Dudas

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Después de divagar, fuí a la tienda de camping, estaba llegando veinte minutos tarde.

— Llegas tarde Ladislao — dijo mi patrón.

— Tiene razón. Es que ando de aquí para allá. Esta mañana Gloria tenía médico y tuve que llevarla a las cinco de la mañana a la clínica del doctor Moreira.

— ¿Que hay del empleo vespertino? — masculló el hombre, mientras encendía un cigarrillo.

— Espera un minuto. Deje que lleve estas cañas de pescar en el depósito de arriba.

— La señora Ramos anda diciendo que anda encantada contigo — gritó fuertemente mi patrón.

— ¿Ramos? ¿Te refieres a Lolita?  — respondí aletargado —. No entiendo como los chismes llegan del campo a la ciudad.

— Si, Lolita. Es que ella tiene un cierto grado de fama en toda la provincia — dijo con entusiasmo.

— ¿Que ha hecho en el pasado?  Cuénteme.

— Las malas lenguas dicen que es una víbora, una mujer sin escrúpulos que le gusta romper hogares — continuó el patrón, tranquilamente, dirigiéndose a la puerta para entregar un pedido. Es una mujer normal, pero, a veces, ya sabes...

— Espera un momento. Antes de que pudiera abrir la boca se metió en una pequeña cocina de local para cebar mate.

—Ay, Dios. Sabes, Ladislao, ¡esa mujer no obedece a nadie! Estoy preparando unos mates ¿quieres?

— No, no me gusta el mate.

— Bah, cállese, subnormal — dijo el hombre ofuscado.

— ¡Ja! Yo solo tomo café. Prepararé un poco.

— Que lástima que ese chico murió — murmuró el hombre — ¿Ahora a quién le romperás la cara?

— ¿Verdad que es horrible? 

— Pues deberías haberle roto la cabeza a coscorrones — agregó mi patrón.

— ¿Como es que usted sabe todo? 

— La gente habla, tiene lengua — dijo lanzando una tos nerviosa.

— Bueno no todo es malo, por fin me libré de esa mala calaña.

— La vida pasa, ahora vivirás la aventura de la paternidad — agregó mi jefe.

— Oh, sí. Mi vida cambiará. Por cierto, Elisabetta también está en cinta.

— ¿La prima de Gloria? — preguntó, muy sorprendido.

Mi patrón estudiaba ansiosamente su mate.

— Si, pero también dicen que Ray me hizo una cochinada — agregué.

— ¿Que dices?  — preguntó el tipo.

— Dicen que el hijo de puta de Ray, embarazó a Gloria también — contesté.

— ¡Que espantoso! Creí que ese idiota era un bolchevique, sin embargo te la aplicado hasta la médula — comentó el señor.

— No se enfade usted — añadí — .No creo que sea cierto.

— Cállate de una vez, Ladislao — contestó mi jefe, tosiendo violentamente.

— Calma, es solo un rumor de feria.

— Oh. ¿Hablaste con Gloria sobre esto? — preguntó confundido.

—Aún no — chillé nervioso.

— Pregúntale de una vez qué piensa sobre la infidelidad —explicó el hombre —. De ese modo le estarás haciendo una pregunta indirecta.

El hombre se sentó en un taburete con las piernas cruzadas, con un codo en el mostrador de madera, luego se dispuso a contarme sobre una estrategia que merecía toda mi atención.

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