𝐮𝐧𝐨

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El valor de la vida.

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Mis párpados se abrieron, pesadamente en medio de una oscuridad que me reflejaba su rostro, a pesar de haber pasado un año de ni siquiera, escucharlo. Me levante, quedando sentada en aquella cama. Todo se sentía nuevo, a pesar de reconocer con cada detalle este pueblo, esta casa en la que crecí desde que nací, pareció haberse nublado en mi mente cuando me fui hace tres años. No podía levantarme de la cama, mi cuerpo estaba débil, era más delgada que antes, y mis ojeras estaban peor. El tiempo pasó tan lento, que me consumió por dentro. Vagamente me levante, tocando el frío suelo con mis pies descalzos. Me dirigí directamente al baño, para asearme. Deje que la tibia agua cayera en todo mi cuerpo, que limpiara mis impurezas, mientras que estaba sentada en el suelo, recibiendo cada gota en mi piel. Me abrace, me acaricie, sabiendo que ya nadie lo haría de la misma manera que él. Cada día que despertaba en la oscuridad, no podía dejar de pensarlo, a pesar de que parecía estar yéndose de mis memorias. Su huella seguía en mi interior, aún sentía que él estaba aquí, cada extremidad de mi lo extrañaba. Podía recordarlo en los días nocturnos, mis memorias siempre lo reflejaban en medio de la soledad, aunque se sintieran vacías y lejos, cayendo en un abismo de olvido, del que no podría dejarlo caer. Era como si perdiera la razón, como si todo quisiera recordarme a él, mi mente se restregaba porque me aferraba sólo a un recuerdo, sabiendo que no estábamos tan lejos, sentía que ya lo había perdido.

Me seque, y me vestí, sentada en el borde de la cama. Peinando mi cabello, y poniendo una ropa cómoda que no creí ponerme nuevamente. Una hermosa falda color crema, con una camisa manga larga blanca, metida por dentro, la cual debía pertenecerle a mi hermana. Mientras que deje mi cabello suelto, peinado lisamente. Me paré en la ventana cuando escuché voces, y risas de niños que me hicieron sentir nostálgica. La luz que reflejaba aquel sol se adentraba a través de mi ventana, con las cortinas media abierta para que transmitiera iluminación a esa habitación, podía ver a los pueblerinos Eldianos caminando felizmente por el pueblo. Habían muchas personas que reconocía, algunas me vieron crecer, y otros crecieron conmigo. Muchos sabían de mi regreso, que había cumplido con mi castigo por creer que era correcto tenerle misericordia a los Eldianos de la Isla Paradis. Pero realmente, fue el líder de guerra Zeke Jeager quien pidió clemencia de mi, y de Reiner por haber sido vencidos por el enemigo. Creían que nuestro potencial era útil para las otras naciones que despertarían en contra de Marley, pero no sabía si yo deseaba volver a pelear por esta nación. No recordaba la última vez que dormí en esta cama, tampoco si la habían limpiado. Estaba intacta, desde que la dejé hace cuatro años.

-¿Amaya?-la puerta dio leves toques, escuché como se abrió, me giré lentamente, y ver su rostro, era como si me viera en un espejo momentáneamente.-Te ves hermosa.-halago, pero tan solo giré mi mirada a la ventana, viendo aquella familia estar detenida frente a mi casa.

-¿Qué hace la familia Grice aquí, Pieck?-le pregunté a mi hermana, observando cómo aquel pequeño niño, a quien vi al nacer, observaba la ventana, captando mirándolos.

-Papá los invito.-expresó ella, a lo que me distancié de la ventana.-Habían estado esperando a que regresarás.-vi como ella se adentró a la habitación, mientras que yo me sentaba para ponerme unas sandalias, observando cómo ella cogía en sus manos el cuadro de un retrato que reflejaba mi rostro con su presencia, y el de mi madre.-Ha pasado mucho tiempo... -susurro, acariciando el retrato con las yemas de sus dedos.

-Lo sé.-afirme, levantándome para mirarme en aquel espejo que colgaba de la pared.

-¡Amaya!-la voz de mi padre se reflejó en los huecos de cada esquina, pues, pude escucharlo altamente aunque estaba en la primera planta de la casa.

-Tienes las ojeras muy marcadas, ¿no has dormido bien?-me preguntó, sentándose rápidamente en el otro extremo de la cama, sabiendo que no podía caminar muy bien por su costumbre de estar de manera cuádruple en su titán por varios meses.

-Dormí mucho en la prisión. Era lo único seguro para saber que los días pasaban.-le respondí, cabizbaja.-Pero aún así, se siente como si estuviera en pausa... -expresé.

-Eso dependerá de ti, hermana.-comentó Pieck, acostándose en la cama, parecía estar soñolienta.-¿Qué es esto? ¿Una carta?-me giré ante su comentario, viendo como ella sacaba debajo de la almohada aquel sobre.-¿La escribió ese muchacho? ¿Ese tal Eren Jeager?-continuaba preguntando, pero su voz cambió a una de molestia.

-Dámelo.-le pedí, quitándoselo de la mano de una manera sutil y respetuosa, viendo como ella me miraba curiosa.-La escribió otra persona, muy importante para mi.-le conteste, viendo como ella se levantaba, incómoda.

-Dejarán de ser importantes algún día.-musitó, mientras que yo acariciaba la carta.-Reiner y tú, la pasaron muy mal, me apiado de ustedes.-comentó, pero no dije nada, habían cosas que no podían cambiar y era la mentalidad de la gente que crecía aquí, muchos no habían visto lo que nosotros si.

-Ellos no son como crees... -le dije, pero ella, ya había salido de la habitación, por lo cual volvía a encontrarme sola, a pesar de estar rodeada de mi verdadera familia.

Me quede observando la carta, recordando cada palabra de ella. "Dentro de todo esto, te pido una cosa, que no me olvides. Pues, siempre serás esa hija que nunca tuve. Espero que si no podemos despedirnos esta vez, el día en que la vida vuelva a unirnos, no tengamos que despedirnos para siempre". Juraba por un momento que podía leerlo con su voz. Esperaba algún día, volver a verlo, comandante Erwin, porque él también fue como ese padre ausente que tuve durante tres años, en menos de uno, él logró hacerme sentir que podía confiar en sus decisiones, pero ahora, parecía que todo se desvanecía y no dejaba de preguntarme qué estaría haciendo ahora. Deje la carta dentro de mi gaveta en la mesa de noche, para así, levantarme de la cama. Salí de mi habitación, deteniéndome en seco mientras escuchaba varias voces provenir de la primera planta. Camine con suavidad, queriendo descifrar que hablaban, pero no escuchaba bien. Me acerqué a las escaleras, llevando mi mano a la baranda para bajarlas delicadamente. Me asome, observando a mi padre en la sala de estar, estaba de frente, mientras que aquella pareja de años, yacía dándome la espalda, pero me quede detenida observando al pequeño que estaba en el suelo, coloreando.

-¿Falco?-le llame, creando un silencio en la sala cuando aquel pequeño niño alzó su mirada y me observó, como si se esforzara en reconocerme, pero no podía.-Estás enorme.-le comenté, mientras que él tapó su rostro con aquel libro, sonriendo de manera sonrojada.

-Oh por Dios, ¡Amaya!-alce la mirada, observando cómo la señora Grice se había levantado del sofá para observarme, con sus manos tapando la boca ante su impresión.-¡Mírate, estás hermosa!-me halagaba, abriendo sus brazos para saludarme, a lo que me acerqué con respeto para devolverle el saludo.

-Señor Grice.-le salude al hombre sentado aún lado de ella, estrechando mi mano para que él la recibiera, sonriendo ampliamente.

-La ultima vez que te vi, eras una pequeña.-hablo, de manera nostálgica, mientras que se sentó aún lado de su esposa, y yo no tarde en tomar asiento aún lado de mi papá, quien sonreía.-Si Colt la viera, wao.-sonreía él, mientras que la señora Grice continuaba observándome de manera nostálgica.

-¿No se han visto?-pregunto mi papá, a lo que denegué, sabiendo que cuando llegue aquí por primera vez en tres años, fue rápidamente llevada al cuartel de Marley, días después, me impusieron aquel castigo en solitario.

-Pobrecita, debiste haberla pasado horrible.-comentaba ella, de manera entristecida, era una mujer con mucha empatía.

-Lo importante es que ya esté aquí, con todos. En su verdadero hogar.-decía el señor Grice, tomando la mano de su esposa y apretándola con fuerza, en forma de conforte.

-Creo que no se recuerda mucho de mi.-comente, refiriéndome al pequeño sentado aún en el suelo.-Es muy parecido a Colt.-añadí, viendo como ellos miraban al pequeño.

-Si, pero ya la fábrica cerró, suficiente con ellos.-comentó la señora Grice, a lo que mi padre rio al igual que todos ellos, y solo fingí sonreír de lado ante su comentario.

-Amaya.-mi papá me miró seriamente, tomando mi mano.-No me había dado cuenta hasta ahora, pero, ¿donde está la argolla de tú madre?-me preguntó, a lo que yo, me sentí hueca ante eso.

-La perdí en la Isla.-comente serenamente, sabiendo que la última vez que la vi, fue ahí.-Lo siento... -musité, viendo como él soltaba mi mano con delicadeza.

-Oh, no te preocupes.-comentó mi papá.-Hay muchas cosas más que tú madre guardaba además de esa argolla.-musitó él, tranquilo.

-Se parece mucho a ella.-comentó la señora Grice, mi querida madre y ella, fueron mejores amigas toda la vida.

-Con todo respeto, estás hermosa. Entiendo el porque Colt se enamoró de ti desde que era un niño. ¡Debe estar emocionado! ¡Él te esperaba más que nadie!-expresó el señor Grice emocionado, a lo que yo sonreía de lado, muriéndome de vergüenza por lo que decía, había pasado mucho tiempo de la última vez que había visto a su hijo.-Y bien, ¿qué harás ahora Amaya?-pregunto el señor Grice.-Me han comentado que eres posible recluta para combatir con el Medio Oriente en caso de que declaren guerra a Marley.-me decía, a lo que yo miré a papá desconociendo de esa información, pero sonreí, fingiendo que no pasaba nada.

-Aún no estoy segura si debo estar presente nuevamente en un enfrentamiento, me gustaría poder estabilizarme más mentalmente en lo que haré próximamente.-le respondí, viendo como él asentía.

-Es obvio, después de todas las horribles cosas que debieron haberle hecho en esa isla. Es un milagro que hayas vuelto, a diferencia del pobre hijo de la señora Hoover.-me quede cabizbaja ante las palabras de la señora Grice.-Es una pena que no hayan podido rescatarlo al igual que Annie, esperemos que Marley tome represalias, quién sabe que pueden hacerle a esos dos pobres.-continuaba, y yo sentía como mis manos temblaban, de ansiedad e impotencia por lo que decían sobre ellos.

-Amor, no creo que sea la conversación adecuada ahora.-le indicó el señor Grice, notando mi incomodidad ante el repentino tema.

-Oh, lo siento cariño.-se disculpó ella conmigo, mirándome detenidamente, pero yo negué para que supiera que, "todo estaba bien". -Es que, ahora que seremos familia quisiera que ambas nos lleváramos mejor.-expresó, a lo que confusa me quede mirándola, para ver cómo mi papá bajo la cabeza sin expresión.-¿No lo sabe aún?-le preguntó ella a mi papá.-Lo siento André, no tenía idea.-se disculpó ella, a lo que yo me quede mirando a mi padre detenidamente.

-Papá.-lo llame, mirándolo seriamente.-¿Qué no me has contado?-le pregunté incómoda, viendo como él suspiraba.

-La familia Grice y yo, hemos arreglado un matrimonio en conveniencia de Colt y tú.-musitó, dejándome aturdida ante eso.

-¿Sin consultarme?-le pregunté, intentando de guardar mis gruñidos, pues apretaba mis dientes con mucha molestia.-¿Es en serio?-volví a preguntar, y él se quedó en silencio.-Permiso.-dije para levantarme del sofá con molestia.

-Hija, tómalo como una manera de volver a empezar. Te queda poco tiempo para que partas de este mundo, quiero que disfrutes estas etapas, quiero que vuelvas a brillar. Date una oportunidad, dame a mi una oportunidad.-me pedía él, pero realmente incómoda, me despegué.-¡Amaya!-me llamo mi padre, pero tan solo me dirigí a la puerta para abrirla, y cerrarla con brusquedad, estando así fuera de mi casa.

Suspire gruesamente, caminando por la acera con prisa, queriendo que mi padre por respeto a mi incomodidad, no me siguiera. De un momento a otro, sentía malestar, como si todo esto pareciera abrumarme. El sol era cálido, sin mucha frescura en el aire, mientras que veía a personas pasando por mi lado. Muchos me reconocían por el titán cristalizado, ni siquiera por quien era realmente, porque aunque estuviera en mi hogar, seguía sintiéndose una área desconocida para mi. Habían bombas en el aire, la gente disfrutaba de un pequeño mercado de frutas y vegetales frescos. Se veían a los niños correr y sonreír, todo se sentía familiar, todo se reflejaba de un momento a otro en Paradis. Mi alrededor daba vueltas, muchas vueltas, hasta que mi cuerpo chocó con otro, muy brusco. Me apretaron los brazos, y alce mi mirada, para ver esa que no quería encontrarme desde el día en que llegue aquí. Reiner me miraba detenidamente, me llamaba en preocupación, pero tan solo lo empujé, golpeándolo con mi hombro bruscamente. Era la última persona con la que quería hablar, después de absolutamente todas las agrias cosas que tuvimos que pasar en la Isla, todas fueron provenientes de él, todas, solo por la avaricia de complacer a una nación que no le importa si vivíamos, o moríamos allí.

Eso entendí en cuanto no se inmutaron en proceder la situación que corrían Berthold y Annie, pero también fue nuestra culpa en abandonarlos, fue nuestra culpa en no salvarlos cuando desde el día en que pisamos esas tierras, teníamos opciones, porque las tuvimos. Suspire, viendo aquel viejo banco. Estaba solitario, como si solo perteneciera a quienes siempre solían estar ahí. Mi difunta madre Mía y yo. Abatida en mis pensamientos, camine para sentarme ahí, bajo la sombra de aquel árbol en procedimiento de crecer más. Suspiré, intentando de mantenerme estable sin una crisis en este solitario lugar, donde se frente, podía ver el vacío puerto, que llevaba al hermoso mar. Las olas estaban en calma, llegando a la orilla para ver a los pequeños niños huyendo en juego para que no los alcanzara y mojara. Eran felices, porque solo eran unos niños que buscaban alimentar su aburrimiento. Sonreían y se lanzaban arena, para así lanzarse al mar, con la vigilancia de aquella adulta, quien parecía ser su madre. El viento empezaba a sentirse fresco, y mis pensamientos se aclaraban. Baje la cabeza, observando mis manos, y mi dedo, aquel que se veía hueco ante la falta de aquella argolla, en la que pensaba todos los días; la había perdido hace mucho, y me culpaba por eso.

-¿Amaya?-me quede cabizbaja, pero me tensé ante escuchar una gruesa voz varonil llamarme, no la reconocía pero sentía que si la conocía.-¿Estás bien?-hablaba entrecortado menté, estaba nervioso, pero más nerviosa me puse cuando alce la mirada para observar sus ojos color avellana mirarme fijamente, era él, y había cambiado demasiado.

-¿Colt?-confusa ante su físico desconocido para mi, lo miré, viendo como él tenía sus mejillas sumamente rojizas.

-Yo.... Eh... mierda... -hablaba sumamente nervioso, a lo que yo me levante, queriendo examinarlo, pero él también me había examinado, y eso pareció crearle más sonrojo.-Parece ser que ahora estás más hermosa... -me halago, cabizbajo sin mirarme a los ojos.-Ha pasado tanto tiempo, creí que nunca volvería a verte, y hacerlo ahora parece irreal.-comentaba, teniendo más valor en mirarme.

-Aquí fue que nos despedimos.-comente, mirando todo el lugar, recordando la última vez que lo vi.

-Y es donde nos volvemos a encontrar.-añadió a mi comentario, mirando el mar, mientras que parecía recordar, pero suspiro y bajo la cabeza.-Iba de camino a tu casa, formalmente para saludar. Cuando llegue, vi que saliste corriendo enfurecida, así que supe que nada salió bien.-comentaba.-Amaya quiero que sepas que si tú no estás de acuerdo en esto, no tenemos que hacerlo. No importa que yo haya accedido, o lo que aún sienta por ti, créeme, voy entenderlo.-me dijo rápidamente, estando nervioso no podía ni siquiera mirarme.

-¿Por qué me esperaste?-le pregunté, mirándolo detenidamente, él pareció perder un suspiro.-Tú padre expresó eso, dijo que habías estado esperándome.-añadí.

-Ese día que nos despedimos aquí, te di un beso, siendo el primero. Dije que el primer beso no se olvida, tampoco a la persona... -decía, mirándome seriamente.-No podía despedirme de ti el próximo día que te ibas, así que prometí verte desde mi ventana y esperar con esperanza que volvieras. Y así lo hice, hasta el día en que supe que volviste, espere todo un año para después de tanto, poder volver a verte después de dejarte ir aquel día. Llámalo tonto, pero te esperaría más, si fuera necesario.-mi corazón se quebrantaba ante sus palabras, ante recordar absolutamente todo.

-¿Te enamoraste de Eren? Sabiendo que alguien te está esperando en Marley.-esas palabras de un viejo recuerdo vinieron a mi mente, recordaba como alce mi mano, con mis nudillos cerrados, iba a golpear a Reiner ese día hasta que Annie apretó fuertemente mi mano hacia atrás, haciéndome gemir.-Sabiendo que Colt te espera.-escuchaba a Reiner, me lo dijo ese día que volvieron a romper la muralla, siempre lo supo, pero yo lo había olvidado, por eso me lo recordó.

-Colt.-apreté el brazo de Colt en cuanto vi cómo por mi silencio se había dado media vuelta.-Quiero hacerlo.-afirme, sintiendo su cuerpo tenso y como se giró para voltearme con sus ojos abiertos, pasmado.-Quiero volver a empezar, quiero darle una oportunidad a la vida antes de que mi tiempo se agote. Dame la oportunidad de darle valor a la vida, pero contigo en ella... -le pedía con mi voz temblorosa, pero él parecía sentir esto irreal.

-¿En serio?-me preguntó, y yo asentí, viendo como él sonreía, se veía el brillo en su mirada, aquel que había olvidado.-Entonces, déjame hacerlo bien, ¡por favor!-me pidió, y vi como saco de su bolsillo una pequeña caja de color azulado oscuro, para así arrodillarse y sentir como mil suspiros se me escapaban.-Amaya Finger, ¿te gustaría casarte conmigo?-pregunto, veía sus manos temblando, y yo me quede helada.

Veía sus ojos mirarme detenidamente, en cómo su brillo se reflejaba en hace cuatro años, cuando aquí nos despedimos creyendo que no nos volveríamos a ver. Asentí, sin pensarlo, sin dudarlo. Sonreí en cuanto él colocó educadamente el anillo en mi dedo, correspondiendo a su lugar. La manera en la que lo hacía todo con tanta gentileza, hizo ablandar mi corazón, y que mis ojos se humedecieran. Él se levantó del suelo, para yo sentir como su brillo se pegaba en mi, y sus brazos me rodearon para en un fuerte abrazo, elevarme en el aire y darme vueltas. Lo apreté, recordando esos viejos días en donde siempre quería darme vueltas en el aire, cargándome. Hasta que me bajo sutilmente, y lo hizo. Sus labios y los míos se volvieron a unir en un beso, había olvidado ese tacto, pero Colt pareció revivir lo que hace unos años, vivimos. Se despegó de mi, para abrazarme y acariciar mi espalda. Mis lágrimas cayeron en su hermosa camisa color crema mente en cuanto continuo abrazándome, en medios de aplausos provenientes de la plaza, pero yo miraba el mar. El valor de la vida, era un comienzo, pero mi temor era que tú Eren, quedarás en el abismo del olvido, aunque hoy decidiera alejarme más de mi sueño por volver a verte, quería empezar de cero.

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Próximo capítulo: A donde lleva el amor.
El tiempo sigue transcurriendo, y Amaya continua afligida a la Isla Paradis, pero más a quienes dejó atrás.

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