Amores perversos

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En mi mente solo había controversia, sé que algunas personas usan técnicas para poder controlar las emociones de los demás. Eso me recordó a Ray, todos pensaban que él era una deidad, aunque lo que él administraba era un culto, disfrazado de grupo de autoayuda.

Nunca supe con certeza, que hizo para que Elisabetta cayera muerta de amor por él. Ella nunca asistió a esas charlas de realización personal que Ray dictaba con tanta devoción. Tampoco recuerdo que ella se haya sentido escéptica, él la hizo sentir mejor y empoderada, diciéndole lo significativa y especial que es para el.

Él tenía una organización y la gente creía que era un líder carismático, que al tener cierto grupo demográfico, les hizo creer en su falsa doctrina, la cual tenía connotación sexual.

Ray se concentraba en plantar la semilla de la ilusión en las mentes de sus seguidores, una idea irreverente y mágica. La solución a todos sus problemas, todo se podía arreglar durante el coito.

Si, al momento de sentir un orgasmo, las personas tenían que poner su mente en blanco y pedir con toda la fe, un deseo insuperable.

Las personas seguían sus consejos, por más absurdos que parecieran. Los seguidores daban su testimonio a los periodistas, con un brillo y una sonrisa vacía de oreja a oreja. Todos los miembros del culto se mostraban como personas cultas y de gran intelecto.

Entre ellos había gente normal de la clase media baja, pero también habían personas del ámbito de la música, ya que Ray también era el cantante de una banda de rock muy reconocida y aplaudida en el país.

Las mujeres lo abrazaban y lo besaban en los labios, incluso delante de Elisabetta. No eran besos cortos y secos, eran lentos y prolongados. Por lo que decían los tabloides, pude ver que los demás desconfiaban, se creía que él tenía sexo con todas esas mujeres. Aunque Elisabetta jure que solo la amaba a ella.










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