𝟬𝟬𝟭. Baño de sangre

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༉‧₊˚⁺ ❨𝗖𝗛𝗔𝗣𝗧𝗘𝗥 𝗢𝗡𝗘❩ ̖́- ✵
CORNUCOPIA BLOODBATH¡!

No todos los que estamos aquí
volveremos a casa, solo dos lo haremos

«𝐎𝐒 𝐏𝐎𝐍𝐃𝐑𝐀́𝐍 𝐓𝐎𝐃𝐎 𝐓𝐈𝐏𝐎 𝐃𝐄 𝐂𝐎𝐒𝐀𝐒 𝐃𝐄𝐋𝐀𝐍𝐓𝐄, en la boca de la Cornucopia, en la que también habrá un arco, no lo cojáis. Es un baño de sangre y quieren que caigáis de lleno en la trampa. No es vuestro juego. Cuando suene el gong, tenéis que dar media vuelta para echar a correr y buscar un alto con una fuente de agua. El agua será vuestro mayor aliado».

Sesenta segundos. Es el tiempo que teníamos para estar de pie en nuestros círculos metálicos antes de que el sonido de un gong nos libere. Sesenta segundos que podrían ser los últimos de cualquiera de los veinticuatro tributos, incluida yo.

Sesenta segundos para observar el anillo de tributos que se cernía a mi alrededor, todos a la misma distancia de la Cornucopia, un gigantesco cuerno dorado con forma de cono, con el pico curvo y una abertura de al menos seis metros de alto, lleno a rebosar de las cosas que nos sustentarán allí, en la arena: comida, contenedores con agua, armas, medicinas, ropa, material para hacer fuego... pero era un suicidio acercarse a él en un terreno abierto, llano y para colmo, lleno de tributos que no dudarían de rajarte el cuello con tal de conseguir lo que quieren: sobrevivir.

Ganar.

Cincuenta y cinco segundos.

«No te pongas nerviosa —pensé—. Olvídate de los nervios, encierralos en una caja en lo más profundo de tu mente».

De nada servía, ellos volvían a mí y me encerraba con ellos.

«¿Me habéis oído? Echad a correr. Los dos. Poned toda la distancia posible de los demás tributos. No confiéis en nadie y cuando digo en nadie, es en nadie. Eso quiere decir, y aunque me pese decirlo, que Katniss, Peeta y Jaden también están en esa lista. Incluido los niños».

Las instrucciones —y casi diría que las advertencias— de nuestro joven mentor, Matthew Vaughn, no paraban de sonar en mi cabeza. Y sabía que eso último lo decía por mí, no por mi compañero de tributo, Jacob.

Jacob no era peligroso pero a veces su temperamento me asustaba. Era muy impulsivo.

Cincuenta segundos.

En la cosecha de los 74º Juegos del Hambre habían niños porque una vez cumplían los doce años se convertían en un tributo potencial con una papeleta. Si bien tenían menos posibilidades pues cada año que pasaba, se sumaba una papeleta, la suerte no estaba con ellos, y menos si formaban parte de los Distritos porque el Capitolio nos odiaba. Por eso, nos hacían esto. Por eso, se regocijaban cuando nos veían masacrarnos los unos a los otros porque mientras nosotros estábamos allí de pie, entre la vida y la muerte, ellos se limitaban a observar nuestras acciones a través de una pantalla como si fuera una mera actuación.

Pero no era ninguna actuación, sabía que en cuanto sonara el gong iban a morir mucha gente inocente.

Pero de nada me servía acumular la rabia. Mi atención se centró entre Jake y Zach. Jake era del Distrito 4, tenía justamente doce años y Zach casi nunca se despegaba de mí, el tributo masculino del Distrito 8 con trece años de edad.

Ambos miraban a la nada, pérdidos. Solo querían volver a sus casas.

Los entendía.

Cuarenta y cinco segundos.

Estaban al frente en ese inmenso campo, lejos de mí pero pese a ello, pude atisbar la maleza detrás de sus cuerpos, perfecta para ocultarnos si algo se tuerce. Vi a Jacob, que estaba cinco tributos a mi derecha y en esa misma dirección, se encontraba el lago, aunque lejano. Debíamos correr hacia allí y ocultarnos en los ralos bosques de pino a una distancia prudente donde tuviéramos agua suficiente para abastecernos cuando la necesitáramos.

Cuarenta segundos.

Era tentador observar el centro del campo donde estaba la Cornucopia llena de suministros con todo tipo de botines y botellas de agua. Todo lo esencial para sobrevivir en la arena. Hasta cuchillos y un arco con carcaj de plata. Ojalá lo consiguiera Katniss Everdeen, la tributo femenino del Distrito 12. Si había alguien en quién podía confiar, ella sería ese alguien junto con su compañero, Peeta Mellark. Y por supuesto en Jaden, Zach, Jake...

Y en Jacob, creo.

Ojalá no muriera ninguno.

Treinta y cinco segundos.

Ojalá no morirme con ellos.

Katniss y Peeta provenían del distrito más pobre pero sabía que Everdeen iba a ser el objetivo de muchos por la puntuación tan alta que había obtenido en el entrenamiento, nada menos que un once. Querrían eliminarla porque era fuerte y ser fuerte, implicaba una amenaza para el resto.

Lo mismo pasaba con Jacob y Jaden, este último era del distrito 5.

Treinta segundos.

El mentor de Katniss y Peeta se llamaba Haymitch Abernathy y era muy amigo del nuestro: Matthew Vaughn, casi lo trataba como si fuera su hijo. Lo cierto era que esa amistad también había estado presente entre nosotros, los tributos. Everdeen y Mellark habían demostrado ser buenos compañeros conmigo: compañeros de verdad.

Los tres habíamos formado alianzas entre los entrenamientos y la entrevista, excepto Jacob, casi siempre vivía su vida en solitario. Jaden había pasado tiempo con los tres fuera de las actividades de los juegos y nos había demostrado su gran dominio con el arco. Así que esperaba con ansías que esa alianza también estuviera presente allí, en la arena. De ser así, podríamos sobrevivir.

Veintiocho segundos.

Me temblaban las manos y las piernas, mi corazón se aceleraba y sabía que Jacob se iba a marchar hacia el lago y yo lo iba a traicionar porque no podía— no quería seguir el plan de nuestro mentor. No podía abandonar a los niños.

No quería ser la heroína ni mucho menos, pero tampoco estaba en mi plan huir y dejarlos solos porque ellos eran un blanco fácil. Apenas habían llegado al seis en el entrenamiento. Incluso —y cómo había dicho antes— los que habían sacado mayor nota también estaban en peligro porque había mucha competitividad.

Mi mirada se posó en Cato. Era el más competitivo de todos. El tributo masculino del Distrito 2. En ese instante estaba sonriendo. No temía la muerte. Mejor dicho, no temía matar.

Veinticinco segundos.

Yo no era un objetivo principal para muchos de ellos. Lo sabía. Tenía una nota media en el entrenamiento así que a primeras, querrán matar al más débil o al más fuerte. Una de dos. Jacob sería un objetivo por eso último. Estoy segura. Había sacado la misma nota de Katniss, su dominio con el hacha era impresionante, era lógico ya que éramos del Distrito 7. Nuestro distrito estaba lleno de bosques, árboles y por consiguiente, repleto de humildes leñadores. Éramos básicamente los que suministrábamos la madera al Capitolio. Vivían a costa nuestra.

Veinte segundos.

Sin embargo, no era buena ni con el hacha ni con el cuchillo; ni con ningún arma punzante, pero sí era rápida en reflejos, lo que me podía salvar de un ataque sorpresa.

«Puedo hacerlo —divagué—. Puedo con ello. Me llevaré a Zach y a Jake. Lo hemos planeado entre los tres, vendrán hacia mí y nos marcharemos directamente hacia el lago detrás de Jacob mientras los demás se matan entre ellos. Luego, cuando los supervivientes se hayan dispersado y se hayan abastecido, cogeremos las armas restantes que dejarán tiradas los cadáveres porque habrán muchas para elegir, muchísimas».

Y también muchos cadáveres.

Era un plan bueno.

O eso creía.

Dieciséis segundos.

«Sé que puedo conseguirlo, sé que puedo protegerlos. La pregunta es: ¿y si pasa algo? Están lejos de mí, cualquier tributo mayor se podía adelantar a nuestro plan y derribarlos. No, no pienses en negativo —me dije a mí misma—. Piensa en positivo de una maldita vez, mierda».

Jacob me estaba observando con ademán amenazante y me miró directamente a los ojos. Sabía lo que estaba pensando. Intuía lo que iba a hacer a continuación. Negó con la cabeza en un claro intento por hacerme cambiar de opinión pero lo ignoré.

Diez segundos.

«¿Habíamos conseguido suficientes patrocinadores para que Matthew nos envíe suministros en la arena? Katniss se había llevado una buena parte con su vestido en llamas pero... ¿nosotros?».

No perdí de vista ni un segundo a los niños mientras la cuenta atrás perforaba el aire y con ello, mis pulmones. Sentí el peso de la mirada fulminante de Jacob pero volví a ignorarlo, mirando al frente.

Alguien lloraba y suplicaba.

No podíamos escapar, nos matarían igualmente.

Cinco segundos.

Posicioné mi pie derecho por delante, lista para echar a correr. Los niños me miraban asustados. ¿Realmente estaban preparados para cruzar todo este campo sin que sean mutilados o aplastados por los mayores?

Cuatro segundos.

Tragué saliva. Mis dedos temblaban y una sensación horrible se apoderó de mí. Mi estómago empezó a rugir de la ansiedad. Del miedo.

Tres segundos.

El sol me dio en los ojos. Me costó respirar.

Dos segundos.

Tenía la garganta seca y el sudor me recorría la espalda.

¿De verdad podíamos escapar?

Un segundo.

Y mientras le daba vueltas al tema, sonó el horrible y espantoso gong que raspó el aire como el graznido de un cuervo.

Moví los pies de un lado a otro mientras corría hacia ellos. Zach se adelantó a Jake y no me quitaba los ojos de encima, como si yo fuera su única esperanza. Jacob se adelantó y ya había cogido algo de pan y un hacha por los alrededores. Sin embargo, lo mejor de la arena se encontraba en la Cornucopia. Y ninguno de los dos tenía la intención de ir. No de momento.

Muchos tributos corrieron lejos y se fueron en dirección a la maleza, fuera del alcance de los demás, dejando a su compañero de distrito atrás. Entre ellos se encontraba Peeta Mellark. Katniss lo observó marcharse.

Ahora, a mi lado, se encontraban los más peligrosos, los adversarios más feroces, los que no sabían qué hacer o simplemente los que querían conseguir suministros al principio de los juegos.

Jake se fue directo a la Cornucopia para esconderse entre el hueco de la pared y la mesa. El pánico se apoderó de mí.

Allí lo van a ver.

—Mierda... —dije entre jadeos mientras seguía corriendo hacia Zach. Ese no era el plan... aún así, no miré hacia atrás. No podía detenerme para llegar a tiempo y salvar a Jake.

—¡Amber! —Escuché el grito de Jacob—. ¡Amber, joder! ¡Hazme caso! —No era un grito de auxilio, él no necesitaba que lo ayudaran—. ¡No hagas estupideces! ¡Todos acabaremos muertos!

¿Muertos? No. No ese día.

El grito de Jacob no era un grito de advertencia, era el que decía: "si no me haces caso, te arrepentirás de esto".

Pero me daba igual, así que lo volví a ignorar porque esos dos segundos que perdería en mirarle, eran lo suficientemente valiosos para decidir entre la vida y la muerte de los niños. De la mía. No podía distraerme. No podía hacerlo.

Seguí avanzando hacia delante.

Zach estaba a cinco pasos de mí. A mi alrededor oí gritos, maldiciones, golpes, el sonido escalofriante que hace el cuchillo cuando corta carne y perfora huesos.

Lo ignoré todo.

Debía de hacerlo.

—¡Amb! —gritó Zach que saltó prácticamente hacia mí. Le atrapé la mano en cuanto estuvo a mi lado—. Pensé que no...

—¡No te preocupes, todo saldrá bien...! —Ahora que Zach estaba conmigo, me quedaba Jake. Jaden ya me había alcanzado—. ¡Vete con Zach, yo iré ahora en cuanto recoja a Jake! —Confíaba plenamente en Jaden, él jamás mataría a un niño aunque tampoco le gustaba la idea de que me comportara como una madre para ellos en la arena porque, según él y Jacob, era una amenaza para mí ya que el Capitolio haría lo que sea para quitármelos de encima y poner el juego más dramático y atraer a mayor audiencia. Jaden se preocupaba por mí y no quería que fuera el títere de circo de todo Panem pero yo me preocupaba por Zach y Jake más que por mi propia dignidad.

—¡Amber, hazme caso! —Jaden sin apartar la vista de los alrededores, cogió a Zach de la mano—. Sabes que no podemos... —Su mirada recorrió la Cornucopia y vio a Jake, asustado—. No podemos... está bien, mierda, yo iré.

—¡No! —exclamé entre tantos gritos—. ¡Esto es cosa mía! ¡No te quiero poner en peligro a ti también! —Sin perder más tiempo, me dirigí hacia la boca del lobo. A veinte metros de donde estaba.

Jacob no se dirigió al lago y se quedó en el prado.

Mientras la distancia disminuía, maldije por lo bajo al ver que Jake se levantaba para coger una mochila que había dejado un tributo cuando cayó al suelo, totalmente muerto.

A mi derecha, Marvel, el odioso tributo del Distrito 1, le cortó el cuello con una daga a Linus —no recordaba los distritos a los que pertenecían los demás, me había fijado en mayor medida y con mayor detalle en los rivales que me parecían potencialmente fuertes— y lo apuñaló una y otra vez hasta que murió. Marvel no mostró piedad ni remordimiento en sus rasgos.

Cuando terminó con este, le robó la lanza y se la clavó en el aire con un desvío calculado a una chica que ni tendría los diecisiete años, le rajó el pecho por completo. Desvié la mirada para no contemplar más pero a mi izquierda me encontré a Cato que asesinó a Jason con una guadaña. Su compañera, Clove, arrojó varios cuchillos en la espalda de Rye. La compañera de Marvel, Glimmer, descubrió a una joven escondida, creo que se llamaba Demetria y la asesinó con un cuchillo clavándoselo en el corazón. Clove hizo lo mismo con Susan y le lanzó cuchillos arrojadizos en el cuello.

Estos cuatro formaron un grupo para aniquilar a Cheryl y a Tellus que habían supuesto una amenaza para ellos o simplemente les había dado problemas a la hora de conseguir sus objetivos como método de venganza. Jason cogió valor para pelear con Cato pero la lucha no duró mucho porque este último atrapó una guadaña entre sus grandes manos y le abrió el estómago. Poco después, Lucius se quiso vengar pero Cato era más rápido en sus movimientos, le hirió y Glimmer aprovecha el ataque sorpresa y lo descabezó por detrás con la ayuda de su hoz.

Empezaba a entender el motivo por el cual se referían a la Cornucopia como el baño de sangre.

De reojo, vi que Katniss se chocaba con una chica pero ninguna de las dos hizo amago de atacar y continuaron con su marcha, estaban alteradas, agitadas.

Asustadas.

Cuando llegué a la altura de los suministros, llegó otro joven, del Distrito 9 creo, también estaba dispuesto a quedarse con la mochila. Forcejeó con Jake y tan rápido como pude, agarré el asa hacia nuestra dirección. Las pequeñas manos de Jake estaban debajo de las mías. Estaba temblando.

—¡Jake! ¡Ya tendremos la oportunidad de tener una mochila! ¡Ahora vámonos! —Aunque seguía intentándolo, hice amago de agarrarla con mayor ímpetu para que Jake se la llevara porque estaba decidido a tenerla pero el otro tributo era bastante fuerte.

—¡Mi mentor me dijo que... si no atrapamos una mochila en el principio del juego, estamos muertos! —Una lágrima recorrió su rostro—. ¡Y no quiero morir..., Amb!

Casi se me cae el alma al suelo.

—¡Y no lo harás! ¡Prometí salvaros como también te prometo que tendremos la oportunidad de conseguir otra! —La maleta podría contener cualquier cosa pero sin duda, no contenía la vida—. ¡Suéltala ya, Jake!

El chico del Distrito 9 dejó de forcejear con nosotros cuando un cuchillo le perforó toda la espalda y la punta le sobresalió a la altura del corazón. Nos tosió y me llenó la cara de sangre. Inevitablemente, di un tambaleante paso hacia atrás, movida por la sorpresa pero también, estaba asqueada por las cálidas gotas pegajosas que me habían manchado el rostro. Cuando su cuerpo cayó al suelo, me di cuenta de quién lo asesinó. Maldije por lo bajo.

Era Cato que cogió rápidamente la maleta y miró a Jake con dulzura fingida. Su cabello rubio estaba lleno de sangre.

Por suerte sus compañeros estaban demasiado ocupados con los demás.

Por infortunio, Cato era demasiado fuerte como para matarnos a los dos en pocos segundos.

—¿Quieres esto? —dijo este con una sonrisa que pretendía ser amable—. Ven a por ella. ¡Es toda tuya!

Era un maldito arrogante.

Jake se había horrorizado al ver el cadáver yaciente en el suelo pero estaba empeñado en conseguir esa dichosa maleta. Viendo su intención, hice amago de atraparlo para que no se acercara a Cato pero fue demasiado rápido y yo, demasiado lenta.

—¡Jake, aléjate de él!

Todo el miedo general que había sentido hasta ese momento se condensó por mi cuerpo en un miedo en concreto. Cato. Era un depredador.

Si me acercaba a él, podría matar a Jake y si no me acercaba a él, también podría matar a Jake.

No sabía qué hacer.

—No le hagas caso, Jake. —Cato puso la mochila en alto, a la altura de su cabeza. Él medía alrededor de un metro noventa y cinco, Jake... ni siquiera llegaba al metro cincuenta—. ¿Puedes atraparla? ¡Venga! ¡Hazlo! ¡Es toda tuya! —Jake saltó una y otra vez pero no llegaba a alcanzarla—. ¡Venga! ¡Tú puedes! —Su sonrisa se ensanchó cuando Jake empezó a jadear por el esfuerzo.

Lo estaba humillando. Me indignó que fuera tan imbécil con los más pequeños.

—¿Por qué no te metes con alguien de tu tamaño, cobarde? —le pregunté pero para mi sorpresa, Cato no se enfadó. Se rió a carcajadas. A nuestro alrededor, apestaba a sangre. Olía a muerte. Todavía se estaban matando entre ellos.

De modo que mi amenaza en ese instante residía en Cato.

—¿Entonces eres como una madre para ellos, verdad? ¡Vaya! ¡Qué modales les das! ¿No? —Miró a Jake y luego a mí con sorna—. ¡Aunque no os parecéis en nada! —Apretaba el pomo de su cuchillo con su mano izquierda, preparado para apuñalar a Jake.

Estaba a solo cinco pasos de mí.

«No llores. Mantente firme. No dudes. Actúa. Haz lo que te digo y cuando llegue la noche del primer día en la arena, cuando proyecten en el cielo la imágenes de los muertos, no te verás reflejada».

Ese consejo de Matthew había sido dirigido expresamente hacia mí porque sabía que dudaba, porque sabía que me costaba confiar en mí misma: en mis propias decisiones como persona.

El contorno de las venas de la mano izquierda de Cato se reflejaban en su piel a medida que apretaba más el pomo.

Actúa. Actúa. Actúa.

Maldita sea, actúa.

¿Pero y si me acerco demasiado y reacciona cortándole el cuello? ¿Y si...?

—Cato, es solo un niño —le supliqué con una voz suficientemente alta para que me escuchara. Los gritos de dolor aumentaban cada vez más—. Si alguna vez fuiste uno, sabrás el miedo que está pasando. Sabrás que...

—¿Sabes, Amber? —Se sabía mi nombre y para mi sorpresa, también me tenía como objetivo principal—. Cuando entré aquí, me importaba una mierda si tenía que matar a un niño, a un joven, a un adulto o a un anciano. Sabía que ellos podían hacerme lo mismo a mí. Sabía que no podía confiar en nadie. Sé que no puedo confiar en nadie. La edad no me importa, lo que me importa es que el número de tributos disminuya.

Di dos pasos más con cuidado.

—¡No puedes salvarlos a todos! ¿¡Entiendes!? —Era impulsivo. Me paré en seco para que no se precipite en sus acciones. Levantó rápidamente la mano donde depositaba el cuchillo y me señaló—: ¡No te hagas la maldita heroína! ¡Cuando entras aquí, o luchas o mueres! ¡O pierdes o ganas! —Tiró la mochila a un lado con desprecio y metió su cuchillo en el recovecho de su cinturón para tener las dos manos libres. Agarró a Jake y lo atrajo hacia él.

Jake profirió un grito.

Avance dos pasos con tiento. El corazón lo tenía desbocado.

—Cato, por favor... Te lo suplico, no lo hagas, cógeme a mí. Pero déjalo a él. —Estaba a menos de dos metros de distancia, intentando no hacer ningún movimiento brusco mientras le suplicaba tanto en palabras como con la mirada—. Por favor.

—No, Amber, porque al contrario que tú, yo haré lo que sea por ganar. —Cato agarró a Jake con los brazos, sin soltar la cabeza, que tenía asegurada con las manos.

—Por favor...

El horrible crujido de huesos resonó por mi cabeza una y otra vez con un horroroso crac. Sobre todo, empezaba a tener vértigo cuando vi que el cuerpo de Jake se puso completamente flácido entre las manos de Cato y cayó al suelo con el cuello torcido. Sin vida. Muerto.

La poca comida que tenía dentro de mi estómago amenazaba con volver al mundo, mis ojos escocían y mi laringe ardía. El mundo daba vueltas, me obligué a tomar aire por la nariz, exhalando por la boca.

—Pensé que su cuello sería más fuerte, qué lástima —bromeó Cato y pasó sus manos sobre su cabello rubio como si nada, lo último que él sentía era lástima—. Lo siento. No quería hacerlo. —La sonrisa no se la había quitado nadie.

Ya era hora de que alguien se la borrara.

El miedo dio paso a la frustración y la frustración a la ansiedad.

Tenía un cúmulo de emociones pero sobre todo, la que más se apoderaba de mí era la ira.

—¡Te arrepentirás de esto, cabrón...! —Corrí hacia él llena de rabia y le di un puñetazo en su pómulo derecho pero se volvió hacia mí con una sonrisa inquilina—. ¡Te mataré! ¡Te prometo que lo haré!

Cato apretó la mandíbula y empezó a atacarme, más bien por diversión. El primer golpe lo esquivé con certeza flanqueando su lado derecho pero en el segundo ni siquiera mis reflejos pudieron ayudarme, me dio un puñetazo a la altura del mentón, tan fuerte que caí hacia atrás, en el suelo.

Cato no bajó la guardia y avanzó hacia mí sin dejarme un respiro. Puso su bota negra encima de mi cabeza y me aplastó el rostro contra el terreno. Mis labios sabían a sangre. Luego, me dio una patada en el vientre. Gemí de dolor.

Hoy no. Hoy no moriré.

Cogí fuerzas, sobre todo cuando vi el cuerpo sin vida de Jake, a mi lado. Sus ojos abiertos de par en par, mirando a la nada en un último aliento entre el miedo y la esperanza.

Apreté los puños, hinque las rodillas en el terreno aguantándome el grito de dolor en lo más profundo de mi cuerpo pero Cato no perdió ni un segundo y me agarró el cuello desde atrás y aproveché que estaba muy cerca de mí para echar la cabeza hacia su rostro y la choqué violentamente contra la nariz.

Esta vez, el crujido del hueso sí que fue satisfactorio.

—¡Joder! —Se abalanzó hacia atrás con las manos entre su tabique nasal que empezaba a sangrar, su nariz estaba torcida—. Te arrepentirás de esto pero no ahora. —Escupí sangre a su paso. Él se colocó bien la nariz con un duro gesto mientras y el sonido chirriante del hueso resonaba en mis oídos—. Quiero verte sufrir. Eres débil y sensible. Si te matara ahora, nada de esto tendría sentido.

Me acerqué más a él.

—¡No soy sensible! —En realidad, lo era. Pero empezaba a comprender que había un tercer objetivo. No era aquel que consistía en ser una amenaza para los demás ni tampoco el blanco fácil. Era aquel que era demasiado inocente, demasiado sensible.

Demasiado yo.

—Lo eres —me explicó al mismo tiempo que se sorbía la nariz tras echar la sangre al suelo e inclinar la cabeza hacia delante—. Lo pude ver en los entrenamientos, en las actuaciones, incluso en las presentaciones. Te preocupas por todo y por todos.

Lo fulminé con la mirada.

—¿Por qué eres así? Tan malo.

Se rió descaradamente y sin disimular.

—¿Yo soy malo o tú eres demasiado benevolente? —No esperó mi respuesta—. No importa, Amber. Ahora sé por qué eres del Distrito 7. Te haré arder lentamente como la madera que proporcionas. Te haré sufrir a ti y a Jacob, a esa chica en llamas y su enamorado cobarde. A Jaden. A Zach. Arderéis todos.

Tan cabreada estaba con la situación, que no vi que un chico del Distrito 4, Breck —creo que se llamaba— se dirigía a mí con una hoz apuntando a mi cabeza pero Jacob apareció en mi campo de visión y le incrustó el hacha en el cuello, en pocos segundos yacía en el suelo, completamente degollado.

Para mi alivio, Zach y Jaden ya estaban con él, a salvo.

—Estás loca, joder —Sentí el peso de la mirada de Jacob, cargada de desdén, rabia y... sangre. Sus párpados estaban rojos. ¿A cuántos había matado para llegar hasta allí?—. De esto no me olvidaré, Amber. Te lo prometo.

Cuando quité la vista de Jacob e ignoré sus palabras amenazantes, Cato ya no estaba, se había ido con los demás. Seguramente para cazar a los que se habían refugiado entre la maleza pero sus palabras seguían divagando en mi mente.

No me había matado como acto benevolente, todo lo contrario. Quería vernos sufrir y de nada servía matarnos tan rápido.

Perdida en mis propios pensamientos, Jacob se había remangado las mangas de su uniforme para mayor comodidad y dejaba entrever sus enormes brazos. Si yo hubiera sido alguien de otro distrito y no su compañera, su figura tan alta y fuerte como la de Cato me hubiera provocado cierto temor. Ni siquiera le llegaba a la clavícula.

Sabía que tenía que darle un agradecimiento a Jacob por haberme salvado la vida, sin embargo, aquella mirada tan fría y sin piedad que me dirigía, me retuvo las palabras que se quedaron atascadas en mi garganta, a medio camino de ser proferidas.

El corazón me dio un vuelco y se me hizo un nudo en la garganta cuando vi a Jaden repleto de sangre. Y Jacob igual. No solo había venido a ayudarme pese a los consejos de Matthew sobre dirigirnos hacia el lago cuanto antes, porque también, en ese tiempo, sentía que había estado observándome; protegiéndome.

Y, por otra parte, Jaden se ofreció voluntario para buscar a Zach y yo le dije que no, que era cosa mía.

Si hubiera ido él, Jake ahora mismo estaría vivo.

Zach me abrazó entre lágrimas.

—Si estás muerta, tengo menos posibilidades de ganar, ¿es que no lo entiendes? —me susurró al oído Jacob, mientras me atraía hacia él. Sus nudillos se volvieron blancos a medida que me apretaba firmemente la zona de mi antebrazo—. Así que a partir de ahora, hazme caso. —Había calculado el volumen de su voz lo suficientemente baja para que ni Zach ni Jayden lo escucharan. Cuando me soltó, sentí un gran alivio en el codo.

Fue ilusa al creer que me estaba protegiendo porque se preocupaba por mí. Solo se preocupaba por su bienestar, ya que sin tu compañero de tributo en los Juegos del Hambre, te podías considerar muerto.

En resumen: sí, me estaba protegiendo pero para salvarse así mismo.

—Siento lo de Jake —me dijo Jaden sin apartar de vista a Jacob. Y de verdad que lo sentía. Su piedad en sus ojos verdes eran la muestra de ello—. Pero... —Giró la cabeza para observar el prado, o lo que quedaba de él, todo lo verde se había teñido de rojo. Luego se volvió hacia mí sin perder el contacto con el entorno—. La gente se muere cuando entra en los Juegos del Hambre. No es algo glorioso ni memorable. No es una fábula donde todos vayamos a salir con vida. —Zach me abrazó más fuerte como si aceptara las palabras de Jaden—. Es la fría y dura realidad que hay que aceptar. No todos los que estamos aquí volveremos a casa, solo dos lo haremos. Pero mientras duremos en el juego, tenemos que continuar hacia delante y hacer lo mejor posible para vengar la muerte de nuestros seres queridos.

—Esto no es ningún cuento de hadas —farfulló Jacob sin emoción alguna mientras se sorbía la nariz bruscamente—. Aquí ni nos vengamos ni nos salvamos, solo matamos. ¡Eso es lo quieren ellos! —Levantó la mirada al cielo y alzó el hacha ensangrentada—. ¿¡Verdad, cabrones!? ¡Esto es lo que queréis!—gritó. Estaba enfadado, indignado contra toda moralidad—. ¡Tomad esto también! —Sabía que nos estaban observando y levantó su dedo medio como un claro insulto a la hora de señalarlos, debía de haber cámaras por todos lados.

—¡Pero fue mi culpa! ¡No actué como me dijo Matthew! —exclamé mientras me acercaba a Jake cuando Zach me soltó, ignorando las blasfemias de Jacob y volví con el el niño fallecido, le cerré los párpados para que descansara en paz, e intenté con todas mis fuerzas no mirar al bulto que se le estaba formando a la altura de su cuello partido—. Está muerto por mi culpa..., soy una inútil.

Jaden entrecerró los ojos mientras se colocaba un mechón rebelde de su cabello castaño que le había caído sobre su frente. Estaba molesto por mis palabras.

—Cato lo tenía todo planeado. No podías hacer nada. —Me puso una mano en mi hombro—. Amber, no es culpa tuya. No eres ninguna inútil.

Mis ojos escocían aún más por su benevolencia.

Jacob resopló.

—Ellos lo que quieren es que nos rindamos. —Zach elevó la cabeza para observarme a los ojos—. Pero no le daremos esa bendición. —A pesar de su corta edad, pensaba como un adulto.

El cabello oscuro y ondulado de Jacob caracoleó con la brisa. Pero esa misma brisa era química. Sabía que eran los propios monstruos del Capitolio quienes la ponían en el juego. Incluso tormentas, huracanes e incendios, cualquier cosa con tal de no aburrir a la audiencia.

El sonido de unos pasos nos sorprendió a ambos pero para alivio de todos, era alguien a quien apreciaba muchísimo.

Era Katniss.

Y llevaba provisiones consigo. No mucho pero si lo suficiente como para que viva unos días más.

Tenía el cabello negro recogido con una trenza larga.

—Siento lo de Jake, Amber —me dijo y su mirada me hizo ver que lo sentía de verdad—. Si le hubiera pasado algo así a mi hermana, yo no...—pausó sin terminar la frase y miró alrededor—. A última hora de la tarde, vendrán a recoger los cadáveres del baño de sangre, después de asegurarse de que los asesinos se hayan dispersado. —Apenas quedaba nadie en el prado. La mayoría ya estaban en el bosque. Estudié a algunos rebuscando entre los cadáveres pero ninguno se atrevió a acercarse a mí aunque sabía perfectamente que no lo hacían porque Jacob y Katniss se encontraban a mi lado, si no, estaba segura de que no tendrían ninguna duda en acercarse a mí para borrarme del mapa.

—Debemos de ir al lago, buscar un sitio alto que nos permita controlar la situación. Así también encontraremos a Peeta y estaremos al tanto de cualquier movimiento o la localización exacta de alguna explosión, para que luego no tengamos sorpresas —explicó Jaden que estaba preocupado por la vida de Peeta.

—No es por ser negativo ni nada pero lo más probable es que esté muerto. —Jacob, como siempre, tan positivo.

De repente, me sobrecogió la idea de que, cuatro de nosotros seis, tienen que acabar muertos para que los otros dos o al menos uno, pueda lograr salir ileso de los juegos.

—Exacto. Además —Katniss me miró con compasión—: no podemos dejar a Jake aquí, lo enterraremos como es debido. —Katniss casi siempre pensaba lo mismo que yo, quizá también, se sentía igual—. Ahora es el momento. Aprovechando que los profesionales se han ido al noroeste, ganaremos algo de tiempo si nos dirigimos ya hacia el lago. —Estaba claro que tanto Matthew como Haymitch habían tenido la misma idea—. En el camino hay mucha vegetación y flores.

Nos pusimos en marcha. Debido a la fuerza que tenía, Jaden llevó a Jake entre sus brazos. Katniss iba en la retaguardia con varios cuchillos para defendernos de algún ataque por los lados —aunque estaban totalmente limpios, no había matado a nadie—. Zach me cogía de la mano y yo iba tras los pasos de Jacob, puede que fuera pesimista pero era muy bueno guiándose en la naturaleza.

Era un depredador en su hogar.

El día de apertura ni siquiera disparaban los cañones hasta que acababa la primera batalla porque les resultaba demasiado difícil llevar la cuenta de los fallecidos. Así que, mientras avanzábamos en nuestro camino, se oyeron los cañones. Uno..., dos..., tres..., y así hasta llegar a once. Once muertos en total, quedan trece para jugar. Me rasqué la sangre seca del rostro.

¿Qué habrá sido de Peeta? Sabía que lo iba a saber en pocas horas, cuando la noche aparezca en el prado y proyecten en el cielo las imágenes de los muertos pero era consciente de que el tiempo era artificial, así que solo anochecía cuando a ellos les daba la gana. Rezaba para que fuera dentro de poco. No podíamos hacer hogueras para ocultar nuestra localización pero Katniss era muy buena actuando en la oscuridad y a mí me venían muchas ideas por las noches. Ideas sobre cómo matar a Cato.

Porque sabía que no podía perder a nadie más mientras yo no hacía nada por defenderlos. La cuenta atrás, en cambio, seguía avanzando dentro de aquel infierno y no mostraba ninguna piedad con nosotros, del mismo modo que yo no mostraría ningún sentimiento de perdón cuando tenga un puñal entre mis manos y a Cato a mi lado.

Are you, are you coming to the tree?
Where a dead man called out for his love to flee.
Strange things did happen here, no stranger would it be.
If we met at midnight in the hanging tree.

Mi mente empezó a divagar mientras la canción «El Árbol del Ahorcado» de Lucy Gray Bird resonaba en mi mente pues ella, como yo, también tenía miedo de pelear en la arena pero jamás se rindió.

Y tampoco lo haré yo.

⚔️¡Espero que os haya gustado!⚔️

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