez más...

Ilenna lo observó con especial atención y se levantó, avanzando con pasos firmes hacia los presentes.

— Ha pasado mucho tiempo, Sueño de los Eternos —exclamó la anfitriona con una mirada displicente.

— No he venido a pelear, Ilenna...

— Por supuesto que no... ¿Cómo podrías?

Ella se acercó un poco más a la vez que Percival lo bajaba hasta su altura y estiró su mano quitando de en medio el saco de Morfeo, dejando al descubierto su cuello y pecho donde debería estar colgando su rubí.

— Entonces era cierto—señaló—. Has perdido tus cosas.

Le dio un ligero asentimiento a Percival, quien lo soltó, dejándolo nuevamente sobre sus pies. Él masajeó su cuello, observando como la criatura regresaba a su tamaño original y a la muñeca de su ama, como si no hubiese intentado estrangularlo segundos atrás. Morfeo alzó su mano hacia ella, con la palma hacia arriba e Ilenna la miró por unos largos segundos y luego de vuelta a su rostro.

— Sé lo que te sucedió este último siglo—murmuró él—. Y debes creerme cuando te digo, que no sé cuál es la razón... No aún. 

— ¿Significa que tú siendo prisionero no tiene nada que ver con mi sueño eterno? 

— Eso no es lo que dije... —negó—. Pero tampoco sé las verdaderas razones, más allá de lo que fue mi propio aprisionamiento. Y no hay forma de que pueda remediar por lo que pasaste o disculparme como es debido y a la altura de la situación, pero puedo enseñártelo y que veas con tus propios ojos como fue que todo esto inició.

Ella regresó la mirada a su palma y dudó. Levantó su propia mano, colocándola a centímetros de la de él, con la palma hacia abajo y a desconcierto del Eterno, incluso para Lucienne, ella la tomó y cerró en un puño, negándose a hacerlo.

Sentía mucho odio en su interior, frustración y un tumulto de emociones que iban y venían por igual, incapaces de reordenarse debido al despojo de libertad de la que fue víctima indirectamente, sin poder hacer nada al respecto. Todo eso y más, lo vio igual de reflejado en los propios ojos de Morfeo y en aquel efímero roce. Que como bien él sabía, ella podría obtener los detalles que quisiera o deseara mostrarle, aunque sin sentir la necesidad de hacerlo, fue capaz de percibir, fuerte como una ráfaga de energía fugaz. 

Dos almas torturadas bailando a la par de un ritmo no muy diferente, pero en pistas completamente opuestas.

Escondió sus manos tras su espalda y se irguió, elevando el mentón con renuencia.

— ¿Qué planeas hacer?—cuestionó, retomando la conversación.

— Mis herramientas fueron robadas, mi yelmo, el rubí y la bolsa de arena... debo recuperarlas.

— ¿Por qué no has acudido a tus hermanos? —quiso saber con curiosidad—. Destino sin duda sería de mucha utilidad...

— Mis hermanos se encuentran ocupados con sus propios problemas... en sus propios reinos. Yo me encargo del mío... Y tú... Acabaste así por mi culpa. Quiero respuestas y te debo respuestas.

— ¿Por dónde quieres comenzar?





¡Hola! espero les haya gustado el inicio 

de toda esta alocada travesía.

no olviden votar o comentar, es gratis. 💬🤡​💔​


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☆.   ⭒.

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