Reclamos superfluos

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Cerré mis ojos con fuerza.

—¿Por qué estás aquí Elisabetta?

Un momento pasó. ¡Lo que ella decía no tenía sentido!

Elisabetta permaneció inmutable, mirándome a los ojos.

—¿Por qué mi prima está embarazada de tí? —dijo con la mirada desafiante.

—Yo cambié, todos cambiamos— repuse. Pensé que el hecho de que la castaña me buscara a la salida del trabajo, era una especie de alucinación.

Retrocedí unos pasos, para subirme a mi caminoneta.

—Tú siempre me amaste, Ladislao— una sonrisa jugueteó en su rostro. Nunca desististe de mí. ¿Es tan difícil de creer?

—La verdad, sí —contesté. Durante años esperé una reacción, un saludo, un guiño. Ahora solo estoy deseando marcharme de este barrio.

—Recuerdas que teníamos planes —agregó sollozando.

—Tus planes, incluían a Ray —sentencié ofuscado.

—Lo sé. Pero no pensé que existiera un final entre vos y yo —masculló, Eli.

—No tiene sentido seguir adelante contigo —insistí—. ¿Por qué reclamas atención ahora?

—Tal vez Gloria cometió un error, ella actúa por puro impulso —contesta Eli.

En la vereda, Elisabetta se cruza de brazos, frunciendo el ceño. Su cabello claro estaba alborotado por el viento. Su mirada era distinta, se notaba la melancolía. El nivel de rabia y agresividad tiene cierta conexión y familiaridad con mi estado de ánimo.

Pero Elisabetta no estaba dispuesta a perder. Inesperadamente la castaña me dijo que había algo de lo que yo debería saber, y era que Ray la había abandonado recientemente, porque estaba molesto por el beso robado.

Pero eso no podría afectar mi decisión de querer casarme con Gloria.

—Ha concluído mi jornada laboral —le dije a la señorita, percibiendo un odio superfluo.

— Sé que te vas a casar —agregó— esta egregía me ofende profundamente.

—Puedes casarte tú también, con ese párvulo que tienes de novio —contesté desquiciado.

—No puedo soportarlo más, Ladislao. Un día de estos te darás cuenta de que yo soy tu alma gemela. Estás destrozando mi corazón con esta charla insípida.

—Haz tu actuación, tu monólogo, pero en voz baja —murmuré.

—Esta bien. Esperaré el día que caigas de rodillas rezandole a Dios —sentenció Elisabetta.

—La verdad que no conozco de tí esta faceta, nunca conocí a nadie tan decidido a luchar contra las ideas y los prejuicios de un ex amor. Magnífica son tus protestas, pero ahora todo terminó —mascullé, mientras encendía el motor de mi vehículo.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro