Orgullo y prejuicio

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Maureen creía que debía interrogar a Jethro  agresivamente y despiadamente, dejando de lado cualquier noción de sentimentalismo tomando acciones directas. ¿Debería estar de su lado? ¿Las cosas se salieron de control? ¿Debería involucrarme?

Mientras ellos resolvían que hacer, mi madre y yo nos fuimos cerca del escenario para buscar a la muchacha de falda roja.

Los dos caminamos en un mar de gente hasta que la vimos sentada, charlando con viejo cuarentón, teñido de rojo con zapatillas All Star rosas y con cara de pajero.

—Pero qué divina es esta chica... —dijo mamá esbozando media sonrisa.

Los dos estaban sentados en los reservados tomando champagne. Cuando nos acercamos y me presenté y le dije que era el sobrino de Jethro ella sonrió. ¿En qué estaba pensando? ¿Ella realmente conocía a mi tío o había sido un chape casual?

A pesar de todo en mi interior sabía que la muchacha era súper sexy. Me dieron ganas de llevarla a la pista, pero al instante llegó Meteora con cara de culo.

—Danubio —replicó—. ¿Qué mierda querés hacer con esa chica? Lo arreglaré rápidamente, observa.

Mamá hizo un gesto de asentimiento con la cabeza.

—¿Nena, vos conocés a Jethro? —gritó Maureen y parecía que quería propinarle un golpe.

—¿Quién es Jethro? ¿Por qué me observan así? ¿No se dan cuenta que estoy ocu...?

—¡Ja! —respondí y la mujer se puso de pie.

—Jethro es mi amigo —respondió la muchacha aumentando la confusión lingual.

—Queremos saber si es tu novio —aventuré a preguntarle con mi voz ronca.

—¿Quién? ¿Jethro? —exclamó como haciéndose la boluda.

—Te lo resumo —dije en el oído de la chica— , te vimos chapar con mi tío esta noche abajo del escenario y el caso es que él esta comprometido con una chica y no queremos que la cagues.

—No lo haré, no se preocupen —dijo ella, mientras el viejo le miraba el culo con vehemencia.

—Hice una pausa. Luego: Es decir que no queremos que ellos se separen —mascullé.

—Basta, Danubio —fue la respuesta inmediata de Meteora.

Salimos a la calle por pedido de mi madre. El olor a cigarrillo la estaba asfixiando.

—No quiero pasar por bruta, pero lo que le pase a tu tío me importa muy poco. Que se dedique a vender discos y a hablar del minimalismo con sus clientas o que se vaya al circo donde trabaja su amiguita Sierva María...—inquirió Meteora mientras encendía un cigarrillo.

La noche seguía y más personas hacían cola para entrar al antro. De pronto aparece ella con el viejo verde que tenía la camisa abierta.

—Uff. Ese tipo tiene un cuerpo increíble, todo torneado y esbelto. No tiene nada de grasa corporal ese viejo verde —dijo mi mamá.

Casi me descompuse cuando oí a mi madre.
Meteora se río con muchas ganas luego de ver mi rostro rojo de la vergüenza ajena.

—¿Ves?, ahora me quiero ir a casa.

—Cálmate bribón —dijo mi madre mientras contenía la risa.

Las chicas que estaban haciendo la fila estaban coreando el estribillo de la canción: Uno, dos, ultraviolento de la banda Los violadores. Meteora me observó y se sintió asqueada.

—Qué noche de mierda —repuso Meteora—, se levantó del suelo y se fue al kiosco a comprar una cerveza.

—Esperemos un rato más, este rencuentro será emotivo y desgarrador. Igual que los sonidos estridentes que pasan ahí adentro —rechistó mi madre.

Meteora se sentó en el umbral de mármol de la discoteca y se puso a beber con suspicacia.

—Yo me quiero ir a casa —demandó con aspereza—. ¿Alguien quiere un trago?

Mi madre parpadeó y tomó la botella.

—Bueno, da igual. Vámonos a casa —dije con satisfacción.

—Esta extraña situación podría reducir el amor que una vez hubo entre ellos dos a la nada absoluta —dijo Meteora.

—Pero también la nostalgia podría hacer que ese amor vuelva a florecer. Me cae bien la paraguaya, sé que cambió la vida de mi hermano —acotó mamá.

Finalmente los tortolitos salieron de cemento tomados de la mano y esa era una buena señal.

—¡Qué felicidad! —exclamó mi mamá dándole un abrazo profundo a su hermano.

Para alejar este padecimiento, Jethro sugirió mantener a las malos pensamientos alejados del presente, en particular los comentarios negativos sobre sus acciones pasadas.

—Nuestra historia es sorprendente, es poesía y creo todo lo negativo se ha convertido en un gran amor, ¿no? —dijo mi tío con un perceptible orgullo en su voz.

—Tienes razón, Jethro —coincide Meterora—. Muy bien, todo lo que he visto hoy será olvidado.

—La verdad que no hay que ser un erudito o un ilustrado para reconocer cuando el amor es verdadero —dijo mi tío, sin prisa y sin pausa.

—Exactamente, no es necesario sentirse culto para poder sentir ese poder emocional que emanan ustedes dos —dije mientras caminábamos hacia nuestras casas.

Los fragmentos de melodías que salían de Cemento se iban perdiendo con el viento de una madrugada fría. Pensaba que generalmente la sensación de amor comienza con ese sentimiento de pérdida que había experimentado Jethro cuando Maureen partió después de una disputa.

—La vida puede ser tan inusitada a veces ... —inquirió mi madre.

Maureen sonríe inquieta mientras toma un trago de cerveza.

—La vida y el amor —mi madre repite con un eco de aprobación.

—Creo que soy muy torpe... —suspira Jethro—. Debo dejar que todo fluya y que nada influya. Esta dama tiene un magnetismo increíble y estoy feliz de que ella haya vuelto a mí.

En la cara de Maureen se instaló una tensa expresión de reprobación a la que ella también está acostumbrada.

—Espero que no haya sido así de caritativo con otras damas... —dijo lanzando una carcajada muy falsa.

De repente todos empezamos a reírnos. Meteora se reía sin poder controlarse, en cambio mi madre parecía un gato perplejo.

—No te preocupes. Ya estás aquí conmigo —dijo Jethro, mientras le besaba la mejilla a Maureen—. Dejemos de ser prejuiciosos con la vida misma.

Maureen tenía en su mirar algo frenético que hacía que mi tío caiga rendido a sus pies. Era como un libro de fe romantica que solo los amadores pueden mantener vivo, eso era lo que mi tío sentía intensamente por ella.

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