[55] ¿Es todo?

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Isabela

Ahora agradezco tanto que mi madre me haya obligado a ir de compras.

Siempre me ha gustado cómo me queda el color azul y ese es el color del vestido que llevo puesto: es largo y se arrastraría por el suelo si no llevara tacos. Es estrecho en la parte superior, la cual está llena de detalles plateados, mientras que la parte inferior es holgada.

He estado mirando cómo han venido todos vestidos y sí, la palabra elegancia se queda corta. No sé cuánto tiempo llevo viendo desde el segundo piso. La escalera queda frente a la entrada principal, lo que me ha permitido observar a todos los que han llegado.

Siento unas manos apretar mi cintura, lo que me hace girar rápido mi cabeza hacia atrás y me encuentro con mi novio.

—Me asustaste. —Llevo mi mano a mi pecho.

—Lo siento, solo quería ayudar con esos nervios que se notan a kilómetros.

—Asustarme no ayuda de nada. —Aprieto mis labios y apoyo mi cabeza en su pecho.

—No debes de estar nerviosa, piccolina. Lo difícil de conocer a la familia de tu pareja es saber si tendrás la aprobación de ellos, y tú no necesitas aprobación. —Siento sus labios en mi mejilla—. Debo de estar loco para dejarte ir...

—Muy loco.

Me volteo para quedar frente a él. Tiene puesto un traje de color negro con una camisa azul del mismo tono de mi vestido. Estoy casi segura que esto no ha sido coincidencia, mi madre le ha informado, pero él dice que no y sé que mi madre también lo negará.

Llevo mis manos a su cuello.

—Mi vida, si nos separamos, dejo de creer en el amor, así de fácil. Porque si no es contigo, no es con nadie.

La felicidad no me cabe en el cuerpo ante sus palabras.

—No digas eso, que después me haces llorar.

—Puedes llorar todo lo que quieras, siempre que sea de felicidad. —Él deja un fugaz beso en mis labios—. ¿Te había dicho que estás hermosa?

—Como diez veces.

—Bueno, lo vuelvo a decir: estás preciosa. Te lo diré mínimo unas quince veces más esta noche, para que no se te vaya a olvidar. —Río un poco mientras niego con mi cabeza—. ¿Vamos?

Su pregunta me hace soltar un pequeño suspiro, pero asiento mientas quito mis manos de su cuello. Él me toma de la mano para empezar a bajar las escaleras.

Aprieto su mano con más fuerza al estar frente al salón.

Su familia es muy grande. Y según lo que entiendo, no solo está la familia de parte de su madre, sino también la de su padre. Me dijo que solo se reúnen así para las festividades navideñas, pero por Celeste han hecho una excepción.

Hablando de Celeste, hoy se ha sentido sin mucho ánimo y han decidido dejarla en su habitación, así que habrá personas subiendo y bajando las escaleras toda la noche.

—Querido sobrino —escucho decir y levanto mi mirada para encontrarme con un hombre mayor. Noto que tiene un alto parecido con el padre de Oscar, así que supongo que son familia.

Lo ha llamado 'sobrino'. Es obvio que son familia.

Nadie te ha preguntado.

Ellos comienzan a hablar un italiano muy fluido, así que en definitiva debe ser de parte de la familia de su padre.

—Ella es la chica de quien te hablé. —Oscar suelta mi mano para colocar su mano en mi espalda. Sé que lo hace para darme más seguridad y se lo agradezco como no se imagina—. Isabela, él es mi tío Edmu.

Yo le ofrezco mi mano y él la toma enseguida para sostenerla.

—Es un placer, mi sobrino solo ha hablado maravillas de ti.

—El placer es mío —comento sonriendo.

Así me paso la siguiente hora de mi vida, conociendo personas y escuchando nombres que seguro no recordaré mañana. Tal vez sí reconozca los rostros, pero todos los nombres lo dudo.

Para mi sorpresa, en ningún momento dejo de sonreír, y eso que pensé que en algún momento me tocaría sonreír con falsedad. Pero no, tan solo ver la emoción de Oscar al presentarme, causaba mi sonrisa sincera.

—Te buscaré más —dice mi novio quitándome la copa de mis manos, la cual está vacía.

—¿Te acompaño?

—No, está bien, mi vida, vengo enseguida.

Él deposita un corto beso en mi mejilla y se marcha.

Mi vista se fija en uno de los ventanales de este enorme salón. ¿Está lloviendo? Me acerco a esta para confirmarlo y sí, está lloviendo. Creo que ahora la madre de Oscar debe estar respirando con alivio. Ella me había comentado que quería hacer esta reunión al aire libre, pero al final había preferido realizarla dentro de la casa y creo que ha sido lo mejor, si no todos estaríamos corriendo hacia el interior de la casa en estos momentos.

Comienzo a caminar al lugar donde me había separado de Oscar. Me distraigo un poco con la música que se encuentra de fondo. Está al tono perfecto, ambienta todas las conversaciones de la manera adecuada.

Esta familia es enorme -hablo de los Baracchi en específico-. Mi querido suegro tiene siete hermanos y cada uno tuvo mínimo dos hijos. Con razón Oscar quiere una familia grande. Pero que ni crea que voy a tener cinco hijos. En realidad, aún no ha salido de su boca la cantidad de hijos que quiere, pero yo sé que desea cinco y no, no tendrá cinco conmigo.

¿No? ¿Quieres que los tenga con alguien más?.

No.

Bueno, la cantidad de hijos puede llevarse a discusión y sé que llegaremos a un acuerdo.

Mi hombro choca con alguien, sacándome de mis pensamientos. Enseguida preparo mi mejor sonrisa para disculparme.

—Perdón —expreso de inmediato.

Mis ojos buscan con quién he chocado y me encuentro con una mujer. Agradezco que la bebida que sostiene en su mano no se haya derramado. Su vestimenta es simplemente despampanante, creo que es la más elegante de toda la fiesta. Oscar aún no me la he presentado, así que no tengo ni idea quién es.

—No te preocupes —dice con frialdad. Sus ojos se fijan en mí y me escanean de los pies a la cabeza—. ¿Y tú eres?

—Isabela. —La mujer rubia arruga sus cejas como si mi nombre no fuera suficiente para saber quién soy, y la verdad que no lo es—. Soy la novia de Oscar —agrego.

Ella abre sus ojos de par en par mientras vuelve a recorrerme con la mirada, y noto que me mira con superioridad. Sé identificar cuando alguien lo hace, mi padre siempre me veía así. Así que mi sonrisa se desvanece, pero me obligo a no pensar en mi padre, no tengo que dejar que me afecte de nuevo.

Recuerdo las palabras de mi psicóloga: "Solo busca un recuerdo feliz donde tus emociones sean más fuertes que la tristeza o el enojo". No tardo en encontrar cualquier momento junto a Oscar y recupero mi sonrisa con facilidad.

—Había escuchado mucho de ti —expresa moviendo su copa—. Creo que todos exageraron.

Sus palabras hacen que un escalofrío recorra mi cuerpo. Me gustaría decir que no me afectaron, pero sí lo hicieron. ¿Cómo que exageraron? ¿Esperaba más? ¿O a qué se refiere?

—No me mal intérpretes, solo que... eres diferente al resto de chicas que ha presentado mi sobrino.

Abro mi boca para hablar, pero la vuelvo a cerrar. ¿Qué debería responder a eso?

Que es obvio que eres diferente, porque eres única y dile lo desubicada que se ve con ese vestido horrible que lleva.

Siento una mano tomar la mía y miro de inmediato para encontrarme con Oscar. Un alivio me recorre al verlo y estoy casi segura que él lo nota.

—Tía —dice de inmediato.

—Sobrino, no me habías presentado a tu... novia.

No entiendo la razón de su pausa. Pensaba que no iba a necesitar sonreír con falsedad en ningún momento de la noche, pero esta mujer, que aún no sé ni su nombre, lo ha logrado.

—No habíamos tenido la oportunidad. Mi vida, ella es... —Alguien interrumpe a mi novio.

—Mamá, ¿iremos a ver a Celeste ahora? —Un joven de unos dieciséis años, o quizá menos, es el que habla.

—¿Y esos modales, Bruno? —expresa ella con autoridad.

El joven que ahora, gracias a su madre, sé que se llama Bruno, fija sus ojos en Oscar.

—Ya había saludado a Oscar, mamá —dice él rodando sus ojos.

—¿Y a su novia? —cuestiona ella. Eso hace que él fije su mirada en mí.

—Oh, disculpa, no te había visto —expresa con rapidez y noto el arrepentimiento en su rostro—. ¿Eres Isabela, no?

—Sí, es ella. Pensaba que tenías más modales, Bru-ni-to. —Noto el tono burlón en la voz de Oscar.

Bruno lo asesina con la mirada.

—Madura, Oscar, "eres un hombre" —dice Bruno haciendo comillas con sus dedos.

Oscar suelta una carcajada.

—Huye, estás a tiempo —comenta Bruno.

—¿Tú crees? —pregunto con una leve sonrisa en mis labios.

—Sí —dice con seguridad. Lo que hace que mi sonrisa se amplíe—. Bueno, aunque según lo que me ha contado Carol, ya no hay forma de que escapes de aquí...

—¿Conoces a Carol? —cuestiono.

—Obvio, es mi cuñada —dice él sonriendo.

Espera, ¿cuñada? Oh, es hermano de Mateo. Entonces la mujer que me mira con superioridad detrás de él es su madre. Carol me había dicho que la madre de Mateo era difícil de tratar y yo pensaba que exageraba. Pero ahora le creo.

—Bruno, busca a tu hermano, iremos a ver a tu prima —expone ella.

Ambos se despiden con una sonrisa. Primero observo a la madre de Mateo dirigirse hacia las escaleras y luego a Bruno, detrás de él los sigue un joven más pequeño.

—Es Lukas, el hermano menor de Mateo —me explica Oscar—. Cuando bajen te lo presento, es el que me cae mejor de esos tres.

—¿Mejor que Mateo?

—Sí —dice de inmediato—. Cuando lo conozcas, entenderás la razón.

Él me entrega la copa de vino.

—Está bien —digo tomando un poco, lo necesitaba.

—¿Te ha dicho algo?

—¿Quién? —pregunto.

—Mi tía. —Oscar se coloca frente a mí—. Vi el alivio en tus ojos al verme llegar.

—No, nada —miento. No era necesario contarle a detalle el pequeño encuentro con su tía.

—¿Segura? —Arruga sus cejas. Sé que no está convencido de mis palabras.

—Sí. —Llevo mi mano a su mejilla para dejar caricias sobre esta—. Tranquilo.

No es necesario arruinarle la noche por algo que mañana no recordaré.

Me acerco un poco más a él y siento sus manos posarse sobre mi cintura, eliminado poco a poco la distancia entre nuestros cuerpos. Entonces hago que mis labios se rocen con los suyos. Ha pasado mucho desde la última vez que nos besamos, ¿no?

—Buenas noches. —Esa voz hace que mis planes de besarlo se arruinen.

Oscar se separa un poco de mí para ver quién nos ha interrumpido.

—Abuelo —expresa y noto como su cuerpo se tensa, las venas de su cuello lo delatan. Él se coloca a mi lado y sujeta mi mano con fuerza.

¿Qué pasa?

—Isabela, qué bueno es verte —dice su abuelo con sus ojos puestos en mi novio.

Es más que evidente que algo pasa. ¿De qué me estoy perdiendo?

—Igual, es un gusto, señor Anderson —comento.

—Nada de señor, solo Thomas, ¿sí?

—Thomas —digo sonriendo un poco.

—¿Te puedo robar unos segundos a mi nieto? —pregunta fijando sus ojos en mí por primera vez.

—Por supuesto. —Suelto la mano de Oscar.

Pero él la vuelve a tomar de inmediato, lo que me hace mirarlo.

—¿Podría ser en otro momento? No quiero dejarla sola —informa mi novio.

—No te preocupes, mi vida, ve —digo acariciando su brazo con mi mano libre.

Mi toque hace que termine la guerra de miradas que tiene con su abuelo y sus ojos se posan en los míos.

—No quiero que estés sola —expone.

—No lo va a estar —dice alguien uniéndose a la conversación.

—Oh, no te había visto en toda la noche, Ángel —expresa su abuelo.

Ángel se encuentra al lado de Oscar. Yo tampoco lo había visto. Lleva un traje color vino con una camisa negra que le queda muy bien.

—Solo me escapaba de ti —dice Ángel en un tono burlesco.

Estoy segura que lo ha dicho en forma de broma. Pero algo me dice que esa frase tiene algo de verdad. Su abuelo lo mira con ¿decepción?

—Bueno, ya no estará sola. ¿Podemos hablar? —insiste.

—Ve —digo volviendo a soltar su mano.

No sé qué sucede, pero es más que evidente que necesitan hablar. Veo a mi novio dudar un poco, pero de todos modos se marcha junto a su abuelo.

—Ven —indica Ángel, volteándose para acercarse a uno de los ventanales.

En los laterales del salón no hay tantas personas como en el centro. Incluso la luz aquí es un poco menos brillante, lo cual es agradable.

—¿Cómo te va conociendo a tu futura familia, cuñadita?

—Ha sido una noche aceptable hasta ahora. ¡No la arruines!

—¿Yo? Sería incapaz, sabes que soy muy buena compañía.

Ambos nos quedamos observando las gotas de agua golpear la ventana. El silencio se hace presente, pero no es incómodo, por lo menos no para mí. Si me hubieran dicho cuando lo conocí que le iba a tomar el cariño que le tengo hoy, seguro me hubiera reído en su cara.

Pero a veces las cosas que menos esperas, son las que suceden.

Ni siquiera puedo creer que el Ángel que conocí hace un año, es el mismo que está a mi lado. Pero creo que ha pasado por demasiadas cosas en este año que lo han obligado a cambiar. Estuvo a punto de morir, fue secuestrado y vivió una de las peores experiencias para mí, que fue casi perder a Celeste, quien es como su hermana.

El simple hecho de creer que vas a perder a un hermano es horrible, y estar a punto de perderlo es aún peor. Pero perderlo.... Les habla alguien que perdió al suyo y sé a la perfección que la muerte de Ilai hizo que una parte de mi muriera ese día.

Tengo que aceptar que esa parte ha comenzado a tomar vida gracias a Ángel. Sí, tal vez es tonto verlo como un hermano. Sé perfecto que él no me ve así, pero espero que con el tiempo sí pueda hacerlo.

—Con razón el cielo se está cayendo en pedazos, Dios debe estar enojado.

—¿De qué hablas? —pregunto sin entender a qué se refiere.

—Es que se le ha escapado uno de sus ángeles. —Siento sus ojos sobre mí—. Diría que estás hermosa, cuñadita, pero esa palabra es insignificante ante tu belleza.

No puedo evitar sonreír al escuchar su halago.

—Tú no estás nada mal. —Fijo mis ojos en él.

—¿Nada mal? Hoy estoy para que me coman —dice riendo.

Sé que, aunque está riéndose, en serio se cree esas palabras, así que no puedo evitar reírme con él.

Pero a los segundos dejo de hacerlo, ya que mis ojos se concentran en una persona que se encuentra solo metros detrás de Ángel. Camina hacia nosotros con una leve sonrisa en sus labios. Pero ¿qué hace él aquí?

—Papá... —Es lo único que sale de mí.

—Hija, qué gusto me da volver a verte —dice el muy cínico.

Mi padre está a punto de llegar a mí y siento mi cuerpo paralizarse. Ángel se interpone entre ambos para que no logre acercarse más a mí, lo cual agradezco, ya que eso me ha hecho volver a respirar. No sé en qué momento había dejado de hacerlo.

—Soy su padre —le informa a Ángel.

Pero el chico delante de mí no se mueve. No logro ver la mirada de Ángel desde donde estoy, pero lo conozco lo suficiente para saber que no es la más amigable. Lo único que pasa por mi cabeza es: ¿qué rayos hace él aquí? ¿Quién lo ha invitado? ¿Oscar? No, él me hubiera dicho, ¿cierto?

—Solo quiero hablar con mi hija —expresa mi padre.

—A ella no le interesa hablar con usted —dice Ángel. Noto que su voz se ha vuelto áspera y fría.

Me siento protegida donde estoy, aquí su mirada no me alcanza. Pero ¿esto es lo que quiero? ¿Vivir escondida toda mi vida? Yo no he hecho nada. Si alguien debería esconderse, es él, no yo.

No debo permitir que me afecte, no otra vez. Así que tomo aire y lo suelto varias veces para llenarme de valor y tocar el brazo de Ángel.

—Está bien..., lo escucharé —digo.

—No... —dice Ángel de inmediato—. Él se irá...

—Ángel, por favor... —Mis palabras hacen que el chico delante de mí se voltee y fije sus ojos en los míos.

Eso es suficiente para que él suelte un suspiro largo y nos deje. Agradezco no estar del todo solos, ya que el salón está repleto de personas. Y aunque en el área que estamos no está inundada de personas, percibo a algunas personas cerca, lo que me da seguridad.

—¿Qué quieres? —pregunto sin ninguna pizca de amabilidad—. Mejor dicho, ¿qué haces aquí?

Su sonrisa burlona aparece en sus labios y mi seguridad tambalea.

—Cuando me informaron que mi querida hija estaba en una relación con un joven tan importante como es tu novio, no lo quise creer, así que vine a verlo con mis propios ojos. —Su mirada está sobre mí—. Ahora que estoy aquí, ni siquiera así lo creo.

Permanezco en silencio, no porque no tenga que responderle, sino porque tengo miedo de que mi cuerpo me traicione y mi voz salga más aguda de lo que es. Lo que le demostraría a él que me afecta y no lo permitiré.

—Bueno, por los menos ahora serás alguien... Espero que seas suficiente para él, aunque lo dudo.

Mi corazón late con fuerza, solo quiero salir de aquí. Pero no saldré corriendo, no esta vez. Así que me obligo a sostenerle la mirada.

—¿Es todo? —indago—. Para él sí lo soy, así que puedes estar tranquilo..., papá.

Sus ojos me dicen que mis palabras lo toman por sorpresa.

—Basta —dice Ángel volviendo a nosotros. Noto que llega con dos hombres detrás de él—. El caballero se va.

—No puede hacer eso —expresa mi padre con indignación.

—¿No? Esta es mi casa —dice Ángel con autoridad—. Usted decide si se va por su propia decisión o hago que lo echen a patadas de aquí —ruge.

—Me iré, pero... —la mirada de mi padre vuelve a mi— mi hija viene conmigo. —Me toma de la muñeca.

Miro con lentitud de dónde me sostiene y los recuerdos en mi cabeza están a punto de superarme, de ser demasiado para mí.

—Suéltame —digo con la voz temblándome.

—No, te vas conmigo. —Me sostiene con más fuerza.

—Creo que ha dicho que la suelte, ¿no? —Reconozco la voz de Oscar al instante.

Giro mi cabeza al lugar de donde ha provenido su voz y en efecto es él.

Mira la escena con el rostro fruncido. Sus ojos están sobre mi muñeca, donde mi padre me sostiene, y desde aquí puedo ver como las venas de su cuello se marcan y como sus manos están cerradas a cada lado de su cuerpo, convertidas en puños.


------

Mil gracias por leer. ❤️

No olviden vota y dejar un maravilloso comentario. 💥

Uff, creo que estos últimos capítulos, serán un poco largos.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro