El misterio ataca de nuevo

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El viento soplaba con fuerza haciendo que la copas de los árboles se movieran bruscamente. Yo me encontraba de pie mirando por la ventana del comedor del departamento de Raquel. Estábamos reunidos para la sesión semanal del club de lectura, cada uno con una lata de cerveza en las manos para hacer que sea una experiencia divertida.

Raquel, ya había bebido tres latas y estaba con una energía vibrante, hablaba sobre su último capítulo de su novela juvenil, mientras los demás escuchaban atentos.

De repente, el timbre del portero eléctrico sonó, interrumpiendo a Raquel, ella frunció el ceño.

—¿Están esperando a alguien más? —preguntó.

—No —respondí, levantándome del sofá—. Pero ya vengo, voy a ver quién es.

Raquel preguntó quién era y una voz extraña preguntó:

—¿Aquí es el club de lectura?

La seguimos con la mirada mientras se dirigía a la puerta. Demoró unos cinco minutos hasta que volvió. A primera vista, vi una figura alta y oscura, con una campera larga y negra.

Era el hombre misterioso, el hombremisterioso303. Él entró, sacudiéndose el agua de la lluvia de encima.

—¿Está lloviendo? —exclamó Beto.

—Buenas noches —dijo con una voz gutural—. Ustedes ya me conocen, estoy aquí para unirme al club de lectura.

Montserrat lo miró con curiosidad, luego sonrió pícaramente y dijo:

—¿Quién te dió la dirección?

—Un día estaba en el mecánico y me la encontré a ella —dijo el hombre, señalando a Raquel—. Entonces dijo que me darían una segunda oportunidad y luego me dió su dirección.

—Ok, adelante, siéntate aquí. Estamos justo por comenzar nuestra sesión —le dijo mi madre.

Él asintió y se quedó parado sin mover un músculo.

—Señor... —Le señalé una silla—. Siéntate aquí... por favor.

—Tú no estabas el otro día —dijo el hombre misterioso, señalando a mi madre, abriendo sus ojos pardos y contemplando su belleza juvenil.

—¡Ah! Yo me incorporé hace poco a este club... —dijo mi mamá sintiéndose algo incómoda.

El hombre esbozó una sonrisa aunque daba la impresión de que escondía algo.

—Permítanme presentarme de nuevo —dijo, tomando asiento—. Soy @hombremisterioso303 en la app. Me mudé recientemente a esta ciudad y he estado buscando trabajo, hace poco conseguí algo provisorio y comencé a trabajar y luego supe de este grupo de lectura. Cuando me contaron sobre este club, supe que tenía que venir, pero tenía mucha vergüenza.

Montserrat, sentada a mi lado, no pudo ocultar su interés. Su mirada estaba fija en el moreno, como si ella intentara descifrar su verdadero ser.

—Qué bueno que volviste —dijo Montserrat y tomó su cerveza de un solo trago.

—Eres bienvenido, señor misterioso —dijo, mi madre —. Estamos encantados de tenerte aquí. Soy Julie, la hermana mayor de Génesis.

Él asintió y curvó la comisura de sus labios.

—Es un placer conocerte, Julie —respondió y luego posó su mirada en el escote de Montserrat.

Raquel retomó la palabra, haciendo que el hombre le preste atención y desvíe su mirada.

—Y bueno, ¿qué te trajo a esta ciudad? —preguntó la pelirosa, con un tono curioso.

—Bueno, soy albañil —respondió con temor—. Y pensé que un club de lectura sería una buena manera de conocer a gente nueva, ya que no soy muy sociable que digamos.

La conversación fluyó, y pronto todos estaban inmersos en la discusión sobre el libro de Raquel. Sin embargo, no pude evitar sentir que el hombre misterioso tenía un aire de turbio a su alrededor. Sus respuestas eran cortas, pero había algo en su mirada que emanaba algo extraño.

Durante un receso, mientras Fabri y Beto se fueron a comprar más cerveza, me acerqué al tipo.

—Entonces, ¿sos peón de albañil? —pregunté intentando sonar casual—. Debe ser un trabajo muy arduo, ¿no?

—En realidad, no, pero son muchas horas de laburo y la paga es pésima —respondió indignado, mientras me observaba con una mirada profunda.

—¿Y qué te hizo volver a unirte a nuestro club? —pregunté, intentando indagar un poco más.

El moreno torció su sonrisa.

—Digamos que he oído cosas interesantes sobre este grupo. Me parece que tienen una dinámica muy única. Realmente, no me animaba a volver, la última vez hice un papelón.

Antes de que pudiera preguntar más, Raquel llamó a todos de vuelta para continuar leyendo. Yo me quedé con la sensación de que había más oscuridad en la historia del hombre, más de lo que él estaba dispuesto a mostrar.

La sesión continuó, y él participó activamente, haciendo comentarios perspicaces y demostrando su amplio conocimiento literario. Todos parecían impresionados con él, especialmente Montserrat, que lo observaba enmudecida.

—Hombre, tus análisis son interesantes —dijo el Beto, con su habitual modo de expresarse —. ¿Has pensado escribir otro libro?

El hombre misterioso asintió lentamente.

—He escrito algunas cosas en mi cuaderno, pero nada de eso fue publicado aún. Tal vez algún día lo exponga.

Monserrat tenía lágrimas de risa en sus ojos y dijo:

—¡Me hace reír tu indescifrable vergüenza!

—Pero... —le dije— no te rías de eso. Por desgracia, hay gente que tiene un miedo tremendo al rechazo.

—Él tiene que hablar conmigo y soltarse —me dijo—. Le daré mi dirección para que venga a tomar un cafecito.

—¡Montserrat! —le llamó la atención el Beto.

—No pienses mal, necesito un albañil, tengo que cambiar los pisos de mi casa —explicó.

—Ahhh, seguramente —dijo Fabri y rodó sus ojos.

Me deslicé del sillón y lo pinché a Fabri con la punta de mi birome.

—¿Qué te pasa ahora? —me preguntó siniestramente.

—Shhh... —dije.

La noche avanzaba, poco a poco pasó el tiempo y llegó a su fin. Mientras todos se preparaban para irse, mamá se acercó al hombre misterioso.

—Fue bueno tenerte con nosotros. Espero que vuelvas la próxima semana.

—Capaz que vengo —respondió el moreno—. Me encantaría seguir participando, igualmente en la semana leeré tu libro en la app.

—No te preocupes, te daré follow y sabrás que soy yo —dijo mamá extremadamente emocionada.

Salimos del departamento de Raquel y me quedé un momento observando como el hombre se alejaba en la oscuridad. Algo en él seguía inquietándome, pero no podía identificar que cosa era.

Al día siguiente, mientras caminaba hacia mi casa después del trabajo, vi al hombre misterioso nuevamente, esta vez estaba pintando la fachada de la casa de la esquina. Parecía totalmente inmerso en su trabajo, muy concentrado.

Decidí acercarme.

—Hola —dije interrumpiendolo —. No esperaba verte aquí tan cerca de mi casa.

—¿Génesis, de verdad vives por aquí? —dijo torpemente abriendo sus ojos —. Este es solo un laburito más de los que conseguí últimamente.

—¿Después te gustaría tomar un café? —le pregunté —. Podríamos hablar más sobre literatura y tal vez me podrías contar más sobre tu vida.

—¿Cuál es tu casa?

—Vivo acá a la vuelta... —Rápidamente soltó el rodillo.

—¿Vives con tu linda hermana Julie? —preguntó sonriéndome.

—No veo qué tiene de risible —dije enojada—. Mejor me voy a mi casa. Además, que importa donde viva mi hermana.

—Era un chiste, Génesis, ¿cuánto tiempo llevás en el club de lectura? —preguntó, tomando de nuevo el rodillo mojado con pintura beige.

—Ok, yo lo inicié —respondí—. Raquel y yo somos amigas desde hace un corto tiempo, y ella tuvo la idea de prestarnos su casa, para las juntadas.

—Interesante —dijo mientras pintaba—. Y parece que hay bastante dinamismo en este grupo. Me sorprendió ver cuán talentosos son todos.

—Sí, tenemos nuestras diferencias y a veces peleas, pero creo que eso es lo que lo hace más interesante —dije, sonriendo—. Cada uno aporta algo de su personalidad, como en las historias.

El hombre asintió con cara de pensativo.

—Me recuerda a mis tiempos de estudiante —dijo, casi para sí mismo—. Esos debates interminables sobre libros y autores, tratando de aprender más sobre la cultura.

Pasamos unos minutos hablando sobre literatura y nuestras experiencias en la universidad. El hombre se abrió un poco más, contándome sobre sus años como estudiante y como había decidido dedicarse a la escritura. Sin embargo, aún sentía que había algo que no me estaba contando.

—Entonces, ¿por qué huiste aquella vez? —pregunté, finalmente.

Él me miró directamente a los ojos con su expresión seria.

—Montserrat me miraba demasiado —respondió y se mordió el labio inferior.

—Ella es así, es su personalidad —le expliqué brevemente.

—Lo siento, Génesis. Tengo que terminar esto. Fue un placer charlar contigo.

—Igualmente —dije, observándolo mientras pintaba.

Cuando llegué a casa, me encontré Fabri con mamá en la cocina, preparando la cena.

—¿Qué tal tu día, hija? —preguntó mi madre.

—Te aclaro que ya sé que no es tu hermana, así que relájate, hijastra —dijo Fabri en tono burlón

Mi cara se puso caliente y dije:

—¿Entonces lo de ustedes va de enserio? —pregunté.

—Digamos que sí, ya sabe que soy tu madre.

—Está todo bien...yo que sé, no me incómoda la edad, ni que sea madre o tu madre —aclaró Fabri.

—Interesante —dije—. Yo acabo de pasar  un rato con el hombre misterioso después del trabajo.

Fabri levantó una ceja.

—¿A dónde? ¿Y cómo fue eso? —exclamó mi madre mientras cortaba una cebolla.

—Aquí cerca. Él es un muchacho interesante, pero muy reservado y tiene una forma de hablar rara —respondí sentándome a la mesa.

—Pues, parece que ese hombre es un nuevo miembro intrigante —dijo mamá, mientras ponía el pollo adentro del horno—. Espero que su presencia no traiga más problemas de los que ya tenemos, sé que algo parará, Beto lo miró raro y es porque Montserrat lo mira con lascivia.

Pensé y reflexioné sobre su predicción. La llegada de él al club de lectura ciertamente iba a cambiar la dinámica, pero solo el tiempo diría si sería para mejor o peor.

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