Epílogo

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Julie y Fabri habían esperado con ansias la llegada de su bebé. Sin embargo, el destino no siempre sigue el plan trazado. Su hija Kim llegó antes de lo esperado, tan solo con 8 meses, los médicos decidieron mantenerla en una incubadora por un mes entero. Aquellos días en la clínica fueron un como una tormenta para Julie, pasaba las horas junto a la incubadora, tomando la pequeña mano de su beba, mientras miraba como los diminutos pulmones de su hija se esforzaban por respirar.

Fabri, por su parte, intentaba mantenerse fuerte, pero cada vez que salía de la clínica, las lágrimas lo abrumaban. Sentía impotencia al no poder hacer más por Kim. Sin embargo, con el tiempo, la pequeña fue ganando fuerza y finalmente, un mes después, los médicos les dieron la noticia que tanto habían esperado: finalmente, podrían llevar a su hija a casa, ya que se encontraba en perfecto estado de salud.

La vida en casa de Julie y Fabri se transformó en un caos con la llegada de la bebé. La niña, aunque pequeña, tenía un gran apetito y Fabri corría a la cocina para preparar la leche de fórmula.

Mientras tanto, en otro rincón de la ciudad, Montserrat estaba atravesando su propia encrucijada emocional. Después de muchos meses de convivencia con Beto, había llegado a la conclusión de que la vida con él no era lo que había imaginado. La chispa que alguna vez sintió por Beto se había apagado, y su corazón la llevaba de regreso al hombre que alguna vez la había cautivado: el ministro de Economía.

Sin pensarlo dos veces, Montserrat decidió terminar con Beto, ya que él se la pasaba todo el tiempo con su hijo en brazos y la pasión fue disminuyendo poco a poco. La pelirroja no estaba preparada para ser madre sustituta o madrastra, ya que no les tenía mucha paciencia a los más chiquitos.

Ella le explicó que la llama de la pasión se había apagado y no podía continuar con una relación que ya no la hacía feliz. Para Beto, la noticia fue como un golpe en los testículos. Sintió que Montserrat exageraba, pero después de un mes lo aceptó y salió de la casa de ella con su hijo pequeño.

Enfrentado a la realidad de su nueva vida, Beto se mudó con su pibe a un departamento monoambiente bastante precario. Su tristeza reflejaba su estado de ánimo. Sin embargo, después de un mes, comenzó a reconsiderar su vida. Sabía que no podía criar a su hijo en esas condiciones, y un día, decidió contactar a su ex esposa.

La conversación abarcó el arrepentimiento y finalmente, ambos decidieron que lo mejor para su hijo era darle una segunda oportunidad a su matrimonio, cancelando los trámites de divorcio que habían iniciado. Beto sabía que la vida no sería fácil, pero estaba dispuesto a intentarlo por el bien de su familia.

Clemente, por su parte, se encontraba en un dilema que jamás había imaginado. Su hija recién nacida era una belleza, con cabello pelirrojo y ojos azules que contrastaban con sus propios rasgos. Aunque al principio intentó convencerse de que las diferencias físicas eran irrelevantes, las dudas comenzaron a atormentarlo. Cuando le sugirió a su novia realizar un examen de ADN, ella se negó rotundamente, ofendida por la insinuación de infidelidad. Clemente no sabía qué hacer. Confuso y herido, decidió hablar con  Génesis, pero sus consejos no lograron calmar su mente. Finalmente, comenzó a considerar la posibilidad de contactar a un abogado, aunque la idea de llevar su relación a los tribunales lo desgarraba por dentro y podrían llevarlo a la separación.

Raquel, por otro lado, tomó una decisión que cambiaría su vida para siempre. Después de mucho tiempo reflexionando sobre su relación con Marcus, decidió que era hora de separarse definitivamente. Su padre, que se había mudado a Canadá, le ofreció irse a vivir con él.

Con una gran tristeza, vendió su departamento y se mudó a Québec, donde comenzó una nueva vida lejos de todos.

Mientras tanto, Marcus continuaba en la universidad, centrado en sus estudios y en sus prácticas de fútbol. Aunque la ruptura con Raquel fue extraña, no perdió tiempo en lamentarse. Poco después, conoció a una joven que también jugaba fútbol. La conexión entre ellos fue inmediata y pronto comenzaron a conocerse mejor. La vida parecía sonreírle de nuevo y aunque todo era nuevo y sin compromisos, Marcus sabía que nada podría fallar esta vez.

Ray, por otro lado, estaba viviendo su sueño. Su banda había alcanzado un éxito rotundo y ahora estaban de gira por todo el país. En la radio no paraban de pasar sus canciones y sus conciertos se llenaban de fans que lo adoraban. Sin embargo, Ray no podía dejar de pensar en Génesis. A pesar de su éxito, la quería a su lado. Le pidió que se mudara con él, pero Génesis se negó.

Ray intentó convencerla, pero Génesis fue inflexible. Sabía que, aunque lo amaba, la vida de una estrella de rock no era para ella. No quería estar en una relación donde siempre temiera que él la engañara en cada ciudad que visitaba. Así que, con el corazón en la mano, decidió seguir su propio camino, concentrándose en su música y con la esperanza de que Génesis lo acepte de nuevo.

Génesis siguió activa en la aplicación de libros, donde su trabajo continuaba ganando reconocimiento y éxito. En la soledad, descubrió que su verdadero coraje radicaba en su capacidad para crear, para contar historias que resonaban en la mente de sus lectores.

Y así, mientras la vida de todos aquellos que la rodeaban hacían su vida, Génesis se mantuvo fiel a la escritura y a pesar de que casi todos habían abandonado la aplicación de libros, y el club de lectura se había terminado. La única que no se bajó fue Monserrat que no desistió y continuó publicando sus libros de hombres lobo.

Finalmente, la pelirroja comenzó una gran amistad con Génesis, a pesar de la pésima decisión que tuvo al romper con el gordo Beto, Génesis la aceptó como amiga y colega, sobretodo para tener con quién charlar de sus historias y poder seguir creando durante un tiempo más.

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