❝ PRÓLOGO ❞

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͙۪۪̥˚┊❛ B E T T E R ❜┊˚ ͙۪۪̥◌
🗡️ ⋆。˚ presents to you the prologue ▶❝ the deal ❞ ▬▬ 𝗮 𝗳𝗮𝘁𝗲 𝘄𝗶𝗻𝘅 𝗰𝗹𝘂𝗯 𝗳𝗮𝗻𝗳𝗶𝗰𝘁𝗶𝗼𝗻  🧚🏻 © 𝗐𝗋𝗂𝗍𝗍𝖾𝗇 𝖻𝗒 𝖻𝖺𝗋𝖻𝗌 ✨

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El sol resplandecía con potencia sobre ella. Sus rayos ultravioleta calentaban su cuerpo al grado de que este transpiraba como nunca; y el simple hecho de estar entrenando con todas sus fuerzas tampoco ayudaba a su estado caluroso.

—¡Vamos Fay!

Ignorando el sudor caliente que escurría por su cuerpo y rostro, Fay rodó sobre si misma y lanzo un tajo directo al pecho de su oponente, quien logró bloquear a tiempo el ataque con su propia espada, más no fue capaz de parar la patada barrida que Fay le lanzó casi al instante en que sus espadas chocaron.

La multitud exclamó con entusiasmo en el momento exacto en el que su oponente cayó sobre el estrado y ella apunto directo a su pecho, cosa que hizo enorgullecer a Fay; sus compañeros, quienes momentos atrás se encontraban entrenando, se habían acercado a medida que la confrontación aumentaba en una danza de movimientos rápidos y precisos, con el único objetivo de ser espectadores de tan magnífico enfrentamiento de fin de año.

Y había valido la pena para todos ellos. Terminaron llenos de asombro y perplejidad, pues si bien muchos de los entrenamientos de los especialistas eran increíbles de ver, no todos los días una alumna de primer año se enfrentaba a un alumno dos años mayor y terminaba venciendo.

Los aplausos y vítores llegaron a los oídos de Fay de forma maravillosa, logrando que sintiera una gran satisfacción consigo misma y sonriera apenas mostrando los dientes. No obstante, al voltear para buscar la mirada de aprobación de la persona más importante para ella, cualquier atisbo de felicidad en su rostro se esfumó en el mismo instante en el que no encontró a su padre cerca de donde estaba; Saúl Silva, director y maestro de los especialistas, se encontraban a un costado de la otra tarima, donde cierto rubio amigo suyo se encontraba combatiendo junto Riven.

Y como si no fuera poco el hecho de que no la había observado pelear, su padre le estaba sonriendo con orgullo a Sky; un gesto que no le había dedicado a ella en muchísimo tiempo.

Fay suspiró alicaida a la vez que apartaba unas hebras oscuras de su cabello del rostro; Decir que estaba decepcionada era poco. Su corazón dolía dentro en su pecho. Estrujado ante la indiferencia de su sangre.

Debería haberlo sospechado. Todo el año su padre se había negado a elogiar sus técnicas de combate. O cualquier cosa relacionada a la elección que ella hizo. Sin embargo, una pequeña parte de ella, esa parte que anhelaba volver a lo que eran antes, guardaba la esperanza de que él aceptará su decisión y la mirará de la misma forma en que veía a Sky.

Ignorando la punzada de dolor en su pecho, Fay se acercó a Elliot y le tendió la mano para ayudarlo a incorporarse.

—Buena pelea —halagó él aceptando la mano de Fay con una sonrisa. Ella tiro de él y el castaño se incorporó de un salto—. Es la segunda vez que logras vencerme. Mejóraste mucho en tu primer año, Fay.

Y a pesar de que el halago de Elliot la hizo sentir un poco mejor, no fue suficiente para que volviera la felicidad que había sentido al ganar la pelea.

—Gracias, es bueno ver que alguien por lo menos lo nota —respondió ella con un dejé de ironía y molestía, el cual Elliot notó.

—Silva siempre ha sido estricto con sus alumnos, Fay. No lo tomes personal —aconsejó él intentando hacerla sentir mejor, cosa que no resultó como esperaba—. Te veo el próximo año, pediré la revancha.

Dicho eso, le dio un apretón amigable en el hombro mientras le dedicaba una suave sonrisa y se dirigió a las escaleras de la tarima para irse con su compañero de cuarto, quien lo esperaba.

—Cierto —musitó ella en respuesta—, pero yo soy su hija — pero él ya no alcanzó a escucharla.

Resignada a que ese último día de clases no recibiría un cumplido por parte de su padre, Fay imitó al chico y bajo de la tarima un tanto desanimada. Se dispuso a alejarse del campo de entrenamiento con dirección a la escuela, cuando unos aplausos resonaron detrás de ella.

—Eso ha sido genial —halagó Eve pasando su brazo derecho sobre los hombros de Fay para comenzar a caminar hacia al edificio donde estaban ubicados los dormitorios de los especialistas.

Eve era su compañera de habitación y amiga desde hace un año, lo que alivio de cierto modo a Fay cuando comenzó a estudiar en Alfea. Siendo su primer año ahi como estudiante, y no solo como la hija de un miembro del profesorado, Fay estaba muy nerviosa por compartir habitación con alguien desconocida para ella.

¿Qué pasaba si su compañera era una malcriada? ¿O terminaban llevándose mal? La idea de compartir habitación con alguien que no le agradará no era una gran forma de empezar el año, sin embargo ninguno de sus pensamientos resultó ser parecido a la realidad; Eve, castaña, de pelo rizado y figura delgada, le sonrió en el mismo momento en el que Fay entró en la habitación que compartirían por los próximos 4 años, y la saludó como si se conociesen de toda la vida.

—¡Hola! —dijo alegremente y se acercó a ella con la mano extendida—. Soy Eve, mucho gusto.

Su alegría alivió tanto a Fay, que no tardó mucho en iniciar una conversación con Eve mientras ambas se acomodaban en su nuevo hogar. Y mientras conversaban, Fay se sintió muy afortunada por tener de compañera a alguien tan agradable.

Sin embargo, y con el paso de los días,  Eve se volvió algo más que su simple compañera de cuarto. Fue la primera amiga real, fuera del grupo de chicos que conocía desde pequeña, que no había mostrado interés en ella solo por ser hija del director de los especialistas, o por el tipo de magia de hada que poseía, sino por ser ella misma.

Y eso Fay lo apreció muchísimo. Tanto así que deseó en su corazón que su amistad con Eve perdurará por siempre.

—Quita esa cara —le reclamó Eve—. Las vacaciones empiezan mañana y ya no tendrás que preocuparte por tu pa...

—¿Por qué sigue haciéndolo? —irrumpió Fay repentinamente mientras se detenía en medio del pasillo. La rizada bufó por lo bajo, sospechando a donde se dirigía el tema; no lo había comentado antes, pero Eve había sido testigo de como su amiga habia buscando la aprobación de su padre momentos atrás, en el campo de entrenamiento—. ¿Por qué no puede decirme nada sobre mi desempeño, Eve? ¿Tanto le cuesta hacerlo?

—¡Dah! Por supuesto que le cuesta, Fay. Él no quería que estuvieras con los especialistas —recalcó Eve respondiendo a su pregunta con algo de exasperación debido a que siempre era el mismo tema de conversación con ella. Ambas continuaron con su andar—. Tu padre no puede aceptar que eligieras tomar una espada, en lugar de practicar tu magia, tal como lo habían acordado hace años atrás.

Fay bufó a la vez que abría la puerta de su habitación con cierto fastidio.

—Pero todo el mundo puede cambiar de opinión, Eve; ha pasado un año y medio desde que le dije mi decisión final, y aún no lo acepta —repusó Fay sentándose sobre el borde de su cama con desánimo—. Y claro que práctico mi magia, dos veces a la semana.

—Pero para él no es suficiente, Fay —replicó su amiga mientras abría su armario y sacaba el resto de ropa que le quedaba. Fay, por otro lado, resoplo y se dejó caer de espaldas sobre el colchón.

—Desde que comenzó el año escolar he dado todo mi para ser como él y demostrarle que estoy a la altura. Pero él no es capaz de decirme ni un solo cumplido. Ni una vez —replico con recelo—. Siempre es «Muy bien Sky» «Excelente defensa Sky» «Buen trabajo Sky». En cambio, yo solo recibo una mirada de vez en cuando y un «Sigue practicando»....¡Derribe a Elliot, Eve! ¡A Elliot! ¡El mejor espadachín de tercer año!

La castaña, con una mueca, no supo que responderle a su amiga. Era verdad que Fay siempre se esforzaba por llamar la atención de Silva, pero incluso ella no lograba comprender porque el profesor no reparaba en su hija.

Fay, al ver que su amiga no sabía que responderle, prefirió dejar el tema por zanjado. Tomó el conjunto de ropa que había dejado esa mañana sobre su cama y se dirigió al baño para tomar una ducha caliente.

Una vez que sintió el agua caer sobre su cuerpo, dejó que todo el estrés acumulado de ese día se fuera por el drenaje. Le dolía la situación con su padre, no podía mentir, pero por más que él estuviera negado aceptar su decisión, ya nada haría que cambiará de opinión.

Ella había elegido su rumbo. Y él debía aceptarlo en algún momento de su vida; Todavía recordaba a la perfección el día en el que le dijo que quería ser especialista. Había sido un día muy emocionante para ella, pero a la vez habia sido el comienzo de la brecha en su relación padre e hija.

Ese día fue la última vez que sintió que estaba realmente conectada con su progenitor. Ese día fue la primera vez que él le rompió el corazón.

Era un día nublado y lluvioso, pero eso no fue impedimento para Fay, quien a pesar de las advertencias de Sky para que no se alejará de los límites que su padre había impuesto, salio corriendo de la pequeña cabaña donde vivían mientras Saúl enseñaba en la escuela. Dicha cabaña se encontraba en los terrenos del colegio, dentro del domo mágico que protegía a la escuela y a sus alumnos.

Fay estaba consciente de que no podía acercarse mucho a las áreas del colegio durante clases, puesto que no podía distraer a los alumnos de sus actividades. Sin embargo ese día había recibido una invitación por parte de Dowling para asistir a una de sus clases, y necesitaba el permiso de su padre para ir con ella.

Corrió por los jardines hasta la zona de los especialistas, donde sabia que su padre estaría enseñando a la siguiente generación de guerreros. Y nada más cruzar el pequeño bosque que los separaba, se detuvo abruptamente y contempló el verdadero trabajo de su padre: patadas, golpes, estocadas, flechas, lanzas...

Asombrada, vio como una chica se movía con tal agilidad, que parecía estar danzando con la fuerza de un guepardo a pesar de la lluvia que le dificultaba el entrenamiento. Fay soltó un jadeo atónito al verla lanzar, de una patada, a un chico al estanque del colegio.

Fay nunca había sido testigo del entrenamiento que tenían los alumnos de su padre, mayormente porque su padre se lo tenía prohibido. La mayor parte de su tiempo la pasaba en la biblioteca de la escuela con Sky, o en el invernadero con Terra y Sam, amigos suyos desde pequeños y quienes ayudaban a su padre en su trabajo.

Sin embargo, aquel día cambio la perspectiva de su futuro; Ya no quería ir a las clases de hadas con Dowling.

Ella quería hacer lo mismo que aquella chica. Quería pelear de ese modo. Quería patear traseros.

¿Qué las hadas aprendían a usar su magia? No le importaba, ella quería usar una espada.

¿Qué las hadas tenían clases con la directora Farah? Tampoco importaba. Ella quería aprender de su padre.

Ese día Fay tomó una desición. Entrenaría para ser especialista, igual que su padre.

Pero esté no lo tomo como esperaba.

—¡¿Qué quieres que?! —inquirió incrédulo su padre cuando Fay terminó de contarle su decisión.

—Quiero ser especialista, como tú —respondió ella con la misma emoción desde que tomo su decisión.

Pero su padre bufó y se frotó la cara con la mano derecha mientras que la otra la posaba en su cadera. Sky, quien se encontraba leyendo un libro en la sala, los miró de reojo.

—Acordamos que estarías en las clases de Farah. Que aprenderias a dominar tus poderes.

—No hay mucho que pueda aprender de ellos, papá—replico ella—. No son la gran cosa; yo quiero entrenar contigo. Quiero aprender a pelear —agregó ella lanzando una patada que apenas y llegó a la altura de la silla.

—Es importante que aprendas sobre tu magia, Fay.

—Lo sé, papá. Pero...

—Los entrenamientos de los especialistas son duros —la irrumpió él—, no tienes la complexión ni la resistencia para pasar el examen.

—Tengo tu legado, me esforzaré como nadie —insistió ella, sin perder la esperanza todavía—. Enserio quiero hacer esto padre.

Saúl la miró fijamente con el ceño fruncido y gesto pensativo. Un minuto entero paso, y él seguía observándola. En ese momento Fay deseo ser un hada de la mente solo para saber que estaba pensando su padre.

Y justo cuando Fay estaba perdiendo las esperanzas, él suspiró.

—Un mes —dijo finalmente tras varios minutos en silencio—. Tienes un mes para demostrarme que puedes hacerlo.

Y Fay aceptó. Durante todo un mes entero se levantó temprano junto con Sky para salir a correr y ganar resistencia. Se escabulló entre los árboles y arbustos para observar las prácticas de los especialistas. Buscó al mejor de todos ellos para estudiar sus movimientos, y con su teléfono grabó cada rutina para luego practicar cada una de ellas en su habitación.

No hubo un solo día que no se esforzará al máximo ni diera lo mejor de si. Y cuando finalmente el fin de año llegó, Fay se presentó a la prueba que determinaría si era apta para reclamar el legado de su padre el próximo año. Escuchó atentamente las indicaciones que la mano derecha de su padre le dió, y cuando el silbato sonó, Fay corrió hasta el primer obstáculo que tenía que superar.

En ningún momento se detuvo o se rindió. Dió el ciento por cierto de si misma y terminó superando cada prueba que le pusieron. Terra y Sam, quienes habían asistido como apoyo moral, la abrazaron orgullosos cuando Fay finalizó su prueba, mientras que Sky la felicitó,   muy impresionado.

Incluso la directora Farah y el profesor Harvey quedaron asombrados con ella. No obstante, solo había una persona que no había dicho comentario alguno desde que terminó; Su padre la miró con los brazos cruzados y un gesto indescifrable. Y cuando Fay creyó que finalmente diría algo, se dio la media vuelta y se alejo con dirección al colegio.

Esa fue la primera vez que Fay sintió un hueco en su pecho. Había estado tan entusiasmada por enorgullecer a su padre que, cuando lo vio marcharse sin decir nada, sus ojos se cristalizaron.

Pero no podía rendirse. Si había algo que había aprendido de él, era la perseverancia. Ignorando los llamados de sus amigos, siguió a su padre con paso determinante.

—¿No vas a decir nada? —espetó ella. Su padre continúo su andar sin voltear a verla—. Papá, por favor di algo.

—No tengo nada que decirte Fayra. Habíamos acordado en que estudiarias con Dowling —replicó él volteandose de repente. Habían llegado hasta el comedor del colegio, el cuál se encontraba vacío debido a que los alumnos habían vuelto a casa.

—Lo sé, pero también tengo derecho a cambiar de opinión —objetó ella—. Quiero ser especialista.

—No tienes lo que se requiere.

—¡Pero lo hice! ¡Pase la prueba, padre!

—Habiamos acordado otra cosa Fayra. Tu lugar es con las hadas.

—¡¿Solo por qué tu lo dices?!

Pero su padre no pudo responderle porque en ese momento la directora Dowling se acercó a ambos y le propuso un trato a su padre; Fay tendría una plaza para ser especialista, y a la vez estudiaría su magia tres veces a la semana con ella.

Fay giro a ver a su padre esperanzada, a lo que Silva soltó un suspiro resignado y a regañadientes terminó aceptando el trato de su colega.

De este modo Fay ingresó a Alfea el siguiente curso junto a Sky, que al igual que ella tenía el legado de su padre, y juntos empezaron a entrenar con sus nuevos compañeros. El entusiasmo que sintió Fay la primera vez que se puso el traje de combate fue inexplicable. No obstante esté se fue perdiendo con el paso de los días. Por más que ella se esforzaba al doble para enorgullecer a su padre, esté terminó tomando a Sky como su alumno estrella.

Aquel gesto la desánimo demasiado, tanto así que estuvo apunto de renunciar.

Sin embargo Sky la detuvo y la convenció a no darse por vencida.

—¿Te gusta ser especialista? —le preguntó él una vez, a lo que Fay asintió cabizbaja—. Entonces no te rindas. No dejes de hacer lo que te gusta solo porque Silva no quiere que lo hagas. Es tu vida Fay, es tu futuro. Da lo mejor de ti. No por él, no por nadie más, sino por ti misma.

Y eso hizo. Cada día se esforzó más y más. Superó a varios de sus compañeros y se convirtió en una de las mejores de su generación. No consiguió superar a Sky, claro está, pero si logró vencer a otros chicos que estaban a su nivel. Elliott por ejemplo.

Sin embargo las cosas no mejoraron con su padre.

Esté siempre se mostró serio con ella y la trataba como un alumno más -cosa que Fay hasta cierto punto entendía pues no esperaba que la tratara diferente solo por ser su hija-, pero incluso cuando no estaban en clases, su padre se mostraba alejado de ella.

—¡Fay, debemos irnos! —le avisó Eve al otro lado de la puerta. Fay sacudió la cabeza, alejando los recuerdos y regresando a la actualidad.

Terminó de bañarse, se arregló lo mas rápido que pudo y salió para tomar su maleta. Eve la esperaba en la puerta, y cuando ambas estuvieron listas, salieron para dirigirse al patio del colegio donde los alumnos, con su equipaje en mano, se alejaban por el camino principal de la escuela para llegar a Blackbridge, un pueblo local a las afueras de Alfea donde sus padres los recogerían para llevarlos a casa.

Fay no vio a su padre por ningún lado, pero tampoco le preocupó mucho ese hecho; una camioneta del colegio los llevaría a ella y a Sky a casa, donde se reunieran con su padre por la tarde, cuando el concluyera sus deberes de último día.

Ambas chicas siguieron a sus compañeros y dejaron atrás el colegio que fue su hogar durante un año entero; Iban conversando sobre sus planes para esas vacaciones, cuando alguien gritó el nombre de Fay.

—¡Fay! —la chica se giró y vio a Sky correr en su dirección con su equipaje sobre el hombro—. ¿Lista para pasar las mejores vacaciones?

Cualquiera pensaría que Fay odiaría a Sky por ser el predilecto de su padre, pero esté no era el caso; Gracias a Sky, Fay no renunció a los especialistas. Sin contar el hecho de que ambos fueron criados por el mismo hombre y eran mejores amigos mucho antes de empezar el año escolar; además, no era culpa del rubio que su padre lo eligiera como su alumno estrella.

—Nací lista —respondió ella con una sonrisa de oreja a oreja—. ¿Fogata y malvaviscos como todo inicio de verano?

—Eso ni se pregunta, ya es tradición—respondió él con una sonrisa.

—¿Y ese milagro que no estás con tu noviecita? Creí que pasarían el verano juntos—le preguntó Eve de imprevisto, y con cierta burla. Pero al ver la mueca en el rostro de Sky, su sonrisa de esfumó.

Fay, por otro lado, no pudo evitar rodar los ojos con cierto fastidio.Ella y Stella no tenían la mejor relación que digamos. Incluso Fay podía admitir abiertamente que no le caía bien la novia de su mejor amigo. Sobretodo por lo que la rubia le había hecho a su mejor amiga hace unos meses atrás. No obstante siempre procuró tener un trato cordial con ella por Sky.

Solo porque él se lo había pedido.

—Ex-novia querrás decir —corrigió Sky tratando de no lucir afectado por su reciente rompimiento con la princesa.

—Lo siento, no sabía...

—Descuida, está bien —le resto importancia Sky, sin embargo Eve bajo la mirada apenada por haber sacado a relucir el tema.

—Bueno —irrumpió Fay cuando notó que el ambiente se había tornando incómodo—, entonces debemos hacer que estás vacaciones sean más divertidas, para poder olvidar todos nuestros problemas —y rodeo al rubio con un brazo.

—Estoy de acuerdo contigo —concordó Sky, pasando su brazo sobre sus hombros y volteo a ver a la castaña—. La invitación para que vengas sigue en pie, Eve.

—Gracias, pero no creo que mis padres quieran cambiar sus planes; Organizaron un viaje a Linphea para visitar a una tia y dudo poder safarme de eso —respondió Eve.

—No pasa nada —respondió Fay—. Otro día será.

En eso los tres llegaron a Blackbridge y vieron una camioneta con el emblema de la escuela estacionado cerca de la entrada del pueblo.

—Llegaron por nosotros —señaló Sky la camioneta.

—Nos vemos el próximo año —se despidió Eve y abrazó a Fay con fuerza antes de murmurar en su oído—. Deja de torturarte con la aprobación de tu padre; disfruta el verano.

Fay meneó la cabeza y asintió.

—Lo intentaré —aseguró ella, y ambas se separaron.

—Disfruten sus vacaciones chicos —deseo la rizada tras darle un corto abrazo a Sky, para luego alejarse de ambos.

Fay y Sky por otro lado, se acercaron al vehículo y abriendo la cajuela para dejar sus pertenencias dentro.

—Vi que derribaste a Elliot por segunda vez en el año—comentó Sky cuando ambos ya se encontraban en el interior de la camioneta—. Lo dejaste impresionado.

—Si, lástima que al único que quiero impresionar no muestra ni un poquito de interés en verme —se quejó ella.

—No seas muy dura con él, Fay —pidio Sky con una mueca—. Quiere lo mejor para ti.

—¿Y acaso no importa lo que yo quiera? —replico Fay con cierta molestia.

—Claro que importa —aseguró él—, solo dale tiempo. Ya se dará cuenta.

—¿Más tiempo? —inquirió ella con desdén—. Ha pasado un año, Sky. Un año y todavía no acepta que estoy a la altura.

—Estoy seguro que ya lo aceptó —aseguró él y entonces se rio suavemente—. Pero al igual que cierta chica, es demasiado orgulloso para admitirlo en voz alta.

—Ignorare que dijiste eso último y preguntaré lo siguiente: sí ya lo aceptó, ¿por qué no lo demuestra y me ahorra el sentimiento de rechazo? —y dicho eso, desvío su rostro hacia la ventana, ocultando el dolor que sus ojos reflejan.

Sky la miró de reojo y soltó un suspiró lento; al igual que Fay, él no comprendía el motivo por el cual Silva estaba tan negado en aceptar que Fay fuera como él. Su amiga tenía talento nato para pelear. Lo había visto. Pero por respecto a Silva, y a la amistad de antaño que tuvo con su padre, nunca lo cuestionó al respecto. 

Sin embargo, a Sky no le gustaba ver a Fay decaída. Sabía lo duro que su amiga habia trabajado todo el año para ganarse la aceptación de Silva. Y el simple hecho de ver como sus esperanzas y ánimos decaian con el paso del tiempo, lo destruían por dentro.

Por lo que una idea surgió de repente, y no tardo en decírselo a Fay.

—Hagamos un trato —dijó él—, esté verano no solo nos divertiremos, sino que también entrenaremos hasta dar lo mejor de nosotros; te ayudaré a conseguir la aprobación de tu padre el año que viene, Fay.

Y como si le hubiera ofrecido la luna y las estrellas, Fay se giró hacia él con los ojos abiertos de par en par y una enorme sonrisa.

—¿Harías eso por mi?

Haría lo que fuera por ti, Fay —aseguró él.

Tal vez se debía a que estaba muy sensible por el tema de su padre, o tal vez por el poco espacio que los separaba el uno del otro, pero oírlo decir aquella afirmación, de forma tan segura y determinante, causó en Fay un cosquilleo en la boca de su estómago que nunca antes había sentido.

Y si bien aquella sensación era nueva para ella y la desconcertó por un momento, sonrió mostrando todos sus dientes. No obstante, conocía muy bien a Sky, por lo que rápidamente entre cerro los ojos y preguntó:

—¿Y que pedirás a cambio?

Sky abrió la boca ligeramente ofendido y negó con la cabeza.

—Nada —respondió él para su sorpresa—. Solo que pasemos buenos momentos juntos en las vacaciones y dejes de presionarte tanto.

—¿Solo eso?

—Solo eso —Aseguró él—. Entonces, ¿es un trato? —y le extendió la mano abierta.

Fay lo miro pensativa; entrenar con Sky sin duda la ayudaría mucho a perfeccionar su táctica. Incluso, sí lograba superarlo, su padre no tendría más opción que aceptar su destreza y capacidad.

Fay estrecho su mano con la de él y sonrió nuevamente.

—Trato hecho.

Y Sky sonrió feliz con el resultado.

El viaje hasta su hogar no sería tan largo, por lo que Fay desvío su mirada hacia la ventana y disfruto el paisaje verde que se asomaba al otro lado mientras los pensamientos se arremolinaban en su mente; estaba decidida. Finalmente le demostraría a su padre que tan equivocado estaba sobre ella; Fay llegaría a ser la mejor especialista de su generación y no había nada que pudiera impedírselo.

Ni siquiera Sky, quien la ayudaría para lograrlo.

Fay sintió como la esperanza crecía dentro z ell y recargo la cabeza sobre el respaldo del asiento, feliz.

Oh Fay...  Si tan solo hubiera sabido que ese verano cambiaría su vida y la relación que tenía con Sky, tal vez hubiera pensado mejor aquel trato antes de aceptarlo.

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𝐁𝐚𝐫𝐛𝐬 © | 𝟐𝟎𝟐𝟏

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