10. Un dolor de cabeza llamado Estrella.

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Porque quiero tocarte, bebé
Y quiero sentirte también
Quiero ver el amanecer
En tus pecados, solo tú y yo

ZAYN ft. Sia - Dusk Till Dawn

Thomas Carter

—¿Te sientes bien? —Aparto la mirada de la lluvia y frunzo mi entrecejo intentando adivinar qué era lo que me había preguntado.

Sinceramente no estaba prestando atención desde que la vi en la cocina tomando té con mi madre como si fueran amigas de toda la vida y aunque aquello me incomodó tanto a tal grado de molestar, no le dije nada porque mi madre me había advertido que si decía algo me las vería con ella y en este momento lo menos que quería era oír sus regaños.

No supe a ciencia cierta cuándo había comenzado a beber de más anoche, no tanto como para perder el conocimiento, pero sí para levantarme con una resaca tremenda. Lo único que recordaba era haber follado con Annett en una de las habitaciones de Luc, pero después de eso los recuerdos aún seguían borrosos y me costaba enfocarlos con claridad debido al terrible dolor de cabeza que sentía.

Annette aparta la mirada de mi rostro cuando una de sus empleadas deja el plato con cupcakes que había pedido y sonriéndole se gira hasta mí.

—¿Te apetece comerlos aquí o quieres llevarlos?

—Quiero vomitar —fui sincero, echándome hacia atrás.

Cerré mis ojos cuando no dijo nada más, pero la sentí levantarse de su silla a los minutos que nos quedamos en silencio. Algo me había contado, creo recordar que la cafetería era suya y cada vez que veníamos decidía ponerse al día con el trabajo, pero no estaba tan interesada del todo. Así que su huida no me sorprendió y escondido en uno de los últimos asientos me dediqué a calmar el dolor de cabeza.

En gran parte deducía que el dolor no solo era por la resaca de anoche, sino que aquel malestar que me hacía ser un impertinente tenía nombre. Un nombre que no se borraba aunque Annette me regalara los mejores cupcake que había probado en mi vida, ni aunque me sonriera todas las veces que nuestras miradas coincidían y todos parecían rendirse ante ella, ni aunque buscará desesperadamente borrarme la culpa follando con alguien más, ni las malas palabras, ni el desinterés, Estrella estaba ahí: anclada a mi corazón.

Pertenecía ahí desde hace mucho, desde incluso antes de que supiera que éramos personas distintas y fuera tarde porque ya la había considerado mi otra mitad. Estrella nunca iba a irse de ahí, lo tenía bastante claro, pero no podía hacer más de lo que estaba haciendo porque sabía muy en el fondo que lo hacía por su bien.

Joder, ella amaba a Sven. Tenían una relación jodidamente envidiable que llamaba la atención por lo perfecta que era. Sabía que él la trataba como lo que era, como una jodida princesa y que no existiría nadie en este mundo que se iguale, pero si tan solo Estrella reparara en mí y no como en su mejor amigo —o ex— yo estaría dispuesto a tratarla a mi manera, a enseñarle el poder que tenía porque dentro de mi corazón ella ya era mi reina.

Abro uno de mis ojos cuando siento mi móvil vibrar arriba de la mesa y viendo el nombre de Tae atiendo llevandomelo a la oreja antes de cerrar nuevamente los ojos.

—¿Dónde estás? —pregunta del otro lado y por el tráfico de fondo intuyo que no está en la mansión.

—Hola, tío. ¿Cómo estás? yo de maravilla...—respondo con sarcasmo.

—Necesitamos hablar, ¿mañana no es tu presentación en el bar?

Oh, mierda. ¡Lo había olvidado completamente!

Me incorporo en el asiento sintiendo mi corazón desbocado y con la mirada busco una distracción para que la presión de mi pecho desaparezca. El sudor cubre mi frente de a poco y cuando una de las empleadas pasa por al lado mío llevando un pedido no evitó removerme inquieto y tembloroso. De pronto siento como las pocas personas que están en la cafetería comienza a triplicarse y su voces provocan un aturdimiento feroz.

Me siento desnudo, desprotegido, como si estuviera a miles de kilómetros de casa. Juzgado, cohibido y esa sensación en mi pecho me agobia tanto que vuelvo a cerrar los ojos para que las tontas lágrimas desaparezcan.

—...eres genial —la voz de Tae comienza a escucharse cada vez más cerca aunque esté del otro lado de la línea—. No porque eres mi sobrino y llevas mi sangre, lo eres porque tienes talento y porque nunca he conocido un chico tan fuerte como tú.

—No puedo...—musito por lo bajo, tragando saliva.

Vuelvo a enfocar la mirada en las personas, esta vez no siento sus miradas sobre mí provocando inseguridad, pero cuando veo que Annette se está acercando no tardó en colgar la llamada y ponerme de pie nervioso. Siento como la piel me quema, el estomago se me revuelve y las ganas de huir se triplican de solo pensar que puede darse cuenta de mi estado.

¿Qué diría? ¿Qué pensaría cuando supiera que su perfecto Thomas no es más que un enfermo que no puede controlar su ansiedad? no me quedo a averiguarlo, cuando apenas llega a donde estoy paso de ella sin despedirme y me apresuro a salir de la cafetería con mis inseguridades persiguiendome por detrás.

Cuando salgo y consigo apartarme de las voces que comienzan a sentirse como comentarios dictadores producto de mi cabeza, el aire comienza a rozarme la piel y debido a mi sudor el frío es un alivio que calma de a poco el ritmo de mi corazón. Elevo la mirada hasta el cielo gris dejando que la llovizna golpee mi rostro y soltando un suspiro relajo de a poco mis músculos tensos como Tae me había enseñado.

Las voces de mi cabeza comienzan a desaparecer cuando la realidad vuelve a obtener las riendas de mi vida y mi cuerpo se siente más seguro al ver que no hay personas a mi alrededor que puedan objetar lo contrario.

Una vez en mi coche me quedó algunos segundos en la oscuridad mientras intento reorganizar mis pensamientos y sin poder evitarlo bajo la mirada hasta nuestra pulsera.

La pulsera la había conseguido mamá en uno de sus viajes de negocios a Tokio, una de las ciudades con más tecnología avanzada y cuando crecí una vez me confesó que cuando vio las pulseras pensó inmediatamente en nosotros. Antes de las pulseras nuestro código secreto era llamarnos por el móvil cada vez que nos necesitábamos y como su hermana no la dejaba tener uno propio entonces mamá nos compró las pulseras.

El día que se la obsequie sin dudas es uno de mis mejores recuerdos, porque aunque había sido para uno de nuestros cumpleaños y el regalo había sido mío, el mejor regalo de esa tarde fue que ella aceptará ser mi lugar seguro. Desde ese día, desde hacía muchos años ya, nos convertimos en personas inseparables, incapaz de estar lejos uno del otro.

Mientras observaba la pulsera negra con la pequeña pantallita táctil donde solo tenía que rozar mi dedo para enviarle la señal, estuve tentado de hacerlo pero me lo impedí. Después de anoche no había tenido intenciones de arreglar la pelea porque mantenerla lejos era una de las mejores opciones para controlar a mi cuerpo que cada vez exigía más lo que era suyo.

Estrella me pertenecía, joder. De todas las maneras que una persona puede pertenecerle a otra y me daba totalmente por los huevos lo que las personas opinaran al respecto. Jamás la vería como alguien sin poder, incapaz de tomar una decisión, ella era capaz de todo pero aún así era mía. Me pertenecía en cuerpo y alma como yo le pertenecía a ella, porque no había nada de mí que no tuviera su nombre.

(...)

Estaciono el coche a las afueras del aeropuerto debajo de un árbol que da bastante sombra y decido quedarme los minutos que faltan dentro del coche con el aire. Hoy sin dudas no era mi día, no solo porque actúe como un lunático al frente de Annette —que poco me importaba, sinceramente— sino porque el día caluroso no estaba a mi favor.

Odiaba los días de verano, los odiaba como nunca había odiado a nada ni nadie en mi vida. Recuerdo que una vez Estrella había dicho que si yo fuera un animal sin dudas sería el oso polar porque amaba el frío, las bajas temperaturas y cada vez que hacía un poco de calor parecía que iba a llegar a morirme.

¿A quién en su sano juicio le gustaba el calor? sudar, quemarse, sofocarse, Dios me libre de ser team verano.

No faltaba mucho para que Eiden y Eros llegarán a la ciudad y la presencia de los gemelos me ponía ciertamente incómodo, sobre todo después de lo que había pasado con Eiden la última vez que nos vimos cuando viaje a Nueva York con mi madre. Sabía que Eiden era una chica que no se enredaba mucho y las relaciones serias no le importaban, lejos estaba de ser Annette, pero su presencia me incomodaba y no sabía ciertamente el porqué.

Con Eros era otro rollo, él era un amigo más, no tanto como Sven pero sin dudas tenía mucha confianza con él. Había conocido a ambos gemelos en Nueva York una vez que viaje con mamá una semana y los vi tocando en un bar. Recuerdo haberme quedado toda la madrugada y fue Eiden quien se acercó a mí. No coqueteamos, aunque ese era su plan, al poco tiempo Eros se nos sumó y conversamos hasta el mediodía sobre música.

Ellos fueron los que me guiaron un poco en los avances que tuve todo este tiempo, también fueron los que —junto a Estrella— me impulsaron a tener ideas de sacar mi música y confiaba en ellos porque sus críticas siempre eran constructivas. Eiden tocaba la batería y Eros tocaba la guitarra, aunque nada se comparaba con los coros de la primera.

Cuando la hora se cumple me bajo del coche apagando el aire e ingreso al aeropuerto de inmediato buscando la zona que me habían dicho con anterioridad. Una vez que lo encuentro me quedo sentado en uno de los bancos esperandolos y saco mi móvil para ver mis redes sociales.

No había tenido mucho tiempo para encontrarme con Tae, bueno la verdad es que no quería verlo porque sabía que me iba a dar un discurso de la buena moral solo para indicarme que lo que estaba haciendo con Estrella estaba mal. Lo sabía joder, sabía que alejarla de esta forma era una pésima idea, ¿pero qué más podía hacer si siempre que estaba cerca me moría por besarla? no podía permitirme eso, no podía fallarle de esa manera a Sven, a ella, simplemente no podía y la mejor forma era alejándome.

Tae estaba en desacuerdo con aquello, claro que sí. Desde que está con Lacie parece que toda su jodida vida la ve de rosa pero la mía no era así, mierda que no lo era. Me daba envidia de la sana verlo tan feliz y pensar en que es fácil serlo, pero sé que no fue así y que él también sufrió para conseguirlo. ¿Entonces si provocaba esto tendría el mismo final? no, porque Lacie amaba a Tae, pero Estrella solo me ve como su estúpido mejor amigo.

Cuando escucho voces a lo lejos levantó la cabeza observando como un grupo de personas salen con sus maletas y de ella dos melenas rubias se distinguen. Eiden era preciosa, pero de esas chicas absurdamente guapas que te dejaban sin aliento y lejos de ser su atractivo el que impacta, el carácter fuerte que tiene es capaz de ponerte la puta polla dura en dos segundos.

Ambos son rubios, de ojos verdes y medianamente altos, solo que Eros la pasa por unos centímetros más. Los rasgos femeninos de Eiden resaltan más en su tono claro de piel, pero al parecer quien decidió tomar horas de sol fue Eros.

—¿Te quedaste encerrado en la cama solar o qué te pasó? —bromeo, acercandome para besar la mejilla de Eiden. Como sospeche, ella no parece estar incómoda conmigo así que apartó mis dudas y dejó atrás el pasado entre ambos. Eiden aplasta sus labios cuando su hermano pone sus ojos en blanco antes de sacarme su dedo del medio.

—Me quedé dormido en la tumbona, ¿sí? no es un tema que me guste contar.

—Lo capte, pero te queda chulo, eh.

—Chulo te va a quedar el culo de las patadas que te voy a dar si no me llevas a por un batido bien frío. ¿Qué es este calor? —Eiden me tiende la maleta antes de comenzar a caminar dejándonos atrás. Eros se encoge de hombros cuando giró a verlo.

—Sigue con sus aires de reina, no la bajes de esa nube que sino se ve fea.

Cuando veo que Eros comienza a caminar no me queda más remedio que arrastrar la maleta violeta con sticker punks por todo el aeropuerto. Una vez llegamos al coche colocó la maleta detrás y subo encendiendo el aire después de las quejas de la reina. Los gemelos no conocían mucho la ciudad, habían venido algunas veces pero no fueron más que viajes express donde al otro día ya estaban volviendo. Pero este viaje no era express, así que había decidido llevarlos al departamento que me compré a los dieciocho a escondidas de mamá.

Por aquel tiempo seguía fantaseando con la idea loca de que Estrella en algún momento iba a corresponder mis sentimientos y ese sería nuestro comienzo, pero lejos estaba de la realidad claramente. Nunca lo había pisado, solo lo compré y pedí que lo amueblaran con cosas útiles porque el estilo lo daríamos juntos. Que idiotez.

Cuando llegamos y estaciono el coche en el estacionamiento privado decido no darle mucha importancia a mis alocados sentimientos e intento que los gemelos se pongan cómodos una vez que entramos. La sorpresa de los tres no pasa desapercibido cuando abrimos la puerta y el interior nos recibe. En la pared de la sala principal —que es la primera con la que te encuentras— está el primer cuadro que Estrella se atrevió a hacer profesional.

Había olvidado que fue lo único que pedí que pusieran como decoración, pero ahí estaba. No era como los de ahora, ni en sueños, pero tenía un sentimiento muy profundo de su parte y cuando se frustro al ver que no le había salido como quería y lo tiro, yo lo recogí y lo guarde porque sabía que en algún momento le gustaría ver su comienzo.

《Cada día te vuelves más imbécil cuando de Estrella se trata》

Uff, ni hablar.

—Entonces esto es lo que se siente estar horriblemente hundido en dinero, eh —habló Eiden mientras observaba la sala con sus pocos muebles. Caminé detrás de ella observando todo y me encogí de hombros.

—Mi madre tiene dinero, no yo.

—Eres su heredero. —Se voltea a verme, con sus largas pestañas cubriendo sus ojos cada vez que parpadea—. Y si no mal recuerdo, tu padre es un buen actor de Hollywood.

—Un fracaso de actor, pero actor al fin y al cabo. —Volví a encogerme de hombros.

Cuando comencé a ver a mi padre después de que fueran a juicio con mi madre porque no dejaba que me viera, era lo suficientemente grande para saber que mi padre —el donador de esperma— estaba escalando como actor de Hollywood. No era muy conocido, pero era uno que admiraban demasiado como para saber que abandonó a su hijo los primeros años de vida.

De su parte era hijo único porque había decidido no tener más hijo operándose, así que era el futuro heredero de toda la fortuna que estaba a su nombre aunque no tuviera su apellido porque él mismo fue quien decidió dejarlo en el testamento.

—No abrumes a la súper estrella. —Eros engancha el cuello de su hermana con su brazo y la atrae hasta su pecho provocando que su hermana refunfuñe antes de separarse—. ¿Dónde tienes los instrumentos? Mañana son pocos días, pocas horas exactamente y siempre necesito más de dos para verme guapo.

—¿Más de dos? —Frunzo mi entrecejo divertido—. Que desgracia tener que haber nacido así y no como yo que no necesito ni un solo minuto.

La carcajada de Eiden no tarda en escucharse desde el pasillo antes de que Eros me saque la lengua molesto.

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