𝐝𝐨𝐜𝐞

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Hermanos.
Adeline Ackerman.

Mis pisadas se escuchaban huecas, bajando por aquel sótano donde yacían varias celdas solitarias. Gotas de agua bajaban, manchando el suelo. Este lugar era frío, era bastante oscuro, pero continuaba avanzando, sujetando a Liam en mis brazos, quien estaba aferrado a mi, algo soñoliento. Varios policías militares me acompañaban, inclusive subordinados de la legión de exploración, procurando por mi seguridad. Había un gran silencio entre nosotros, pero me detuve en seco para darles el paso a que pudieran abrir el cerrojo de aquella puerta, la cual nos llevaría a otro pasillos, conduciendo a su solitaria celda. Vi cómo el cerrojo se abrió, por lo cual primeramente me adentré a caminar entre esos pasillos alargados. Los pasos se intensificaban, caminaba con más de prisa, esperando el agrio momento donde chocará con esos barrotes, que me separarían de mi vida, sometida en otra vida, porque ambos, habíamos nacido de la misma mujer, él y yo, éramos uno. Me detuve en seco, observando en el interior de esos barrotes. En aquel vago colchón, podía verlo, verlo sentado y recostado de la pared, observando algún punto fijo. Mi respiración se entrecortó, como si perdiera varios suspiros cuando Eren con su cabello amarrado, me miró en esa decaída expresión. Pero, dentro de ese vacío, se denotó la conmoción cuando pudo distinguir como en mis brazos, se removía una gran pieza pro viviente de un pedazo de amor.

—Pueden dejarnos solos.—pedí, de reojo observando a esos soldados.

—Capitana Ackerman, procuramos quedarnos con usted, como ordenó al comandante Hange.—infirió un soldado del cuerpo de exploración, a quien mire detenidamente.

—Dile a Hange, que ella podrá ser comandante, pero yo soy la reina, y mi decisión es la final.—musité, viéndoles, ellos parecieron pasmarse ante mi actitud tan cortante.—Déjenos solos.—pedí.

—Entendido, señora.—asintieron, distanciándose inseguros hasta la puerta que cerraron con vagues, permitiéndonos la soledad entre Eren y yo.

—¿Qué haces aquí?—me preguntó, de una manera fría, bajando la cabeza.—¿Y por qué lo has traído?—añadió, por lo cual suspiré.

—Quería ver a mi hermano.—respondí, serena.—Porque justamente, decidiste irte cuando di a luz, así que, quería que lo conocieras.—añadí, observando a Liam mirar el lugar extrañado.

—Lo lamento, Adeline.—disculpó, aún con esa mirada tan fría y decaída, la cual no me miraba.

—Se que Hange vino a verte, y que no la trataste muy bien que digamos. Ella cree que aún estás en esa fase de rebeldía, pero entre lo que me contó, hay algo que me mantiene dudosa.—le decía, mirándole a través de esos barrotes.—Dime, ¿por qué no has escapado aún?—le pregunté, viéndome tenso.

—Porque quería conocerlo.—respondió, levantando la mirada para conectar con la mía.—Quería conocer a mi sobrino antes de destruirlo todo.—artículo, fríamente.—Te agradezco, porque estés aquí.—me incliné en el suelo, bajando a Liam, quien se aferró a los barrotes, balbuceando, dejando a Eren anonadado.

—Ven, conoce a tu sobrino.—le pedí, pero Eren estaba mirando con impresión a Liam, quien intentaba de meterse entre los barrotes, pero sonriendo le detuve.—No, no puedes hacer eso. Estás un poco redondo.—murmuré, viendo como fruncía el ceño, molesto, y esa mueca, no podía ser cierto... él sin duda es hijo de Levi Ackerman.

—Mm... —se quejaba Liam, aún aferrado a los barrotes, levantando la vista en cuanto observó a Eren caminar descalzo hacia él, para inclinarse y verlo con detenimiento.

Fue un momento sumamente conmovedor para mi. Ese instante en donde Eren apuntó su mirada a la de mi hijo, aquel quien nació más allá de ese mar. Eren estaba ido, delante suyo. Pero, fue ese segundo donde Liam estrechó su mano a través de esos barrotes, llevando su mano al rostro de Eren, tocándolo con palmadas suaves, donde Eren solo se inmutaba a sentirlo. Yo sostenía a Liam por debajo de sus hombros, bajando la cabeza para poder calmar el sentimiento tan grande que me agobio. Era como si le conociera, me preguntaba si fueron por todas esas veces en que Eren tímidamente acariciaba mi vientre, o como le hablaba, deseando ansiosamente conocerle. Pero, era aquí y ahora donde esa unión, donde ese lazo de familia se trascendía en miles de emociones. Levante la mirada, Eren llevo su mano a través del barrote, acariciando el cabello de Liam con suavidad. Podía ver esa tristeza, podía ver cómo sufría detrás de esos barrotes, observándonos desde acá, así que solo observe con detenidamente cómo Eren quedó con su mano estrechada, acariciando a su sobrino con amor, con ese cariño y sentimiento que él solo debía entender, porque era un amor diferente. Uno genuino, pero diferente como cada tipo de amor que se habitaba en la familia, solo se que, Eren transmitía ese amor en su tacto, en su mirada fría y sedentaria, donde intentaba disimular lo emocionado que estaba por conocer por fin, el fruto de amor que Levi y yo procreamos.

—¿Como se siente?—me preguntó, levantando su mirada para observarme.—Es como una pequeña versión de Levi.—comentó, mientras que Liam forcejaba aún intentando de adentrarse a los barrotes, pero en cuanto denegaba que fuese así, volvía a fruncir el año.—Si, yo también quiero abrazarte.—musitó, sentándose, quedando frente a Liam, por lo cual también me senté.

—Los demás están preocupados por ti.—le comenté.—Intentan de hacer lo posible por poder hablar contigo. Entre ellos, Mikasa, Armin y Leandra.—detalle, viéndolo afligido a lo que decía.

—Hablaré con ellos, lo haré en su debido momento.—me esclareció, sereno.

—Eren, necesito que me digas la verdad.—pedí, viéndole a él hacerle cosquillas en los pies a Liam, por lo cual este sonreía risueño.

—Ya sabes todo lo que sé.—expresó, fríamente.—Sabes la misma verdad que yo, la que vimos aquel día cuando tú y yo, nos tocamos en la tierra de los Reiss. Igual que, cuando bese la mano de Historia en la ceremonia de medallas.—musitó, decaído y sumamente frío.

—Dime Eren.—le llame.—Dime si hay otra manera, por favor.—pregunte, serenamente, viendo como él denegaba.

—No, es así como debe ser.—murmuro, viendo como Liam intentaba de tapar sus pies para que Eren no les hiciera cosquillas.—Gracias, por haberme traído hasta aquí. Sin tu ayuda, sin que te sacrificaras para el reinado, no hubiera podido hacerlo. Cumpliste tu promesa... —murmuró, haciéndome abrir los ojos grandemente.—Me cuidaste como prometiste ese día en que nací.—mi corazón se lleno de sentimientos, de muchos sentimientos.

Acércate Adeline, no tengas miedo.—me decía mi padre, quien notó que los espiaba detrás del margen de la puerta, pero el ruidoso llanto del bebé que mi madre sostenía me impedía acercarme.—Saluda a tu hermano, nuestro nuevo integrante.—me pedía, alentándome, con cuidado llevo su mano a mi espalda y no dejaba de esconderme detrás de sus piernas, viendo a mi madre sonreír.

—Mira, ella es tu hermana mayor, pequeño.—musitaba mi madre, con cansancio, mientras que me asome en el borde de la cama, levantándome en mis puntas para observar mejor al bebé envuelto en una manta, tenía sus grandes ojos abiertos, pero sus manos eran muy pequeñas, a diferencia de su gran llanto.—Dile hola.—me pedía mi madre, pero yo no dejaba de fruncir el ceño por su llanto.

—Ven.—mi padre me levantó del suelo con sus manos, sentándome en la cama, en el borde aún lado de mi madre.—¿No es hermoso?—me preguntó él, mientras que lleve mi dedo a la mano abierta de ese pequeño bebé.—Su nombre es Eren.—me indicó, a lo que yo abrí mis ojos impresionada cuando apretó mi dedo con su mano, dejando poco a poco de llorar.

—Hola, Eren... —salude tímida, mirándolo fijamente, para acercarme más, y observarlo, soltando mi dedo de su mano, con un saque suave para no asustarlo.

—Con cuidado amor.—me pidió mi madre, asentí, para así acariciar las piernitas de él.—Dale un beso.—me alentaba mi mamá, señalando su frente.—Es la promesa de hermandad.—indicó.

—Te voy a cuidar siempre.—expresé yo, dándole un beso en la frente, sintiendo como sus manos atraparon mi cabello, y lo apretaban, a lo que sonreí.—Eren... —musité su nombre como una melodía que se encajaba en mi corazón, una profunda y solidaria, que me acompañaría siempre.

—¿Estás diciéndome, que debo quedarme sentada y ver como acabas con todo?—me pregunté aturdida, luego de recordar aquel momento.

—Esto es un camino que debo recorrer solo.—interfirió, pero mis ojos se humedecían, haciéndome sentir impotente.—Yo lo elegí. Porque al menos una ves, podré ser libre. Pero, si logran vivir un día más, habré ganado.—masculló, dejando que mis lágrimas bajaran por mis mejillas.

—¿Por qué?—pregunte, con mis dientes chocando entre su, mirándole fijamente.

—Porque ustedes son valiosos para mi.—respondió, chocando su cabeza contra el barrote, por lo cual yo la choqué, sintiendo como él ponía sus manos encima de las mías, ambos sosteniendo aquel trozo de metal que nos separabas.—Tienen que renunciar a mi. Diles eso.—me pedía, por lo cual apretando con fuerza el barrote negué, levantándome del suelo.—Adeline, ¿qué haces?—me preguntó, pero solo me acerqué a la puerta, abriéndola, topándome con esos soldados mirarme confusos ante mi repentina acción.

—¿Sucede algo capitana Ackerman?—me preguntaron, mirando al interior, pero denegué, extendiendo mis brazos.

—Denme las llaves, por favor.—pedí sutilmente, viendo como todos ellos se asombraron por mi petición.—Dénmelas.—volví a pedir.

—Capitana, no estamos accesibles a hacer eso. No sabemos que Eren Jeager pueda ser capaz.—decían, en un tono bajo, pero aún tenía mi mano estrechada.

—Por favor, solo quiero darle un abrazo a mi hermano. Pueden observar, pueden hacer lo que sea, solo denme las llaves.—pedí, cabizbaja, dejando que mis lágrimas bajaran, viendo como aquel subordinado, me miró dudoso.

—Dáselas.—levante mi mirada, observando cómo esos dos comandantes me miraban con detenimiento.—Dáselas.—volvió a repetir Dot Pixis, aún lado de Hange, quien me miraba serena, hasta que sentí como en mis manos se sostenían aquellas llaves.

—Nunca podré hacer eso que me pides Eren.—decía, llevando mis temblorosas manos al cerrojo de la celda, sabiendo que todos nos miraban.—Yo, no voy a renunciar a mi hermanito. Aunque me odies, aunque me obligues, aunque creas que no es lo correcto, tú no decides por mi, porque yo soy libre de decidir, y decido, no renunciar a ti, ¡jamás!—exclame, abriendo la celda con brusquedad, viéndole anonadado, mirándome con sus ojos abiertos grandemente.—¿Lo has entendido?—pregunté, pero solo sentí como él me empujó al interior de la celda, abrazándome con fuerza.

Lo apreté de igual manera. Sintiendo mis músculos depender de ese gran abrazo. Eren era más alto, había crecido con el paso del tiempo, pero ese respeto que tenía por mi, le hacía desistir de su fuerza y capacidad, era por eso que estaba ahí abrazándome, mientras que sentí el hueco de mi cuello humedecido. Ese era mi hermano, el impulsivo niño que reaccionaba luego de tomar decisiones, ese era mi hermano. Solloce en medio de aquel abrazo, acariciando su espalda, aferrándolo a mi como cuando era un bebé y corría, esperando que lo atrapase, lanzándose sin temor y confiado en que yo iba a sostenerle. Aquí estaba, aquí estaba. Sosteniéndote como cuando eras un bebé, sosteniéndote para cuidarte y darte seguridad de que como hermana mayor, estaba dispuesta a protegerte, aunque eso me costara la vida. Baje la mirada, sintiendo un fuerte apego en mi pierna y asombrada, solo observe cómo Liam estaba aferrado a mi pierna y la de Eren. Él nos apretó, haciéndome sentir helada por esa acción que todos debían observar con conmoción, así que tan solo observe cómo Eren esbozó un suspiro con sus humedecidos ojos, inclinándose para atrapar en sus brazos a Liam, quien se aferró a él, como si lo abrazara. Eren soltó un suspiro, un suspiro de alivio que sabría que le recorría en todo su ser, porque al menos, había conocido a su sobrino.

—Bien, es suficiente.—me giré, observando a Hange en el margen de la puerta abierta, ella sostenía su ojo humedecido, pero bajo la cabeza evitando que no la mirara.

—Eren.—me giré, para observar cómo ella mirada de él decaía, decaía fuertemente.—Hermano, te amo... —murmure, abrazándome a él con fuerza.—Por favor, resiste... —pedía en un tono bajo, viéndole asentir, para sentir como con pesadez me pasaba el cuerpo de Liam, quien desconcertado estrechaba sus manos para que Eren volviera a cargarlo, y todo fue más difícil cuando Liam, empezó a llorar estruendosamente.

—Lo siento, mucho.—esbozó Hange, distanciándome de la celda, por lo cual tristemente observe a Eren mirarme con esa misma mirada, llena de tantos sentimientos.—Adiós, Eren.—murmuro ella fríamente, distanciándose de él, e impulsándose para caminar, pero me detuve en seco, mirando como él nos miraba a través de los barrotes.

—Eren, estaré bien.—le dije, llevando mi mano al vientre.—Estaremos bien.—volví a recalcar, viendo como él apretaba los barrotes y asentía cabizbajo, entendiendo el mensaje que quise transmitirle, para ver cómo la puerta se cerraba atrás de mi, con Liam escondido en mi cuello.

—¿Qué pasa pequeño?—le preguntó Hange.—De seguro extrañas a tu papá, ¿no es así?—ella llevo su mano a la punta de su nariz, pero Liam se volvió a esconder, molesto.—Vaya, ojalá Erwin lo hubiese dejado a cargo.—expresó ella, frustrada, mientras que yo caminaba vagamente a su lado.—Todo fuera diferente.—afirmó.

—No digas eso.—le pedí, viéndola fijamente.—Eres una mujer extraordinaria, por eso Erwin te dejo a cargo. Levi de seguro hubiera aniquilado a todos.—indique, viendo como ella sonreía.

—¿Qué tiene de diferente eso? Seguimos matándonos entre sí.—musitaba, por lo cual ambas salimos de aquel lugar, pudiendo ver la iluminación del sol resplandecer.

—Que aún estamos buscando esperanza.—añadí, sintiendo la brisa fresca mover mi suelto caballo.—Aún queremos salvar todo.—musitaba, viendo como Liam observaba a los caballos con esa impresión.

—Sin duda alguna, él es un Ackerman.—murmuro Hange, viendo como Liam estrechaba sus manos hacia los caballos.—Será sumamente guapo como su padre.—dijo respetuosamente, acercándose a él para hacerle muecas.

—Y muy serio también.—añadí, intentando de hacerle risa, pero se mantuvo con esa expresión serena observando a Hange confundido, él solo quería quitarle el parche del ojo.

Suspire hondo, bajando aquellos escalones mientras que el atardecer caía, yo me dirigí a la carreta, aquella que me llevaría de vuelta a mi distrito, y aunque fuese un largo camino, logré estabilizarme nuevamente en mi hogar. Estaba sentada en la mesa de comedor, la cual estaba recogida de una manera impecable. Y es que, con un hombre tan obsesionado con la limpieza, ya tenía todas sus mañas acopladas en mi. Observe aquella botella de vino, pero me denegaba absorber más de ella, solo estaba ahí de decoración. Dirigí mi mirada a cómo Liam estaba en el suelo, jugando con Jean quien lo molestaba junto a Connie. En la cocina, me volteé observando cómo Mikasa limpiaba los platos, mientras que Armin estaba sentado a mi lado, cabizbajo y pensativo. Aunque había culminado con su plato, pareció forzarse a comer, ante estos días tan tensos y estresantes, podía ver el cansancio en su mirada perdida en algún punto de mi casa. Fuera de la ventana, podía observar a Elian correr detrás de Leandra, quien huía de él, al igual que Grace estaba sentada en el suelo, leyendo un libro, tomando de ese vino jugoso que tanto disfrutaban los peces gordos de la policía militar. El día estaba sereno, pero se sentía la ausencia de personas en esta sala, era por eso que todos aunque sonriéramos, nos sentíamos decaídos en la tristeza. Sumamente decaídos. Deje la copa de vino, viendo cómo Mikasa se detuvo, dejando de limpiar, y así observar cómo Jean y Connie, dejaron de sonreír, dejando que Liam jugase solo sus juguetes.

—¿Lo pueden sentir no es así?—levante mi mirada, observando a Connie aturdido.—La ausencia de Sasha y Eren, ¿pueden sentirla?—nos preguntó, por lo cual me tense, porque aunque Sasha estuviera muerta, Eren no lo estaba, pero, ¿significaría que llegaría el día en que él ya no lo esté?

──

Próximo capítulo: El Inició del fin.
La guerra contra los Jeageristas explota. Detonando una guerra civil entre Paradis.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro