𝙳𝚘𝚜

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—¡Jimin hyung!—se quejó, riendo a carcajadas—, eso fue grosero de tu parte.

—Pero, ¡es la verdad! No encontré otra manera de decirle que no me gustaba, no podía romperle el corazón así como si nada.

Jungkook negó riéndose.

—Bien, bien, pero ya basta. Mucha charla y poco trabajo.

Finalmente, se habían caído realmente bien. Mucho mejor de lo que ambos pensaban, y eso ayudó a que no se estresaran con el trabajo.

Trabajo del que aún faltaba la mitad. Y habían pasado ya casi tres horas.

Jimin asintió con la cabeza, sentándose mejor en la silla de escritorio. Su compañero se dispuso a leer nuevamente el material con el que debían responder la serie de preguntas, y el rubio se perdió en sus facciones.

Sus pucheros involuntarios, cuando arrugaba la nariz antes de negar con la cabeza por algo que estaba leyendo, y los soniditos extras que se dejaban oír. Pero por sobre todas las cosas, le gusta la manera en que su cabello se mueve, cuando sus ojos le miran, o sus manos lo tocan por accidente.

Me gustas tanto.

—¿Hyung, todo bien?—su suave voz lo trajo de vuelta a la realidad.

Avergonzado negó con la cabeza, sentía el rostro caliente.

—Si, lo siento. Me quedé... pensando.

—¿Pensando que cosa?

En lo tan enamorado que me traes.
Pero no iba a decirle aquello de ninguna manera. Pensó en una respuesta rápida para salir del apuro.

—E-en que ya ha de ser hora de merendar, pensaba en eso. ¿Quieres que preparemos algo de tomar?—el menor asintió a sus palabras, dejando los apuntes sobre el escritorio—. El que llega último tendrá de suegro al profesor Lee.

Y dicho aquello Jimin salió corriendo. Jungkook reaccionó segundos más tarde, pero logró alcanzarlo en las escaleras.

Nadie quería ser novio de Lee So, una chica de dieciséis años que si bien no era fea tenía hábitos asquerosos como comer sus propios mocos, entre otros.

—Fue un empate, menos mal—el menor se rió, respirando agitado por la repentina actividad física.

Jimin y él caminaron sin decir nada más hasta la cocina, el menor comenzó a preparar leche con chocolate bajo la curiosa mirada del menor. Hasta qué Jungkook recordó algo, o más bien a alguien, y regresó hasta la sala por donde habían pasado primero.

El chico miraba la tele con una concentración envidiable, estaba viendo una película de acción aparentemente.

Jungkook se mordió el labio inferior nervioso pero a pesar de ello se acercó lo suficiente al contrario.

—Mmh, ¿hola?—el castañito a lo miró, se podia notar la curiosidad en sus orbes marrones—, ¿pasa algo?

—No, es decir—dudó unos cortos segundos—, yo solo quería preguntarte si vendrías a merendar con nosotros.

El chico bajó la mirada, de repente su semblante también había cambiado.

—A Jimin hyung no le gusta que hable con sus amigos—susurró—. Y he estado comiendo chatarra toda la tarde, realmente estoy harto. Pero gracias por—vaciló—, por lo que acabas de hacer.

🐰🐻

La hora de retirarse había llegado para Jungkook. Ya era tarde y por la calle donde debía pasar la iluminación no era muy buena.

Había guardado todas sus cosas, se encontraba parado cerca de la puerta de entrada con la mochila colgada en un hombro.

Pero...

—Creo que me olvido de algo, Jiminie—su compañero volteo a verle.

Bueno, tal vez no había guardado todas sus pertenencias adrede.

—No me digas—una risita se escapó de sus labios, le pareció haberlo visto antes de bajar—, es tu plumón.

—Oh, si hyung, creo que lo dejé sobre tu escritorio—formó un puchero con los labios.

Era un buen mentiroso.

—¡No te preocupes!, yo voy por él.

Vió a su compañero subir las escaleras, y aprovechó esos pocos minutos para acercarse al otro chico que continuaba en el sofá viendo ahora, dibujos animados al revés (las piernas en el espaldar del sofá, y la cabeza hacia bajo).

Jeon sonrió leve al verle, y habló sin ser consciente de las palabras que salían de su boca.

—¿Quieres ir mañana al parque conmigo?—y segundos más tardes se arrepentía de haber preguntado semejante cosa. A penas lo había visto ese día, en pijama, ¡y ni siquiera sabía su nombre!

Cuando iba a retractarse con alguna excusa absurda, el peli-castaño asintió sonriente.

—Por supuesto que si.

©ʏᴏᴏɴɴɪᴇxᴊɪᴍɪɴɪᴇ5

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