[45] Un batido.

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Isabela

Solo me toma unos segundos para darme cuenta que dejarlo besarme ha sido un error. ¿Qué me pasa? Antes lo había besado y no había significado algo para mí. ¿Por qué creí que esta vez sería diferente? Sé a la perfección que no lo veo de esa forma. Pero es que soy una estúpida.

Coloco mi mano sobre su pecho para separarlo de mí y juro que puedo ver como la tristeza cubre su rostro.

Él abre su boca para hablar, pero no lo hace. Sé que quiere que hable yo.

—Lo siento, pero es que no te veo de esa forma —expreso.

—¿Solo soy un amigo más para ti?

—No.

—¿Entonces? —Él sube su tono de voz.

—Eres como un hermano para mí.

Lo escucho bufar.

—Eso es peor —dice pasando su mano por su rostro con frustración—. Creo que deberíamos irnos.

Él intenta ponerse de pie, pero yo no sé lo permito; debí dejar que lo hiciera e irnos. Pero no, abrí mi boca.

—Además, hay alguien más —digo sin más.

Sus cejas se arrugan. Sus ojos me preguntan "¿quién?", pero no lo dice.

Sé que no debo decir lo siguiente, no me corresponde, pero es como si no pudiera detenerlo.

—Oscar.

Sus ojos se abren con sorpresa, todo su gesto cambia.

—¿Oscar? Pero no, mi...

—El mismo —digo interrumpiéndolo.

Su mirada me suplica que dijera que es una broma, pero es cierto. No voy a mentirle, no quiero hacerlo. Veo como se tensa, lo noto por las venas que se le marcan en su cuello.

—¿Desde cuándo? —cuestiona.

Su voz es fría.

Sé que si quiero no tengo que contarle nada, pero, sin embargo, comienzo a contarle todo. Bueno, no todo, solo lo esencial. Él escucha con atención. Le cuento que todo inició en la casa de la playa, que días después de eso, decidimos conocernos para ver qué sucedía. No le hablo mucho sobre mis sentimientos, pero sí sobre el hecho de que ahora no estamos juntos y ha sido solo culpa de mis inseguridades.

—Di algo —pido al terminar de contarle.

Él no había dicho nada y solo se había mantenido en silencio.

—Te llevaré a tu casa —expresa poniéndose de pie.

—Ángel —digo imitando su acción.

Él camina hacia su camioneta, pero yo detengo su caminar tomándolo por el brazo.

Él se libera de mi agarre.

—Solo vámonos, por favor. —Su voz es suave y estoy casi segura que eso ha sido una súplica.

Así que sin poner peros, me subo en el vehículo. Él también lo hace y nos ponemos en marcha hacia mi casa. El camino se hace más corto de lo que es, la música que está sonando en la radio solo hace que el ambiente se ponga más pesado. No es buen momento para escuchar a Olivia Rodrigo.

Al estacionarnos frente a mi edificio, no sé si solo despedirme y bajarme o pedirle que me hable; él no es bueno guardándose las cosas y si va a explotar, prefiero que lo haga conmigo.

No me gustaría que fuera a pelear con Oscar por mi culpa.

¿Por qué abrí mi boca? Esto no debía enterarse por mí, sino por su hermano.

—¿Estás enamorada de él? —su pregunta me toma por sorpresa.

Sus ojos se encuentran con los míos, puedo leerlo a la perfección: "Solo quiero la verdad".

Así que trago seco para responderle.

—Sí.

—No vemos mañana —dice sin más.

No quiero bajarme, pero lo hago. Entonces él se marcha.

Todos nos bajamos del autobús.

Otra vez en esta casa...

Aunque amo la playa, no tengo muchas ganas de estar aquí, ya que apenas entramos a este lugar, los recuerdos invaden mi cabeza.

Camino hacia mi habitación, acomodo un poco mis cosas y me dejo caer sobre la cama. Esta vez solo será por una noche, ya que Celeste debe estar internada desde el domingo, así que no iremos mañana por la tarde.

Sigo pidiendo a diosito que todo salga bien en su operación. Sé que la única razón por la que hemos venido aquí es porque si algo sale mal, este será el último recuerdo que tengamos todos juntos.

Por eso, me levanto sin muchas ganas de la cama y me pongo un traje de baño para así salir a la playa, donde todos están. Celeste está acostada en un cheilon de playa, junto a Carol, bajo una sombrilla. Mientras camino hacia donde ellas, veo a Ángel platicando con Estefany.

Sí, ella está aquí. Como dije, no tenía ganas de venir, pero solo hice por Celeste. Sé que Estefany no me ha hecho nada, pero su simple presencia me pone de mal humor, ya que cada vez que la veo recuerdo que ella es todo lo que Oscar necesita en su vida y que tal vez es solo cuestión de tiempo para que vuelvan a estar juntos.

Me obligo a dejar de mirarla y me concentro en Ángel. Inspecciono su rostro, solo quiero asegurarme que no haya ningún moretón. No digo que Oscar lo golpearía, pero Ángel sí, lo conozco, y su primera acción sería beber, para luego agarrarse a golpes con Oscar. Pero al no encontrar ningún moretón, respiro con alivio.

¿Tal vez no ha hablado con Oscar? Y la pregunta es: ¿por qué no?  Le escribí y lo llamé más de una vez, pero no contestó. En la escuela me evitó a toda costa.

Solo quiero saber que todo está bien entre ellos.

Aunque puede ser que con todo lo que está pasando con Celeste, solo hayan hablado y resuelto todo, ¿no?

No lo sé.

Me siento junto a Carol y Celeste, las cuales se encuentran hablando con fervor. Quiero prestar atención a su conversación para integrarme, pero no puedo, porque toda mi concentración está sobre el mar, frente a nosotras, ya que Oscar está saliendo de este y solo lleva un pequeño short.

¿Por qué eres así conmigo, Dios? ¿Qué te he hecho?

Es como si solo se pusiera más bueno.

Mis ojos recorren su cuerpo con descaro, pero mi vista se detiene al ver algo ¿escrito? en la parte lateral de su abdomen. Espera, ¿eso es un tatuaje? No lo había visto, ¿o sí? ¡Sí!, lo había visto el primer día que dormimos juntos, justo en esta casa, pero luego nunca...

—Si sigues mirándolo así, lo va a notar —dice Carol sacándome de mis pensamientos.

—¿Qué? No lo estoy mirando —balbuceo.

Claro, más obvia no puedo ser.

Las escucho a las dos reírse.

—Claro que no, solo te lo estabas comiendo con la vista —se burla Carol.

—No, solo me llamó la atención su tatuaje, no lo había visto —me justifico.

—¿No? —expresa Celeste—. Pero pensaba que ustedes habían... intimado.

La última palabra la dice en un susurro, para que solo nosotras escucháramos.

—Claro que lo hicieron —exclama Carol con seguridad—. Lo que pasa es que nuestra querida amiga no estaba concentrada en ver si tenía tatuajes o no, sino en otra cosa.

Siento mis mejillas arder.

Ellas vuelven a reír y yo solo quiero salir corriendo de aquí.

—Dice Sono solo tuo —revela Celeste—. Soy solo tuyo —traduce.

Pues ni yo, ni Carol somos expertas en italiano.

—Que romántico me ha salido el Oscar —bromea Carol—. No me digas que se lo ha hecho por una ex —cuestiona ella con curiosidad y confieso que yo también quiero saber.

—Para nada —responde Celeste—. Se lo ha hecho a cumplir los dieciocho años, en ese entonces no tenía novia, que yo supiera. Mi teoría es que la parte lógica de Oscar, o sea su cerebro, siempre ha pensado que nadie es dueño de nadie, que las personas son dueñas de sí mismas. Sin embargo, su sueño es encontrar a alguien que pueda decirle esas palabras, pero como sus principios y pensamientos no lo dejarían decirlas, se las tatuó para que aquella persona lo pueda leer.

—Como dije, todo un romántico —comenta Carol moviendo sus cejas—. Sé que esas palabras te pertenecen, Isa.

—Carol —digo en forma de regaño.

Lo nuestro se había acabado, y aunque no hay nadie que deseara más que yo que esas palabras fueran para mí, no lo son, ni lo serán. No creo que haya posibilidad de que él y yo volvamos. Al parecer, él no tiene ninguna intención de hacerlo, y aunque yo sí las tengo, no lo haré. El pánico que me causa que él me rechace no me lo permite.

—Bien, no diré nada más —expresa Caro llevando su mano hacia la boca, para hacer la simulación de que cierra su boca con un cipe.

—Buenas, señoritas —dice alguien colocándose frente a nosotras—. ¿Me pueden prestar a esta señorita un momento? —señala a Carol.

Y ahí noto que se trata de Mateo.

—¿Prestar? ¿Acaso soy un objeto? —exclama Carol cruzando sus brazos sobre su pecho.

Mateo se encoge de hombros, mientras muestra su blanca dentadura al sonreír.

—Yo sí te la presto —comenta Celeste—. Pero me la cuidas.

—Siempre —expresa él.

—¿O sea que de verdad piensan que soy un objeto? —dice Carol, haciéndose la ofendida.

Pero sabía que no lo estaba, solo lo hacía para ser dramática. Mateo, en un movimiento rápido, la carga y la coloca en su hombro, para luego caminar hacia el mar. Carol intenta zafarse, pero él no la suelta hasta que están dentro del agua.

Veo como ella lo golpea varias veces, para luego acercarse a él y besarlo. Escucho a Celeste reírse de la escena, mientras yo niego con mi cabeza.

—¿Puedo sentarme? —Esa voz hace que mi corazón salte sobre mi pecho.

Levanto mi vista para encontrarme con Oscar. Él lleva una toalla sobre sus hombros y sus ojos están en su totalidad sobre su hermana.

—Por supuesto —dice Celeste.

Él se sienta en el cheilon donde se encontraba Carol hasta hace un momento.

—¿Estás bien? —Lo escucho decir.

Sabía que su pregunta era dirigida a su hermana.

—Sí, y mil gracias por venir —responde ella.

Lo veo sonreír y una corriente recorre todo mi cuerpo. Tengo que irme de aquí antes de que me de un infarto.

Me pongo de pie y siento la mirada de los dos sobre mí.

—Voy a buscar algo de beber —informo—. ¿Quieres algo?  —Mis ojos están sobre Celeste.

Pero puedo sentir los ojos de Oscar sobre mí, lo que hace que mi corazón lata con más fuerza y mis piernas estén a punto de fallarme. Pero ¿qué me pasa?

Ella niega.

—¿Tu quieres algo? —ella le pregunta a Oscar.

—Un batido —responde él y sus ojos se posan en los míos.

—Bien —digo como puedo y salgo de ahí con rapidez.

Son las primeras palabras que intercambiamos desde que terminamos y mi cuerpo tiembla como si me hubiera dicho que me quiere o algo así.

—Dos batidos de kiwi —le pido al hombre que sirve las bebidas.

—¿Es para Oscar? —pregunta alguien y giro mi cabeza.

Entonces me encuentro con Estefany.

—Sí, uno para mí y otro para él —respondo.

—Solo uno de kiwi, el otro de mango —expresa ella, dirigiéndose al joven que prepara los batidos.

—Puedo pedir un batido —le comunico.

—Sí, pero ¿quieres matarlo? —cuestiona—. Es alérgico al kiwi.

Mi boca se abre en una gran "O", pero me obligo a cerrarla de inmediato. Ahora mismo me siento estúpida.

—No lo decía por nada malo. Solo no quería...

—Sí, entiendo, disculpa —digo interrumpiéndola.

—No hay problema —expresa ella con una sonrisa en sus labios. Quisiera decir que sonreía con superioridad o con hipocresía, pero no, parece sincera—. Creo que no nos han presentado de manera formal, soy Estefany.

—Isabela.

—Señorita —dice el joven colocando los dos batidos listos.

No puedo creer que no sepa esto sobre Oscar. Estoy casi segura que le había preguntado si era alérgico a algo y había dicho que no, o tal vez había dicho que sí... No lo recuerdo, la verdad.

Bueno, es que  no lo conoces de años como ella.       

Gracias por eso.

—¿Sabes? Me siento un poco mal —digo solo tomando mi batido—. ¿Puedes llevárselo?

—¿Pero estás bien? —cuestiona ella con ¿preocupación?

—Sí, solo me duele un poco la cabeza —digo, y sin más comienzo a caminar hacia la casa, para así introducirme en esta.

Oscar

Me sorprendo al ver Estefany entregándome el batido. ¿Por qué no lo ha traído Isabela? Giro mi cabeza en busca de Isabela y la encuentro entrando a la casa. ¿Por qué ha mandado a Estefany?

Al parecer no quiere tener ningún contacto conmigo, así que debería estar feliz por eso. ¿Significaba que iba en serio lo de ella con mi hermano? Siento una molestia posarse en mi estómago, no puedo evitarlo.

—Os, ¿estás bien? —escucho decir a Estef—. Estás votando todo el batido.

Ahí es cuando noto que apreté el vaso, el cual es de plástico y parte del batido que contenía cayó al suelo. Lo pongo rápido en una pequeña mesa a mi lado.

—Sí —digo sacudiendo mi mano.

—Bueno, me iré a dar un chapuzón antes de que se haga más tarde —informa Estef.

—Bien, disfrútalo por mí —expresa mi hermana.

—Lo haré —dice Estef, y luego le da un beso en la mejilla a Celeste.

Ambos vemos como ella entra al mar, donde se encuentran todos.

No soy fan de la playa, pero confieso que hoy quise nadar, ya que necesitaba relajarme aunque sea un poco; estos días han sido demasiados para mí. Con todo lo de Celeste, lo de Isabela y la presión que solo aumenta en mis hombros a causa del trabajo, en serio necesitaba dejar de pensar en todo solo por un segundo.

—¿Todo bien? —La pregunta de mi hermana me saca de mis pensamientos.

—Sí, ¿y tú?

—Mal —responde ella.

—¿Por qué? ¿Te sientes mal? Les dije a todos que esto era mala idea, te llevaré ahora mismo de vuelta al hospital.

—Tranquilo —dice ella, colocando su mano sobre la mía—. Estoy mal porque me mientes. Sé que no está todo bien, te conozco.

—¿Qué? Sí lo está.

En verdad no lo estaba, pero no quería agobiarla con mis cosas.

—¿Incluso con Isabela? —cuestiona.

—Cele.

—Vamos, no puedo entender cómo has cambiado tan rápido de opinión, si hace semanas me dijiste que te interesaba en serio. Y te conozco, Oscar, no cambias de parecer solo porque sí. ¿Qué ha pasado?, ¿por qué han terminado? Ella solo evade el tema, igual que tú. Siempre eres el que me dice que puedo confiar en ti, que puedo contarte lo que sea.

—Y puedes —le confirmo.

—Pero ¿tú no a mí?

Suelto un suspiro largo. No quiero hablar con ella, no sobre esto, y menos sabiendo que debería contarle lo de Ángel, lo que solo me haría sentir peor persona.

—Lo mejor fue que lo nuestro acabara —expreso.

—¿Por qué?

Paso mis manos por mi rostro. No quiero decirle, pero a la vez sé que no dejará de insistir hasta que lo haga.

—Ángel —expreso y veo como sus cejas se arrugan—. Él tiene sentimientos por ella y creo que ella también por él.

—¿Qué? No. ¿Por qué supones eso? Nada de eso tiene sentido —ella habla con rapidez.

—Él me lo dijo —digo bajando mi mirada—. Y de todos modos intenté tener algo con ella. Eso no estuvo bien, así que lo mejor...

—Pero... —Ella me interrumpe, pero no la dejo hablar.

—Oye, está bien, puede apartarme.

—Pero...

—Pero nada —exclamo—. Te lo dije porque sabía que no ibas a parar de insistir hasta que lo hiciera, pero tienes que prometer que no te entrometerás.

Ella suelta un largo suspiro.

—Celeste, promételo. —Ella evade mi mirada—. Si dices algo de esto, jamás volveré a contarte nada —le advierto.

—Bien, lo prometo —dice accediendo.


-----

Mil gracias por leer.

No olviden votar y dejar un maravilloso comentario. 💥

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro