𝕮apítulo 𝐈𝐈: 𝔑oche helada, luna en calma

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

━━━━⊱ ♚ ⊰━━━━
⚔️𝕮𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝕿𝐖𝐎⚔️
𝔉𝔯𝔬𝔰𝔱𝔶 𝔫𝔦𝔤𝔥𝔱, 𝔠𝔞𝔩𝔪 𝔪𝔬𝔬𝔫
━━━━⊱ ♚ ⊰━━━━

N. de la A. (Cuando veáis este símbolo reproducid la música del vídeo que se muestra al principio del capítulo para lograr una mayor inmersión)

Daegal Baratheon

❅ 𝐌𝐄 𝐃𝐄𝐒𝐏𝐎𝐉𝐄́ 𝐃𝐄 𝐋𝐀𝐒 𝐒𝐔𝐀𝐕𝐄𝐒 𝐏𝐑𝐄𝐍𝐃𝐀𝐒 𝐃𝐄 𝐋𝐀𝐍𝐀 𝐍𝐄𝐆𝐑𝐀 mientras sentía que la brisa recorría cada centímetro de mi piel desnuda. El tacto con el agua helada era, sin lugar a dudas, reconfortante. Suave, fría, ligera. Invernalia podía ser un paraje helado pero cuando uno sueña con la nieve de las historias de La Vieja Tata y se adapta a ella resulta de lo más terapéutica. Los baños nocturnos y el silencio profundo del bosque de los Lobos bajo la luz de la luna y el observar de las estrellas me despejaba la mente por completo.

Los árboles, inmensos e inmensurables, crecían juntos formando un follaje lozano en derredor. El viento los movía al son de una nana porque era el mismo viento que aullaba como lo hacían los lobos huargos, era su modo de hacerse presente, de hablar sin palabras, de dar vida al valle a través de su cantar fantasmal. El silencio también resultaba tranquilizador y el vaivén suave de la brisa nocturna abría los poros de mi piel para darles la bienvenida al tacto cristalino y helado de las aguas que brillaban con fuerza bajo la luz cándida.

Elevé la vista al cielo y contemplé las estrellas en el cielo despejado, no eran del todo nítidas al estar en contacto con el resplandor de la luna pero, sin duda, brillaban con fuerza. Sonreí y avancé más hacia el interior del lago. El contacto de mi cuerpo hizo que el reflejo de la luna se deshiciera en la superficie líquida para volver a rehacerse con las ondas concéntricas. Se me puso la piel de gallina cuando noté el frío, ese mismo frío que me recorría la carne de los pies y sus dedos fantasmales me acariciaban firmemente los muslos hasta tocar mi sexo. Sus dedos eran gélidos pero también, reconfortantes.

Atrapé un poco de agua y me acaricié los pechos con ella, los pezones se pusieron firmes y me estremecí pero no cedí. Continué el proceso rozando los alrededores de mi clavícula y mojé los mechones de mi cabellera. Luego, cuando estaba preparada, me metí de lleno.

Cerré los ojos y llegué hasta el fondo del lago, acaricié su suave terreno y con la ayuda de las manos, me impulsé hacia arriba, preparada para dirigirme hacia la cueva que estaba detrás de un pequeño arroyo que servía como cascada, escondida como un retoño recién nacido bajo las mantas del lecho marital.

El arroyo, recóndito bajo las aguas, me servía como lugar de reflexión, para olvidar todas las penurias sufridas en el día a día, al mismo tiempo que me provocaba cierta pericia para resolver los futuros problemas en las siguientes jornadas.

Estaba agradecida por la familia que me había acogido como una más: los Stark pero a veces el mundo era demasiado desgarrador para ser real. ¿Por qué Ned se vio obligado a decapitar a aquel hombre, aquel que había huido por pavor? A lo que él me respondió: «No existe ser más peligroso pues el desertor sabe que, si lo atrapan, se puede dar por muerto así que no se detendrá ante ningún crimen por espantoso que sea».

Ned era un hombre honorable pero a veces, incluso el hombre más honrado del mundo se ve obligado a cometer este tipo de actos para no provocar la ira de los descontentos que se rigen bajo una normativa o unos estándares influenciados por la ley aparentemente regida por la justicia.

—Si le vas a quitar la vida a un hombre, tienes un deber para con él, y es mirarlo a los ojos y escuchar sus últimas palabras. Si no soportas eso, quizá es que ese hombre no merece morir —murmuré, pensando en voz alta de manera inconsciente, recordando lo vivido. Recordando cómo aparté la mirada por un momento de aquel pobre desdichado-. Que el Desconocido le brinda comida, vino y ropa en su lecho de muerte.

Me apoyé sobre el terreno con mis antebrazos mientras mi cuerpo se acostumbraba a las bajas temperaturas del agua hasta que sentí que algo me tiraba hacia abajo, agarrando con firmeza el tobillo. Cogí la roca más cercana mientras le daba una patada en el muslo. Alguien emergió del agua de forma tan rápida que levanté la roca para romperle la cara de un solo reflejo. Esa persona me cogió con la misma velocidad por la muñeca y ya supe quién era, incluso con la poca luz de la luna que se filtraba por la cueva podía ver sus rasgos de los Baratheon. Era Daegal. En su semblante se grababan las características de la familia del venado: su mandíbula, aquellos ojos grises claros como el hielo, su mata de cabello negro como el carbón.

Suspiré, aliviada.

Daegal se sacudió su oscuro cabello con ademán divertido, mojándome todo el rostro. Parecía un lobo disfrutando bajo el cielo lluvioso de un atardecer.

Soltó mi mano y con sus dedos empezó a deslizar su cabello hacia atrás, sus pequeñas ondulaciones —tan negras y fuertes como las preciosas alas de un jovial cuervo— le caían como cascadas por sobre su frente, ahora despejada y blanca como la nieve.

—Pensé que venías aquí porque disfrutabas congelándote —Fue su manera de saludarme, tan original como siempre—. No para fantasear con reventarme la cara y partirme el muslo. —Observó con una ceja alzada la roca que estaba en mi mano, la deposité en el frío terreno. Sonrió. Me sorprendió que no hubiera ni un ápice de dolor en su rostro después de lo que le hice.

—Si fueras alguien normal y hubieras venido aquí saludándome debidamente y no como si quisieras ahogarme, lo más probable es que no te hubieras llevado la coz. —Yo también sabía saludar en su idioma.

—¿Ahora eres un caballo y te dedicas a dar coces? —bromeó pero no le contesté. De repente me di cuenta de lo cerca que estaba de mí. Por la sorpresa apenas me percaté de ello pero ahora era yo la que estaba paralizada. No esperé que se pegara tanto a mi cuerpo.

Pero era normal, me trataba como si fuera su hermana pequeña cuando en realidad no lo era, cuando en realidad lo que yo sentía por él era muy distinto.

Como no obtuvo respuesta de mi parte, apoyó sus fuertes manos en el terreno ladeado, justo encima de dos rocas gigantes que servían como sustento, una a cada lado de mi cuerpo, de modo que estaba atrapada entre él y la superficie del lago.

—Veo que no me esperabas para nada —susurró con repentina tranquilidad—. Pero sabes que no es seguro para ti hacer esto. ¿Qué hubiera pasado si hubiera sido otro hombre el que te hubiera seguido? Nuestro señor padre no te recomienda estos viajes nocturnos por algo, Sigrid. Piensa antes de actuar.

Y aunque Eddard Stark no era su padre, lo trataba como tal, volvía a ser el mediano de sus hijos, otra vez con su regañina hacia mis viajes furtivos nocturnos. Estaba cansada de que me tratara como una niña, estaba cansada de que me tratara como su hermana menor.

—Sé protegerme sola, no tengo miedo de esos hombres. —Clavé mis uñas en la palma de mi mano debajo del agua, formando medias lunas en mi piel fría. Haciendo un claro intento para que mi voz no temblara y para que mi mirada no se alzará por encima de sus hombros desnudos y contemplaran los suyos.

—¿Y a mí no me tienes miedo? —me preguntó. Esta vez sí lo miré a los ojos y lo fulminé con la mirada. Una sonrisa traviesa apareció en sus labios carmesíes.

—Sí, ahora que lo dices, tengo mucho miedo de tu estupidez. —Me atreví a decir pues sabía que se iba a reír, siempre lo hacía cuando me enfrentaba a él. Y lo hizo. Su sonrisa era especial, una sonrisa que podía derretir el hielo pero, también, una sonrisa que podía disipar los malos recuerdos.

Y ahora, disipaba mucho la tensión del momento.

Daegal metió una de sus manos dentro del agua sin dejar de mirarme, sentí el impulso de alejarme pero no lo hice y aprovechó el momento en el que no había reaccionado para cogerme por la muñeca, poniéndome la mano por encima de su hombro y con la otra, me agarró por la cintura y me pegó mucho más a él. Sentí su hombría rozando mis muslos, muy cerca de mis partes ajenas. A pesar del frío, su tacto me provocó calor.

Iba a apartar la mirada avergonzada, pero Daegal conocía mi recato y me cogió por la barbilla, haciéndome mirarle fijamente a los ojos. Luego bajó lentamente sus dedos para empezar su recorrido delicado, atravesando mis labios húmedos hasta llegar a la altura de mi mejilla enrojecida, luego, me susurró:

—¿Qué harías si un hombre te hiciera esto?

—Creo que no te gustaría saberlo —Fue lo único que dije, intentando apartarme a duras penas de él pero su fuerza me retenía.

Sus labios acariciaron mi hélix, recorrieron mi oreja como si estuviera tocando por vez primera los copos de nieve.

—¿Harías lo mismo que le hiciste esta mañana a Theon? —Sentí su aliento cálido sobre mi lóbulo. Estaba sonriendo—. Qué pena que no estaba para presenciarlo... Pagaría por ver cómo se le apaga esa sonrisa al orgulloso ese de Greyjoy. —Empezó a jugar con uno de mis mechones a través de sus dedos.

—Quizá la contemples en primera persona algún día, tú como víctima —le susurré, intentando hacer amago de relajar el pulso de mi corazón. Me mordí los labios.

Volvió a sonreír y sus dedos se posaron sobre mi cuello, acariciándolo con suavidad mientras me miraba. Incluso así, sus ojos grises brillaban más que nunca. Luego me volvió a mirar y acercó sus labios hacia los míos. Sentí mi respiración acelerada, lentamente me fui apartando pero tan solo nos separaba un minúsculo espacio.

—Y es por esto que nunca debes de venir sola —me explicó él apartándose bruscamente de mí. Solté todo el aire que había guardado-. Aunque le hagas a cualquier hombre lo mismo que le hiciste a Theon, estás en peligro. Este sitio no está muy lejos de Invernalia pero tampoco lo suficientemente cerca. Hay que caminar por el bosque de los Lobos y los cabrones no suelen andar solos, van en grupo. Te violarían y luego harían de ti una miserable con una vida cortesana. Por favor, no vuelvas a hacer esto. Prométemelo.

Resoplé con desgana. Todo el espectáculo que había formado solo para decirme que tuviera cuidado con los hombres.

—Te dije que sé cuidarme sola.

—Sigrid... —me advirtió.

—No volveré a hacer esto... —le mentí. Sus oídos querían oír más, aunque fueran más mentiras. Puse los ojos en blanco—. Te lo prometo.

Me sonrió y me sacudió la cabeza.

—Muy bien, hermanita.

No soy tu hermana.

Tras terminar su discurso del supuesto hermano mayor, colocó su espalda en la roca que sobresalía del lago, nuestras clavículas era el límite de nuestro cuerpo que sobresalía de las aguas norteñas, sin embargo, no me olvidaba de que Daegal estaba completamente desnudo y eso hacía que mis nervios aumentaran aún más. Y se suponía que venía aquí para relajarme.

—En fin —suspiró con ganas, apoyando sus brazos por detrás de su cabeza a modo de soporte junto con la roca. Sus axilas rozaron la superficie cristalina—. Dentro de unos días vendrán los leones y mi queridísimo no padre a Invernalia.

—Jodido cabrón, hijo de una mula con viruelas... —susurré con rencor. Jamás perdonaré que el rey haya abandonado a Daegal cuando tan solo era un niño pero este soltó una gran carcajada sin el menor reparo ante mi insulto. No demostraba atisbos de odio hacia su verdadero padre por haberlo abandonado.

—Si tan fuerte es para dejar sus semillas esparcidas entre miles de mujeres, también lo es para cuidar de sus futuros vástagos. —Me crucé de brazos—. Los hijos no deben ser abandonados, jamás.

—Robert le prometía el mundo a una mujer antes de fornicarla por la noche y a la mañana siguiente lo olvidaba todo, incluida a la mujer —dijo sin miramientos—. Eso dice mucho del tipo de hombre que es. ¿No te parece? —Y a pesar de sus palabras, seguía sin mostrar enfadado, el tema le resultaba indiferente. Asistí—. Estoy feliz aquí, con los Stark, contigo. Robert hizo bien en que Ned me cuidara y fuera él el encargado de verme crecer. Eddard es un hombre con honor. En la Fortaleza Roja y en Roca Casterly lo más probable es que hubiera estado pudriéndome con ese odioso Joffrey y con los orgullosos señores de Lannister. Esos leones tienen unas garras que desgarran las entrañas.

—Ah... te compadecería si tuvieras que aguantar al príncipe Joffrey pero quieras o no, es tu hermanastro. Cuando lo veas, dale un codazo de mi parte a modo de saludo, ya sabes, como hacen los hermanos, preferiblemente en las pelotas.

—¿Hermanastro? —Se rió con desdén y luego me susurró en voz muy baja—: «La semilla es fuerte» esas fueron las últimas palabras que vociferó Jon Arryn en su lecho de muerte. Todos los bastardos tienen el pelo negro como la noche —Se tocó su cabello mojado a modo de confirmación—: Y los retoños nacidos desde un matrimonio entre el venado y el león han nacido con el mismo color de cabello porque el oro siempre cede ante el carbón, excepto ahora, ¿no te parece? Sigrid —pausó y se posicionó delante mía para mirarme a los ojos, sus manos tocaron firmemente mis hombros—. Tanto Joffrey como Tommen y Myrcella no son hijos legítimos de Robert. Pero con gusto haré que sus pelotas se revienten —añadió con una sonrisa maliciosa.

—¿Qué necedades estás diciendo? ¿Te das cuenta de lo que comentas? —pregunté, airada, mientras apartaba sus manos de un manotazo, ignorando su broma—. Sabes bien que podrían cortarte la cabeza por decir esas cosas como también sabes que los señores de Lannister son bien conocidos porque tienen de todo, menos piedad. Deja ya de decir eso.

—Pero lo sabes. —Me iba a ir pero él me puso una mano sobre la pierna, por encima de la rodilla—. Cersei y Jaime son más que hermanos. ¿Cómo puedes estar tan ciega? La verdad está presente a ojos vistas, escrita en los rostros de esos niños.

—Déjalo, Daegal —le advertí, metí mis manos debajo del agua y aferré mis dedos junto a los de él, apretando su mano a modo de advertencia—. No sigas por ahí. Sea lo que sea, no es de nuestra incumbencia. Es cosa de los mellizos, Robert está tan ciego que ni se da cuenta pero eso es problema de él. Te lo ruego, olvídalo. Olvídalo ya.

No quería que lo mataran por hablar de más y Daegal era dado a ser impulsivo.

—Robert está cuidando de los niños que realmente no son suyos, los tres son de Jaime —me corrigió él—. Y a los hijos bastardos que el rey ha tenido con las putas y que se formaron a través de su propia semilla ni caso les hace. ¿Crees que eso está bien? Quizá si se diera cuenta que la reina lo ha tomado por un tonto durante años y ha sigo engañado en su propio lecho tal vez imponga justicia a los Lannister. Y el gilipollas de Joffrey no llegaría a reinar nunca. No sería su heredero. Un delito tan grave como este los desertaría para siempre de Roca Casterly o Desembarco del Rey. Tomarían un barco hacia las Ciudades Libres, o más lejos aún, hasta las islas del Verano o el Puerto de Ibben.

Agudicé la vista hacia él, intuyendo adónde quería llegar a parar. Daegal era de todo un poco: astuto como un Lannister, fuerte como un Baratheon, honorable como un Stark. Pero, sobre todo, era un Stark. Sus ojos grises de la familia del lobo huargo me lo recordaba cada vez que lo observaba. Su osadía, igual. Sobre todo, su honor.

—Incluso así, no tenemos las suficientes pruebas que lo demuestren, Daegal.

—¿Crees que tomaría estos argumentos sin tener las suficientes pruebas que los defiendan? —replicó con voz grave para luego sonreír—. Oh, venga. ¿Por quién me tomas? ¿Por Hodor?

Hodor era nuestro compañero de juegos cuando éramos unos críos, ahora cuidaba de Bran y Rickon, los más pequeños de la familia. Era un poco retrasado pero también era un leal compañero.

—¿Y qué hay del hermano menor de los mellizos?

—¿El Gnomo? —preguntó con ironía.

—Tyrion Lannister —zanjé yo, poniendo los ojos en blanco. No me gustaba que lo llamaran así.

—Es astuto, no lo dudo, y su lengua, tan afilada como un puñal, estoy seguro de que sacará un gran provecho de la situación. Fíjate, lo primero que hará cuando tenga mayor libertad será buscar una puta, una buena cama y un estupendo vino.

—Puede ser. —Y pensándolo bien, estaba segura de que iba a ser así, tenía fama de libertino—. No sé cómo pero lo hará. No lo dudo. Aparte de mujeriego, también es un hombre inteligente.

—Medio hombre —se burló él. Le di una colleja en la cabeza.

—¡Au! —Se quejó él—. ¿Eso ha sido otra coz o la picadura de una abeja?

—¿Soy un caballo o una abeja? Decídete —murmuré por lo bajo, siguiéndole el juego.

Una ceja alzada dibujó el contorno de su frente. Estaba deseando saber cuál iba a ser su respuesta ingeniosa.

—Sabiendo que, ningún hombre te ha montado nunca pues... sí, una abeja. ¿Y yo?

Por suerte para mí, su ingenio dio respuesta para dar rienda suelta al mío al mismo tiempo.

—Sabiendo que —Empecé a decir, imitando sus palabras—. Ninguna mujer ha yacido contigo y no les has metido tu aguijón nunca pues... sí, un caballo te definiría al completo.

Se hizo el silencio mientras nos mirábamos, por un momento tuve miedo de haberle ofendido pero no fue así. Se rió como si no hubiera un mañana.

—Entonces, ¿me permites que te monte? —bromeó.

—Entonces, ¿me permites a mí meterte mi gran aguijón?

Él era mayor que yo por cinco años pero las travesuras de niño no se las quitaba nadie.

Nuestras carcajadas reverberaron por las gélidas paredes de la cueva, formando ecos plácidos en la solitaria pero reconfortante estancia.

Suspiramos a la vez cuando no pudimos reírnos más, se llevó los brazos a la nuca para colocarse de nuevo. Sabía que iba a empezar de nuevo con su discurso de los Lannister. Daegal era inteligente pero también testarudo, una vez que se le metía una idea en la cabeza por muy loca que sea, nadie ni nada podía hacerle cambiar de parecer.

—Idiota... ¿te han dicho alguna vez que estás loco?

—Me lo suelen decir casi siempre. Rara vez me voy al lecho sin que me lo hayan dicho.

—Te lo recordaré si alguna vez fallan en su cometido al decírtelo.

—¡Por favor...! —suplicó falsamente—. Venga ya, pongámonos serios. Volviendo al tema anterior, antes de que me interrumpieras tan groseramente... —Suspiré por mis adentros, deseando con todas mis fuerzas que dijera que estaba equivocado, que iba a desechar la idea—. Tywin Lannister seguramente sepa que sus hijos follan —Ahogué mi regañina ante su indecente vocabulario, la verdad es que ya me estaba acostumbrando—. Lo que el muy cabrón tiene esos secretos oscuros escondidos para que nadie más lo sepa. Ni siquiera los parientes lejanos de los Lannister y aunque lo sospecharan tampoco osaría a decir nada. Oh... pero el adulterio se paga bien caro ante la ley si lo descubre el propio rey. Joder. La cara de sorpresa de Robert será narrada durante centurias en boca de bardos y sus juglares cuando se entere. Su enfado hará que Tywin se vea obligado apresuradamente a corresponder las acotaciones de su rey por mucho que se haga de rogar o se moje los pantalones.

—¿Y los niños...? —Noté que mi voz era baja y apremiante. La verdad es que me disgustaba la idea que los niños vivieran una vida donde la gente los llamara bastardos cada vez que pisaban las calle, los despreciaran y los pisaran como si fueran mierda de ganado.

—Ya te lo he dicho —dijo Daegal mientras bajaba una mano y juguetetaba con la superficie del agua, sus dedos formaron leves chapoteos pero me fijé en que su vista estaba muy lejos de observar el paraje que se cernía ante él, veía pero no
vislumbraba nada al mismo tiempo, contemplaba un mar de posibilidades en un futuro cercano pero al mismo tiempo, incierto, entremezclado en un repentino deseo por fantasear el éxito de su idea o de rechazar el pensamiento de un posible fracaso. Un fracaso que podría conllevar a conocer al Desconocido en milésimas de segundos porque un error mal calculado, por mínimo que sea, conllevaba abrazar a la muerte.

»Viajarán como te comenté pero si temes por la vida de Tommen o Myrcella, no te preocupes, yo mismo me encargaré de que se les trate bien. En tanto a Joffrey como si se lo comen los lobos y los gusanos se hacen un gran festín con sus restos podridos. Me da igual. Ese niño solo traerá muerte como lo está haciendo su madre. Además mi tío Renly es de nuestra edad y también profesa el mismo odio en contra de los Lannister. Sin dudarlo, aceptará mi propuesta con una gran sonrisa en los labios. También vendría bien que los Stark se alíen con los Tyrell, la familia de Altojardín es tan misericordiosa como poderosa. Y Renly tras la muerte de Robert podría subir al trono y eso sería un golpe muy bajo para Cersei, joderá todos sus planes.

—Te equivocas —le corregí de inmediato—. El trono de hierro lo ocuparía el siguiente en la línea sucesoria. Sería Stannis Baratheon.

—Stannis Baratheon está haciendo de Stannis Baratheon en Rocadragón —se burló de su tío en cuanto tuvo la oportunidad, casi diría que deseaba hacerlo—. Demasiado ocupado siendo frío, rudo e increíblemente aburrido como para ocuparse del trono. Renly, por el contrario, es más audaz y joven. Y no es tan sanguinario, para variar. —añadió.

—Está bien, ahora dime las pruebas que tienes para desarrollar todo este embrollo.

—¿Pruebas? Más bien, claves. La clave perfecta está en Jaime y Cersei... —explicó—. Robert estará demasiado ocupado hablando con Ned en cuanto llegue a Invernalia, ya sabes, la amistad que tuvieron y blablablá, Es en esos momentos en los cuales los mellizos aprovecharán para estar a solas... -Sus cejas se movieron de arriba abajo. Disimulé una sonrisa.

—Esperate, ¿quieres que los espiemos? ¿Y si se dan cuenta? Y... en caso de que lo viéramos. ¿Cómo sabes que nos creerán? ¿A nosotros dos...? —Sé que estaba abusando de las preguntas pero mi cabeza estaba hecha un enredijo—. Porque te recuerdo que somos adoptados por Ned y yo ni siquiera sé quienes fueron mis verdaderos padres. Y la gente tampoco sabe quienes son los tuyos. Para la gente del Norte solo somos aquellos que nos apellidamos Nieve.

—Como en todos los siete reinos —adujo sin preocupaciones—. Nieve para los bastardos del norte. Piedra para los del Valle y Flores para los del Altojardín. Pero, ¿sabes qué? Ese apellido nos diferencia, no para mal, sino para bien. Los bastardos son bien conocidos en que aprenden y crecen más rápido que el resto. Y no son mentirosos.

—Está bien, Nieve —bromeé. Daegal sonrió, travieso—. ¿Y para que tu plan...?

—Para que mi plan funcione —me interrumpió él, sabiendo lo que iba a decir—: Robert deberá darme su venia para poder
viajar con él a Desembarco del Rey con la excusa de participar en sus grandes torneos. Partiré con él. Lord Renly tiene más de cincuenta hombres a su disposición. Y Loras es un jovenzuelo capaz, los Tyrell se unirían a una buena causa y el odio que sienten por los Lannister es notorio al igual que los Arryn. Lady Lysa, señora de El Nido de Águilas aborrece a los leones pero hablar con ella es un tanto difícil porque el camino para llegar hasta su trono es tortuoso y peligroso, sería un completo suicidio subir sin que el azul nos salude por un paso mal dado. Además, la descarto de momento porque está demasiado ocupada protegiendo a su hijo loco.

»Ahora mi prioridad es entablar amistad con el Caballero de las Flores, ganarme su amistad es esencial y también la de mi joven tío.

—Joder —murmuré sin querer—. ¿Y todo esto por el motivo de...?

Daegal chapoteó con rabia el agua.

—Porque estoy cansado de que los Lannister caminen con la cabeza en alto, orgullosos, pensando que son la mejor familia de los Siete Reinos cuando han cometido todo tipo de crueldades. Conocí a Jon Arryn, ¿sabes? Y ellos acabaron con su vida. La puta de Cersei manipula al rey para que haga actos horrendos y he sido testigo de la crueldad con la que se dirige el príncipe Joffrey hacia la gente humilde, y sí, también, hacia las mujeres. A pesar de no tener más de catorce años es un hijo de puta y estoy seguro que cuando Robert fallezca, Cersei no llorará por su pérdida, ni siquiera estará de fingido luto en su lecho de muerte, al contrario, lo celebrará y tendrá una gran sonrisa mientras pone al odioso de su hijo en el trono de hierro antes de que el cadáver de su señor esposo se pudra bajo tierra.

»Entonces, estaremos todos bien jodidos. —Los chapoteos se volvieron más predominantes. Vi furia en su mirada. Sin duda, sabía que él tenía algo pendiente con los leones, algo sumamente personal pero no quise preguntar, quizá, por miedo a causarle más dolor, más rabia, más ira—. Joffrey empezará a cortar cabezas a diestro siniestro y las clavará en lo alto de la ciudad como si fuera un divertido juego. Su padre Jaime, el jodido Matarreyes, se convertirá en su vasallo personal y pondrá a todo su ejército en contra de los Siete Reinos a medida que aumenta su poder. —Una vez terminó, suspiró, como si se hubiera quitado un gran peso de encima—. ¿Te parece esto un motivo suficiente para joderlos antes de que suceda?

—Daegal, sé sincero. —No quería contestar a esa pregunta porque en realidad tenía razón, sin embargo, quería que él me prometiera una cosa—. Prométeme que cuando partas y si tu plan funciona, me llevarás contigo.

Negó con la cabeza.

—Desembarco del rey es peligroso. No irás.

Justo la respuesta que más me temía.

—No seas así, Dae —dije sin poder contenerme—. Desembarco del Rey en el fondo es un lugar encantador. Además necesitas a alguien que te guarde las espaldas. Sé que será glorioso contemplar las armaduras brillantes, los enormes corceles con gualdrapas de todo tipo de colores, los estandartes ondeando a través del viento, los gritos del gentío emocionado, los preparativos cortesanos, los bardos entonando nuevos juglares... y los caballeros, sobre todo, los caballeros...

Escuché cómo se mofaba ante mis palabras.

—Deja la inocencia para Sansa, Sigrid. Ya eres mayor de edad y sabes lo que hay. Esos caballeros que tú dices puede que sean caballerosos contigo solo para conseguir lo que verdaderamente quieren y no, no conseguir mano sino saborear tus pechos redondos y atrapar el calor que emana de entre tus piernas. -Daegal hablaba con tono ligero y jocoso pero yo sabía que hablaba totalmente en serio como también sabía que no todos los caballeros eran así.

—Tú no eres así.

—Yo no soy un caballero, ni un príncipe, soy un bastardo.

—Eres un príncipe aunque no quieras verlo así. Eres hijo del rey —añadí.

—Hijo ilegítimo del rey —me corrigió poniendo énfasis en la palabra que lo diferenciaba. Me rendí y lo hice notar en mis rasgos. Él lo entendió y estiró sus brazos, me cogió por el antebrazo y me llevó hacia él—. Haremos nuestros votos bajo los ojos de los dioses. No. Quien me importa que lo sepa es Renly. Si a Robert le llegara a pasar algo lo bueno sería que él accediera a reinar.

—Estás jugando con fuego —murmuré muy a mi pesar en cuanto nombró de nuevo el trono de hierro—. Al menos, déjame estar a tu lado por si las cosas no salen como esperabas. Todo rey necesita una mano, todo maestre un aprendiz y todo hombre necesita a su familia. Tú más que nadie lo sabe, concédeme ese honor, al menos.

Tras mis palabras, se tomó un tiempo de meditación y abandonó su postura en calma, poniéndose delante mía con un impulso de pierna, me alargó el brazo y mis manos tocaron su pecho. Sabía que estaba luchando por una decisión que debía de tomar. Luego, cuando se decidió, me llevó hacia él. Inclinó la cabeza, sabía lo que iba a hacer, yo también lo hice. Nuestras frentes chocaron mientras cerrábamos los ojos.

—La sangre de los primeros hombres corre todavía por las venas de los Stark —susurró con un hilo de voz que a pesar de ser leve, era fuerte y firme—. Nosotros lucharemos por los Stark, moriremos por los Stark, mataremos por los Stark. Yo, Daegal Baratheon, criado bajo la templanza de la familia del futuro rey del Norte y enseñado para formar parte de la manada, prometo enviarte... —pausó, mis dedos acariciaron la piel de su pecho firmemente, dándole una respuesta que carecía de palabras pero no de significado—: prometo enviarte conmigo a Desembarco del rey. Mientras, me prometerás que nunca dirás mis planes a nadie. —Alzó la cabeza y me miró seriamente—: Ni siquiera a Robb.

Él más que nadie sabía mi especial afinidad por el mayor de los hermanos Stark.

—La sangre de los primeros hombres corre todavía por las venas de los Stark. —Empecé a decir—. Nosotros lucharemos por los Stark, moriremos por los Stark, mataremos por los Stark. Yo, Sigrid Stark, criada bajo la templanza de la familia del futuro rey del Norte y enseñada para formar parte de la manada, prometo guardar voto de silencio ante tus palabras. —Alcé la vista, no sin cierta molestia y dolor por lo que iba a decir—.
Ni siquiera a... Robb.

Nos quedamos un rato observándonos. Sabíamos que ahora debíamos ir al bosque sagrado para prestar juramento a los viejos dioses bajo el árbol corazón pero siempre nos gustaba recitar nuestros votos a solas antes de hacerlo.

Al criarnos con los Stark compartimos las mismas creencias y no adorábamos a los dioses de la luz de los Siete.

Empezamos a nadar hasta la salida. Daegal me retó a hacer una carrera hasta la orilla pero él era mucho más rápido y audaz que yo así que no le costó mucho ganarme.

Lo maldije.

Cuando llegué a la orilla, salió él por delante de mí, de modo que le vi todo el trasero desnudo. Sonreí muy a mi pesar.

—Sigues teniendo las mismas nalgas blancas de un rorro.

Se rió del comentario y se dio la vuelta, quizá para devolvermela y molestarme. Yo ladeé la cabeza hacia el otro lado para no verlo como en el día en que vino al mundo.

—Tápate. —Pude decir a duras penas y él lo escuchó pero se acercó más a mí, haciendo como que no había oído mis palabras.

—¿¡Qué dices!? —exclamó con cierta sorna—. ¿¡Te importaría decirlo más alto si te atreves!? ¡Al menos para escucharte mejor o sino, me acerco! ¡Te lo digo en serio! —añadió con tono burlón. Y era verdad: se estaba acercando.

Los bastardos no mienten.

Lo maldije de nuevo.

—¡Qué te tapes! —Él se río y se acercó a su caballo, de la silla de montar bajó ropajes nuevos.

—Tanto recato... —farfulló—. De pequeño nos veíamos como los dioses nos trajeron al mundo sin estar colorados. —Se tapó su hombría.

—Tú lo has dicho, de pequeños. Las cosas han cambiado —le expliqué—. Pásame la ropa.

Ahora no te veo como un hermano.

—Sí, algunas cosas han cambiado, sobre todo, han aumentado de tamaño —Se carcajeó—. Pero por el resto, todo sigue estando igual.

—Pásame la ropa y deja de decir necedades —insistí sin hacerle caso—. Ah. Y date la vuelta.

Con un bufido me pasó los hoscos ropajes y me los estrelló en la cara. Luego, se dio la vuelta a regañadientes. Su torso desnudo empezaba a secarse y yo, por suerte, había atrapado las prendas sin que se mojaran.

Cuando salí estaba temblorosa y un poco agitada con todo lo sucedido, incluso al taparme. Él me preguntó si podía darse la vuelta y acepté. Atisbé del mismo modo que había traído consigo varias sabanillas del alcobar y me las colocó encima con sumo cuidado para aminorar el frío.

—Así estarás más caliente —me dijo entre risas al darme suaves masajes en mis hombros mientras ajustaba las prendas. Cuando terminó me dio varias palmaditas en la cabeza. Como era mucho más alto que yo, no le supuso esfuerzo alguno.

—Qué gracioso, ¿por qué no le pides a Robert que en vez de que te lleve como participante a su justa, lo hagas como bufón de la corte? Estoy casi segura de que esa profesión la harías con mucha pasión y desde luego, con mucha afición.

Mis palabras se las tomó como si fuera una broma y me sacudió la cabeza con cariño.

—Solo si tú me recompensas con tu sonrisa tras una actuación, hermanita.

Sonreí.

—Así, así —continuó él con afecto.

Comprendí enseguida que daría la vida por salvarlo, por salvar a él y a cualquier Stark. Porque eran mi familia. Mi casa. Mi pasado. Mi presente. Mi futuro.

Mi hogar.

E Invernalia y su nutrido hielo se habían convertido en mis aliados y el delicado tacto de la nieve, en mi tranquilidad.

⚔️¡NO OLVIDES VOTAR Y COMENTAR SI TE
HA GUSTADO ESTE CAPÍTULO!
¡ME AYUDARÁS MUCHO!⚔️

🏹🏰También me puedes encontrar
en Instagram como @misslefayy🏰🏹

‧₊˚. ¡ "🛡️" EN LOS COMENTARIOS
PARA APOYARNOS!



Geros ilas! 🗡️🏰

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro