Lo paranormal

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Ahora la muerte se concretó en la cotidianeidad. A pesar de estar de luto no cerraron las puertas del restaurante. Siguieron trabajando normalmente. A pesar de que los chinos son una sociedad civilizada, podían retener su angustia con gran facilidad: parecía que sus almas eran hielos polares.

Durante los días posteriores a la muerte de Kyon mis pensamientos no fueron agradables. Pero pude reconocer el fiel altruismo de Meteora trabajando a mi lado.

—Danubio; quiero que estemos en paz; ya sé que no ayuda que me veas a los besos con Lee. Sé que me estoy portando muy mal y seguramente te ofendo. Te prometo que cuando tenga todo lo que quiero de él seré más sensata contigo y lo dejaré con algún pretexto. No te enojes, solo es cuestión de tiempo.

—¡Ay, Meteora! —respondí con un gran suspiro—. Sé que tienes una meta y que para lograr tu cometido necesitas plata: yo tengo la culpa por no haberme puesto a trabajar antes. ¿Necesitás donde vivir?

—Sé que piensas que tengo a un diablo apoyado en mi hombro derecho diciéndome tonterías al oído —deliberó—. Por algo digo que vivir con Reginalda es como vivir en la cárcel.

—Reginalda esta forrada en guita —repuse—. Si quieres puedes venir a vivir a mi casa.

—Esa bruja es una dama intrépida —dijo mientras tomaba aire—. Quiero alquilar una casa, necesito vivir sola.

—Ven a vivir conmigo —insistí nuevamente.

—Sé que sos un chico bueno y honrado, pero mi padre no te puede ver ni en figuritas.

Estaba absorto en mis pensamientos. Demasiado triste a pesar de tenerla aquí.

....

Pasaron varias semanas y mi vida estaba mucho más alineada que antes. Había podido llenar la heladera hasta el tope, también pude comprar toallas y sábanas para la casa. Mi madre estaba contenta de las cosas estén mejorando al fin.

Empecé a hacer trabajos de jardinería en la casa de Lee. Sus padres eran personas de lo más respetables. Su tía, kumiko, era una chica de veinte años, tenía el cabello lacio y brillante como anuncio de acondicionador. Ella siempre me elogiaba y me decía que yo era un joven inculto pero sencillo, también honrado y buena gente. Encontré en ella aquella pacífica fortaleza que también tenía Kyon. Sin darme cuenta me encariñé con ella en un santiamén.

Kumiko tenía muchos libros en lengua española. Empecé a leerlos porque ella me decía que podría despertar mi interés por lo intelectual.

—¿No tienes miedo de que te vean conmigo leyendo en el jardín? —cuestioné.

—Pues no —dijo Kumiko— . ¿No puedo ser tan valiente como usted?

La china me miraba como si quisiera leer mis pensamientos.

—¡Ja! Yo no soy valiente, pero tampoco soy un pusilánime —dije bromeando.

Ella abrió los ojos como plato y cogió el libro, se puso a leer despiadadamente. No pude resistirme y le arrebaté la novela de sus manos.

—¿Qué te pasa?

—Nada.

—Dime.

—No.

—Pero, ¡por Dios, señorita! Vi que pusiste una cara de espanto.

—Exactamente.

—¿Dije algo malo?

—Vi una sombra atrás tuyo —dijo y comenzó a temblar.

—¿Qué significa eso? Haz el favor de explicarte.

—Con mucho gusto, Danubio. ¡Esto significa que vi un fantasma!

—No tienes que inventar cosas extrañas o paranormales para evitarme.

—Era una figura gris, como el humo, estaba atrás de ti balanceándose como si nada —continuó la muchacha—. ¿Tú no comprendes el castellano?

Cuando me dijo eso permanecí callado viendo al rostro de Kumiko deformarse por la inquietud.

—¿Será el espíritu de Kyon? —pregunté estremeciéndome.

—No me ha dado tiempo para distinguir nada —contestó sollozando y temblando—. Tal vez está enojada porque no hicieron el luto, pero si esta molesta, el espíritu podrá estar vagando en esta casa por un gran tiempo.

—Tranquila, si es Kyon no pasará nada malo —balbuceé tomándola de las manos—. Si Dios quiere, todo saldrá bien. ¿Tienes miedo, ahora?

Kumiko me miró y sonrió forzosamente. Sin querer, le me acerqué a su rostro y le di un tibio beso en su mejilla derecha. Estaba ansioso por demostrar que podía confiar en mí con total plenitud.

Meteora apareció y nos miró frunciendo el entrecejo. No puedo decir que me alegró verla, pues estaba coqueteando con otra persona.

—Perdónenme, me tengo que ir —dijo Kumiko.

—Si, señorita. Hasta luego —dijo Meteora.

Kumiko se retiró con la frente en alto como si nada hubiese pasado.

—¿Te pasa algo, princesa? —exclamé en un tono risible.

—No creo que sea buena idea ser un inmoral y miserable —instó Meteora—. ¿Cómo se te ocurre besarla?

—¡Ja!

—¡Dios mío de mi vida! —exclamó enfurecida.

—No fue intencional y por cierto, la besé en la mejilla —expliqué.

—No te creo —dijo furiosa.

—¿Estás celosa?

—No, Danubio: vengo a pedir explicaciones, no justicia.

—Es que estaba asustada —expliqué.

—¿Deja de inventar cosas? —bramó con fuerza.

—Ella dijo que vio un fantasma aquí mismo en el jardín —le argumenté.

—Y yo veo gente muerta... —dijo poniendo sus ojos en blanco—. Está bien, hacé lo que quieras, pero cuando te echen a patadas, a mí no me busques.

—Pues entonces, Meteora —dije fatigado por hacerle entender el suceso paranormal—, yo te dejaré sola y me voy a casa, porque no quiero que los chinos nos vean discutiendo por estupideces. ¿Quieres venir a mi casa?

—No Danubio, no quiero nada... Vete; vete a reflexionar...

—Vamos a casa —murmuré poniéndome en marcha.

Meteora sintió escalofrios al ver una masa de humo junto a los arbustos espinosos.

—¡Ven, Danubio, ven! —gritó mientras corria hacia la reja.

—¿Qué ocurre? —exclamé mientras guardaba los elementos de jardinería.

Meteora me señaló el aníma que danzaba entre las plantas. Sentí que me venían las ganas de llorar, sofocando mi emoción de terror dije:

—¿Creés que ella sigue viviendo? Pobre criatura. Jamás he dicho que no existen las entidades, pero me asombra que sea tan visible para el ojo humano —expliqué sin vacilación.

—No quiero teorías sobre la muerte —chilló compungida— ¡Sácame de aquí ahora!

—No tengas miedo: no muerde.

—¡La puta madre! —gritó y se aferró a mi brazo con fuerza —vamos a tomar un taxi en este preciso momento.

Cuando nos fuimos, Lee estaba de pie frente a la casa de los vecinos fumando marihuana. El muchacho nos observó fijamente, y con sus miradas oblicuas expresó una mirada de asco por vernos juntos.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro