𝖼𝖺𝗉𝗂́𝗍𝗎𝗅𝗈 𝖼𝖺𝗍𝗈𝗋𝖼𝖾. 𝅄✦⸱࣭
𝖸𝗈 𝗌𝗈𝗒 𝗅𝖺 𝗉𝗋𝗈𝗒𝖾𝖼𝖼𝗂𝗈́𝗇 𝖽𝖾
𝗅𝖺 𝗆𝖾𝗇𝗍𝗂𝗋𝖺 𝖾𝗇 𝗊𝗎𝖾 𝗏𝗂𝗏𝖾𝗌.
𝖩𝗎́𝗓𝗀𝖺𝗆𝖾 𝗒 𝗌𝖾𝗇𝗍𝖾́𝗇𝖼𝗂𝖺𝗆𝖾 𝗉𝖾𝗋𝗈
𝗌𝗂𝖾𝗆𝗉𝗋𝖾 𝖾𝗌𝗍𝖺𝗋𝖾́ 𝗏𝗂𝗏𝗂𝖾𝗇𝖽𝗈 𝖾𝗇 𝗍𝗂.
▬ 𝖢𝗁𝖺𝗋𝗅𝖾𝗌 𝖬𝖺𝗇𝗌𝗈𝗇.

⠀⠀⠀⠀⠀⠀ME TIRÉ A MI CAMA PARA previamente cubrir mi rostro con mis manos y comenzar a patalear soltando a su vez un chillido de emoción. Sentía mi corazón latiendo con fuerza mientras revivía mentalmente aquél momento privado entre Edward, nuestro casi beso y yo.

Sí, no nos besamos ya que escuchamos un ruido entre los grandes y oscuros árboles que ocasionó que instintivamente nos separamos.

- ¿Él me querrá con todo y mi mundo infernal? - solté a mi habitación que se encontraba vacía.

- Buenos días, primita. -apreté los puños viendo el rostro diabólico de Leslie que me sonreía desde los muebles de la sala.

- Leslie, qué sorpresa tan desagradable tenerte por aquí. -al igual que ella, solté una sonrisa hipócrita.

- Ay Mirandita, no vine en són de pelea. Ya no somos niñas para andar en esas. -dijo analizandome de arriba a abajo haciéndome sentir un poco incómoda ya que me encontraba en pijama.

- ¿A qué viniste? -pregunté sin rodeos.

- ¡Miranda! -me regañó la abuela-. No seas antipático con tu prima y menos si se quiere llevar bien contigo.

Leslie soltó una risa por lo bajo: - Solamente vine para confirmar su asistencia a mi boda y, a su vez, buscar unas cosas para la ceremonia.

- Por supuesto que iremos, nunca nos perderíamos el gran día de nuestra querida nieta. -confirmó la abuela.

Al escuchar las últimas palabras de la abuela, Leslie me dirigió una mirada rápida de superioridad.

- Me alegra poder escuchar eso, Abuelitos. Lastimosamente ya me tengo que ir porque tengo que buscar unas cosas para la boda.

- Miranda, ¿por qué no acompañas a Leslie a la puerta, por favor? -me pidió el abuelo.

Acompañé a Leslie abriéndole la puerta y, mientras ella pasaba, no desaprovechó la oportunidad de empujarme con su hombro.

- Escúchame bien, lo último que quiero es que asistas a mi boda. No quiero una cara tan desagradable como la tuya en un día tan especial. Además que traes mala suerte y mi matrimonio puede fracasar por culpa tuya. -dijo entre dientes.

Arqueé una ceja y sonreí: - Eso ya lo veremos.

EL A VER VISTO LA CARA DE ASNO en celo de Leslie esta mañana me había puesto de un pésimo humor, y ahora aún más cuando se hizo el santo ángel frente a mis abuelos para posteriormente confesarme que no me quería en su boda. Sinceramente, me lo veía venir ya que conocía las técnicas de Leslie Sāto.

Estaba camino al trabajo cuando vi a Leslie en una cafetería conversando con Isaac, el abogado que asesinó a Liam en su juventud, los veía muy pegados por lo que intuí que eran íntimos.

Pude notar como Isaac le pasó un sobre de manila a Leslie a lo que ella sonrió con orgulloso y ambición. Observé más detenidamente y la energía de Leslie se entornaba aún más oscura.

Ante tal sorpresa me choqué contra alguien, un señor que traía un ramo de flores que, detrás suyo, pude ver una gran mancha gris que significaba que traía un tormento.

- Discúlpeme, señor. -hablé, haciendo una reverencia a lo que el señor se rió genuinamente.

- No hay de qué preocuparse, niña. -le restó importancia.

Lo miré detalladamente encontrándome con un señor un poco mayor. Tenía una sonrisa amigable, una barba estilo candado que tenía ciertas zonas blancas, y su cabello rubio le sobresalían canas; bajo sus ojos cafés tenía bolsas de ojeras como si no hubiera dormido en décadas. Y fue ahí donde supe que él era el señor Peter Listerneg.

- ¡Hey, Isaac! -saludó el señor Peter al otro lado del ventanal de la cafetería.

Isaac formó una sonrisa para nada sincera mientras que mi prima me dirigió una mirada de odio. Sí, bueno, creo que accidentalmente interrumpí su cita de negocios íntimos.

- ¡Señor Peter! - salió Isaac de la cafetería con los brazos extendidos y dándole un profundo abrazo a Peter.

- ¿Qué haces aquí, Miranda? -farfulló Leslie.

Yo me preguntaba lo mismo.

- Así que tú eres Miranda, tu prima me ha contado sobre ti, pero no sabía que te conocías con el señor Peter. -habló Isaac, mirándome de manera penetrante.

- Oh no. -negamos al tiempo el señor y yo.

- Sin querer me choqué con él, pero ya me voy. -expliqué con intenciones de irme lo antes posible, pero Isaac me bloqueó el paso.

- Fue un gusto finalmente conocerte, señorita Miranda. -extendió la mano, la cual dudé muchísimo en aceptar pues sabía lo que me esperaba.

Sin embargo, no sabía que al momento de hacer contacto físico con él su energía me permitiría ver los crímenes atroces que cometió, entre esas pude ver pequeños momentos del asesinato contra Liam Listerneg.

Podía escuchar los gritos de Liam mientras lo ahogaba, la locura de Isaac penetraba mi mente y sentía como si fuera yo quien cometía el asesinato. Cerré mis ojos fuertemente y separé mi mano del chico, agobiada entre aquellos recuerdos.

Abrí mis ojos y miré con horror a Isaac, quién me dirigió una mirada confundida ante tal reacción que tuve.

- ¿Por qué lo hiciste? -susurré-. Era tu amigo...

La mirada de Isaac se volvió aún más oscura al escuchar mis palabras, pero no podía aguantar más tiempo estando entre ellos por lo que no dudé en salir corriendo.

Me metí en un callejón solitario y recosté mi espalda sobre la pared. Estaba confundida y aturdida, nunca antes me había pasado algo igual.

Miré mis manos y por un segundo las ví llena de sangre con una soga a la mano. Me coloqué de cuclillas apoyando mi pecho sobre mis rodillas y ocultando mi rostro entre mis brazos.

No podía creer nada, no podía analizar lo que estaba sucediendo y mucho menos dar a creer cómo es que pude ver los recuerdos homicidas de Isaac.

- ¿Viste todo lo que sufrí a manos de ese psicópata? -preguntó Liam, apareciendo entre las sombras -. ¿Ahora sí me ayudarás?

Las palabras no salían de mi boca, lo único para lo que daba a pensar era en ese momento que había logrado vivir y en los gritos del adolescente.

"¿Por qué no había hecho esto antes?"

Los pensamientos de Isaac todavía estaban adheridos a mi mente y eso me hacía sentir aún más asqueada, pero después de todo lo que ví...

- Lo haré...

Simplemente no debí de haber aceptado, no sabía que mi destino había tomado un camino que me llevaría a un dolor infernal.

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