Cuando brotan las fortalezas

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Quiero preparar una ensalada de remolacha —dijo mi madre.

—¿De remolacha? —pregunté. Ahora no quiero comer nada porque estoy tan enojado con tu hermano.

—¿Qué pasó ahora? —bizqueó mamá.

—Jethro no tiene control sobre si mismo, parece que va a enloquecer. Ahora reveló como es su naturaleza.

—¿Qué estás diciendo, Danubio?

—Nada —dije, mientras apretaba mis dientes.

—Danubio, sabes que odio que me mientan.

—Mamá, te ayudo a cortar los huevos —repuse—. ¿Compraste aceto balsámico?

—Hijo, ¿vos te creés que tengo 40 años de estúpida?

Intenté persuadirla y comencé a fijar la mirada en el televisor.

—¡Danu! —chilló—, no entendes que no tenés que ayudar a tu tío. Si se golpea la cara contra la pared...

—Lo decís como si me estuviera cagando la vida —insistí y negué con la cabeza.

—Dejá de hacerte el canchero —contestó rápidamente—. Jethro tiene más de 40 años. Él no necesita a un veinteañero inmaduro que lo ayude con sus problemas amorosos.

—Esta bien. Te oigo, mamá —dije—. Te oigo cuando hablás por teléfono con tu hermano y le das consejos amorosos, mamá. Touché.

¡Bah!

—Te atrapé, mamá —añadí—, y ahora no tienes un justificativo directo para poder contradecirme.

—Es que me provoca curiosidad... —dijo, mientras cortaba los tomates cherry a la mitad.

—Se nota que tampoco lo quieres eludir.

Levantándose de la silla de mimbre, parada con la ensaladera en la mano dijo:

—Espero que a mi hermano se le caiga la venda de los ojos.

—Che, che, no pienses que Jethro es un boludo. No es un barrilete. Si quieres vayamos hoy a su casa para charlar con ellos dos; y si no, no vayas —mascullé.

—Yo no tengo nada que hablar con personas de porquería —agregó disgustada—. Quiero decir... no quise decir eso. Ponete a comer y no me hagas poner loca.

—Sí, comamos en paz. Mi estómago está desesperado.

—Thanks you very much —dijo mamá.

—Está rico —agregué—. Cambiando de tema...estaba pensando que quiero contratar televisión por cable.

—¡Ja!, ¿Me ves cara de millonaria? —dijo mientras enarcaba una ceja—. Ninguno de nuestros vecinos tiene cable. ¿Estás loco?

—Seguro que Reginalda tiene...

—¿Seguro?

—Mamá, estamos en 1997 —agregué—. ¿Acaso piensas que estamos en los '80?

Mi madre se atora, tose, bebe agua y dice:

—¿No pensás en trabajar? —exclamó—, ya tenés edad para laburar.

—Sí —repuse—. Dejé una solicitud de empleo para repositor en el super.

—¿El mercadito chino? —cuestionó.

—¿Vos me ves cara de oriental? —dije lanzando una carcajada.

—No, hijo. Solo quiero saber...

—Para abreviar, me anoté en el nuevo super  que está sobre la avenida ancha —argumenté.

—Hijo, espero que tengas suerte —dijo mientras alargaba su mano para posarla sobre la mía.

—Hay que crear nuestra propia suerte.

—Tenés razón. Tienes un espíritu lleno de iniciativas —dijo mientras curvaba la comisura de sus labios.

—Cruzaré los dedos porque quiero avanzar en esta vida y también quiero tener Muchmusic y MTV en la tele —repliqué.

—¿Son canales de música?

—¿Qué? —dije distraído.

Mamá hizo un gesto alzando la mano y dijo:

—¿Qué si son canales de música? —gritó frente a mi cara—. ¡Danubio, te pido un favor!

—¿Qué favor? 

—¡Qué me prestes atención, carajo! —chilló—. ¡Dejá de mirar a Meteora por la ventana!

—¡Ja! Bueno, mamá —respondí y sacudí bruscamente la cabeza para poder concentrarme en lo que me decía—. Son canales de música. Esta bueno para ver a las bandas de punk. ¿Te dije que me quiero hacer una cresta?

Mamá tenía el semblante endurecido y dijo:

—Danubio no quiero tener a un hijo de aspecto ridículo en casa y no quiero ser el hazmerreir de la cuadra —rechistó—. ¿Para que quieres arruinar tu hermoso pelo rubio?

—¡Eso dolió! —exclamé—.¿Acaso no estás preparada para que cambie?

—Hijo, oyes esa música punk rock a todo volumen y no te digo nada —bramó—. Sos un chico carilindo y esa onda no va contigo. Aprovecha tu juventud y enfócate en el trabajo. Sinceramente, Meteora no es para ti.

Me encogi los hombros como dando a entender que no tenía importancia si mi vecina no me daba bola.

—¿En serio? —el disgusto inundó mi boca—.  El otro día ella se acercó a mi y estuvimos hablando juntos.

—¿De qué hablaron? —preguntó curiosa.

—Nada importante.

—Dime, dime —insistió, mientras levantaba los platos de la mesa.

—Meteora había visto que una muchacha que solia barrer la vereda de Jethro con frecuencia y entró a la disquería para preguntarme —expliqué.

—¡Pero, que chusma! —comentó vagamente.

—Sí, así es —repuse. Pensé que había venido a charlar conmigo. Terminé contándole la historia de la paraguaya. Espero no haber metido la pata.

Mamá bajó la mirada hacía mí y yo alcé la vista.

—Digamos lo que digamos, nada va a modificar el porvenir de tu tío —inquirió nerviosa—. Si le tiene que ir mal, nada podremos hacer.

—Es cierto. Por esa razón dijo que quería que lo acompañe a lo de Madame Ling —dije mientras lavaba los cubiertos.

—¿Quién? —exclamó mamá con sopor.

—Es una mujer china que predice el futuro. Tiene un local cerca de la disquería, cerca del centro comercial —expliqué.

—¡Qué extraño! —dijo con los ojos abiertos como platos—. La clarividencia es un don. No sabía que mi hermano creía en esas brujerías.

—Nosotros vimos el anuncio en el diario y  a Jethro le pareció una buena idea. Él quiere algo de información sobre su futuro para poder echar luz a sus problemas —mascullé.

—Seguro que quiere estar preparado por si surge alguna catástrofe.

—No lo sé con certeza, mamá. A él le gusta el misticismo.

—Las cosas cambian, los hermanos cambian con la edad... y el amor los enceguece —dijo sin vacilación o temor.

—Tu hermano es un ser de luz, aunque parezca un ser sombrío y tiene derecho a saber si esto no es una vil trampa —alegué.

—Todos sentimos la tentación de resistirnos ante la evolución de nuestros hijos —dijo mamá—. Creo más en tu independencia emocional, que en los sentimientos de Jethro.

—¡Madre, por fin dices algo bueno sobre mí!

—Hijo, aquí hay un aire insalubre de preocupación —agregó—. ¿Sientes la mala vibra desde que Maureen llegó a su vida?

—Mamá, mi tío no es un gil de cuarta que se agarra cualquier bicho que camina —dije lanzando una risilla.

—Dureza es lo que necesita para ser fuerte.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro