[4] Debes cogértelo.

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Isabela

Nunca había dormido tan bien en mi vida, esta cama debe ser terapéutica o como mínimo debe tener poderes. La luz comienza a molestar, así que decido abrir mis ojos y lo primero que puedo notar es que no estoy en mi habitación, ni siquiera es la habitación que elegí para quedarme durante este fin de semana.

Recorro la habitación con la mirada, tratando de encontrar algo que me ayude a saber dónde estoy. Trato de levantarme, pero algo me lo impide, busco la causa y me sorprendo al encontrar una mano que rodea mi cintura.

Espera, ¿qué? Isabela, ¿qué hiciste anoche?

Muevo mi cabeza en cámara lenta para ver a quién está abrazándome, y llevo una de mis manos a mi boca para ahogar un grito al descubrir de quién se trata. Mierda, mierda, es Oscar, el hermano de Celeste.

¿Cómo rayos llegué aquí?

«Notengo idea, haz memoria.»

Recuerdo que estaba con los chicos jugando "yo nunca, nunca" y después discutí con Louis. Vine a mi habitación a llorar y... Oh, no, me equivoqué de habitación y entré a la de Oscar por error. Luego...

Lo besé.

«No solo lo besaste, casituviste sexo con él.»

Pero ¿qué me estaba pasando por la cabeza anoche?

«Absolutamente, nada, tucerebro se fue de vacaciones.»  me responde esa vocecita en mi cabeza.

Debo salir de aquí ahora mismo. Intento levantar su brazo despacio para así liberarme de su agarre, pero al hacerlo, este me atrae más a él, lo que hace que mi trasero se pegue de su entrepierna, permitiéndome sentir lo duro que está. Mis ojos se abren como platos al sentir lo grande que es. Mierda. ¿Por qué rayos está duro?

«¿Por ti?, o ¿es el calambrede la mañana?»

Sí eso debe ser. Solo tengo que salir de aquí antes de que se despierte y pase más pena.

Hago un segundo intento. Con movimientos rápidos y silenciosos, sustituyo mi cuerpo por una almohada, pero hago ruido al caer al suelo. Esto me pasa por no fijarme bien el espacio que disponía para moverme sobre la cama.

Joder, no solo ha dolido, sino que también el suelo está demasiado frío. Me apoyo en mis brazos para poder levantar mi cabeza con rapidez y confirmar que mi torpeza no lo ha despertado. Suelto un leve suspiro, de la que me he salvado.

A la luz del sol, puedo observar mejor que su barba está un poco más crecida que ayer. No me gustan las barbas, pero a él se le ve de maravilla. Tampoco puedo evitar fijar mi vista en sus labios. El recuerdo de esos labios sobre los míos hace que mis mejillas ardan. Intento dejar de mirarlo, pero algo en su pecho llama mi atención. ¿Es un tatuaje? La almohada me impide leer lo que dice.

Él se mueve y se queja. Oh, no, se va a despertar.

«Corre por tu vida ¡Ahora!»

Me levanto como puedo del suelo y salgo de la habitación, cerrando la puerta lo más despacio posible y sintiendo que vuelvo a respirar. Lo he logrado, nadie me ha visto. Me volteo con una sonrisa victoriosa sobre mis labios, pero esta se desvanece al encontrarme con Carol. Ella disfruta de un jugo, el cual absorbe a través de una pajilla. Por favor, Dios, dime que no me ha visto salir a esta hora de la habitación de Oscar.

—No lo creo —dice ella negando con su cabeza—. Tú... —No le permito hablar más.

La tomo del brazo y nos hago caminar a ambas con prisa hacia mi habitación, ya que no necesito toparme con nadie más. Ella se deja arrastrar por mí y sin soltar ni una palabra, lo cual agradezco. Mi habitación está justo al lado de la de Oscar, ¡con razón me he confundido! Después de entrar, suelto su mano y cierro la puerta. Tomo aire unos segundos mientras estoy de espaldas a ella e intento pensar qué le diré.

De todas las personas en esta casa, ¿tenía que ser precisamente ella? Carol es la persona más exagerada e indiscreta de este mundo. La conozco, chillará como loca si le digo; aunque, pensándolo bien, la prefiero a ella antes de Celeste, porque ¿qué le diría? ¿Ayer casi tengo sexo con tu hermano? Pues no.

—Quiero detalles —la escucho decir. Tomo aire para voltearme y enfrentarla.

—No es lo que piensas.

—Acabas de salir de la habitación de Oscar, dormiste con él.

—Claro que no, solo fui a preguntarle algo —miento.

—No me mientas, dormí en esta habitación, ya que quería saber cómo estabas después de lo de ayer. —Sé que se refiere a mi discusión con Louis—. Así que te esperé y nunca llegaste. Pero veo que pasaste una buena noche.

Una sonrisa de lado aparece en sus labios.

—Me siento feliz por ti, ya era hora de dejar de llorar por Louis —comenta sentándose sobre mi cama—. Además, anoche cumpliste el sueño de todas las amigas que ha tenido Celeste en su vida.

—¿Qué? —exclamo sin entender.

—Pues que Oscar está para comérselo y volvérselo a comer —expresa ella con obviedad—. Me alegra que, si no he sido yo, lo hayas hecho tú.

—No me lo comí.

«Bueno, un poco sí»

¿De qué lado estás?

—Me dices que pasaste la noche entera en la misma cama que ese ser hecho por los mismos dioses, ¿y no pasó nada de nada?

No quiero contarle, pero sus ojos me miran con intensidad, así no puedo mentirle.

—Bueno, es que... —Ella no me deja terminar.

—Lo sabía —chilla levantándose de la cama y comienza a ¿bailar?

Niego con la cabeza mientras me acerco a ella para detenerla y evitar que siga bailando. Sabía qué estaba pensando su cabeza y la verdad que estaba celebrando algo que no había pasado.

—Necesito detalles. ¿Cómo fue? ¿Es cierto que es tan bueno? ¿Lo volverán hacer o fue algo de una noche?

—¿De qué hablas? Solo nos besamos y sí, es obvio que fue cosa de una noche.

—Debes cogértelo —dice ella con seriedad.

—¿Qué? Claro que no.

—Debes hacerlo en nombre de todas las que queremos y no podemos. Él siempre ha sido muy distante conmigo y con cualquier amiga que Celeste ha tenido. Eres la elegida, debes hacerlo —comenta uniendo sus manos y haciendo puchero.

—No me lo voy a coger.

—¿A quién no te vas a coger? —dice una voz a mis espaldas.

No tengo que voltearme para saber que es Celeste. Por favor, no, trágame tierra y escúpeme muy lejos de aquí.

Veo cómo a Carol se le forma una sonrisa de oreja a oreja. No se atreverá a decirle, ¿o sí?

—Isabela no quiere tener sexo con el maravilloso... —expresa Carol y hace una pausa para mirarme, yo niego con la cabeza— Chris Evans —termina ella y le agradezco con la mirada.

—¿Qué? —exclama Celeste acercándose a nosotras—. ¿Por qué no te comerías al bombón de Chris Evans?

—Bueno, es que... —Carol me interrumpe.

—Lo que pasa es que le dije que si Chris Evans fuera, ejemplo, es hermano... no sé, tuyo, por ser tu amiga no estaría bien cogérselo —explica Carol.

Quiero matarla ahora mismo.

—Por favor, cógetelo —dice Celeste de inmediato—. Si no puedo hacerlo yo porque es mi hermano, alguien debe hacerlo.

—Ves, debes cogerte a su hermano —expresa Carol.

—Es que si, por ejemplo, Oscar quisiera estar con alguna de ustedes, yo no tendría problema con eso. Ambos son libres de hacer lo que quieran —dice ella y en verdad eso me da alivio de alguna forma, tenía miedo de que se enojara—. Eso sí, eso jamás pasaría.

Sus ojos están sobre Carol y esta blanquea los ojos.

—Mi hermano tiene estándares muy altos respecto a chicas y no le gustan, ya saben, sin experiencia. Sus novias siempre han sido de su misma edad o hasta mayores que él.

No sé por qué, pero eso me hace sentir mal. No deben importarme sus gustos, solo tuvimos un beso a causa de la adrenalina y el alcohol en mi sistema. Sé que no le gusto y que no hay ninguna posibilidad de que volvamos a besarnos.

—Pero eso no importa —dice Celeste cambiando de tema—. En realidad, venía a pedirte que acompañes a Oscar a comprar el bizcocho para cantarle cumpleaños feliz a Ángel. No confío en su gusto, necesito una opinión femenina y yo no puedo ir, porque debo terminar de hacer el desayuno.

—¿Qué? ¿Por qué yo? —cuestiono.

—Es que no puedo subir a Carol en un auto con Oscar, van a terminar matándose —explica ella.

—Es porque me ama —se defiende Carol de inmediato.

—Si pensar eso te hace feliz, está bien —expresa Celeste—. ¿Irás? —Su vista está sobre mí.

Por supuesto que no, me escapé de la habitación de su querido hermano para no tener que enfrentarlo. Ni loca me voy a encerrar ahora en un vehículo con él, donde el supermercado más cercano está a veinte minutos.

—Ella irá, dile a Oscar que estará lista en unos minutos —dice Carol y antes de poder reprochar, Celeste sale de la habitación.

—No iré —anuncio cruzando mis brazos sobre mi pecho.

—Claro que sí —dice ella empujándome hacia al baño, hasta conseguir su objetivo.

Muy a mi pesar, entro a la ducha luego de escuchar a Carol amenazarme de entrar y bañarme ella misma. No la conocen, se atreve a hacer eso y más. Así que mientras me aseo, la escucho decir todas las ventajas de tener sexo con Oscar; en verdad está loca.

Al salir de la ducha, noto que ha dejado de hablar, así que pienso que se ha ido. Salgo del baño y lo confirmo. Entonces me encuentro con un bikini y un vestido que apenas me llega hasta la mitad de los muslos sobre mi cama. Ese vestido no es mío, debe ser suyo. Ni loca me pondré eso.

Busco mi maleta por toda la habitación, pero no la encuentro; estoy segura que Carol se la ha llevado. No puedo salir en toalla a buscarla, he visto demasiadas películas de comedia para saber qué va a pasar si me pongo a perseguir a Carol en toalla por toda la casa.

Así que me resigno y me pongo lo que ha sacado para mí. Veo que me ha dejado mi mochila, así que meto mi celular y salgo.

Salgo de la casa y busco a Oscar dentro del bus, pero no lo veo.

Escucho el ruido de una bocina y me fijo que proviene del auto de Bryan. Me imagino que Oscar se lo pidió prestado, ya que es más práctico ir en el auto que salir con ese bus a comprar.

Camino hacia el auto mientras juego con mis manos, los nervios aumentan cada vez más. Creo que vomitaré y ni siquiera he comido nada el día de hoy. Tomo suficiente aire para armarme de valor y así abrir la puerta. Al entrar, noto que él se encuentra sumergido en su celular. No sé qué decir, así que solo me pongo el cinturón.

—Oye, buenos días —lo escucho decir, lo que me hace mirarlo para contestarle.

Pero al ver esa sonrisa de lado sobre sus labios, me paralizo, ninguna palabra sale de mí. ¿Cómo es posible que ese simple gesto provoque tantas cosas en mí?

—No dormimos en la misma cama para que no me saludes al verme. Oh, espera —dice acariciando su mentón—, sí lo hicimos —añade y sus ojos ahora sonríen con sus labios.

Siento mis piernas debilitarse.

Este va a hacer un viaje largo.


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