𝐝𝐢𝐞𝐜𝐢𝐨𝐜𝐡𝐨

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Tú y yo, somos una.
Omnisciente

El día estaba grisáceo. Las nubes pronto dejarían que el sol escapara, para alumbrar el día, aquel opaco día donde todo se revelaba en una fría traición. Annie Leonhard. Ese era el nombre que retumbaba en los oídos de Ainara, una y otra ves. Annie Leonhard era una traidora. Annie Leonhard era una amenaza para su humanidad. Annie Leonhard había asesinado a los titanes con los que Hange quería experimentar. Annie Leonhard causó la muerte de Marco, Annie Leonhard intentó matar a Ainara. Annie Leonhard era el titán hembra que quería acabarlos como al escuadrón de operaciones especiales, o al menos, eso era en lo único que ella pensaba. Ella suspiraba, su cabello estaba amarrado en una fuerte coleta. Peinada hacia atrás, Ainara no dejaba de observar a la nada. Estaba desconcentrado, aunque la misión era sumamente clara, ella no podía hacerlo sin sentir sus manos tambalear. Sentía una presión, una fuerte presión que no la dejaba respirar en medio de esos callejones. Estaba oculta, con su verdosa capucha, tendida detrás de una pared repleta de barriles. No podía entenderlo, ni siquiera cuestionarse como habían llegado hasta aquí. La humanidad, escondía un secreto del que no podrían vivir mucho tiempo. Intentaba calmar su respiración, quería demostrar que podía tener la fuerza de voluntad en acabar con su opresora, pero una parte de ella, no quería hacerlo.

Annie Leonhard, ese nombre suena sombrío como lo es la persona que lo porta. Nunca se llevaron bien, de hecho, ni siquiera lo intentaron. Ambas, se cruzaban sin mención alguna, pero la tensión que habitaba entre ellas, era putrefacta. ¿El enemigo? ¿Quién era el enemigo? Ella no podía comprenderlo, no podía confiar ni siquiera en ella misma sin dudar si era el enemigo. ¿Por qué? ¿Quienes son estas personas? ¿Como lo han hecho? ¿Puedo confiar en Eren también? Si, ella debía confiar en Eren, porque era el objetivo de Annie Leonhard, pero, ¿por qué razón ella quería a Eren? Ainara no lo entendía, se estaba ahogando en un vaso de agua del que no podía sobresalir en la superficie, se ahogaría en sus pensamientos tan agonizantes. Apretó sus dientes, como también cerró sus ojos fuertemente. Annie, Annie la abrazó ese día. El titán hembra que mato fríamente a varios soldados, la sostuvo en sus brazos y con sus ojos llorosos, le dijo que lo lamentaba. ¿Qué lamentaba? ¿Haber matado a Marco? Ainara soltó una bocanada de aire. Sentía que no podía ni siquiera respirar sin sentir que una rama de espinas le estaba atravesando la garganta. Impotencia, ira y confusión, tres emociones envueltos en una sola. Maldijo, maldijo el momento en que Armin Arlert, confesó que era Annie el objetivo.

—Allí.—la voz de Armin se esclareció en los oídos de Ainara, aquel rubio que sacudía su corazón pasaba fuera de los callejones en compañía de sus dos amigos, y aquella joven de cabello rubio.

Annie Leonhard es nuestro objetivo. Retenida en el distrito Trost, no podrá escapar. Ustedes tres serán la única clave para acorralarla. Si fallamos, perderemos y si perdemos, no sabremos la verdad. No pueden dudar.—la voz de su padre, retumbaba en su oído como un recuerdo de hace dos días.

—Son las ruinas abandonadas de una ciudad subterránea que construyeron hace tiempo. Este camino conduce directamente hasta la puerta exterior.—explicaba Armin, deseaba endulzarle el oído a Annie, quien miraba insegura el extenso y vacío lugar, donde no había ni una solo alma.

Le haremos creer que la necesitamos. Pediremos y suplicaremos que sin ella, no podremos salvar a Eren. Si él es su objetivo, no querrá perderlo de vista. Accederá, solo deben aforrarla y dejar el resto a los soldados. Estaremos ahí, los ayudaremos. Confíen en nosotros.—la voz de Erwin continuaba de tras fondo, Ainara debía recordar porque estaba ahí.

—Annie, ¿qué sucede?—Ainara se asomaba, veía claramente como Eren se dirigía a Annie; ella estaba parada, dándole la espalda a ella, pero estaba frente a Armin, Eren y Mikasa, quienes estaban bajando lentamente las escalares de aquella ciudad subterránea donde perteneció alguna ves el capitán más clamado, Levi.—¿No me digas que le tienes miedo a los lugares oscuros y estrechos? ¿Es eso?—le preguntaba Eren, ella sabía, sabía que había una trampa entre medio.

Si dejamos que escape, Eren no tendrás otra alternativa que pelear. Destruirán la ciudad, pero debemos saber la verdad a todo costo.—todos atendieron y escucharon a Erwin, confiaban en que su plan iba a  funcionar.

—De hecho, me da miedo. Aunque dudo que un tipo valiente como tú con tendencias suicidas pueda entender a una frágil señorita como yo.—Annie se dirigió hacia Eren, con una voz que hizo que la sangre de Ainara hirviera, era sarcástica.

—Alguien capaz de poner el cuerpo de un hombre al revés en medio del aire no se debe considerar frágil. Deja de hacer el idiota y date prisa.—decía Eren, justificando su comentario tan cínico.

—No, no iré por ahí, me da miedo. Si no vamos por la superficie, no los ayudare.—pedia ella, Ainara lo sabía como ellos, era Annie el enemigo.

—¿Se puede saber que dices?—Ainara se asomaba, apretando el mango de sus hojas.—¡Baja aquí ahora, no seas idiota!—grito Eren, en medio de una esperanza, pero Annie no accedió.

—Eren, no grites.—le había pedido Mikasa, ella estaba detrás de aquel joven a quien defendía y cuidaba como si su vida dependiera de eso.

—Eso no es problema, Mikasa. Por algún raro motivo, hace rato que no nos cruzamos con nadie.—Ainara apretó sus dientes, veía sus manos temblar cuando escuchó a Annie hablar.—Maldita sea, estoy dolida. ¿En que momento has empezado a mirarme de esa manera, Armin? Yo creí que eras diferente. Pero, me equivoqué. Haberme enamorado de ti, sin duda ha sido un error.—Ainara abrió sus ojos grandemente, asomándose aún más, ¿era esa la razón por la cual ambas nunca pudieron estrechar sus manos?—Pero bien, parece que en eso, he perdido. ¿No?—le preguntó, el corazón de Ainara palpitaba lento, se daba cuenta que ya no era rabia, si no, celos.

—Annie, ¿por qué tenías el equipo de maniobras de Marco?—hablo Armin, había evadido por completo lo que aquella joven expresó, quería manipularlo, eso era lo que hacía.—Reconozco hasta las más mínimas señales de su equipo, lo reparamos juntos.—indicó él, mirándola.—Y algo más, hay algo más. ¿Por qué le quitaste el equipo de maniobras tridimensional a Ainara el día de la restauración del muro Trost?—volvió a preguntar, notando como ella parecía firme.

—Bueno, lo encontré por ahí, era prestado. El de Ainara estaba jodido, por eso se lo quite.—respondió de una manera tan vaga, ella mentía.

—Entonces fuiste tú quien mato a los dos titanes que capturamos con vida, ¿no?—continuaba cuestionándose aquel rubio, la miraba tan fijo y penetrante, que no podía parpadear.

—Quien sabe.—musitó ella, encogiéndose de hombros.—Pero si ya te diste cuenta hace poco, ¿por qué no actuaste entonces?—se preguntó, no había importancia en su voz, no había nada.

—Teníamos la esperanza de que fuera una clase de mal entendido. Pero por culpa de eso, si no me hubieses matado fuera de los muros esto no hubiese ocurrido.—indicó.—Además, ¿por qué otra razón intentaste llevarte a Ainara?—se preguntó, viendo cómo Annie yacía fría.

—Jamás pensé que fueran arrinconarme de esta manera, Armin. ¿Por que no los mate entonces?—se preguntaba ella, con un tono putrefacto que hizo que Ainara en medio de su impotencia, sobresaliera del vacío callejón en donde estaba.

—Annie, todavía puede ser una posibilidades de que eres una loca que le sigue la corriente a Armin.—le decía Eren, tan desesperado.—Solo tienes que bajar aquí para demostrar que estamos equivocados baja y demuéstralo. Por favor.—pidió con insistencia, viéndola, con un corazón noble, Eren se denegaba a creer eso.

—No puedo bajar ahí, no he conseguido convertirme en soldado.—musitó, viendo como las tres personas delante de ella la miraron abrumados por su manera tan cínica de hablar.

—¡Annie esto no es una broma!—le grito Eren, con molestia en su voz, viéndola fijamente.

—Vamos hablarlo Annie, de seguro que si hablamos...—le pidió Armin, pero en medio de aquella petición, las hojas sobre salidas de Mikasa se unieron sin duda a las que Ainara cargaba, Annie se tenso, girándose para ver fijamente a la joven de cabello castaño oscuro mirarle con frialdad en su rostro, como nunca.

—Ya es suficiente. Estoy harta de oírlos, es inútil.—expresó Mikasa en medio de la disputa.—Voy hacerte pedazos de nuevo, titán hembra.—Mikasa apretaba el mango de sus hojas con fuerza, no temía, Mikasa era fuerte y muy orgullosa en si.

—Así serán las cosas, ¿no Ainara?—se preguntó Annie, ignorando por completo la fría amenaza de Mikasa, visualizaba a Ainara, quien apretaba en medio de sus manos temblorosas aquellas hojas, ella quería destrozarla por completo.—Bien.—musitó, respirando hondo para girar su mirada hacia aquel rubio de azulados ojos.—Armin, te agradezco por haber pensado que era una buena persona. Te pido perdón, por lo que haré ahora. Se que, despedazare tú corazón, pero es lo que debo hacer.—decía ella, en un tono sutil.—Supongo que ahora, no me queda más remedio... Han ganado su apuesta pero es aquí y ahora donde comienza la mía.—expresó ella, luego de una vaga risa que los dejó desconcertados.

El anillo de Annie sobresalió, mostrando un pequeño filó que provocaría una cortada. Era ella, y es que aunque les dolió verlo, era ella el titán hembra. Los ojos de Ainara se abrieron grandemente, el enojo, la furia e impotencia, la hicieron abalanzar su hoja en contra de Annie, quien sin previo aviso sostuvo la hoja. En su mano, una recta abertura se creó, repleta de una sangre que manchó el suelo. Los próximos soldados salieron, Armin y Eren desearon proteger a Ainara, pero Mikasa sabía que no podían hacerlo, porque ese planteamiento de su postura, fue ordenada por el propio comandante. Armin estrechó su mano, visualizando cómo Annie forcejeaba con Ainara, se sentía un amargo recuerdo de los días como reclutas en la base. Ambas se miraron, sus ojos parecían un presagio de algo que desconocían. La brutal fuerza de Annie superó la de Ainara, esta abrió los ojos grandemente cuando vio cómo Annie la retuvo contra su cuerpo como si la abrazara. Creían que ganarían la apuesta, pero fue Annie quien los acorraló, después de todo, no podían haberla engañado con tanta facilidad como Armin creyó. Los rayos detonaron en aquella nubes que se destaparon para mostrar el sol, Ainara sintió que su cuerpo se quemaba, grito en medio de la desesperación para soltarse de Annie, pero esta no lo hizo.

Ainara enfureció, gruñó fuertemente y de sus manos atadas a las de Annie, las destronó. La rubia no se percató, pero antes de que su cuerpo se transformara en una gran aberración, sus ojos humedecieron por el calentón que le provocó Ainara cuando logró desmembrarle sus dos brazos con las hojas. Se miraron de una manera afligida, no entendían porque les dolía tanto pelear la una con la otra, no fueron amigas. Nunca tuvieron la intención de serlo, no era el hecho de que Armin fuese el amor de ambas, era algo más allá de eso que no podían entender. La camiseta manga larga negra de Ainara fue sostenida fuertemente por aquella joven de cabello cobrizo, que entre medio de su deseo en aniquilar al titán hembra, prefirió salvar la vida de la hija del comandante Erwin Smith. Un estruendo, un fuerte estruendo envuelto en una ventisca hizo que Ainara fuera abrazada por Laia, hasta ambas caer bruscamente contra una pared. Inconsciente, veía nublosa mente como aquella titán estaba parado frente a ellos. La misma que mato fríamente a dos soldados frente ella, la misma que destruyó algo que Ainara no había perdido, la genuina emoción de tener esperanza. Ainara estaba abatida, Laia le gritaba, le pedía que se levantara, pero ella no podía.

¿Por qué le pedía que se levantara? ¿Acaso ella entendía lo que Ainara sentía? Egoístamente, la joven de cabello castaño oscuro no pensaba en nadie. Sabía que Armin, Mikasa y Eren la necesitaban, sabía que podía tener la determinación de levantarse y detener esto, pero no lo hacía. Habían muchas emociones, dos miradas que la llevaban agonizar lentamente en su tristeza tan vaga. La imagen de Jean y Marco charlando, riendo en medio de una conversación, apretó el pecho de la joven que deseaba levantarse. Esa emoción, esa felicidad que algún día presenció, se había esfumado a un día que no podría olvidar. Un llanto, una agonía de muerte que no podía derrotar. Un amigo, un alma inocente, un joven que quería vivir más allá de este caos. Ainara limpió sus ojos humedecidos. Empezó a levantarse, empezó a sentir la tristeza volverse una rencorosa. Marco no fue cualquiera, Marco no fue un pedazo de carne que un titán devoró. Él era su amigo, era su compañero, una de sus inspiraciones más grandes. No podía soportar su ausencia, ni tampoco evitar culparse. Sacó sus hojas nuevas, Laia, quien respiraba de manera agitada, intentando de defender la postura de sus soldados, conteniendo el enojo que había en ella, logró percatarse que la joven heredera de una comandancia se levantó con más fuerza y energía que nunca.

—¡¡Voy a destruirte, Annie Leonhard!!—exclamó fuertemente Ainara, corriendo para impulsarse con sus equipos de maniobras tridimensionales.

—Hazlo, destrúyela.—pidió Laia desde el suelo en un suspiro que el viento se llevó.—¡¡Defiendan a la hija del comodante Erwin Smith!! ¡¡Defiendan a la cadete Ainara Smith!!—exclamaba ella, levantándose con un fuerte impulso.—¡¡Vamos a detenerla, aquí y ahora, lo haremos!!—gritaba.

—Te subestime, lo hice la primera ves y perdí. Yo perdí contra ti ese día, Ainara.—musitaba Annie desde el interior de su titán, visualizando la gran cantidad de gas que aquella joven con la que estuvo tres años, la esquivaba en medio de una gran agilidad que le hacía ganar ventaja.—Pero, si no te llevo conmigo, entonces nunca podrás saber la verdad.—continuaba diciendo, estrechando su mano, pero no podía, mucho menos cuando la hoja de Ainara logró cegarla por completo.

—¡¡Te lo dije, voy a destruirte, titán hembra!!—exclamo Ainara, en medio de una furia agonizante para ella misma, era como si el fuego desbordara en sus venas, estaba sentida y dolida.

—¡¡Ainara, hagámoslo juntas!!—la voz de Mikasa sucumbió en los oídos de Ainara, quien abalanzándose de un tejado, sostuvo la mano de Mikasa para impulsarse fuertemente contra el titán hembra, quien tapaba su nuca, pero Mikasa logró tener la determinación de perder altitud junto Aimara para cortar su talón de Aquiles.

—¡¡Permiso!!—la voz de una joven chica llena de determinación, se interpuso entre los golpes de ambas amigas, quienes vieron como Jana Stone.—¡¡Yo también voy a destruirla!!—exclamo.

—¡¡Todas, lo haremos todas!! ¡¡La detendremos aquí!!—exclamo Laia, apretando fuertemente sus hojas para guiar a esas cadetes que debía cuidar.

Sonrieron, era el hecho de que las mujeres estuvieran peleando en contra de una superior. Jana se abrió paso entre Ainara, quien tomó un impulso para unirse a esta. Ambas, estiraron sus hojas en una misma sincronización para cortar bruscamente los codos de Annie Leonhard. Querían tumbarle la mano, querían inmovilizarlas. Laia corrió por los tejados, lanzándose para cruzar su mano con Mikasa como había hecho con Ainara, fue tan fuerte el giro que logró sin duda cegar el ojo que Annie había regenerado. Era impresionante, la fuerza, la brusquedad y valentía que tenían estas cuatro mujeres. Eran diferentes, pero peleaban con un mismo propósito, hasta que la boca del titán hembra se abrió grandemente en un grito estremecedor que las inmovilizó.—¡¡Cuidado!!—pidió la capitana Stone, quien abrió sus ojos grandemente cuando aún sin un ojo, el titán hembra estrechó ambas manos con brusquedad para romper las estructuras en donde estaban. El golpe de aquellas piedras, golpearon fuertemente contra el cuerpo de Jana y Ainara, quienes cayeron al vacío. La joven de cabello cobrizo, fue sostenida por un joven de cabello castaño y ojos del mismo color, mientras que Mikasa gritó, notando como Ainara cayó en la boca del titán hembra.

El bostezo de Armin, quien veía desde la distancia como ese suceso ocurrió, fue grande. Se había quedado helado. Él apretó sus hojas fuertemente, pero no sabía lo que sucedía. No sabía que Ainara estaba en un largo sueño del que no podrían despertar. Estaban acorralados, Eren Jaeger también estaba inconsciente en medio de escombros enterrados en su cuerpo, mientras que Mikasa corría detrás del titán, deseando no tener que perder a una amiga, la joven de azulados ojos como el cielo, se sentía en un limbo. Era como si su cuerpo se uniera con el de Annie, como si miles de pensamientos e imágenes se sometieran en ella. La misma joven de cabello castaño oscuro y corto, con una piel pálida se encontraba amarrada, encadenada en un pedestal mientras miraba a alguien. Estaba débil, sus ojos hinchados y decaídos eran de un azul profundo, también parecidos al cielo. Levantó la mirada y la miró, con detenimiento.—Annie Leonhard. Hay algo que quiero pedirte. Algo que necesito que hagas por mi, desearía que no tuviera que ser de esta manera, pero así debe ser. Tienes que buscarla, busca a una niña. Su nombre es, Ainara Smith.—musitó, en medio de una apagada voz que hizo que la joven quien veía esa memoria, se erizara por completo, hasta abrir los ojos en medio de lágrimas para ver cómo una cristalización, empezaba abrazarla.

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