𝘾𝙖𝙩𝙤𝙧𝙘𝙚

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Como ya se le había hecho costumbre, Jimin estaba teniendo un hermoso sueño con Yoongi, porque para el pequeño minino, no solo en sus días se encontraba al lado del mayor, sino que también en todas sus fantasías y sueños estaban a su lado, siempre de la mano con ese pelinegro que para él ya era el completo amor de su vida.

—Mmm.—se acurrucó en el gran espacio de la cama, cuando reconoció que algo no andaba bien. ¿Desde cuándo tenía un gran espacio en la cama? No, hacía falta un bulto a su lado y unos fuertes brazos rodeándolo por la cintura.

—¿Yoon? — preguntó casi por inercia, estirándose en su lugar y abriendo lentamente los ojos.

Pero toda pereza quedó extinguida cuando, no sólo no encontró al dueño de su corazón a su lado, sino que se vio a sí mismo en un lugar que no conocía, un cuarto con las paredes diferentes, con el piso diferente y una cama diferente, una que no olía a Yoongi. Se estiró cautelosamente y pisó al suelo, apoyando sus pies con lentitud, mordiendo su labio inferior. Desde que no vio a Yoongi ya se le había formado un horrible nudo en el estómago, pero aún así tenía la confianza de que lo encontraría pronto, o eso quería creer para no entrar en pánico. Él se acercó a la puerta a pasos lentos y en silencio pero toda ilusión se arruinó cuando, al girar la manija, no pudo salir ni mover la puerta, ni para adelante, ni para atrás.

—¿Yoon?— un pequeño susurro escapó de sus labios, ahora llevando ambas manos a la manija de ese lugar desconocido, girándola tanto como se podía, pero sin ningún éxito. Sus pequeños ojitos ya se le habían llenado de pequeñas lágrimas, y de hecho no tardaría mucho en romper en llanto, no debía llorar, él tenía que encontrar a Yoongi. —¡Yoon! —empezó a gritar, sin soltar la perilla y sin dejar de darle vueltas y vueltas, todas en vano. —¡Yoon! ¡Yoon!

Mientras, en el primer piso, Hoseok soltaba un suspiro, sentado en su sofá principal, dirigiendo su mirada a la puerta por donde Yoongi había salido esa madrugada, y aún no regresaba.

Escuchar los fuertes llantos del minino encerrado en su habitación no estaba ayudando, parecía un pequeño abandonado que no se cansaba de girar la perilla de la puerta, pronunciando el nombre de su mejor amigo una y otra vez.









































—Namjoon ¿Ya estás llegando? Dios, hermano, necesito tu ayuda esta vez, no sé qué hacer. — Yoongi hablaba por su celular casi gritando, caminando de lado a lado por su sala con tal velocidad, que si pudiera hacer una zanja sobre su piso, seguro lo haría y no se detenía. Él estaba preocupado, ya era medio día y aún su mejor amigo no llegaba.

Tuve unos problemas, pero, Uhm, Yoongi. —la voz nerviosa del ojinegro a través de la línea hizo que Yoongi se detuviera, esperando que él continuara.—Voy acompañado, y no te he contado esto pero...

¡Mierda, Namjoon! ¡La puta luz roja cambió hace tres malditas horas!

—¡Cierra la puñetera boca, Seokjin! — Yoongi se vio obligado a cerrar el ojo izquierdo debido al grito de Namjoon contra el celular.

—¿Seokjin?

—Sí, de eso se trata. Como sea, debo seguir conduciendo. Llego en diez, hermano, espérame y por favor, no entres en pánico.

Entré en pánico desde los primeros diez minutos.

Sí, bueno. Adiós.

Después de cortar, Yoongi soltó un profundo suspiro, tumbándose sobre su sofá, apoyando su codo en el brazo de este y cubriendo sus ojos con su mano. Chasqueo la lengua, pensando qué debía hacer, tampoco es como si se pudiera simplemente ir, eso levantaría todas las sospechoso posibles, pero no podía tampoco quedarse hasta tarde en ese lugar, sabía que Jimin podía estar ya despierto en ese momento y si no lo encontraba ahí seguro se pondría muy mal.

Ese tipo de dependencia podía ser muy juzgada por la mayoría de personas, pero no era que la relación con un niño-gato se considerase normal, sino mucho más posesiva e intensa, porque Jimin no podía simplemente dividir sentimientos, él amaba a Yoongi con todo su corazón y era recíproco, Yoongi se volvía el dueño más posesivo del mundo si se trataba del minino que le dio luz que su vida de nuevo.

Tomó su celular, pensando si debía llamar a Hoseok para saber qué tal estaban las cosas, pero justo cuando estaba buscando el número de su mejor amiga, escuchó el timbre asustándose hasta que escuchó unos susurros de Namjoon y se relajó, levantándose para poder abrir la puerta. Lo siguiente que vio no se lo esperaban, era su mejor amigo como siempre, sí, vestido con unos jeans negros y su playera del mismo color, con algún logo de Marvel que simplemente no le importaba, pero lo más importante no era Namjoon, sino el pequeño niño a su lado, casí apenas rozando la altura del hombro de su amigo, un poquito más alto que Jimin aproximadamente. Rubio de ojos azules, brazos cruzados y mirada molesta mientras que observaba directamente al ojinegro, al parecer asesinándolo con los ojos.

—Eh.—Yoongi no sabía muy bien qué decir en ese momento, así que solo atinó a moverse hacia un lado, dejando que su mejor amigo y aquel niño entren a la casa, cerrando después, aún sin comprender qué sucedía.

—Ya, Seokjin, ya puedes quitártelo.

Apenas el ojinegro dijo esas palabras, el rubio sonrió frente a Yoongi y se quitó de encima la gorra de la polera que traía, dejando ver así un par de esponjosas orejas rubias, sacando después de debajo de su ropa una larga y ondeaba cola, al parecer la había tenido rodeando su cintura para que no se la descubrieran, puesto que la polera le quedaba lo suficientemente grande y holgada.

Los ojos de Yoongi se abrieron desmesuradamente, impresionado, más no dijo nada, él intentó mantener la compostura, tampoco es como que no hubiera estado en contacto con uno de esos pequeños antes, Jimin era uno.

—Yoongi, él es Seokjin. Seokjin, Yoongi.

Antes de que incluso Seokjin pudiera decir una palabra, el ojinegro interrumpió, dándole una muy buena explicación a Yoongi.

—¿Qué? Te dije que me llamaba la atención comprarme uno. —se encogió de hombros.

—Sí, pero no me comentaste que ya lo tenías.

—No me compraste, tarado. Me encontraste en la calle y te enamoraste de mí. Un placer Yoongi ¿Hyung? ¿Tienes algo de comer?

—Sí... En la cocina.

Las palabras del mayor salieron con algo de duda, pero fue lo suficientemente claro como para que el minino saliera casi corriendo en busca de la cocina y luego de la comida, meneando su cola de lo más feliz, de lado a lado. Después de que lo perdió de vista, Yoongi volvió hacia su mejor amigo.

—Raro ¿no? no es nada parecido a Jimin. —agregó Namjoon antes de que pudiese siquiera decir algo.

—Estoy sorprendido, Namjoon ¿donde lo encontraste?

—Pues ya lo escuchaste. —la sonrisa de autosuficiencia en el rostro del pelinegro  dejó muy en claro toda la situación, Yoongi comprendían a la perfección a sus amigos y sabía que Namjoon se enorgullece de tener a ese pequeño gato con él.

—¿Tú le enseñaste a hablar?

—No, vino con el paquete, me ahorré llevarlo a la escuela ¿lo notaste?

Por irónico que suene, y aún a pesar de la situación en la que se encontraban, Yoongi río, acompañado por la risa de su mejor amigo, sentándose ambos en el sofá, soltando un largo suspiro después de esos segundos entre risas bastante exageradas.

—Tengo problemas, Nam.

—Eso ya lo sé, Suga. Explícate.

Mientras Yoongi se encargaba de explicarle a Namjoon con lujo de detalles lo que había sucedido y sus planes para después, en la casa de Hoseok las cosas no habían mejorado. Alrededor de dos horas habían pasado desde que Jimin despertó y los primeros sesenta minutos fueron un tormento para el ojimiel, no porque Jimin le causara algún problema, simplemente porque había tenido que aguantar escuchar los gritos y sollozos escandalosos del pequeño minino encerrado en su habitación, arañando la puerta y jalando del picaporte tantas veces como su voluntad se lo permitía.

Hoseok aún no comprendía como el corazón no se le había roto en todo ese transcurso, era igual que escuchar a un pequeño animalito ser torturado, porque esa era la magnitud de los llantos del menor. El castaño se tuvo que contener bastante de llamar a Yoongi para decirle que se apurase, tenía miedo de hacer cualquier especie de ruido o de interferir con algo que su mejor amigo estuviese haciendo.

—Ya lleva mucho tiempo callado. — murmuró para sí mismo, subiendo la mirada hacía la habitación donde Jimin se encontraba. El ojimiel estaba asustado de no escuchar nada de él en los últimos veinte minutos, así que algo dudoso subió las escaleras, colocando su mano sobre el mango de la puerta. Soltando un suspiro, la giró, quitando el seguro exterior y abriéndola. Lo siguiente que pasó fue demasiado rápido, Hoseok apenas había llegado a mirar al exterior cuando el pequeño cuerpo de  Jimin saltó sobre él a todo lo que le daban sus piernas, tumbándolo en el suelo. Jimin bajó las escaleras corriente hacía el primer piso y luego hasta la puerta, abriéndola y saliendo de la casa en menos de diez segundos.

Hoseok no podía creer lo que estaba ocurriendo, acababa de escaparse el gatito de su mejor amigo y todo por su culpa ¿cómo mierda se lo diría a Yoongi? aún peor ¿qué tal si alguien encontraba a Jimin? tomó su celular y marcó con desesperación el número del pelinegro, escuchando la voz del otro lado algo alarmada, creyendo que era una emergencia, cosa que sí era, y una muy grande

—Hyung... Lo siento...






































He estado con fiebre los últimos tres días, me siento muy mal pero me tomé un poco de tiempo para poder traerles un capítulo. Besos ;)

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