𝟎𝟏. ⠀DAYS GONE QUIET.

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☆ ☆ ☆

CAPÍTULO UNO :
DÍAS DE TRANQUILIDAD
at least it's all gone quiet for now



"Parpadea, y los años caen como hojas. "
── La Vida Invisible de Addie LaRue



VERANO⠀─ ⠀25 DE AGOSTO, 10:35
⠀⠀⠀Boston, Massachusetts


EL VASO DE WHISKEY BARATO está medio vacío y permanece sobre la mesa junto a la cama desde anoche. Dos botellas de cerveza yacen en el suelo, olvidadas y volcadas, manchando la vieja alfombra de la casa con algunos tonos oscuros más de la viscosa bebida que gotea en pequeñas gotas. Cuando Riley se despierta, sus ojos parpadean un par de veces, intentando acostumbrarse a la luz matinal que entra por la ventana y a través de las persianas.

Dejando escapar un gruñido, la Adams se lleva la mano a la cara a medida que aumenta su dolor de cabeza y necesita volver a cerrar los ojos para concentrarse, tratando de masajearse la frente para despejar la mente y ahuyentar la bruma de sueño que persiste en envolverla. A estas alturas, Riley ya debería estar acostumbrada a encontrarse indispuesta al día siguiente. Le ocurría más veces de las que podía contar, más aún cuando tenía una noche movidita.

Despertarse siempre era un sacrificio normalmente, pero después de una noche de copas con sus viejos amigos de póquer, Riley se sentía como si la hubiera atropellado un tren de carga. Cualquier movimiento la incomodaba y le hacía palpitar la cabeza, por no hablar de las ganas de vomitar que crecían por momentos dejándole el estómago revuelto.

Cuando se sentó en el sofá, respiró hondo varias veces y parpadeó hasta que pudo concentrarse. Sus pies acabaron chocando con las botellas abandonadas, alertándola de que los objetos estaban allí. Alcanzando una, Riley se la llevó a la boca sólo para frustrarse al ver que estaba vacía. Resoplando con rabia, dejó la botella a un lado y miró hacia la mesita que había junto a la cama. Al ver el vaso de whisky y luego los números en la pantalla de su despertador, su mirada se abrió y Riley se despertó del todo.

No había sonado el despertador y llegaba demasiado tarde para recibir el cargamento de armas que llegaría esa misma mañana. Si alguno de los guardias, aparte de Lee, lo había recibido, sabía que estaba jodida. Peor sería que el cargamento fuera robado por algún listillo de una facción enemiga. Maldiciendo mientras se levantaba, se quitó la blusa que usaba para dormir y se puso algo más apropiado.

—¡Sally! ¡Sally! Sally, despierta. Se nos hace tarde —gritó, mientras avanzaba por la casa. Riley se calzó los zapatos y se colocó el reloj en la muñeca. Dirigió la mirada a la puerta del cuarto de su hermana y frunció el ceño ante la falta de respuesta—. Sally, es hora de irse, joder. No te me ablandes ahora. Llegaremos tarde.

Resoplando y murmurando para sí misma, Riley puso los ojos en blanco mientras se abrochaba los vaqueros y se dirigía a la habitación de Sally. Sin llamar, su mano fue directa al pomo de la puerta, tras colocar el cuchillo oculto en su cintura, bajo la blusa blanca estampada que llevaba.

—Sally, vamos. Es hora de levantarse... —Riley dejó de hablar a media frase cuando se dio cuenta de que la habitación estaba vacía. Su mirada recorrió todo el cuarto, sin rastro de que la menor de los Adams estuviera allí.

Frunció el ceño, inspeccionando la habitación. La cama de Sally estaba hecha y organizada como siempre hacía cada mañana. En la pared estaban los cuadros que Riley había robado de una casa abandonada en la que habían entrado a robar hacía algún tiempo. Los dibujos que Sally hacía ahora ocupaban el lugar de la fotografía familiar que un día había ocupado ese espacio en el marco. Imágenes perfectas del rostro de John y Laurie, Riley y lugares que Sally recordaba.

Su habitación, comparada con la de Riley, era presentable y acogedora. Era la forma que tenía Sally de buscar el confort, de hacer de aquella casa un hogar. Su hermana no veía las cosas de la misma manera, Riley llevaba mucho tiempo sin darle importancia a su propio bienestar y pensaba que todo era pasajero. No había razón para ordenar su habitación si no sentía que era su hogar. Era más cómodo dejarlo todo como estaba.

Angustiada, la Adams abandonó la puerta del dormitorio y salió de la casa recogiendo la pistola que había dejado escondida bajo la mesa y colocándola en la funda que guardaba a su espalda. Saliendo del primer piso del edificio, bajó dos tramos de escaleras y salió a la calle, enfrentándose a otro día soleado y sofocante, con las calles concurridas y el aire contaminado dándole la bienvenida... Cuando encontró el exterior, miró a ambos lados, fijándose en la gente que caminaba y hablaba, notando todo el movimiento. Sus ojos se posaron en la mujer que estaba detrás del puesto de ración de comida de FEDRA, al otro lado de la calle. Riley se acercó a ella.

—¿Dónde está Sally? —preguntó en cuanto se detuvo frente al puesto. Pearl Douglas levantó la mirada de la fruta en dirección a Riley, con una ceja arqueada.

—Buenos días, Adams. Imagino que habrás pasado una agradable velada —se burló la mujer de piel oscura—. Si ya estás de tan semejante humor, no debes haber bebido lo suficiente como para estar en coma etílico.

—No estoy de humor para tus afrentas, Pearl —replicó Riley—. Quiero saber dónde está Sally, ¿la has visto?

—¿Por qué debería saberlo? Es tu hermana, tu responsabilidad —replicó Pearl, encogiéndose de hombros—. Lo has dejado claro miles de veces.

—Porque pasa más tiempo contigo, escuchando tus estúpidas historias, que concentrada en el trabajo —replicó la Adams, empezando a mosquearse—. Le llenas la cabeza de fantasías, así que me imagino que sabes dónde está ahora mi hermana, ya que eres tan amiga de ella. Entonces, ¿me vas a decir dónde está Sally o vas a seguir con esos jueguecitos?

Pearl la miró fijamente durante un momento, con expresión dura como la piedra, y Riley supo que la mujer deseaba reñirla. Se lo esperaba, teniendo en cuenta que las dos no se llevaban bien desde hacía mucho tiempo. Sin embargo, Douglas no dijo nada, se limitó a seguir colocando la fruta sobre la encimera de madera.

—No sé dónde está tu hermana, Adams —contestó, tras un momento de silencio que Riley pensó que duraría más—. Pero pasó por aquí hace un rato. Compró una manzana y me dijo que se iba a trabajar, a recibir una encomienda o algo así. No tuve tiempo de preguntarle qué era o dónde estaba.

Joder —maldijo Riley, pasándose la mano por la cara—. No puedo creer que haya hecho eso. No puedo creer que haya ido sola.

Pearl arqueó una ceja, entornando los ojos hacia Riley mientras ordenaba unas manzanas que tenía sobre el mostrador. Su mirada podía juzgarla, pues Douglas tenía mucho que opinar sobre Adams, sin embargo se abstuvo en ese momento. Al menos por un tiempo.

—Gracias... Por la ayuda —dijo Riley, después de respirar hondo. Las palabras le salieron un poco frustradas, como si no quisiera decirlas.

Sin decir nada más, se dio la vuelta para marcharse.

—Adams —la llamó Pearl, haciendo que se detuviera y volviera a mirarla—. Tienes que dejar de tratar a tu hermana como a una niña, Sally ya no tiene quince años.

—Eso...

—"No es de mi incumbencia", lo sé —respondió la mujer, cansada de escuchar siempre la misma respuesta—. Ya me lo has dicho varias veces, no se me ha olvidado. Pero sigo pensando que debes confiar más en la chica. Es adulta, ya no es tu responsabilidad.

Los ojos de Riley se entrecerraron.

—Ella siempre será mi responsabilidad —contestó lentamente, ríspida, puntuando sus palabras y dejándoselas claras a Pearl—. Sally es mi hermana, siempre me preocuparé por ella. Si no tienes familia para hacerlo, no es mi problema. Métete en tus asuntos, Pearl. Que lo pases bien.

Dándole la espalda a Pearl, no se dio cuenta de cómo la fulminaba con la mirada. Riley siguió caminando por la calle, intentando no sentirse culpable por lo que había dicho. No sabía mucho de la vida de Douglas, pero Sally ya le había contado que se sentía sola. Su marido y su hijo ya no vivían con ella y Riley pensaba que estaban muertos.

La mayoría de las personas de la zona de cuarentena ya no tenían familia. Era difícil encontrar a alguien que tuviera ahora más de dos parientes vivos. Los que sí los tenían, reconstruyeron sus vidas durante los últimos 20 años. Haciendo todo lo posible por alejar los recuerdos de los que perdieron, intentando reestructurarse y no dejar que el brote de un hongo pudiera hacer que dejaran de seguir adelante. Pero también hubo quienes no pudieron olvidar lo ocurrido años atrás.

A pesar de que había pasado tanto tiempo, no era fácil olvidar lo que ocurrió aquella fatídica noche de septiembre. Más aún cuando todo a tu alrededor te recuerda que el mundo ha colapsado, te recuerda que lo que tenías no volverá jamás. Ya nada volverá a ser como antes.

Todo lo que se necesitaba para sobrevivir en este "nuevo mundo" era saber adaptarse, jugar con las cartas que tienes y saber escoger bien a tus aliados. O se ganaba, o se perdía. No había término medio. Existía la realidad y un mundo que ya no estaba a favor de nadie. Por eso Riley se preocupaba tanto por Sally y por eso vivía de la forma en que lo hacía.

En las zonas de cuarentena había trabajos que te hacían ganar cartillas de racionamiento. Estas cartillas te permitían comprar las raciones ── también conocidas como los alimentos que proporcionaba FEDRA. En los últimos años, la cantidad de comida empezó a bajar y tuvieron que racionar, disminuyendo así cuánto ganaba cada uno por cualquier trabajo hecho.

La opresión también era constante, teniendo en cuenta que los guardias abusaban de su autoridad para imponer órdenes contra algunos civiles o incluso actuar con violencia en determinadas ocasiones. Por ello, algunas personas iniciaron movilizaciones clandestinas. El contrabando era lo que mantenía en pie a muchos de los que vivían en las zonas de cuarentena. Hacían tratos con los guardias a cambio de recibir armas, drogas o cualquier cosa del mundo exterior. Cuando recibían lo que necesitaban, pasaban más cartillas a los contrabandistas.

Otras zonas también se involucraban y firmaban acuerdos rentables para ambos bandos. Esa era la forma que tenían de conseguir algo del exterior, ya que los civiles tenían prohibido salir de los lugares en los que estaban insertados. Riley, como muchos otros, era contrabandista. Ese era su trabajo y, a veces, también el de Sally.

Sally no solía ir a un trabajo sin Riley y no siempre participaba en alguna recepción con su hermana. Por eso la mayor empezó a preocuparse, preguntándose qué la había llevado a hacer algo tan imprudente por su cuenta. En busca de respuestas, Adams acudió a uno de los únicos guardias de FEDRA que estaba al tanto del cargamento que iban a recibir.

Riley encontró a Lee enseguida. Su puesto solía ser siempre el mismo por la mañana, cerca de la plaza de ejecución. Su mirada no tardó en cruzarse con la de ella y la postura del hombre cambió. La Adams inclinó ligeramente la cabeza hacia un lado, indicando el callejón que tenía al lado, y el hombre asintió discretamente.

Tras recibir la confirmación que necesitaba, Riley entró en aquel callejón y caminó hasta el final del mismo. Alzó la mirada en busca de algún francotirador de FEDRA en los tejados, miró hacia atrás para comprobar que no la seguían y continuó su camino hasta situarse frente a la puerta trasera de una casa.

Minutos después, apareció Lee.

—Por fin das la cara, Adams —Fue lo primero que dijo al acercarse a ella. Lee se colocó frente a Riley, que estaba apoyada delante de una papelera cerca de una pared pixelada con la famosa frase de los Luciérnagas—. Me preguntaba cuánto tardarías en aparecer.

—Si lo estabas pensando, seguro que esperabas que apareciera. Lo que significa que sabes algo que yo no sé —señaló Adams, cruzándose de brazos—. Y espero que tenga que ver con Sally, porque voy tras ella.

—Imaginé que lo estarías —Sujetando los tirantes del chaleco que llevaba sobre el uniforme, Lee movió los hombros mientras soltaba un débil bufido y apartó la mirada un momento—. Tu hermana está metida en un buen lío, Adams.

—¿Qué ha pasado? —preguntó Riley, intentando permanecer impasible y no mostrar lo preocupada que estaba.

—Ella fue a recoger la mercancía en el cobertizo con Robert y Gray, pero no sé qué cojones pasó después para que los Luciérnagas y los locos del Nuevo Mundo acabaran implicados —respondió Lee—. Empezaron a pelearse, lo que atrajo la atención de FEDRA. La mitad del cargamento fue incautado y la otra mitad se la llevó Robert.

—¿Y mi hermana? ¿Dónde está?

—Eso es lo que todo el mundo quiere saber ahora, pero Robert la tiene en algún escondite suyo —dijo él, con sorna—. FEDRA cree que Sally tiene algo que ver con los Luciérnagas, la están dando caza por todas partes.

—Si de verdad están detrás de ella, ¿por qué no han venido a por mí todavía?

—Todavía no han llamado a tu puerta porque este lío acaba de ocurrir —le contestó—. Pero estoy seguro de que no tardarán en descubrir que eres la hermana de la supuesta terrorista que traficaba con armas para los rebeldes.

Humedeciéndose los labios, Riley movió la cabeza de un lado a otro pensativamente, apartando la mirada de Lee, observó la frase escrita con tinta amarilla en la pared: «Cuando te pierdas en la oscuridad, busca la luz». Entonces sus ojos volvieron a centrarse en él.

—¿Por qué la dejaste participar en esto sin mí, Lee? —inquirió, con la voz rozando ya la histeria y la irritación—. Joder, era mi trabajo. No deberías haberla dejado entrar en eso sin mí.

—Oye, teníamos un acuerdo. Acepté ayudarte a recibir el cargamento en el cobertizo, despejé el acceso, llevé a tu gente hasta allí y me llevé mi parte —Lee la señaló con un dedo mientras hablaba, puntuando—. No me importaba quién iba a recibir, sólo que alguien tenía que recibirlo. No tengo nada que ver con tu hermana y su incompetencia.

—Mide tus palabras cuando hables de mi hermana, Lee —dijo entre dientes, en tono amenazador. Riley apretó los puños a los lados de su cuerpo.

—¿Sí? Si no, ¿qué vas a hacer, Adams? —le preguntó, levantando un poco más la pistola que empuñaba. Ambos se miraron fijamente durante un momento, y Riley pensó en darle una buena respuesta, sin embargo se contuvo. Apretó la mandíbula, buscando disminuir su enfado y luego dio un paso atrás—. Sí, ya sabía yo que eras lista.

Riley podría matarlo fácilmente allí mismo, pero sabía que no valía la pena tener a FEDRA pisándole los talones ahora mismo. Tenía algo más importante que hacer.

—Mira, yo sólo quiero saber dónde está mi hermana —dijo, actuando con más calma. Riley se metió las manos en los bolsillos traseros del pantalón—. Ya no me importa una mierda, sólo eso. Así que si por favor pudieras ayudarme. Te lo agradecería.

Lee la observó por un momento, antes de suspirar cansado y mirar hacia algún punto distante.

—No tengo la más mínima idea de dónde está Robert, Adams —respondió el hombre—. Pero sé que suele trabajar con una vieja conocida tuya —Riley frunció el ceño. Lee la miró, arqueando una ceja—. Tess.

Riley cerró la puerta con fuerza tres veces.

Su paciencia estaba llegando al límite y no quería tener que esperar demasiado a que alguien la atendiera. En lo único que pensaba era en Sally, en lo que podía hacer para salvarla y en cómo acabaría con Robert en cuanto el hombre apareciera frente a ella. Por lo que sabía, les había traicionado. Oyó unos crujidos de camino al piso de Joel y descubrió que Gray había sido asesinado por él en medio del tiroteo.

Otros decían que había sido FEDRA, otros los rebeldes, pero Riley apostaba más por la posibilidad de que en realidad hubiera sido Robert. Como el trabajo sería en un lugar cerrado, era difícil que influyera directamente alguien que no fueran los tres que estaban allí para recibir el cargamento. La lucha de los rebeldes era sólo un factor externo que repercutía en ellos.

Ahora mantenía a Sally encerrada en algún lugar, posiblemente intentando que no dijera nada de lo que había pasado. Riley intentaba evitar pensar en lo que podría estar haciéndole ahora. No le gustaba imaginar que a su hermana le pasaran cosas malas. Pero si ocurría, ella haría todo lo posible para hacerle pagar por eso.

Mientras esperaba, apretó con más fuerza la correa de su mochila. Había pasado por casa para recoger algunas cosas y tuvo que salir por la escalera de incendios, ya que los guardias de FEDRA estaban entrando en el edificio.

La puerta no tardó mucho en abrirse, pero para Adams y su impaciencia pareció que había pasado una eternidad. Estaba a punto de llamar de nuevo, cuando se oyó el sonido de la puerta siendo abierta. En cuestión de segundos, Riley se encontró cara a cara con nada menos que Joel Miller.

—Adams —dijo él. Extrañeza en su tono de voz y su ceño fruncido. Riley no tenía por costumbre llamar a su puerta, aquel era un acontecimiento atípico—. ¿Qué estás haciendo aquí?

—Tenemos que hablar —respondió ella, arreglando la correa de la mochila sobre su hombro. Entonces miró por encima de su hombro, viendo a Tess sentada en la silla frente al escritorio de Joel y también mirándola con curiosidad—. En realidad, tengo que hablar con ella.

—Ya nos vamos, Adams —contestó Tess, poniéndose de pie. Al acercarse a la puerta, Adams se fijó en los hematomas de la cara de la mujer—. De lo que quieras hablar, tendrás que dejarlo para más tarde. Ahora mismo no tengo mucho tiempo.

—Seré breve, sólo quiero algo de información —Riley se puso de brazos cruzados. Joel se fue a la parte de atrás, dejando que Tess tomara la iniciativa, sin embargo no se mantuvo al margen de la conversación. La puerta permaneció abierta y ella dio dos pasos hacia delante, sin entrar del todo—. ¿Sabes dónde está Robert?

—¿Por qué lo quieres saber? —preguntó la mujer, intrigada.

—Porque quiero matarlo —respondió con neutralidad.

Ja, creo que será mejor que te pongas en la fila, cariño —comentó Joel, dejando escapar una débil risa ronca mientras se apoyaba en la mesa y se agarraba al borde de la misma—. No eres la única que quiere ver muerto a ese cabrón.

Reflexionando sobre sus palabras, Riley volvió a mirar a Tess, algo hizo clic en su mente.

—¿Él te ha hecho esto? —señaló las heridas en su cara.

—Sus hombres en realidad. Robert vendió una batería de coche que sería mía a otra persona, sin avisar y sin devolverme las cartillas —dijo Tess, pasándose la mano ligeramente por la cara, antes de abrir más la puerta e invitar a Riley a pasar—. Ven, entra. Sal de la puerta. Hablemos mejor aquí dentro.

Haciendo lo que le pidió, Riley entró en el apartamento de Joel y Tess cerró la puerta. Miró brevemente el lugar, notando las diferencias que tenía con el suyo. Era la segunda vez que estaba en su casa y la primera que entraba de verdad.

Riley llegó a estar en la puerta de su casa antes, sólo una vez. Después de eso sus encuentros acabaron ocurriendo en otros lugares, como delante de su edificio o cuando acababan siendo convocados para algún trabajo. Ya fuera algún trabajo común en la zona de cuarentena, como el más recurrente de quemar cadáveres de infectados, o en algún trabajo de contrabando que acababa interesándoles.

—Así que fuiste a confrontar a Robert al respecto y sus hombres te atraparon, ¿es eso? —preguntó la Adams, mientras Tess acercaba una silla para sentarse.

—Sí, eso es exactamente lo que pasó. ¿Y tú qué? ¿Cuál es tu problema con Robert? —preguntó Tess, una vez que los tres se encontraban con más privacidad—. ¿A ti también te ha robado algo?

—Más o menos eso —asintió—. Secuestró a mi hermana y robó parte de mi cargamento de armas.

—Espera, ¿secuestró a Sally? —Fue el turno de Joel para preguntar. Riley lo confirmó con un movimiento de cabeza—. ¿Por qué hizo eso?

—Porque es un bastardo —respondió ella. Luego se llevó la mano al cuello, masajeando la zona—. Y sabía que iba a ir a por él en cuanto me la jugara. Estoy segura de que el muy cacho mierda lleva semanas pensando en ello.

—¿Y cómo el secuestro de Sally suaviza las cosas para su bando? —preguntó Tess—. ¿Eso no te molestaría más?

—Sí, claro. Pero no voy a hacer nada imprudente mientras ese esté con Sally —dijo levantando la mirada hacia la mujer—. Él sabe que voy a actuar con cautela, porque la seguridad de mi hermana es lo primero.

—Y podría tener la oportunidad de llegar a un acuerdo a cambio de su seguridad —completó Joel, haciendo que Riley asintiera con la cabeza—. Hijo de puta.

—Sí, la verdad es que ha pensado en todo —comentó Tess—. ¿Pero cómo pasó eso exactamente? Quiero decir, no dejaste que te robara la mercancía y tu hermana delante de tus narices, ¿verdad? No eres de las que se andan con tonterías.

Riley suspiró, desviando la mirada. Cruzada de brazos, se concentró en un punto cualquiera de la cocina de Joel.

—En realidad, yo no fui a recibir el cargamento —respondió, incómoda. Era complicado decirlo en voz alta—. Sally fue sola.

—¿Dejaste que fuera sola? —le preguntó Joel, con aire indignado. Él la juzgaba y Riley odiaba eso. La hacía sentirse más culpable de toda la situación, aunque fuera algo sobre lo que no tuviera ningún control.

—Si lo hiciste, fue una estupidez —dijo Tess—. No te ofendas, pero... Tu hermana es demasiado pacifista para tanta mierda. Ni siquiera sé cómo sigue trabajando contigo.

No, yo no la dejé ir sola —habló mirando directamente a Joel—. Se fue mientras yo dormía, no me despertó —Luego miró a Tess—. Y Sally no es pacifista, sólo que no usa armas de fuego. Sigue utilizando armas blancas para defenderse.

—Lo que hoy en día no sirve para una mierda —replicó Tess—. En lo que saca un cuchillo, ya le han pegado veinte tiros.

—Tess —le advirtió Joel.

—Gracias por tu preocupación, Tess. Pero eso no viene al caso ahora —replicó Riley, empezando a irritarse—. Necesito encontrar a Sally cuanto antes. FEDRA va tras ella y no tardarán en ir a por mí también.

—¿Y qué vas a hacer después de encontrarla? —preguntó Joel, cruzándose de brazos. Su mirada siempre irritada perforaba a Riley, juzgándola como siempre hacía—. Si ahora van tras ella, seguirán haciéndolo después de eso.

—No sé lo que voy a hacer, pero desde luego no será continuar aquí —dijo—. Aunque tenga que morir en el intento, me largo de este infierno de lugar. Estoy harta de esta mierda de zona de cuarentena y me llevaré a mi hermana conmigo, pero para eso primero tengo que encontrarla.

Joel y Tess se miraron, pensando qué hacer y reflexionando sobre las palabras de Riley. Era un plan imprudente, ella lo sabía, pero haría cualquier cosa por rescatar a su hermana sana y salva y salir de aquella zona de cuarentena.

Riley tenía ese plan en mente desde hacía tiempo, pensaba en él con más frecuencia de la que le gustaría admitir. También había compartido esta idea con Sally una vez y la chica había estado de acuerdo, pero no creía que fueran capaces de dejar Boston pronto. Llevaban tanto tiempo allí que Riley debería estar acostumbrada al lugar, pero eso nunca ocurría.

Mientras trabajaba, siempre se imaginaba abandonando por fin las puertas de aquel opresivo lugar. Sabía que no sería fácil encontrar un lugar mejor ── teniendo en cuenta que el exterior estaba infestado de infectados ── pero quería marcharse de todos modos. Y tenía una idea de cómo conseguirlo, sin embargo necesitaría tiempo.

—Entonces —llamó su atención—, ¿me diréis dónde está Robert o tengo que averiguarlo yo sola?

Tess suspiró y enseguida asintió.

—¿Qué tal si vienes con nosotros a por Robert? —preguntó la mujer. Por la forma en que Joel suspiró y negó con la cabeza, Riley pudo darse cuenta de que no estaba totalmente a favor de esa idea, pero tampoco estaría en contra—. Ya que los tres tenemos asuntos pendientes que arreglar con él, nada mejor que juntarnos para ello.

—Sí, no me parece mala idea —Riley se encogió de hombros, tras meditar la oferta. No se consideraba cercana a ellos dos, pero tenía la plena convicción de que eran mínimamente dignos de confianza—. Acepto acompañaros.

—Sólo espero que de verdad no hagas nada impensado, Riley —advirtió Joel—. Sé que es la vida de tu hermana la que está en juego, pero eso no te da derecho a ser imprudente.

—No soy una cría, Joel —replicó ella, bruscamente—. Sé cuidarme yo sola. No tienes que preocuparte por eso.

—Eso espero —Miller pasó junto a Tess para ir a la puerta. Riley le entrecerró los ojos, mientras pasaba a su lado, fulminándolo con la mirada. No era anormal que Joel fuera tan desconfiado, pero aun así le molestaba.

—No le hagas caso, siempre está de mal humor —dijo Tess, dirigiéndose también a la salida de la casa, Riley la siguió.

—¿A dónde vamos? —preguntó Adams, decidiendo cambiar de tema, no deseando prolongar por más tiempo aquella tensión—. ¿Dónde está Robert?

—Bueno, esa es la parte divertida, que aún no lo sabemos —contestó Tess, mientras mantenía la puerta abierta para que Riley pasara—. Pero vamos a averiguarlo.

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