5- ¿Y la felicidad?

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⚠️(Advertencia: este capítulo contiene descripción de violencia)⚠️

~Vacaciones~

Natalie Russo:

Abrí mis ojos lentamente, sintiendo un picor en mi cuello.

No reconocía el lugar donde estaba, pero las paredes eran de un blanco marfil, mientras la luz del sol se colaba por la ventana.

Logré escuchar unas voces, pero me asusté al sentir varios cables colgando de mi mano.

—¡Amos!

Reconocí a mi amigo, quien llegó casi corriendo desde el otro lado de la habitación a mi lado.

—¡Natt! —Soltóz con una sonrisa—. Por todos los magos y brujas... ¡Estás bien!

Intenté abrazarlo, pero sentí un fuerte dolor a la altura de mis costillas.

—Trata de no hacer mucho movimiento.

Una mujer castaña llegó a mi lado, monitoreando una máquina.

Un fuerte dolor de cabeza me invadió, y pude recordar lo sucedido.


~Flashback~

Tenía tres semanas vagando por las calles.

Tuve un lugar para dormir... Pero no fue más que una maldita estafa.
Solo pase 5 días allí, cuando el alquiler fue el precio de un mes entero.

Me desalojaron del lugar como si fuera un animal callejero, y por si fuera poco, me había quedado sin dinero.

Por mi mente cruzó escribirle a Amos, pero no quería darle más problemas.

Algo curioso fue recibir una carta de Remus, pero tampoco tuve el valor de decirle la verdad.

Así que preferí caminar hacia la antigua casa de mis padres.

Estaba lejos... Pero creí que podría llegar.

Arrastraba mi maleta con cansancio, y generando malas miradas del resto.

Mi estómago rugía al pasar por las tiendas de comida, pero no tenía ni siquiera un dólar.

Y cuando creí que estaba cerca, sentí unos pasos.

Tomé la única maleta que me quedaba y caminé con mucha prisa.

El hecho de ser una mujer solitaria en la calles de Londres no era buena idea, sobre todo a altas horas de la noche.

La otra persona parecía estar lo bastante cerca de mí, y lo único que pude hacer fue empuñar mi varita.

Al inicio creí que se burlaría, pero me llevé una gran sorpresa al ser desarmada.

—¡Ayuda! —Grité, antes de empezar a correr.

Los pies me dolían, pero seguí el camino.
Lastimosamente no pude huir, pues había tropezado con algo en el suelo.

Sentí mis brazos quedarse estáticos a causa de un hechizo, al igual que mis piernas.

Pude ver en su rostro muchas marcas de heridas, y para ser específicas, se trataban de cicatrices.
La más llamativa parecía perforar el ojo derecho, y su cabello estaba totalmente descuidado.

Y yo sabía quién era.

—Suel... —Intenté balbucear.

—Quien diría que esta noche tendría un buen festín —Olfateó mi cuello—, una joven bruja.

Una sonrisa macabra se formó en su rostro, y mis nervios aumentaron a millón.

Me tenía inmovilizada, y sus manos empezaron a rodear mi cuello, a medida que enterraba sus uñas.

—Greyback... Por favor... Déjame...

—Veo que sí sabes quién soy —Arañó mi cuello—, eso habla muy bien de mí.

Grité al sentir cómo un líquido caliente salía de una parte de mi cuello, mientras él lamía mi sangre.

Con fiereza, sentí su otra mano en mi rostro.

—Lyall puede esperar —Soltó, para mi sorpresa.

El hombre lobo marcó sus dientes de nuevo en mi cuello, y sentí el desgarre de la piel.
Mis lágrimas caían como una lluvia silenciosa, y mi grito fue ahogado por su mano.

Pero mientras intentaba llorar, me di cuenta de algo.
No me había lanzado un hechizo petrificador...
Yo estaba en shock... Y sentía mucho miedo.

Así que aproveché cuando se separó para tomar aire y empecé a arrastrarme por el suelo.
Pero él volvió a tomarme.

—Siempre tratando de huir —Se burló.

A lo lejos se pudo escuchar unas risas, y fue el momento donde sentí una pequeña esperanza.

Pero Greyback no era tonto, y tiró de mi cuerpo hacia la pared, con el fin de que perdiera la conciencia, y así no llamar la atención.

Cuando intentó ubicar sus manos sobre mi boca, lo mordí, y aproveché su descuido para gritar.

—¡Ayuda!

Pero así tal cual había tirado de mí, empujó mi cabeza al suelo, haciendo que perdiera el conocimiento... Y las ganas de huir.

Volvió a clavar sus dientes en mi cuello, y utilizó sus uñas para rasgar mi blusa y hacerme daño a la altura de mi abdomen.

Desde ese entonces, eso fue lo último que sentí, al igual que unos pasos.

~Fin del Flashback~




—¿Do... Dónde estoy?

—En San Mungo —Respondió la mujer.

—¡Qué! —Grité, y me arrepentí al sentir un terrible dolor en mi garganta.

—Señorita Russo, por favor.

—Lo... Lo siento... Yo... —Suspiré—. No recuerdo casi nada...

Miré el resto de mi cuerpo, y la mayor parte estaba vendada.

—¿Por qué no me lo dijiste? —Preguntó Amos, un poco enojado.

—Yo... —Bajé mi rostro con vergüenza—. No quería ser una carga para ti...

—Natalie —Envolvió mi rostro con ambas manos—, tu nunca serás una carga para mí —Movió un mechón de mi cabello—. ¿Pensé que todos nuestros años juntos lo valdrían?

—Lo siento —Dije, sin querer mirar sus ojos.

Fui una idiota al no decirle nada.

...

Con su ayuda, intenté sentarme y poner una mejor postura.

—¿También seré un hombre lobo? —Solté de la nada.

Sentí la tensión de Amos, sobre todo porque cada vez que me quiere ocultar algo se quita los lentes y los "limpia".

La enfermera a mi lado prefirió mirar al monitor nuevamente, constatando mi respuesta.

—Vinieron justo a tiempo —Amos intentó evadir mis pensamientos al ver que estaba a punto de llorar.

—¿Quiénes?

—Los chicos.

—Amos... No recuerdo... ¿De quiénes hablas?

—¿Cariño, puedes decirme qué parte del cuerpo te duele? —Interrumpió la enfermera.

—Todo.

Su rostro se mostró inconforme, y me arrepentí al darme cuenta de que le hablé de forma dura.

—Lo siento... Yo...

—No te preocupes —Me brindó una sonrisa—, entiendo lo que sientes.

Lo dudo —Pensé.

En ese instante oí unas voces que parloteaban animadamente, y una sonrisa femenina.

—¡Natt!

Stella Travers también estaba aquí, y saltó casi de alegría al verme conscientemente.

—Mujer —Chilló contra mi hombro delicadamente, procurando no lastimarme más de lo que ya estaba—, no lo vuelvas a hacer... No vuelvas a desaparecer.

Evité llorar, porque sabía que me había equivocado, y eso me había costado la vida.
O una parte de ella.

—Veo que estás mejor.

Esperé a separarme para responder.

—Gracias, Sirius.

El pelinegro sonrió, al igual que todos sus amigos.

—Yo... Iré a ver unas cositas —La enfermera sale delicadamente, con lo que parecían unas muestras de sangre.

Amos codeó a Stella, y pude saber a quien se refería hace unos momentos.

—No sé que decirles... —Empecé a jugar con mis dedos—. La verdad es que no recuerdo nada...

—Lo importante es que estás bien —Peter sonrío—, y eso es suficiente para nosotros.

—¿Puedo?

Ante aquella petición, mostré una gran duda en mi rostro.

—Pues...

—Si me permites, puedo ayudarte con las heridas —Dijo, señalando delicadamente su mejilla.

—Claro, Remus...

Remus se acercó lentamente a mi lado, mientras los demás dejaron un gran silencio al aire.
El castaño tomó un trozo de tela humedecida y empezó a limpiar las heridas de mi rostro.

Me quejé al sentir el ardor de la poción, pero por lo que sentía, las cicatrices iban desapareciendo de a poco.

El resto de la tarde, se quedaron junto a mí, y empezaron a contar anécdotas graciosas con el fin de que evitara recordar todo.

Pero eran acontecimientos que jamás olvidaría.

...

—Y entonces Sirius corrió por toda la sala común intentando quitarse las arañas de su cabello.

James era el que más anécdotas contaba, aunque yo no podía reír mucho.

Pude notar que Remus evitaba mirarme a toda costa.
A veces lo notaba mirando fijamente mis heridas, y otras veces a la nada misma.

Sabía que él no tenía la culpa pero... ¿Por qué parecía sentirse así?

—Señorita Russo, veo que usted está en buenas manos —Un medimago entra a la habitación.

—Tal vez...

Noté como Amos me miró con recelo, y Sirius dejó de sonreír.

—Muchachos... Si no es mucha molestia... Me gustaría hablar sola con mi paciente.

Ellos asintieron, y antes de salir, levantaron sus pulgares tratando de darme ánimos.

—Tal vez te veamos más seguido...

Las palabras de Peter fueron interrumpidas por un codazo de parte de Remus, haciendo que sintiera curiosidad.

Stella salió después, y le seguía Amos.

—¿Mi hermano puede quedarse? —Tomé su mano, antes de que se levantara.

—Pues... Si él está de acuerdo...

—Por supuesto —Amos tomó ambas manos sobre la mía.

...

—Señorita Russo, antes que nada, necesito que trate de estar calmada.

—Natalie... Llámeme Natalie.

—Ok, Natalie —Puntualizó—. Mi nombre es Mike, seré tu Medimago por un corto tiempo.

Asentí, captando la información.

—Fuiste internada el día de ayer, a las 19 horas Londinenses.

Me sentí tensa al saber a donde iba a terminar esta discusión.

—¿Recuerda usted lo ocurrido?

Me maldecía por recordar perfectamente todos los detalles.

—Si... O bueno, una gran parte.

—¿Qué parte recuerda?

Tragué secamente.

—Yo... Yo...

—Natt, si no puedes...

—Fui mordida por un hombre lobo —Interrumpí a Amos—, lo recuerdo perfectamente.

Mi mejor amigo apretó mi mano con fuerza.
A él también le estaba afectando esto.

Pero yo debía ser fuerte... Fuerte como lo fue mi madre

—Pero señor... —Le interrumpió—, aun faltaban varias noches para la luna llena... Y por lo que sé, no siempre contagian a la víctima...

—Lamento decirles que este caso fue distinto.

Moví un poco mi cuerpo.

—¿Quiere decir...?

Un silencio se formó entre todos.

—Soy una mujer lobo.

El medimago asintió con lástima, y no pude ocultar mis lágrimas.

No tenía a nadie, ni mucho menos dinero para someterme a esos cuidados.
Sabía muy poco, o mejor dicho, casi nada de los hombres lobos, pero por un instante creí que me salvaría.

—Entonces... Me transformaré...

—Oh, no —El señor caminó a mi lado—, la primera luna llena para los recién infectados transcurre con normalidad, como si nada hubiera ocurrido —Suspiró—, pero después...

Dejó las palabras en el aire, y Amos me habló.

—No quiero que te preocupes por nada... Nosotros te ayudaremos...

—Déjenme sola.

—Natalie...

—¡He dicho que fuera!

La habitación tembló, y varias cosas que estaban sobre la mesa cayeron generando un gran estruendo.

Amos guardó silencio, y el Medimago salió del lugar como si fuera una actitud común.

—Natalie...

—¡Largo!

Nuevamente el lugar vibró, a la vez que algunas pociones se elevaron por un momento y cayeron.

Amos Diggory caminó lentamente hacia la puerta de la habitación, y antes de tocar la manilla, me miró.

Muy en el fondo, quería que se quedara.
Quería que sus ojos cafés me dieran aquella esperanza que tanto anhelaba.
Quería que fueran sus brazos los que me rodearan, y que me dijera que todo había sido un mal sueño.

Pero yo preferí mirar la ventana, con el fin de estar sola.

Escuché como la puerta se abrió y cerró, y empecé a gritar.

Quería que la garganta me doliera lo suficiente como para dejar de hablar.
Moví mis piernas ignorando las punzadas, haciendo que las sábanas y almohadas cayeran al suelo.
Quería que mi pecho ardiera, para dejar de sentir los latidos de mi corazón.
Quería dejar de existir.

Esa noche los chicos intentaron entrar, pero me negué rotundamente a verlos.

No quería ver a nadie.

No quería que nadie más lo supiera.

Tal vez nadie lo sabría nunca...
¿Pero qué haría al ingresar al Hogwarts?
¿Era buena idea ir?
¿Y si Dumbledore se negaba a recibirme?
Después de todo... Me había convertido en una abominación...
Yo era un monstruo.

N/A: Un capítulo bastante cruel, lo sé.

Poco a poco iremos viendo la evolución de nuestros protagonistas, y estoy emocionada por mostrarles todo lo que les tengo preparado <3

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