[42] Lo siento.

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Isabela

2 semanas después

—¿Soy yo o los días en los hospitales pasan demasiado lento? —dice Emil acomodándose a mi lado en su asiento—. Siempre he odiado los hospitales por eso, solo vengo por Celeste, pero les juro que este mes se ha sentido como si hubiesen sido dos.

—Solo han pasado dos semanas —le informo.

—¿Dos semanas? —Sus ojos se abren como platos.

—Sí, solo dos —le dice Alex riéndose de sus gestos.

—Lo bueno es que la semana que viene recibirá el trasplante —comento.

Ha sido increíble que hayan encontrado un corazón para ella tan rápido. Yo lo llamaría un milagro del mismo cielo. Lo malo es que lo han conseguido solo porque ella ha empeorado. Según lo que han explicado los padres de Celeste, mientras peor está, más sube de nivel en la lista para recibir el trasplante.

Pero lo bueno es que la semana entrante va a ser operada y le ruego al cielo que todo salga bien. El miedo de perderla no ha abandonado mi cuerpo desde el momento que me enteré de su enfermedad.

Acepto que retomar la terapia me ha ayudado a manejar mejor mis emociones. No es algo que me guste aceptar, pero sí, tener a alguien que te escuche, que nunca te juzgue y que su único propósito sea ayudar, se siente bien.

—¿Por qué creen que ella pidió que viniéramos todos juntos? —pregunta Alex, sacándome de mis pensamientos.

—De seguro para expulsarte de este exclusivo grupo —le responde Emil.

—¿Expulsarlo? —cuestiono.

—El señorito aquí —expresa Emil señalando a Alex, el cual está a su lado— no pudo mantener su boca cerrada y le dijo todo a Louis.

—¿Se lo dijiste? —pregunto.

Alex asiente bajando su mirada, mientras Emil niega con su cabeza como en forma de decepción.

La verdad eso me hace respirar con alivio. Celeste nos había pedido a todos que nadie le dijera a Louis sobre su enfermedad, según ella porque Louis no era bueno manejando este tipo de temas y solo lo estaba protegiendo. Pero la realidad es que Louis merecía saber que estaba pasando por esto; sé lo importante que es ella para él.

Ella nos dijo a Carol y a mí que ellos habían terminado lo que habían iniciado, que ella no se sentía bien para tener una relación con nadie y que así él se mantendría alejado. Celeste sabía que él haría lo que ella le pidiera, aunque eso fuera alejarse. Ella le ha dicho que no ha vuelto a clases porque ha convencido a sus padres de que le dieran clases en casa, pero no es cierto. Ha estado estas últimas dos semanas aquí en el hospital.

Al parecer Alex no pudo ocultarle por más tiempo esa información, lo cual puedo entender: Alex es amigo de Louis antes de ser amigos de nosotros, ellos se conocieron años atrás en Argentina y desde entonces habían sido amigos a través de la distancia, hasta que al padre de Alex los transfirieron aquí.

Pero la verdad me parece estúpido que le ocultara esto, después de todo, Louis es el mejor amigo de Celeste, lo son desde que tienen diez años. Louis no es la persona más sociable que digamos, por eso casi nunca está con nosotros, pero sé que nadie le quitará el lugar de mejor amigo.

Y ahora que ambos han aceptado que se sienten atraídos uno por el otro, creo que deberían darse una oportunidad, porque aunque no me gustaba aceptarlo, esos dos son el uno para el otro; todos lo sabemos.

Pero ella ha dejado en claro que luego de lo vivido durante su secuestro, no quiere ninguna relación con nadie. Ante su actitud he pensado lo peor, que tal vez ella ha sido... ¿abusada sexualmente? La simple idea hace que un escalofrío recorra mi espalda. No me he atrevido a preguntarle y a ella no le gusta hablar de nada de lo sucedido en esos días. Así que lo he sabido respetar.

—Bueno, es oficial, ya no eres parte de este grupo —dice Emil para molestar a Alex.

—No te preocupes, si le explicas —expreso— sé que va a entender.

—Eso espero —dice Alex en un hilo de voz.

En ese instante los tres vemos como Carol se aproxima tomada de la mano de Mateo, y recién lo suelta cuando está a solo metros de nosotros. Él deposita un corto beso en sus labios y ella camina en nuestra dirección, para sentarse junto a mí. Mientras Mateo pasa delante de nosotros y nos saluda a los tres moviendo su mano, lo cual hace que le devolvamos el gesto de la misma manera.

—¿Ya lo podemos llamar cuñado? —cuestiona Emil moviendo sus cejas.

—No, no somos novios —expresa Carol.

—Llevan más de un mes viéndose —le recuerdo.

—Bueno, tal vez sí sea mi novio —dice ella encogiéndose de hombros, restándole importancia.

—Debes presentárnoslo de manera oficial en una cena y... —comenta Alex, pero ella lo interrumpe.

—Eso no sucederá, y ni se atrevan a acercársele o los mataré.

Su comentario nos hace reír a los tres.

—¿Sabes, Carolina? Jamás pensé verte tan enamorada —dice Emil en forma de burla.

—No lo estoy —expresa ella negando con su cabeza.

—Ni tú te lo crees —declara Emil.

No puedo evitar reír. Estoy a punto de hablar para sumarme al ataque hacia Carol, ya que debe aceptar que está en una relación con Mateo y que sí está enamorada, perdidamente enamorada, la verdad. Pero algo llama mi atención, más bien alguien: él.

Lleva un traje gris oscuro que hace resaltar sus ojos, su cabello está peinado a la perfección y no hay ni un rastro de barba sobre sus mejillas. Un calor recorre todo mi cuerpo, no lo veía desde hace dos semanas. Era como si hubiéramos planificado nuestros horarios de venir a visitar a Celeste, porque nunca nos cruzamos, ni siquiera una vez. Y sí, lo confieso, lo había extrañado con cada célula de mi cuerpo.

Luego de platicar un poco las cosas con Katherine, mi nueva psicóloga, acepto que fue algo estúpido haber terminado de aquella manera. He querido llamarlo, decirle que he actuado de forma impulsiva al terminar con él.

Sé que debo dejar de mirarlo antes de que me encuentre mirándolo como una tonta, pero en ese instante una sonrisa aparece en sus labios y puedo ver cómo se carcajea. Desde donde estoy no puedo escucharlo reír, pero recuerdo a la perfección lo profunda que es su risa.

Estoy a punto de sonreír como boba, pero me contengo al notar quién lo hace reír: es Estefany. Ella sonríe de la misma forma que él y puedo ver cómo se apoya en su hombro para sostenerse.

Una molestia aparece en mi estómago. Es inevitable, no puedo sentirme de maravilla al verlo tan feliz, tan bien con ella.

Ni empieces, no estás con él por tu culpa.

Lo sé, pero eso lo único que hace es que me sienta peor.

Celeste nos quería a todos juntos para informarnos que este fin de semana iremos a la casa de la playa, que los doctores le habían dado el permiso siempre y cuando no haga ningún tipo de esfuerzo ni se altere. Además de que una enfermera nos acompañará.

Aunque no lo dijo, sé que es una forma de pasar tiempo con todos por si pasa lo peor y no sale de aquel quirófano. En las cirugías siempre hay riesgo, y más en una de tal magnitud como lo es la de un trasplante de corazón.

No tengo muchas ganas de ir a aquella casa porque sé que todos los recuerdos llegarán a mí. Después de todo, en ese lugar fue que inició todo. Pero no podría negarle nada a Celeste; si antes de todo esto no podía decirle que no, ahora menos.

Todos salimos de la habitación menos Alex, se ha quedado a hablar con Celeste unos minutos, me imagino que para pedirle disculpas por haberle contado todo a Louis. Aunque tuvo sus razones al decirle, no estuvo bien, ella es la única que tiene derecho de elegir a quién le cuenta y a quién no.

Mi caminar es interrumpido al chocar con alguien. Estoy lista para gritarle a aquella persona que tuviera cuidado, casi me tumba el brazo, pero toda palabra se queda atrapada en mi garganta cuando noto con quién he chocado: es él, Oscar.

Tengo que subir un poco mi cabeza para mirarlo a los ojos por la diferencia de estatura. Mis ojos se concentran en los suyos, pero en cambio él no en los míos.

"Lo siento", es lo único que sale de sus labios y simplemente se va. Lo que hace que aparezca un ardor en mi pecho. No quería un abrazo ni nada, ¿pero era mucho pedir que simplemente me mirara?

Está bien, tal vez merezca esta actitud de su parte. Después de todo, la última vez que nos vimos técnicamente le dije que era el culpable de que tuviera que volver a terapia y que estar con él no me hacía bien.

Tal vez actúa así porque le pedí que se alejara...

O porque en realidad no le importas y alejarse de ti ha sido lo más fácil para él, y tal vez lo mejor para todos.

Oscar

Mi hombro choca con algo, más bien con alguien: ella.

Mi estúpido corazón que la había extrañado con locura salta en mi pecho y lo único que quiero es abrazarla, pero sé que no debo hacerlo. Ella ha dejado en claro que no me quiere cerca, pero lo único que quiero hacer es preguntarle cómo ha estado, si ha vuelto a terapia, y si ha sido así, ¿cómo le ha ido? Si está bien, si me ha extrañado como yo a ella.

Pero recuerdo a la perfección sus palabras: "Esto no me está haciendo bien y solo quiero estar bien". Así que no puedo ser egoísta, nunca lo he sido, y no comenzaré a serlo con ella. Entonces, aunque tenga ganas de decirle mil cosas, me limito a decir:

—Lo siento.

Sin esperar nada más, ni siquiera un segundo más, camino con rapidez y me alejo de ella. Las ganas que tenía de mirar esos ojos preciosos que siempre eran fáciles de leer me hicieron dudar por un momento y quise con cada célula de mi cuerpo quedarme unos segundos más, pero no puedo permitirlo. Lo de alejarme era en serio.

No era lo que quería, pero sí era lo mejor para ella.

Y me lo he tomado tan en serio, que solo vengo a ver a Celeste en el horario que sé que ella está en la escuela, y los fines de semana vengo lo más temprano posible, para así no cruzármela.

—¿Nos vamos? —Esa voz me saca de mis pensamientos.

Es Estefany, tiene una sonrisa plasmada en su rostro, lo que hace que unos pequeños hoyuelos aparezcan en sus mejillas.

—Sí —respondo.

Voy a la puerta del copiloto para abrirla y ella entra. Luego me dirijo a la puerta del piloto y me introduzco en el auto. Sin pensarlo mucho, pongo el auto en marcha.

Le había prometido llevarla a uno de los mejores miradores de la ciudad.

No me puedo quejar de ella. En estas dos semanas he estado envuelto de puro trabajo para no tener tiempo en pensar en nada, lo cual no ha funcionado, pero Estefany ha estado a mi lado, demasiado, y para mi sorpresa, se ha comportado como una gran amiga. La verdad no me esperaba esta actitud de ella.

Pensé que al saber que Isabela y yo habíamos terminado volvería a insistir en que volviéramos, pero no lo hizo, lo cual agradecí.

—¿Tendré que esperarte? —digo bajando del auto.

—Sí —expresa ella sacando todo lo que necesita para empezar a pintar—, porque tú también lo harás conmigo.

—¿Qué? No.

—Sí, necesitas sacar todos esos sentimientos y emociones que te estás guardando para ti —dice colocando todo frente al extraordinario paisaje que se encuentra frente a nosotros—. Que me imagino que solo aumentaron después de verla.

—¿Ver a quién? —Me hago el tonto.

—A Isabela —comenta con obviedad—. Noté cómo te morías de ganas de correr hacia ella.

—No sé de qué hablas.

—Te conozco, Os, conmigo no tienes que fingir. Entiendo que tal vez no soy la mejor persona para que hables de ella y lo enamorado que estás.

¿Enamorado? ¿Lo estaba?

—Ni intentes negarlo —dice ella enseguida, evitando que hablara—. Sé que piensas que no puedes hablar este tema conmigo, pero puedes. No voy a mentirte, no sentiré precisamente mariposas, pero está bien. Si tú fuiste capaz de renunciar a lo nuestro porque era lo mejor para mí, lo mínimo que puedo hacer es estar para ti, y si lo que necesitas es hablar de ella, puedes hacerlo.

—Estef... —No me deja hablar.

—Nunca te agradecí por permitirme hacer esto. Sé que no fue fácil renunciar a lo nuestro solo porque era lo mejor para mí. —Sus ojos están llenos de lágrimas.

Por supuesto que no fue fácil alejarme de ella, ha sido una de las cosas más difíciles que he hecho en mi vida. Pero sabía que era lo mejor para ella y sabía a la perfección que viajar por el mundo pintando pequeños momentos en el lienzo ha sido su sueño desde que tomó su primera clase de pintura.

No podría permitir que renunciara a eso por mí.

—Sé que tu sueño no era dirigir esta cadena de hoteles, que no querías pasar el resto de tu vida haciendo esto. —Su mano sujeta la mía y puedo notar que sus lágrimas han caído por sus mejillas—. Pero también sé que nunca te permitiste descubrir lo que te gustaría hacer, por miedo de que eso te evitara cumplir con esta responsabilidad. Y sé que lo hiciste para que ni Celeste, ni Ángel tuvieran que llevar esta carga en sus hombros. Por eso creo que por una vez deberías hacer lo que quieras y no pensarlo tanto. Si quieres estar con ella, díselo, háblalo con ella...

—Ella no quiere estar conmigo —digo interrumpiéndola.

La escucho bufar mientras suelta mi mano.

—No sé por qué terminó contigo —dice caminando de un lado a otro—. La teoría que tengo es que está loca, porque es la única explicación lógica por la que alguien renunciaría a ti.

—Exageras, Estef.

Eso la hace detenerse y fijar su mirada en mí.

—Lo digo en serio, pero eso no es lo importante —expresa—. El punto es que si tú quieres estar con ella, lucha por ella, Os. Solo por esta vez ponte a ti primero y si es cierto que ella no quiere estar contigo, por lo menos sabrás que lo intentaste todo.

Me quedo en silencio, no sabía qué decir, ni mucho menos qué hacer.

¿Ella tenía razón? ¿Debería ir a hablar con Isabela? No quería incomodarla, ni presionarla. Lo único que tenía claro era que no quería volver a lastimarla.

—Oye, lo que vamos hacer —dice extendiéndome un pincel— es pintar este maravilloso paisaje.

—No sé pintar —le recuerdo.

—Bueno, tú lo intentarás —aclara—. Y mientras lo haces, pensarás qué es lo que quieres hacer, que ruego que sea ir a hablar con ella.

No me opongo a esa idea y tomo el pincel.



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