[44] Lo eres.

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Oscar

Recojo junto a Estef todo lo que utilizamos para pintar. Ella ha hecho una obra de arte, es en verdad talentosa, en cambio yo no sé qué he realizado. En definitiva pintar y dibujar no son unos de mis talentos, pero confieso que me ha ayudado a pensar y creo que Estef tiene razón: debería ir a hablar con Isabela.

Ella me importa demasiado y si quiero estar con ella, debería hacer todo lo que esté en mis manos para que estemos juntos. Después de todo, no puedo perder nada intentándolo, sé que mejorando la comunicación entre nosotros podemos hacer funcionar lo nuestro.

En ese momento algo llama mi atención, es una camioneta que se estaciona a metros de nosotros y se me hace conocida. Veo a Ángel bajar de ella. ¿Qué hace aquí? Él camina rápido para abrir la puerta del copiloto. Siento como todo a mi alrededor se mueve en cámara lenta al ver a Isabela bajarse de aquella camioneta.

Noto que ambos llevan un helado en sus manos. ¿Qué es esto? ¿Acaso es una cita?

Me doy cuenta que estoy muy a la vista y desde su posición podrían verme con facilidad, así que me meto en mi auto con rapidez.

—¿Qué sucede? —pregunta Estef al ver mi actitud.

—Nada.

No lo negaré, tengo ganas de quedarme y ver qué sucede entre esos dos, pero a la vez no quiero saber.

—¿Irás a ver a Isabela? —cuestiona.

—No, ella está ocupada —digo y mis ojos ven como Ángel e Isabela se encuentran hablando con placidez, sentados en un pequeño banco.

En mi estómago se hace presente una molestia y conozco bien la sensación, son celos. No soy alguien celoso, por eso sé identificar a la perfección cuando lo estoy. Es la misma sensación que sentí cuando aquel chico en el bar sostenía a Isabela de la cintura. Recuerdo que solo tenía ganas de golpear al chico, pero esta vez no puedo tener ese tipo de pensamientos, es mi hermano de quien estamos hablando.

—¿Esos son Ángel y...? —No la dejo terminar.

—Sí —digo encendiendo el auto, solo quiero irme de aquí.

—¿Qué hacen aquí? ¿Ellos acaso están en...? —Ella se calla antes de termina su pregunta.

—No lo sé y no lo quiero saber.

—Mentiroso, claro que lo quieres saber —exclama colocando su mano en la palanca de cambios.

—Te llevaré a casa —digo tratando de quitar su mano, pero no lo consigo.

—No, espera, no te hagas ideas en la cabeza, tal vez solo salieron en plan de amigos.

—No me importa —espeto logrando quitar su mano.

—Oye, no hagas esto, estoy segura que habías decidido ir hablar con Isabela, que esto no cambie eso. Debes permitir que ella te explique, después de todo, solo están hablando.

—Pues no solo eso —expreso sintiendo como mi cuerpo es recorrido con un escalofrío.

Desde aquí veo que Ángel se acerca a Isabela. Conozco sus intenciones, va a besarla, lo sé.

—Lo mío con Isabela se acabó y es lo mejor para todos. —Mi voz se vuelve más fría de lo que quería y esas simples palabras hacen que aparezca un ardor en mi pecho.

Pero tal vez, esto era lo mejor para todos.

—No, espera —pide Estefany.

Pero no le hago caso y pongo el auto en marcha, solo quiero salir de ahí. Lo último que necesito es ver a esos dos besándose.

Llevo a Estefany directo a casa y ella duerme durante todo el camino. Mientras tanto, yo trato de buscar una explicación para lo que ambos vimos. No sé por qué ahora Estefany tenía tanto empeño de que volviera con Isabela, pero eso no iba hacer posible. Si ella decidió intentar algo con mi hermano, ya no existía la posibilidad de que sucediera algo entre nosotros.

Y aunque cada célula de mi cuerpo quiere hacerle caso a Estefany e ir hablar de todos modos con Isabela, sé que ella no tiene que explicarme nada; ella y yo no somos nada. Después de todo, ella puede estar con quien quiera. Lo importante es que sea feliz, y si no puede serlo conmigo, debo mantenerme alejado.

Cuando Estefany se baja del auto, me marcho sin pensar.

Solo quiero estar solo y la única compañía que quiero es la de una botella de vodka. Pero sé que debo dejar de usar el alcohol como escapatoria de mis emociones, así que me dirijo al único lugar en el que sé que se me iba a ser imposible beber.

Camino por los pasillos del hospital hasta que llego a la habitación de mi hermana.

Abro la puerta despacio, por si está descansado, no quiero despertarla. En lo primero que me fijo es que mi madre está acostada en un pequeño mueble, sus ojos están cerrados, lo que me indica que está durmiendo.

En cambio mi hermana está despierta, tiene una computadora sobre sus piernas. ¿Está escribiendo? Su sonrisa sobre sus labios y la emoción que reflejan sus ojos me dicen que sí. Aprovecho solo unos segundos para disfrutar de su felicidad. Estos últimos días no la había visto sonreír con frecuencia, en verdad.

Pero ella nota rápido mi presencia y sus ojos cruzan los míos, así que termino de entrar a la habitación.

—¿Pasó algo? —pregunta.

—Nada —digo llegando hasta a ella para así besar su frente.

—¿Seguro? —cuestiona—. Tus ojos me dicen que sí pasó algo.

—Solo tuve un mal día y quería pasar tiempo con mi persona favorita.

Es una manera corta y sencilla de explicar lo que pasó.

—¿Soy tu persona favorita? —Ella enarca una ceja.

Noto la sorpresa en sus ojos.

—Lo eres —le aseguro.

No sé por qué le sorprende tanto.

—Pues tú eres una de las mías también.

—¿Una?

—Tengo muchas —dice ella sonriendo.

Intento sonreír junto a ella, pero no lo consigo.

—¿No me vas a decir qué pasó? —cuestiona—. ¿Pasó algo con Isabela?

¿Acaso lo tengo escrito en la frente?

No, lo que pasa es que ella te conoce.

—¿Quieres ver una película?

Ella suelta un suspiro largo. Sé que le molesta que cambiara de tema, pero en serio no quiero hablar de Isabela, de hecho, es lo último que quiero en este momento.

—¿Qué película veremos? —dice accediendo a cambiar de tema, lo cual agradezco.

—La que quieras.

Veo como se mueve un poco sobre la cama, para hacerme espacio.

—No es necesario.

Aunque la cama es lo bastante grande para caber los dos, no quiero incomodarla, ya que es la primera vez desde... su secuestro que me permite estar tan cerca de ella y no quería abusar de eso. Yo iría a su paso y a su tiempo, porque sé que lo que ella había vivido no es algo fácil de superar.

—Yo tampoco tuve el mejor día, así que por favor... —dice palmeando el espacio a su lado.

No puedo negarle nada, así que no me opongo y me acomodo a su lado.

—Quiero que me prometas algo —dice mientras veo cómo busca una película en Netflix—. Si algo sale mal durante la cirugía o no funciona, debes prometerme que no te encerrarás, que no te alejarás. Después de todo, serás lo único que les quede y te necesitarán.

Sus ojos están sobre nuestra madre.

—Todo saldrá bien.

—Pero si no... —Sus ojos se posan en los míos y noto que están llenos de lágrimas—, solo quiero darte las gracias por cuidarme y siempre estar.

Sus palabras solo hacen que me sienta mal, porque sé que no siempre estuve para ella. Cuando me fui a vivir a Londres, me alejé bastante de todos, solo venía una vez al año a la ciudad y a veces duraba más de un año sin venir. Nunca he sido de redes sociales, así que ni por esa vía estaba presente.

—No siempre estuve para ti. —Bajo mi cabeza, no puedo ni sostenerle la mirada—. Sé que en estos últimos años no fui el mejor hermano y lo siento por eso.

—No te preocupes por eso, sé que estabas haciendo tu vida en Londres...

—Pero no debí alejarme así —digo interrumpiéndola.

—No te preocupes, no estuve sola, Ángel siempre estuvo conmigo —comenta ella y siento su mano sobre la mía—. ¿Puedo confesarte algo?

Asiento para que continúe.

—Tengo miedo —dice en un hilo de voz.

Yo también siento miedo, este no me había abandonado desde el día que me enteré sobre su enfermedad. La idea de perderla me atormenta.

—Puede ser que mi propio cuerpo rechace el corazón. —Ella aprieta mi mano.

—Si rechazas ese corazón, tengo un plan b —digo sin pensar.

—¿Un plan b? —pregunta algo confundida.

—Me hice estudios hace días y descubrí que puedo ser tu donante, yo podrí...

—No —dice ella interrumpiéndome. Veo lágrimas caer por sus mejillas.

—No te estoy preguntando.

—No, no te permitiré hacer esto, tienes una vida, tú... —No la dejo hablar.

—¿Qué vida? ¿Una sin ti? No la quiero.

—Oscar. —Ella lleva su mano a su pecho, tratando de regular su respiración.

No había notado hasta ahora que se había alterado.

—Cele, respira. —Recuerdo que no puede alterarse—. Solo es un plan b, no lo voy a utilizar, no será necesario, ¿okey?

Ella consigue calmarse luego de inhalar y exhalar lento varias veces.

—Prométeme que no lo harás —suplica.

—Mejor veamos la película, ¿sí? —digo quitándole la laptop de sus piernas y colocándola sobre las mías.

—Oscar. —Sé que quiere que lo prometa.

Pero no le haré una promesa que sé que no cumpliré.

—¿Es tu favorita, no? —expreso colocando Esposa de mentiras.

Sé que ama esa película, se la había visto como veinte veces, y solo quería que dejáramos ese tema, que disfrutemos de este momento que íbamos a pasar juntos. Después de todo, uno nunca sabe cuál puede ser el último.

Ella sabe que no habrá forma de hacerme cambiar de opinión, así que solo asiente, luego de limpiar el rastro de que había llorado de sus mejillas.

Le doy play a la película.

Sé que no debí contarle sobre los estudios que me hice, era algo que me debía guardar para mí, pero se me escapó. Me había hecho esos estudios días después de enterarme de su condición, solo quería tener un plan de respaldo por si no conseguíamos un corazón a tiempo. Además, no es que me emocione morir, pero lo haría por ella, sin dudar.


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