PRÓLOGO

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De niños tendemos a pensar y desear ser grandes y bellos, inteligentes y fuertes, ser felices y tener siempre a nuestro mejor amigo a nuestro lado. Los niños muchas veces desean y sueñan con ser médico, astronauta, veterinario o profesor, a veces quieren ser todo eso y un poco más.

Kara también solía desear que, como toda buena niña quería ser feliz, quería ser princesa y usar vestidos bonitos, tener su pequeño botiquín médico y cuidar sus muñecas, ponerse una bolita rota en la cabeza e imaginarse a sí misma en la luna, darles besitos, técnicas curativas a sus peluches, o ponerlos en fila y enseñarles con cuidado a escribir sus nombres.

Pero suceden cosas inesperadas, y nació un hermanito, era tan pequeño, tan lindo y tan lloroso. Ella lo amó desde el primer momento que lo vio, le enseñó todo, cómo cuidar sus muñecos, cómo romper una bola nueva y pisar la luna, le dio besos curativos en sus mejillas rojas por el llanto, y También le enseño a escribir su nombre.

Se olvidó de los vestidos de princesa, y quería más que nunca proteger a su hermano menor, recordó cuando corrió con él a su habitación, en cuanto los gritos comenzaron a sonar por toda la habitación, junto con los cristales rompiéndose por todos lados, cómo ella lo acostó en su cama y lo abrazó con fuerza, tragándose sus lágrimas para que pudiera llorar.

Luego crecieron un poco, y ella recordó cuando su querido hermanito la protegía, lloró tanto, sintió tanto, se afligió tanto, como si el dolor fuera realmente suyo. Odiaba a su padre, odiaba que él viviera y lo odiaba aún más cuando golpeaba a su hermano pequeño, cuando no podía defenderlo.

Luego pasó más tiempo, ella era una adolescente y su hermano era un niño con todos los sueños que algún día ella tuvo, su padre murió mientras dormia, y al contrario de lo que él pensaba, lloraron, lloraron cuando abrazaron a su madre y ella lloró mientras los abrazaba. Lloraron de alivio, los tres eran libres a soñar.

Hoy ella estaba entrando en la edad adulta y su hermano era un adolescente.

Kara meneaba los dedos de los pies, observando como el colorido e infantil calcetín se movía con los movimientos de su cuerpo adulto, sus piernas permanecían juntas en el aire, apoyadas contra la pared clara, tapada hasta la mitad de sus muslos por la gran y larga sudadera de su hermano adolescente que ya era más grande que ella.

Kai Howard, su hermano, yacía a su lado, en la misma posición que ella, ambos disfrutando del momento tranquilo y familiar, pero a diferencia de ella, él llevaba sus amados calcetines negros.

En algún momento, incluso sin saber por qué
rompió el silencio. Kara preguntó:

- ¿Qué querrías si tuvieras un accidente grave y estuvieras en coma?

Kai parpadeó sorprendido, siendo sacado de sus pensamientos al escuchar la pregunta inesperada. - Um... yo, realmente no lo sé. - El respondió bajo. - Creo que me gustaría vivir. Volver y vivir. Y ¿tú?

Kara asintió ante su respuesta, su cabeza girando lentamente hacia el rostro de su hermano hasta que respondió:

-Si estuviera en coma, me gustaría que lo hicieran... No que se rindieran conmigo, pero tampoco que insistiran si estuviese inconsciente por mucho tiempo, si no tuvieran ninguna señal, me gustaría que se dieran la vuelta. Quitaran el soporte vital y luego donaran mis órganos.

Kai la miró, el silencio reinó por un momento, hasta que una risa salió de sus labios. Él la miró con cariño, acercando su cabeza para que se acercaran el uno al otro.

- Como siempre, serías una salvadora incluso en la muerte.

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