Aᴢᴜʟ ᴇxᴛʀᴀɴᴊᴇʀᴏ

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| Foreign blue |

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│ Bʟᴜᴇ Bɪʀᴅ - Iᴋɪᴍᴏɴᴏ Gᴀᴋᴀʀɪ │
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«Un día abrirás los ojos y no reconocerás el mundo; el cielo será de un azul distinto, el aire te intoxicará, y caerás en la desesperación»

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|Quiero volver|

Capítulo II: «Azul extranjero»
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Hinata abrió los ojos renuente, la cálida luz filtrándose a través de la ventana extrañamente no molestaba sus iris pálidas -el fuego es natural-; una curiosidad del byakugan. Su cuerpo atormentado agonizaba en intervalos de dolor relativamente escasos, lo cual le pareció extraño si consideraba el daño que recibió por parte del enemigo.

(Su dōjutsu activo detalló con viciosa precisión el momento exacto en que ése hombre le fracturó una de sus costillas; la agonía aguda que resultó de eso fue repugnante.)

(Afortunadamente -desafortunado- el dolor no se había comparado en lo absoluto con el sello del pájaro enjaulado grabado en su frente. Ni remotamente cerca.)

Estudió la habitación, cuatro paredes, sin estampado o algún otro matiz que contradijera al blanco; una ventana y una puerta, simétricas y sencillas; el cuarto en cuestión poseía un aspecto moderno estándar que sólo había visto de segunda mano en revistas cuando compraba catálogos de jardinería, fotografías de diseños extranjeros dignos de mención.

(En su mayoría pertenecen a Kumogakure, debido a su alto desarrollo sociocultural, económico y tecnológico suelen permanecer a la vanguardia. Jamás tuvo la oportunidad de hacerse de alguna de ésas revistas; la sola mención de la aldea de la nube dentro del complejo Hyūga le haría merecedora de un castigo severo.)

(No fue lo suficientemente masoquista para buscar un motivo y activaran la marca; una sola vez había dejado claro el mensaje. No podía comprender como Neji soportó ése tormento de forma voluntaria, sólo por ser incapaz de dejar de lado su orgullo. Oh, su amado y cruel hermano mayor.)

Una alarma interna se disparó en un estremecimiento, ¿dónde están Ino y Sakura? ¿dónde se encuentra? Era un hecho inequívoco que se trata de un hospital, pero ¿dónde? No se encontraba en Konoha, tampoco debía ser una aldea ninja considerando que se encontraba en un hospital en lugar de una celda. Notó el dispositivo de intravenosa a su costado, su aspecto fue demasiado... ajeno. Una caja aplanada presumiblemente electrónica enmascarada con vidrio oscuro estaba montada en la pared, ¿que era ésa cosa? Inquieta, entrelazó sus dedos en un sello, activando su byakugan.

Su siguiente emoción, fue un huracán de pánico aberrante que se arremolinó en sus entrañas; sus manos titiritaron como su boca pequeña que se estremecía en un parloteo imaginario, ¿dónde se encuentra?

El espléndido y nítido radio de 5 kilómetros que su dōjutsu activo detalló en ésa abrumadora perspectiva esférica inyectó una oleada de náuseas a su estómago consecuencia del terror crudo; una ciudad, una metrópolis producto de la metamorfosis del desarrollo industrial, notó las complejas edificaciones de concreto y hormigón organizadas en primitivo patrón electrónico, las torres trenzadas en cables de telefonía y electricidad; no estaba segura de qué era el extraño espectro cromático de tonos químicos exhalando en bocanadas que pretendían imitar al humo, crepitando como estática. Hubo algo, enormes artefactos que se movían sobre ruedas a una velocidad incómoda por los caminos pavimentados, no fue tan rápido como un shinobi, pero si más que una carreta.

Se sintió desconcertada, abrumada, su respiración se aceleró en el inicio de un ataque de pánico; no puede pensar realmente, exhala, aire subiendo y quemándose, el oxígeno repentinamente deja de serlo, sus pulmones intoxicándose en el acre ozono. Forzó el terror hacia abajo y llevó las manos a su pecho en un intento de resguardarse a sí misma; alejar el miedo repulsivo asentándose en su estómago atormentado, el impulso de vomitar que ignora deliberadamente. Necesita pensar, necesita buscar a Ino y Sakura y después...

El click metálico de la manija la obliga a volver a la realidad fuera del visceral caos que es su mente; su corazón subió a su garganta formando un nudo doloroso de latidos ensordecedores y palabras fundidas cuando escuchó la puerta abrirse; sus manos picaban en la necesidad de un kunai. Instinto shinobi; paranoia Hyūga.

- Oh, parece que finalmente despertaste, estaba preocupada, llevas tres días durmiendo.- era una mujer joven, de formas insinuantemente redondas, no debía tener más de 18-19 años; cabello blanco con mechones pelirrojos floreciendo a pesar del minucioso rodete con el que estaba sujeto; iris de un plomo oscuro enmarcadas por un par de anteojos de montura negra.- Ahora mismo te realizaré algunas pruebas para verificar que todo esté en orden, ¿de acuerdo?

Su mirada y sonrisa son extrañamente cálidas, de una forma que recuerda al calor de los rescoldos de fuego derritiendo la nieve. Su mente está trabajando rápido -enfermizamente rápido- las ideas y posibilidades se convierten en una niebla viviente que se diluyó y desperdició en medio de su confusión; trató de alcanzarlas, de agarrarlas mientras huían de su mente una por una, pero sus brazos se negaban a moverse. Observó a la chica -de bonita sonrisa triste- acercarse con una tabla de datos en mano, sus ojos la analizaron cautelosamente, captando una cantidad aberrante de detalles a los que ya debería haberse acostumbrado.

(- El byakugan es un dōjutsu doloroso en casi todo sentido, incluso inactivo es abrumador; se niega a dejar de mirar.- explicó Hyūga Utsurotsuki con su envejecida voz.)

Se percató del nombre escrito sobre la pequeña placa del uniforme de enfermera, al menos parcialmente. El prolijo epigrama de nítidos caracteres grabado en plateado.

(¿«Todoroki»?) pensó Hinata, tratando de recordar si lo había escuchado antes, no lo fue, por lo que se concentró en sus características físicas; fue evidente su condición de leuscismo*, los mechones rojos sangrando sobre el blanco descartaban un posible caso de albinismo, ¿Kirigakure, tal vez? El hombre que les atacó fue kirian, a pesar de no contar con los dientes aserrados, podría...

- Jamás había visto ojos como los tuyos,- escuchó el tono melífero con el que hablaba, -pasos acercándose- fue la verdad; los ojos de la niña no fueron como los de una persona ciega, en lugar del habitual aspecto ahumado y opaco que condensaba en bocanadas nebulosas, éstos fueron sorprendentemente nítidos y brillantes, de un lila nacarado; no existió punto de comparación.- se parecen a las perlas, son hermosos. ¿Es parte de tu kōsei?

«¿Kōsei?» Hinata pasó por alto el que fue el primer comentario positivo sobre el aspecto de sus iris pálidas de una persona ajena al clan Hyūga; su sensibilizado sentido de aprensión no le permitió disfrutar del cumplido. Desconoce qué lugar es, dónde están sus compañeras, quién es ésta mujer, no puede ni debe confiar en ella sin importar cuán amable se muestre; shinobi es entrenado para no confiar, porque es un mundo de guerra profano cimentado de sangre, mentiras y secretos. Ella mejor que nadie lo comprende; nacer y crecer en un linaje portador y guardián de uno de los kekkei genkai más crueles y antiguos -como su clan- de la historia, uno que al igual que la perla de una ostra herida, sólo parece traer consigo dolor.

(Escucha el llanto de su hermano mayor, y pese al deseo de ir y abrazar a Neji, a su prematura edad comprende que él ahora la desprecia, no puede culparlo, su tío Hizashi acaba de ser sacrificado por el bien de la aldea, por el bien de la rama principal, por el de su funesto linaje. Con aquellas lágrimas infantiles su corazón se hunde en la miseria y desea, de forma egoísta, haber sido entregada en su lugar.)

Antes de que la mujer Todoroki pueda acercarse a Hinata, sin una advertencia súbitamente se levanta de la cama y abandona la habitación, ignorando el llamado de la amable enfermera. Activando su byakugan se guía a sí misma a través del laberinto repleto de intrincados corredores y habitaciones a un armario de limpieza donde, haciendo uso de un henge*, se transforma en un enfermero; debe encontrar a Ino y Sakura, salir de ahí.

Por algún motivo, cuando sus ojos se enfocan en la joven, en lugar de un canal comprendido en una compleja red nerviosa de bifurcaciones sin patrón y chakra reverberando; sólo hay una llama crepitando en rosado.

Ignora el hecho de que la marca en su frente, por primera vez desde que fue grabada, no duele.

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Sakura había estado despierta desde ayer por la tarde; lo primero que sus ojos captaron en el mundo de la vigilia fue al extraño enfermero que se encargó de cambiar los vendajes que cubrían las quemaduras de su pierna izquierda. Sus alargadas manos son de un azul pálido, con ojos y cabello claros, constitución delgada y una sonrisa reconfortante. Excluyendo la piel tatuada en un patrón esquelético (que, según su conocimiento básico, no era humano), en realidad, fue bastante lindo.

Inclusive recibió un par de elogios por su hermoso cabello color cerezo.

No pasó mucho tiempo antes de que llegara a la misma conclusión que Hinata, sin embargo, no fue por la injusta visión omnisciente del byakugan, sino, por un artefacto simple: el televisor. De hecho, las conclusiones de Sakura se deformaron y transtornaron tan rápida y vertiginosamente que decir pánico sería un eufemismo al sentimiento real que inundó su mente adolescente.

El enfermero regresó, naturalmente, para verificar los puntos de sutura en el brazo derecho de Sakura, quien para ése momento, había formulado más preguntas de las que le sería posible responder al chico en turno. Revoloteaban como inquietas mariposas de tinta imaginaria e incertidumbre sobrecogedora haciendo ruido por sobre sus pensamientos coherentes; aleteos de hojas crepitantes rasgando el aire.

- D-disculpa...- la voz de Sakura vaciló, las palabras trepidando torpemente en su paladar, obligándola a tomar una respiración profunda en un intento por calmar el temblor de sus labios; silenciar la paranoia vertida tan generosamente sobre su instinto primordial de reticencia. Inhala, exhala.- puede ser una pregunta un poco tonta pero ¿dónde estamos? Me refiero... al pueblo...

- ¿Pueblo? ¿Eres del campo? No linda, es el hospital Fujiya, en la ciudad de Musutafu.- la confusión debió ser evidente en su rostro, puesto que el enfermero le regaló una pequeña sonrisa que pretendía ser de consuelo.- cerca de la prefectura de Shizuoka... ¿Tokio?

«¿Tokio?» jamás había leído o escuchado hablar de ése lugar antes.

(Sakura, por defecto, siempre fue categorizada un ratón de biblioteca; en un intento por suplir sus carencias físicas y de linaje, decidió ampliar sus conocimientos generales entre pilares inestables de libros discordantes y florilegios de pergaminos dibujados en oscura tinta -no viviente- agradeciendo haber sido bendecida con una mente privilegiada. La memoria fotográfica no fue una cualidad común, especialmente para alguien sin dōjutsu. Uno de los sectores de interés, naturalmente, fue la lectura e interpretación de mapas (un campo de estudio importante para el shinobi pero injustamente subestimado; debido a su naturaleza, suele ser intransigentemente teórico, por supuesto, para un infantil estudiante de la academia ansioso por aprender a empuñar un kunai) que inevitablemente, desembocó en la vertiente de la distribución geográfica y política de los países y pueblos que conforman no sólo la tierra del Fuego, sino, el mundo shinobi en general.)

(Amegakure fue una excepción, por obvias razones.)

El incómodo silencio que se vertió sobre ellos después de la -extraña- pregunta y su posterior respuesta fue atendido por el enfermero en turno, de nombre Aojiroi*, quien preocupado, detuvo su labor sobre las puntadas para mirar a los impresionantes ojos jade de la niña; su mirada obnubilada y el angustioso mordisqueo del labio inferior que amenaza con romper la piel.

Los registros oficiales de ingreso a Fujiya omiten su nombre, aparentemente, debido a que se desconoce su identidad, lugar de origen o cualquier otro indicio que develara quién es.

Lo desconcertante y prioritario a tratar, fue la gravedad de sus heridas que se diseminaron desde el grotesco corte cavando en el tejido tierno, rasgando una hendidura limpia sobre el hueso hasta la piel cáusticamente horneada sobre el fuego lascivo; los ensangrentados pies corroídos en carne viva.

Lo consternó saber que ésta niña no debía cumplir más allá de los 12 años; demasiado joven, a sus ojos, apenas un bebé.

Sin considerarlo demasiado, posó una mano sobre la amplia frente en un gesto que pretendía deponer al sentimiento anterior, ella se sobresaltó en reflejo a su tacto; lo miró, ojos dibujados en aprensión que no pasó desapercibida.

No se sintió herido; es un desconocido y ahora mismo, no confía en él.

- Si no te molesta que pregunte ¿cuál es tu nombre?- su tenor es profundo y rico, Sakura no puede evitar el pensamiento de ésa aseveración disonante dentro de su subconsciente y se ruboriza en respuesta. El tímido rosa pálido apenas dejaba entrever sus infantiles mejillas; un líquido e inocente bochorno que se confunde y pierde entre el matiz más intenso de su cabello.

- ...Haruno...Sakura.- respondió en voz baja, después de un minuto. Sin embargo, se negó a sí misma aquel nerviosismo sin fundamento, -inhala, exhala- obligándose a reunir valor luego de superada su timidez inicial; existe algo más importante de lo cual preocuparse. Cómo si la situación en sí misma no fuera preocupante.- Disculpa, ¿no sabes si mis compañeras también se encuentran aquí? Yo... estaba con ellas y luego...

Aojiroi parpadeó, desprovisto de una respuesta inmediata; lo consideró un momento, recordando antiguas conversaciones con sus compañeros. Recovecos de memorias plegadas, la mirada engañosamente fría -que insinuaba congelar el rojo incandescente de su cabello- de Fuyumi acudió a su mente, la imagen parpadeó sobreponiéndose al fuego indómito de un hombre que le generaba un miedo instintivo en la boca del estómago. Su sonrisa vaciló, sólo un poco.- Creo que pude haber escuchado algo al respecto, Mt. Lady-

Sus palabras quedaron prematuramente sesgadas cuando, abruptamente, la puerta fue abierta dejando entrever a una joven enfermera, de anteojos negros y mechones desordenados luciendo como si hubiese emprendido una maratón. Su respiración superficial y manos nerviosas la delataron.- ¡Hyunagi-san! ¡Necesito tu ayuda! ¡Mi paciente escapó!- apremió, con el rostro contraído en una mueca de auténtico nerviosismo y angustia; jadea forzando a sus pulmones en busca de aire que sentía abandonarla sin ser aprovechado, es la primera vez que esto le ha sucedido.

La sonrisa se olvidó en la expresión de su rostro. Relegó su labor con Sakura y caminó en dirección a la mujer Todoroki que estaba de pie en el marco de la puerta, observándolo aún sin soltar el pomo.- Avisa a los doctores, me encargaré de comunicárselo a los guardias ¿cómo lucía?- el tono de voz no superaba los decibeles de su habitual amabilidad, en contraste con el propio nerviosismo de Fuyumi que fue un caldero de nitrógeno líquido en ebullición, buscando transmitir calma a su joven compañera.

- Es la niña de los ojos pálidos...- «¡¿Hinata?!» el nombre reverberó en un eco estridente dentro de su mente; su corazón se estremeció en vicioso alivio que amenazaba con quebrar la máscara de cuidadosa confusión, una que vaciló, apenas sujetándose con manos infantiles a su sitio, cuando sus ojos escocieron en lágrimas afligidas.

El byakugan fue un -infortunado- rasgo distintivo, el color inusual... la intensidad de su enfoque donde el fuego arrogante te derrite en una diáfana figura de cristal; abrió la boca con la intención de hablar, sin embargo, algo dentro de sí misma, ése reflejo subyacente de una versión más enfebrecida y genuina de su naturaleza le advertía que revelar información no era el curso de acción más inteligente. Ino se decepcionará, ella no merece esto.

Se mordió la lengua, asesinando sus palabras y pretensiones. No lo arruines, maldición.

Una vez más, se encontró sola dentro de la habitación de aquel desconocido hospital; escuchó una pausa, como si el clima se hubiera visto obligado a detenerse, el silencio sintético permitió la melodía primordial de la sangre gorgoteando y derramándose de su corazón, la respiración intoxicando el aire en febril desconcierto.

Sakura se angustió, negándose a permanecer quieta por más tiempo; primero debía buscar sus pertenencias, armas necesarias para defenderse, a diferencia de Hinata o Ino, no contó con técnicas impresionantes que permitieran su supervivencia.



«Inútil, siempre tan inútil»



Antes de llevar a cabo una de las enseñanzas más fundamentales de Hatake Kakashi, tan esencial como la comprensión del trabajo en equipo y la -aparente- sobrevalorada importancia de la puntualidad, en donde pretendía imitar su marca registrada como instructor y escapar por la ventana, la puerta fue abierta por tercera ocasión en el día y con un maltratado pie sobre el marco de aluminio, Sakura no pudo evitar maldecir.

- Joder...

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Ino fue la primera en despertar. Pasó tentativamente la yema de sus dedos por los puntos de sutura que se extendían desde la base de su cuello hasta la elegante curvatura de la clavícula bordando la carne, los azules y violetas floreciendo lascivamente como zarzas molidas sobre la piel; la gravedad de sus heridas fue relativamente menor, al menos, dentro del estándar shinobi de gennin.

Leyó la tablilla clínica al pie de la cama y su diagnóstico de remisión se resumió en términos técnicos a: herida de segundo grado con objeto punzo-cortante sobre el músculo trapezio izquierdo; esguince de tibial anterior derecho.

Ella no estaba tan entusiasmada con el aprendizaje y cultivo de conocimiento como lo fue Sakura, empero, es una chica inteligente que, excluyendo la lógica matemática avanzada -donde desmereció significativamente el término- de hecho, podría ser considerada en estándares de Shikamaru, una problemática sabelotodo.

Por lo cual, comprendió el diagnóstico y su fría sintaxis.

La revelación de su situación actual llegó de una forma más amable que a Hinata y menos paranoica que a Sakura.

(Naturalmente, el dogma en la línea de trabajo primordial de cualquier Yamanaka que se precie de serlo, es la recaudación y descodificación de información; Ino, al tratarse de la heredera de la decimosexta generación de dicho clan e hija única de Yamanaka Inoichi, actual miembro activo de la Fuerza de Interrogación y Tortura (IT), responsable de llevar a cabo las incursiones mentales de alto nivel y extracción de crípticos datos cognitivos (cargo que ocupó desde su juventud), fue entrenada desde el uso de razón para aprender y dominar categóricamente las técnicas secretas que abarcaron desde la complejidad de su ninjutsu (área en la que Ino superó al propio Sasuke), lectura e interpretación del lenguaje corporal, manipulación semejante a la efectuada por un psicópata subclínico y la intransigente prioridad a la salud mental de su familia. El espionaje por telepatía fue un caso excepcional que se manifestó pocas veces dentro del clan, para todos los efectos, se trató como a una, aunque remota, posibilidad. El propio Yamanaka Fū, su desaparecido primo en tercer grado, la catalogó como un prodigio en bruto.)

Le dió un repaso general al expediente consignado entre sus manos, filtrando en un hábito adquirido de Yamanaka Santa, lo que a priori fue más relevante para su presente investigación. Descartando categóricamente información esencialmente innecesaria.

La ciudad, sector, institución médica y fecha fueron fijados como datos primordiales a considerar; no es el formato estándar empleado en el país del Fuego, la localización fue una forastera laguna preocupante donde, si consideraba la calidad de su entorno, que abarca desde el diseño de la habitación hasta lo desconcertante de su -evidentemente- desarrollado equipamiento tecnológico sólo podía llegar a tres hipotéticas conclusiones:

La capital del país del Fuego, una ascendente urbe de carácter civil donde se concentra en mayor medida el sustancioso flujo comercial e innovación tecnológica del territorio ígneo, generalmente reservada para uso de la familia feudal y el poderío militar de los altos mandos en Konohagakure (el mercado negro fue un tema a tratar por separado); un pueblo extranjero, con un desarrollo económico e infraestructura comparable al de la propia Kumogakure, que se podría afirmar no fue shinobi o quizá si, por lo que sus desconocidas intenciones a considerar eran en misma medida, tan malas como la propia aldea de la nube (en su mente hizo un listado recopilatorio de las posibilidades, donde tentativamente, se citaron nombres como Kusagakure*, entre otros); un país independiente, que fue lo suficientemente diligente y ambicioso para prevalecer en contra de células criminales que fomentaban el terrorismo, asesinos a sueldo y, por supuesto, la sórdida intervención de países más poderosos insatisfechos con su propias fortunas e influencia.

Una duda se cierne con bochornosa vicisitud, cavando cicatrices grotescas que recrudecen la trabajada aprensión; una embrionaria incertidumbre arrastrándose con cuerpo helado en el fondo de su mente, -jadeando, retorciéndose- negándose a ser silenciada y morir; y es que, realmente ¿qué es «kōsei»?

Sus ojos azules analizaron con detenimiento ése espacio en la página, recorriéndolo a intervalos de reflexión relativamente amplios, pensando, buscando en su estéril memoria con la vana esperanza de recordar haberlo escuchado en algún momento, no lo fue, y esto no la tranquilizó; es algo importante, lo suficiente para que su valoración médica quedase subyugada a la aparente incógnita de su definición.


«Kōsei: -desconocido-»


¿Qué mierda...?

- Por tu expresión, puedo deducir que estás preocupada, no es necesario, tanto tus amigas como tú fueron atendidas adecuadamente; eres la primera que ha despertado desde que Mt. Lady y Kamui Woods las trajeron.- Ino se sobresaltó en un reflejo involuntario -había bajado la guardia- reprochándose su fallo; instintivamente extendió su mano dominante hacia donde debería estar atado su equipo táctico en busca de un kunai, frustrada, chasqueó los dientes al no encontrar uno; el doctor, por supuesto, notó su beligerante estado de ánimo y sonrió amablemente, alzando ambas manos en señal de rendición que Ino atrapó con la mirada convertida en daga, atravesándolo.

Sin embargo, haciendo alarde de sus aptitudes de actuación deliberadamente injustas, relajó los hombros, suavizó sus asesinas iris y sonrió tímidamente con un deje de arrepentimiento que realmente no sentía, haciéndolo lucir maravillosamente legítimo. Es una actriz espléndida -una Yamanaka- y el doctor, en completa ignorancia, hizo testimonio fidedigno de ello al confiar en su fabricada fachada de niña buena.

- Lo siento... sólo que ése hombre nos atacó y n-no sé dónde estoy... mis amigas... creí que... íbamos a morir...- su voz gorgoteó afligida, sus ojos cristalizados amenazan con romper en lágrimas lamentables en cualquier instante; intensificó el agarre sobre la delgada bata de hospital que la envolvió escasamente, forzándola en intrincadas arrugas tensas bajo sus dedos.- no se qué buscaba, pero apenas logramos huir...



«Las mejores mentiras son aquellas cimentadas a partir de la verdad, prolonga la vida útil de ésta y el engaño sutil se confunde cuando la realidad conocida es obvia»



Una de las primeras enseñanzas de su padre en su prematura incursión de las técnicas familiares, fue la manipulación a conveniencia; por supuesto, Ino es una chica naturalmente carismática con una mente aguda, su nata inteligencia emocional y cultivadas habilidades analíticas del lenguaje corporal y persuasión la convirtieron en una maravillosa lespedeza de arcanas espinas.

Ella sabe cómo y con quién mentir para usarle a su favor, la mayor parte del tiempo es intransigentemente honesta, sin embargo, a pesar de su desvío, la misión que les fue asignada no ha sido completada, por lo cual, tampoco su labor como kunoichi. El doctor fue educado y demostró su carácter genuinamente gentil, haciendo sentir un poco culpable a Ino por manipularlo, pero no existió otro curso de acción viable en su situación.

Eso sucedió el primer día, eventualmente, Ino recabó la información propuesta en una visión descaradamente más amplia y desconcertante de la prevista inicialmente, entre comentarios engañosamente al azar y tranquilas conversaciones con la bonita enfermera que la trató; de corto cabello ocre y grandes ojos marrones además de adorablemente ingenua, a quien una vez se confirió una relación de confianza, le solicitó amablemente un par de revistas con las cuales evitar aburrirse durante su estadía.

Al principio, se sintió escéptica al respecto porque, realmente ¿la estaban jodiendo? Sin embargo, su pregunta ya había sido respondida, se dió cuenta. Las palabras sin derretir todavía gravitando en el aire la tocaron.

El nombre del país y de hecho, todo lo relacionado con su estadía y ubicación actual, fue oxidado y corroído en un tema obsoleto al ser revelada una verdad inaudita y, del mismo modo, repugnantemente surrealista. Una sociedad, un ambivalente sistema de dudoso carácter civil conformado por una jerarquía -aparentemente- democrática, regido por una estructura basada en el enaltecimiento de los denominados héroes; kōsei había resultado ser, en realidad, ésa cualidad con la que se nace y otorga una determinada habilidad o poder; el concepto y principio fundamental fue similar al kekkei genkai*.

Esto último surgió como un tema sin el carácter aleatorio habitual, durante una de las casuales conversaciones que solía tener con su enfermera, quien, para actualizar el expediente clínico de su paciente le preguntó por su quirk e Ino, naturalmente, manipuló el flujo del íntimo discurso entre ambas con el único propósito de que la chica, desprovista de la verdad, le explicase de qué se trataba sin la necesidad real de preguntar; inocentemente, continuó en su reconfortante parloteo de nostalgia hasta revelar el propio además de una pequeña anécdota adjunta de la primera vez que lo activó.

El concepto que se insinuaba sobre el desliz de las palabras crípticas fue claro para ella, por lo cual, se vió obligada a responder con una verdad sin saborear las implicaciones en un futuro cercano, dolorosamente nocivas.

Por supuesto, Ino confirió su habilidad en un deliberado resumen de una frase: control mental que, por algún motivo -aún- desconocido, pareció incomodar a la joven, se percató de esto por la forma en que sujetó con mayor fuerza de la necesaria el bolígrafo en su mano, la imperceptible mueca que apenas tiró de la comisura de sus labios en una sonrisa incrédula; la estática cadencia de su pie derecho contra la baldosa insinuando su inquietud.

Al tercer día, decidió que era momento de preguntar por sus compañeras y, pese a ser consciente de que la realidad aún no es procesada por completo, necesita asegurarse de que estén bien.

Al final, no fue necesario, la puerta de su habitación fue abierta sin autorización y un borrón de cabello rosado se abalanzó sobre ella en un abrazo de genuina desesperación; los atormentados pies de Sakura sobresalían de la cama individual balanceándose incómodamente, en tanto, el cuerpo de la niña se aferraba a Ino titiritando en bochornoso alivio, los pálidos brazos tatuados en un sinfín de hematófagas* flores, las nomeolvides y wisteria sangrando dolorosamente bajo la piel. Su voz gorgotea en palabras derretidas e incoherencias trepidantes, ignorando la tierna agonía que clama sobre sus recientes heridas a favor de su disonante felicidad.

No sentía ser capaz de mirar aquellos azules orbes sin romper en un vergonzoso llanto. Sakura no es ni remotamente cerca, tan orgullosa como lo es Hinata, sin embargo, hubo lo suficiente para considerar humillante perder el control de sí misma en ése momento.

Ino aceptó el abrazo y lo devolvió del mismo modo, por primera vez reparando en la tercera presencia dentro de la habitación; un joven, de corto cabello castaño y ojos color ámbar, vestido con el uniforme de enfermero, su postura fue incómodamente erguida y la elegancia de sus movimientos contradijo su tímido andar. Inclusive con aquella ajena apariencia, su instinto fue imposible de negar, no conoce a ningún otro ser humano con una mirada tan inquietantemente profunda como la perteneciente a Hinata, ni siquiera su padre, Hyūga Hiashi.

- Me están buscando Sakura-chan, no pasará mucho antes de que se percaten de tu ausencia, necesitamos vestirnos y salir de aquí.- por supuesto, el discurso de Hinata es distendidamente formal, una cualidad adquirida por hábito -u obligación- dentro de un hogar intransigentemente rígido y tradicional; una bocanada de humo advierte que el henge se ha disuelto, permitiendo la imagen de la pequeña y groseramente bonita niña de ojos perlados.

Su nítido flequillo es desordenado por primera vez, revelando una frente cruelmente mancillada en la perpetua dinastía de esclavitud, piel infantil tiernamente cicatrizada en trazos y rizos de jade fundido; Hinata les dedica una tímida sonrisa, señalando sus pertenencias acumuladas en un saco que descansa a su costado, el cual, haciendo uso de su fabricada apariencia, se encargó de recuperar.

El tiempo es inequívocamente esencial, ignorando con deferencia la piel y el inculcado pudor sin fundamento, transcurre un apremiante tictac de 3 minutos cuando finalmente se encuentran listas para abandonar el hospital. Sus prendas están impregnadas del repugnante perfume a sangre y sudor, incineración y Hinata reconoce, el débil petricor que la borrascosa tormenta generosamente pregonó durante su bélica danza de instinto y profanación.

No es limpio y cómodo como las ropas de hospital, sin embargo, su estrecha familiaridad con el indistinto campo de batalla, la primordial melodía de la tempestad crepitando y agonizando en una dolorosa cacofonía de ozono e ionización; el recuerdo de sus ignorantes días en la academia aprendiendo a lanzar kunai... existe paz en lo familiar, aún si es sórdido y nocivo.

Ignora aquellas dolorosas evocaciones de su hermano mayor presionando sus muñecas hasta hacerla llorar o su padre activando la marca, donde posteriormente, el dojo se inunda de angustiosos cánticos recitados por gritos infantiles y súplicas obsoletas. El fantasma de su niñez en ocasiones es inoportuno y cruel. Sonríe porque ella es amable, porque prometió siempre serlo.

En algún momento se terminan por separar, prometiendo en un críptico lenguaje imaginario de códigos aprendidos y palabras irreales, reunirse una vez consiguieran estar fuera del alcance del escrutinio y la persecución. Hinata siempre podrá encontrarlas, sus pálidos ojos son, a pesar de crueles y aberrantemente sobrecogedores, una reconfortante maldición.

Busca eludir a un guardia incursionando en el corredor anterior, por lo que, prescindiendo de sus buenos modales y genuina cortesía, ingresa sin anunciarse en la primera habitación a su alcance; suspira estresada, considera ávidamente sus limitadas opciones y sin mucho mérito, concluye en que su mejor curso de acción es escapar por la ventana. Un subterfugio poco elegante e indigno bajo el impío prejuicio de su familia, sin embargo, Hinata deliberadamente lo ignora porque ella es su deshonra, no existen expectativas que no haya defraudado ya, de cualquier modo.

El silencio hizo de mediador durante un corto periodo de tiempo y expiró en un suave suspiro femenino que obligó a Hinata fuera de su cáustica ensoñación. Levantó tentativamente la mirada y se encontró con una mujer, sentada elegantemente al borde de la cama y observándole con legítima curiosidad; de largo cabello blanco y ojos de un plomo oscuro, sus finos rasgos melancólicos y fría belleza fueron, sin lugar a dudas, el vívido retrato de una versión madura de la amable enfermera.

Sin importar cuanto lo intentara, fueron esfuerzos vanos y desperdiciados, sus ojos no le permitirían perderse aquella familiaridad tan enfermizamente obvia, lo sabe, el byakugan es una esencia injustamente omnisciente y el pensamiento envía una oleada de náuseas arañando a través de su tráquea que se fuerza a ignorar. Lo sabe, pero se niega a aceptarlo.



Los hijos son el reflejo de los padres, la sangre no puede ser negada; el ADN es una pesada cadena perpetua sin derecho a refutar



Rei analiza al niño que apaciblemente deduce, no debe ser mayor al pequeño Shōto, incluso, puede que más joven; sus inquietantes ojos violáceos mantienen cautiva su atención, los encuentra genuinamente hermosos sin atreverse a expresarlo, su brillo lechoso recuerda a las perlas y el pensamiento arrastra consigo una lamentable consideración: las perlas son el fruto del dolor reprendido en hermética soledad.

- Disculpe la intromisión.- su educada y anodina voz toma desprevenida a Rei, quien, aún confundida por su aparición y la modesta reverencia que busca resarcir su inoportuna presencia, le dedica una sonrisa maternal. El niño no vuelve a hablar por voluntad y se limita a caminar cautelosamente hacia la ventana, preocupada lo observa abrirla y explorar distendidamente el exterior.

Existe algo familiar en el fondo de su mirada, algo cáustico y autodestructivo, algo que ella ya había visto antes, cuando aún tenía 4 hijos y no sólo 3.

Con la muda precaución hecha al aire, Hinata sólo se lanzó al vacío y el corazón de Rei se disparó a su garganta en un nudo de ominosa desesperación ¡¿realmente sólo saltó?! Sus piernas temblaban, estuvo a punto de tropezar en su azorado equilibrio al asomarse por la ventana, encontrando un alivio poco convencional al verle tocar el suelo con una gracia hermosa y alejarse en incomprensible urgencia del hospital. Al menos no se lastimó, su subconsciente ofrece como consuelo.

Hubo algo en sus ojos, aquel incandescente infierno de azufre derretido que alguna vez significó demasiado para ella; el fuego nocivo de llamas azules crepitando en viciosa ira e infantil anhelo.

En orgullo herido y cultivada desesperación.

Ése algo que seguirá y le consumirá incinerando todo a su paso si no encuentra consuelo.

Su mirada...

Le recordó a Touya.

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Pese a dar sus mejores esfuerzos, al final del día fue un hecho: las niñas habían escapado. No sólo los guardias se encontraban preocupados, el equipo médico también y es que, realmente ¿cómo fue eso posible?

Inclusive la pequeña, una de corto cabello índigo y pálidos ojos, saltó por la ventana de la habitación de Todoroki Rei.

Las consecuencias no tardaron en llegar a ellos y no existía una justificación admisible para rebatir, no existió cuando Kamui Woods apareció más tarde aquel día después de su jornada de patrullaje preguntado por el estado de las 3 chicas. Él había presenciado de primera mano el deplorable estado en que se encontraban y se había apresurado a traerlas al hospital.

Su traje de héroe aún conserva rastros de sangre infantil y su propia desesperación; cabello rosado y piel grotescamente desgarrada desangrándose en líquidos filamentos sin retorno, aún provocan una gélida ira en contra de aquel responsable de algo tan pérfido y miserable.

Sin embargo, el rostro marchito en preocupación y agravio de Todoroki Fuyumi, el nerviosismo casi sustancial del equipo de guardia y el resignado fracaso gravado en la mirada del doctor le advirtieron sobre algo que seguramente sería difícil de escuchar.

Se le informó de la situación.

Sólo existió silencio.

Y luego maldijo.

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│ Nᴏᴛᴀ ᴅᴇʟ ᴀᴜᴛᴏʀ
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Aᴢᴜʟ ᴇxᴛʀᴀɴᴊᴇʀᴏ: el título del capítulo se refiere a un nuevo cielo y el frustrado sentido de pertenencia, además de continuar con el tópico color|metáfora de viaje. Por supuesto, el enfoque principal fue Hinata, la canción es dedicada a ella y su relación con las aves. El color puede ser una referencia al fuego que comparte con Touya; un paralelismo de sus vidas como los olvidados hijos mayores.

«Leuscismo» es una condición motivada por un gen recesivo que afecta la melanina y por lo tanto, la pigmentación, a diferencia del albinismo, no existen problemas con la exposición al sol y la coloración de las iris no se ve afectada.

«Henge» es la palabra usada en japonés para la técnica de transformación.

Hyunagi Aojiroi [痺鰻 青白い] el nombre del enfermero de Sakura; se escribe con los caracteres de anguila y parálisis | azul y pálido. Su nombre se traduce literalmente como azul pálido y anguila eléctrica, es un pasante de 23 años con quirk de tipo heteromorfo; su cuerpo posee similitudes con las anguilas eléctricas reales y puede generar descargas de electrochoques a partir de sus alargadas manos. Usa fundas de porcelana para cubrir sus afilados dientes.

«Kusagakure» es el nombre en japonés de la nefasta aldea oculta de la Hierba.

«Kekkei genkai» se traduce literalmente como límite de línea sanguínea, son las naturalezas o técnicas únicas que dependen de factores genéticos para su transmisión.

«Hematófago» significa que se alimenta de la sangre o posee relación con ella. Nomeolvides y wisteria: las seleccioné por sus tonalidades azules y moradas respectivamente; wisteria es el nombre dado a la glicina china.

Al final terminé por desesperarme y concluirlo de ésta manera, después me tomaré el tiempo de reescribir las partes que no me convencieron, de igual manera con el capítulo anterior, pero ya deseaba sacarlo.

Me ha gustado mucho plasmar mi propia perspectiva dentro de los estándares canónicos de cada personaje. En la edad y época de sus vidas en que han sido sustraídas, me di a la tarea de proyectar lo que considero el espectro más olvidado de éstas niñas además de, por supuesto, las divergencias.

Quiero suponer, resulta obvio que tipo de kōsei desarrollarán, pero sería lindo que me comenten cuál creen que podría ser; un punto a aclarar, es que Hinata es de particularidad binaria (es decir, dos).

Me encanta escribir de incursiones profundas. Muchas gracias por leer.

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