⇁ 14 ↼

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

「 sᴏʟᴏ ϙᴜɪᴇʀᴏ ᴅᴇsᴘᴀʀᴇᴄᴇʀ 」



Menuda nochecita, pienso, mientras los guardias me dejan marchar al estar en el interior del tren. Veo que desaparecen a paso rápido, y la tensión de mis hombros se esfuma. Sin ánimos de hacer nada más, me dirijo a mi habitación mientras los recuerdos de la fiesta me sacuden la mente. ¿Por qué el rostro alegre y vivaz de Tommy no me deja en paz?

Camino hacia mi cuarto, mientras me pregunto mentalmente porqué el hecho de que Teresa nos interrumpiera el baile, me cabreaba tanto que conseguía que apretase mis manos ocultas en los bolsillos de mi pantalón. Era su amiga desde más tiempo que yo..., ¿Entonces porqué me ponía así? ¿Por qué huía de la fiesta? ¿Por ella, o por Thomas? Negando levemente, me obligo a seguir adelante. Al estar frente a mi puerta, la memoria de la noche del accidente de Alby me invade, y me veo a mi mismo teniendo un ataque de pánico frente a la puerta.

Acaricio el marco de mármol, pensando en lo rápido que se mueven los avox para borrar rastros de cualquier cosa mala que suceda. Un dolor del pasado me envuelve, y me recuerda a la vez en la que vi que vapuleaban varios guardias a Minho por mi culpa.

En aquel tiempo se suponía que íbamos a robar algunas cajas de leche, algo sencillo y un movimiento que llevábamos practicando desde hacía semanas. Habíamos repasado el plan muchas veces, como siempre..., Pero no previnimos la entrada de un Vigilante y me puse nervioso. Dejé escapar una de las cajas en la salida y uno de sus compañeros me descubrió, pero Minho actuó deprisa y ocupó mi lugar. Aquel hombre vestido de blanco no vio que se equivocaba de niño, y si lo hizo, no le importó; lo agarró con fuerza del cabello y comenzaron los golpes. La vara metálica se dirigía una y otra vez hacia su espalda baja, y me vi obligado a observar la escena, impotente y lleno de una gran culpabilidad.

No hice nada por él, y eso me demostró lo cobarde que era. Incluso cuando ya pasaron horas de aquella tortura visual y ya estábamos en mi casa con mi madre curándole las heridas lo mejor que podía, yo era incapaz de dejar de llorar. Recuerdo sentir una de sus cálidas manos sobre mi cabeza, y la forma en la que no dejaba de decirme que no era culpa mía. Minho siempre tan bueno..., pienso con nostalgia, mientras regresaba a mi realidad y terminaba de ingresar a la habitación vacía y solitaria.

Me extrañó no ser recibido por los habituales lametazos de Luna, y aunque le busco por todos los rincones oscuros del cuarto, parece haber desaparecido como la pólvora.

Sacudo mi cabello, no queriendo volver a preocuparme por él. Se me ocurre que puede estar de nuevo con Brenda y Alec, y aquello me ayuda a relajarme un poco. Es un lobo fuerte, y enorme, nadie podría hacerle nada; aquel pensamiento consigue sacarme las ideas locas de mi cabeza, y me lanzo en la cama, realmente cansado de todo. Quiero una noche tranquila, sin presiones y en las que pueda dormir sin tener el miedo de que Alby volverá a estar gritando de dolor en el cuarto de baño. Lo necesito más que nunca ahora que no tengo a Tommy para tranquilizarme.

No me preocupo por cambiarme la ropa y metiéndome en la cama, me cubro con la manta para subirla hasta la barbilla. Cierro con fuerza los ojos, tratando de imaginar el afectivo abrazo de mi madre, las palabras reconfortantes de mi padre y la efusiva sonrisa de mi hermana por haber vuelto a casa y por haber cumplido mi promesa con ella. Consigo de milagro relajar por completo el cuerpo, y caigo dormido de inmediato.

No obstante, y a pesar de querer pasar la noche en calma y con las bonitas ilusiones de mi familia brindándome de ese amor que me parece tan lejano, en la madrugada un ruido me despierta y acabo por levantarme con el alboroto que después, descubro que es por culpa de mi mentor.

Aquello hace que apriete mis manos escondidas entre las sábanas, porque verle con dos botellas en la mano y gritando mi nombre a pleno pulmón, me parece increíble. No entiendo cómo demonios ha sido capaz de meter su huella estando borracho. Rápidamente me salgo de la cama con el propósito de echarle, pero nada más estar con él, este me agarra de los hombros con fuerza y su aliento desprende un olor a champán muy fuerte. Sacudiendo la cabeza, trato de apartarle de mi lado, pero detengo mis movimientos cuando apoya su cabeza en mi pecho.

Nos quedamos quietos por unos momentos, y aunque trato de hablarle o de analizar la situación, cualquier cosa que se me ocurriese queda en el olvido al ver como se estremece. Me nace la preocupación al verle de aquella forma, más cuando bajos sollozos se le escapan de los labios. Mi corazón se estruja, y puedo notar cómo su agarre se vuelve más liviano.

—Mitch, oye... —Mi voz suena suave, delicada, y es lo que busco. 

Parece reaccionar ante mi llamado por unos segundos, pero pronto vuelve a negar con fuerza y golpea su frente contra mi pecho varias veces. Confundido ante su comportamiento, trato de sacudirlo a ver si así consigo sacarle del estupor de la bebida, pero lo empeoro. Me mira con esos ojos alocados y algo rojos, y su rostro muestra desesperación absoluta. Jamás lo había visto de aquella forma.

—¡Tendría que haber muerto en los juegos! ¡Tendría que haber dejado que Kimberly me matase aquella vez! ¡Fue mi culpa que ellos murieran! ¡Solo mía! —Su arrebato de gritos me saca de lugar y me duele entender que se refiere a su familia.

Es verdad que sigo sin conocer la historia al completo, pero soy consciente de que por su victoria y ante el descontento de los presidentes al considerarlo como trampa, asesinaron a los que quería sin pudor. Recuerdo haber tenido doce cuando programaron sus juegos; según mi padre, fueron tan sangrientos que por eso no nos permitieron a Lizzy ni a mí verlos. Aun así, recuerdo haber estado en su recibimiento y haberlo visto en la fiesta del 12. 

Dos años más tarde de aquello, fue cuándo nos salvó el pellejo a Minho y a mí; en ese momento en el que pude mirarlo a la cara con una cercanía que aseguraba en aquel tiempo que no se repetiría, descubrí que sus ojos seguían igual de muertos y tan parecidos a los que tenía al llegar de la arena. Aunque era más joven e ingenuo que ahora, supe que eso no cambiaría en él y que jamás sería capaz de recuperarse de una perdida como la suya. No me equivocaba, ahora me daba cuenta de todo el peso que parecía llevar encima y de que la soledad lo estaba matando lentamente.

Mientras trato de encontrar las palabras exactas que puedan ayudarle, pienso en lo mucho que dudo de que alguien fuese capaz de enterarse de cuándo los del Capitolio se atrevieron a asesinar a su familia. Haymitch ha tratado de salir adelante lo mejor posible, aun cuando cayó en la bebida, lo sigue intentando cada día y eso es realmente admirable. No se rinde incluso después de entrenar a tantos tributos y de que murieran bajo su tutela. Esto me hace pensar en que al ganar Brenda y yo, consiguió tener una victoria para alentar su frágil corazón. 

Mis brazos se mueven solos, y atrapo su espalda, intentando darle todo ese apoyo que se ha negado a recibir durante tanto tiempo. Esta vez necesita que otra persona sea la fuerte, y espero poder serlo para él. Trato de no presionar demasiado en el agarre, ya que no pretendo que se sienta asfixiado.

Pero este no se inmuta, llora más fuerte, y en aquel frío de la noche mientras susurros de voces del pasado ingresan en nuestras memorias, el corazón se me parte al verlo sollozar como un crío. Aún así, soporto mi dolor y mis lágrimas, y simplemente me dedico a hacerle notar que estoy con él, a su lado, y que no le voy a dejar solo.

Un rato más tarde, después de cerrar la puerta de la entrada que mi mentor había dejado abierta de par en par, termino por arroparle con mis sábanas y observo su figura cansada sobre mi cama en la que duerme. Su expresión es calmada, apacible, y quizás por primera vez después de días muy tensos, ahora sí parece el joven de veintiún años que se supone que es.

Miro la hora en el reloj digital que se encuentra encima de la mesilla de noche, y marcan las cinco de la mañana. Con un largo suspiro, me agito el cabello y sin ánimos de molestar a mi mentor, me acomodo en el suelo, encima de la alfombra y reposando mi espalda en el pie de la cama, trato de dormir un poco. Sin darme cuenta, sucumbo en un profundo sueño al escuchar las suaves respiraciones del hombre que considero mi hermano mayor.




Siento un cosquilleo en la mejilla que consigue que abra los ojos poco a poco, y al ubicarme y recordar que estoy en el suelo porque mi mentor está durmiendo en mi cama, descubro que ante mi está Selene, la chica que sustituye a Alby; está tocando mi mejilla con su dedo índice, y sigue dando golpecitos en esta, a pesar de que ya esté despierto.

Algo extrañado, aparto su mano con un movimiento suave y termino por incorporarme. Ella se aparta con rapidez, dejando espacio entre nosotros y trato de mostrarle una sonrisa alegre; lo consigo por poco. Ella permanece con su rostro impasible.

—Buenos días, Selene, ¿has venido a despertarme porque ya está listo el desayuno? —Asiente ante mis palabras, y al mirar la hora, veo que ya son las nueve de la mañana.

Genial, ya llegaba una hora tarde a comer con los demás. Al devolver la vista con la avox, la veo fisgoneando el cuerpo dormido de mi mentor y muestra una imperceptible sonrisa, que me hace pensar que le divierte la posición del hombre. Carraspeo para llamar su atención, y recuperando su posición rígida, me mira. No pretendo asustarla, así que alzo las manos, divertido.

—¿Quieres saber porqué Haymitch está aquí? —Sus ojos se mantienen igual de fríos, pero algo me dice que espera por mi respuesta.

Suspirando, mientras aparto las cortinas de las vidrieras para dejar que entre la luz, le digo: —Ayer vino borracho, y se quedó dormido en mi cama. Aunque lo intenté por todos los medios, despertarlo fue una tarea imposible. Me rendí, y sin darme cuenta, acabé en el suelo.

No quiero dejar en ridículo a mi mentor, así que optar por cambiar un poco la historia no está tan mal. De todas formas, no hay manera de que ella sepa la verdad y de que en realidad estaba consolando al hombre. Asiente escuetamente ante mis palabras, y no tarda en darse la vuelta para disponerse a salir de la habitación en vista de ya haber cumplido con su trabajo.

Sin embargo, siento que debo afianzar mi relación con ella, y por eso me decido a acercarme con rapidez con una mano extendida, tratando de detenerla. Pero no la sorprendo y apartando mi mano de golpe, sostiene mi camisa con fuerza. Me toma por sorpresa, y me confunde su mirada de total desaprobación.

Descubro que se dirige a mis ropas, y sin ser capaz de preguntarle, se me escapa. Sale de la habitación en su inusitado silencio de siempre. Me doy una vista por encima y me doy cuenta de que lo mejor es cambiarme. Me dirijo al guardarropas y termino por sacar de allí un pijama nuevo y oscuro. Dándole una escueta mirada a mi mentor, decido que lo despertaré al salir de la ducha rápida.

Cómo preveía, no tardo mucho y secándome el cuello con una toalla blanca, salgo del cuarto del baño. No quiero tardarme más, así que me encuentro con el hombre y comienzo a sacudirle el hombro con fuerza; pero a pesar de mis intentos, no funciona. Opto por llamarle esta vez.

—¡Haymitch, despierta! ¡Es hora de levantarse! —Su ceño se frunce ante mi insistente voz, pero no me detengo a pesar de saber que le molesta.

Continuo con mi propósito sin darme cuenta de la manera imperceptible en la que su mano derecha se mueve oculta por sus ropas. Comienzo a hartarme en la vigésima vez que pronuncio su nombre, pero me quedó helado y un sudor frío me recorre la frente al sentir algo afilado bajo mi garganta. Sus ojos se abren, pero son oscuros y parecen cegados. Eso me demuestra que se encuentra en un estado inconsciente, y aún así, pleno de sus facultades. Trato de no hacer movimientos brucos y de apartarme, pero su mano libre me agarra del cabello con rapidez. Un quejido sale de mis labios cuando tironea de este con rabia.

Rápidamente coloco una de mis manos sobre su pecho haciendo presión, tratando de alejarme todo lo posible. La otra se ocupa de ejercer fuerza sobre el brazo que amenaza con cortarme la garganta; le llamo de nuevo, deseando que me escuche y que despierte.

—¡Haymitch, detente! ¡Soy yo, Newt, por dios! —Aquello parece hacerle entrar en razón, porque deja de presionar el arma contra mi cuello y parpadeando varias veces, muestra un claro desconcierto.

Siento algo escurrirse hasta mis clavículas, y por seguro sé que me ha hecho una herida. Aún así, y a pesar de lo sucedido, me alegra verle en sus cabales. Le muestro una sonrisa, sin saber qué en su interior el miedo le nace, y que la miseria y la desgracia se apoderan de su mente.

—Soy yo, Haymitch... Tranquilo, estás a salvo, ¿me escuchas? —Mira el arma de sus manos, que está un poco manchada de mi sangre y la aparta lo más lejos posible, pero sin dejarla caer sobre la cama.

Por suerte, no ha llegado muy lejos; razón por la cual el alivio me invade y me dejo caer en la cama, con un suspiro grave. Estoy de espaldas contra ella y mirando al techo, pero cuando siento un movimiento a mi lado, descubro que Haymitch se dispone a salir de la habitación.

Sintiendo un vacío en mi pecho, me incorporo para detenerle. Llego a alcanzarle cuando ya está abandonando el arrellano en el que se sitúa mi cama, y le sostengo de uno de sus brazos tensos. Este trata de sacudirse, pero al momento sé que no voy a dejar que se vaya cuando entiendo que se arrepiente y de que se avergüenza por su comportamiento. Es como un libro abierto, aunque trate de ocultarlo puedo leerlo a la perfección; más en situaciones vulnerables cómo esta.

—¡Oye, qué no pasa nada, demonios! ¡Estoy bien! ¿Lo ves, lo ves? —Trato de que me mire, pero su respuesta está llena de una evasión absoluta.

—¡Tú no entiendes nada, maldita sea! ¡Siempre eres así con todo el mundo, ocultas tu dolor y tratas de hacer sentir mejor a los demás! ¡Pues déjame decirte que conmigo no funciona esa mierda! —Me empuja bruscamente, y trastabillo unos pasos hacia atrás por la sorpresa.

No entiendo a qué viene todo aquello porque le he dejado en claro que no hay ningún problema con lo que ha pasado, pero no parece escuchar. Me empuja una vez más, y esta vez me duele allí dónde me ha tocado. Aún así, viendo lo cerca que está de la puerta, pienso en qué si permito que se vaya, se culpará más todavía; lo conozco mejor que nadie. Me apresuro en llegar a su lado, y cuándo mis dedos vuelven a sostener su brazo izquierdo, solo quiero que me vea y que deje de meterse en ese agujero oscuro del que creo que no va a poder salir esta vez.

—¡Deja de decir tonterías, Mit... ! —Cualquiera de mis intentos se interrumpen al no verlo venir.

Vuelve a sobrecogerme con su rapidez y cuándo se da la vuelta para que nuestros rostros se encuentren, descubro que el suyo está consumido por una rabia sin límites. Sus labios se fruncen, y sus ojos son cegados por un odio y por un resentimiento desconocido para mí. Cuándo alza una de sus manos, no puedo detenerle.

Todo pasa muy deprisa, y lo siguiente qué sé es que me ha dado una bofetada que llega a voltearme el rostro por completo. Allí dónde me ha golpeado lo siento caliente y por el dolor que se reparte, algunas lágrimas se asoman por mis ojos. No las dejo caer, no puedo hacerlo.

Sin saber cómo reaccionar, le vuelvo a dirigir la mirada, con un claro desconcierto encima. El silencio en la habitación no dura mucho cuando parece que el último tornillo de su cabeza se ha soltado y me grita.

—¡No vuelvas en tu vida a llamarme de esa maldita forma, Daryl! —Nuestras respiraciones agitadas son lo único que se escucha, y muestro confusión al escuchar cómo me ha llamado.

Mi pecho se mueve de forma brusca, y siento que me falta el aire. Sus palabras me sacan de lugar. ¿Daryl? ¿De quién demonios hablaba? ¿Con quién me confundía? 

—Haymitch, ¿qué...?

Pero no me responde, me ignora por completo y chasqueando la lengua con fuerza y mandándolo todo al demonio, sale de la habitación con el cuchillo en mano. Yo maldigo en bajo por todo aquello y por lo mal que me siento conmigo mismo, pateo la puerta ya cerrada, y solo quiero desaparecer. 




Cuando me reúno con los demás, estoy como nuevo, salvo por una tirita en el cuello que oculta la herida de antes. Sobre mi mejilla coloqué un poco de la base que me dejó Bellamy, y tratando de no mostrar mi incomodidad, coloco una máscara de alegría. Agradezco que nadie pregunte sobre ella, a pesar de que sé que la han visto.

Mientras tomo asiento, siento alivio por el hecho de que solo quedan dos distritos por ver, y según la nueva información por parte de Effie, unas nuevas entrevistas y la visita al Capitolio. Después de eso, seremos... ¿libres? De solo pensarlo se me revuelven las tripas, porque sé que eso no llegará a suceder nunca.

—Qué pereza me da arreglarme otra vez, ¿no podríamos ir con cualquier cosa esta vez? —pregunta Brenda, quién termina su tazón de cereales.

Effie trata de no ofenderse ante la pregunta tan desagradable, y no puedo evitar compartir una pequeña carcajada con mi amiga, porque todos lo deseamos. Sin embargo, sabemos que por la fría mirada de la mujer joven, es un no rotundo. Siendo sincero, me sorprende saber qué me esperaban todos para desayunar, incluso habiendo llegado una hora más tarde. De ahí a que no puedo evitar que de nuevo, esa sensación agradable se apodere de mi. 

—Solo quedan dos distritos, chicos, además... ¡Estamos guardando los mejores vestidos y trajes para el final! —Eso me hace pensar en que es muy posible que vea a los presidentes en pocos días.

La idea no me entusiasma, por supuesto, pero..., Me doy ánimos diciéndome en la cabeza que es el último paso para poder reencontrarme con los que quiero. Muestro algo de emoción a la mujer, porque de nuevo, no quiero que se sienta ignorada. 

—No tienes ni idea de las ganas que tengo de llegar al Capitolio —comento, y parece que todos mis amigos son capaces de leer entre líneas, porque no tardan en reírse en bajo.

Effie, azorada, no entiende que pasa, pero comparta su sonrisa alegre y bebe otra taza de su café. Los demás siguen comiendo, mientras noto la falta de Luna. Al momento miro a mi amiga Brenda, y esta hunde sus hombros. Un miedo se instala en mi pecho, confundido sin saber en dónde se puede haber metido. Thomas encuentra mi mirada llena de preocupación, y da una vista alrededor; no tarda en descubrir qué me pasa. Se levanta de la mesa al mismo tiempo que yo, y sé que buscaremos a mi lobo de inmediato. Sin embargo, no esperaba que un guardia apareciese detrás de mi y me obligase a recuperar mi puesto.

Con solo sujetarme el hombro derecho, me devuelve al asiento de golpe. Los demás parecen querer reaccionar, más cuando sigue oprimiéndome y me hace daño. Aun así, no dejo escapar ningún sonido y sacudiendo mi hombro, levanto una mano para detener a los demás y me hacen caso. El ambiente se respira tenso, y odio que pasen estas cosas que solo consiguen estropearme todavía más la mañana.

—Tranquilo fiera, entiendo el mensaje —le contesto logrando que me suelte por fin.

Se separa de mi lado y recupera su posición en la esquina izquierda de la habitación. Trato de no hacer contacto visual, y sigo comiendo las gachas del desayuno. Los demás imitan mis acciones, pero noto desde lejos su incomodidad y confusión. Aun así, la voz de Teresa consigue distraernos y agradezco su intento de que pensemos en otra cosa.

—Por cierto, ¿alguien ha visto a Haymitch? Es muy raro que se salte el desayuno cuando sirven los huevos con tocino. —Heather bebe un trago del zumo de manzana y la mira, sin entender.

—¿Por qué es raro? Casi ni desayuna. —La mención del hombre, no logra calmarme y solo me trae memorias de momentos antes. Sin darme cuenta, aprieto el mango de la cuchara.

—Porque son sus favoritos, ¿verdad, Effie? —Esta asiente, y diviso la duda familiar instalada en sus ojos.

Muerdo mi labio inferior, y por puro milagro no salto ante el agarre de Ethan sobre mi pierna. Sin darme cuenta, la estaba moviendo continuamente de una manera nerviosa. Trato de conectar nuestras miradas, pero este no me la devuelve en ningún momento; por el rabillo del ojo, veo que sostiene la mano izquierda de Heather, quién aplica una fuerte presión.

¿Nos estaba calmando a los dos? Dudo al principio de que lo haga, pero su expresión relajada me da la sensación de que debo confiar en su juicio. Además, no me llega a incomodar la invasión de privacidad porque como ya lo considero de mi familia, ahora lo veo cómo a un hermano.

El tiempo pasa volando en el vagón comedor, y para cuando nos incorporamos todos de la mesa bajo la mirada atenta de los avox y los guardias, nos preparamos para salir. Effie se acerca a Teresa, y mientras comentan en bajo qué peinado piensa llevar en la fiesta del 2, son las primeras en abandonar la sala. Thomas se ve obligado a adelantarse por el agarre de Brenda en su brazo, y yo me veo acompañado de Ethan y Heather. Ambos se encuentran a mi derecha y por sus miradas furtivas, comprendo qué tienen dudas sobre lo que ocurre. 

Planeo tomarme todo aquello con calma, porque no quiero pensar en que nada malo está ocurriendo, pero ya cerca de la salida, lo que ocurre me infunde muchas más dudas que antes.

Justo cuando Thomas y Brenda están apunto de salir por las puertas transversales, y nosotros nos encontramos siguiéndoles por detrás, paso al lado de un guardia y veo su treta, incluso antes de que pueda hacerla. Distingo cómo, de una forma sospechosa, comparte mirada con su compañero posicionado del otro lado y al instante es obvia la forma en la que mueve una de sus piernas, la cual solo busca hacerme una zancadilla. Al principio pienso en esquivarla y mostrarme más cool que de costumbre, pero recuerdo que no estoy solo y en qué mis acciones podrían tener más consecuencias de las requeridas.

Mordiendo mi mejilla interior, me dejo tropezar y caigo al suelo de golpe, bajo las exclamaciones sorpresivas de mis amigos. Thomas quiere devolverse, pero Brenda lo retiene consigo y todos los presentes escuchamos las risas burlonas de los agentes de la paz.

Aquello consigue que la humillación me arda en las venas y me imagino a mi mismo saltando sobre ellos y rompiéndoles las mandíbulas, sin embargo, detengo cualquier intento de vengarme, y respirando con fuerza, una y otra vez, rechazo la ayuda de Ethan y me levanto para sacudir mis rodillas. Los guardias dejan de carcajearse y el silencio se instala en la sala.

Sonrío a mis amigos y pasándome una mano tras el cuello, digo: —¡Pero qué torpe soy, dios!

Ethan tarda en cogerlo, pero Heather pronto se ríe al entender mi mensaje subliminal: «Ignoradlo, y seguid». Todos siguen su ejemplo y salimos de la estancia entre risas falsas y una fingida e hipócrita alegría. Cuando las cámaras del Capitolio parecen tomar interés en Thomas y Brenda que están dándose empujoncitos cariñosos, Ethan sostiene uno de mis brazos con Heather, y atravesamos un pasillo hacia la derecha; dirección que no lleva a mi cuarto, por supuesto. Nos ocultamos de las cámaras, y Heather no tarda en susurrar lo que pienso.

—Aquí está sucediendo algo muy raro. ¿No hay rastro de Luna ni de Alec, y de repente los guardias la han tomado contigo? Chicos, esto me preocupa. —Ethan muerde una de sus uñas y dice que, a pesar de nuestras dudas, no podemos hacer nada más que esperar.

—Tiene razón, no podemos adelantarnos a los hechos. —Les voy comentando, mientras me doy le vuelta y entonces, cualquier idea posible que se me pudiera ocurrir, desaparece al encontrarme cara a cara con Janson.

Este sonríe y, después de mucho, no va a acompañado de ningún guardia. Nos quedamos en silencio unos segundos, pero pronto me cruzo de brazos y haciendo un movimiento imperceptible con la cabeza, espero que Ethan y Heather entiendan el mensaje de que se marchen. Al principio dudo de que se hayan enterado, pero pronto escucho la risa (por completo falsa) de mi amiga Heather y esta tira del brazo de Ethan, adelantándonos.

—¡Tienes que ayudarme a escoger el peinado, Eth! ¡Nos vemos, Newt! —Y trato de ocultar la sonrisa que me nace al ver que han ignorado por completo a mi estilista.

Ahora, estando los dos solos, nos observamos atentamente y alzo una de mis cejas, instándole a que me diga para que ha venido. Este suspira gravemente, sin romper su postura rígida y me dice: —Tu querido lobito y pajarraco están en mi posesión ahora. No pretendía llevármelos, pero he pensando que es un buen escarmiento por lo del avox ese. Es claro que no sabemos si eres el culpable, pero fallaste al intentar arreglarlo por tu propia mano.

Aquella noticia me cae gorda, y aunque trago grueso, procurando no enfadarme, asiento con seguridad. Este muestra sorpresa ante mi reacción, y continua.

—Se te devolverán el día del embarque de vuelta a casa. —Y con aquel último anuncio, da media vuelta y desaparece del pasillo.

Tengo que apoyarme en la pared del corredor, porque siento que las fuerzas me abandonan al descubrir la noticia. Me tiemblan las rodillas y no puedo dejar de pensar en qué les he fallado, a los dos. Una presión se apodera de mi, y siento que me falta el aire. Trato de cerrar los ojos, de calmarme, pero nada me ha ido bien desde que me levanté y eso me destruye por dentro.

¿Será que puedo confiar en las palabras de mi estilista? ¿Será que no miente al decirme que lo volveré a ver? Respirando hondo, me digo que tengo que hacerlo, que no tengo ninguna otra opción más. Mi alrededor deja de verse de una forma borrosa y se acomoda de nuevo; me recupero tras unos tensos segundos, lo que me sirve para pensar y analizar las cosas con más neutralidad.

Con paso seguro, abandono la estancia con la idea de mantener aquello en secreto. No quiero provocarle problemas a más gente, y al pensar en que ha sido en parte mi culpa, sé que es lo mejor. Regreso a mi cuarto, procurando no debilitarme en el camino al pensar en lo solo que me siento al no escuchar el suave raspar de las zarpas de Luna, ni el canturreo constante de Alec. Imaginarme las consecuencias en las que pueden encontrarse, no mejora las cosas.

Pronto me encuentro en la seguridad de mi cuarto, en dónde Bellamy, Raven y Terence me esperan, y les sonrío lo mejor que puedo. Todo va a estar bien, me digo intentando creerlo mientras me junto con ellos, pero en el fondo sé que se trata de una gran mentira.




Las apariciones consecutivas en los distritos 1 y 2 son horribles por méritos propios. Bethany y Damon, los tributos del 2, podrían haber vuelto a casa si no hubieran muerto en una guerra por la supervivencia. Nuestra visita fue algo efímera, pero en aquel podio, trato por todos los medios de evitar mirar a sus familias. El dolor en sus miradas solo me recuerda la suerte que tengo de estar vivo. No es agradable darse cuenta de que todo depende por gracia del destino.

El distrito 1 es diferente al 2, es más hostil y menos acogedor que cualquier otro. El ambiente es tenso lo veas por donde lo veas, y no hace la atosigante situación mucho mejor. Pero de nuevo, esta se me pasa rápido y más cuando los agradecimientos preestablecidos se encarga de darlos Galliard, como tributo ganador. Es en ese momento, rodeado de las personas que quiero y de las que no, que me siento muy fuera de lugar.

Las cámaras nos rodean por doquier y me siento alguna especie de muñeco de trapo que está bajo el ojo de todo el mundo; tampoco es agradable. Por suerte, todo pasa rápido y la fiesta es corta, para sorpresa de todos los tributos. Según Bellamy, es porque tienen que prepararlo todo para la llegada al Capitolio que se realizará al día siguiente, y bueno, nadie se queja por ello.

No he vuelto a hablar con Janson, ni con Haymitch —del cual he tratado de sacar el nombre de Daryl de mi cabeza sin mucho éxito—, y mucho menos con Thomas. No tengo ningún tipo de problema con este, cabe destacar, pero... Desde la fiesta, Teresa se le pega todo el rato y es un mensaje claro para mí: no te acerques. Eso es lo que me dice con la mirada. No la culpo, ha perdido mucho tiempo con su mejor amigo, y además, tengo muchas cosas encima como para preocuparme por el hecho de seguir afianzando mis lazos con el chico del tres.

Los demás siguen igual, eso lo agradezco. A pesar de que me han preguntado estos días por el paradero del lobo y el pájaro muto, he conseguido evadirles todo lo posible. De todas formas, sé que no durará mucho, porque después de la visita al Capitolio, no tardaremos en ir a casa.

Al regresar al vehículo del Capitolio, todos regresamos a nuestras habitaciones y aunque Brenda y Heather tratan de retenerme con ellas, quién sabe para qué, consigo huir hacia mi cuarto. No obstante, me equivoqué al creerme en privacidad, porque nada más entrar me encontré con aquella mujer de cabello plateado que no veía desde mi llegada al tren: Jeanne Trinket, la hermana pequeña de Effie. Muchas dudas me asaltan al cavilar en porqué razón no se ha mostrado ante los demás, y dudo mucho que Effie se haya reunido con ella.

—¿Qué haces aquí? —pregunto, cohibido ante la idea de que sus ojos parecen taladrarme hasta el alma.

Sin embargo, desde la desaparición de Luna y Alec, algo ha cambiado. Siento más pesado todo desde aquel día en que me dieron la noticia y tengo una enorme necesidad de verles. Me reposo sobre la mesa de noche, y ella se acomoda el largo vestido con detalles dorados. Su cabello se encuentra en una corona de trenzas y lleva un maquillaje brillante, del cual destacan sus labios, que están pintados con una barra blanca que forma una línea por la mitad y que los separa.

Es hermosa, de eso no hay duda, pienso mientras trato de relajar los hombros.

Veo cómo se decide a sacar algo del doblaje de su vestido, y me tiende un pergamino al acercarse hasta mí, y estar frente a frente. Me siento extraño al estar solo junto a ella, pero no queriendo hacer las cosas más incómodas, lo tomo con tranquilidad. Su mirada clara no aparta la vista de mi persona, y siento estar al frente de alguien con mucho poder, de alguien cómo..., Leo el pergamino.

"Debes de confiar en esta mujer, Newt. Me ayudó a infiltrarme en las instalaciones del Capitolio. Fue gracias a ella que pude crearte al lobo que te acompaña; así que créeme, ella es de fiar."

—Rick Grey.

Me estremezco al tener en mi poder una carta de mi padre; desde hace semanas no he tenido noticias de ellos, pero saber aquella verdad me alivia de una carga incomprensible, y tengo que hacer fuerzas de flaqueza para no soltar lágrimas. Tener noticias de él, por escuetas que sean, me ayuda a recomponerme y a alzar la cabeza, agradecido de saber por fin porqué motivo Luna no me atacó la primera vez. Sin embargo, al recordar qué me lo han arrebatado y que probablemente le hayan herido al ser algo salvaje, me pone de los nervios.

El saber que es un regalo de mi padre, consigue que me prometa a que cuando me lo regresen no lo perderé de vista ni un segundo. Jeanne recoge el pergamino, y mantiene esa sonrisa regia.

Confundido, no tardo en hacerle esa pregunta que hace dudar a mi corazón.

—¿Por qué le ayudaste? —No me interesa de dónde viene, ni cómo se conocieron, y al presentir que nuestro tiempo juntos es breve, prefiero que me conteste al tema que más me preocupa.

Ella se mantiene en silencio unos segundos, férrea y en silencio absoluto. No obstante, pronto se suelta un poco de su estática posición y me dice: —Le debía un favor a Haymitch.

Y sin más, abandona la habitación con aquella verdad insoldable que me trastoca mi mundo por completo. La puerta se cierra con su salida, y no puedo dejar de pensar en lo mucho que mi mentor se ha metido de por medio en mi vida; me duele pensar en que, de nuevo, no nos hemos hablado por días y siento su presencia lejana, distante, y aquello solo consigue que me decida por tomar las riendas de aquello, y de que salga a buscarle.

Sin embargo, menuda sorpresa me llevo cuándo nada más abrir la puerta, me lo encuentro delante de mí con aquella expresión dudosa. Esta vez no lleva ninguna botella en la mano, y su rostro serio me lo demuestra. El silencio nos embarga, y los recuerdos de aquel día me embargan en una pena enorme; siento su antiguo golpe en mi mejilla, cómo si me lo hubiera dado de nuevo, y le dejo pasar borrando aquellas sensaciones de mi interior.

No se adelanta mucho de la puerta, y aquello me pone más nervioso de lo normal. El frío de la noche nos sobrecoge a ambos, y cuando planeo acercarme, no lo sé, quizás a dar el primer paso, este gira sobre sus zapatos de cuero y una expresión dura se coloca sobre su rostro. Me quita las palabras de la boca, y siento que de nuevo, no debo interrumpir su momento de valentía. Aunque tengo muchas ganas de decirle que no tiene porqué hacerlo, ya está hablando.

—Siento mucho lo que pasó hace unos días, Newt..., Las cosas no salieron como planeaba. Hice un total ridículo al llegar a tu cuarto borracho y soltarte esas cosas incompresibles... —Humedece sus labios, mientras retuerce sus manos con fuerza. Quiero tranquilizarle, pero no tarda en continuar—: Y luego..., después de que me permitieras quedarme en tu cuarto, actúe inconscientemente y casi te hago un daño grave, perdóname.

El hombre baja la mirada, totalmente arrepentido y muerdo mi labio inferior, sintiéndome mal al verle de aquella manera tan derrotada. Salto de inmediato cuando veo la forma en la que aplica más presión sobre sus manos.

—Pero todo salió para bien..., No pasó nada malo, no tienes porque...

Pero no me dejó terminar, regresó su mirada al frente y por alguna extraña razón, supe que no se volvería a repetir un momento como este.

—Tengo, te hice daño y soy tu mentor, perdóname. —Asiento ante sus palabras, mientras sus hombros se terminan de hundir y lo veo más relajado que nunca. Una buena señal, por supuesto—. Y lo de después..., Ya sabes, cuando te llamé...

Veo claramente lo mucho que le cuesta decirlo, y gracias al cielo, me permite acercarme. Cara a cara, termino por sostenerle de un hombro, intentando darle fuerzas. Este suspira agradecido, y aunque le digo en bajo que no tiene porque decírmelo, aun así, se sincera conmigo.

—Daryl era... mi hermano pequeño. —Era algo que suponía, por la forma en la que hablaba de él, era algo muy obvio. 

Asiento, no queriendo saber nada más, pero este se suelta de mi agarre y aprovechándose de su ventajosa altura —porque es más alto que yo por unos cuántos centímetros—, me sostiene de las mejillas. Me toma de improvisto, pero no me produce incomodidad su cercanía. Mantiene nuestras miradas conectadas y juro que jamás he visto a nadie nunca mostrar una faceta tan rota de su personalidad, tal y como él lo está haciendo.

Sus manos se sientes calientes en mis mejillas, y aunque le digo en bajo que ya es suficiente, que no se torture más, mantiene su agarre. Hoy más que nunca noto la familiaridad con la que me toca, lo cerca que estamos me ayuda a darme cuenta de lo bien que me siento a su lado.

—Me recuerdas tanto a él... —suelta como si nada, y me siento triste al pensar en que ahora me ve como su hermano pequeño. Bajo la mirada mientras me digo mentalmente que no es bueno que me considere como tal; pero no me atrevo a decírselo a la cara—. Y si siguiera con vida, tendría tu misma edad ahora.

No quiero saber nada más del tema, no quiero pensar en lo pequeño que sería al morir, y mucho menos en que mientras yo me la pasaba jugando con mi hermana y haciendo el tonto, Haymitch estaría intentando superar una pérdida que era imposible. Aun así, pronto me atrae más la atención cuando me aprieta un poco las mejillas y me obliga a conectar miradas una vez más.

—Pero no quiero que sientas que eres mi segunda opción, o algo parecido. Sé quién eres, Newt, y antes de que te hagas ideas equivocadas, nunca sería capaz de anteponerte una responsabilidad como esa. —Me suelta finalmente, y me muestra la sonrisa más genuina que puede—. Eres diferente, chico, y si te considero cómo a un hermano pequeño no es porque te veo en él..., Es porque te has ganado mi aprecio a pulso y porque quiero que así sea, ¿hablo claro?

Asiento una vez más, notando que los recuerdos amargos de aquel día desaparecen, y que aquel buen ambiente entre los dos regresa con más fuerza que nunca. Sin poder evitarlo, le abrazo.

Al principio se queda pasmado como una estatua, pero no tarda en estrujarme cuando se recupera de la sorpresa. Siento sus brazos acobijarme y rodearme la cintura, aquello me hace sentir bien. Me hace pensar que soy capaz de todo, y me brinda de ese apoyo que tanto me ha faltado en los últimos días. «Esto se siente genial», pienso al separarnos.

Se marcha un rato después de asegurarse de que he comido bien y de que todo está en orden en el cuarto. Lo último que hace antes de desaparecer por el pasillo, es darme una caricia en el cabello y revolverlo. Una enorme sonrisa se apodera de mi rostro, y siento que puedo tener una buena noche y que las horribles pesadillas rutinarias no me invadirán hoy.

N/A → Aquí les traigo un nuevo capitulo, que espero que les haya gustado mucho.

Les cuento: Haymitch en los juegos del hambre original, perdió a su madre, a su novia y a su hermano pequeño, pero como nunca especificaron sus nombres, me pareció justo ponerlo en la mía. Me venía como anillo al dedo, ustedes entienden :3.

Sin nada más que decir, solo quiero recordarles que lo jugoso está por venir y que espero que sigan a mi lado. ¡Los amo mucho, recuérdenlo!

Se despide xElsyLight.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro