《62》

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Alice:

— ¡¿Quince días?! —Quedé aturdida. — Eso es demasiado. 

— Alice —Dijo con el ceño fruncido, papá. — Discúlpela Doctor, aún se debe encontrar conmocionada por lo sucedido.

— No se preocupe Señor Lougthy, es comprensible. —Sonrió leve. — Bueno, debo retirarme, regresaré más tarde, para un control.

— Señorita, pronto regresaré, para que ingiera la primera dosis de la poción. —Indicó la enfermera. —

De tal manera, ambos profesionales se marcharon de la habitación, dejándonos en total privacidad. Al quedar cerrada la puerta, dejó atrás su fachada de seriedad.

— Hija... —Triste y angustiado a la vez, me dirigía la miraba. — Esto es mi culpa, no debería haberte dejado sola en casa.

— Papá no comiences a culparte, esto habría sucedido de todas maneras y no tiene relación alguna contigo. —Suspiré al dirigir la mirada al techado. —

— ¿A qué te refieres? ¿Por qué habría sucedido inevitablemente?

— Estoy prácticamente segura, de que el Señor Tenebroso está al tanto sobre la habilidad.

— ¡¿Qué?! ¿Cómo es posible? ¿Estás segura de ello? — Dijo bastante preocupado. —

— Lo estoy, la misma Bellatrix me lo confirmo está noche, durante la escaramuza en la Madriguera. —Miré en su dirección. — Dijo que muy pronto nos volveríamos a encontrar, no me esperaba que fuera tan rápido.

— Lo que no comprendo es como supo ella de tu don ¿Acaso lo usaste imprudentemente?

— Papá, sabes que la habilidad no la puedo emplear a mi voluntad. — Comenzaba a sentirme molesta. — Debió haberse percatado de ella, cuando evité la muerte de Sirius. — Hablé sin pensar. —

— ¿Qué acabas de decir? ¿Evitar la muerte de quién? —Al escuchar su reacción, caí en cuenta de que hablé de más. — ¿Acaso te relacionaste con un prófugo de Azkaban? No tan sólo uno ¿Y pusiste en peligro tu vida al enfrentarte con una de las peores prisioneras? —Dijo realmente molesto. —

— No puedo seguir con esta conversación, descansaré.

— Lo dejaré pasar, por tu condición. —Escuché como se puso de pie. — Pero, una vez que te recuperes, hablaremos seriamente sobre este asunto, jovencita. —Advirtió, para luego salir del cuarto. —

[...] 

A pesar de la incómoda posición en la que tuve que forzarme a dormir, pude hacerlo, aunque no por mucho tiempo. Debido a que la enfermera, ingresó con un carrito, donde traía la medicación indicada.

Me extendió un pequeño recipiente con el brebaje, el cual tuve que beber obligada, para poder recuperarme; el sabor realmente es espantoso. El dolor ya era molesto, pero empeoró, cuando el líquido ingreso a mi organismo.

— ¿Podría ayudarme a sentarme correctamente? —Le solicité.—

— Claro, en un momento le ayudo.

Mientras me brindaba su asistencia, pude notar como comenzaron a ingresar algunos empleados, para dejar varios obsequios en la habitación.

— ¿De quiénes son?

— Espere un momento.

La enfermera se aproximó hacia aquellos regalos, y extrajo las respectivas tarjetas de dedicatoria.

— Aquí tiene.

Me las entregó, para luego proceder con su trabajo. Entre tanto, me puse a leer los remitentes, descubrí que todas provenían de conocidos de mi padre, y ninguna de ellas, de mi familia. Lo cual, empeoró mi humor, a tal punto, que ver aquellos presentes, era realmente molesto.

— Desde ahora, no recibiré ningún obsequio, ni mucho menos visitas. —Ordené. —

No estaba dispuesta a escuchar falsas palabras de aliento y preocupación, proveniente de personas que desconozco.

— De acuerdo Señorita, dejaré al tanto su decisión. — La enfermera procedió a marcharse. —

Aunque, en realidad, lo que más me molestó, fue el no recibir ningún mensaje de mis hermanas; sobretodo, de mi madre.

[...] 

Había perdido la cuenta, de las veces que había contado las baldosas del cuarto, como manera de distracción. Ya es más que tedioso tener que estar recostada, en una sola posición, y sumar el estar sola y sin medios de entretenimiento, lo empeora.

El umbral de la habitación, fue abierta, dejando a la vista mis visitantes. Quiénes al verme, tenían una gran sonrisa dibujada en el rostro, que se esfumó al ver en el estado en el que me encontraba.

Desconocía como era mi aspecto desde su perspectiva, ya que, aún no me había visto en un espejo. Aunque, los vendajes sobre mis extremidades y torso, me daban una impresión de como realmente se encontraba mi imagen.

— Alice... —Se ubicaron al pie del lecho.— ¿Cómo te encuentras? —Preguntó Beth.—

— Podría estar peor, así que supongo que bien. —El humor que tenía, era bastante evidente.—

— Realmente nos preocupamos al leer la noticia, dejamos toda nuestra actividad y vinimos lo más pronto posible. —Comentó mi cuñado.—

Hasta el momento, desconocía que lo ocurrido estaba en el periódico, a la vista de todo el mundo mágico. Aunque, eso explicaba el motivo de tantos presentes que llegaban.
Pero, me era molesto que todos supieran de tal ataque, y sobretodo, que terminé en el hospital.

— ¿No emitiras palabra alguna? — Indague al pelirrojo, que se mantenía en silencio.—

— Alice, han venido a verte, dejando de lado su rutina. —Intervino el mayor.— Lo menos que debes hacer, es ser amable.

Sabía que mi actitud no era la correcta, y eso, me hacía ver como una persona descortés. Pero, el cúmulo de emociones que sentía en mi interior, no me permitían razonar ni actuar correctamente.
El sólo pensar en ello, me hizo sentir un nudo en la garganta, acompañado de lágrimas que, comenzaron a acumularse en mis ojos.

Trataba de reprimirlas, porque no quería llorar frente a ellos y mostrarme débil ante la situación. Pero, si continuaba con estos pensamientos, se me sería imposible.

— Señor Lougthy, disculpe el atrevimiento, lo mismo para ustedes. —Dijo finalmente.— ¿Podrían dejarnos un momento a solas?

La expresión de su rostro, y el tono de voz que empleó, no permitió que se negasen.

— Traje tus flores preferidas, aunque no pude conseguirlas en color azul.

Colocó el ramo en el pequeño mueble, que se encontraba al lado de la cama. Tomó la silla a su lado, para luego acomodarse.

— No es necesario que sigas reprimiendo las lágrimas, te hará sentir peor. —Acomodó un mechón de mi cabello.— Se que prefieres estar sola en este momento, porque no quieres mostrarte débil.

No pude evitar mirarlo, al escuchar como comprendía mi accionar.

— Pero, quiero ser egoísta en este momento y no dejarte sufrir en soledad. —Tomó con cuidado mi mano— Como cuando tuviste que enfrentar sola, a aquellos imbéciles. —Nuestras miradas coincidieron, en un momento, pero él la apartó.— No sabes cómo me arrepiento de haberte dejado ir esta noche, si te hubiera pedido que te quedaras, no estarías en este momento aquí. —Centró su mirada en el suelo.— El saber que tuviste que sufrir, sentir miedo y desesperación en aquel momento, me provoca impotencia.

— Detente, deja de decir eso... idiota.

Escuchar tales palabras, quebraron la poco estabilidad que quería mantener, por lo que, las lágrimas que tanto retenía comenzaron a descender con velocidad.

— Me hace sentir aún peor, el escuchar como se responsabilizan, por algo que esta fuera de su control. —Dije entre lágrimas.— Así que, no quiero escucharte decir tales palabras.

— Está bien, cariño... —Las miradas nuevamente se encontraron.—  Gracias, por dejarme estar contigo en este momento. —Acarició mi mejilla.— Siéntete libre de desahogarte todo lo que quieras, aquí estoy, para brindarte mi hombro y apoyo incondicional. —Se puso de pié.— Me encantaría abrazarte en este momento, pero podre herirte, así que debo conforme con ello. — Dejó un casto beso, en mi frente.—

— Eso no me es suficiente. —Mucité mientras intentaba limpiar el rastro de lágrimas, pero se me dificultaba.—

— Por lo visto, te sientes mejor. —Sonrió finalmente, provocando que yo también lo hiciera.— No puedo negarme, tú eres quien manda.

Tomó con delicadeza mi rostro, y con sumo cuidado, evitando provocarme daño alguno, se abalanzó sobre mí. Y unió nuestros labios, en un profundo pero dulce beso, que me hizo olvidar por unos segundos, la amarga situación.

Aunque, el entorno comenzó a volverse un poco caliente, a causa del beso que Fred decidió intensificar. Podía notar, que su tenue inclinación hacia mí persona,  iba en incremento.
Mi lado racional, pedía a gritos que detuviera tal conexión, porque sino no habría retorno. Y eso, implicaría un gran riesgo, teniendo en cuenta las circunstancias.
Pero a su vez, deseaba seguir con ello, a causa de mis emociones a flor de piel, que me impedían razonar; poco a poco, comenzaba a apaciguar aquellos pensamientos, dejándome llevar completamente por el contexto.

Me hubiera preguntado, hasta donde era capaz de llegar o cual seria mi limite, en este caso. Pero, tales interrogantes nunca llegaron a formularse, a causa de la intrépida injerencia.

— Lamento interrumpir, pero...

Beth, quién había abierto de repente el umbral de la habitación, quedó perpleja al notar la posición, en la que nos encontrábamos.
Luego, procedió a cerrar la puerta, con una expresión en blanco y en silencio.

— Sólo quería avisar que la enfermera, traerá tú almuerzo, dentro de poco. — Dijo al abrir la puerta, nuevamente.— Pero veo, que no es necesario...

Giró el picaporte, al salir de la habitación, permitiéndonos retomar lo interrumpido. Aunque, sería imposible, a causa del pudor que sentía en ese preciso momento; adicionando la risa escandalosa de Fred, a causa del bochorno vívido, que no ayudaba en nada.

Continuará...

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