3- Biblioteca

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~5to año~

Natalie Russo:

He de decir que estamos en el último mes de clases.

Es un poco triste, porque no veré a mis amigos por unos meses.

Pero a la vez es reconfortante, ya que no veré a Sirius a cada lugar que valla.

Aula, torre, baños... ¡Hasta en la cabaña de Hagrid me lo encontré una vez!

Parecía que se sabía mi rutina... O como si pudiera adivinar a donde voy.

—Paz... Ah...

Inhalé el rico aroma a libros.

La biblioteca era el mejor lugar para sentarse en silencio, y para hacer las tareas.

Y aunque no me gustaba mucho hacerlas, Amos me obligaba.

Hablando de Amos, me contó que la profesora Minerva lo llamó por una situación en casa.

Otra razón para no molestarlo... No quería ser una carga para la familia Diggory.

Busqué entre los estantes un libro que me ayudara con mi tarea de Pociones, y al cabo de unos minutos, encontré el perfecto.

Intenté tomarlo, pero otra persona también lo hizo, haciendo que nuestras manos se tocaran, y que el libro cayera al suelo.

—Oh, lo siento.

—No... No, es mi culpa.

—En serio... Ten, tómalo tú.

El chico se arrodilló para tomar el libro y dármelo.

—No es necesario, Lupin.

—Lo viste primero y...

—¿Por qué no mejor lo tomamos ambos? —Propuse.

—Sí, creo que es mejor que ver quién no quiere el libro.

Solté una risa mientras buscamos una mesa para sentarnos.

—¿Qué tal las rondas?

—Nada fuera de lo común —Elevé mis hombros—, si nadie camina...

—No hay trabajo.

Ambos éramos prefectos de nuestras casas. Solo hicimos rondas juntos por unos días, ya que él enfermó, y me cambiaron de compañero.

Fue allí cuando Amos y yo nos hicimos más inseparables que nunca.

Saqué mi cuaderno de apuntes, mis plumas y pergaminos.

Remus me imitó, tomando el libro justo en el centro.

—No te vi esta semana —Dije—. ¿Todo está bien?

—Podría decirse que sí.

Había un tono de voz no muy seguro en su afirmación.
Y cada quien empezó el trabajo.

—Natalie, ¿puedo preguntar algo?

—Claro —Respondí, sin apartar la vista de mi pergamino.

—¿De verdad sales con Sirius?

Solté mi pluma casi con miedo de manchar la hoja.

—No —Confirmé—, son puros inventos de la gente ociosa.

—¿Ociosa?

—Significa que no tiene nada que hacer, Remus.

Levanté mi vista para mirarlo a los ojos.
A diferencia de su amigo, sus ojos eran marrones. No el habitual marrón... Tenía un pequeño tono dorado...

Pero en ese momento me di cuenta de algo... Tenía algunas cicatrices en su rostro.

—¿Qué te pasó? —Pregunté, preocupada por aquellas marcas—, ¿Fuiste a la enfermería? ¿Vamos si quieres...?

—¡No! —Dijo, con temor—, es... Estoy bien...

—¿Y por qué estás así? ¿Por qué tienes esas cicatrices?

—Fue... Una... Pelea... Con... —Sin embargo, omitió el detalle.

—Bueno... Estás en todo tu derecho al no decirme —Afirme, apenada—, pero te mientes a ti mismo.

Dibujé una sonrisa en mi rostro, y seguí escribiendo.

Sentía su mirada sobre mí el resto de la tarde, pero se limitó a continuar escribiendo.

...

Esa fue la primera vez que hablamos, más allá de los turnos, y se convirtió en un "pasatiempo".

Cuando menos me di cuenta, esa última semana me la pasaba más tiempo en la biblioteca.
Y aunque solo nos limitábamos a hacer tareas, era buena compañía.

O bueno, lo fue por unos días.

—Eres pésimo para los chistes.

Reí por su intento de ser "gracioso".

—Oh, no...

—¿Qué pasa? —Preguntó, volteando su cuerpo.

—¡BUENAS TARDES...!

El grito de James fue silenciado por la bibliotecaria.

—Buenas tardes... —Susurró.

—Eran buenas —Exclamo, a lo que él elevó una ceja.

Sirius tomó una silla y se sentó a mi lado, a la vez que Remus bajaba la cabeza.

—¿Cómo estás, preciosa?

—Podría estar mejor.

Remus sonrió por lo bajo, y Peter fue el único que se dio cuenta.

—¿Qué hacen?

—Jugando Quidditch, ¿Quieres unirte?

—Ja, Ja, —James rió, con ironía—, ni siquiera saben jugar...

—No tientes al diablo, Potter.

Esta vez, la risa fue de Peter y Remus.

—¿Es una amenaza?

—Tómalo como quieras.

Su mirada sonriente cambio totalmente.

Siiiii, se ofendió... Ahora largo...

—¡Me cae bien!

Maldita sea.

—Ves, te lo dije.

Miré a mi costado, y varios estudiantes estaban murmurando a nuestro alrededor.

—Debo irme —Tomé mis cosas.

—¿Por qué? —Dijeron los 4 en el mismo tiempo.

—Recordé que... Debo buscar a Amos...

—Diggory —Sirius chasqueó los dedos—, está en la oficina del director.

Los libros que tenía en mi mano cayeron al suelo.

—¡Qué!

—¡La biblioteca es un lugar para el SILENCIO! —La bibliotecaria había llegado, y parecía muy enojada—, todos, fuera.

—Pero...

Evité que Remus protestara y tomé a James y Sirius por las corbatas.

—Esto si me gusta —Dijeron a la vez, con picardía.

—¡Qué! —Quité mis manos al llegar afuera.

—No pensé que fueras así —James me guiñó el ojo—, pero un trío...

—Cierra la boca.

Y para mi sorpresa, dejó de reír.

—Ahora me dirán lo que saben.

—Tendrá un precio.

—¿Qué precio, Black?

—Una salida.

—En tus sueños —Tomé con fuerza mis cosas y caminé al otro lado.

—¡Natalie! —Gritaron los 4.

—¿Qué?

—Nadie sabe de esto... Así que es en vano que preguntes...

—No me subestimes —Le apunté el dedo índice en su pecho—, puedo ser muy leal y esas cosas... Pero cuando busco algo, lo encuentro... A las buenas o a las malas.

Sentí una mano en mi muñeca.

—Escúchanos...

—Pues habla...

—Demonios, tienen el mismo carácter —susurró Peter, y quise preguntar a quien se referia.

—Su madre está mal.

Mi enojo se fue totalmente en ese momento.

—Como que... ¿Mal?

—Lo acabamos de oír —Sirius dejó de reír—, estuvimos en detención con la profesora Mcgonagall y... Logramos oír.

Solté su mano de mi muñeca y corrí hacia mi sala común.
No sabía dónde estaba la oficina del director, ya que jamás fui retenida, pero tenía esperanzas de encontrarlo allí.

Noté cómo los 4 amigos me seguían, pero no me importó.

—Stella...

—Natt, Amos...

—¿Dónde está? —Pregunté, con miedo.

—Está afuera... Te estaba buscando... —Su voz sonó preocupada.

—Gracias.

La abracé brevemente mientras corría al otro lado del castillo.

—¡Natalie!

Ignoré sus gritos, pues a quien necesitaba ver era a mi mejor amigo.

No tuve necesidad de salir del castillo, pues Diggory y el director estaban en la puerta de la entrada.

—¡Amos! —Corrí hacia él.

—Natt...

Sus ojos estaban hinchados, y deduje que algo malo había ocurrido.

—Necesito que te quedes.

—¿Qué? —Pregunté confundida—, no, iré contigo... Buscaré mis cosas...

—Natt...

—Amos...

—Mamá murió.

Mi corazón se hizo añicos en ese momento.
No sé si fue por la forma en que trató de sonar como una persona fuerte... O por el hecho de que unas nuevas lágrimas cayeron a sus mejillas.

Abracé a mi amigo, porque no podía hacer nada en este momento.
La señora Diggory había sido una mujer encantadora, dispuesta a ayudar a otros, incluso mucho antes que a sí misma.
Ella solía llevarme a su casa al finalizar el colegio, puesto que nadie venía a verme a la estación de Kings Cross.

Me separé lentamente de Amos, que tenía mucha prisa.

—Cuídate mucho... ¿Sí?

—¿No se supone que yo debería decirlo? —Trató de sonreír.

—Yo estaré bien... Trataré de irte a visitar.

—O yo iré a tu casa.

No quise decirle que ya no era bienvenida en el lugar que debería llamar "hogar".
No sabía a dónde ir... O a quien acudir... Y los Diggory ya tenían muchos problemas.

—Te estaré esperando.

El chico se quitó los lentes para limpiar sus ojos, y mientras eso sucedió, el director sonrió.

—Creo que la señorita Russo quedará en buenas manos.

Ambos volteamos nuestros rostros y vimos a los 4 amigos.

—Si te hacen algo... Me escribes —Puntualizó, con firmeza—, si es de hacerles frente, lo haré.

—Claro que sí... Hermanito.

Volvió a abrazarme, y luego de eso vi como ambos desaparecieron.

Respiré profundamente sacando fuerzas de dónde no las tenía y traté de ir a mi sala común.

—No me sigan —Fue lo único que le dije a los chicos.

Y al parecer lo entendieron, pues al llegar a laentrada del sótano, ellos ya no estaban.

El último día de clases fue el peor día de mi vida.

No tenía los constantes gritos de Amos, y me parecía sentir que era vigilada todo el tiempo.

—Stella —La llamé, a lo lejos.

—Hola, Natalie.

Caminé con un poco de vergüenza.

—Puedo... ¿Puedo ir contigo en el vagón? Es que, solía siempre sentarme con Amos...

—No tienes que pedirlo, ven.

Ambas tomamos el carruaje juntas, mientras los Thestrals tiraban de él.
Se supone que solo las personas que han visto la muerte pueden ver a las increíbles criaturas... Y yo lo hacía.

El camino fue silencioso, pero uno calmado, uno donde no me sentía insegura.
Mi mente divisaba los árboles y criaturas del bosque prohibido, tratando de evitar pensar en la situación que me tocaría afrontar en unas horas.

Juntas subimos al tren y nos ubicamos en un vagón solitario, tal cual lo prefería.

Ella empezó a sacar unas revistas, y me tomé la molestia de hacer lo mismo, pero mi mente era un caos.

—¿Cómo está? —Pregunta, rompiendo el silencio.

—No muy bien —Dejo la revista en mi regazo—, en la última carta parecía muy cansado...

—Y lo entiendo —Suspira—, es muy doloroso perder a alguien que quieres.

—Demasiado —Suspiré.

Volteé mi rostro para ver el paisaje a través de la ventana.

—Yo también perdí a mis padres... En un "accidente".

—Oh... Lo siento... Yo... No lo sabía...

—Muy pocos lo saben, entre ellos está Amos... Y entiendo perfectamente como se siente.

En ese momento el compartimiento se abre, y la bruja de los dulces aparece.

—¿Les apetece algo del carrito?

En realidad no quería nada, pero hoy no había desayunado.

—Para mí, una torta de calabaza —Pedí—. ¿Tú también quieres una, Stella?

—Este... Sí, por favor.

La bruja me tendió los pasteles y pagué los Snickles necesarios.

Por el rabillo del ojo vi que los chicos se aparecieron frente a la bruja, y entre risas pidieron dulces.

Remus y Sirius me hicieron señas, y yo les respondí diciendo que ya estaba con alguien en otro compartimiento.

Al cerrar las puertas, le di el pastelito a Stella y continué leyendo la revista.

—Estos días he notado que los chicos te han estado siguiendo —Dijo, riendo.

—Solo lo hacen para molestar —Me encogí de hombros.

—A mí no me parece que solo sea para eso...

—¿A qué te refieres?

—Natt... ¿Te has puesto a pensar que este será nuestro último año?

—Sí... —Dije, con melancolía.

—Pues... No te ofendas... Pero pienso que deberías buscar más amigos.

—¿Para qué?

Ella rió.

—Amos y yo estamos un año más que vos... Y te quedarás sola...

—Pues me encargaré de hacer "nuevos amigos" —Dibujé comillas en el aire—, si es que no me apuñalan con una tijera...

—Oye... Te dije que fue un accidente —Comenta, aun con vergüenza.

—Es lo que más risa me da —Reí—, ¿Cómo es posible que una tijera diera en mi brazo?

—Debi apuntar a Gildery Lockhart... Es todo un pesado.

—Lo sé.


El tren había llegado finalmente a su destino, y por ende, yo al mío.

Me despedí de Stella y caminé hacia el muro.
Realmente todo era extraño.
Estaba tan acostumbrada a ver a los Diggory esperando en el andén, que sentí ganas de llorar al recordar lo sucedido.

Tomé con más fuerza mis maletas, mientras veía a muchos estudiantes abrazar a sus seres queridos.

Un vago recuerdo de mi primer año llegó a mi mente en ese instante...
Mamá, papá y mi hermana estaban en este lugar, sonriendo y sorprendiéndose por algunos actos de magia que hacían los adultos.
Jamás olvidaría ese día...

...

El ruido de las alegres familias fue reemplazado por el apuro y los quejidos de los habitantes de Londres.
Era la hora pico.

Con mucho esfuerzo esquivé a muchos de ellos, pero me veían raro.
Tal vez porque no era habitual ver encerrada a una lechuza.

La casa de mis abuelos estaba a unas 7 cuadras, pero opté por caminar.
Descubrí nuevas tiendas, y me imaginé a mamá gritando de la emoción.

Pero el vago momento de felicidad llegó a su fin cuando divisé la casa.

La mansión Russo se mantenía igual que siempre.
Algunos guardias caminaban resguardando la seguridad de mi abuelo. Porque sí, él era uno de los candidatos para nuevo alcalde.

Me comí el orgullo y entré al lugar.

O eso fue lo que traté.

—Identificación.

—¿Disculpe?

—Señorita, necesito su identificación, no puede entrar sin una.

—Natalie Russo, hija menor de Iván Russo y Dolores White, nieta del Candidato.

El guardia me miró de pies a cabeza.

—Un momento.

Él tomó el celular y llamó hacia adentro, asegurando que los datos fueran reales.
Pasaron 5 minutos y seguía hablando.

—Puede pasar —Abrió el portón.

—Ya era hora...

Arrastré mi maleta sobre el grafito del suelo y sonreí al ver a mi hermana hablar por teléfono a través de la ventana.

Pero la puerta principal se abrió, y de allí salió mi abuela.

Y no venía sola, varios empleados salieron con ella.

—Te dije claramente que no volvieras...

—También tengo derecho de estar aquí... Abuela —Arrastré lo último.

—Tu abuelo está en campaña, y lo peor que podría pasar es distraerse contigo —Suelta, con asco.

Entonces, entendí por qué había demorado el guardia en dejarme pasar.

—Él no sabe que estoy aquí... —Deduje.

—No, y tampoco se enterará.

—¿Y qué harás? ¿Matarme?

—Sacarte de esta casa.

Ella hizo un ruido con sus manos y los empleados empezaron a sacar varias maletas.

—¡Cómo te atreves! —Grito, muy indignada al reconocer algunas de mis cosas—, No tienes derecho...

—Claro que lo tengo... Sobre todo después de la muerte de mi hijo.

Y si eso no fue lo bastante humillante, lo peor estaba por pasar.

Empezaron a abrir las maletas, tirando mis cosas al suelo.

—¡Kate! —Grité— ¡Para!

Pero ella no daba más órdenes.

Toda mi ropa estaba en el suelo, al igual que algunos de mis libros y objetos.

—¡Para!

Grité al ver que dentro de la tercera maleta tenía el álbum familiar.

—¡Ya basta!

Un leve temblor de tierra sacudió el suelo, y varias piedras empezaron a llegar a mi lado, como si las hubiera llamado de forma magnética.

Todos dejaron de romper mis cosas.

En ese momento, mi abuela tomó con mucha sorpresa el Álbum.

—Así que tú tenías esto...

—¡Suéltalo!

—¡Cállate!

Ella empezó a pasar páginas, quitando a su paso algunas fotos.

—Mi hijo... Murió por tu culpa...

—¿Mi culpa? —Grité—, no seas descarada... —Sequé mis lágrimas— ¿Acaso yo envié a mi hijo al otro lado del mundo porque se casó con la hija de un amor antiguo de mi esposo?

—¡Cierra la boca!

Intenté correr hacia ella y quitarle el álbum, pero un guardia me tomó de brazos.

Y vi como lentamente empezó a romper cada foto...
Cumpleaños, fiestas, salidas y recuerdos...
Todo quedó hecho pedazos.

Lo único que me quedaba era una foto... Que estaba en medio de mis pergaminos.

No tuve fuerzas para seguir en pie... Lo había destruido todo.

De rodillas, lloré como jamás lo había hecho.
Mi hermana parecía no verme... Y mi abuelo no aparecía por ningún lado.

—Largo.

Dos guardias me jalaron hacia la salida, y tiraron lo poco que me quedaba al suelo.
Los curiosos que pasaban por allí me vieron con asco, y no pude parar de llorar.

Ella me tomó por el cabello y fijó su vista en la mía.

—Si vuelves a dar un paso es este lugar, me voy a asegurar de que lo mismo le pase a tu hermana.

Me soltó, se ubicó unos lentes y volvió a entrar... Como si no hubiera ocurrido nada.

Maldita sea...








N/A: Espero que no les moleste que algunos capítulos sean más largos que otros... Pero me gusta detallar algunas cositas JSJSJSJSJ <3

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