[57] ¿Cierto?

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Isabela

Leer es una de mis actividades favoritas en esta tierra, pero en este momento no puedo disfrutar de ella, ni siquiera, aunque esté en la biblioteca más asombrosa de toda la ciudad. Esto se debe a que mi querido novio me ha dicho que va a venir a acompañarme a leer. Sí, tengo un novio que le interesa la lectura, en definitiva, gané en esta vida.

Hace diez minutos me ha informado que llegó, pero aún no aparece en mi campo visual.  Me ofrecí a esperarlo en la entrada, pero se ha negado. Y por estar atenta a su llegada, he leído la misma línea unas quinces veces, ya que cada dos minutos subo la mirada para ver si ha llegado, pero aún no lo hace.

Han pasado días desde la reunión en su casa en la que vi a mi padre. Pensaba que eso iba a ser lo más relevante de esa noche, pero no. Lo más sobresaliente de esa noche fue que  Oscar David Baracchi Anderson, alias mi bombón, conocido para los mortales como mi novio, me ha dicho que me ama.

Me lo ha dicho y aún no me lo creo.

Y es que ni en mis sueños más alocados había pasado por mi cabeza la idea de tener el privilegio de ser amada por alguien como él.

—Buenas tardes, ¿está ocupado? —dice alguien sacándome de mis pensamientos.

Levanto mi mirada para encontrarme con esos ojos grises. Él señala la silla a mi lado, mientras que sus labios están curvados hacia un lado formando una sonrisa, la cual lo hace ver aún más atractivo de lo que es.

—No, para nada —digo, tratando con todas mis fuerzas de no sonreír.

Él se sienta a mi lado.

—Hay poca gente —susurra—. ¿Suele usted venir mucho aquí?

—Sí, ¿y usted? Nunca lo había visto por aquí.

—No, es mi primera vez, pero en definitiva volveré, si así tuviera la oportunidad de poder verla otra vez. —Sus ojos están sobre los míos—. Disculpe el atrevimiento, pero ¿me daría el honor de saber su nombre?

—Mmm... —digo haciéndome la interesante—. Creo que eso deberá ganárselo.

—Me parece justo. —Lo veo achinar sus ojos unos segundos—. Déjeme decirle que usted es la chica más hermosa que estos humildes ojos han visto.

—Creo que es buen momento para decirle que tengo novio.

—Oh, disculpe, no tenía esa información. Su novio es un hombre muy afortunado, pero tranquila, eso no me preocupa. Porque le aviso que usted tiene cara de ser el amor de mi vida.

Sonríe y yo también lo hago por inercia.

—Pues confieso que usted también la tiene.

Mi comentario nos hace reír a ambos.

—Dime, ¿cuántos libros te has comprado con el regalo que te he dado? —pregunta con una sonrisa aún sobre sus labios.

—¿No te llega una notificación de cuánto gasto?

—Sí, pero han sido tan pocos, que me quiero asegurar que no es un error.

—Es que no quiero abusar —digo sincera, mordiendo mi labio inferior con nerviosismo.

Piccolina, no es abuso, te he dado esa tarjeta para que te llenes una habitación o dos de libros. Estoy seguro que más de una lectora moriría por una así, tú la tienes, así que aprovéchala. Yo pagaré cada libro con mucha emoción, sobre todo si sé que cada uno provoca esa deslumbrante sonrisa tuya.

No aguanto más. Llevo mi mano a su nuca para atraerlo a mí y unir nuestros labios, y muevo mis labios sobre los suyos con necesidad. Me moría por besarlo desde el momento que se ha sentado a mi lado. Mi lengua busca la suya con desesperación, por lo que ambas comienzan a tener una guerra deliciosa. Coloco mi mano libre sobre su pecho, entonces empiezo a dejar caricias por todo su pecho y su abdomen, hasta que la poso sobre su entrepierna y no dudo en moverla sobre su miembro con lentitud.

Un gruñido de su parte queda atrapado en mi boca, lo que me motiva a besarlo con más intensidad. No olvido dónde estamos, solo espero que todos estén concentrados en sus cosas para que no estén apreciado la forma en la que estoy devorándole la boca a mi novio.

Disfruto de las maravillosas sensaciones que siempre siento al besarlo. Muerdo su labio inferior y luego termino el beso.

—¿Sabes por qué te detienes? —Su voz es ronca.

—¿Por qué? —pregunto con inocencia sobre sus labios.

Él se separa un poco de mí y lleva uno de sus dedos a mis labios, para luego acariciar mi labio inferior con lentitud. Permanece observándolos en silencio durante unos segundos y se acerca a mi oído.

—Porque no quieres terminar follada contra uno de esos estantes. —Sus palabras hacen que mis mejillas ardan—. Pero no te preocupes, piccolina, solo atrasas lo inevitable.

Siento que deja un camino de besos húmedos desde mi oreja hasta mi cuello. Un calor recorre mi cuerpo, haciendo que mi piel se erice. Sabe a la perfección dónde besar para hacerme temblar.

Él se separa de mí y vuelve a su sitio, para luego tomar su libro en sus manos, como si no acabara de dejarme temblando por sus besos.

—Me leeré El retrato de Dorian Grey. Hace meses tenía ganas de leerlo.

—Qué bien... —digo tratando que mi voz no me traicione y salga más aguda de lo habitual.

Noto que una sonrisa de insuficiencia aparece en sus labios mientras abre su libro para comenzar a leer. Yo trato de imitar su acción y continuar mi lectura.

—Me voy —anuncia.

Sus palabras hacen que gire mi cabeza con rapidez, para posar mis ojos en él.

—Pero acabas de llegar, pensé... —Me interrumpe.

—Me voy a Londres —aclara—. Un nuevo hotel va a tener su inauguración y tengo que hacer presencia.

Asiento sin saber qué decir.

Piccolina, solo serán unos días, estaré de vuelta antes de que lo notes. —Una de sus manos se entrelaza a una de las mías.

—¿Cuándo te vas? —pregunto, viendo nuestras manos sobre la mesa.

—Mañana.

Mis ojos se abren de par en par y él aprieta mi mano.

—Pero ¿por qué me lo dices un día antes? —cuestiono, subiendo mi tono de voz, pero no lo suficiente para que los demás me escuchen.

—Porque si te lo decía antes, solo te hubiese dado tiempo para que me convencieras de no ir.

—¿Tengo ese poder? —digo sorprendida.

La verdad no sabía que podía convencerlo de que no vaya. Es su trabajo, pensaba que iría a toda costa, que era una responsabilidad que estaba por encima de nosotros.

—Sí, lo tienes, piccolina. Tienes el poder hasta de destruirme si así deseas.

—No lo deseo, nunca lo desearía.

—Lo sé.

La seguridad con la que ha hablado hace que mi corazón salte en mi pecho. Él sonríe de forma ligera. Lleva nuestras manos entrelazadas a sus labios y deja cortos besos sobre mi mano, mientras vuelve a concentrarse en su libro.

Una sonrisa boba se apodera de mis labios y me obligo a dejar de mirarlo para así continuar mi lectura.

Una semana dura 7 días, 168 horas y 10080 minutos. Pero creo que a esta semana le agregaron unas 48 horas extra, ya que es la única explicación lógica para que estos días se sintieran tan eternos y me hiciera tanta falta Oscar.

¿Y cómo no extrañarlo? Si el tiempo no pasa. Bueno, sí avanza, pero demasiado lento. Tal vez es porque he tenido más tiempo libre, debido a que he salido de la escuela y he terminado con el papeleo de la universidad. Solo me falta la entrevista, la cual será en unos días, y tengo la esperanza de que saldrá bien.

La canción Night Changes de One Direction inunda mi habitación: es el ringtone que le he puesto a Oscar. Sin dudarlo un segundo, salto sobre la cama para desconectar mi celular, el cual estaba cargando, así puedo poder tomar la llamada.

Sí, he puesto la canción que escuchamos de camino a nuestra primera cita, así de cursi soy. Acéptenlo, yo lo hice.

—Hola —digo tratando de que no se notara mi emoción.

Pero es que sí lo estaba.

No hablamos durante el día, solo podíamos hacerlo cuando él se iba a dormir, ya que su día era muy atareado. Aquí eran las seis de la tarde, pero en Londres eran las once de la noche.

—Hola, piccolina. —Su simple voz hace que miles de sensaciones recorran todo mi cuerpo—. Solo te hablé para desearte una bonita noche. Estoy muy cansado, perdón, hoy no podremos hablar.

Sus palabras casi bajan mi emoción, pero no lo permito. Él se había pasado la semana completa trabajando, es normal que se encuentre cansado. Agradezco que se haya tomado el tiempo de llamarme y desearme una bonita noche. Los pequeños detalles como este los guardo y los atesoro en mi corazón.

—Entiendo. No te preocupes, bombón, descansa.

—No olvides que te amo y que te extraño tanto como tú a mí.

—¿Extrañarte? —digo para molestarlo.

—¿Acaso no extrañas a tu novio?

—No, para nada. —Río.

—Bueno, como no me extrañas, me quedaré otra semana aquí.

—¿Cómo que otra semana? —expreso de inmediato—. Dijiste que volvías en tres días.

—Sí, pero no me extrañas, así que me puedo quedar unos días más... —Lo interrumpo.

—No te atrevas, Oscar, estos días apenas han sido soportables.

Ahora el que se ríe es él.

—Bien. So che la mia piccolina non può stare senza di me. Quasi quanto non posso stare senza di lei.

Mi corazón salta en mi pecho al escuchar su italiano.

—¡Oye! Solo entendí lo de piccolina —me quejo.

—Debo enseñarte italiano. —Noto en su voz que en verdad está cansado—. Descansa, piccolina, no olvides que te amo.

—Tú no olvides que yo te amo más. —Luego de eso cuelgo.

Fue breve, pero suficiente para dejarme con una sonrisa boba sobre mis labios. Acepto que es la llamada más corta que hemos tenido en la semana, pero también entiendo la razón.

Aprovecho que tengo el celular en las manos para revisar los mensajes. Hoy me había pasado el día entre Netflix y Wattpad, así que era momento de volver a la civilización.

Reviso el grupo que tengo con mis amigos, el cual tiene trescientos mensajes. ¿Qué tanto hablan? Solo me he desconectado un día. De todos modos, me dispongo a leerlos todos. Y, en conclusión, aún siguen discutiendo del tatuaje que nos haremos los cinco.

Celeste está muy bien, ya se ha recuperado casi en su totalidad. Aún no puede hacer mucho esfuerzo pero, según sus doctores, su recuperación va excelente.

Salgo del chat del grupo y sigo revisando. Entonces me encuentro con un mensaje de Celeste, quien me ha escrito hace horas.

Celeste

"Deberíamos tatuarnos 'CACEI'. Y antes de que preguntes:

Celeste

Alex

Carol

Emil

Isabela.

Son nuestras iniciales".

Yo

¿Cacei? Es raro, pero único, me gusta. ¿Nos convences de forma individual? Gran estrategia.

Ella no está en línea así, que no espero su respuesta y salgo de su chat.

Eso de "divide y vencerás", sí funciona. Ella siempre lo ha utilizado, es que conoce a sus pollitos. Río un poco para mí.

"Cacei".

Suena como el nombre de un chocolate o una marca de ropa, pero es único. No quisiera tatuarme cualquier cosa, pero esto, es nuestro, solo nuestro.

En ese instante la pantalla se ilumina a causa de una llamada entrante, es Ángel. Qué raro. No me mal interpreten, estos días hemos estado hablando mucho, solo que por mensajes, y por eso se me hace raro que me llame.

No tardo en contestar.

—Qué milagro... —digo, pero él no me deja continuar.

—Isabela..., necesitas venir al hospital.

Me siento de golpe sobre la cama.

—¿Qué? ¿Hablas en serio? Si es una broma tuya... —Él vuelve a interrumpirme.

—Hablo en serio. —Su voz es fría y sin emoción—. Celeste tuvo un accidente. Te mandaré la ubicación del hospital.

Mi corazón se detiene en ese preciso momento y siento mi boca quedarse sin una gota de saliva. Escucho como puedo las indicaciones del hospital donde se encuentra y cuelgo. Me toma unos segundos reaccionar, entonces me coloco los zapatos y un abrigo con torpeza. Salgo de mi habitación, sintiendo mis manos temblar.

—Hey, al fin sales —expresa mi madre—. ¿Vemos una película? —Sus ojos bajan a mis manos y se acerca de inmediato—. Mi niña, tranquila...

—Celeste t-tuvo un a-accidente...

—¿Qué? ¿Está bien?

—No l-lo sé,  voy p-para el hospital. —Mi voz es un desastre. Siento que mis ojos están llenos de lágrimas.

—Yo te llevo.

No digo nada y solo asiento. Sabía que no podía conducir, no ahora. Mi madre toma las llaves y una chaqueta para ella, y luego ambas salimos del departamento.

Decir que el camino fue insoportable es poco.

Mi mamá y yo entramos al hospital. La preocupación no me permite respirar con normalidad, así que mi madre sostiene mi mano con fuerza, mientras ella le pregunta a una enfermera sobre Celeste. "Ella está bien, ella está bien", lo repito una y otra vez en mi cabeza.

Uno de mis pies está inquieto, no deja de golpear el piso, así que intento calmarme recorriendo toda el área. Busco con mis ojos algo en que me pueda concentrar y así poder calmarme. Entonces mis ojos chocan con Ángel. Está de espaldas, pero sé que es él, por lo que no dudo en soltar la mano de mi madre y caminar en su dirección.

—Ángel, ella... ella... —Mi voz se quiebra.

Él se voltea hacia a mí, sus ojos se encuentran con los míos y puedo ver el miedo y la preocupación. Ángel me rodea con sus abrazos y es allí que me doy cuenta que ya no solo tiembla mi pierna, sino todo mi cuerpo.

—Ella va a estar bien —dice en mi oído. En ese instante es cuando reacciono y correspondo a su abrazo—. Ambos lo estarán. —Su voz está llena de seguridad, como siempre.

¿Qué ha dicho? Me separo de él. ¿Cómo que ambos? ¿Quién iba con ella?

—¿Estarán? ¿Quiénes? —indago.

—Louis iba con ella —expone él y un escalofrío recorre todo mi cuerpo—. Ella tuvo un trauma abdominal y Louis sufrió un gran impacto en su cabeza, es lo único que sé... —Noto que su voz se vuelve más aguda y lenta.

—Ellos estarán bien —digo de inmediato para callarlo.

No necesito que él se vuelva un manojo de nervios como yo. Porque sí, son mi mejor amiga y mi exnovio quienes tuvieron un accidente. Ambos significan demasiado para mí. Pero no olvido que son su hermana y su mejor amigo, al cual él quiere como a un hermano. Y sé que aprecia incluso más a Louis de lo que aprecia a Oscar y a Celeste, aunque no lo acepte.

Espera, Oscar.

—¿Él lo sabe? —pregunto.

En ese momento llega mi madre a nosotros.

—Cariño, ¿cómo estás? —Veo como abraza a Ángel—. Todo va estar bien, ya verás. ¿Avisaron a sus padres?

—Sí, estaban fuera de la ciudad, pero los he llamado y deben estar a punto de llegar.

Él comienza a explicarle a mi madre todo lo que acaba de explicarme a mí y yo no puedo dejar de pensar en Oscar. ¿Él lo sabe? Y si no es así, debería saberlo.

—¿Has llamado a Oscar?

Él niega con su cabeza.

—No me he atrevido. Antes de irse fue claro. Me dijo: "No te alejes de ella" y ahora... —Mi madre lo interrumpe.

—No es tu culpa, cariño...

—Lo llamaré —le informo, alejándome un poco de ellos para poder marcarle. Él jamás nos perdonaría que no le hayamos informado justo en el momento que pasaron las cosas.

Obligo a mis manos a que dejen de temblar para marcar su número. El celular suena y suena, pero él no contesta. Sin embargo, no me rindo, y en un cuarto intento contesta.

—¿Isa? —Su voz soñolienta se escucha del otro lado.

Tomo aire y lo suelto, para tratar que mi voz no tiemble ni se quiebre.

—¿Qué sucede, piccolina? ¿Estás bien?

—Ha sucedido algo... —Trago la poca saliva que quedaba en mi boca.

—¿Qué ha pasado? —Su voz se vuelve áspera de repente.

—Quiero que respires, ¿sí?

—Isabela, me estás asustando.

—Es Celeste, ha tenido un accidente —digo sin más.

No hay forma de hacer esto con lentitud. Él silencio inunda la llamada.

—¿Os?

—¿Cómo? ¿Dónde? ¿Está en el hospital? ¿Es grave?

—Acabo de llegar, Ángel acaba de llamarme... —Él me interrumpe.

—¿Ángel? ¿Él está ahí? ¿Por qué no me llamó él? —Noto el enojo en su voz—. Pásamelo. —Su orden suena como un grito.

—Oscar...

—Por favor. —Su tono disminuye, por lo que su voz se vuelve más suave—. Pásale el celular a mi hermano.

Lo dudo un poco, pero vuelvo a donde están mi madre y Ángel. Le ofrezco mi celular a Ángel.

—Quiere hablar contigo —le informo.

Él mira el celular, luego me ve a mí y repite la acción. Aprieta sus labios, es más que evidente que no quiere tomarlo. Conozco a Oscar lo suficiente para saber que esa no será una conversación amable y sé que lo último que necesita Ángel ahora es que ahora le griten.

Mi madre también lo nota, porque termina tomando mi celular y habla con Oscar. Le cuenta la poca información que tenemos.

—Los familiares de Louis Harris —expresa alguien, lo que llama la atención de los tres.

Nos acercamos a la dueña de la voz, la cual es una doctora; lo sé por lo que lleva colgando en su pecho. Mi madre termina su llamada con Oscar y se para a mi lado. Siento que coloca mi celular dentro de mi abrigo.

—Aquí estoy —dice Ángel.

—El joven aún se encuentra en cirugía, pero hasta ahora está estable. Le seguirán informando... —La interrumpo.

—¿Y Celeste? —pregunto.

—La chica que llegó con él, ¿cómo está? —agrega Ángel.

—¿Usted también es familiar de la joven? —cuestiona la doctora.

—Es mi hermana —expresa de inmediato Ángel.

—Sería bueno esperar a que lleguen sus padres —comenta la doctora.

—Murió, ¿cierto?

Aquellas palabras hacen que gire rápido mi cabeza hacia Ángel. Pero vuelvo a posar mis ojos sobre la doctora, deseando con todas mis fuerzas que diga que no, o al menos que niegue con su cabeza.

Un silencio sepulcral se hace en todo el lugar. Veo en cámara lenta como ella coloca una mano sobre el hombro de Ángel y las expresiones de su rostro se vuelven relajadas. Noto como lo mira directo a sus ojos.

—Lo siento mucho. Sí, murió en cirugía. Lamento mucho su pérdida. Hicimos todo lo que estaba... —Ella sigue hablando, pero juro que ya no escucho.

Siento mi corazón latir con fuerza en mi pecho, mis manos sudan y mis ojos se llenan de lágrimas. Debe ser mentira, ¿cierto? Es mentira, es imposible, ella no pudo haber muerto.

Unos brazos me rodean y sé que es mi madre. Todo me indica que es cierto. Pero aún no lo creo, ni siquiera puedo corresponder el abrazo. Quiero llorar, gritar, moverme, lo que sea, pero mi cuerpo no responde.

Escucho voces a nuestras espaldas y las reconozco de inmediato, son sus padres.

Mi madre se coloca a mi lado y me abraza de lado, mientras nos volteamos hacia ellos. La doctora se ha ido y ni siquiera lo he notado.

Veo a Ángel apretar sus manos unos segundos, toma aire, lo suelta y luego camina hacia ellos. Están solo a metros de nosotras.  Ángel mueve sus labios y noto como ellos le ponen atención a sus palabras. Me doy cuenta que Ángel mantiene todo el tiempo sus ojos sobre Cielo, aquella mujer que en realidad es su tía, pero que ama como una madre. Observo que los ojos de ella se encuentran hinchados, su labio empieza a temblar al mismo tiempo que sus ojos se inundan de lágrimas.

El llanto que suelta por Celeste es desgarrador y me quema por dentro. Juro que puedo sentir cómo su corazón acaba de romperse en pedazos. Su esposo la sujeta con fuerza, pero de todos modos no puede evitar que caiga al suelo.

Mi celular comienza a sonar, distingo que es la canción Night Changes, lo que genera que un escalofrío recorra mi cuerpo. Sé que es Oscar y no puedo contestar, no puedo decirle que... su hermana murió.


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So che la mia piccolina non può stare senza di me. Quasi quanto non posso stare senza di lei -----Sé que mi pequeña no puede estar sin mí. Casi tanto como no puedo estar sin ella.

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