21- Decepciones y malos recuerdos

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~7mo año~

Natalie Russo:

No quería salir de mi habitación.

Recordaba claramente todo lo que ocurrió anoche, y lo cerca que estuve de matar a Severus.

Juro que traté de contenerme... Lo intenté...
Pero el olor de su sangre hizo que mi lobo interior tomara el control sobre mí.

Apenas eran las 4 de la mañana cuando me desperté, y desde entonces no he parado de llorar.

Mis ojos picaban, mis manos temblaban, y mi corazón palpitaba a gran velocidad.

Agradecía que estuviera sola en la cabaña, pues ya llevaba más de 4 horas llorando en silencio.

Breves recuerdos inundaban mi mente por momentos, y cada vez que lo hacía, volvía a llorar.

La almohada estaba empapada de mis lágrimas, y la sábana cubría totalmente mi débil cuerpo.

De no ser por aquel aullido en medio del bosque, posiblemente habría matado a Snape... O al enorme perro.

Alguien tocó ligeramente la puerta de la cabaña, haciendo que dejara de llorar por un momento.

—Natt... Sé que estás allí...

Quería gritarle que se fuera.
Que se alejara lo que más pudiera, porque no quería hacerle más daño a nadie.

—Quiero estar sola, Lupin.

Mi voz fue muy suave, y eso me hizo arrepentir de haber hablado.

Nuevamente volvieron a tocar.

—Natt, vamos a pasar.

Ni siquiera tuve tiempo de reaccionar cuando los cuatro amigos entraron al lugar.

Sirius Black había derribado la puerta con una patada, pues sabía que un hechizo iba a ser inútil.

No me atreví a moverme de mi lugar, solo opté por sentarme y cubrir mi cuerpo lo mejor posible.

No quería que vieran mis cortes.

—Váyanse... —Solté, débilmente.

Pero ninguno me hizo caso.

—¡Largo!

Peter fue el primero en dar un paso hacia mí, usando un hechizo para cerrar nuevamente todo el lugar.

—Necesitamos hablar...

—¡No! No quiero, James... No quiero...

Entonces él se sentó a mi lado, y no pude evitar sentir el impulso de abrazarlo.

James rodeó mi cuerpo con sus manos, tratando de darme calma.
Yo, en cambio, volví a llorar.

—Todo estará bien...

—Nada lo está, James... Yo... Casi mato a alguien...

El azabache nunca dejó de abrazarme, gesto que agradecí muchísimo.

Me separé cuando el resto también tomó asiento en el colchón, y no pude evitar mirar a Remus.

Él también sentía culpa...

—Sé que no es el momento adecuado, ni el lugar —Interrumpió Sirius—. Pero hay... Hay algo que debemos hablar.

Yo solo asiento y seco mis lágrimas.

Pero al hacerlo, Remus notó los cortes de mi muñeca izquierda, haciendo que la volviera a ocultar de la forma más rápida que pude.

—Solo... ¿Severus está bien? —Pregunto, con mucho miedo.

—Logró salir a salvo.

Solté el aire que contenían mis pulmones, rogando para que sea cierto.

—Pero tenemos unos... Problemas...

Miré a James apenas pronunció aquellas palabras.

Oh, no.

—¿Qué... Qué ocurre?

—Hubieron más testigos esa noche.

—¿Quiénes?

—La profesora Minerva, Celeste y...

—¿Y...?

—Lily. Lily Evans.

Remus bajó la cabeza, sintiendo vergüenza en este momento, y yo me llevé ambas manos a la boca, ahogando un grito.

—No... No puede ser... Pero... ¿Por qué...?

—Dumbledore fue quien realizó un hechizo para distraerlos, y así James tendría más seguridad para salir con Snape —Continúa Peter.

—Por Merlín... ¡James! ¡Pudiste salir muerto! ¡Fue muy arriesgado!

—¿No... No recuerdas...?

—Jamás te vi entrar, estaba demasiado entretenida golpeando a un perro... Y luego ese aullido...

Llevé mis rodillas al pecho, tratando de ocultar mi rostro.

—Evans... Mcgonagall... Snape... ¡Pronto lo sabrán todos!

—Eso no pasará.

—¿Por qué estás tan seguro, Peter? —Le encaro—. Nadie puede saber esto... Nadie...

—Si lo hacen, también sabrán sobre mí —Opinó Remus.

—Ya les he ocasionado muchos problemas... De verdad lo siento... Lo lamento tanto...

¿Por qué siempre arruino todo?

—Natt...

Los cuatro me abrazaron a la vez, logrando así que poco a poco me calmara.

El sueño finalmente llegó a mí, y sin darme cuenta, me estaba quedando dormida.

Sin embargo, los cuatro amigos no me dejaron sola. Al contrario, usaron el hechizo Engorgio para hacer más grande la cama y recostarse a mi lado.

La noche rápidamente cayó, y con ella aumentó mi miedo.

Todos teníamos que ir a la oficina del Director, por lo que no dejaba de mirar las líneas del suelo.

—¿Por qué lo hiciste?

Remus habló muy bajo, haciendo así que sólo yo lo oyera.

—¿Hacer qué?

—Lastimar tu muñeca.

Remus se atrevió a levantar mi mano izquierda, señalando delicadamente aquellas líneas de sangre seca.

—No... No lo hice a propósito... —Me excusé.

—¿Sabes que puedes confiar en mí, cierto?

—Lo sé, Remus.

Seguimos caminando, pero esta vez, ambos nos quedamos al final.

Tergeo —Susurró el castaño, solo para ambos.

Mi muñeca empezó a arder un poco, y noté que la herida se cerraba lentamente.
La sangre seca desapareció por completo, y mi piel volvió al mismo tono habitual.
Un tono pálido.

Le dediqué una cálida sonrisa antes de seguir caminando y encontrar a los chicos.

Peter fue quien dijo la contraseña correspondiente, y uno a uno fuimos subiendo las escaleras.

Minerva nos esperaba, y no pude ocultar mi cara de vergüenza.

—El director y sus compañeros los esperan.

Todos nos adentramos a la oficina, y lo primero que vi fue la mirada de odio de Severus hacia nosotros.
Lily, en cambio, parecía no estar presente mentalmente.
Celeste y Madame Pomfrey mantenían miradas serias, mientras el director nos evaluaba con la mirada.

—Tomen asiento, por favor.

Señaló varias sillas frente a nosotros, pero Remus y yo tomamos las más lejanas del resto.

—Todos están aquí para tratar un tema delicado...

—No creo que la palabra "Delicado" sea la correcta —Interrumpió Severus—, sobre todo cuando estuve a pocos segundos de morir, o peor aún, convertirme en un animal.

Una silenciosa lágrima rodó por mi mejilla, sintiéndome miserable.

—Señor Snape, le pido de favor que respete a sus compañeros —Intervino Celeste.

—No tengo por qué hacerlo, después de todo, anoche ellos no lo hicieron.

Bajé mi cabeza con suma urgencia, deseando que esto diera por finalizado lo más pronto posible.

—Creo que el señor Black debe explicar lo ocurrido —Opinó el director.

—Es mi culpa —Expresó con mucha seguridad—. Asumo toda la culpa de esta situación, señor Director.
Admito que fue mi idea que Queji... Que Severus fuera al sauce boxeador.

—¡Querías matarme! —Soltó Severus con odio—. ¡Me enviaste a una muerte segura!

—Pero debo admitir, además, que también fue culpa de Snape.

—¡Mi culpa! —Exclamó, ofendido.

—Si no hubieras amenazado con dañar a uno de mis mejores amigos...

—¡Silencio! —Pidió el director—. Señor Black, creo que sus dos compañeros merecen una explicación.

—No fue su culpa —Se dirigió a nosotros—. Sabía que era muy peligroso, no solo para él, sino para ustedes... Pero me dejé llevar por el odio...

Me atreví a levantar la vista, notando que mi amigo contenía lágrimas en sus hermosos ojos grises.

De verdad lo lamentaba.

—De no ser por James...

—¡Potter es tan culpable como tú! —Gritó Snape—. Ambos son unos idiotas...

—¿¡Ah, sí!? —James lo desafió—. Pues tú no eres muy santo que digamos.

—Al menos no soy un asqueroso monstruo vestido de humano que se aprovecha de...

—¡Severus, basta!

Por primera vez en la noche, Lily Evans se atrevió a hablar.

Apreté mi mandíbula tratando de aguantar los reproches del Slytherin, y Remus tragó en seco.

—¿Quieres que pare...? ¡Por favor, Lily! ¡Es que no ves que casi muero!

—¡Ellos no tienes la culpa de nada! —Expresó, con enojo—. Ninguno merece escuchar tus malos tratos, ni siquiera deberían estar aquí.

Lily desvío su rostro para mirarnos a ambos, y no pude sentir más asco por mí misma.

—¿Los defiendes? ¿De verdad, Evans?

—Créeme, ambos valen más que tú.

—No sabes lo que dices...

—¡Al menos ellos no me llamaron "Sangre Sucia" frente a todo el colegio!

—¡Silencio, por favor! —Intervino la profesora Mcgonnagal—. Manténgase al margen de la situación.

La mirada de Severus cambió por completo, pues lo último que dijo la pelirroja lo soltó en un hilo de voz que demostraba decepción y tristeza.

—Como encargada de ambos chicos —Celeste intervino—, debo decir que todos corrieron muchos riesgos.

—¿Qué riesgos pudieron pasar ellos...? —Susurró Snape.

—Lo siento, ¿podrías hablar más alto? —Pidió la enfermera—. Creo que si has tenido la osadía de insultarlos de frente, también tienes las agallas para preguntarles cómo se sienten al respecto.

El Slytherin bajó la cabeza, apenado, mientras su cabello de cortina cubría su rostro, y el director continuó.

—La señorita Evans permanecerá al tanto de su situación —Nos mira—. Por obvias razones tuvimos que decirle la verdad sobre ustedes, pero nada de esto saldrá de aquí.

—¡No puede hacerlo! —Se quejó Snape.

—¿Quién es el director, Dumbledore o usted? —Celeste lo desafió nuevamente, causando que él se pusiera colorado de vergüenza—. Eso pensé.

—El señor Black queda sancionado del equipo de Quidditch.

James intentó decir algo que impidiera aquel castigo, pues el Quidditch era de las mejores cosas que hacía su amigo, pero Sirius le puso una mano en el hombro, aceptando todo.

—Lo que usted ordene, señor director.

Sirius amaba jugar Quidditch, y Dumbledore lo sabía.

—También está obligado a pasar lo que resta hasta el mes de Diciembre en la oficina de Filch, ordenado todos los archivos de estudiantes castigados sin uso de magia.

—De acuerdo...

—El señor Potter y el señor Snape tendrán castigos aparte.

—Pero...

—Potter se encargará de vigilar a los chicos de primer año de su casa, obligado a ayudarles con sus deberes en caso de ser necesario.

James suspiró con abrumación.

—El señor Snape hará lo mismo, pero con los chicos de Slytherin.

Severus apretó su mandíbula, conteniéndose de decir algo.

—Evans, usted actuó de forma correcta al hacerle caso al joven Black al buscar a la profesora Minerva, por lo que puede estar tranquila.

La pelirroja solo asistió.

—Gryffindor pierde 80 puntos, Slytherin 20, Hufflepuff también 20...

Y ahora era nuestro turno.

—Ustedes...

—Ambos merecen ser castigados de igual forma —Soltó nuevamente el Slytherin.

—De mi parte está bien recibir un castigo —Opinó Remus, por primera vez en la reunión.

—Aunque pensándolo bien, ambos merecen ser expulsados...

—¡Quieres callarte por un miserable momento, Snape! —Me levanto, enojada y cansada de su actitud.

Todos giraron sus rostros hacia mí.

—¡De verdad lamento tanto haberte asustado! —Dije, llena de ironía—. ¡Pero no fue nuestra intención hacerlo!

—¿No? ¿Entonces por qué lo hicieron?

—¡Porque no podemos controlarnos!

—Pues deberían...

Caminé hecha una furia, quedando frente al Slytherin, mientras Remus se levantó de su asiento y me tomó de brazos, impidiendo que pusiera mis manos sobre Snape.

—¡Pues entonces haz que te muerda un hombre lobo! —Grité, sin contener mis lágrimas—. Camina solo, por las calles... Busca un pleito con uno de ellos... No lo sé —Lo miro con odio, notando que en el fondo sentía miedo—. Haz que uno te muerda... ¡Y solo así busca la manera de controlarte! Y cuándo encuentres la solución, estoy dispuesta a oírla.

—Natalie...

—¡¿De verdad crees que yo pedí esto?! —Suspiré—. No, porque solo piensas en ti mismo.

James se movió de su puesto, evitando que Peter siguiera cerca de mí.

—¡Eres tan imbécil para creer que yo habría desperdiciado mi vida! Preferiría nadar cerca del calamar gigante antes de matarte, porque no vales la pena.

Sirius no pudo evitar burlarse, y el director se levantó de su asiento, muy enojado.

—Con su permiso, señor director, pero Remus y yo iremos en busca de un bobo para matarlo y comérnoslo, ya que nuestro plan de comer a Snape no resultó como esperábamos —Solté, con sarcasmo.

Y sin más, Remus me soltó y empecé a caminar en busca de mi sala común.

Sabía que hice mal al hablarle de esa forma, pero yo también estaba cansada.

No iba a soportar que nadie más me tratara como basura...

No más.

—¡Natt, espérame!

Ignoraba los llamados de Remus a mi espalda, y caminé en busca de la oficina de Mcgonnagal.

—¿A dónde vas?

Me detuve frente a la puerta de la oficina, obligándome a girar mi cuerpo.

—Quiero ir a mi casa... Quiero a mis padres...

Remus se acercó a mí con rapidez y me envolvió en un abrazo.
Un abrazo que no quería que terminara.

Su perfume invadió mis sentidos, y su mano acarició mi cabello.

—Ven conmigo —Le pedí.

—¿A dónde? —Se separa de mí.

—Solo... No quiero ir sola... Prometo asumir el cargo si nos castigan.

—No voy a dejarte sola.

—Entonces ven.

Me atreví a abrir la oficina, buscando la chimenea que me llevaría a la casa de los Diggory.

—¿Seguro que quieres venir? —Volví a preguntar, con temor a su respuesta.

—Te voy a cuidar, lo prometo.

Remus tomó mi mano con delicadeza, y sentí una especie de electricidad al hacer contacto, gesto que él también notó.

Lo invité a juntarse conmigo en la chimenea, agradeciendo que fuera un poco espaciosa, y nombré la dirección del hogar de los Diggory.

Estaba rompiendo una regla, lo sabía perfectamente, pero realmente necesitaba a mi mejor amigo.

Las incontables vueltas dentro de la chimenea por fin dieron por finalizadas, y decidí abrir mis ojos.

—¿Natt?

Frente a nosotros se encontraban Sebastian y Amos, y no pude evitar correr hacia ellos y abrazarlos.

—Pequeña... ¿Qué ocurre?

Sebastian Diggory estaba preocupado y confundido, al igual que su hijo.

—No quiero volver... No me hagan volver esta noche al castillo...

Amos me abrazó con mucha fuerza, sabiendo que algo malo me había ocurrido.

—No voy a obligarte a volver, hija.

Sebastian fue el primero en separarse y saludar a Remus, quien parecía estar conmovido.

—¿Qué ocurrió? —Le preguntó.

—Lo mejor será que Natt descanse —Le pide amablemente—. Y si usted me lo permite, hablaré con usted.

—Por supuesto...

—Remus —Se presenta—, Remus Lupin.

—Amos, lleva a Natalie a su habitación —Le ordena—, y por nada del mundo la dejes sola.

Amos me tomó del brazo y me llevó con cuidado.

Ninguno sabía que Remus también era un hombre lobo, pero estaba segura que esta noche Remus se los contaría.

Amos me recostó en mi cama, buscó una sábana y cubrió mi cuerpo.

—¿Puedes quedarte aunque sea unos minutos? Luego puedes ir con ellos...

—Me quedaré toda la noche a tu lado si es necesario —Deposita un beso en mi cabeza—. Mañana tendré la oportunidad de hablar con ellos, ahora sólo descansa, por favor.

Me ruedo un poco con tal de hacerle espacio.
Amos se quita los zapatos y se recuesta a mi lado, percatándose de cada una de mis silenciosas lágrimas.

—¿Soy una mala persona?

—¿Qué?... Oh, Natt...

Amos tuvo que presentir lo que había ocurrido, así que secó mis saladas lágrimas con su abrigo de lana.

—Sea lo que sea que haya pasado, tú eres una chica increíble.

—He cometido una atrocidad...

—Me importa un comino lo que hayas o no hayas hecho, tú eres mi hermana pequeña, y yo... Yo siempre voy a creer y confiar plenamente en ti.


N/A: Este ha sido un capítulo bastante emotivo, y el hecho de que Amos y Remus traten así a Natt me dan ganas de sacarlos y abrazarlos eternamente.

❤️✨

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